viernes, 25 de noviembre de 2016

UN NUEVO COMIENZO (2x48)

- Y por último, el jardín. - La asesora pulsa un botón y las cortinas del enorme salón van recogiéndose poco a poco dejando ver una enorme cristalera que da al exterior. Fuera hay una piscina, aún vacía, rodeada por varias hamacas de madera de ébano y una sombrilla de color crema. Al otro lado hay una mesa y sillas de la misma madera, sobre un suelo que ya no es césped, sino piedra natural. - Como ven es lo suficientemente grande como para hacer alguna celebración o simplemente para que sus mascotas correteen de manera cómoda. ¿Qué les parece?

-Es preciosa, desde luego. - Afirmo.

- ¿Nos podría dejar un segundo para hablarlo a solas, por favor? - Propone Patricia.

-Por supuesto. Las espero en la entrada.

-¿Qué pasa, Patri? - Algo va mal y se le nota en la cara.

-No sé.... - Comienza a hablar dubitativa. - Es mucho dinero.

-¿Pero qué dices? Vendemos nuestras casas y nos quitamos de golpe casi todo el dinero.

-Pero ahora con lo del bebé trabajas menos y yo no traigo tanto dinero como tú.

-Te conozco perfectamente. No tenemos problemas de dinero, lo sabes. ¿Qué es lo que pasa?

-Es que.... Es una tontería. Pero me da pena vender mi casa. Es el sueño que siempre he tenido. Y no me malinterpretes, porque por supuesto que quiero vivir contigo y formar nuestra familia. Solo me da pena...

-Lo sabía... Cariño, también he pensado en eso. Podemos alquilarla, así no te desprendes de ella del todo.

-Y esta casa... ¿te gusta?

-Me encanta. - Sonrío ilusionada y le pego el gesto a ella. - Tiene un jardín delante, otro detrás, planta de abajo con cocina y un salón enorme.... Y la habitación que sería para el bebé está justo al lado de la nuestra. Es perfecto. Además, hay dos habitaciones extra. Una puede ser para invitados y la otra una especie de estudio en el que tú puedas trabajar y yo componer...

-¿Y dónde metemos la habitación que te hice por tu cumpleaños? - Me guiña un ojo. Desde luego, no se me había pasado por alto ese detalle. Ese cuarto guarda tantos recuerdos que no podría olvidarlo.

-En la buhardilla. Es pequeñita, pero perfecta para eso. Cabe lo justo: las fotos, las frases, toda la decoración y los cojines con el proyector para seguir teniendo nuestros momentos de peli y manta. - Cojo su mano y pongo su rostro muy cerca del mío. - No me digas que no te encanta la idea. - Sonríe mirando al suelo. Niega con la cabeza sabiendo que he ganado el pequeño debate.

-Tienes razón. Nos la quedamos.



Cuatro días después, tras empaquetar su casa y la mía con la ayuda de profesionales, nos encontramos en el salón de nuestro nuevo hogar abriendo cajas sin parar. Hemos traído algunos muebles de su casa, otros de la mía, y lo que hemos podido lo hemos llevado a su ático para poder ponerlo en alquiler. Sin lugar a dudas estamos en una etapa de nuestra relación en la que predominan los cambios, quizás la que más. Pero es tan bonito todo si ella me sujeta. Para ser realistas, después de la última discusión no veía nada claro un futuro con ella. Recuerdo perfectamente la última vez que tuve ese pensamiento, cuando pasó lo de su abuela y pasamos años sin vernos. Aprendí a no pensar en ella cada hora y en esta ocasión estaba preparada para repetirlo. Afortunadamente, hubo un giro drástico en la historia y vino a buscarme, como una golondrina volviendo a su hogar sin importar los maravillosos que han explorado. Y menos mal que ella lo hizo, por que a mi me faltaba el valor para dar el paso.

Y, sin lugar a dudas, también puedo afirmar que ahora es cuando más seguras de nosotras nos siento. No sé exactamente el porqué. Quizás por irnos a vivir juntas, por decidirnos a tener un bebé, porque estamos cerca y sin necesidad de escondernos, o por lo que sea, pero esta sensación me hace rebosar alegría.

-Malú, esta habitación hay que pintarla de azul. - Aparece frente a la puerta de nuestra habitación, donde yo me dedico a organizar la ropa en el armario, y señala justo la de enfrente.

-¿Azul? ¿Por qué azul?

-Para cuando venga el bebé.

-Ya, pero aunque venga el bebé, no sabemos si será chico o chica. - Aclaro.

-Me da igual, no es por el tópico. Es que me gusta el azul, con una mini Patricia dentro o con un mini Patricio. - Estallo a risas de golpe. No sé cómo puede mantener la seriedad con frases como esa. Se acerca rápidamente a mi y me da un pequeño puñetazo en el hombro. - Idiota, no te rías de mi.

-¡Jamás se llamaría Patricio! - Me empuja y caigo en la cama. Menos de dos segundos después se me sube encima y me hace cosquillas. - ¡Para, para!

