miércoles, 28 de enero de 2015

COMO NIÑOS (2x20)

-Vente a vivir conmigo. - Me pide entusiasmada. Parece que ni siquiera piensa en lo que dice. Solo se acurruca a mi lado, en su cama, y me ofrece su mano para que le pueda hacer pequeñas cosquillas. 

-Malú, acabo de comprar mi precioso apartamento con vistas maravillosas... 

- Pues me voy yo a vivir contigo allí. - Propone rápidamente. 

-Eso sería genial si tuviera sitio para meter a tus molestos animales. - Me muerde en la tripa como una niña pequeña al escucharme decir ese adjetivo hacia sus mascotas. Y, en realidad, solo lo digo porque sé que le molesta. Levanta la cabeza para mirarme. A veces parece que quiere arrebatarme algo de mi interior cuando me mira con esos ojos tan profundamente. 

-No sé cómo, pero vamos a vivir juntas. No hay cosa que desee más en estos momentos que compartir casa contigo. 

Su mirada brilla y el tiempo deja de avanzar mientras pronuncia tales palabras. Parece tan emocionada que me contagia ese sentimiento. Vivir juntas no estaba en nuestros planes. Al menos no a corto plazo. Pero su salida del armario ante los medios de comunicación lo ha cambiado todo. Llevamos menos de una semana sin escondernos y mi día a día ya tiene un color mucho más intenso. Antes pensaba que situaciones como la de caminar agarradas de la mano por la calle eran una tontería. Creía que vivir sin ellas era fácil y no sería ningún inconveniente para el avance de nuestra relación. Pero me equivoqué. Los pequeños detalles son la magia necesaria que hace que una pareja siga siendo fuerte desde el principio hasta el final. Por un momento esa magia que tenía con Malú se evaporó. Ni siquiera nos dimos cuenta del problema. Y ahora que soy plenamente feliz percibo que esto era lo que nos hacía falta. El impulso que necesitábamos para hacer de nuestro amor algo inquebrantable. Y ahora sí que me veía capaz de salir con una famosa. Porque sigue teniendo miles de seguidores, sigue estando ocupada con todos sus proyectos y sigue teniendo que tener cuidado en muchos aspectos, pero por lo menos ahora puedo ser yo misma a su lado y ella puede serlo con todos. 

-En el fondo sentía que no estaba siendo sincera con mi público. - Me confesó la noche que lo hicimos público. 

Y tenía razón. Por mucho que amara a sus maluleros y que diera todo por ellos, les estaba engañando y no se sentía bien por ello. Bajo mi punto de vista no tiene por qué hablar de su vida privada por el simple hecho de ser famosa. Debe tener su espacio, pequeño, que comparta solo con sus seres más cercanos. Pero esta claro que nuestra relación no podía estar dentro de ese pequeño espacio. Algo tan grande tiene que manifestarse en mar, tierra y aire. 

Nunca olvidaré la sonrisa de niña que puso al darme ese beso delante de la prensa. Fue más que un beso. Fue demostrar que la mujer cobarde a la que le faltaba el valor para hacer miles de cosas había desaparecido. Llegó una chica mucho más fuerte a la que yo ya conocía. Aún así, nunca dejará de sorprenderme. Tiene la capacidad de hacer todo lo que deseo, pero en el momento que menos me espero. 

Ahora hace una semana de eso y, como he dicho ya, las cosas no nos puedes ir mejor. Ella sigue el proceso de grabación de su nuevo disco, que le lleva mucho más tiempo que en los anteriores porque había decidido ser ella la que escriba las letras de las canciones. Me he acostumbrado a verla poco arreglada y con un lápiz y un cuaderno en la mano mientras tararea melodías inacabadas. Tan guapa como siempre. A veces se desespera cuando lleva mucho tiempo con la misma letra y empieza a tirarse de los pelos porque no le gusta como está quedando. Entonces la leo y me doy cuenta de lo perfeccionista que es, de lo bonito que escribe y de lo maravillosas que quedarán esas palabras al salir de su boca. 
Por mi parte tampoco tengo ninguna queja. Ahora la gente me conoce y mi trabajo se ha multiplicado por tres. Aún así, tengo que rechazar bastantes ofertas porque no quiero que me conozcan por ser "la novia de". Todo el tiempo libre que tengo lo paso con ella. Dónde sea. Su casa o la mía. Su coche o el mío. Su cuerpo y el mío. 

