miércoles, 30 de julio de 2014

FLASHBACK ESPECIAL.


Trece días. Ese era al tiempo que pasamos juntas. Casi dos semanas en las que todos mis pensamientos iban dirigidos a ella y a lo bien que se le daba seguir el compás de mis labios. Cada día descubría cosas nuevas sobre ella, y cada cual me gustaba más. Se mordía el labio siempre que intentaba aparcar, el patrón de desbloqueo de su movil era una 'C' por el nombre de su hermana, le encantaban las películas de miedo aunque pasaba más tiempo con la cabeza escondida en mi hombro que mirando a la pantalla... Cada detallle me creaba la curiosidad necesaria para querer conocer el siguiente. Eran los primeros días típicos de una pareja. Sin discusiones. La mayor preocupación era cuál de las dos colgaba antes el teléfono al acabar una conversación. Estaba segura de que cuando la miraba mis pupilas se transformaban en corazones alegres dando brincos de emoción, cual icono del WhatsApp. Ocultar lo que sentía era prácticamente imposible. Y es que esas sonrisillas tontas a la pantalla o las huidas repentinas a la terraza para hablar por teléfono, según mi madre, me delataban. Pero no es fácil confesarle a tu madre que han dejado de atraerte los abdominales marcados de Ricky Martín. Que ahora lo que te atrae es el piercing del ombligo con forma de mariposa de tu novia que, para colmo, está más loca que una cabra. Lo más probable sería que mi madre lo aceptara pero, por sí acaso, yo seguía el dicho de "en boca cerrada no entran moscas". Ya surgiría el momento ideal para hacérselo saber. 

-Yo debería irme a casa. - Patri se removió entre mis brazos. Empezaba a entrar la madrugada y ya habíamos visto dos películas. Románticas las dos, acordes a nuestro estado emocional. 

-Quédate... - Le pedí besando su frente. - Mañana no tengo entrevistas hasta por la tarde. 

-Me estarán esperando en casa. - Sus palabras decían que se tenía que ir, pero su cuerpo seguía recostado a mi lado, deslizándome los dedos por los brazos. 

-Mandas un mensaje y ya está. - Me miró y pude poner mi infalible cara de niña buena. - Por favor. 

Sonrió levemente y, sin decir nada, se levantó para teclear en su móvil. Segundos después lo volvió a meter en su bolso y se sentó a mi lado de nuevo, pasando una de sus piernas por encima de las mías. 

-No me mires así cada vez que quieras algo o me acabarás matando. - Me reí y no le di mayor importancia a sus palabras, porque ambas sabíamos que seguiría usando esa mirada, al igual que ella me seguiría guiñando el ojo pícaramente cuando quisiera algo. Y ambas caíamos ante la otra. 

-¿Qué te ha dicho tu madre? - Me miró como si no entendiera mi pregunta. - Me refiero a qué te ha dicho al decirle que no vas a dormir. 

-¡Ah! - Empezó a reírse. - Mi madre ya está acostumbrada. Ya ni pregunta el por qué. 

-Madre mía. - Puse cara de miedo absoluta y me separé de Patri. - ¡Me he enamorado de la más macarra del barrio!

-Serás imbécil... No soy macarra, simplemente me ha gustado siempre ir un poco a mi aire. Y mi familia ya lo ha asumido. Pero oye... - Se deslizó gateando por el sofá hasta quedar sobre mi cuerpo tumbado. Nuestros rostros estaban tan cerca que me iba a derretir de un momento a otro. - ¿De verdad te has enamorado de mi?

-Bueno... - Clavé mi mirada en sus labios. - Por ti siento cosas que nunca había sentido. No sé lo que es, pero me encanta. - Acto seguido besé sus labios fugazmente y la dejé ahí mientras me encerraba en el baño. 

¿¡Cómo!? ¿¡"No sé lo que es, pero me encanta"!? Claro que estaba enamorada de ella. Lo sabía perfectamente. Pero no lo dije, quizá por miedo a que ella no sintiera lo mismo. Miedo a entregarme demasiado pronto. Porque a mi eso de 'estar enamorada' siempre me ha parecido algo muy serio. Dos simples palabras que recogían millones de sentimientos que te podían cambiar la vida. No soy capaz de comprender a esa gente que dice enamorarse de alguien cada sábado cuando sale de fiesta y conoce a una persona que le llama la atención. Yo no era así. Yo era la típica chica que no decía 'te quiero' hasta que no estaba muy segura de que era verdad, y mucho menos asumía fácilmente que estaba enamorada. Pero en este caso lo estaba. Loca e irremediablemente enamorada como nunca antes. Ese hormigueo en el estómago, ese brillo en la mirada, ese temblequeo en las piernas cuando ella se acerca... Todo se juntaba y me gritaba a los cuatro vientos que sí. Que no lo intentara ocultar. ¡Que era amor! Mi corazón también lo tenía claro. ¿Por qué siempre se ha relacionado al amor con el corazón? Supongo que será porque el amor aumenta, disminuye y vuelve loco el latir de cualquier corazón. Porque el corazón nos mantiene con vida, y el amor en cualquiera de sus acepciones, también. 

Cuando salí del baño no la encontré por el salón. Ni en la cocina. Busqué en el piso de arriba y grité varias veces su nombre, hasta que se me ocurrió mirar en el jardín. Y ahí estaba. Sentada en el bordillo de la piscina, con los pies sumergidos en el agua. Se había quitado el vaquero para no mojarse. 

-Te puedes meter en el agua, eh. - Rodeé la piscina para encender un par de lámparas que iluminan el jardín. - Aquí los vecinos no se enteran de nada. 

-¿Y te metes conmigo? - Me miró de reojo deseando una respuesta afirmativa.
 
-No me apetece... 

Lola y Rumba jugaban entre ellas a espaldas de Patri. Me acerqué a ellas y les tiré varias veces la pelota. Era divertido ver a los dos pequeños perros pelearse por el juguete. De pronto, mi chica me agarró por la espalda levantándome del suelo y saltó a la piscina conmigo en brazos. Ella se había quedado en ropa interior, pero yo no, y ahora chorreaba agua por los cuatro costados. Salí a trompicones por la escalera maldiciendo a todas las vírgenes y dioses que se me venían en mente. 

-¡Gilipollas! - Me deshice de mi camiseta y me senté en el césped para quitarme las zapatillas. - ¡Me has empapado la ropa!

-Quería bañarme contigo y así era más fácil. - Salió del agua y se acercó a mí. 

-Si me lo hubieras pedido un par de veces hubiera caído. Lo sabes. No hacía falta que me tiraras. 

-Ya. Pero así ha sido mucho más divertido. 

Empujó mis hombros hasta dejarme tumbada en la hierba. Puso sus manos a ambos lados de mi cabeza y me besó dulcemente. Me sonrió. Le sonreí. Ya ni me acordaba de que minutos antes me había tirado a la piscina. Volvió a mi boca con más ganas. Su lengua quemaba con la mía en cada roce, como un par de llamas bailando en el infierno. Cuando ya le había dado a mi boca todo lo que quiso pasó a mi cuello. Pequeños mordiscos y caricias con los labios que me iban erizando el vello. Subió de nuevo a mi boca mientras una de sus manos desabrochó ágilmente el botón de mi pantalón. Poco a poco me bajó la cremallera y jugueteó con el borde de mi ropa interior. Deslizaba los dedos por la tela, dejando entrever sutiles caricias muy cerca de mi intimidad que me ponían nerviosa. 

-Para... - Cogí su mano para frenarla cuando estaba a punto de dar el siguiente paso. - No puedo hacerlo... - Se tumbó a mi lado mirando al cielo. - Lo siento mucho. 

- No pasa nada. - Me tranquilizó que sus palabras sonaron totalmente sinceras. Cogió mi mano y la acarició. 

-Patri. - Giré mi cuerpo hacia ella. - Nunca he estado con una mujer. - Sonrió y ladeó la cabeza para mirarme. 

- Me lo había imaginado. - Se puso en la misma posición que yo y me rodeó con el brazo la cintura. - No creo que te haga nada que no te hayan hecho ya. 

- Lo sé... - Susurré y aparté la mirada de sus ojos. - Pero yo si te haré cosas que no he hecho nunca. 

- No hace falta que las hagas aún. - Se río. Era cómo si hubiera vivido esa situación mil veces y le hiciera gracia. En cambio, yo estaba avergonzada al hablar de esos temas. 

-Quiero hacerlo. - Asentí rotundamente buscando otra vez sus ojos. En algún momento tendría que experimentar lo que era hacerlo con una mujer, y ganas no me faltaban. Pero siempre existe ese pequeño temor que te echa para atrás. Además, veía a Patri tan segura que no me sentía capaz de estar a la altura. - ¿Con cuántas has estado?

- No creo que sea relevante. - Garabateé en su brazo. 

-Dímelo, anda. 

-¿Para qué? - Rogué y supliqué durante un buen rato. Intercalaba besos y abrazos con mis súplicas poco efectivas. - Siempre me ha gustado la fiesta y vivo cerca de Chueca. - Soltó una media sonrisa como si con eso lo hubiera dicho todo. 

-No vas a decirme nada más, ¿verdad? - Negó con la cabeza y me besó en la mejilla. - Tengo el listón muy alto...

-Escúchame. - Se sentó en mi vientre con un ágil movimiento y acercó su rostro al mío. - No hay listones. Olvídate de las anteriores. Ahora estoy contigo, y no quiero estar con nadie más. Y lo que menos me importa es cómo seas en la cama porque eso lo puedes aprender, o te lo puedo enseñar yo. - Sonrió dándome un beso en la comisura de los labios. - ¿Ha quedado claro?

- Clarísimo. 

No sé cuanta verdad había en sus palabras, pero todo sonaba realmente sincero. Atraje su cuello hacia mi y nos besamos. Y ahí acabó la conversación. Ella dándome tranquilidad y yo deseosa de que llegara el momento en el que nos entregáramos la una a la otra. Si ya me hacia perder la cabeza con simples besos, no quería ni imaginarme lo que sería el sexo con ella. Antes de ella había habido varios hombres importantes en mi vida, pero ninguno me sonreía, me miraba o me tocaba como lo hacía Patri. 

Esa noche la pasamos en mi cama abrazadas. Nos dormimos tarde porque estábamos entretenidas contándonos cosas. Y no todo lo que nos decíamos era importante, pero a mi me encantaba escuchar su voz y su manera de hablar. Me preguntó mil cosas sobre mi trabajo. Conciertos, canciones, entrevistas... No se dejó nada. Y lo que más me sorprendió fue que se pasó horas escuchándome alucinada, sin cansarse de mis relatos. Y lo sé porque de vez en cuando le decía que iba a dejar de hablar porque se iba a cansar de mis historias, pero se negaba rotundamente. Era cómo si todo lo que le contaba le hiciera ilusión, le brillaban los ojos, como si lo viviese en su propia piel. Me encantaba. Mi pasión era mi trabajo, y ver que compartía mi entusiasmo me hacia feliz. Me hacia darme cuenta de que con ella había dado en el clavo. Mi media naranja, mi medio limón o mi media berenjena. Daba igual el alimento, lo importante era que complementaba mi vida. 

