viernes, 13 de noviembre de 2015

SECRETOS (2x37)

No puedo creerme que por fin sus labios estés volviendo a rozar los míos. Llevaba semanas deseando reencontrarme con su boca y no he podido evitar lanzarme a ella cuando he abierto la puerta hace unos segundos y ver que era ella. Y no sé qué hace aquí ni por qué no está en España de promoción, tal y como decía que tenía que hacer. Pero me da igual, porque a su lado no hay porqués ni preocupaciones más allá de cuántos besos nos pueden caber en el tiempo.Literalmente me he colgado de su cuerpo como si fuera un koala. Malú me ha envuelto con los brazos y, antes de querer saber qué hace aquí, he empezado con el lenguaje de nuestros besos. Ella empieza a dar pequeños pasos hasta entrar al piso y cierra la puerta tras de sí. Entonces, separo unos milímetros los rostros para mirarla como merece la ocasión. Tiene los ojos tan preciosos como siempre, aunque intuyo que están a punto de dejar caer alguna que otra lágrima del mismo modo que me pasa a mí. Pero lo que más me llama la atención es su sonrisa. La curva de su cuerpo que más aceleraciones ha provocado en mi corazón desde el primer momento y que ahora está a punto de sacármelo de la caja torácica. Vuelvo a besarla. Varias veces en los labios, luego en las comisuras, más tarde los mofletes y, por último, la frente.

-¿Qué haces aquí? - Alcanzo a preguntar con el poco aliento que me queda.

-¿Y qué más da? Estoy y es lo que importa.



Tiene razón. De forma concisa, con diez palabras, ha aclarado mi mente. Da igual cómo ha llegado aquí ni para qué. Lo que importa es que ha aparecido en mi nuevo piso portando consigo todas las sensaciones que me despierta siempre. Ya no hay frío porque parece que en su maleta también esconde el propio sol. O, quizás, sean los besos lentos y sensuales con los que ha empezado a recorrer mi cuello al tumbarme ella misma en el sofá. Sus piernas se clavan en el sofá, una a cada lado de mi cadera, al igual que sus manos en la parte superior de mi cabeza. Acecha mi boca con sus labios y un segundo después es su lengua la que quiere redescubrir cada milímetro de la mía. Su sabor, tal y como lo recordaba, despierta todos mis sentidos. Me quema su saliva en los labios y más tarde abrasa mis clavículas. La camiseta amplia de andar por casa que llevaba se ha convertido en un impedimento, así que soy yo misma la que me desprendo de ella y la lanzo contra el suelo. Ahora ha encontrado otras pistas de aterrizaje como la parte más baja de mi cuello, el vientre, los costados o, en cuanto me quita el sujetador, los pechos.

 Disfruto de cada uno de sus gestos como si fuera el último, porque quién sabe cuánto tiempo va a estar en este continente. No quiero perder ni un minuto de tiempo juntas. Le digo adiós a su camiseta y a su sujetador para poder perderme en su cuello. Y lo que consigo en embriagarme con el perfume que desprende su cuerpo en cada milímetro y por cada poro. Pierdo la cabeza inmediatamente. Me desato. Solo se me pasa por la mente nadar con ella en nuestro propio mar y tener que secarnos con un sol que también sea únicamente de nuestra pertenencia. La cojo en brazos sacando fuerzas de flaqueza y la llevo a mi habitación cambiando las tornas. Esta vez estoy yo encima y dispuesta a librarme de sus pantalones. Y al hacerlo me desboco. Empiezo un camino de besos rápidos rápidos y fogosos que empiezan en su boca, dejan marca en su cuello, dan una vuelta por sus pechos, recorren su vientre y se pierden en la fina tela de su tanga. Cierro los ojos para oírla suspirar. Siempre me ha encantado este momento casi más que cualquier otro, porque ambas sabemos lo que viene y que no hay vuelta atrás. Entonces me sale una sonrisa traviesa y quiero transformarme en diablo unos minutos. La provoco. Deslizo mi nariz por la ropa que tapa su zona íntima, mus despacio y sin hacer ningún tipo de presión. Solo un roce que provoque el erizamiento de su vello. Después hago el mismo camino pero, en lugar de usar la nariz, utilizo los labios. Muy lentamente. Muerdo el filo del tanga y, acto seguido, hago lo mismo con su cintura. Entonces gime, se revuelve y sin aguantar más es ella misma la que se quita la única prenda que le queda y pone sus manos en mi cabello empujándome a su zona más sensible. Quiere que vaya más allá y lo hago. Uso mi labios y mi lengua para tocar el mar del que hablaba antes. El que quería provocar y así he hecho. Sigo complaciéndola con los movimientos que me pide su cuerpo, totalmente entregado a mí, y sus manos, enterradas en los recovecos de mi cabello.