En mi cama, justo en la misma posición que hace un rato, me dedico a acariciar su piel con el único objetivo de notar como se le eriza el vello. Malú está adormilada. Le tiende una de sus manos a Morfeo y con la otra se aferra a mi. Sigo haciéndole pequeñas cosquillas en los brazos, luego en las manos y por último en la parte de cintura que no cubre su camiseta. No le veo la cara, pero por un pequeño sonido que desprende de la garganta deduzco que se ríe. Poco a poco va moviéndose y su cabeza, que antes reposaba sobre mi vientre, sube hasta mi cuello. Me llena de besos. Frota su nariz contra mí como si fuera un gato y sigue palpándome con sus labios. Juega con cada uno de mis sentidos y finalmente me gana, porque soy yo la que acaba con el vello completamente enloquecido. Se sienta sobre mí e inventa sobre mi cuerpo un camino de besos que va de hombro a hombro, pasando por mi rostro y haciendo su parada más larga en mis labios. He tocado su cuerpo muchas veces, me he recreado en cada uno de sus lunares y me sé de memoria el sabor de su sudor, pero estoy nerviosa. Sin razón. Sin motivos. Puede que sea su imponente cuerpo tan cercano. Puede que sean sus ojos que zarandean mi corazón. Puede que simplemente siga pareciéndome impactante esta forma sobrehumana de querer a alguien. Introduzco mis manos, bastante temblorosas, bajo su fina camiseta de tirantes. Acaricio sus caderas y deslizo mis dedos hasta la cumbre de sus costillas. Hasta que me frena. Agarra firmemente mis manos, me mira a los ojos y esboza una media sonrisa rompedora. 

-¿Va todo bien? - Pregunta con un voz casi inaudible. Me limito a tragar saliva y responder afirmativamente con un gesto de cabeza. - ¿Y por qué tiemblas?

-Porque me vuelves loca. 

Su risa declara que ha quedado conforme con mi respuesta. Aprovecho ese momento en el que baja la guardia para ponerla debajo de mi. Ya no tiemblo, aunque sigo teniendo la sensación de que lo que se mueve en mi interior es más grande de lo que nadie nunca se imaginará. Acecho su cuello con ese tipo de besos que dejan marcas de fuego. Voy deslizándome hasta llegar a su pecho. Huele tal y como ya sé y me invita a devorarlo. Pero no puedo. Y no porque no quiera, sino porque su móvil del trabajo empieza a sonar y es imposible ignorarlo. Intento sujetar su barbilla y continuar con nuestro pequeño juego, pero se me resbala entre las manos cuando va a descolgar la llamada. 

-¿Sí? - Pregunta a quien quiera que esté al otro lado del teléfono y se ha atrevido a interrumpirnos. - No, de verdad, estoy cansada ya de esto. No voy a ir. Si tengo que decir la cosas las digo a mi manera pero en ningún caso de la forma que vosotros queréis. - Acto seguido cuelga sin más y lanza el teléfono a la cama. 

-¿Lo de siempre? - Asiente y se tumba de malas formas a mi lado. Resopla. Desde que lo hicimos público nuestros móviles arden en llamadas de programas televisivos ansiosos por recibirnos en plató. La respuesta es siempre no. Cada vez nos ofrecen más dinero e insisten con más ganas, pero si algo tenemos totalmente claro es que no venderemos nuestra vida privada, es decir, nuestra relación. - Algún día se cansarán. 

-Eso espero... - Ruedo por la cama hasta llegas a ella y beso su cuello melosamente. Quiero convertir la cara seria en que se le ha quedado tras la llamada y en una sonrisa de oreja a oreja. Quiero que le brillen los ojos y no sea por las lágrimas. Y quiero que le duela la tripa no por enfermedad, sino por no poder contener la risa. Y así todos los día de su vida. Poco a poco voy consiguiendo que se olvide del incidente y vuelva a apegarse a mi. Acaricia mi espalda. Muerdo sus labios. Se ríe. La temperatura sube. Y se acabó. De nuevo su teléfono, esta vez el personal, me deja con ganas de más. Gruñe y se queja mientras alarga la mano y coge el móvil. Escucha atentamente lo que le dicen y abre los ojos como platos. - Sí, sí. Claro que me acordaba. - Por el tono de su voz deduzco que es mentira. - Sin problema. Estamos aquí. - Se despide y cuelga rápidamente mientras se pone de pie. 

-¿Qué pasa?

-Adivina quién viene hoy. - Tuerzo el gesto en señal de que no tengo ni la más remota idea. - Josete. 

-¡Es verdad! ¡Se me había olvidado! 

-Y a mí. Por completo. 