A la mañana siguiente lo primero que vi fue su rostro plácidamente dormido en su lado de la almohada. Mi cuerpo estaba al descubierto porque se había apoderado de toda la manta. Madre mía. Ni dormida se podía estar quieta. Pero estaba preciosa. Tenía los labios entreabiertos, el pecho siguiendo el compás de su respiración y una de sus piernas salía de entre las sábanas de una forma muy sensual. Besé su frente, su mejilla y finalmente su boca hasta que se movió y sonrió delicadamente. 

-Buenos días. - Murmuró. De pronto, en un rápido movimiento que no me esperaba, me abrazó con fuera y echó parte de su cuerpo sobre el mío. - Felicidades, cielo. - Y me besó como sólo ella sabía hacerlo. 

- Creía que te ibas a olvidar. 

-¿Cómo me voy a olvidar de que hoy hacen dos semanas desde que me dejaste ser alguien importante en tu vida?

- No te dejé. - Susurré acariciando su rostro. - Tu entraste en mi vida como un torbellino y yo te recibí encantada. 

-Te quiero. - Y mi corazón dio mil volteretas en medio segundo al escuchar aquello. Me lo había dicho más veces, pero aún me parecía increíble lo bien que sonaba. 

-Yo también te quiero. 

Desayunamos tranquilamente y, antes de marcharse, me preguntó si esa noche la podríamos pasar juntas. Y yo le prometí que sí, que todas mis noches serían suyas siempre que lo desease. Mis noches, mi días y lo que quisiera. Porque para ella siempre estaba disponible. 
Y, totalmente puntual, a las nueve llamó al timbre de mi casa. Estaba guapísima. Se había puesto un vestido rojo con detalles blancos, poco formal, y lo combinaba a la perfección con unas sandalias.

-Ponte guapa que nos vamos. - Me guiñó un ojo. - Te espero en el coche. 

Subí corriendo las escaleras para cambiarme en tiempo récord. Abrí el armario de par en par y observé la ropa. Algún día tendría que hacer limpieza porque hay prendes que ni me acordaba de que existían. Al final me puse una falda negra bastante corta y un camisa de tirantes blanca. Y, como no, unos tacones de infarto. Me maquillé muy sutilmente y me hice una coleta alta, que era lo más rápido. Cogí el bolso, salí de casa y me monté en su coche. Después de que me dijera mil veces lo guapa que estaba, nos besáramos dos mil y se negará a decirme donde íbamos tres mil, arrancó el vehículo. No tardamos más de veinte minutos en llegar. Era un edificio bastante antiguo en pleno centro de Madrid. Subimos en un pequeño ascensor que parecía que se iba a romper en cualquier momento hasta el cuarto piso. Sacó unas llaves del bolso y fue hacia una de las puertas. 

-Bienvenida a mi estudio. - Dijo mientras abría. 

Era un pequeño apartamento en el que sólo había un amplio salón y dos puertas. Una de ellas era el baño y la otra estaba cerrada. Pero lo que más me sorprendió era el salón. Había puesto bombillas de luz tenue y una gran mesa en el centro repleta de comida y una botella de vino. Se notaba que era un estudio porque en las esquinas había paneles, focos y alguna cámara, pero estaban bien disimulados. Casi parecía el reservado de un restaurante. Me comentó que todo era de su abuelo. Al parecer el hombre también fue fotógrafo y al fallecer ella se quedó con ese piso tan mágico. 
Nos sentamos en la mesa y cenamos. Había preparado varios aperitivos, una ensalada y pasta. De postre compró pequeños pastelitos de diferentes formas y colores. Deliciosos. 

Pero el momento importante llegó después de la cena, cuando tomó mi mano y me condujo hasta la puerta que había estado cerrada toda la noche. Tanto mis ojos como mi boca se abrieron cuando vi lo que estaba dentro. Un colchón muy fino con sábanas blancas en el centro de la sala, y alrededor pétalos de rosa. Igual que había visto en las películas, pero nunca te esperas que te vaya a suceder. Me abrazó por la espalda y me besó el cuello. 

- Llegaremos hasta donde tú quieras llegar. 

Cada milímetro de mi piel tembló al oír aquello. Iba a desafiar con ella a todos mis temores. Me giré y nos besamos. Lentamente. Aumentando poco a poco el calor de nuestros cuerpos. Con suma delicadeza nos dejamos caer en el colchón, donde continuamos dándonos cariño hasta perder la noción del tiempo. Mi ropa quedó a un lado, y la suya también. Todo lo hacíamos muy despacio. Sin prisa, para guardar aquel momento en la memoria el resto de nuestras vidas. Se puso sobre mí y juntó nuestros cuerpos mientras mordisqueba y besaba mi cuello. Despojó a mis pechos del sujetador y empezó a jugar con ellos. Cada roce era como un viaje a las estrellas. Nos besábamos apasionadamente. Una de sus manos se deslizó por mi vientre hasta llegar a la goma de mi tanga y me miró a los ojos, como pidiéndome permiso para dar un paso más. Asentí con una débil sonrisa y cerré los párpados con fuerza mientras sujetaba su cuello, atrayéndolo con más fuerza a mi boca. Se deshizo del tanga con mi ayuda y acarició mi intimidad. Muy despacio. Al ritmo exacto que requería la situación. Y clavé mis un uñas en su espalda al notarla dentro de mí. 

-¿Te gusta así? - Me preguntó con un débil hilo de voz. 

Asentí y di paso a mis respiraciones jadeantes porque cada vez estaba más ardiente. Y, con un cambio de ritmo apropiado por su parte, me subí de su mano a la escalera que me llevó al cielo. Segundos después, cuando logré calmar mi respiración, supe que había llegado el momento. Mi momento. La puse a ella debajo y le quité la ropa interior. Besé sus labios y tragué saliva intentando que el nudo de mi garganta desapareciera, llevándose consigo los nervios e inseguridad. La miré informándole de que iba a hacerlo y sonrió levemente. 

-¿Me ayudas? - Pregunté cogiendo su mano. No lo dudó, y dirigió su mano sobre la mia hasta se sexo.  

-Simplemente haz lo que te gustaría que te hiciese. 

Y, siguiendo sus instrucciones, fui moviendo mis dedos sobre su cuerpo a la vez que la besaba. Verla suspirando así me encantaba. Le gustaba, y eso me animaba a seguir. Cada vez con más ganas. Haciéndola más mía. Y me colé en ella con un impulso de su mano sobre la mía. La sentí como nunca antes lo había hecho. Sus movimientos desencadenaban los míos, y su respiración entrecortada me invitaba a poner más fuerza. Hasta que me inundé de ella, y sentí una felicidad diferente a cualquiera vivida con anterioridad, pero extrema. Quería seguir haciéndola sentir así el resto de mi vida. Dejé caer mi cuerpo a su lado y, para mi sorpresa, la noche no acababa ahí. Comenzó un descenso de besos de mi cuello hasta mi intimidad. Una vez ahí, entrelazó los dedos de una de sus manos con la mía, y la otra se perdió en mi pecho. El simple hecho de sentir su respiración en esa parte de mi cuerpo conseguía volverme loca. Y más aún enloquecí cuando su boca y su lengua tocaron mi piel. Arqueé la espalda y apreté con fuerza su mano. Nunca me había sentido así de sensible en la cama. Un roce me parecía un mundo de sensaciones. Y lo hizo de nuevo. Me llevó a la cima más alta y disfrutó convirtiéndome en líquido. Era toda suya y ambas éramos conscientes. Y yo también quería que ella fuera mía, y supe que de nuevo había llegado mi momento. Pero me frenó mientras se reía cuando descendía por su vientre. 

-Ven aquí. - Tiró de mí y me tumbó su lado, reposando la cabeza en su pecho. - Ya tendremos tiempo de descubrirnos. 

-¿Cómo he estado? - Pregunté aún sin aliento. 

-Fantástica, como siempre. - Se rió de nuevo. Mentía, pero no era momento de entrar en discusiones tontas. Simplemente me recosté a su lado envolviéndola entre mis brazos. Por primera vez nos habíamos sentido piel con piel. - Malú... - Murmuró. - Yo... Yo si me he enamorado de ti. Lo hice el día que te conocí. 

-Yo también. Me he enamorado de ti como nunca pensé que me enamoraría de alguien. 

Y fuera miedos, temores o debilidades. Me quería tanto como yo a ella y ahora lo sabía.  A partir de ahí, único importante era el camino que nos quedaba por recorrer juntas. Un futuro a su lado, viviendo el presente con ganas y amando los recuerdos que vayamos dejando en el pasado. 




miércoles, 23 de julio de 2014

Capítulo 41.


-En ningún momento quiero jugar con tu hija. - Me miraron alarmadas al percatarse de que estaba escuchando la conversación. - Y estoy cansada de que la gente piense que no tengo sentimientos. 

-Fuiste tú la que te marchaste aquél día dejando a mi hija por los suelos. - Sin ningún reparo la mujer se me encaró. 

-¿Y qué crees? ¿Que yo no lo pasé mal? - Me eché el pelo hacia atrás de manera nerviosa. - No sé si Patri te habrá dicho por qué cortamos, pero no fui yo. Ni ella. Simplemente llegamos a la conclusión de que no podíamos seguir juntas. - Me di la vuelta y vi el rostro desencajado de mi novia. - ¿No le contaste nada? - La chica simplemente negó con la cabeza avergonzada. 

-Me da igual el motivo. - Indicó su madre. - Pero si ya salió mal una vez, ¿por qué ahora iba a ir mejor?

-¡Porque no voy a dejar que pase! - Di un golpe en la mesa mientras exclamaba aquello. - Ya sé lo doloroso que es perder a quien quieres una vez, y no pienso volver a sufrirlo. - Me acerqué a Patri y cogí su mano. - Y no pienso separarme de ella nunca más. 

Sin soltar la mano de mi novia cogí el bolso y me dirigí a la puerta. No aguantaba ni un minuto más entre esas cuatro paredes. Patri se despidió de su madre diciendo que luego la llamaría y tiré de ella hasta sacarla de allí. No quería compartir suelo con una persona que no respetaba nuestra relación. Ya estaba cansada de impedimentos. Si algo me había enseñado la vida es que nunca puedes dejar de luchar por lo que quieres, y yo había conseguido un enorme martillo para hacer polvo las piedras que se interpusieran en nuestro camino. Me había hecho fuerte. No quería derramar más lágrimas, ni escuchar de nuevo el crujido de mi corazón al romperse. La Malú dura que defiende lo que tiene hasta llegar a su meta había vuelto. 