Su incesante respiración entrecortada me va exaltando por minutos. Cuando mis manos se suman al juego, la intensidad de los gemidos aumenta, al igual que el calor que se esconde entre estas cuatro paredes que hace rato comenzaron a sudar para compadecerse de nosotras. De pronto, su columna se curva dejando los lumbares separados del colchón. Las manos, que hace rato se enredaron con las sábanas, retuercen la tela con fuerza. Y su garganta deja escapar un aullido de placer que parece entrar en mi cuerpo para llenarlo de flores. Y ese mismo grito es el que me despierta exaltada. El corazón me va a mil por otra y las gotas de sudor atraviesan todo mi cuerpo. Miro a ambos lado de la cama y, como era de esperar, no hay nadie. Estoy sola y no hay ningún sueño que me haga sentir acompañada. Al contrario, simplemente me hace darme cuenta de que no tengo a mi lado la compañía que necesito. Ni sentimental ni sexualmente.

Rápidamente, con las pulsaciones desatadas, me dirijo al baño para darme una ducha de agua fría. El agua a esta temperatura nunca me ha gustado nada, pero en esta ocasión la necesito porque el calor que desprende mi cuerpo es demasiado fuerte. Por más que intento no pensar en lo que ha sucedido, es imposible sacármelo de la cabeza. Joder, parecía tan real. Por un momento me he vuelto a sentir nadando en su cuerpo y sintiéndome tan especial como cada vez que lo he hecho. Sus besos sabían exactamente igual y su lengua se deslizaba por la mía con los mismos movimientos. Y sólo me pregunto cómo un sueño puede ser tan realista. Cómo me he podido creer que venía y me cambiaba la vida una vez más. Ojalá abrir la puerta para encontrármela  con su incansable sonrisa. Ojalá su cuerpo otra vez pegado al mío. Ojalá que sus labios vuelvan a bailar al ritmo de los míos. Y ojalá no existiera la palabra ojalá.



-¡Vaya cara traes! - Exclama Rachel en cuanto me ve entrar por la puerta de la oficina. No he conseguido taparme las ojeras, aunque tampoco he puesto demasiado ímpetu en ello. Y es que, por culpa del dichoso sueño o pesadilla, me he despertado a las cuatro de la mañana. A las seis ya estaba preparada, desayunada y esperando como una tonta en el sofá viendo las primeras noticias de la televisión. - ¿Qué te ha pasado?

-Una mala noche...

-Anda, acompáñame. - Sin darme tiempo de reaccionar, agarra mi mano y me conduce al baño más cercano. Una vez allí, saca de su bolso diversos materiales y empieza a maquillarme.

-¿Qué haces?

-Un favor para ti. - Se pasa unos minutos disfrutando de lo que hace. Se ríe y yo me pongo nerviosa. Desde tan cerca puedo contemplar mucho mejor sus preciosos ojos. La verdad es que son increíblemente bonitos. - ¡Ya está! - Ella misma me gira y hace que me mire en el espejo.

-Joder... - Exclamo. Ha hecho una verdadera obra de arte con una cara que yo veía incapaz de mejorar. Adiós ojeras, hola ojos bonitos. - ¿Cómo lo has hecho?

-Secretos... - Guiña el ojo, sonríe pícaramente y abandona la sala. Dejándome con la pregunta en la boca. Pero acto seguido vuelve a entrar muerta de la risa, y rápidamente me la contagia. - Se me olvidaba decirte el plan para hoy.

- Me sé el plan, tonta. Para algo tengo agenda y eso...

- Da igual, yo te lo digo de camino a tu despacho como siempre. No hay que perder las buenas costumbres.

Con pasos cortos nos encaminamos hacia el despacho mientras mi compañera me proporciona una información que ya sé. Pero no me importa tener que volver a escucharlo porque su compañía es siempre agradable y consigue sacarme sonrisas que no esperaba tener cuando salí de casa por la mañana. Rachel es capaz de transmitirme esa forma de ser tan agradable y risueña desde el primer día. Además, la estoy muy agradecida por cómo me ha tratado y lo aceptada que me ha hecho sentir. Desenvolver en un mundo totalmente diferente al mío ha sido más fácil con ella.

