lunes, 27 de octubre de 2014

UNA ESTRELLA CON SU NOMBRE. (2x16)

Mis ojos se abren lentamente en cuanto el sueño desaparece. Con lo primero que me encuentro es con su cuerpo tendido en mi cama. Es el mejor despertar que he conocido. La observo mientras duerme profundamente, soñando cosas tan descabelladas como ella. Es normal que me inspirase para componer teniéndola todos los días a mi lado. Podría ser musa de cualquier persona con ganas de consumir la mina de su lápiz llenando un papel de sentimientos. Cuanto más la miro, más me gusta. He llegado a un punto en el que el simple hecho de apreciar cómo sube y baja su pecho a causa de una profunda respiración me emboba. Y me enamora. Cada pequeño lugar de su cuerpo me pide que lo acaricie y que haga que se le ponga la piel de gallina. 



En este momento tiene los ojos cerrados, pero puedo sentir muy cerca el penetrante verde que rodea sus pupilas. Me encanta cuando sonríe y se le ilumina la mirada, al igual que odio cómo su iris parece ahogarse con las lágrimas cuando está triste. Sus ojos al despertar, al reír, al hacer el amor, al darse cuenta de que ha hecho algo mal, al disculparse por un fallo... Tantas expresiones y todas consiguen lo mismo: volverme loca. 

Si nariz es especial. Tiene un pequeño lunar, minúsculo, en el puente. También quedan restos de lo que antes era un piercing en la aleta derecha. Pero lo que más me gusta de su nariz es besarla. Para hacerlo tengo que que ponerme un poco de puntillas y sé que le encanta sentirse alta, aunque apenas me saque cinco centímetros. Es ese beso suave. Un roce. Típico de una pareja a la que ya no le quedan más espacios sin descubrir en el cuerpo del otro. 

Su boca. Joder, podría escribir un libro entero dedicado a su boca. Adoro esa manera en que curva los labios y se le forman en los mofletes unos hoyuelos irresistibles. Tiene la manía de morderse el labio inferior cuando está concentrada. Cuando lo hace suelo regañarla porque más de una vez se ha hecho heridas, aunque la realidad es que le queda muy sexy. Habla muy rápido. Siempre quiere decir muchas cosas y teme que no le de tiempo. Pero ni se traba ni se equivoca. Tiene dominado el lenguaje como pocas personas en este mundo. No puedo dejar de hablar de su boca sin citar la forma en que pone sus labios sobre los míos. Son suaves, y cada contacto es como una caricia con la llave de las puertas del cielo. A veces, muchas, tiene el detalle de abrirlos y dejarme descubrir el tacto de su lengua. Porque esa es otra. Su lengua me estimula con el más mínimo contacto. Sabe tan bien. Me derrite cuando la pasa sutilmente por el filo de mis labios. Pone todos mis sentidos al borde de un abismo y se produce una batalla en la que siempre sale derrotada mi cordura. 

Me aproximo a ella para hundir mi nariz entre varios mechones de su pelo. Cierro los ojos y disfruto de ese olor frutal que caracteriza a su cabello. Huele así desde el primer día que la conocí y se debe a su manía por no cambiar de champú. Entremezclar mis dedos entre su melena es una de mis pasiones. Es rubia. Su pelo está entre rizado y liso, pero se lo suele alisar por completo. A veces, cuando le da por rizárselo, sigue estando tan guapa como siempre. Ella sería capaz de estilizar el moño con menos glamour del mundo. Después de tantos años, he llegado a la conclusión de que no importa lo que lleves, sino cómo lo hagas. 

Y podría seguir describiendo partes de su cuerpo pero jamás lograría hacerlo bien. El diccionario no tiene las palabras correctas para darle nombre a algo tan bonito. Y tampoco podría describir todo lo que se siente estando a su lado porque todos los sentimientos son indescriptibles. Pero para que os hagáis a la idea, imaginaos al lado de esa persona que os pone nerviosos. Esa persona que te araña el corazón con un simple gesto, que te hace vibrar, que te hace fuerte. Que hace que a su lado sea más fácil encontrar una solución para todos los problemas que la vida nos pone. Ahora que tenéis a esa persona especial y todo lo que os hace sentir en mente, multiplicadlo por un millón. Esa es Patri. Cualquier persona que haya estado con ella ha podido sentir su magia porque sólo hace falta tenerla cerca un rato para darse cuenta de que te vas a enganchar de sus maneras. 

Creo que es una de las pocas veces que me alegra verla dormir. Normalmente, si me despierto antes que ella estoy deseando saltar sobre su cuerpo para que abra los ojos. Pero hoy es diferente. Prefiero verla dormida a verla tan débil como la vi anoche. Aún tiene los párpados hinchados de tanto llorar. Fue todo tan rápido y tan raro que aún me cuesta comprenderlo. La noche iba genial hasta que se rompió. Ella se rompió. Me consuela saber que tanto dolor y tantos nervios han servido para que se quite un peso de encima. Ahora conozco otra faceta suya que a lo mejor ya me esperaba, pero no quería verlo ni ella quería mostrármelo. 

La noche anterior...

Los conciertos de fin de gira siempre son increíbles. Sabes que es el último, por lo tanto te esfuerzas el triple para acabar dejando un buen sabor de boca a todo el mundo. Las ganas se desbordan y la adrenalina me recorre el cuerpo de arriba a abajo. Pero si además en ese show has cantado un tema inédito compuesto por ti misma, y en el que todas las palabras iban dirigidas a tu pareja, la emoción aumenta. Como ya conté en el escenario, un día me levanté con ganas de escribir sobre todo lo que siento. Estoy pasando por uno de los mejores momentos de mi vida y se me ocurrió que componer era la mejor forma de dejarlo anclado en el tiempo. Y si voy a hablar del mejor momento de mi vida, es inevitable que ella sea lo primero que me aparezca en la mente. Simple y llanamente porque cada vez estoy más segura de que sin ella nada sería lo mismo. 

Al bajar del escenario salgo corriendo hacia el camerino. Mucha gente me asalta durante el trayecto. Besos, abrazos y halagos que me encantan, pero que prolongan el momento de verla. Me libro de amigos, técnicos y parte de la banda y llego al camerino. Mi madre es la primera que me envuelve entre sus brazos sin que me lo espere. Está tan eufórica como yo. Mi padre es el siguiente. Coge mi cara entre sus manos, me mira fijamente a los ojos para decirme muchas cosas sin usar la boca, y luego me da un abrazo largo y dulce. Esos abrazos que dan los padres cuando se sienten orgullosos por sus hijos. Y, por fin, la veo a ella. La tengo a unos tres pasos, y si no la conociera tanto diría que está nerviosa y no sabe cómo reaccionar. Parece que está esperando a que yo le diga algo. Sus ojos brillan especialmente y me muestra una sonrisilla que me encanta. Da un pasito más hacia mi. Me muero por que su cuerpo y el mío se encuentren. 

-¿No vas a venir nunca? - Ahora sonrío yo. De pronto suelta el aire que al parecer estaba reteniendo y viene hacia mí corriendo. Está ella más emocionada por el concierto que yo, y mira que es difícil. Se destensa y me besa en los labios muy despacio. - ¿Te ha gustado la canción?

-Me ha encantado... - Con una mano me acaricia el cuello y con la otra me recoge el pelo por detrás de la oreja. Me vuelve a besar, esta vez en la comisura de los labios, y me abraza. 

-Sabes que cada palabra de esa canción tiene tu nombre... - Susurro en su oreja. De pronto, mi padre se aclara la garganta y ambas damos un respingo. Ya se me había olvidado dónde estábamos y, sobre todo, que no estábamos solas. 

-Yo no quiero interrumpir... - Comienza a decir tímidamente mi padre. - Pero en breve van a venir a por ti para la fiesta. 

Sí. La fiesta. Todos los finales de gira se celebran a lo grande. La banda, los técnicos, familia, amigos... Todos nos juntamos en un local y dejamos que la luna contemple nuestra diversión. Tal y como me avisaba mi padre, cinco minutos después aparece Rosa metiendo prisa. Prácticamente me arrebatan a Patri de entre mis brazos y me meten de una patada en la ducha. Salgo del camerino cuando estoy vestida y maquillada. Rosa y mi madre me están esperando fuera y me piden que me apresure porque todos ya han ido para allá. 

-¿Y Patri? 

-Ha ido en su coche para estar allí antes. - Bufo. Sé perfectamente que si se ha ido ya es porque alguien le ha dicho que lo hiciera. Y estoy segura de que ha sido mi mánager. Siempre quiere tener cada cabo atado para que nada salga mal. Se lo agradezco porque gracias a ella y su forma de trabajar he llagado hasta donde estoy ahora, pero a veces me dan ganas de matarla cuando toma decisiones sin consultármelo. Decido no protestar para no perder más tiempo y nos montamos en el coche la tres. 

Una vez en el local todo es un agobio. Voy de uno a otro recibiendo más agradecimientos. Firmo autógrafos para hijas de gente, me tomo fotos con los presentes y doy las gracias por todo el apoyo. Lo único bueno es que los invitados son personas muy cercanas y puedo ser yo misma. A decir verdad, después del gran concierto que había pasado, nada puede hacer que mi animo decaiga. Tengo ganas de saltar, gritar y reír. Cuando me quedo unos segundos a solas miro a mi alrededor buscando a Patricia, pero no hay suerte. Antes de que me de cuenta llegan Antonio Orozco y Melendi y se tiran bruscamente a mi cuerpo. Por poco nos caemos los tres al suelo. 