Bajamos en el ascensor sin pronunciar palabra y volvimos a coger el coche, esta vez dirección Sevilla. Por la mañana habíamos cargado las maletas en el vehículo para no tener que volver a pasar por casa. Esa noche me esperaba un concierto increíble, en una ciudad que siempre me transmitía mucho cariño. Iba con ganas de romper el escenario con cada pisada, y que mi voz llegara al corazón de cada una de las personas que me estuvieran viendo. 

Pero no podía concentrarme en la carretera, ni en las canciones del concierto, ni en mi propia respiración si a mi lado tenía a mi chica derrumbada. Apoyaba la cabeza frente al cristal y su mirada se perdía en los coches que pasaban a nuestro lado. No hablaba, no cantaba y había perdido su característica sonrisa. Paré el coche bruscamente en un espacio arenoso colindante a la carretera, saltándome cualquier regla de tráfico. Giró bruscamente la cara para mirarme y buscar la razón de mi acción. 

-¿Qué haces? - Preguntó volviendo todo su cuerpo hacia mi. 

-No pienso seguir hasta que no hablemos...

-Malú, vamos justas de tiempo. - Miré el reloj para comprobar que era cierto, pero no me importó. - No vamos a llegar a la hora a Sevilla...

-Me da igual, yo no arranco hasta que no solucionemos esto. - Agachó la cabeza y asintió. Iba a hablar y soltarle todo lo que pasaba por mi cabeza, y sobre todo, por mi corazón. - Mira, yo sé que has sufrido por mi y que lo has pasado muy mal. - Alcé su rostro cogiéndole de la barbilla para ver sus ojos apenados. - Pero créeme que yo también he sufrido. No me importa lo que piense tu madre, lo único que me importa es lo que pienses tú. Y sé que yo no he dejado cosas por ti. Mi vida es un escenario, pero si tu no estás en esa vida, nada tiene sentido. 

-Yo no te estoy echando las culpas de nada a ti. Sé que ambas lo hemos pasado mal. - Acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Y al fin pude ver una pequeña sonrisa en sus labios. La pena fue que sólo duro unos segundos, justo hasta que continuó hablando. - Lo que no me ha gustado es ver como mi madre y tú discutíais. Junto a mi hermana, sois las mujeres más importantes de mi vida, y no quiero que os llevéis mal. 

- Yo no tenía ningún problema con ella. - Aparté la mirada de sus ojos. - La que ha empezado a decir cosas sobre mi ha sido ella. 

-Vale, ahí tienes razón. - Besó mi mejilla y luego arrastró sus labios hasta situarlos cerca de mi oído. - Y ahora, ¿podemos irnos ya? 

No me quedé convencida con la conversación, pero al final íbamos a llegar tarde en serio e iba a ser peor. Aún quedaban cabos por atar que solucionaríamos en otro momento. Asentí y me dispuse a arrancar, pero antes de que pudiera hacerlo tenía sus labios sobre los míos. Un beso con el que quería tranquilizarme, hacer que me olvidara de todo. Y lo consiguió por que ella es así de especial. Cuando abrí los ojos vi los suyos y me alegré definitivamente. Tenían ese brillo que daba color a mi vida. Ese verde intenso que me encerraba en su pupila y que daba sentido a mi existencia. Vivía encarcelada, pero siempre y cuando fuera en el interior de su precioso iris, no me importaría que la condena fuera perpetua. 

Retomamos el viaje con las sonrisas iluminando nuestras caras. No hablábamos, pero ya no era necesario. A veces notaba sus ojos clavados en mi, y al girarme para observarla se echaba a reír. Me moría por saber que pensaba al mirarme. A mi también me había pasaba eso de quedarme embobada observando minuciosamente su rostro. Y lo que pasaba por mi cabeza era: "¿Cómo demonios se puede ser tan perfecta?" 

-Te he dejado pintalabios en el moflete. - Volvió a reírse exageradamente. 

-¿Por eso te reías todo el rato? - Asintió sin cesar sus carcajadas. - Eres tonta, definitivamente. Límpiame. 

No era tan gracioso, pero amaba verla así de contenta. Su risa resonaba por todo el coche y se adentraba en mi interior, haciendo que las mariposas que ella misma creó en mi estómago batieran con más fuerza sus alas. Estaba feliz, y eso provocaba el mismo sentimiento en mi. Aproveché un semáforo para verme reflejada en el móvil y quitarme el carmín. Pero no me dio tiempo. Antes siquiera de que cogiese el teléfono, Patricia cogió mi cabeza con ambas manos y recorrió mi moflete con su lengua repetidamente. 

-¡Serás asquerosa! - La aparté de un empujón y me quité sus babas con la palma de mi mano. 

-¿No querías que te limpiase? - Bromeó. 

-Estás hoy graciosilla... - Sequé mi mano en su pantalón. 

Entre unas cosas y otras, llegamos a la habitación del hotel a las seis de la tarde. Como nos esperábamos, se nos había echado el tiempo encima. Tenía que estar en las pruebas de sonido a las seis y media porque el concierto empezaba a las nueve. Ya empezaba con los nervios previos al concierto. En esas horas era mejor no hablarme mucho porque estaba concentrada en mis cosas y saltaba a la mínima. Dejamos las maletas tiradas en el suelo y pasé al servicio para refrescarme un poco. Cuando salí, Patri estaba en ropa interior poniéndose algo más apropiado para el concierto. Me quedé impactada observando sus curvas. ¿Cómo iba a concentrarme en el show teniendo delante de mis ojos tal monumento? Me acerqué y la abracé por la espalda. Sonreí al notar como se le erizaba el pelo. Ella provocaba el mismo efecto en mi, así que estábamos empatadas. Se dio la vuelta y atacó mi boca. Un beso lento, pero que me quemaba los labios y anulaba mis sentidos. Me fue empujando poco a poco, haciendo que diera pasos hacia atrás, hasta que mi cuerpo se posó en la cama. Puso una pierna a cada lado de mis caderas y siguió con el beso. Cada vez había más ganas. Cada vez era más difícil resistirme a seguir el movimiento de sus labios. 

-Espera. - Frené el beso, muy a mi pesar, poniendo mi dedo índice en sus labios. - Tenemos que irnos. 

-Joder. - Se dejó caer a mi lado y cerró los ojos. - No me dejes así. 

-No es el momento. - Me levanté y tiré de ella para que se reincorporara. - Vístete que nos vamos. 

No sé qué milagro se produjo exactamente, pero llegamos a las pruebas de sonido a la hora exacta. Ni un minuto más ni uno menos. En los ensayos ya podía sentir cómo me temblaba el cuerpo. Era increíble cómo, después de tantos años, el escenario seguía produciendo en mí los mismos nervios. 

Me maquillaron, me peinaron y me dejaron lista en el camerino cuando quedaban minutos para empezar el concierto. Andaba de una punta a otra, como siempre. Intentaba dejar la mente en blanco para que nada influyera en mis pensamientos. El móvil de mi chica soñó y con un gestó me preguntó si podía cogerlo. Asentí y seguí a lo mío, pero no me esperaba lo que me deparaba. 

-Hola, mamá. - Frené en seco y la observé hablar. - No, no. Estoy en mi casa sola. - ¿¡Cómo!? No me podía creer lo que acababa de escuchar. - Mamá, mejor te llamo luego y hablamos tranquilamente, que se me va a quemar la pizza. - Cada una de sus palabras me descolocaba más. - Adiós, yo también te quiero. 

-¿Qué cojones ha sido eso? - Me crucé de brazos frente a ella. 

-Si le decía que estaba contigo iba a enfadarse porque sigue con la actitud de esta mañana. 

-Ah, genial. - Sonreí irónicamente. - Ahora no vamos a esconder hasta de tu familia. 

-Cielo, no exageres. - Se levantó para quedar a mi altura. - Ha sido sólo ahora. Cuando lleguemos a Madrid ya veremos lo que hacemos. 

-Ya veremos lo que hacemos... - Repetí sus palabras y me llevé las manos a la cabeza. - Pues como hagas lo mismo que has hecho esto mañana cuando tu madre y yo estábamos discutiendo... Lo llevamos claro. 

-¿Qué querías que hiciese? - Exclamó. 

-¡Pues defenderme! - Grité. - Entiendo que no te quieras posicionar entre tu madre y yo, pero esta mañana no tenía motivos para meterse conmigo. Y tú te quedaste es silencio viendo como me decía todas esas cosas que sabes que son falsas. 

- Ella sólo intenta protegerme. Ya vio cómo lo pasé mal una vez y no quiere... 

-¡Esa es otra! - Le interrumpí. - ¿Por qué no le contaste en motivo de nuestra ruptura? Normal que me odie si me dejaste como la mala. 

-¡No te dejé como la mala! - Ahora era ella la que perdió los nervios. - Simplemente preferí no hablar de el tema porque cada vez que lo hacía me moría. 

-¡Malú! ¡Es la hora! - Exclamó un técnico desde el otro lado de la puerta. 

Miré Patri con decepción antes de salir del camerino. Su piel había enrojecido y sus ojos estaban a punto de bañarse en lágrimas. Pero no tenía tiempo para evitar su llanto. Mi público me esperaba. Salí al escenario con mas nervios que en cualquier otro concierto. La voz me temblaba durante los primeros temas y no era capaz de empastar a la perfección con la música. Notaba que estaba decepcionando a mi gente. Y, para terminar de entristecerme, no veía a Patricia por ningún lado. La buscaba entre los técnicos sin ningún éxito. 



Llegaron los temas lentos, los más duros. Lloré hasta un punto en el que creí que no me quedaba más líquido por expulsar en el cuerpo. ¿Por qué ahora? Habíamos conseguido superar cosas peores. Ya no existía la distancia. Y aún así, la vida volvía a poner trabas en nuestro amor. Quedaban pocas canciones cuando llegó el turno de 'Blanco y Negro'. La que yo siempre había tratado como nuestra canción por lo bien que nos definía. Normalmente, en ese tema dejo que el público se deje la voz y cante con todas sus ganas mientras yo me limito a escucharles. Pero ese día fue diferente. Pedí a la banda, de manera improvisada, que me dejarán cantar esa canción simplemente con la guitarra de mi hermano. Quería que quedase lo más íntimo posible. Y el público respetó mi elección, y por cómo me miraban, supuse que les estaba gustando. 



Canté la canción como si me dejara la vida en ello. Bueno, en realidad lo estaba haciendo, porque mi vida era ella, y yo estaba dedicándole cada una de las palabras que salían de mi garganta. De pronto, cuando apenas quedaban un par de versos, la vi aparecer entre bambalinas. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Al verla así se me quebró la voz, y tuve que tragarme las lágrimas para poder seguir cantando. El tema acabó y atisbé una diminuta sonrisa de mi chica. Lo había conseguido. No solo había salido de mi camerino, sino que también la había hecho sonreír. 