Hace unos días, en una de esas llamadas que nos hace el niño para preguntarnos qué tal nos va todo y contarnos todas la cosas que se le pasan por su mente voladora, nos dijo que quería quedarse a dormir un día con nosotras. Y a mi, que como ya sabéis adoro al pequeño, cuando me dice eso me vuelvo loca. En ese mismo momento nos pusimos a barajar posibles días hasta decidir que este fin de semana sería el mejor. El problema es que con lo ajetreadas que hemos estado últimamente se nos ha olvidado que habíamos quedado con él. No tenemos nada preparado. 

No pasa ni una hora cuando el timbre de casa suena. Ahí está mi suegro y cogido de su mano va el pequeño Jose. En cuanto ve a su hermana mayor sonríe emocionado y la abraza con fuerza. Mi chica le agarra y empieza a dar vueltas con el niño pegado a su cuerpo. La escena no puede ser más tierna. Cuando paran se dicen que se quieren hasta perder la cuenta de las veces que lo hacen y por último se besan en los labios. 

-¡Eh! ¡Qué me pongo celosa! - Comento intentando aparentar indignación. Pero me sale muy mal. Inmediatamente me echo a reír y Josete viene a abrazarme a mi. Agarro su cabeza con ambas manos y le planto mil besos en la cara. Lejos de quejarse por el agobio que puedo estar causándole, él se ríe. Se ríe sin parar. Y aumentan mas carcajadas cuando me pongo a hacerle cosquillas. 

Mi suegro se va a los dos minutos. Dice que tiene que hacer muchas cosas y que volverá a recogerle al día siguiente. Cuando me giro veo a mi cuñado tirado  en el suelo con los perros y el gato dando saltos por encima. Le chupan, le ladran, juegan con él... Se han vuelto locos. Me parto de la risa viendo ese panorama. Malú, a mi lado, hace lo mismo. 

-Bueno, ¿qué vamos a hacer? - Murmuro para que solo mi chica pueda oírme. 

-Ni idea ... Había pensado en salir por ahí pero teniendo en cuenta como está lo prensa últimamente será mejor que no. - Le doy la razón. No quiero una situación incómoda con el niño delante. - Así que nos quedamos aquí jugando o haciendo lo que él quiera. 

-Genial. No hay comida, así que para comer pedimos al chino y para cenar llamamos a Telepizza. - Comento ilusionada. 

-Idiota, si hay comida. Llenamos la nevera hace dos días. 

-Venga, cari, enróllate. 

-¿Tú eres tonta? - Le doy un beso rápido en l mejilla y rápidamente me voy con Josete para no darle tiempo a llevarme la contraria. 

-¡Cuñado! De comer pedimos comida china y para cenar pizza. 

-¡Toma! - Se levanta y da saltos. Inmediatamente le imito y hacemos nuestro propio baile, que ya hemos realizado en un millón de ocasiones. 

-Vaya par...  


La mañana transcurre entre juegos y risas. Primero con los animales, a los que sacamos de pasear e incluso bañamos a Danka en el jardín. Entre que la perra no para quieta y que el pulso del niño al sostener la manguera es escaso acabamos los tres empapados. Afortunadamente el clima nos sonríe y podemos rematar la faena dándonos un baño en la piscina. Al pequeño le vuelve loco el agua. Se pasa más de una hora nadando y tirándose de todos los estilos posibles. 

-¡Yo quiero una piscina en mi casa! - Grita exaltado cuando le toca salir del agua para comer. Su hermana le envuelve en una toalla y frota su cuerpo para que no tenga frío. 

-Pero si vives en un piso. - Le recuerdo. 

-Me da igual. Le voy a decir a papá que tenemos que mudarnos. Mi casa no mola nada. 

Justo suena el timbre de la puerta. El repartidor ha llegado. Nos sentamos en la mesa y devoramos toda la comida a la velocidad del rayo. Los juegos y el agua nos habían despertado el apetito. Es increíble ver como mi cuñado controla magistralmente los palillos. Primero con el sushi, después con el pollo y más tarde con los fideos. No se le escapa nada. Personalmente me parece alucinante que a un niño tan pequeño le guste de esa manera la camisa oriental. 

-El otro día os vi en la tele. - Dice el niño mientras relame el enorme helado que tiene entre las manos. Lo comenta inocentemente, sin prestar atención, como si no tuviera importancia. Y, realmente, para él no la tiene. Él ya ve normal todas esas cosas debido a que vive en una familia conocida. 

