domingo, 13 de abril de 2014

Capítulo 1.

Trabajar en una cafetería en medio de la carretera podía ser realmente aburrido, sobre todo si lo haces de madrugada. Esa era mi situación. Solo había cuatro personas en el local. En la barra un camionero de aspecto mugriento se tomaba una hamburguesa gigante. En una mesa había un hombre y una mujer con su hijo. El pequeño estaba dormido sobre el tablero mientras la pareja tomaba café. Lo único que me entretenía allí era la televisión. Como cada miércoles que me tocaba trabajar a esas horas, veía La Voz hasta que terminaba el turno y me podía ir a casa. Bueno, no veía exactamente La Voz… mejor dicho veía a Malú. Era en lo que realmente me fijaba. La chica me había enganchado al programa. Tenía una sonrisa que me volvía loco y me encantaba su humor. Además, cantaba increíblemente bien. En ese momento le tocaba actuar a uno de sus talents. Lo hizo tan bien que todos los coaches se levantaron a aplaudir en cuanto acabó la canción. Hubo un momento de bromas entre Antonio y Malú en el que se empezaron a vacilar el uno al otro. Yo no pude evitar reírme con la escena y los clientes fijaron sus miradas en mí. Menuda vergüenza, pero no podía evitarlo. Esa chica era increíble.
A eso de las dos el programa acabó, y también mis horas de trabajo. Pero el chico que me tenía que hacer el relevo me llamó para informarme de que llegaría tarde por un problema familiar. Lo que faltaba. Me serví un café para no quedarme dormido y me senté a esperar en una silla. Los clientes se fueron marchando y yo me quedé solo viendo Cuarto Milenio. Esa noche se me estaba haciendo larguísima.
De pronto, una chica entró apresuradamente a la cafetería. No era una chica cualquiera, era la misma chica que hace menos de una hora me mostraba su sonrisa por la televisión. Me quedé alucinado cuando la vi acercarse velozmente a mí.
-Necesito ayuda. – Lo soltó de golpe. Yo seguía ahí plantado sin pestañear. – Creo que mi coche no funciona.
-Tú… eres… 
Antes de que pudiera acabar la frase se empezó a reír, seguramente porque le parecí el chico más tonto del planeta. Si en la pantalla era guapa, a menos de un metro lo era aún más. Sobre todo me fijé en lo bonita que era su sonrisa.
-Sí, soy yo.
-Te estaba viendo ahora mismo… - Señalé la televisión y ella sonrió.
-Me iba a casa, pero el coche ha empezado a hacer cosas raras y me daba miedo.- La joven parecía nerviosa y no paraba de hacer gestos con las manos. - He visto esta cafetería y he entrado  a ver si alguien me ayudaba.
-No sé mucho de mecánica, pero lo puedo intentar. - Pasé por debajo de la barra y salimos a la calle, donde se encontraba su precioso Audi blanco. -A ver, ábreme el capó y siéntate al volante. Vamos a intentar solucionarlo.
Y eso hizo. Me quité el delantal  y empecé a tocar varios cables. De vez en cuando la decía: “¡Mantén la llave girada!” o “¡Intenta arrancar ahora!”. Pero nada funcionaba.
-Lo siento,  no puedo arreglarlo… -Dije avergonzado mientras agachaba la cabeza. Tenía la oportunidad de quedar bien ante aquella chica y no lo logré. Me sentía ridículo.
-No te preocupes. – Dijo mientras rebuscaba en su bolso.- Voy a llamar al seguro.
No podía parar de darle vueltas a la cabeza. Era una tontería, lo sé. Pero me sentía mal conmigo mismo.
-¿¡Cómo?!... ¿¡Y cómo voy a volver a mi casa a éstas horas?!... No puedo creerme lo que me estás diciendo…
Malú no paraba de gritar a la persona que estaba al otro lado del teléfono. Me sentí un poco confundido. Nunca la había visto así.
Al cabo de varios minutos colgó el móvil. Cruzó sus brazos y se sentó en la parte delantera del coche mientras resoplaba una y otra vez. Tímidamente me acerqué a ella.
-¿Qué ha ocurrido? – Pregunté en voz baja.
La artista no me respondió de inmediato, parecía que estaba tratando de poner los pies en el suelo y asumir la situación a la que tenía que hacer frente.
-Mi seguro es una mierda. Dicen que a éstas horas no mandan a nadie a por el coche, tengo que esperar a mañana. Tampoco quieren mandar a alguien que me recoja. Al parecer no es su problema. –Ahora su voz estaba mucho más calmada.
-Vaya… - No sabía que decirle. Entendía perfectamente que antes estuviera exaltada.
-Voy a llamar a un taxi.
-¡No! Te puedo acercar a tu casa…. Si quieres.
¿De verdad eso había salido de mi boca? Mis palabras se habían escapado antes de pasar por el cerebro. Ahora me iba a decir que no y quedaría como el ser más pringado que jamás había existido. En escasos segundos mi cabeza tenía un tremendo alboroto y mis mejillas se comenzaron a sonrojar.
-Ni siquiera sé cómo te llamas. –Dijo en voz baja.
-Eso tiene solución.  – Le tendí la mano a modo de saludo. – Soy Aitor.
- Pues Aitor, no hace falta, no quiero molestar… -La chica parecía un poco sorprendida. Normal. Yo también lo estaba. – Llamo a un taxi y ya.
-No es molestia. En cuanto venga el relevo te acerco a casa.
Y como si me hubiera escuchado, el coche de mi compañero entró al aparcamiento. Dejé a Malú ahí y corrí hacia Rubén. Le expliqué brevemente lo que había pasado y me acerqué de nuevo a la chica.
-Ya está, vámonos.
-En serio, no hace falta. –La ignoré y me metí en mi coche.
-No acepto un no por respuesta, vamos.  –Grité desde dentro.
Cogió su bolso del suelo y corrió a cerrar su coche. Rápidamente entró en el asiento del copiloto, dedicándome una tímida sonrisa.
Me dio las instrucciones para llegar a su casa y empezamos el camino. No me lo podía creer. Ella me encantaba y estaba sentada a mi lado, en mi coche. Puede que le pareciera un loco, porque me pasé todo el viaje sonriendo a la carretera, pero estaba feliz. Hablábamos del programa o de qué pasaría con el coche y el seguro, y cada palabra que decía me parecía un regalo.
-Es aquí.- Paré el coche frente a una casa grande con un jardín bastante bonito.- Muchas gracias por traerme, de verdad.
- De nada, un placer- Sonreí.
-Mañana me pasaré a la cafetería  para indicar a la grúa.
-Oye… yo también tengo que ir a recoger unas cosas. Mi casa está cerca de aquí… ¿Quieres que te lleve?- Otra vez mi subconsciente salía a la luz. Mierda.
-Oh no, bastante te he molestado ésta noche. Mira qué horas son y aún estás aquí… –Se sonrojó, era la primera vez que la veía así y me provocó mucha ternura. Comencé a reírme tontamente y me miró extrañada.
-Jajajaja  Mañana te recojo aquí a las 8, buenas noches Malú. –La guiñé un ojo y arranqué el motor. Podía ver por el retrovisor como se había quedado allí, sin habla.
Encendí la radio y empezó a sonar “Ahora Tú”. Menuda coincidencia… Volví a reírme, ésta vez solo. Parecía un niño con zapatos nuevos. Aún me quedaba una hora de camino hasta casa, y pensando en la gran noche que había pasado el camino se haría más ameno.


“Ahora tú
Llegaste a mí, amor.
Y sin más cuentos,
Apuntas directo en medio del alma.”

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