Me disculpé ante Sevilla por el concierto que había dado. En los tema lentos se me rompía la voz, y en los que requerían potencia no supe estar a la altura. Me despedí de ellos prometiéndoles que volvería pronto para compensarles mi mal día y me dispuse a cantar la última canción. 'Como una flor'. Gracias a la pequeña sonrisa que acababa de ver en los labios de mi chica pude cantar con más ánimos. Bailé más de lo que lo había hecho en cualquier momento del concierto. 

El concierto acabó y salí corriendo a buscar a Patri por los pasillos. Estaba decidida. Las circunstancia nos ganaron la batalla una vez, pero no volverían a hacerlo jamás. Lucharía por ella. Por no perder la magia que existía entre nosotras. Haríamos frente a muchos problemas y a muchas personas, pero nos teníamos la una a la otra y eso bastaba. Apreciaría cada momento a su lado más aún, si es que eso era posible. Por fin, la vi a lo lejos y corrí hasta pararme frente a ella. Sus ojos. Benditos eran sus ojos. Nunca me cansaría de decirlo, que me pasaría el resto de mis días zambulléndome en su mirada. Y su boca. Esa boca en la que tantas veces me había recreado y lo haría hasta el fin de mis días. 

- Malú, siento haberme puesto así... - Interrumpí sus palabras con un intenso beso en los labios. 

- Patri, vámonos. Vámonos lejos hasta que tenga que volver a los conciertos. - Cogí sus manos. Lentamente los extremos de su boca iban formando una gran sonrisa. - Solas tú y yo. Dos semanas en las que nuestra única preocupación va a ser perder la cuenta de los besos que nos damos. 

-¿A dónde? - Murmuró acompañando sus palabras de una casi inapreciable risa. 

-Allí donde no llegue la razón. 

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¡Bueno, chicos! ¡Y hasta aquí la primera temporada de la novela! Y sí, habéis leído bien... ¡HABRÁ SEGUNDA TEMPORADA! 

Principalmente quiero decir una cosa, que no se me puede olvidar.  Doy las gracias a mi presi, @novelateconozco, por todas esas ideas y porque en este capítulo ha tenido bastante influencia. (En este y en todos... Pero bueh) JAJAJAJA La cosa es que lo de: " Mira, yo sé que has sufrido por mi y que lo has pasado muy mal... Etc", ese párrafo, lo ha escrito ella. A mi me parece precioso. 

Y sigo... Desearía que cuando vuelva, los que me leéis siguieseis opinando y tratándome como lo habéis estado haciendo todo este tiempo. Creo que he perdido la cuenta de las veces que he dicho "gracias" desde que escribo la novela jajajaja. 

Podría escribir aquí una lista interminable de agradecimientos, porque es verdad que muchas personas intervienen para que los capítulos salgan a la luz. Pero esto es un hasta luego, y no un adiós. Así que ya habrá tiempo de nombrar a todas y cada una de las personas que intervienen en los capítulos ;)

Os adelanto que volveré en unas dos semanas con las pilas cargadas. Voy a intentar seguir progresando y, subir la calidad de lo que escribo. Además, os seguiré molestando por Twitter aunque no suba capítulos jajajaja

Ah, una mención especial a las Lacasitas, que ellas saben quienes son y debo agradecerles más risas diarias ;)

Y, lo más importante, gracias de nuevo a los que leéis. Sois enormes. 

¡Hasta luego! ¡Nos leemos pronto! 

@NovelaconMalu. 

FLASHBACK VIII


Hacía dos meses que se había ido a vivir al pueblo y nunca pensé que iba a ser tan difícil hacerle frente a esa situación. La echaba de menos en cada momento. Hacia mucho que no aparecía en mi casa por sorpresa una noche, que no dormía respirando su aliento o que fingía que me encantaba esa ensalada tan mala que prepara... Echaba de menos hasta las discusiones. Cuando estaba aquí podíamos enfadarnos, pero las reconciliaciones siempre merecían la pena. En cambio ahora los enfrentamientos eran más fuertes, más habituales, y había que solucionarlos simplemente con palabras. Sin ver sus gestos todo era mucho más complicado. Era capaz de hacer que le perdonara cualquiera de sus tonterías con una simple mirada, y yo provocaba lo mismo en ella cuando le ponía mi cara de niña buena. Hablar sólo por teléfono me estaba matando, y más aún sabiendo que lo estaba pasando mal. Su abuela tenía días realmente malos y toda la familia estaba volcada en su cuidado. Una de las peores situaciones que he vivido es escucharla llorar al otro lado del móvil y saber que no puedo limpiar sus lágrimas. Me daban ganas de dejarlo todo e irme a verla, pero mi parte responsable me lo impedía. Y, a pesar de la distancia, los mejores momentos de mis días seguían siendo gracias a ella. Ese mensaje de buenos días por las mañanas y el otro de buenas noches en la madrugada, causaban en mi cara una sonrisa tonta frente a la pantalla, la misma sonrisa que me salía cuando le enviaba un mensaje y me respondía justo con las palabra que yo me esperaba. Porque la conocía cada vez más, y eso era algo que los kilómetros no conseguirían evitar. 

Afortunadamente pude sacar un fin de semana para ir a visitarla. Cogí el coche el sábado por la mañana y puse dirección a su pueblo. Hacia dos semanas de la última vez que se hizo una escapada para verme, y estaba deseando sentirla de nuevo. Tres horas después estaba con una pequeña maleta frente a la puerta de su casa, esperando a que saliera a recibirme. El pueblo de mi chica era muy pequeño. Era el típico en el que todos los habitantes se conocían y se hacían favores. La panadera llevaba a los hijos del carnicero al colegio, o el jardinero regaba las plantas del fontanero cuando se iba de viaje. Eran como una gran familia. Allí me conocían de algunas visitas y pensaban que era una gran amiga de Patricia. Las pocas veces que había podido ir me había encantado porque era realmente acogedor. Eran casas parecidas entre sí, grandes y con un jardín en la parte posterior. El de mi novia estaba muy bien cuidado, con plantas de muchos colores.



-¡Por fin! - Patri abrió la puerta y tiró de mi hacía dentro. Cerró y pudo besarme sin miedo a que los vecinos nos observaran. Llevaba mucho tiempo sin besarla, pero me consolaba al darme cuenta de que nunca había olvidado su sabor. - El Skype y el móvil no son lo mismo que el directo. 

-Necesitaba estar contigo... - Volví a darle un beso fugaz. 

- Yo también. - Me abrazó con fuerza escondiéndose en mi cuello. - Te quiero. 

-Yo también te quiero. 

Pasamos a su habitación para dejar las cosas. Bueno, ni siquiera era una habitación individual. Había dos pequeña camas, una para ella y otra para su hermana. El cuarto apenas tenía decoración. Un gran armario en la pared y un escritorio con dos portátiles. Había una ventana que daba al jardín posterior, y se oían las voces de su familia. 

-¿Quién está hoy? - Allí todos los días había gente visitando a la abuela o haciendo compañía a los que cuidaban de ella. 

-Mis padres, mi hermana, mi tía Carmen y mis primos. 

-¿Y qué tal tu abuela? - Me acerqué a ella y cogí sus manos. 

-Hoy no se encuentra muy bien. - Suspiró y agachó la cabeza apenada. - Pero le he dicho que venías y ha sonreído. 

-Voy a ir a saludar. - Empecé a caminar hacia la puerta pero me frenó cogiéndome de la cintura. 

- Espera. - Cerró la puerta con el pie y me arrastró hasta que quedamos tumbadas en la cama. - Vamos a aprovechar unos minutos de intimidad, que luego no nos van a dejar solas mucho. 

-No pienso hacer nada con toda tu familia al otro lado de la pared. - Dije mirándola a los ojos. 

-Mira que eres malpensada. - Se acurrucó en mi hombro y pasó su brazo por mi cintura. - Yo sólo quiero estar así contigo, dándonos amor. 

-Te ha dado la vena cursi. - Me giré de tal forma que quedamos las dos tumbadas de lado y abrazándonos. - Y me encanta.
Ese era otro de los actos cotidianos que extrañaba. Algo tan simple como tumbarte en la cama con tu pareja y acariciarla. Comencé a rozar con la punta de mis dedos cada uno de sus rasgos. Primero los deslicé por sus pómulos delicadamente, después por su cuello y por último llegué a sus labios. Con mi pulgar recorrí sus comisuras hasta que no pude aguantarme más. Me acerqué muy despacio sin dejar de mirar su boca entreabierta. Para empezar, le di un pequeño beso que abarcó únicamente su labio inferior. Después se unió a mi juego, y nuestras lenguas se buscaron. Congeniaban tan bien como siempre. Danzando y envolviéndose entre sí. 
Todo era precioso hasta que Carol abrió la puerta de golpe y se tiró encima nuestra. 

-Serás pesada. - Murmuró Patri intentando quitar a su hermana de encima. - ¿Qué haces aquí?

-Es que la puerta ha sonado hace ya diez minutos y no veníais. - Nos sentamos en la cama para dejar más espacio. - No quiero actos impuros en esta habitación, que me traumo y no puedo dormir. 

-Deja de decir tonterías y ven aquí, cuñada. - Me reí y nos abrazamos. 

-Pues a mi no me hace ninguna gracia. - Exclamó Patri. 

-Ay, hermanita, no seas tonta. - Creía que mi chica estaba de broma, pero mirándola a los ojos me di cuenta de que no. 

- ¿Por qué te enfadas, boba? - Me arrimé a ella, pero se levantó dejándome impactada. - Últimamente ya discutimos demasiado por teléfono, ¿no crees? 

-Yo mejor me voy... - Carol se fue sin decir más. 

-¿Se puede saber qué te pasa? - Me levanté y agarré su brazo. 

-Que hemos estado mucho tiempo separadas y me jode que haya aparecido mi hermana a interrumpir. 

-No entiendo que te pongas así por esa tontería. - Suspiró. Tomó asiento en la cama y yo me arrodillé a su lado. - No quiero pasar los dos días que estamos juntas así. 

-Tienes razón, perdóname. - Cogió mis manos. - El estrés puede conmigo, se me junta todo, y al final la pago con quien menos debería. 

Eso era lo que nos pasaba desde hace un tiempo. Íbamos acumulando la tensión de nuestros problemas diarios, y al final, lo pagábamos entre nosotras por no enfadarnos con la gente que teníamos cerca. Nuestro gran error. Ambas éramos de impulso fácil, y eso empeoraba las cosas en una relación a distancia. 