-Patricio es un nombre maravilloso... - Murmura sin parar de mover aceleradamente sus manos por mi cintura. Luego, se deja caer exhausta a mi lado y mira al techo. - ¿Y cómo se va a llamar? - Giro la cabeza y la observo mordiéndose el labio, como hace cada vez que piensa de verdad.

- Si es chico. Daniel, Abraham, Iker, Rodrigo... Y si es chica, Lucía, Begoña, Raquel... No sé.

-¿Abraham? - Ahora es ella la que no puede soportar la risa. - No sé si es peor eso o Patricio.

-Imbécil, es un nombre precioso. ¿Qué le pasa?

Y así pasamos las horas. Como dos niñas discutiendo si a la muñeca le queda mejor el pantalón o el vestido. Convencidas de que perder el tiempo solo existe si no estás disfrutando, por lo que en nuestro caso estamos mucho más que alejadas de ello. Porque todo segundo cobra valor si va compuesto de sonrisas, y un minuto a su lado es un saco lleno de risas. Estas situaciones me recuerdan a los inicios. Cuando acabábamos de conocernos, de compartir vidas, y lo único que nos echábamos en cara era no ir a tal sitio o no darnos los besos suficientes. La etapa más bonita de una relación es esa, y con ella muchas veces tengo la suerte de sentirme así la mayor parte de los días. Ver su mensaje de buenos días cada mañana, encontrarme notas en la nevera con deseos de que todo vaya bien, una llamada que solo dure lo que tarda en pronunciarse un "te quiero", esos "te amo" que pesan por el simple hecho de saber que son verdad... Detalles que, en definitiva, forman un mundo en el que poder ser feliz teniendo lo que te gusta y haciendo lo que quieres.

La decisión de que sea ella la que se quede embarazada fue más suya que mía. Para ninguna de las dos es algo fácil: ella se acaba de incorporar al trabajo y yo, antes o después, pretendo volver a subirme a un escenario. Hace unos días esto no lo tenía tan claro. Después de todo, lo único que me apetecía era centrarme en mi vida personal y olvidarme de la música. Pero mis amigos, mi familia, Patricia y Rosa me hicieron darme cuenta de sería imposible. Me engañaba a mí misma pensado en esa posibilidad. ¿Cómo echar al olvido lo que te ha dado la vida durante más de quince años? Tenían razón. Aún así, lo que tengo claro es que quiero volver poco a poco. He accedido a retomar la gira siempre y cuando no se convierta en algo estresante. Tendré conciertos poco frecuentes. Quizá uno cada quince días. Así estaré aproximadamente siete meses y después, cuando se acerque la fecha de que nazca, me bajaré de los escenarios. Estaré centrada en Patricia y con calma empezaré la composición de mi futuro disco. Sí, composición. Va a ser un disco diferente. Me apetece juntarme con gente a la que aprecio y escribir nosotros letras. Quiero transmitir, quiero sentir que lo que digo a salido de mi puño y letra. Ya lo he comentado con personas de la profesión como Melendi, Alejandro Sanz, Pablo Alborán y otros amigos, y todos se han mostrado más que entusiasmados. Todavía no me veo capaz de componer yo sola un disco entero, pero con esto pretendo impulsarme a ello.

Hace unos días pasamos a ver a mi madre y le comunicamos ambas sorpresas: que volvíamos a estar juntas y que iba a tener un nieto o una nieta. No pudo mostrarse más emocionada. Hasta el punto de escapársele las lágrimas.

-Hija, ¿qué haces aquí? - Preguntó extrañada al abrir la puerta de su casa. Pensaba que aún estaba en la casa del pueblo, envuelta en lágrimas y viendo como mi vida se escapaba entre las manos - ¿Pasa algo?

-¿No me dejas pasar? - Rápidamente se hizo a un lado y cerró la puerta de entrada. - He venido a traerte una cosa importante. - Intentaba por todos los medios que no se me escapara ninguna sonrisa.

-Malú, me estás preocupando. - Me encantaría haber mantenido la tensión mucho más, pero no fui capaz. Le di una bolsa y delicadamente, como si fuera de un fino cristal, la fue abriendo. Del interior sacó un paquete que abrió con el mismo cuidado. Por fin, dejó ver el interior. Era un diminuto body de bebé en el que ponía "Mi abuela es la mejor". En su cara pude observar que no entendía nada, así que abrí la puerta de golpe y apareció Patricia con su sonrisa inmensa alzando los brazos. Rápidamente comprendió todo una lágrima empezó a patinar por su pómulo. Con prisa corrimos hacia ella y la envolvimos entre nuestros brazos. Llorar siempre es bonito cuando es por buenas noticias. - No es una broma, ¿No?

La respuesta sin duda fue una rotunda negación. Y ahora, en la sala de espera de la clínica, lo noto más real que nunca. Hace ya unos días que acudimos para hacer la inseminación y volvemos hoy para comprobar si todo ha salido como debería. Aprieto su mano con fuerza y compartimos una cómplice sonrisa. Nadie más está ahí, así que me siento libre para besar brevemente sus labios. Aún me cuestan estos actos en público aunque no hayamos admitido.