-¿Y qué decían? - Pregunta Malú intentando que no se le noten demasiado las ganas de saber la respuesta. Nosotras solemos ver poco la televisión porque preferimos no enterarnos de los cientos de comentarios, pero es inevitable que te llegue información cuando te rodeas de tanta gente. Y más ahora que existe el Twitter. 

-Que te habías caído en el escenario porque estabas malita. 

-Eso ya te lo contaron papá y mamá ese día, ¿no?

-Sí. Y también dijeron no sé qué de un armario. - Dice Josete arrugando el entrecejo. Ni él lo entiende. 

-¿Un armario? - Pregunta mi chica. 

-Dicen que has salido de un armario, como en la película de Narnia. - Malú y yo estallamos en carcajadas en cuanto comprendemos a lo que se refiere. Él no se da cuenta del significado. Desde muy pequeño nos ha visto juntas y no le extraña que un mujer pueda amar a otra mujer. Lo ve como lo que es, como algo normal. - Salisteis dándoos un beso y la presentadora dijo que era el beso que más impacto habían tenido en mucho tiempo. - Me sorprende lo bien que dice la frase, de seguido, como si la hubiera escuchado mil veces y se la supiera de memoria. - ¿Qué tiene de especial ese beso? 

-Pues... - Malú no sabe qué decir. Sería muy largo contarle a su hermano la verdad y puede que ni lo entendiera. - Patri te lo explica. - Se me borra instantáneamente la sonrisa. En un segundo me ha pasado el marrón y se ríe orgullosa de su hazaña. Mi cerebro empieza a trabajar como un loco en busca de la mejor frase posible. 

-¿De verdad no sabes por qué? - Pregunto. Él niega con la cabeza. - Lo sabrás cuando des tu primer beso. 

-Pero sin prisa eh, hermanito. - Salta Malú ejerciendo de hermana mayor sosa. 

-Cari, que tu hermano es muy guapo. Seguro que liga muchísimo. - Josete se ha puesto colorado como un tomate y le dedica una tímida sonrisa al suelo. - En cuanto quiera dará su primer beso, si es  que no se lo ha dado ya. 

-¡No! ¡No! - Exclama. - A mi eso me da asco. 

-Josete, prométeme que el día que pase seré la primera en enterarme. - Le digo en voz mucho mas baja. 

-Prometido. Pero vamos, que será dentro de muchos años porque yo no quiero comerme las babas de los demás. - Su cara de repugnancia completa lo que acaba de decir. 

-Así me gusta. - Añade Malú. 

-Ay, Malú, no vayas de hermana mayor protectora. El niño tiene que experimentar...

-¿Con diez años?

-Poco a poco... Y aquí tiene a su cuñi Patri preparada para darle consejos. - Jose se ríe sin cesar. 

-¿Te recuerdo cómo eras tú con tu hermana? - Me callo por no darle la razón. Siempre he sido muy protectora con mi Carol en ese aspecto, por lo que no soy el mejor ejemplo de hermana liberal. Cuando fue mayor de dieciocho lentamente fui concienciándome de que tenía un edad suficiente como para ligar en discotecas, o donde fuera, pero nunca he conseguido quitarme totalmente esa preocupación de que un hombre le pueda hacer daño. 

-Y también dijeron que eras una fotógrafa muy buena. - Malú me mira orgullosa mientras yo alucino. Aún no me acostumbro a que digan en televisión cosa buenas sobre mi trabajo, y menos en programas de cotilleos. Poco a poco me van reconociendo y me encanta. 

-Es verdad Josete, esta mujer hace unas fotos increíbles. - Dice mi chica mientras me señala. 

-Una vez me dijiste que me harías una sesión de fotos pero aún no la hemos hecho...

-¡Eso lo solucionamos hoy mismo! - Me levanto de un salto y al pequeño se le iluminan a la par la sonrisa y la mirada. - Malú, te nombro estilista oficial para la sesión de fotos de mi modelito. Vístele y péinale mientras yo preparo el sitio. 

Subo rápidamente al cuarto a por mi cámara de fotos. Suerte que siempre la llevo. No tengo ni focos ni demás aparatos para perfeccionar el resultado, pero haré lo que pueda para hacer feliz a mi cuñado. Salgo al jardín y preparo un poco las cosas. En un momento he ideado el plan. Primero le haré fotos solo del cuerpo y de la cara poniendo un fondo blanco, y después por todo el jardín. Con los juguetes, con las plantas, en el bordillo de la piscina... Intentaré sacar una buena imagen de cada pequeño recurso. Cuando lo tengo todo entro y le veo ya listo. Indudablemente Malú ha hecho de las suyas. Le ha abrochado los botones de la camisa de cuadros y se la ha metido por dentro del pantalón rojo. Para colmo, le ha repeinado de formal muy moderna. Debo reconocer que está monísimo y que podría comérmelo en un par de bocados. 