Salimos al jardín para saludar a su familia. Todos se mostraron encantados con mi visita. Con sus padres siempre me había llevado muy bien, y a su tía y sus primos les había visto un par de veces. Su primo Pablo tenía diecinueve años y era muy majo, aunque Patri siempre se picaba porque cuando me veía decía que se le caía la baba. Al principio no me lo creía, pero luego le pillé en un par de ocasiones mirándome embobado. Y cada vez que le pillaba me reía, cosa que a mi novia no le sentaba nada bien. Y por último estaba su prima Lorena, que tenía diez años y estaba comiendo Lacasitos mientras jugaba con unas muñecas. Cuando saludé a todos subí a ver a la abuela de mi chica. Estaba tumbada en su cama, con una luz muy tenue y la radio de fondo. Al verme mostró una débil sonrisa que hasta pareció dolerle. Me puse a un lado de la cama y tomé su mano. Y simplemente hablé con ella. No le decía nada importante, pero parecía feliz al escucharme. Ni siquiera me respondía, ese día no tenía fuerzas para eso. 

-¿Y Patri? - Cuando regresé al jardín estaban todos menos ella. 

-Ha ido un momento a comprar. 

Lo que iba a ser un momento se dilató más de lo que me imaginaba, y la chica no llegó hasta la hora de comer. Toda la mañana que pensaba pasar a su lado fue un fracaso. Su familia era genial, pero yo había viajado durante horas para pasar tiempo con Patri, no con ellos. 

-Lo siento mucho. - Dijo Patricia sentándose en la mesa para comer y besándome en la mejilla. - Había colas enormes en cada tienda a la que iba. 

-No pasa nada, cielo.

Le di un breve beso y empezamos a comer. Me sentó mal perder tanto rato a su lado, pero sería mejor asumir que ese tiempo era irrecuperable, y que tenía que olvidarme de él para poder disfrutar el resto del fin de semana. 

Después de la sobremesa todos se quedaron viendo la televisión, y Patri y yo aprovechamos para disfrutar la una de la otra en el jardín. Nos tumbamos en una tumbona. Ella sobre mi y yo haciéndole pequeñas cosquillas en la espalda. No teníamos nada que decirnos, pero a mi me parecía suficiente sentirla entre mis brazos. 

-Malú. - Murmuró Patri. 

-Dime, cari. 

-Cántame algo. - Pidió mientras trazaba círculos en mi vientre. 

-¿Aquí? - Asintió. - ¿Qué quieres que te cante?

-Guerra fría. 

Empecé a cantar muy bajito, cerca de su oído. Era una versión que nunca había hecho de aquella canción, y que nunca volvería a hacer. Canté despacio, intentando que todas mis palabras se anclaran en su corazón. Sabía que le gustaba así. 

"El tiempo se detuvo en el momento,
en aquel último abrazo
que sentí que ya no había nada 
por lo que luchar,
y los intentos solo sirvieron 
para alargar la agonía. "

En ese momento noté como sus lágrimas estaban empapando mi camisa. Entonces comprendí por qué quería que cantara esa canción y no otra. Por su significado. Me di cuenta de lo que me estaba queriendo decir y me golpeó el alma. Dejé de cantar y miré al cielo con la esperanza de retener las lágrimas que luchaban por salir de mis ojos. 

-¿Crees que sigue habiendo algo por lo que luchar? - Preguntó durante el llanto con la voz entrecortada. 

Y una vez más no pude responder a una de sus preguntas. Su madre apareció exaltada diciendo que había que llevar a su abuela corriendo al hospital porque le costaba respirar y estaba muy nerviosa. Patri se reincorporó limpiándose las lágrimas que había en sus ojos y tragándose las que quedaban por salir. Se fueron a Urgencias apresuradamente y yo me quedé allí cuidando de sus primos y su hermana. 

De nuevo nuestros planes arruinados. No había pasado más de dos horas con ella desde que llegué, y para colmo nuestra relación estaba peor de lo que me imaginaba. Me dolía saber que ella también se había dado cuenta de que la distancia estaba haciendo mella en lo nuestro. Pero, ¿para qué engañarme?, sería más raro aún que no lo hubiera notado. Ya no sólo estábamos mal cuando nos separábamos, juntas también sufríamos porque las cosas habían cambiado. Las circunstancias estaban matando lo nuestro. 

Me pasé toda la tarde pensando en esto y convirtiendo en cenizas los cigarros mientras los demás se entretenían. Carol estaba en su habitación con el ordenador, la pequeña jugaba en el césped con una pelota y Pablo trasteaba con su móvil a mi lado. 

-Oye, ¿estás bien? - El chico interrumpió mis pensamientos. Me giré para mirarle y le vi observándome preocupado. - Tienes mala cara. 

-No es nada. - Apagué el cigarro y le sonreí con falsedad. 

-Sí es algo, porque tus ojos están tristes y no sonríes como siempre. 

-¿Le dices eso a todas las chicas con las que ligas? - Ambos reímos. Estaba segura de que el chico que tenía delante era un ligón. Tenía los mismos ojos que Patricia y no se cortaba en nada. - De verdad, no es que no quiera decírtelo. Simplemente no quiero hablar porque sé que si lo hago lloraré. - Y no mentía, porque ni siquiera había contado nada y una pequeña lágrima empezó a descender por mi mejilla. 

-Joder, lo siento. - Se fue un momento y volvió con un pañuelo. - No quería hacerte llorar. 

-No pasa nada. - Me limpié la lágrima, sonreí como pude y me levanté. Me quedé un poco en shock cuando Pablo me dio un abrazo inesperado. Sonreí cuando nos separamos porque me recordó a Patricia. Nunca sabes cuál será su siguiente acción. - Voy a preparar la cena. 

Cenamos unas pizzas y pusimos la tele hasta que el sueño fue llegando. Patricia me envió un mensaje diciéndome que llegarían tarde porque le estaban haciendo pruebas a su abuela. Llevé a Lorena, que se había dormido en mis piernas, a su cama. Carol y yo nos acostamos y Pablo dijo que se iba a quedar un rato más en el salón. 

No sabría decir las horas que pasaron hasta que escuché abrirse la puerta. Noté como Patri se ponía el pijama intentando hacer el menor ruido posible y luego se metía en la cama a mi espalda. Me hice la dormida porque no me apetecía hablar, ni mucho menos llorar. Delicadamente empezó a acariciarme la espalda y los hombros con los dedos. Minutos después oí cómo lloraba. Pasó un buen rato derramando lágrimas. Los sollozos fueron disminuyendo hasta quedarse dormida, y ahí empezó mi llanto. Me giré para mirarla y limpié las gotas que aún quedaban en su rostro. Y lloré hasta que salió el sol, como nunca lo había hecho, porque era consciente de que teníamos pendiente una conversación determinante en la que cada palabra sería una bala en nuestros sentimientos.



Me levanté de la cama y aún no había nadie despierto. Preparé algo para desayunar y salí a tomármelo al jardín, aunque tras dos mordiscos a la tostada no me entraba nada más. Lo único que quería que entrase en mi cuerpo era el humo del cigarro que estaba encendiendo. 

-Nunca dejarás de fumar... - Me giré y la vi con la misma cara de dolor que seguramente tenía yo. Se sentó a mi lado y me sonrió. 

-¿Qué tal tu abuela? - Quise saber. 

-Mejor, fue otro susto. - Asentí y empecé a dar vueltas mi café. Era el momento de hablar y lo sabía, pero me daba miedo cómo iba a acabar la conversación. Y, una vez más, se me adelantó. - Malú, yo creo que sí queda algo por lo que luchar, pero que no nos quedan fuerzas para hacerlo. 

-¿Por qué? - Cogí sus manos y busqué sus ojos. - Nos queremos. 

-Supongo que el tiempo nos ha demostrado que el amor no es suficiente. - Acarició mi mejilla. - O al menos a nosotras no nos basta. 

-Sabíamos que esto podía pasar. Lo único que me consuela es que lo hemos intentado y no nos rendimos a la primera.
-Lo que sí sé es que no voy a poder olvidarte. - De nuevo la tenía delante llorando. - Y me jode saber que es por mi culpa, porque no estaríamos así si no me hubiera ido de Madrid. 

- No digas eso. - Le rogué. - Ambas somos culpables. Con el tiempo nos iremos olvidando la una de la otra y veremos esto como una bonita etapa de nuestras vidas. 

-No quiero acabar con esto, pero sé que seguir juntas no nos haría bien a ninguna.  - Me tapé la cara con las manos. - No paramos de discutir por tonterías y cada vez nos vemos menos. Y siento mucho que vinieras hasta aquí y no hayamos podido disfrutar la una de la otra. 

-No importa, creo que este viaje era necesario para darnos cuenta de que algo ha cambiado. 

-¿Sabes? - Acercó su silla a la mía. - Yo creo que no hemos cambiado nosotras, ni nuestros sentimientos. Ha sido lo demás lo que nos ha llevado a esto. 

-Yo pienso que las circunstancias y la distancia han sido las culpables. - La envolví entre mis brazos porque deseaba hacerlo desde hacía un rato. 

-¿Crees que cuando vuelva a Madrid nos quedará alguna oportunidad? - Susurró en mi hombro. 

-Ojalá pudiera decirte que sí. - Murmuré. - Pero creo que lo mejor será que intentemos olvidarnos y dedicarnos a nuestras vidas. 

Esa fue la conversación más amarga de mi vida. Ambas estábamos de acuerdo en que no podíamos estar juntas, pero también éramos consientes de que olvidarnos sería lo más duro. Es más, no creo que consiguiera hacerlo jamás. Los momentos que había vivido a su lado serían irrepetibles, y nadie podría ocupar en mi corazón el espacio que ella se había ganado. Me estaba apartando de la persona más especial que había conocido en mi vida. Y lo habíamos intentado, pero no lo logramos. La distancia nos había ganado la batalla. Eso era lo que más me mataba, que nueve letras habían podido con una relación indescriptible con palabras. Distancia. Y le dije que reharíamos nuestras vidas y que nos olvidaríamos la una de la otra, pero ni yo misma me creía eso. ¿Cómo se olvida a una persona que ha cambiado tu manera de vivir la vida? No se puede. 

Hice la maleta y me vestí antes de que la gente se despertase. No quería que nadie me viera marchar. Prefería que ese momento quedara entre Patricia y yo. Metí las cosas en el coche y me acerqué a ella, que aún seguía llorando. Entrelacé mis manos alrededor de su cuello apoyé mi frente con la suya. 

-Te quiero, y no dejaré de hacerlo nunca. - Me aproximé a su boca y la besé por última vez. Un beso largo y sin prisa que ninguna de las dos queríamos terminar. Me impregné de su sabor y me prometí a mi misma que no lo olvidaría nunca. Sus lágrimas y las mías iniciaron un recorrido que tenía su meta en nuestros labios unidos. 