-¡Enana! Menudo conciertazo para acabar la gira. - Comenta Antonio. Les doy las gracias y reparto besos por sus mejillas. 

-Tómate algo con nosotros, Lula. - Melendi levanta la mano con la intención de llamar al camarero pero se la agarro rápidamente. 

-Más tarde, ahora tengo que encontrar a una personita... - Se ríen. Saben a quién me refiero. 

-¡Te tomo la palabra! - Vuelven a abrazarme. Por un momento tengo miedo de que me exploten los órganos por la fuerza que ponen. - Creo que he visto a tu chica por allí hace poco. - Susurra mientras señala una zona al fondo de la sala. 

Me dirijo hacia allí temiendo que alguien vuelva a pararme. Voy rápido, pero fijándome en la gente que tengo a los lados por si ella está cerca. Sin que me lo espere, alguien coge mi mano y tira de mí para empotrarme a un pequeño trozo de pared escondido entre dos columnas. Inmediatamente noto su impacto contra mis labios y sé que es ella sin necesidad de abrir los ojos. Me recreo en su sabor y le sigo el juego acompasando los movimientos de nuestras bocas desenfrenadas. Al principio parece que va a ser un beso excitante y fogoso. Pero nada más lejos de la realidad. En un instante cambia la intensidad a una mucho más lenta en la que cada pequeño gesto tiene una importancia abismal. Parece que vamos a cámara lenta. Sus manos sueltan las mías y cambian el rumbo. Una llega con caricias hasta mi costado y la otra se esconde en la parte posterior de mi cuello. Nuestras bocas se separan, pero aún no me apetece abrir los ojos. Aproximo mi nariz al pelo que le cae a un lado del rostro e inspiro. Una sonrisa se cuela en mis labios a toda velocidad sin aparente motivo. Voy a sus labios de nuevo y poso ahí los míos. Solo son caricias sin intención de ir más allá. Subo un poco y nuestras narices chocan. Abro los ojos lentamente y me encuentro su mirada que, entre la oscuridad del sitio, se asemeja perfectamente a la luna que alumbra mis noches. Entonces me siento la persona más afortunada del mundo por tenerla conmigo. Y no sé qué cara pongo, pero le entra la risa tonta. 

-¿Qué pasa? - Pregunto. Patri sigue riéndose irrefrenablemente apoyada en mi hombro. No puedo evitar contagiarme de sus carcajadas. - ¿Qué te ha dado?

-Nada, nada. - Se separa unos centímetros e intenta cesar la risa. - Que cuando has abierto los ojos se te ha quedado una cara muy graciosa. 

Como si la escena que acabamos de vivir fuera lo más normal del mundo, me agarra la mano y vamos a sentarnos en un pequeño sofá frente a una mesa baja. Está en un rincón del local así que la afluencia de gente es menor. Por fin la mínima intimidad que llevaba buscando con ella desde hace horas. Ahora puedo mirarla y contemplar su vestimenta. No me había dado cuenta antes de que se ha cambiado de ropa. Lleva una blusa roja de tirantes junto a unos pantalones negros cortos y unos tacones del mismo color. Tan simple y tan perfecta. Tan ella. Se cruza de piernas y me mira. 

-Deja de mirarme así. - Le pido. 

-¿Así cómo?

-Con esa mirada de "cómeme a besos antes de que lo haga yo." - Intenta aparentar seriedad ante mis palabras pero es imposible. Vuelve a reírse y a observarme de la misma forma para ponerme nerviosa. 

-Déjate de tonterías y dime una cosa. - Se acerca más a mi. - ¿Cómo habéis hecho Dani y tú para componer la canción sin que yo me enterase?

-Pues la verdad es que ha sido difícil porque tengo una novia pesada que quiere pasar muchas horas conmigo... - Bromeo. - Pero conseguimos sacar algún día. ¿Te acuerdas del día que trabajabas y te dije que tenía que ir con Rubén a mirar unos equipos de sonido? - Asiente. - Pues era mentira. Y tampoco fui a comer hace dos semanas con mis padres a Madrid. - Abre los ojos como platos. 

-Serás mentirosa... 

-Cari, no podía contarte nada. Una sorpresa es una sorpresa. 

-La verdad es que ha merecido la pena. - Sonríe tiernamente mirando al suelo. - Me ha encantado. Nunca me habían compuesto una canción. 

-No me lo creo. - Comento. - Tú inspiras a cualquiera. Seguro que alguna vez alguien se ha enamorado de ti sin que te enterases y te ha escrito una canción, un poema o lo que sea. Tu manera de andar, de guiñar el ojo, de hablar... Todo incita a escribir. 

-¿Pero tú qué te has metido hoy? ¿Dónde has visto tú a toda esa gente enamorada de mi?

-Mira, no me hagas hablar porque sabes que tienes mil pretendientes y pretendientas... - Silencio. Sabe que tengo razón. No es tonta y se ha dado cuenta mil veces de cómo se le quedan mirando por la calle algunas personas poco discretas. 

-Hola... - Una chica bajita, morena y con el flequillo de lado aparece con una tímida sonrisa. En principio pienso que es amiga de alguien y quiere un autógrafo, pero al mirarla de arriba a abajo me doy cuenta de que es camarera. - ¿Os sirvo algo?

-Yo quiero una Coca-Cola. - Señalo. Aunque ya haya acabado la gira sigo sin beber alcohol. La chica asiente y lo apunta. 

-Para mi otro mojito. - Ella vuelve a asentir, nos vuelve a mirar sonriente y se marcha con pequeños saltitos. 

-¿Cómo que otro mojito? ¿Se puede saber cuántos llevas?

-Solo uno más. El resto han sido un par de cervezas. - Golpeo su hombro. No me gusta que beba y lo sabe. - Cielo, es que has tardado mucho es venir y tenía que hacer tiempo. ¡Además! - Sube el tono de voz y cambia radicalmente la actitud. - Me estabas hablando de toda esa gente que se enamora de mi cuando tu eres la primera a la que le pasa. ¿Te has dado cuenta? 

-¿De qué hablas?

-¡La camarera! Acaba de mirarte a los ojos y se ha vuelto loca. 

-Tú eres tonta... 

-Te has dado cuenta tanto como yo de la forma en la que sonreía y la forma en la que le temblaban hasta las pestañas. - Era verdad, pero bajo mi punto de vista eso era simplemente por el hecho de ver una famosa y tener que atenderla. 

-Aquí tenéis. - La morena vuelve, esta vez con nuestras bebidas en la bandeja. Deja el mojito de Patri a su lado y coge mi vaso de refresco. Cuando se dirige a dejarlo en la mesa me mira. Se pone nerviosa, tal y como decía Patri. Y no sé cómo lo hace, pero acaba derramando parte de la Coca-Cola sobre mis piernas y un trozo de vestido. - Mierda, mierda. ¡Lo siento!

-Tranquila. No pasa nada. - Coge rápidamente un paño que lleva en el bolsillo y limpia mis piernas con prisa. 

-Soy un desastre. Madre mía... 

-En serio, no pasa nada. - Lo agarro la mano y sonrío. Me mira y parece que se destensa un poco. - Un error lo tiene cualquiera. 

-Ve al baño que ahora voy y te doy un quitamanchas que tenemos para este tipo de cosas. 

-No, no. - Mi chica interviene en la conversación y ambas la miramos sin comprender nada. - Que digo yo que no hace falta que te limpies, ¿no? Ya en casa si eso...

-¿Tú eres boba? 

-Es por no molestar a la chica. Tendrá muchas cosas que hacer. - No entiendo qué mosca le ha picado. No entiendo sus motivos para no dejar que me limpie el vestido. 

-De verdad, que no me cuesta nada. Ha sido por mi culpa y yo lo arreglo. - Dice la chica. - Ve al baño y ahora voy yo en cuanto deje la bandeja. 

-Te acompaño. - Patricia se levanta para venir conmigo. Empujo sus hombros hacia abajo y provoco que vuelva a sentarse. - ¿Qué pasa?

- Que no hace falta que vengas. En dos minutos estoy de vuelta. - Beso su mejilla y me voy sin darle tiempo a que diga nada. 

Entro al baño y me miro en el espejo. La verdad es que la mancha es más grande de lo que pensaba. Cojo una toalla que hay junto al lavabo, la mojo de agua y me la paso por la tela sin conseguir nada. Afortunadamente no es uno de mis vestidos favoritos. 

-Ya estoy aquí. - La puerta se abre y aparece la chica. - Este quitamanchas es increíble. Ya verás...

-¿Es tan bueno como los trucos de las abuelas para quitar las manchas de la ropa? - Bromeo. 

-Siento decirte que no hay nada mejor que eso. Pero algo es algo. - Comenzamos a reírnos juntas. Me fijo un poco más en ella. Debe tener algo más de veinte años y es muy guapa. - Vamos al tema. - Me subo de un salto al lavabo para facilitar el trabajo. Ella abre el bote y presiona el botón haciendo que un líquido rosáceo caiga sobre mi vestido. - Ahora se deja reposar un minuto, se pasa la toalla y listo. 

-¿Tan rápido? No me fío yo de estas cosas...

-Ya verás, ya verás... Es buenísima esta cosa. Espera, espera. No te muevas. - Me pide. Señala mi costado y me doy cuenta de que ahí también hay mancha. Vuelve a impregnar la tela con el producto, esta vez en la otra zona. - Siento haberte manchado. 