Como sabía y me repite, el día de hoy será bastante aburrido. No tengo que fotografiar nadie, sino retocar imágenes de sesiones anteriores. Y, aunque mi trabajo me encanta en todos los aspectos, si tuviera que eliminar alguna parte sería la de edición fotográfica. A veces resulta pesado pasarse tantas horas delante del ordenador eligiendo cuánto de brillo poner o de dónde quitar una arruga. Y más para una persona como a mi que no me gusta nada tener que cambiar el físico de las personas. Siempre pienso que cuanta menos edición mejor. Pero no todas las marcas que contratan mis servicios piensan lo mismo ni todas las fotografías son de personas. También hay paisajes, relojes, teléfonos o cualquier otro elemento que me pidan. Aunque, desgraciadamente, todas las imágenes con las que me toca trabajar hoy son de personas con poca ropa. Es decir, las que más retoques y juegos de luces requieren.

Justo cuando consigo concentrarme y plantarme frente a la pantalla para comenzar el arduo trabajo que me espera, mi móvil notifica con el tono que tengo programado para Malú. Lo primero que hago es extrañarme, porque en Madrid ahora deben ser las dos o las tres de la madrugada y hace un buen rato que me dijo que se iba a dormir cuando yo le daba los buenos días. Rápidamente lo desbloqueo y entro intrigada en WhatsApp. Mi sorpresa es aún mayor cuando leo sus palabras: "He tenido una pesadilla y no puedo dormir, cari". Lo vuelvo a releer y me quedo atónita por la coincidencia. Me dispongo a escribir una respuesta pero freno cuando me doy cuenta de que necesito oír su voz. Así que, sin preguntas, marco su número.

-¿No estás trabajando? - Me pregunta nada más descolgar. Su voz. Sí. Definitivamente la necesitaba tanto como imaginaba.

-¿Y tú no estás durmiendo?

-Tonta, que he tenido una pesadilla. - Imagino su cara en estos momentos y una sonrisa se escapa de mis labios. Seguro que esta en la cama, arropada. Con una mano sujeta el teléfono y la otra tapa sus ojos cerrados. Y los morritos. Seguro que ha puesto esos sutiles morritos de niña pequeña que deja ver cuando tiene sueño.

-Por eso te he llamado. ¿Adivina quién ha tenido otra pesadilla esta noche?

-¿En serio? - Pregunta extrañada con una voz más seria.

-Te lo juro. Bueno... La verdad es que no sé si llamarlo sueño o pesadilla, pero me he levantado súper nerviosa y no he podido dormir más.

-¿Cómo no lo vas a saber?

-Que no lo sé. Era bueno y malo.

-A ver, cuéntamela.

-No, no. Primero tú. -Le pido.

-Vale... - Accede. - Pues en la mía aparecía yo apunto de salir al escenario en el primer concierto de la próxima gira. Andaba por el camerino de un lado a otro hasta que me avisan de que tengo que salir. Entonces, bebo agua, empiezo a subir las escaleras y, cuando se abren las puertas, me encuentro ante el Palacio de los Deportes vacíos. Ni una persona. Toda la banda se gira, me mira sin entender qué pasa y poco a poco van dejando sus instrumentos en el suelo y bajando del escenario hasta que me quedo sola. Y ahí me he despertado.

-Y has empezado a comerte la cabeza sobre el nuevo disco y la nueva gira. Por eso no puedes dormir. ¿A que sí?

-Cómo me conoces...

-Sabes que eso no va a pasar. - Le digo rotundamente. - Son los miedos que tienes siempre cuando empieza la promoción y te das cuenta de todo lo que se te viene encima.

-Tienes razón... Pero bueno, ¿y tu sueñipesadilla? - Se inventa la palabra con todo el morro y no puedo evitar soltar una tremenda carcajada.

-Pues a ver... Empezaba con que yo abría la puerta de mi piso nuevo y aparecías tú,

-¡Eso es un sueño y precioso! - Exclama.

-Déjame terminar. - Cojo aire, hago memoria y sigo. - Estabas preciosa. Empezamos a besarnos muy efusivamente. Primero de pies, luego en el sofá y finalmente te cogí en brazos y nos tumbamos en la cama. Ambas estábamos fuera de sí. Gemidos por todas partes, mucho calor y, justo cuando llegabas, me he despertado.