- No quiero que te vayas sin saber que eres lo más importante de mi vida. - Acarició mi vientre por debajo de mi camisa, como tanto le gustaba hacer. - Y que te quiero. 

Cada palabra que pronunciaba me hacia arrepentirme más de la decisión que habíamos tomado. Pero si no lo hacía pronto, me quedaría allí aún sabiendo que no era lo correcto. Observé sus ojos por última vez, aún estando inundados de lágrimas eran preciosos. No quise alargar más el momento. Di un último beso en su frente y me monté en el coche. Y arranqué dejando atrás al amor de mi vida. Por el retrovisor vi como se sentaba en suelo derrumbada y escondía su cabeza entre las manos. Era la imagen más dura que había visto nunca. El motivo de mi felicidad estaba en el asfalto rompiéndose en pedazos. Giré la esquina y di por terminada la que, hasta ese momento, fue la mejor etapa de mi vida. Mis ojos volvieron a humedecerse y prácticamente no veía la carretera por las lágrimas. Pero no iba a frenar. No podía hacerlo. Una parte de mi se imaginaba a Patri corriendo detrás del coche hasta conseguir que frenase y al final volveríamos a estar juntas, como en las películas. Pero en la vida real no pasan esas cosas. En la vida real hay que asumir que unas veces se pierde y otra se gana, y en esta ocasión nosotras habíamos apostado todas nuestras fichas por lo nuestro, y habíamos perdido. 


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¡Buenas! Con esto doy por acabados todos los flash. Me da mucha pena porque he disfrutado muchísimo escribiéndolos, pero todo tiene un final... Acaba una etapa... Bueno, aún así os digo que quiero preparar un flashback especial, pero no os digo cuando ni nada. Cuando llegue, llegó.

Además, este flash se lo dedico a @Pinito27 , que está muy loca pero se agradecen sus tonterías jajaja ;)

Muchísimas gracias por leer ;)

@NovelaconMalu

lunes, 21 de julio de 2014

Capítulo 40.


Vencí al cólico y llegué al concierto con más ganas que nunca. El recinto no se llenó por completo, pero se habían vendido muchas entradas y los que venían se merecían verme al cien por cien. Y yo estaría dispuesta a dar todo de mí para que salieran de allí con la mejor de sus sonrisas. 

Llegamos al Plaza Condesa y entré con Patri al camerino. Le pedí que me esperara mientras traía a mi hermano para darle la sorpresa. Cuando viera a la fotógrafa allí no se lo iba a creer. 

-¿Y para qué tengo que ir a tu camerino? - Refunfuñaba mientras yo tiraba por los pasillos de su mano. - Con lo bien que estaba yo guitarreando con los demás. 

-No seas pesado que es una sorpresa. 

-No me gustan las sorpresas. - Dijo entre dientes. 

-A ver sí luego me dices lo mismo... - Abrí de golpe la puerta de mi camerino y se quedó de piedra al verla. 

-¡Hola, cuñadito! - Exclamó Patricia lanzándose a los brazos de mi hermano. 

-¿Qué haces aquí? - Preguntó José entre risas tras un largo saludo lleno de cariño. No respondió. Simplemente me acerqué a ella y cogí su mano, sorprendiendo más aún al chico. - ¿De verdad? ¿habéis vuelto?

- Sí, hermanito. - Afirmé. 

-Me ha costado, pero he conseguido recuperarla. - Comentó mi chica y me dio un beso en la mejilla. 

-¡Ya te echaba de menos en la familia! - Acarició su brazo y luego me miró a mi confuso. - ¿Y Aitor? Me dijo que iba a venir a verte. 

- Y vino... -Susurré mirando al suelo. - Ya te lo contaré después tranquilamente. 

Todo fue mucho mejor de lo que esperaba. Entre los nervios y la enfermedad que acababa de pasar me temía lo peor. Subí al escenario cuando sonaron los primeros acordes y empecé a cantar. Entonces no existían nervios. Lo único importante era lo bien que fusionábamos mi público y yo. Me arroparon tanto que me sentí en casa. Cuando llegó el turno de "Blanco y negro" me acordé de ella. Cerré los ojos y rememoré la situación vivida en ese mismo escenario unos días antes. Ella fue mi único público, y mi voz el único instrumento. Y ahora, fuera del escenario, también era así. Nos pertenecíamos la una a la otra, sin más acompañantes que nuestro amor. Al llegar al final de la canción busqué su mirada y le guiñé rápidamente un ojo. Ella me devolvió el gesto y continué cantando. 

Así, poco a poco, fueron pasando todos los temas. La energía de cada canción me llevaba con más fuerzas a la siguiente. Y llegué al final emocionada, agradeciéndole a México todo lo que me había hecho sentir en ese escenario. 



Al día siguiente cogimos todos juntos el avión a Madrid. Entre técnicos, músicos y otros, casi ocupábamos la zona VIP entera. Fueron horas de vuelo en las que aproveché para explicarle a mi hermano todo lo sucedido con Aitor. Se sintió mal porque decía que había sido el culpable de que el chico llegase a México y nos pillara, pero el no tenía que arrepentirse de nada. La única culpable había sido yo por no dejarle antes, por muy duro que fuese. La mayoría de los que nos acompañaron en el viaje ya conocían a Patri de antes, así que no hicieron falta explicaciones. Todos se podían imaginar que habíamos vuelto. Algunos incluso vinieron a darnos la enhorabuena. Como ya sabe todo el mundo, Patricia se hace querer en todos los sitios a los que va, por lo tanto congeniaba a la perfección con mi equipo.

-Deja de ponerte ojitos con Manu. - Le di un manotazo a mi chica al ver como miraba a uno de los técnicos de luces. 

-¡Sólo le he sonreído! - Exclamó alzando las manos. 

-Ese chico lleva enamorado de ti desde la primera vez que te vio. - Murmuré. 

-No seas exagerada. 

-Sólo hay que ver cómo te mira. - El chico no le quitaba el ojo de encima a Patri. 

-Es majo, simplemente. 

-Pero bueno, la verdad es que le entiendo. - Me acerqué a su oído para que no nos escuchase nadie. - Con los pantalones cortos que llevas hoy se te ven un culo y unas piernas que dejan cardíaco a cualquiera. 

-No me digas esas cosas ahora que no puedo besarte... - Dijo muy cerca de mis labios. 

-¡Distancia de seguridad! - Apareció José por detrás poniendo su mano entre nuestras caras. 

-Tú eres imbécil. - Dije. 

-¿Algún día dejarás de insultarme? - Preguntó alborotándome el pelo. 

-¿Algún día dejarás de meterte donde no te llaman? - Patri se reía mientras nosotros nos picábamos y nos poníamos diferentes caras horrendas. 



Al aterrizar cogimos un taxi que nos llevaría a casa de Patricia. Pasaríamos allí la noche porque al día siguiente íbamos a contarle a sus padres que habíamos vuelto, y su casa pillaba más cerca que la mía. Nada más subir a su casa le pegué una patada a la maleta y fui corriendo al baño de la planta de abajo. Llevaba conteniéndome desde que entramos en el taxi y estaba a punto de explotar. 

-Ni cierras la puerta... - Dijo apoyándose en el marco de la puerta. 

-No vas a ver nada que no hayas visto ya. 

Extrañaba mucho más de lo que me imaginaba aquellas tonterías a su lado. Ella completaba mi vida y la llenaba de color. Cuando estaba a su lado no existía la gravedad en nuestras mentes, que daban vueltas entre las nubes y se volvían más soñadoras que nunca. Perder la noción del tiempo, la consciencia de la respiración, el latir del corazón... Eran sensaciones que sólo ella sabía provocar en mi. Subimos a la planta de arriba y me topé con su cama. La misma cama que tiempo atrás había sido testigo de una infidelidad. Una noche que empezó ardiente y acabó en llanto. Nunca olvidaría esa escena. Hice mal acostándome con Patri aquel día, pero ahora me doy cuenta de que sólo era una señal más de que nosotras estábamos destinadas a estar juntas. Ese día no supe resistirme a sus encantos, y tampoco lo iba a volver a intentar. Ahora no había nada ni nadie que nos impidiera estar juntas. Salí a la terraza en la que empezó todo aquel día y mi cabeza empezó a dar tumbos. 

- Lo mejor será que olvidemos las cosas que hemos pasado cuando estabas con él... - Me abrazó por detrás y besó mi hombro. 

-Yo no quiero olvidar ese día que me obligaste a correr por Madrid, ni el beso definitivo en la pista de skate, ni nuestro viaje a México... - Di la vuelta sobre mi misma para mirar sus ojos. - Creo que lo mejor es aceptar que ha pasado, y que gracias a ello estamos juntas. Quizá no fue correcto, pero fueron momentos que nos salieron del corazón y, aunque duela, ya no me arrepiento de nada. 

Mis palabras le provocaron una sonrisa llena de pureza. Vino lentamente hacia mi boca y la besó con calma. Sintiendo cada roce y alargando cada movimiento. Sin miedo a que se acabase, porque sabíamos que después de ese beso vendrían muchos más. 

Se fue a duchar y yo aproveché para llamar a mi madre. Me tumbé en la cama y le relaté todo lo ocurrido. Sintió mucha pena por Aitor y me regañó por engañarle de ese modo, pero su emoción por mi vuelta con Patri era mil veces mayor. Me dijo que teníamos que ir a verla un día porque le hacía mucha ilusión volver a vernos juntas como pareja. Tendría que esperar unos días para eso, porque la noche siguiente tenía concierto en Sevilla. Lo bueno era que después de eso tendría un mes entero de vacaciones para pasar con mi chica y mi familia. Según Rosa, esas vacaciones eran para reponer fuerzas porque me esperaban muchísimos conciertos, pero yo pensaba disfrutarlas como una niña pequeña. 

-Pásame a tu madre. - Me pidió Patri cuando salió del baño secándose el pelo con la toalla. 

-Mamá, te paso a tu nuera que se muere por hablar contigo. 

Las dejé hablando y me fui a duchar. Fue la primera vez que entré al baño de arriba. Era tan bonito como el resto de la casa. Predominaban el rojo, el blanco y el negro, y tenía una gran ducha moderna con cristales totalmente transparentes. Pero lo que más me sorprendió fue el cuadro que colgaba de la pared. Era una fotografía en blanco y negro en la que aparecía yo metida en la bañera de mi casa con una sonrisa de oreja a oreja. Me acordaba perfectamente de ese día y del motivo de mi felicidad. Nos estábamos dando un baño las dos juntas cuando, de pronto, Patricia salió empapada a por su cámara. Dijo que había una iluminación perfecta que no debía desaprovechar. En la imagen salía riéndome por la escena y la espuma tapaba lo estrictamente necesario. 

Tras ducharme, salí del baño envuelta en una toalla y no se me cayó de milagro. Cuando ya creía que lo había visto todo, aparece Patri con la locura más friki que jamás había visto. Se había puesto un pijama enterizo con la forma de un animal que no supe descifrar y cuando me vio empezó a saltar en la cama. 