-Listo. - Indica Malú mientras le coloca los últimos pelos de manera precisa. 

-La tata me ha echado cemento en la cabeza. - Bromea a la vez que golpea su pelo con capas y capas de gomina. 

- Ya sabes que tu hermana lo hace todo a lo grande. - Le cojo de la mano y le saco corriendo al jardín, concretamente al espacio que he preparado para las imágenes del rostro. Le explico que le iré indicando caras para que él las ponga y poder sacarle muchos tipos de foto. Atiende encantado e irradia ilusión, como todos los niños. - ¿Preparado?

Un vez que pulso el voto para captar la imagen por primera vez no dejo de hacerlo en horas y horas. Parece que Jose lo llevar haciendo toda su vida. Disfruta. No deja de reír y me contagia, lo que alarga sesión mucho más. Pero para nada me importa. No puedo estar más feliz con mi chica y mi cuñado haciendo el tonto. A ella también le saco fotos y qué os voy a decir que no sepáis. Tiene un pacto con la cámara por mucho que se atreva a negarlo. Las fotos al borde de la piscina son las más graciosas, porque casi se cae en varias ocasiones y le he sacado con caras muy divertidas. 



Cuando acabamos ya está anocheciendo. Estamos tumbados en el césped, agotados. Cada una a un lado del pequeño. 

-Josete, la próxima vez te llevo a mi estudia y te dejo usar la cámara. Luego podríamos salir al campo y hacer más fotos. Seguro que te encantarían...

-Cariño... - Me interrumpe Malú con un hilo de voz. - Se ha quedado dormido. - Vuelvo la cabeza de golpe y le veo apoyado en el vientre de su hermana, sumido en un profundo sueño. 

-Pobre, está agotado. 

-Lo hemos pasado genial. - Acaricia el pelo del niño, que entre unas cosas y otras ya ha perdido a mayoría de la gomina. - Pienso vestir a nuestro hijo así, pijito, como he puesto a José. 

-¿Qué hijo?

-El que estoy deseando tener contigo. 

sábado, 3 de enero de 2015

VALOR (2x19)

No quiero estar con nadie más que conmigo misma. Hasta una leve respiración cercana me molestaría. En estos momentos maldigo al mundo y, sobre todo, al noventa y nueve por ciento de la población. Ojalá no existiésemos nadie más que la gente que me importa y yo. Y puede estar sonando extremista, pero es muy duro que todo lo que hay a tu alrededor condicione tu vida. O, mejor dicho, te arruine la vida. Duelen los comentarios inapropiados, los oídos sordos o la despreocupación de las personas que lanzan palabras sin saber el daño que provocarán. Duele ser el centro de todas las miradas y que ninguno de esos ojos te den la confianza suficiente como para seguir hacia adelante. Estar rodeado de ruido y querer estar sorda. Tener tantas cosas que decir pero preferir cobijarte en el silencio. Aparentar que vives la vida que te gustaría vivir significa no vivir. 

Patri la atrevida, la loca, la arriesgada, la que no sabe estar quieta, la que no conoce el estado de tranquilidad, la que hace lo que le apetece sin pensar en el qué dirán. Así era yo. Así me describía a mi misma y así me describían los demás. Y me encantaba. Pero desde hace un tiempo no puedo comportarme de tal manera. Estoy limitada. La libertad de la que me gustaba presumir se fue cuando me enamoré de la cantante de moda. Lo he aguantado durante muchísimo tiempo. Incluso he intentado hacer un juego eso de escondernos para aparentar que no somos nada ante los ojos de los demás. Pero no puedo más. Vivir así es como estar presa. Encarcelada en sus labios, sus ojos y sus gestos pero, lo mires como lo mires, a nadie le gusta vivir en prisión. La quiero más que a nada y eso es innegable. Sino no hubiera vuelto con ella sabiendo lo que suponía salir con un famoso. Malú me encanta. No podré amar a nadie nunca como la amo a ella. Y, aunque en la calle no pueda ni estar a su lado, sé que al llegar a casa uno de sus besos será la cura de todos mis dolores. Es difícil ir con tu pareja a tomar algo y no poder ni acariciarla. O no poder ir a la playa porque todo el mundo quiere hacerse una foto con ella. O no poder cogerla de la mano. Es muy difícil cuando tienes enfrente a la persona con la que quieres pasar toda tu vida y, si hubiera más vidas, también las querrías pasar con ella. A pesar de todos los inconvenientes me supe hacer fuerte. Me repetía día tras día que nuestro amor era más fuerte que la distancia o que los periodistas. He podido superar al problema durante mucho tiempo hasta que me he desbordado. 