-Joder... qué sueñitos tienes.

-Pues no te lo he contado detalladamente. Es que te juro que ha sido muy real. En serio, casi podía notar tu sabor en mi lengua al despertarme.

-¿Y qué has hecho?

-Meterme en la ducha con agua fría corriendo. ¿Qué iba a hacer? Estaba empapada de sudor.

-¿Solo de sudor? - Pregunta con voz provocativa.

-¡Cállate!

-No me puedes negar que estabas muy cachonda.

-Pues claro que lo estaba. Por eso me he metido corriendo a la ducha. - Admito. - Amor, es que tú y yo siempre hemos sido de tener una vida sexual bastante activa, y ahora estamos a dos velas desde hace mucho.

-¿Me lo dices o me lo cuentas? Que ayer estaba viendo una película, salió una escena un poco erótica y casi me subo por las paredes.

-Supongo que tendremos que acostumbrarnos a esto...

-Eso o comprar vibradores. - Suelta de repente dejándome con la boca abierta. - Nunca he usado uno pero oye, a grandes males grandes remedios.

-Me niego a recurrir a eso.

-¿Qué tiene de malo?

-Nada, no tiene nada de malo. Pero no quiero.

-Ayer mismo estuve hablando con Vero sobre eso. - Comenta. - Tiene una amiga que hace sesiones de tuppersex y vamos a quedar un día con ella para que nos informe. - Empieza a reírse al otro lado del teléfono.

-¿Es en serio o me tomas el pelo?

-No, es totalmente en serio. - Aunque sigue carcajeando sé que lo dice en serio. - ¿Te molesta?

-No. Me da envidia. - Admito. Me encantaría poder estar allí. Con ellas. Divirtiéndome mientras observamos aquellos productos y decimos tonterías. - Quiero verte...

Necesito decírselo aunque lo siguiente sea, una vez más, tragarme las lágrimas y escuchar cómo ella hace exactamente lo mismo. Me rompo en mil pedazos porque nunca me podría imaginar que llegaría a echarla de menos hasta tal punto de querer dejar a un lado mi gran sueño para volver a su lado. Pero sé que esa no es la elección que he de tomar. Y si algún día decido que voy a volver, que no puedo aguantar aquí ni un segundo más, sé que me tendré que enfrentar a ella. A sus "no voy a dejar que lo dejes por mi" y sus "me sentiría culpable". Ella es quien protege mis sueños tanto como nuestra relación ahora que soy débil y necesito su coraza. Supongo que eso es el amor verdadero del que tanto se habla: querer a la otra persona feliz más de lo que la quieres contigo. Ayudarla a alcanzar esas imposibles estrellas fugaces aunque eso te separe de ella. Aunque duela. Invertir hasta los minutos más preciados en convertir los suyos en algo mejor. Tragarte todas las lágrimas para evitar hacer brotar las suyas. Y si haciendo eso ambas personas se siguen queriendo, siguen queriendo involucrarse de esa forma y siguen provocándose lo mismo, entonces es que están hechas la una para la otra y siguen el camino correcto. Y estoy segura de que nosotras estamos dentro de ese afortunado grupo de personas.

Finalmente, consigo meterme de lleno en el retoque fotográfico que me toca en el día de hoy. Si antes no tenía ganas, después de la llamada de Malú me cuesta mucho más concentrarme. Pero, con la ayuda de la música muy alta en los auriculares, lo logro. Me paso horas sin despegar la mirada de la pantalla y absorbida por el gigantesco mundo de las luces, los colores y los brillos. Y sigo así hasta que el reloj indica que tengo que ir a comer y me levanto como un resorte de la silla. No por la comida, sino porque me espera otra conversación telefónica con mi cantante favorita. Cojo el bolso y voy directa a un bar cercano que siempre está bastante vacío a esas horas y, además, hacen unas comidas muy buenas. Justo cuando me traen a la mesa un deliciosa hamburguesa  mi teléfono suena el móvil con su nombre en la pantalla. Y al descolgar, otra vez, siento la magia que solo ella me provoca. Sonrío a punto de romperme la boca del primer "Hola, amor" hasta el último "Te quiero, rubia.". Hablamos de su trabajo, del mío, del día a día de cada una e, incluso, de las sesiones de tuppersex que va a hacer con sus amigas. Esta vez lo comentamos de una forma más entretenida fuera del contexto de mi fogoso sueño. Es más, le digo que si compra algo lo tenemos que probar juntas. Y su respuesta es que sabe que no me gustan los juguetitos sexuales porque su hermano nos regaló unos en mi cumpleaños y aún no los hemos probado. Pero no es así. El problema es que me había olvidado del regalo por completo y ahora que me lo ha recordado tengo más ganas que nunca de usarlo con ella.