-¿Qué cojones haces? - Pregunté derramando lágrimas por la risa. 

- Es genial. - Bajó al suelo y se acercó a mi. - Lo vi en México y no pude resistirme. 

-Estás jodidamente loca. - Me dolía hasta la tripa de las carcajadas. 

-Deja de reírte y ponte el tuyo. - Me tendió una bolsa con un pijama igual, pero de color rosa. 

-Yo no pienso ponerme esto. - Me quejé intentando dejar de reírme. - Es demasiado friki. 

-Por favor, sólo un momento. - Comenzó a besarme el cuello. - Que te lo he comprado con todo mi amor. 

-Siempre te sales con la tuya. - Cogí la bolsa y entré al baño cerrando con un portazo. 

Me lo puse rápidamente y me observé en el espejo. Era lo más ridículo que había vestido en mi vida. Ni siquiera sabía de qué animal estaba disfrazada. Abrí la puerta y entré en la habitación tapándome la cara con las manos. 

-Estás adorable. - Opinó en cuanto me vio. 

-Que vergüenza ... - Murmuré. - Tengo a la novia más friki del mundo. 

- Deja de quejarte y ven a la cama conmigo, animalito. - Me tumbé a su lado y me acarició el pelo. - Tú estás guapa hasta con esto puesto, créeme. 

-Vale, te creo. - Resoplé. - ¿Pero puedo quitármelo ya?

-No. - Se puso sobre mí y me miró pícaramente. - Mejor te lo quito yo. 

Comenzó a desabrochar lentamente la cremallera delantera del pijama. Me senté en el colchón y la ayudé a quitarme la prenda. Nuestras bocas se buscaron hasta encontrarse y unirse apasionadamente. Sus manos palparon mi espalda hasta que consiguió desabrocharme el sujetador. 

-Espera, espera... - Susurré separándome de ella casi sin aliento. - Quítatelo tú también, que no me apetece acostarme con un peluche. 

Sonrió y me obedeció. Volvió a mis labios con las pilas cargadas. Agarró mi trasero y me empujó contra su cuerpo de tal forma que recortó cualquier mínimo espacio entre ambas. Poco a poco me fue tumbando. Descendió dando besos en mi vientre y me quitó el tanga delicadamente. Empezó a subir de nuevo, lentamente, y se paró en mis pechos. Jugaba con ellos utilizando boca y manos, mientras empujaba uno de sus muslos contra mi sexo. Mis manos arañaban su espalda dejando huella de la fogosidad de la noche. Su lengua me erizaba cada centímetro de la piel, y el movimiento de su pierna sobre mí me estaba haciendo perder la cabeza. Una de sus manos se apoderó de mi clítoris, apretándolo entre sus dedos y moviéndolo a la perfección. Cuando ya me tenía donde quería se abrió paso en mi interior. Primero lentamente, y luego a un ritmo abismal. Pero, en el momento que menos se lo esperaba, mis dedos también se introdujeron en ella. Quería que llegáramos juntas, y para ello tendría que esforzarme. Empecé directamente con una gran velocidad. A medida que yo aumentaba el ritmo, ella iba disminuyendo el suyo. Y, con un último esfuerzo de ambas, lo logramos. Llegamos al nirvana. Juntas, porque así quería que pasáramos el resto de nuestras vidas. 



-Estoy nerviosa, no sé por qué - Dijo Patri nada más aparcar el coche. 

-Te aseguro que yo más. - Murmuré mientras me retocaba el maquillaje por quinta vez. - Hace demasiado que no veo a tu madre. 

-Sólo será un momento porque tenemos que irnos a Sevilla, así que cuanto antes lo pasemos mejor. 

Subimos en el ascensor, ambas muy inquietas. Algo me decía que las cosas no iban a estar tan bien entre mi suegra y yo como antes de irse. Al fin y al cabo, había visto sufrir a su hija por mi culpa, y eso no lo olvida de buenas a primeras una madre. Llamamos al timbre y su madre no tardó en abrir. Tal y como yo me olía, su cara no fue especialmente de ilusión. Nos miraba a su hija y a mi sin dar crédito a lo que veía. Patri dio el primer paso y saludó a su madre con dos efusivos besos. Su padre y Carol no estaban porque habían bajado a comprar algo. 

-Cuánto tiempo sin verte. - Comentó mientras me abrazaba. 

-Sí, pero después de pasar tantas cosas, aquí estoy de nuevo. 

-A ver si esta vez no tengo que limpiar las lágrimas de mi hija...

No me gustó nada aquel comentario. Hasta Patricia miró sorprendida a su madre cuando le escuchó soltar esas palabras. No quería liarla desde el principio, así que me disculpé y entré al baño. Necesitaba refrescarme. Mojé mi cuello con agua helada y salí otra vez minutos después. Las oía hablar desde la cocina. 

-Y encima me tuve que enterar por las revistas de que habías vuelto a verla. - Se quejaba su madre. 

-Mamá, sabes que la quiero y que estaba deseando volver a Madrid para recuperarla. 

-¿No aprendes de la otra vez? 

-La otra vez fue genial hasta que me tuve que ir al pueblo. - Notaba en el tono de voz de Patri que cada vez estaba más exaltada. - Ahora estoy aquí, y no pienso perderla. 

-Te va a utilizar, igual que hace con todo el mundo. - Subió el tono de voz. - Jugará contigo hasta que se canse de ti. 

Irrumpí en la conversación porque ya no era capaz de contenerme más. Estaba cansada de que las madres de mis parejas me vieran como una famosa sin sentimientos. Ahora iba a hablar yo, y pondría las cosas claras a quién hiciera falta. Tenía algo por lo que luchar e iba a defenderlo con uñas y dientes. 

"Hay que lavarse con jabon esa lenguita y esa boca, y saberse callar."


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¡QUEDA UN CAPÍTULO! Y un flash... ;)

domingo, 20 de julio de 2014

FLASHBACK VII


Me despertó el sonido del timbre. Palpé a tientas en la mesilla para buscar el móvil y ver la hora. Eran las 8.35. No era momento de recibir visitas. El timbre de la puerta volvió a taladrar mi cabeza. Me levanté lentamente. Aún perezosa y frotándome los ojos fui a ver quién era. Al abrir, Patricia se lanzó a mi cuerpo sollozando. Me quedé bloqueada unos segundos porque mi mente aún no regía como debería, pero en cuanto fui consciente de que tenía a mi chica llorando colgada de mi cuello, la envolví entre mis brazos. Cerré la puerta y, sin separarme ni un milímetro de ella, la llevé hasta el sofá. Escondió su cabeza en mi hombro y lloró. Perdí la cuenta de los minutos que pasó derramando lágrimas mientras yo acariciaba su cabello. Yo simplemente esperaba a que estuviera preparada para contarme lo que le había provocado tanto dolor. 

-Es mi abuela. - Dijo sin despegarse de mi. - Se ha puesto peor. 

-No te preocupes, cielo. - Besé su sien. - Seguro que se pone bien. 

-No, Malú. - El llanto volvió a ser intenso.  - Dicen que no saben cuánto le queda, pero es poco tiempo. 

-¿Cómo está tu madre?

-Malú... - Se despegó un poco de mí, aunque no me miró a los ojos. - Nos vamos a vivir una temporada al pueblo. 

Su última frase se repetía en mi cabeza como el eco en una cueva. Entendía que quisiera pasar con su abuela los últimos meses de vida, pero no quería que ocurriera. ¿Y yo? Me había acostumbrado a seguir cada movimiento de su vida y no me imaginaba sin ello. Sus besos eran el motor de mi día a día. Me dejé caer para atrás en el sofá. No sabíamos estar separadas, ya lo habíamos visto. Necesitábamos vernos todos los días. A veces me sorprendía apareciendo en mi casa de madrugada, tomábamos algo entre reunión y reunión o me pasaba por su estudio repentinamente. Daba igual el cómo, lo importante era que necesitaba sentirla cerca. Olerla, escucharla a centímetros, tocarla... Y ahora me decía que no iba a poder hacer nada de eso y sentía que me rompía. 

-¿Cuándo te vas? - Pregunté tragándome las lágrimas. 

-Mañana. - Otra puñalada al corazón. Una lágrima descendía lentamente por mi mejilla. - Escúchame. - Me cogió de la barbilla obligándome a mirarla. - Vamos a poder con esto. 

-¿Cómo? - Aparté la mirada. - Yo necesito tenerte cerca. 

-Yo voy a estar a tu lado aunque no sea físicamente. - Me cogió de las manos. - Además, puedo venir algún día. O vienes tú. 

-Patri, no tenemos tiempo para eso. - Resoplé. En ese momento no podía ver nada claro. - Yo estaré trabajando y tú con tu abuela. Aquí lo compaginamos porque estamos cerca, ¿pero estando a cientos de kilómetros? - Me tapé la cara con las manos. - Imposible. 

-A mi tampoco me hace ninguna gracia que vayamos a pasar tanto tiempo sin vernos. Pero entiéndeme, coño, es mi abuela. - La conversación estaba empezando a convertirse en discusión. 

-Y te entiendo. - Me levanté y di vueltas por el salón. - Sólo que no sé cómo vamos a soportarlo. 

-Yo no voy a dejar de luchar por lo nuestro. - Se levantó e hizo que parará de andar. - Te quiero. 

-¿Y el amor va a ser suficiente? - Pregunté mirando sus ojos fijamente. 

-Comprobémoslo juntas. 

Entré a la cocina y empecé a prepararme un café. Estaba desilusionada. Mi mente llena de negatividad y mi corazón desgarrándose al imaginarnos separadas. No sabía si el amor sería suficiente y me daba miedo comprobarlo. La quería muchísimo, por eso pensaba que la distancia golpearía con más fuerza entre nosotras. Cada segundo sin estar cerca sería doloroso. Pasó y sin decir nada se sentó en la mesa. Sabía que quería decirme algo y no se atrevía porque sentía su mirada clavada en mi nuca. 

-Suéltalo ya. - Le pedí sin girarme. 

-¿Por qué no te vienes conmigo al pueblo este fin de semana? - Me di la vuelta y vi que tenía la mirada perdida en el suelo. 

-¿Para qué? - Se levantó y se acercó a mi. 

- Para pasar más tiempo juntas. - Agarró mi cintura. - Y porque sé que en esos dos días te puedo convencer de que merece la pena seguir juntas a pesar de la distancia. 

-Este fin de semana tengo que ir a un programa de televisión. - Suspiré y cerré los ojos. - No puedo. 

-Se me olvidaba que salgo con una de las mejores voces del país... - Comenzó a andar hacia la puerta de salida y yo la seguía sin saber qué decir. Y no hizo falta que dijera nada porque ya lo hizo ella. - ¿Te vas a rendir por esto?