Pienso en todo esto sentada en una fría roca alejada de todo lo molesto. A mi alrededor solo hay árboles, plantas y más vegetación. Pero, sin lugar a dudas, lo mejor son las vistas. Madrid a mis pies. Todo es tan pequeño visto desde aquí... Edificios emblemáticos que a esta distancia son más pequeños que mi propio meñique. Coches convertidos es simples ráfagas de luz. Y silencio. El silencio que necesito para que las ideas fluyan en mi cabeza. Viéndolo todo desde esta perspectiva me siento un poco más libre. Puedo observarlo todo sin que nadie me observe a mi y eso hace que por un momento pueda liberarme de todo lo que me ata y ser yo misma, aunque sé perfectamente que esta libertad desaparecerá en cuanto baje a esa ciudad que ahora mismo parece tan inofensiva. 

Este lugar a las afueras es especial. Aquí solía venir en esa época de mi vida de la que no me gusta hablar. Una discusión con mi madre me hizo querer huir de todo. Cogí mi coche hasta llegar aquí y me encontré con esta preciosidad de lugar. Hasta ese momento nunca había sabido valorar un paisaje, pero me di cuenta de que ese sitio, tan vacío de gente y tan lleno de magia, me hacia sentir especial y olvidarme de los problemas. Entonces, cada vez que me siento débil acudo a mi refugio para coger fuerzas. Solo son rocas, plantas y espacio libre, pero se han convertido en un apoyo fuerte para mi, más por ritual que por otra cosa. He perdido la cuenta de las veces que he derramado lágrimas aquí sentada. Noches calurosas, días fríos e incluso tardes en las que la lluvia caía por mi cuerpo sin pausa. Hoy es noche cerrada y la temperatura es muy baja. Probablemente no supere los diez grados y unas pequeñas ráfagas de viento hacen que sienta el frío hasta en los huesos. Al haber salido corriendo sin preparar nada, mi abrigo fino es lo único que tengo para cubrirme. Me lo cierro hasta el cuello y después me acerco las manos a la boca para internar calentarlas con el aire que sale de mi boca. 

-Sabía que estarías aquí. - Me giro de golpe por el susto que me da escuchar una voz en ese sitio tan solitario. Allí está ella. La chica de mis sueños. Por la que estoy aquí y por la que me gustaría estar besando la misma piel toda la vida. Lleva puesto un enorme abrigo y trae en las manos una gran manta negra. Se acerca a mi y me cubre con ella. - Hace mucho frío... - No respondo y vuelvo a dirigir mi mirada a las luces de la ciudad. No sé qué decir. Una vez más me ha encontrado y, una vez más, me alegro de que lo haya hecho. Porque todo eso que he dicho de que en este momento prefiero estar sola se derrumba cuando aparece Malú. Por ella rompo lo que haga falta, incluso mis propios principios en más de una ocasión. Se sienta con cuidado en la misma roca que yo y pega su cuerpo al mío. El frío ha descendido considerablemente desde que está a mi lado. 

-¿Cómo has sabido que estaría aquí? - Mi voz sale débil. Con menos fuerza de la que yo me esperaba. 

-Fue fácil. Le dijiste a mi madre que ibas a ir a casa de tu hermana a descansar y pensar, pero Carolina me llamó preguntando por ti. Tenía que buscarte y éste fue el primer sitio que se me ocurrió. Sé lo importante que es para ti. 

Hace tiempo le enseñé a Malú este lugar. Fue un día que parecía que nada podía salirme peor. Problemas en el trabajo, discutí con mi hermana, mi abuela empeoraba por momentos... Acudí a casa de mi chica en busca de apoyo. Recuerdo hasta la presión en el pecho y la falta de aire de ese momento. Mi novia me cogió de las manos nada más verme y me sentó en el sofá. Me pidió que le dijera algo, cualquier cosa, que pudiéramos hacer para olvidarme de todos los problemas. Jamás se podía haber imaginado que el único plan que me apetecía era sentarme en enseña roca que tanto sabe de mi y llorar. La llevé allí, con mantas y algo caliente para beber, y nos pasamos toda la  tarde y parte de la noche mirando el paisaje. De vez en cuando nos dirigíamos algunas palabras, pero no era necesario decir nada en esa situación. Ella lo sabía y se pasó abrazándome todo el tiempo. Así conoció el lugar por primera vez y lo ha visitado junto a mi en muchas más ocasiones. 