-Tranquila, solo me debes ochocientos euros. - Digo aparentando seriedad. Pero me tengo que reír en cuanto veo la cara que se le queda. - Es broma, mujer. 

-Joder... Tendría que vender mis órganos para pagártelo. Y deja de reírte, te juro que le tengo mucho aprecio a todos mis órganos... - Mis carcajadas aumentan con cada palabra que sale de su boca. 

-Anda, deja de hacerme reír y demuéstrame de una vez que este líquido funciona de verdad. - Aun con la sonrisa en la boca, coge la toalla y frota en la primera mancha. Me quedo alucinada cuando veo que se ha quitado y solo quedan restos húmedos de agua. - Madre mía, han venido a quitarle el puesto a las abuelas. 

-¿Ves? Te lo dije. - Sube la mano y pretende hacer lo mismo en la segunda mancha, pero me retuerzo y me empiezo a reír como loca. - ¿Qué pasa?

-Que tengo cosquillas. Quita, quita. - Lejos de hacerme caso, intenta volver a poner la mano en mi costado. - ¡No! Ay, ay...

-¡La gran Malú tiene cosquillas!

-Sí, sí... Pero para. - Me revuelvo y le pido que pare con la voz que consigo sacar. 

-¿Se puede saber qué hacéis? - Patricia entra exaltada en el baño y me corta la respiración del susto. Tiene el rostro desencajado. Trae un enfado monumental y aún no alcanzo a adivinar el motivo. 

-Limpiarme la mancha, ¿qué vamos a hacer? - Contesto con un débil hilo de voz. Por un momento me he sentido intimidada por la mirada de la fotógrafa. 

-¿En serio quieres que me lo crea? Joder. Se escuchaban las risas desde fuera y eso que está puesta la música. 

-Yo mejor me voy... - Murmura la camarera. Acto seguido sale sigilosamente del baño y me deja sola ante el peligro. El peligro. Había puesto muchos motes a mi chica, pero nunca hasta ahora la había relacionado con el peligro. Se lleva las manos a la cabeza y anda de un lado a otro muy nerviosa. 

-¿Se puede saber qué te pasa? - Le pongo la mano en el hombro pero me la quita con desprecio. - Tranquilízate. 

-¡No me digas que me tranquilice cuando acabo verte tonteando con otra!

-No te entiendo. De verdad que no entiendo nada. Nunca has tenido este tipo de celos y creo que tampoco te he dado razones como para que los tengas. Y ahora tampoco he hecho nada. Joder, Patricia. Me he manchado y me estaba ayudando a limpiarme. Cuando me estaba limpiando la zona del costado me ha hecho cosquillas y por eso nos estábamos riendo. Nada más. ¡Dime dónde cojones ves tú que haya tonteado con la chica! - Digo todo de carrerilla y solo me giro para mirarla en las últimas palabras. Entonces es cuando la veo sentada en el suelo, con la cabeza entre las piernas. Me acerco despacio. - Ey... Ahora si que no te entiendo. - Me agacho y al intentar alzarle la cabeza me doy cuenta de que las lágrimas se deslizan por sus mejillas. - No llores, por favor. 

-Lo siento... Lo siento. - Murmura. - Me he comportado como una idiota. 

-Pero dime qué ha pasado. - Solloza con más fuerza y me preocupo. Sigue destrozándome verla llorar. Le agarro los brazos y tiro de ella para ponerla en pie. - Da igual. No hace falta que me lo cuentes hasta que estés preparada. 

-Malú, llevo preparándome para contártelo años y nunca lo he conseguido. - Traga saliva e intenta regular su respiración. - Y nunca estaré preparada pero necesito que lo sepas. Por las dos. 

Se lava la cara con agua y coge mi mano. Salimos a la calle por una puerta que da a un descampado en el que no hay ni una persona. Aún con la voz rota y los ojos rojos empieza a relatarme los motivos de su dolor. Me cuenta por qué lo dejó con Marta. Tenía que trabajar en una discoteca para ayudar con el dinero en casa y Marta le acompañaba siempre. Un día, Patricia se dio cuenta de que tenía que valerse por sí misma, así  que le pidió a la que era su novia que no fuese con ella. Eso provocó una discusión que, sin saber cómo ni por qué, le llevó a acabar en un baño liándose con una chica a la que no conocía de nada. Cuando llega a esta parte de la historia ha llorado tanto que tengo miedo de que se deshidrate. Se apoya contra la pared y cierra los ojos. 

-La chica del bar, el local, la situación.... No sé. Todo me ha hecho recordar aquel día que siempre he preferido ocultarte. - Se aparta las lágrimas de los ojos con los dorsos de las manos. - A partir de ese día mi vida se convirtió en una mierda. Cada noche era sexo, sin amor, con cualquiera que me lo ofreciese. No me veía capaz de mantener una relación seria con nadie y haciendo eso conseguí formarme mi propia coraza. Me veía a mi misma como un puto cuchillo de doble filo. Me daba miedo enamorarme de alguien y hacerle daño, al igual que hice con Marta. Por eso me siento en deuda con ella y la trato tan bien. No es porque me guste, es porque me arrepiento y me arrepentiré toda la vida del daño que le hice. No puedo echarle la culpa de nada porque sé que la única imbécil inmadura fui yo. 

No sé qué responder. Ese ataque de sinceridad es la respuesta a muchas dudas sobre sus actos o a partes de su vida que veía como un gran interrogante. Sabía quién era Marta, pero poco conocía de su relación, y mucho menos aún de su ruptura. Le pregunto por qué no me lo había dicho hasta ahora y me dice que se avergonzaba de sí misma. Tenía miedo de que cambiara mi forma de verla y la dejara. ¿Cómo iba a dejarla por eso? Todos tenemos errores y nos hemos comportado mal alguna vez. Pero eso no cambia todas las experiencias buenas que hemos vivido juntas. Cuanto más me cuenta, más me percato de que es como una losa que no le deja avanzar. Sigue llorando sin parar. 

-Cariño, cuando esto pasó eras muy joven. No puedo juzgarte por engañar a una novia en un momento de rabia. Además, mírate. Cambiaste y te hiciste fuerte. 

-No, yo no. - Niega con la cabeza sin abrir lo ojos. - Tú me hiciste fuerte y provocaste mi cambio. No quiero pensar dónde  estaría yo ahora si tú no hubieras aparecido para poner en orden mi vida. Fuiste la razón por la que puse mi cabeza en orden. La única forma de ganarme tu amor era cambiar, lo supe en cuanto te vi, por eso lo hice. 

No estoy de acuerdo en eso. Pienso que las personas cambian por sí solas. Llegó su momento de madurar y lo hizo. Seguramente fuese una casualidad que yo llegase a su vida en esa etapa. Pero no me apetece discutir sobre eso cuando tengo a mi chica destrozada ante mis ojos. Solo quiero abrazarla y hacerle saber que quiero tenerla siempre cerca. La envuelvo entre mis brazos y dejo que se desahogue.  Pierdo la cuenta de los minutos que pasamos así, y no me importa, porque estaría así media vida si en la otra media pudiera disfrutar de su increíble sonrisa. Finalmente, se quita limpia la cara con las manos, fuerza una sonrisa totalmente distinta a la suya para aparentar normalidad y pretende entrar de nuevo al local. Pero la freno. No es el momento de una fiesta. Me da igual que yo fuese la anfitriona. Si mi novia está mal tengo que estar con ella. Así se lo prometí en multitud de ocasiones y eso es lo que demuestro. Vamos hasta su coche y en menos de unos segundos comprende que voy a conducir yo y me tiende las llaves. Más tarde avisaré a alguien para que se encargue de mi coche. El trayecto hacia mi casa es silencioso, y la situación se prolonga incluso hasta cuando entramos y se sienta en el sofá mientras yo le preparo una tila. Se la doy y me siento a su lado. 

Nuestras miradas se encuentran. Y entonces me doy cuenta de que sus preciosos ojos todavía están llenos de tristeza. Todavía guardan ese brillo que han provocado todas las lágrimas que ha derramado. Y no soporto verla así. Me mantiene la mirada sin decir nada. Y yo tampoco lo hago. Acaricio suavemente su cara utilizando el dorso de mi mano. Hasta llegar a sus labios. Los recorro lentamente con mi dedo pulgar. Poso mi mirada sobre ellos. Me he parado a mirarlos demasiadas veces. Y aún sigo pensando que son los labios más perfectos que he visto nunca. Solo tienen un defecto. Y es que unos labios tan bonitos jamás deberían desdibujar la curva de la felicidad. Jamás deberían estar tristes.


Vuelvo a adentrarme en la vorágine de sentimientos que me produce el simple hecho de mirar sus ojos. Y como si se tratara de la primera vez que los viera, un cosquilleo indescriptible se instala en mi estómago. A decir verdad, creo que vive permanente en él desde la primera vez que la vi aparecer. Con una sola mirada se pueden decir demasiadas cosas. Ella y yo tenemos nuestro propio lenguaje. Ese en el que las palabras no existen. En el que únicamente nos hace falta mirarnos a los ojos para entendernos. Para leernos el alma. Y es uno de esos momentos en los que adoro el silencio.

