martes, 29 de abril de 2014

Capítulo 13.

-Aitor, tenemos que hablar.

Fue lo primero que me dijo al abrir la puerta. Su visita me pilló de imprevisto. Para colmo, un "tenemos que hablar" siempre escondía algo malo. Entró en el salón y se quitó el abrigo negro, dejando al descubierto una camiseta empapada.

-¿Qué te ha pasado?

-Pues eso es lo que venía a contarte. –Suspiró. – Es que…

-Espera, primero cámbiate, que te vas a poner mala. - La interrumpí. Lo último que deseaba era que la cantante se resfriara.

Rebusqué en mi armario con la intención de encontrar alguna camiseta que no fuera excesivamente grande. Di con una más pequeña que me regalaron cuando cumplí los diecinueve años. Por aquel entonces aún no iba al gimnasio, por lo que mi cuerpo era más esmirriado que musculado. Con el paso de los años tomé conciencia de que me vendría bien hacer deporte. Me costó coger la rutina diaria, pero poco a poco sentía que al realizar ejercicio me encontraba más realizado y feliz conmigo mismo.

-Toma. A ver si no te queda muy grande… -  La prenda estaba algo desgastada, pero serviría.

Pensaba que se iba a cambiar en el baño o me iba a pedir que me diera la vuelta. Pero no. Se desvistió allí ante mi atónita mirada. Ella seguía con mala cara, pero en ese momento yo no estaba mirando su rostro. Dejó al descubierto otras partes de su cuerpo que desviaron mi atención. 

-Joder, ¡Aitor! – Me gritó cuando se dio cuenta de que la observaba sin ni siquiera pestañear.

-Perdona, perdona. –Di un respingo y me dejó ver una media sonrisa. – Es que me incitas…

-No digas tonterías. Lo que te tengo que decir es serio.

Nos sentamos en el sofá uno al lado del otro. Lo que más me extrañó es que no  me miraba a los ojos. Desde el día que nos conocimos su mirada brillaba perpetuamente y, sin embargo, ahora la mantuvo clavada en el suelo durante unos segundos que se me hicieron eternos.

-¿Qué pasó con Lucía? – No me esperaba eso. Se conocieron en el hospital, pero ni ella ni yo le contamos nada de nuestra pasada relación.

-¿Cómo sabes eso?

-Yo he preguntado primero. - Recriminó.

-Pues salimos durante un tiempo… bastante. Pero se acabó. Un día la pillé con otro en la cama, mi mejor amigo, y… no la volví a ver hasta el accidente.  –Los recuerdos acechaban mi mente y una lágrima recorrió mi mejilla. Malú me observaba atenta a mis palabras. – El otro día en el hospital me besó.

-¿Aún la quieres?

Esa pregunta ya me la había hecho yo cientos de veces y la respuesta ha ido cambiando casi a diario, pero ésta vez lo tenía claro. Quizá era la vez que menos dudas me abordaban. Agarré su barbilla con mi mano para alzar su cabeza y ponerla frente a la mía, mirándola directamente a los ojos.

-No. Me lo ha hecho pasar muy mal y un día decidí que no quería sufrir más por ella. Ese día apareció algo en mi vida que me hizo cambiar. Seguir anclado en el pasado iba a acabar conmigo. Además, hay cosas preciosas en la vida que no puedes ver si tienes los ojos empapados en lágrimas. ¿Sabes qué día me percaté de todo esto? – Negó con la cabeza y yo sonreí. – El mismo en que te conocí a ti.

Ahora era en sus mejillas donde se deslizaban las lágrimas. Pasé los pulgares por su cara quitándole las pequeñas gotitas y la besé delicadamente en los labios. Cuando me aparté vi que sus facciones eran distintas. Ahora desprendía felicidad. Aún así, había algo que no me cuadraba en todo esto.

-Malú, no lo entiendo. ¿Qué ha pasado para que de pronto vengas en estas condiciones a mi casa y me preguntes por Lucía?

La cantante se frotó los ojos y se serenó antes de responder.

-Me la he encontrado en un bar mientras tomaba algo con Pastora y Vanesa. Me tiró la bebida encima y empezó a reírse. -Me quedé de piedra. -  Menuda la que ha liado. La gente no paraba de mirar.

-¿Qué dices? No me lo puedo creer. – Conocía la faceta vengativa de mi ex, pero en ningún caso se me hubiera ocurrido que pudiera ir contra Malú.

-Como oyes. Por no hablar de cuando me llamó puta…

-¡Esa tía es tonta! Ha perdido el rumbo… -Lo del insulto me sentó fatal. Me levanté de golpe con la ayuda de la muleta que se encontraba en el suelo. - Ahora mismo la voy a llamar para cantarle las cuarenta.

-Déjalo.

-Ni de coña. No voy a permitir que te insulte y se vaya de rositas.

-Da igual. Ven aquí anda. – Me sujetó por los hombros para sentarme en el sofá. –Mis amigas le habrán dicho algo. Yo me he ido corriendo por si venían periodistas, pero ellas se han quedado a pagar y seguro que le han puesto los puntos sobre las íes.

-Está bien. – Nos abrazamos efusivamente. Estaba deseando tenerla entre mis brazos.  – Con mi chica no se mete nadie.

-¿Tu chica? ¿Ya soy tu chica? –Mierda. A lo mejor la había cagado, pero esas palabras habían salido inconscientemente.

-Eh… yo… No sé…

Sonrió ampliamente e interrumpió mis palabras entrecortadas con un gran beso en los labios.

-¡Las chicas están deseando conocerte! - Supuse que se refería a Vanesa Martín y Pastora Soler. 

-Cuando quieras. Me voy a mover entre estrellas. –Hice un pequeño bailecito con los brazos.

-Estás hecho un pavo. Cómo se nota que acabas de terminar la adolescencia… - Bromeó.

-¡Oye! Que solo me sacas seis años. – Intenté darle un pequeño empujón, pero lo esquivó ágilmente.

-También te tengo que presentar a mi hermano. - Añadió.

-Me parece genial. Pero ahora me apetece hablar de otras cosas.

La tumbé en el sofá y me eché sobre ella. Dejé la pierna escayolada a un lado, intentando que molestara lo menos posible. Pasé mi mano por debajo de la camiseta que antes le había dejado para acariciar su vientre mientras le daba besos en el cuello. Ella revolvía mi pelo con sus manos.

-Esto no es hablar.

Aún así, no me apartó. Es más, tiro de mí hacia arriba para besarme. Este beso no tenía nada que ver con todos los anteriores. Derrochaba pasión y sed de seguir descubriendo nuestros cuerpos. Me separé de sus labios dirigiéndome a su oreja para susurrarle algo.

-¿Hoy voy a conseguir que pases la noche aquí?

“Ven a pervertirme con tus juegos,

Que quiero doctorarme en tus pasiones.”

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