-Lo siento, Malú... Estabas en el baño, yo no sabía que hacer, los fotógrafos y los periodistas me agobiaban... - Bajo la cabeza y una gota diminuta desciende por mi mejilla. - Huir no era la mejor opción, pero lo hice. 

-Patricia... No tienes culpa de nada. Me he pasado toda la vida siendo yo la que huía de los problemas. Incluso hoy, que te he dejado sola ante el peligro mientras yo me escondía en el baño. La que tiene que disculparse soy yo. Esta noche te ha tocado a ti derrumbarte y me parece totalmente normal. 

- Malú yo te quiero, y creo que te lo he demostrado durante todo el tiempo que llevamos juntas. - Asiente y se le escapa una diminuta sonrisa. No miento si digo que mi único objetivo en la vida desde el día en que la conocí es hacerla feliz. - Pero el tema de la prensa cada vez me sienta peor. Entiendo que no te haga gracia que la gente sepa de tu vida privada, pero a mi me mata no poder ni pasear por Madrid contigo. Sé que te he dicho alguna vez que me da igual eso, que es una tontería, pero ahora me doy cuenta de que no es una tontería. Son las cosas básicas que hace una pareja normal y nosotras no las podemos cumplir. Yo quiero estar contigo, sea como sea, porque lo necesito. Pero también te digo que no hay cosas en nuestra relación que no me permiten ser tan feliz como quisiera. - Suelto el aire de golpe cuando termino de hablar. Quizás todas esas ideas llevaban mucho tiempo en mi cabeza y hoy han salido todas de golpe porque no podía retenerlas más. Ella tiene mi mano entre las suyas y la mira fijamente. Me da miedo que todas mis palabras le hayan sentado mal o que directamente no quiera saber nada de mi.

-Mi vida se resume en falta de valor... - Comienza a decir con varias lágrimas cayendo por su rostro. - En el fondo siempre he sabido que así no se puede ser feliz ni ser una pareja. He preferido ocultarlo, no pensar en ello, pero no puedo engañar a nadie. Yo tampoco soy plenamente feliz. Tengo falta de valor para enfrentarme al qué dirán, para someterme a preguntas de la prensa, para saber la opinión de mis fans, para ver las reacciones de mi entorno... Incluso cuando te dije que íbamos a contarlo poco a poco tenía el valor por los suelos. Lo único que pretendía era retrasar el momento. - Paso una parte de la manta por su rostro y le limpio. - Y por lo que peor me siento es por ti. Porque sé cómo eres de atrevida, y sé que no te gusta nada aparentar que eres alguien que en realidad no tiene mucho que ver contigo. Pero lo has hecho durante mucho tiempo por mi y, en cambio, yo a ti no te he recompensado nunca. 

-Si he hecho eso es porque he querido. Yo elegí aparentar ser alguien que no soy, igual que elijo estar contigo a pesar de todos los obstáculos. 

-Patri, eso es muy bonito y son todas esas cosas que me encantan escuchar, pero la realidad no es así. Vale ya de medias verdades. Esto tiene que acabar o ninguna de las dos vamos a ser felices... - Lo dice tan segura de sí misma que me tiemblan las manos y el corazón me va a mil. Las lágrimas vuelven a acumularse en mis ojos y me pongo muy nerviosa. 

-No, no. Me niego a terminar lo nuestro. 

-No vamos a terminar nada. Vamos a hacerle frente a los problemas de una vez. Lo vamos a contar y punto. Te quiero a ti. Conmigo. Felices y para toda la vida. Y la única forma de poder cumplirlo es derribar los muros y atreverme a hacer lo que nunca he hecho. 

-¿Estás segura de esto?

-No, pero los mejores momentos nunca vienen de decisiones fáciles. 



Sonrío y la beso con más ganas que nunca tras escucharla decir eso. Me encanta verla tan segura de sí misma y con esas ganas de comerse el mundo que también muestra cuando está subida a los escenarios. Sus ojos brillan entusiasmados y su sonrisa me vuelve loca. También en esa sonrisa irresistible percibo los nervios por lo que está a punto de hacer. Y yo estoy pletórica. Orgullosa de ver que va a dar uno de los pasos más importantes de su vida y lo va a hacer por mi. 

-¿Y cómo lo vamos a hacer? 

-Tengo la entrada de casa llena de periodistas y me parece una oportunidad genial. 