Me aproximo a ella en un movimiento inconsciente, mientras intercalo miradas entre sus ojos y sus labios. Estamos tan cerca que nuestras respiraciones se encuentran y chocan entre si. Sigo acercándome despacio hasta que nos fundimos en un lento y tierno beso que aviva el hormigueo de mi estomago. Es el amor en estado puro. Y soy capaz de sentirlo a través de un solo beso. Me encanta estar enamorada. Y me encanta que sea ella la que me provoque todas esas sensaciones. Porque por muchos años que pasen, siempre hay sensaciones nuevas que experimentar. Y ella con cada beso logra que lo haga. Y es precisamente en ese beso donde pretendo encontrar a mi chica. A esa chica alocada y alegre cuya seña de identidad es esa sonrisa imborrable. Y creo que por un momento lo consigo. Se deja querer. Porque a pesar de la fachada que en muchas ocasiones se empeña en mostrar, en realidad es delicada y frágil. Basta un simple soplo para que se derrumbe como un castillo de naipes. Como ese cristal que parece fuerte y de un solo golpe lo convertimos en pedazos.
Lo que comienza como un inocente roce de labios se va convirtiendo en un largo beso lleno de pasión. Entreabro sus labios utilizando mi lengua, que de manera juguetona se cuela en su boca. Me responde tímidamente con la suya. Y una sonrisa repentina se adueña de sus labios obligándonos a parar.

—Te quiero mucho... -dice en un tono suave.

Sonrío al escucharla y muero literalmente de amor. Pero no digo nada. La miro de manera intensa, porque sé que ella también sabe entenderme. Y enseguida vuelvo a besar dulcemente esos labios que tan loca me vuelven. Lo hago sin prisas. Saboreando cada rincón de su boca. Porque me gusta disfrutar de ella despacio. Y sé que es la mejor respuesta que puedo darle. Nuestras lenguas comienzan una interminable batalla. Se conocen y se entienden por si solas en todos y cada uno de los movimientos que realizan. Sin descuidar los besos, me cuelo debajo de su camiseta. Acaricio su espalda utilizando solo las yemas de mis dedos. Muy despacio. Pero sé que le gusta. Noto como su piel se eriza a mi paso. Y no tardo ni dos segundos en deshacerme de esa prenda totalmente inservible. Hasta que el aire empieza a ser insuficiente entre nuestras bocas. Es entonces cuando doy por finalizada esta batalla tirando suavemente de su labio inferior.

Me levanto del sofá. Le tiendo la mano para que haga lo mismo. Y lo hace. Pero Patri siempre va un paso más allá. Y sin darme tiempo a estabilizar la respiración vuelve a atacar mi boca. Y realmente a mi me encanta. Me encanta respirar de ella. Porque para vivir ya no basta con respirar. Ahora además necesito su aire. El mismo aire que inunda sus pulmones también quiero que inunde los míos. 
No sé como lo consigue pero me quita la camiseta sin dejar de besarme. Acaricia mi espalda y me pega totalmente a ella. El espacio entre nosotras es prácticamente nulo. Pero quiere que lo sea todavía más, y de un saltito se cuelga en mi cintura. Me dirijo con ella hasta la habitación. Y beso su cuello que ahora está a la altura de mi boca. Me separo para volver a mirarla, pero el gesto de sus labios reclama toda mi atención. Se muerde el lado derecho del inferior en un gesto extremadamente sexy que me hace perder la poca cordura que me queda. Y yo aprieto los míos con fuerza en un intento para no devorarla allí mismo.


La tumbo lentamente sobre mi cama y me dejo caer encima de ella. Siento que su cuerpo arde, pero no es el único. El juego de besos que acabamos de inventar momentos antes continúa. De la misma forma. Lento… Enredo una de mis manos en su pelo y con la otra desabrocho el botón de su pantalón vaquero. Lo deslizo por sus piernas y beso las partes que van quedando al descubierto. Aprovecho para hacer lo mismo con los míos. Porque a decir verdad, me sobran. Necesito sentir el calor de su piel directamente sobre la mía. Necesito arder.

Vuelvo a subirme en ella atrapando su cuerpo entre mis piernas. Paso mi mano por sus ojos para que los cierre. Lo hace. Y una gran sonrisa se dibuja en su boca. Desabrocho su sujetador y lo retiro con sumo cuidado. No puedo evitar que lo primero que bese y acaricie sea su pecho. El gesto que se forma en sus labios me indica que le encanta. Y yo me divierto besando zonas de su cuerpo sin que se lo espere. Y es así como lo transformo en un recorrido de besos interminables. Mi lengua transita todos los rincones que la vuelven loca. O casi todos. Una fina tela de color negro es lo que me impide disfrutarla por completo. La acaricio por encima de la prenda. Ella aprieta los labios al sentir mis caricias. Y sabe que lo mejor está por llegar. Esta completamente excitada. Y eso me enciende aún más. Aparto cuidadosamente la prenda. Y me quedo embobada contemplando la belleza de su desnudez ¿Quién dice que la perfección no existe?

Me acerco despacio y levanto la vista para mirarla. Sé que hace rato que ha abierto los ojos y está atenta a mis movimientos. Rozo ligeramente su sexo con mi lengua. Y dejo sobre él pequeños besos, que poco a poco aumentan de intensidad, al ritmo que la situación requiere. Estruja las sabanas con tanta fuerza que las saca del sitio. Pero eso da igual. Porque ahora solo me preocupa llevarla tan lejos como pueda. Hacerla tocar el mismísimo universo con todas sus estrellas. Y sé muy bien lo que hacer para conseguirlo. Se mueve descontrolada por pequeños espasmos de placer que se han adueñado de su cuerpo sin pedirle permiso. Arquea su espalda en repetidas ocasiones y yo intento sujetar su cintura con ambas manos. Me alza la cara y me obliga a subir de nuevo hasta su boca. La beso dulcemente y vuelvo a jugar con su lengua. Hacía demasiado rato que no lo hacía. Quizá no tanto. Pero lo echaba de menos.

Zigzagueo con mi dedo a lo largo de su cuerpo y me paro en su ombligo. Con mi mano derecha vuelvo a recorrer las proximidades de su intimidad. Humedezco mis dedos con su propia excitación, que por cierto es mucho mayor que antes. Y sin rodeos me pierdo dentro de ella, provocando que el gemido que escapa de su boca lo escuche hasta el vecino de enfrente. Lentamente pero con ritmo comienzo a moverme. Y sin dejar de hacerlo vuelvo hasta sus labios. Porque me gusta cuando sus gemidos acaban en mi boca. Y a ella le gusta que los intercambiemos juntas. Así que se las apaña para colarse también dentro de mí. Ni siquiera mi ropa interior le molesta. Grito porque me pilla desprevenida. Pero me fascina cuando lo hace. Cierro los ojos y dejo que una mezcla de emociones salgan a la luz. Mientras tanto intento concentrarme en hacerla tocar el cielo. Pero me resulta difícil hacerlo cuando yo también estoy ascendiendo a él. El ritmo de las embestidas se descontrola. Igual que los gemidos, que se empeñan en ser los protagonistas de la noche. Las gotas de sudor campan a sus anchas en nuestros cuerpos. Se mezclan unas con otras. Y no sé porqué. Pero es algo que me encanta. Los besos no cesan en ningún momento. Y mi empeño en que disfrute como nunca antes lo ha hecho, tampoco. Acelero mis movimientos cuando noto que estoy a punto de estallar. Porque sé que ella también lo está. No sé en que momento decido a abrir los ojos. Pero reencontrarme con su mirada en un momento así, es lo mejor del mundo. Y así llegamos a la cumbre. Mirándonos a los ojos ascendemos juntas a la estrella más lejana del universo. Y ahora sé que esa estrella lleva su nombre.


------------------------ 

¡Hola! Simplemente decir que la gran @Apruebadeti_ es la que ha escrito TODA la escena del final. Yo no tengo tiempo para nada y si no fuese por ella no hubiera subido en siglos. Desde "Nuestras miradas se encuentran..." ¿Increíble lo bien que escribe eh? Gracias otra vez por todo, her. 

Y a los demas, espero que lo hayáis disfrutado y gracias también 

¡Besos! 

@NovelaconMalu

domingo, 12 de octubre de 2014

QUIERO RECORDAR ESTE TIEMPO ATRÁS. (2x15)

¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que el tiempo se os va de las manos? Levantarse de la cama sabiendo que va a ser un día genial, parpadear y que ya haya llegado la noche. Supongo que eso pasa porque los minutos van más rápido que las preocupaciones. Cuando tienes algo por lo que sonreír, el tiempo se te resbala entre los dedos. Veinticuatro horas son mil cuatrocientos cuarenta minutos aquí y en cualquier lugar del planeta, pero no se viven igual con ella que sin ella. Porque ese "algo" que te hace levantarte por las mañanas con una sonrisa y no borrarla en ningún momento es, en mi caso, una persona. Se ha adueñado de mis ideas, de mi corazón, de mis recovecos y de cualquier cosa de la que se pueda apoderar una persona. Y yo simplemente trazo imperfectas figuras que a ella le parecen magníficas en su cuerpo desnudo, mientras me pregunto si le causaré los mismos sentimientos que ella me provoca a mi. Sé cómo me mira, cómo me besa y cómo me sonríe, así que me arriesgaría a responder que yo también uníuso lo mismo. No sé cómo, pero lo hago. Ella me pide que no deje de hacerlo nunca, y yo no tengo ningún reparo en darle la razón. Porque puedo equivocarme en miles de cosas en esta vida, y creedme que lo hago a menudo, pero sé también a la perfección que, si en algo no me he equivocado, es en haber elegido que ella sea la persona que mueva mis hilos. Llegó en el momento perfecto. Encauzó mi vida. Admito que fue rara la sensación de depender de alguien cuando siempre he sido de esas personas que necesitan ser libres. Pero me di cuenta de que esa libertad era ella. Cuando todo iba mal, una de sus caricias me hacia sentir que podía volar y uno de sus besos era el mejor remedio tras una jornada de llantos. ¿Hay mejor libertad que esa?