-Oye, si no ha salido bien acuérdate de que tenemos más intentos.

Intento tranquilizarla con murmuros. Asiente y me regala una pequeña sonrisa. La doctora nos dejó claro que sería difícil que el embarazo se produjera en el primer intento, pero que no nos preocupáramos. Es algo frecuente. Luego te dejan un par de intentos más y, sino, te recomiendan que sigas otros métodos que nosotras no descartamos. Ya lo hemos hablado muchas veces. Si no puede ella lo intentaré yo y, como última opción, recurriríamos a la adopción. Pero en mi interior siento que va a ir bien. Aunque sé que es improbable tengo un fuerte latido diciéndome que en su tripa hay alguien más. De repente, la puerta se abre y la doctora nos invita a entrar amablemente. Dice que nos sentemos mientras ella va a por los resultados. No tarda en pasar de nuevo con un gran sobre de papel marrón entre las manos. Antes de nada, nos mira y sonríe. Tenemos las manos unidas y debemos tener cara de pavor.

-Nerviosas, ¿no? - Pregunta la mujer. Tendrá unos cuarenta años y lleva la elegancia siempre consigo. Desde el primer momento en que la vi encontré en sus ojos miel la calma que se necesita en los lugares como este. Pero ahora ni eso lo conseguía. - No os preocupéis, chicas. Ya os comenté las posibilidades y alternativas...

-Lo sabemos. - Comento un poco tajante por la situación. Me arrepiento rápidamente pero a ella no ha parecido importarle, porque su sonrisa se vuelve más amplia. Debe estar acostumbrada. - Pero si ha salido bien, sería un enorme alivio.

-Pues vamos a comprobarlo. - Abre el sobre y lee el documento durante unos veinte segundos que me parecen tres horas. Después nos mira a ambas en una milésima de segundo y sonríe. - Enhorabuena, chicas. Vais a ser mamás.

La siguiente hora, prácticamente entera, nos la pasamos en el interior del coche, frente a la clínica, haciendo llamadas a todas aquellas personas a las que les habíamos comentado que íbamos a venir. No son muchos, pero todos estaban deseando saber el resultado. Y afortunadamente les podemos transmitir noticias positivas. Mi madre se vuelve loca de emoción al otro lado del móvil. Está con mi hermano Jose, quien no tarda en arrebatarle el aparato para darnos la enhorabuena. La siguiente en enterarse es la hermana de Patricia, que se pone a gritar literalmente. Me la puedo imaginar dando saltos en casa. Por último, avisamos a varios amigos más que tienen reacciones similares. Todos nos repiten que nos lo merecemos. Pero tanto mi novia como yo sabemos que queda la parte más difícil: su madre. Aunque parecía que las cosas se habían calmado, sigue sin perdonarme que hace tiempo hiciera daño a su hija. Así que a ella se lo diremos en persona, y precisamente miedo no me falta. Patricia hace unos días le informó de que habíamos vuelto, y más que emoción mostró todo lo contrario. Y las dos estamos de acuerdo en que esto tiene que acabar. Vamos a tener un hijo o una hija y no nos gustaría que por la tensión que tiene conmigo se viera afectada su relación el bebé.

Ni siquiera hemos avisado de la visita, pero esa misma noche nos encontramos aparcando frente al portal de la madre de Patricia. La única que lo sabe es la hermana de mi novia, que estará allí por si las cosas se ponen feas. Por ser el rayo de sol en la tormenta.

-¿Qué hacéis aquí? - Comenta al abrir la puerta, expresando una sonrisa en sus labios que tiene más mentira que verdad. - Pasad, pasad. - Nos da un par de besos a cada una. Fríos. Parece que se espera que lo que le tengamos que decir no le va a hacer ninguna gracia.

-¡Chicas! - Su hermana aparece por corriendo por el pasillo y nos abraza de golpe a ambas. Se supone que tiene que disimular la noticia, pero se le escapan sonrisas y compartimos miradas. - ¡Os veo más guapas!

-Será el tratamiento de belleza que nos hemos hecho esta tarde. Botox incluido. - Bromeo. Entre tanto, el padre de mi pareja llega caminando por el mismo pasillo por el que antes lo hizo Carolina. Lo primero que hace es abrazar a Patricia con toda la ternura que puede, y después repite el acto conmigo. Sé que está de nuestra parte, siempre lo ha estado.

-¿A qué se debe esta visita sorpresa? - Quiere saber el hombre con una amplia, y en su caso sincera, sonrisa en la boca. - Mejor nos sentamos, ¿no?

-Sí, mejor... - Admite Patricia. Todos ocupamos un lugar en los dos sofás. Patri y yo en uno y sus padres en otro, de tal manera que mi chica está al lado de su madre, mientras que su padre y yo nos quedamos en los extremos. Carol, por su parte, se queda de pie detrás de nosotras. - No me voy a andar por las ramas, porque es una buena noticia aunque haya alguien que no lo vea así. - Hace una pausa y me coge de la mano. La aprieto con fuerza y ella me mira a los ojos. Asiento y ella se gira para mirar directamente a su madre. - Estoy embarazada.