Se levanta apresuradamente y tira de mi. Hasta yo pienso que su plan es descabellado. Son más de las 2 de la mañana, pero da igual la hora cuando se trata de empezar a hacer realidad nuestros sueños. Nos metemos cada una en nuestro coche. El plan es ir a mi casa primero para dejar mi coche y, las dos en el mismo vehículo, llegar a su casa. Y así va sucediendo todo. Sin pausa. Mi chica no para de sonreír a la carretera y de contagiarme su positividad. Esta radiante con ese brillo en los ojos. Solo percibo un poco de nerviosismo en la última curva antes de llegar a su casa. Desciende el ritmo del Audi y traga saliva. Entonces soy yo la que besa su mejilla y le dice que todo va a ir bien. Asiente y vuelve a sonreír como no había parado de hacer en el resto del trayecto. 

Y, tal y como esperábamos, la entrada de su casa está llena de cámaras y periodistas. Son como una manada de perros hambrientos de exclusivas. Cuando ven nuestro coche acercarse a la casa comienza la estampida. El revuelo de gente de un lado para otro me agobia, pero gracias a Malú ya tengo la fuerza como para no derrumbarme y no volver a salir huyendo. Al contrario que en otras ocasiones, la cantante decide dejar el coche en la puerta y no meterlo en el garaje. Lo hace para que los periodistas nos vean y poder confirmar lo nuestro. Tengo dudas. No sé cómo va a decirlo ni cuál será la reacción de toda esa gente, pero deseo que pase ya. Cuando aparca, sale del coche y espera a que yo también lo haga. Las preguntas ya salen disparadas de sus bocas sin ninguna barrera. "¿A qué se ha debido el beso?, ¿confirmáis la relación?, ¿cómo crees que va a influir esto en tu carrera?" Podría responder yo misma a todas las preguntas, pero no es mi momento. Es el momento de que Malú tome las riendas. Coge aire un par de veces y después me agarra la mano. Sonríe. Parece estar más segura y yo también lo estoy. Empezamos a andar hacia la puerta principal a paso ligero y, justo cuando llegamos, mi chica se da la vuelta y mira a todas esas personas. 

-Creo que todo está bastante claro y no hace falta que diga nada, pero por si tenéis dudas y necesitáis llevar imágenes a vuestros jefes, os lo voy a poner fácil. - Me mira a mi y cuando me doy cuenta de sus intenciones me echo a reír. Me besa. Un beso largo aunque no es más que un contacto de labios. Algunos aplauden, otros nos ovacionan y otros no dicen nada. Cuando se separa empieza a reírse ella. Por fin la veo tan feliz como me gustaría verla siempre. Vuelve a girarse para ver a los periodistas. - Y ahora dejadnos un poco, por favor. Cuando las cosas se asienten hablaré. 

-Una última cosa, Malú. - Una joven chica con el pelo recogido y una gafas negras se atreve a romper el silencio. La cantante, con unas buenas formas que no sé de dónde las saca, asiente y espera la pregunta. - ¿Ha tenido que ver tu desmayo en el escenario con todo este tema del beso?

-Supongo que se me junto todo y sí, tuvo que ver. Pero ya estoy bien, no ha sido para tanto. Gracias por preocuparos. 

Abre la puerta de casa, nos mete a ambas dentro y vuelve a cerrar. Se deja caer en el suelo y respira seguidamente. 

-Lo he conseguido... - Murmura. - He conseguido ese valor que nunca he tenido. ¡Joder, me siento genial! - Se levanta y empieza a bailar pasos sin sentido. Me encanta verla así de feliz, pero aún me queda una pregunta en el tintero. 

-Es genial, pero Malú, explícame eso del desmayo. 

-No es nada, solo que me desmayé en el escenario por la presión. - Como salí corriendo de allí no me enteré de nada y ahora es cuando me siento culpable de ello. 

-¿Solo un desmayo? Amor, túmbate anda. Tendrás que reposar. 

-No te preocupes, el chico de la ambulancia me dijo que si no me dolía la cabeza es que todo iba bien y mírame qué bien estoy. 

-¿Ambulancia? ¿Para tanto fue?

-Cariño, me caí redonda en el suelo. 

-Joder, joder. Y encima en directo. Solo con imaginármelo se me pone un nudo en el estómago que...

-Eh, tranquila. - Rodea mi cuerpo poniendo sus manos en mi cintura y me mira a los ojos tiernamente. - Estoy bien, y ahora que por fin podemos ser plenamente felices juntas, no quiero malos rollos. Te quiero. Aquí. Conmigo. Y siempre.