-Cuando te enamores de verdad te darás cuenta de los errores que has cometido. - Me avisó mi madre mientras me sujetaba la cabeza junto al retrete en una de esas noches que no me gusta recordar. 

En ese momento no le di mayor importancia a sus palabras. No sólo por la situación en la que me las dijo, también porque creía que lo que había llegado a sentir hacia Marta era insuperable. Pero luego pasa que llega el "huracán Malú" a mis días y los desmantela. Cualquier sentimiento anterior se queda pequeño a su lado. Lo noté en cuanto observe el peculiar brillo de sus ojos. No sé si os habré contado alguna vez lo que se me pasó por la cabeza la primera vez que la vi en persona. Para empezar estaba nerviosa porque iba a conocer a una artista a la que admiraba y, para colmo, llegaba tarde. Me dejé en casa la cámara, tuve que volver y, como si las estrellas se hubieran alineado para hacerme pasar un mal rato, la carretera estaba colapsada. Subí precipitadamente las escaleras del edificio. Afortunadamente, Malú había llegado hace poco y aún estaban maquillándola. Preparé las cosas para la sesión hasta que apareció. Y no os imagináis lo guapa que estaba. Ni en la televisión ni en las revistas se puede apreciar su belleza tanto como frente a frente. Si estaba nerviosa de por sí, al verla la calma desapareció de mi diccionario. No podía parar de hacer pequeños movimientos y hablar muy rápido, sin vocalizar. Para rematar mi lista de errores, le pregunté cómo se llamaba. ¿Hay alguna persona en España que no lo sepa? Pues se lo pregunté, sin más. En cuanto las palabras salieron de mi boca me di cuenta del error que había cometido. Se rió, y yo me reí porque era lo único que podía hacer. Ella aún me sigue recordando esa escena cuando le apetece burlarse de mi. Pero ese momento tuvo una parte buena. Nos destensamos, cogimos confianza y el buen rollo continuó durante toda la sesión. Y, aunque no nos lo esperábamos, durante mucho más tiempo. 

Hoy en día, y después de todos los baches que nos ha puesto la vida, estamos en nuestro mejor momento. Ella sigue con todos esos proyectos que tan feliz le hacen. Galas de televisión, conciertos, apariciones en series, imagen de algunas marcas... Cuanto más hace, más quiere hacer. Esta noche acaba la intensa gira con un conciertazo en el Palacio de los Deportes de Madrid. Además, hace más de un mes que puso en marcha su siguiente disco. Reuniones y más reuniones. Dice muy segura de sus palabras que será uno de los discos más "ella misma" de toda su carrera, pero tampoco me da muchos más datos. Según ella todo tiene que ir a su debido tiempo y me enteraré cuando tenga que hacerlo. En ese aspecto me trata como a una fan más. "No quieras saber más de lo que me dejan decir", me protesta. Y yo, como una malulera más, me muero de ganas por saber de sus proyectos. 

En mi caso, también me encuentro en uno de los mejores momentos profesionales. Acabé las sesiones con Dani y empecé a recibir llamadas de otros famosos. Antonio Orozco, Miguel Bosé y Alejandro Sanz, entre otros. Algunas revistas o agencias de modelos querían contratarme, e incluso en ocasiones pretendían que me quedara de manera fija en ellas. Pero me negué. Supongo que sigo sin querer atarme a las cosas, por miedo o por lo que sea. Prefiero ir de un lado a otro,  sin cadenas. Trabajar con quien me apetezca sin sentirme forzada a hacer algo por haber firmado un estúpido papel. De ese modo comencé a hacerme popular en el mundo de la fotografía. Mi chica guarda en cajas todas las revistas en las que participo. Dice que me merezco todo lo que me está pasando. Siendo sinceros, todo es gracias a ella aunque no lo quiera asumir. Fue la cabezota que insistió en ayudarme y la que me decía todos los días que yo valía para esto cuando yo llegué a tener dudas de que fuera cierto. Pero supongo que el paso del tiempo va poniendo todo en orden y dándole a cada uno lo que se merece. A ella le dio el éxito que siempre ha querido y a mí ser reconocida como fotógrafa. El tiempo también me la dio a ella. Eso sigo sin entenderlo. Sigo sin entender qué hice para merecer sus miradas. 

Nos recuerdo el primer día que salí en televisión. Estábamos cenando en mi casa, más concretamente en mi cama. Compartíamos anécdotas, cómplices miradas y esas frases tontas de enamoradas que nos caracterizan, cuando sonó mi móvil. Y menos mal que estaba en la mesilla, porque me encontraba tan a gusto que si hubiera estado más lejos no hubiera ido a por él. Al descolgar sólo escuché a mi hermana diciendo cosas muy rápido. No lograba enterarme de nada. 



-Carolina, ¿te puedes tranquilizar y decirme qué pasa? ¿Estás bien? - Por unos segundos incluso me preocupé. 

-¡Estás en la televisión! 

-¿Qué? - Cogí el mando rápidamente y encendí la pantalla que tengo frente a la cama. Era un programa de moda y actualidad lleno de famosos, consejos de maquillaje y últimas tendencias sobre ropa. La presentadora, una chica joven de ojos claros, bastante guapa, comentaba que había una chica en el mundo de la fotografía que estaba en boca de todos últimamente. - No me lo puedo creer. - Malú se puso de rodillas en la cama, acercándose a la pantalla. Tenía ojos y boca abiertos como platos. Yo también me hubiera puesto en esa postura si no fuera porque estaba tan bloqueada que apenas podía respirar. La joven que aparecía en el canal dio paso a un vídeo. Salían algunas de mis fotografías, compañeros de trabajo alagándome, famosos dedicándome palabras bonitas... Una voz en off relataba mi trayectoria profesional. Por unos segundos tuve miedo y empecé a entender los temores de mi chica hacia la prensa. Sabían cosas de las que yo ni me acordaba. 

-También sabemos de Patricia que mantiene una amistad desde hace muchos años con la cantante Malú. - Decía la voz femenina mientras ponían imágenes de mi novia en la pantalla. - Ellas mismas lo reconocieron ampliamente tras ser vistas corriendo y disfrutando de una tarde en Madrid. - Entonces, aparecieron aquellas imágenes de Malú en el coche, conmigo, diciendo que éramos amigas de toda la vida. El plan que ideó Aitor y que acabó por volver a cambiar nuestras vidas. - Hace poco, la fotógrafa publicó en Twitter que estaba en el concierto de su amiga y las redes sociales se revolucionaron. - Apareció mi tuit con el selfie. - A la salida del concierto, una gran cantidad de personas se reunieron para ver a las dos amigas en el coche. 

Para terminar, la presentadora deseó que me fuera muy bien y avisó a los espectadores de que escucharían hablar mucho de mi. Seguía muda y paralizada. Tenía el móvil aún en la oreja y mi hermana hablaba sola. Malú reaccionó y me quitó el aparato. Le dijo a Carol que luego la llamaría. Después, con un salto que provocó que me diera contra el cabecero, se puso encima de mi. Me besaba, decía cosas y me abrazaba bruscamente. 

-¡Cari! ¡Qué has salido en la tele! - Exclamó intentando que bajara del planeta en el que me había subido. 

-He salido en la tele... - Murmuré, intentando ser consciente de la realidad de mis palabras. - ¡Qué he salido en la tele!

Me puse de pie en la cama y comencé a dar saltos. La emoción se había hecho conmigo. Eso es lo que sientes cuando ves que vas consiguiendo cosas por las que llevas más de media vida luchando. Malú se unió a mi entusiasmo. Los gritos de las dos se compenetraban, junto con las risas y el desorden de sábanas .  Se me iba a salir el corazón por la boca. Minutos después nos dejamos caer en el colchón con la respiración agitada y el pulso por las nubes. Como dos niñas pequeñas que se han pegado una carrera en el parque y necesitan coger aire. 

-Lo siento mucho. - Alcancé a decir cuando me recuperé un poco. Mi chica me miró extrañada y me pregunto que por qué lo decía. - Bueno, por mi culpa te he metido en esto y has salido en la tele. 

-Patri, si no me sacan por una cosa me sacan por otra. No te preocupes. - Me volvió a abrazar con fuerza, sacándome una sonrisa. - Mejor salir en estos programas por ti que por otra cosa. Porque cada vez me lían con un famoso diferente...

-Como no tienen datos se los tienen que inventar. - Nos quedamos en esa posición un tiempo. Mirando al techo. Tratando de asimilar los últimos minutos vividos. - ¡Qué fuerte!

-¡Lo realmente fuerte es que tengo una novia famosa! - Desató las risas, que se prolongaron durante un varios minutos. Luego vinieron los besos, las caricias, y los gemidos compartidos por dos almas que juegan. Y yo, que pude tachar otro deseo de mi lista infinita. 