No me dejó responder. Se fue cerrando de un portazo y llenando de dolor hasta el más recóndito espacio de mi alma. Y me metí en la cama, el lugar de donde no tendría que haber salido esa mañana. Pasé llorando horas y horas, bañando todas mis sábanas en lágrimas, intentando encontrar la respuesta a su pregunta. ¿Me voy a rendir por esto? Ojalá tuviera claro que que no. Me miraba a mi misma y no me creía lo que veía. Yo. La chica fuerte a la que no derribaba nada. La chica que presumía de valor y coraje. La declaración de Patri había podido con esa chica dura. Ahora me sentía frágil y el más mínimo contratiempo me dejaría completamente en ruinas. 



De pronto escuché cómo unas llaves abrían la puerta de casa y unos pasos se acercaban a mi habitación. Sólo había dos personas que tenían las llaves de mi casa. 

-Hija, ¿estás bien? - Dijo mi madre inquietada cuando me vio. 

-¿Qué haces aquí?

-Ni tú ni Patricia me cogíais el teléfono. Me teníais preocupada. - Se sentó al borde de la cama y me acarició el rostro. - ¿Qué ha pasado?

Entre sollozos le fui contando todo detalladamente, sin dejarme nada en el tintero. Ella me apartaba las lágrimas y me besaba cuando veía que flaqueaba. Decirle todo no fue fácil, pero no hay nadie mejor que una madre para desahogarte, porque luego te va a aconsejar siendo totalmente sincera. Sin mentiras ni falsedades para quedar bien. Ella no me diría lo que quería oir, sino lo que creía apropiado para solucionar el problema. 

-Hija, Patri no te lo va a pedir porque sabe que tu trabajo es lo más importante para ti, pero necesita que vayas con ella. - Me apartó un mechón de la cara. - Ella ha dejado cosas por ti, y esta puede ser una buena ocasión para demostrarle que tú también harías lo mismo por ella. 

-Pero mamá, ¿cómo voy a cancelar la entrevista de mañana? - Mis palabras temblaban al ser pronunciadas. - Es demasiado precipitado. 

-Cariño, yo no te voy a preguntar si te vas a rendir. Pero... ¿quieres rendirte?

-Claro que no. - Esa era la respuesta que sabía con mayor certeza. 

-¿Cuándo se va y a qué hora es el programa? - Quiso saber. 

- El programa es el sábado por la tarde y Patri se va el mismo día, pero no sé a qué hora. 

-Pues pregúntale a su hermana, venga. - Cogí el teléfono para mandar un mensaje al que Carol respondió inmediatamente. 

-Su tren sale a las 17:30. 

-Venga, Malú. - Me destapó y empezó a dar palmadas para espabilarme. - Ahora llama a Rosa y pregúntale si se puede hacer algo con el programa. 

Como era de imaginar, a Rosa no le sentó nada bien mi petición. Aún así me dijo que llamaría al programa para ver qué podía hacer. Mi madre me obligó a vestirme y lavarme la cara mientras esperábamos noticias de mi mánager. El teléfono sonó y lo cogí lo más rápido posible. 

-El programa es de cuatro a siete y he conseguido que te saquen como primera invitada sobre las cuatro y cuarto. Además, les he dicho que como muy tarde tendrías que irte a las cinco del plató. 

- Muchas gracias, Rosa. - Sonreí por primera vez en lo que llevaba de día. 

-Hay un problema. - Después de todo lo malo que me había pasado, me esperaba lo peor. - Se han enfadado y te van a pagar la mitad. 

- Eso no es ningún problema. - Respiré aliviada. - A quien tendría que subir el sueldo es a ti, por aguantarme tanto. 

-Eso sí es verdad. - Ambas nos reímos. 

Le volví a dar las gracias y colgué. Parecía que las cosas empezaban a ir mejor. Me lancé a abrazar a mi madre y llenarla de besos. Todo aquello había sido gracias a ella. Mi mente no estaba en condiciones de pensar, pero mi madre me salvó. Me había hecho abrir los ojos. Lo que tenía claro entonces es que no quería rendirme, y que si lo haría sería porque no quedaran más opciones. Pero por ahora seguía habiendo cosas por las que luchar, y no desaprovecharía la posibilidad de ganar la batalla a la distancia. 

Me costó mucho contenerme, pero preferí no decirle a Patricia que al final sí la acompañaría al pueblo. Quería darle una sorpresa. Y cuando su hermana me dijo que no había parado de llorar desde que llegó a casa estuve a punto de ir a buscarla. Le pedí que la consolara y que me fuese informando de cómo estaba. 

Pasé la noche totalmente desvelada, girando de un lado a otro de la cama. A las 7 de la mañana me rendí y me levanté a hacerme el desayuno. Un gran desayuno para un gran día. Fruta, cereales, café, tostadas... Lo necesario para afrontar todo de la manera más positiva posible. Saqué a mis perras durante más de una hora. Jugué tanto con ellas que llegué a casa bañada en sudor y barro. Me di una ducha y preparé la pequeña maleta. 

A las tres y media ya estaba en los estudios siendo maquillada por Paula. Los nervios me recorrían de pies a cabeza. Intenté despejarme un poco antes de entrar al plató, porque si me hacían la entrevista estando así, seguro que era un fracaso. Salí a fumarme un cigarro hasta que me avisaron de que era la hora de entrar. Todo iba genial. Como siempre, hablé entusiasmada de la gira, los conciertos, las canciones... Y, como siempre también, me sacaron el tema del amor. 

-Malú, contigo hay algo que nadie entiende. - Comenzó a decir una colaboradora. - ¿Cómo puede ser que después de tantos años de carrera nunca hayamos confirmado una pareja tuya? 

-Bueno, ya sabéis que me mantengo muy al margen de esos temas. - Contesté sin apartar la sonrisa. - Yo soy cantante, lo que hago fuera del mundo de la música me gusta guardármelo para mi. 

-Bueno, sé que no me vas a decir si tienes pareja o no. - Se rió. - Pero al menos dime, ¿te han hecho sufrir mucho por amor?

-Todo el mundo ha sufrido por amor. He pasado malos momentos, pero la verdad es que los buenos son muchos más. - Mientras decía esas palabras me acordaba de ella y todos nuestros momentos juntas. Me reafirmé que no iba a echar todo a perder por lo que estábamos pasando. Y pensar esto fue lo que me hizo seguir hablando casi sin darme cuenta. - Todas las parejas tienen problemas, y a mi también me ha pasado eso de discutir y meterme en la cama a llorar durante horas. Pero luego abres los ojos, o te los abre tu madre - Reí para mí misma. - Y te preguntas: ¿qué hago yo aquí cuando debería estar buscando una solución? - Relataba todo con la mirada perdida en el suelo y el corazón en la mano. - Yo animo a todas las parejas a limpiarse las lágrimas, salir a la calle y decir: voy a luchar por ti, porque te quiero. - Esto se lo dije directamente a mi chica, aunque sabía que no me estaría viendo. Después de ese momento de desahogo volví a la realidad con los aplausos del público. 



- Nos has dejado a todos emocionados. - La presentadora se dirigió a mí. - Si no recuerdo mal, nunca habías mostrado esta padre de tu corazón en televisión. 

- La verdad es que me he sorprendido hasta yo. - El plató entero y yo reímos. - No sé, supongo que hoy era el día, habéis tocado mi fibra sensible o lo que sea, y me ha salido decir eso. 

Cuando ya había soltado todo lo que pensaba me di cuenta del revuelo que causarían mis palabras entre mis maluleros. Tendría Twitter revolucionado con toda clase de opiniones y seguro que la mayoría ya habrían sacado sus propias conclusiones de quién sería el dueño de mi corazón. Siempre me gustaba leer sus tuits, porque en muchas ocasiones me conseguían sacar una sonrisa, y los ofensivos eran muy pocos. 

Acabó la entrevista y salí corriendo hacia mi coche. Eran las 17:03, así que tendría que darme prisa. A las 17:21 estaba frente a la estación buscando sitio, pero no lo encontraba por ninguna parte. Ya había dado varias vueltas y era imposible, así que dejé el coche subido a un bordillo y salí corriendo a buscarla. Su hermana me había dicho el número de su tren y nada más entrar vi un letrero en el que ponía que estaba a punto de partir. Volví a correr con todas mis ganas. La gente me miraba. No todos los días te encuentras a una famosa corriendo por la estación. Bajé unas escaleras que me llevarían a donde estaba el tren con el corazón a mil por hora. Y la vi. Estaba con la maleta en la mano, casi entrando vagón. Di un último sprint que me llevó a ella. Tiré de su mano girando su cuerpo y la envolví entre mis brazos. 

-Me voy contigo. - Susurré en oído. - Te dejo que me des muestres que podemos superar la distancia. O mejor, nos lo vamos a demostrar juntas. Te quiero. 

-Te quiero. - Me apretaba firmemente. - Ya pensaba que no iba a volver a darte un abrazo nunca...

-¿Cómo iba a dejar que te fueras así? - Escuchamos el sonido del tren arrancando y nos separamos. 

- Creo que ya no cojo el tren... - Bromeó.
 
- Ni lo ibas a coger, he traído mi coche. 

- Eres consciente de que tenemos a unas cuentas personas mirando la escenita que has montado, ¿no? - Dijo en voz baja mirando a los lados de reojo. 

- Me va a matar... 

-¿Quién?

-Rosa. - Respondí tapándome la cara con las manos. 

-¿Por?

- Porque no sólo he montado escena aquí. - Comencé a explicarme. - También la he liado un poco en el programa. 

- No me asustes, ¿qué has hecho?

- Nada. Simplemente me han sacado el tema del amor, me he puesto a hablar y, si me dejan un poco más, les cuento hasta cómo fue nuestra primera vez. - Bromeé. 

- Anda, vámonos y me explicas eso en el viaje. 

Probablemente nos costaría superar esos meses separadas. Y es verdad que, entre unas cosas y otras, serían pocas las visitas que nos haríamos. Pero ahora estaba dispuesta a batallar contra la distancia. Pasarían ese tiempo y volveríamos a estar juntas, como siempre. Haciendo escapadas de nuestra rutina para vernos, compartiendo besos y noches de pasión. Teníamos dos días para demostrarnos que ni esto ni nada derribaría los cimientos de nuestra relación y seguro que después de tanto dolor saldríamos con mucha más fuerza. Porque nos queríamos, eso era lo seguro. Y ahora comprobaríamos si el amor es suficiente. 


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¡Hola! Espero que os haya gustado. Os digo una cosa: El flashback que queda será, más o menos, la continuación de este. Os dejo meditar jaja
Y bueno, os doy las gracias de nuevo por leer y opinar. Sois geniales. 

¡Quedan un flash y dos capítulos! Qué nervios...