Cuando vuelvo al despacho, muy a mi pesar por lo bien que lo estaba pasando fuera, me encuentro con un pequeño sobre blanco en la mesa. Lo cojo extrañada mientras dejo en el bolso y me siento.No pone nada ni por delante ni por detrás. Ningún signo o letra que me pueda ayudar a descubrir a quién pertenece. Igualmente, lo abro porque sé que si está aquí es porque han querido que yo lo lea. En el interior hay una cartulina azul con unas palabras escritas a ordenador:

"Echo de menos tus ojos verdes y..."

Tiene toda la pinta de proceder de Malú, aunque no sé cómo ha hecho que llegue aquí ni por qué está en inglés. Pero sí, tiene que ser suyo. De alguna forma ha hecho llegar eso a mi escritorio para sacarme una sonrisa y lo ha conseguido. Aunque no está completo. Hay unos puntos suspensivos que dan a entender algo más.

-¿Quién es tu admirador secreto? - Pregunta Rachel exaltada a la vez que aparece por la puerta del despacho.

-No sé. ¿Tú no lo sabes?

-Ni idea. Lo ha traído un cartero preguntando por ti.

-Pero si no pone nada. Está en blanco. No hay remitente.

-Ya, pero el hombre decía que era para ti. - No la creo, sinceramente. La única respuesta que se me ocurre es que haya hablado con Malú y entre las dos lo hayan maquinado todo. Hace tiempo que le di a Malú el número y el correo de Rachel y a Rachel el número y el correo de Malú con el objetivo de que si hay algún problema tuvieran contacto. - Bueno, ¡pero dime qué pone! - Le tiendo el papel y cuando lo lee se queda con la boca abierta. - Tía, ¡no me lo puedo creer!

-Ni yo...

- ¿Y de quién será?

-No pone nada pero yo creo que de Malú. - Me mira muy extrañada, pero sigo creyendo que está disimulando.

-¿De tu novia? ¿Cómo va a hacer llegar eso tu novia aquí?

-Ella es capaz de cualquier cosa...

-Pues no sé, pero me das una envidia. - Admite resoplando. - Yo llevo aquí años y jamás me ha pasado algo por el estilo. Joder, es que tu rollito de extranjera buenorra le atrae mucho a los tíos.

-Cuando vuelva a España te vienes conmigo y seguro que ligas.

-¿De verdad? ¿Puedo ir contigo cuando vayas de visita? - Pone ojos de niña buena y junta ambas manos.

-¡Pues claro!

-¡Genial! - Exclama feliz. Una vez me contó que nunca había salido de Nueva York y que le encantaría poder hacerlo. - Patricia, te dejo aquí trabajando. Si descubres algo de tu admirador o admiradora secreto y me dices...

-Vale. Y si lo descubres tú también me lo dices, eh. - Comento irónicamente.

-¡Te repito que yo no sé nada! - Grita casi saliendo por la puerta. - Por cierto, esta noche vamos a salir varias del trabajo a tomar algo. A ver si consigo ligar aquí antes de ir a España... Te vienes sí o sí.

Desaparece por la puerta antes de que pueda negarme. Me apetece ir a tomar algo esta noche, aunque no tengo ni idea de con quién ni a dónde. Pero llevo tiempo sin salir de ese modo y ya va siendo hora de que lo haga. Pienso en Malú y en lo contenta que estará cuando le cuente que voy a salir. Siempre me dice que no puedo encerrarme en mi apartamento esperando a que pasen las horas porque al final voy a caer en depresión. No sé cuánto de verdad habrá en esas palabras, pero sus intenciones son positivas.

Cuando llega la hora de irme a casa después de la larga jornada, mi móvil se enciende y llega un mensaje. El número es desconocido y ni siquiera tiene foto de perfil, pero lo que más me sorprende es lo que pone:

"... necesito verte sonreír."

Rápidamente caigo en que es la continuación a la nota de antes y me pongo nerviosa. Pero sonrío al imaginarme a Malú organizando este extraño juego. Me encanta ella y me encantan sus detalles.. Nunca sé cómo me va a sorprender y cada día me hace más feliz.