Me despierto en su cama, aunque al girarme no la encuentro por ninguna parte. El reloj me dice que son menos de las nueve de la mañana. A duras penas me levanto. Tengo que hacer un gran esfuerzo por bajar las escaleras que dirigen al salón sin tropezarme. Anoche, entre nervios y más nervios, nos acostamos muy tarde y mi cuerpo nota el cansancio. Pero se me pasa rápidamente cuando llego abajo y la veo. El sueño se evapora en un abrir y cerrar de ojos. Lleva un moño, una camiseta de tirantes marrón y unos pantalones de pijama cortos. Muy cortos. Va con la escoba de un lado para el otro del amplio salón mientras canta estribillos de canciones de todo tipo. Solo decir que la primera canción era de Rocío Durcal y la segunda de Enrique Iglesias. Se acerca a un mueble y se queda observándolo durante unos segundos. Después coge un trapo que le cuelga de la cintura del pantalón y frota la superficie de cristal incipientemente. Repite la acción durante un buen rato, tanto que tengo miedo de que rompa el mueble. 

-Si echaras el líquido de los cristales te darías cuenta de que las manchas se quitan mejor. - Digo de pronto, incapaz de contenerme más. Da un respingo del susto y se lleva la mano al pecho para comprobar los frenéticos latidos bajo su pecho. - ¿Se puede saber qué haces?

-¿No lo ves? ¡Limpiar! - Se da la vuelta y sigue barriendo. 

-¿Y tiene que ser ahora? 

-Está todo sucio y desordenado. - Explica. Es mentira. La casa no estaba como los paños del oro, pero sucia tampoco.  - Me he levantado pronto y como no tenía nada que hacer me he puesto a limpiar. 

-Vale, ya entiendo lo que pasa... - Me aproximo a ella despacio. Llego y levanta la vista, observándome con esa expresión tierna por la que lo daría todo. Al tenerla a cinco centímetros noto lo que me esperaba en sus ojos. Sonrío levemente y su rostro no cambia. - ¡Estás nerviosa! ¡Estás de los nervios por el fin de gira! - Empiezo a dar saltos. Ahora es ella la que sonríe porque sabe que tengo razón. Que sé leer cada uno de sus gestos y he dado en el clavo. La levanto cogiéndola de la cintura y doy vueltas con su cuerpo entre mis brazos. 

-¡Para! ¡Patricia! - Golpea mi espalda hasta que consigue frenarme. La dejo en el suelo y la estrujo entre mis brazos muy fuerte. - ¡Qué pesadita estás! 

-Y tú qué nerviosita... 

Hará cien mil giras, ochocientos Palacios de los Deportes y sacará cientos de discos, pero se seguirá poniendo nerviosa siempre con todo. En cada uno de los conciertos le pasa, pero en el fin de gira toda esa intranquilidad se multiplica por un millón. Es mejor no molestarla si no quieres problemas. Aunque yo, que soy así de tocapelotas, lo sigo haciendo. La cojo de nuevo en brazos y la tiro al sofá para después saltar sobre ella antes de que le de tiempo a apartarse. Cosquillas. Le hago muchas cosquillas mientras intenta alejarme y me da golpes. Me estoy metiendo en un lío y lo sé, pero cuando se enfada tiene un puntazo. Acabo por rendirme y aprovecha para levantarse refunfuñando. Va a la cocina y yo sigo sus pasos. 

-Eres idiota. Cada vez más. - Sé que su estado de histeria es a causa del concierto, así que me río. - Si vas a seguir así puedes irte a tu puta casa. 

-Eso mismo voy a hacer. - Me hago la indignada y subo a la habitación. Me visto, me peino, meto las cosas en mi bolso y vuelvo a bajar. Cuando me ve pasar a su lado preparada para salir por la puerta se me queda mirando. En realidad me iba a ir igualmente porque sé que necesita estar tranquila. Me abraza por la espalda apoyando su frente en mi nuca. Curvo mis labios. Me encanta. Me encanta que esté así. Hace cinco minutos tenía ganas de partirme la cara y ahora es como un osito mimoso. 

-Vente luego prontito, porfa... - Me pide. Y sé que su "prontito" son las siete de la tarde, aunque el concierto es a las diez. - Me gustaría que estuvieses en la prueba de sonido. - También sé que voy a ir y apenas me va a hablar. Ni siquiera me mirará. Su concentración será extrema. Pero le reconforta saber que estoy por allí dispuesta a darle una dosis de fuerza si le bajan los ánimos. 

-Yo voy donde tú me pidas. 

Y, efectivamente, así pasa. Yo nunca miento a Malú. A las siete estoy entrando con el coche al aparcamiento del Palacio de los Deportes. No pude estar con ella la primera vez que lo llenó, pero hoy sí. Empiezo a estar nerviosa hasta yo. Camino por el interior del recinto. Pasillos y más pasillos. Nunca me lo había imaginado así. Menos mal que los miembros del equipo me conducen hasta su camerino, porque si llego a ir sola seguro que me pierdo. Llamo a la puerta y me dice que puedo entrar. Me la encuentro caminando por el camerino, aún con la ropa de calle. Paso casi de puntillas por miedo a romper el ambiente que tiene creado. Me siento en el sofá haciendo el menor ruido posible y me pongo a trastear con la cámara que me he llevado por si tengo la ocasión de usarla. Es ella la que se acerca para besarme en la mejilla. Luego vuelve a caminar con la mente en algún lugar lejano hasta que llaman a la puerta informándole de que es hora de la prueba de sonido. Coge y suelta aire un par de veces. Mira al techo y sale. La sigo. Quiero que sepa que estoy ahí. Justo antes de subir al escenario se frena. Mira al suelo y luego alza el pie derecho. Ella y sus manías. Cuando empieza a cantar decido dar una vuelta por el lugar. No sé qué direcciones tomo, pero acabo en la zona más alta del Palacio. Desde ahí se ve todo. Tanto el escenario como los espacios que más tarde ocuparán miles de personas bailando al ritmo de las canciones de la mujer de mi vida. A mi me parece increíble todo lo que es capaz de hacer. Con su voz logra sacar sonrisas a la gente, agitar corazones, causar lágrimas, revolver sentimientos, alzar almas hundidas... Hace revolotear mariposas que buscan un estómago al que volver loco. Desde ahí arriba se la ve diminuta. ¿Cómo una mujer tan pequeña puede causar sensaciones tan grandes?

Más tarde, cuando ya se ha puesto el traje ajustado con el que empezará el show, observo cómo la maquillan y la peinan. Está preciosa. La gente se mueve a su alrededor haciendo miles de cosas, pero ella parece inmersa en su propia burbuja. Estoy segura de que si le hablaran no se enteraría. Su madre comenta con Paula qué sombra de ojos es mejor y Rosa habla por teléfono. Malú solo quiere que salga todo bien. Que su público esté orgulloso de ella. Que salgan del concierto con esa sonrisa de la que siempre habla. Tras arreglarla, pide educadamente que todo el mundo salga del camerino alegando que necesita relajarse en esos minutos antes de comenzar. Yo también voy a salir, pero tira de mi mano obligándome a quedarme. Y nos encontramos en la misma situación que antes. Ella dando vueltas y yo sentada mientras la observo. No sé qué le aporto estando así, pero si quiere que me quede con ella será por algo. Lo haré encantada siempre. 

Los últimos y más exagerados nervios llegan unos minutos más tarde, cuando entra un técnico avisando de que es la hora. Levanta la vista del suelo. Casi puedo escuchar los latidos de su corazón. Me pongo en pie. Ella se santigua y se atusa el pelo. Parece tan frágil... Comienza a caminar hacia la puerta y, cuando pasa por mi lado, se echa a mis brazos. He de asumir que no me espero el abrazo. Esconde la cabeza en mi cuello. Necesita fuerzas. "Va a salir genial", le susurro muy segura de que será así. Beso su cabello. Se da la vuelta y se marcha, dispuesta a darlo todo en el escenario. 

Canta, baila, salta, se ríe... Es irónico lo grande que parece ante tanta gente, sobre todo después de verla tan frágil antes de salir. Los nervios y las inseguridades desaparecieron en cuanto entonó la primera nota. Las guitarras, el piano y los coros empastan a la perfección con su voz. Todo vibra. Todo revive. Todo es mejor gracias a ella. He estado en decenas de sus conciertos, pero este es el mejor, sin lugar a dudas. Su voz recorre cada milímetro del lugar llenándolo de magia. Magia. Ella lo es. Sabe serlo, como pocas personas lo hacen. 



Comparte canciones con invitados como Vanesa Martín, India Martínez o Melendi. Disfruta sobre los tacones como nunca. Está muy feliz. Solo hace falta mirarle a los ojos para darse cuenta de que si apagasen las luces, su mirada iluminaría todo el pabellón sin ningún problema. Después de cantar 'Blanco y Negro', las luces se apagan y un foco ilumina únicamente su figura. Me había hablado de todo lo que iba a pasar en el concierto, pero eso me descoloca. No es momento de discurso, aunque parece que va a serlo. 

-Como todos sabéis, ya he empezado a trabajar en mi próximo disco. - El público aplaude como loco. Cualquier persona tiene ganas de sus proyectos. - No puedo decir nada, principalmente porque no me dejan... - Pone una de esas caras apenadas adorables que más tarde estarán por todas las redes sociales. - Pero he estado insistiendo mucho... Muchísimo... Y he conseguido que me permitan daros nuevos datos esta noche. - De nuevo aplausos entre el gentío. - Y hay una persona que me va a ayudar a dar la noticia. Él es mi amigo desde hace mucho tiempo, pero últimamente hemos estado mucho más unidos por casualidades de la vida. ¡Un aplauso para Dani Martín! - El chico entra corriendo con su típica chupa de cuero. Me quedo alucinada. Ninguno de los dos me había dicho nada de ese momento. Ambos se abrazan. - Una mañana del mes pasado me levanté y pensé: "Me apetece componer." Sentí que tenía muchas ganas de plasmar ideas sobre el papel, transformándolo en una canción. Así que cogí papel, lápiz y goma y me senté en mi jardín a intentar componer. Pero lo que pasó fue que, de tanto borrar frases que no quedaban como a mi me gustaría, gasté la goma. Así que pensé: "Joder. Tengo al gran Dani Martín esta noche en casa. Voy a aprovechar y le pido que me ayude." 

-Me sobornó con una hamburguesa casera enorme. - Intervino el cantante entre risas. - No pude negarme. 

-Es que mis hamburguesas son increíbles. - En eso tenía razón. Lo que me extraña es no haberme enterado de esa cena. - Con Dani fue muy fácil. Nos entendimos a la perfección y escribimos una letra que a mi me encanta. Es un gran compositor y me lo demuestra día a día. 

-En realidad todo lo hizo ella. Malú tiene la cabeza llena de cosas bonitas que escribir. Yo solo le di un impulso para poder sacarlas de aquí dentro. - El chico señala con el dedo la cabeza de mi novia. 

-Nosotros disfrutamos mucho escribiendo esta canción y espero que a vosotros os guste. Formará parte de mi próximo disco. Os presentamos nuestro pequeño tesoro. En primicia, "Quiero recordar este tiempo atrás." 

 

"Hoy, me apetece recordar todo este tiempo atrás. 
En el que unimos nuestras vidas en un cuento sin final.
Quiero recordar todo este tiempo atrás 
Y las lágrimas no dejan de brotar.
Ésta felicidad que siento junto a ti, no dejara de existir.
Porque eres mi vida y luz.
Hoy te digo gracias por estar junto a mí.
En las buenas y en las malas.
Eres mi todo y mi nada.
No puedo sin ti, cariño. 
Por favor, no te alejes nunca de mi.
Quiero recordar este tiempo atrás.
En el que unimos nuestras vidas en un cuento sin final."

----------------------------------------------

¡Hola! Primero decir que la letra de la canción que conponen en el capítulo Dani y Malú es de @Desi_madrid21 Aprovecho para darle las gracias porque se puso manos a la obra en cuanto se lo pedí. Además, me encanta el resultado ;)

Por último dar las gracias por la paciencia que teneis. Intento subir más, pero es imposible. ¡Sois geniales!

domingo, 5 de octubre de 2014

NO DEJES DE SONREÍR (2x14)

-Cada uno le cuenta las cosas a quien le demuestra que estará ahí para apoyarle. - No es la frase adecuada para decirle a una suegra, y menos si le caes mal. Pero me salió decirlo porque lo veía de verdad así. Si no le cuentan las cosas a Paloma es porque no confían en ella, y tienen motivos para no hacerlo. No puedes confiar en una persona que no para de cuestionar tus planes, tus decisiones y tu forma de vivir la vida. 

-Malú... - Patri me indica con un gesto que será mejor que me calle. Y juro que me tengo que morder la lengua para poder hacerle caso. Por ella prefiero no montar un lío. 

-Tiene razón. - Ahora es Carolina la que se gana las miradas de todos. Traga saliva. Tener ocho ojos pendientes de tu próximo movimiento no es especialmente agradable. - Es verdad. Si no te contamos las cosas es porque no nos transmites la confianza necesaria... - Paloma agacha la cabeza. No distingo si está apenada o enfadada. - Mamá, piénsalo. Rara vez contamos con tu apoyo cuando tenemos problemas. Yo sé que tú eres así, y que dentro de tu personalidad no entra lo de ir aconsejando a la gente. Pero somos tus hijas, y a veces nos hubiera venido bien una frase de ánimo por tu parte. 

-¿Y me decís esto ahora? - Pregunta la mujer nerviosa y con los ojos a punto de estallar en lágrimas. 

-Ya te he dicho que puedo llegar a entender tus actitudes pero tú también tienes que comprender que busquemos en otras personas lo que no puedes darnos. 

Supongo que es duro para una madre escuchar a tu hija decir que no confía en ti. Intento ponerme en el lugar de Paloma pero no lo consigo. Aún me falta la experiencia de ser madre. Pero sí logro ponerme en el lugar de Patricia y Carolina, y me vengo abajo solo de pensar en ir a ver a mi madre y no encontrar en ella un consejo. Mi madre, que siempre ha estado a mi lado diciéndome tanto las cosas que quería oír como las que no, que a veces son las más necesarias. ¿Qué sería de mi sin Pepi sacándome de una cama repleta de lágrimas? Porque lo pienso y, en definitiva, a ella es a quien le tengo que agradecer todo lo bueno que me ha pasado. 

-La culpa de todo esto la tienes tú. - La mujer alza el dedo señalándome. Tiene una expresión de desprecio que nunca antes le había visto. Su marido, que hasta este momento no había ni pestañeado, se levanta de la mesa y se va por la puerta de casa dando un portazo. La presión de la situación le ha podido, y a mi está a punto de pasarme lo mismo. 

-¿Se puede saber por qué tengo yo la culpa de que no sepas tratar a tus hijas? - Golpeo la mesa con las palmas de las manos. 

-Nada fue igual desde que lo dejasteis. No sabes lo duro que es despertarte y ver que tu hija tiene cada día más ojeras porque el amor de su vida ya no está. La vi tanto tiempo mal que hasta se me olvidó su sonrisa. No sé si sabes que había días que ni la veía  porque se encerraba en su cuarto a llorar y a ver fotos que os habíais hecho juntas. Así solo se hacía más daño... - No estoy de acuerdo en que yo tenga la culpa de los problemas con sus hijas. Al revés, sigo sin entender su acusación. Pero debo admitir que me siento diminuta cuando me cuenta lo mal que lo pasó Patri en esos días tan negros para ambas. Lo peor es que yo también estuve así. A día de hoy lo pienso y siento que fuimos unas imbéciles al dejar ir lo nuestro, pero en ese momento tenía claro que seguir solo nos haría daño. - ¿Cómo voy a darte un consejo si no me atrevía ni a mirarte a la cara? - Ahora se dirige a la mayor de sus hijas. - Observaba tu rostro y no te encontraba a ti. Solo eras un cuerpo que respiraba porque tenía la esperanza de volver a encontrar la razón de sonreír, pero ni siquiera la buscabas. 

Sus palabras me dejan bloqueada. Me han sorprendido. A pesar de que ha empezado hablándome a mi no soy yo la que debe responder. Es a Patri a quien mira esperando unas palabras. Mi chica está pálida, con la mirada perdida y el cuerpo rígido. Una madre, de una manera u otra, siempre intenta ayudarte. Y, quizás, los métodos de Paloma para ayudar a su hija no fueron los adecuados. Pero lo que cuenta es la intención, o eso dicen. 

-¿Y el día que te dije que quería ser fotógrafa? ¿Y cuándo corté con Marta? ¿Y esa época en la que estaba tan borracha que no sabía ni volver a casa? - Sonríe irónicamente. De esa última etapa de la que esta hablando Patri nunca he tenido mucha información. Simplemente sé que lo estaba pasando mal y se refugió en la fiesta, pero es un tema difícil del que le cuesta hablar. Quizá es de lo poco que no comparte conmigo. - No puedes echarle las culpas a Malú teniendo en cuenta que antes tampoco me dabas consejos. Pero de verdad, mamá, que eso ya lo tengo asumido. Sé que no eres así. Y lo que te pido solo es respeto hacia la chica de la que estoy enamorada. Y no quiero seguir con esta discusión porque te quiero y sé que no lo haces por joderme, pero duele. 

Patri se levanta de la mesa agitada. Está sacando fuerzas de donde no las hay para no hablar más de la cuenta y empeorar la situación con Paloma. La mujer se ha quedado en la mesa, con los ojos vidriosos y abatida por las palabras de su hija. Mi chica coge su bolso y me tiende el mío. La templanza que había mantenido al hablar con su madre va desapareciendo poco a poco y gestos nerviosos delatan que está a punto de romperse por dentro. 

-¿Dónde vais? - Pregunta mi suegra más por intentar alargar nuestra estancia en la casa que por saber la respuesta. 

-He intentado que arregléis las cosas pero con tu actitud es imposible. Ahora mismo me siento incómoda aquí, mamá. - Me levanto y me acerco a ella. Carol se sigue nuestros pasos unos segundos después y nos dice que viene con nosotras. Quedarse a solas con su madre después de la tensión que estamos pasando seria un suplicio. 

-Si sales por esa puerta no vas a volver, al menos no con ella. - Todos los pasos se frenan. También las respiraciones y el bombeo de los corazones. Me cuesta creer que una madre pueda estar diciéndole algo así a su hija. 

-No voy a quedarme con alguien que me hace elegir entre dos personas importantes. 

Sale con decisión por la puerta de la que fue su casa durante muchos años. Voy tras ella y Carolina hace lo mismo. No la veo, pero escucho sus pasos precipitados bajando por la escalera. Sin pensármelo dos veces dejo el ascensor a un lado y tomo las escaleras. Son cuatro pisos y muchas escaleras, pero la impaciencia me puede. Al llegar abajo no está, y en el portal no está. Me la encuentro al llevar la mirada a la derecha. Está al fondo de la calle, junto a su coche, rebuscando las llaves en su inmenso bolso. Cuando me acerco a ella todavía no las ha encontrado. Le paralizo las manos y cojo las llaves del bolsillo pequeño. Siempre las deja ahí. Muy mal debe estar si ni siquiera se acuerda de eso. Le hago un gesto señalándole que se siente en el puesto del copiloto y a Carolina le digo que se siente atrás. Me pongo yo frente al volante, aunque por ahora no tengo ninguna intención de arrancar. Mi chica se gira una y otra vez los anillos. Pierde la mirada en sus propias piernas. Cambio mi posición en el vehículo para orientar mi cuerpo hacia ella. Todo está en silencio aunque nada está en calma. Me atrevo a preguntarle si está bien. Sé la respuesta, pero quizás guardo una mínima esperanza de obtener una reacción positiva. Sigue el silencio hasta que lo quebranta con un sollozo al que le siguen las lágrimas devastadoras. Susurra un "no" que me acaba de descomponer. Se empapa las manos con las gotas incesantes que brotan de sus ojos. De nuevo esa mirada desolada que le había visto alguna vez. El verde de sus ojos como un bosque sufriendo una inundación. La abrazo como puedo en el pequeño coche. Mi cuello recibe la totalidad de sus sollozos. Aún no me acostumbro a tener su nariz hundida en mi hombro sin que sea para comérselo a besos. ¿Quién se acostumbraría a eso? 

-Lo arreglareis... - Murmuro. 

-Llévame a mi casa. - Se seca los ojos con un pañuelo que le ha tendido su hermana. 

-No, tú te vienes conmigo. No quiero que estés sola. 

-Pero es que quiero estar sola. Además, mañana tengo que madrugar para ir a una sesión con Dani. 

No logro convencerla de que se venga conmigo, pero gracias a mi insistencia sí logro que deje a su hermana acompañarla esta noche. No me fío de dejarla sola. Las llevo a la casa de mi novia. Bajo del coche para despedirme envolviéndola fuertemente entre mis brazos. Beso delicadamente sus labios y le digo que tiene que ser fuerte. Asiente simplemente. También le digo que me llame al día siguiente por la mañana cuando se despierte. Me da igual que sean las siete de la mañana o las seis. Igualmente no creo que duerma mucho. A Carol le pido que cuide de ella y me asegura que no dejará de hacerlo. 

Vuelvo a casa sola y pensando en todo lo que ha sucedido. Si ya de por sí me parece raro que una madre no sepa dar consejos y apoyar a sus hijas, más raro aún me ha resultado ver cómo le hacía elegir entre ella y su pareja. Quizás es que yo estoy muy apegada a mi familia, pero hay cosas que no me parecen normales. Ese "la culpa de todo esto la tienes tú" se me ha quedado grabado en el tímpano continuamente. Para empezar, su falta de comunicación venía ya de antes como ya le dijo Patri. Y para terminar, ¿cómo voy a hacer yo eso sabiendo que le haría daño a mi novia? Me pueden acusar de muchas cosas en esta vida, pero no de impedir que la fotógrafa tenga una buena relación con Paloma. Es la chica de mis sueños. Y en mis sueños aparece feliz, conmigo y viviendo momentos almibarados, no llorando en un coche por mi culpa o la de su madre. 

Llego a casa y me siento más sola de lo normal. Puede que sea la sensación de vacío que ha acampado en mi interior. Cojo el móvil y me percato de las llamadas perdidas, todas de Rosa. Son las once de la noche así que decido llamarla. Esa mujer duerme tarde y se levanta pronto siempre. Me lo coge rápidamente y me consuela saber que no se ha enfadado por no poder contactar conmigo durante toda la tarde y parte de la noche. Me recuerda que al día siguiente tengo concierto en Asturias, como si lo hubiera olvidado, y que tengo que estar allí pronto porque aprovechamos para hacer una comida con unos empresarios. 

Como era de esperar por la noche no cojo el sueño con facilidad. Sigo dándole vueltas a la cabeza. Son las dos cuando recibo un mensaje de mi cuñada informándome de que el llanto ha cesado y ya está más tranquila. Están en la cama a punto de quedarse dormidas. Y con esa noticia yo también consigo cerrar los ojos y sumergirme en los sueños. La pena es que el despertador suena pronto. Muy pronto. Más de lo que debería porque tengo algo que hacer antes de partir hacia Asturias. Tras la ducha me pongo un pantalón corto y una camiseta gris sin mangas con el logo de 'Nirvana' y cojo el coche con la maleta a mi espalda. La primera parada está a poca distancia. En menos de media hora he llegado a mi destino. Es un bosque en las faldas de la montaña. Todo es verde y solo verlo da sensación de bienestar y relajación. Me encanta respirar el aire puro. Me adentro por un pequeño camino y llego a la explanada después de andar un par de minutos. La gente anda de un lado para otro, incluso hay vehículos y una furgoneta que no sé cómo habrá entrado. Todos tienen algo que hacer. Se me hace extraño palpar tanto dinamismo en un ambiente tan tranquilo como aquel. Y la veo. Está frente a Dani, hablando con él. Parece que le da instrucciones y le indica cómo posar. El cantante asiente y retrocede unos pasos para engancharse al árbol en el que le está fotografiando mi chica. Patricia se coloca la cámara en su lugar y empieza a captar las sonrisas de mi amigo. Se ha puesto ese moño que usa siempre para trabajar. Es como una manía. Dice que si no se peina así en las sesiones seguro que se le dará mal. Ante eso me río, aunque yo soy tan supersticiosa como ella. 



Me acerco entre la multitud. Algunos me miran y otros están tan ocupados que no se percatan de mi presencia. Cuando Daniel me ve me guiña un ojo y estoy a punto de echarme a reír porque Patri le dice que esa mirada le ha encantado. Sigo acercándome hasta que puedo abrazarla por la espalda y besar su nuca. Se tensa. Suelta la cámara y vuelve a paralizarse. Beso su hombro descubierto. No tiene ninguna duda de que soy yo. Al fin se da la vuelta y me mira. A los ojos, directamente, regalándome esa sensación que me produce por dentro. Se nota que ha llorado. Parece que le ha sorprendido mi sorpresa, incluso más de lo que yo esperaba. 

-¿Qué haces aquí? - Consigue articular palabra. 

-No podía irme de concierto sin despedirme. 

-Me encanta, cielo. Pero estoy trabajando. 

Aparece Dani, que debe haber escuchado la conversación, y nos dice que van a tomarse un descanso después de mostrarnos una mirada de complicidad. Patri, tan expresiva como siempre, se lanza a sus brazos y nos ilumina a todos con su sonrisa. Tira de mi mano y me lleva hasta una especie de tienda de campaña en la que hay guardados un montón de artilugios para la sesión. Aprovecha que no hay moros en la costa y me besa en los labios. Despacio. Agarrándome por el cuello con ambas manos. Yo la tomo por la cintura y sigo el compás que marcan sus labios. Separo lentamente nuestras bocas y sonrío ahí, aún a milímetros de su sabor y respirando su aliento. Hace tiempo que no me imagino sonriendo para unos ojos que no sean los suyos. 

-Gracias, gracias, gracias. - Susurra. 

-No me tienes que dar las gracias por nada. En realidad lo hago por mí... Necesito estar bien para la gira, y la única forma de estarlo es viéndote a ti sonreír. - Bromeo medio en serio medio en broma. Se ríe y vuelve a abrazarme. 

-Espérame hasta la hora de comer y me puedo ir contigo al concierto. 

-Ojalá pudiera... - Resoplo. - Tengo que irme ya mismo porque hemos quedado para comer con unos empresarios. Ya sabes, gajes del oficio. 

-Jo.  - Lo dice en un tono tan agudo, tan dulce y tan de niña pequeña que rompo a reír. - ¿Qué pasa?

-¿Jo? ¿En serio? - No puedo parar de reír. Se separa unos milímetros, demasiados para mi gusto, y me mira. - Cariño, con esos "jo" y en ese tono tus palabras pierden toda la credibilidad. 

-Idiota. - Se venga mordiéndome el cuello, como otras tantas veces. Y, como otras tantas veces, le echo la bronca por hacerlo. Odio que lo haga, sobre todo por las broncas que luego me llevo por parte de Rosa y de las maquilladoras que trabajan en tapar las marcas. 



-Dime, ¿qué vas a hacer hoy? 

-Supongo que meterme en la cama, ver algún película ñoña y llorar hasta que no me queden lágrimas...

-¿Y pretendes que me quede tranquila después de oírte decir esto? 

-Es la verdad. No me apetece hacer nada. - De pronto se me enciende la bombilla. La aparto de mí y cojo mi movil ante su mirada de intriga. - ¿Se puede saber qué haces? 

-Dejarte en buenas manos. Esta tarde tienes noche de chicas con tus amigas y tu hermana. 

-No, no. 

-Si, si. Dice Carolina que ella lo organiza. 

-No me apetece. 

-Ya verás lo bien que te lo pasas. Siempre dices que tus amigas son capaces de hacerte sonreír en un día gris. 

-En realidad a ti se te da mejor eso. 

-Si, ya sé que soy la mejor. - Bromeo. - Pero cállate y hazme caso. 

-Vale, pero llámame cuando acabe el concierto. - Sonrío victoriosa y beso fuertemente su mejilla. 

-Siempre lo hago. - Contemplo sus ojos de cerca otra vez. Ahora no están tan tristes ni desprenden lágrimas como hacían antes. Cambio mi mirada a sus labios, por fin curvados sinceramente. - No dejes de sonreír.