domingo, 18 de septiembre de 2016

¿QUÉ HUBIERA PASADO? (2x46)

Jamás debí irme a trabajar fuera de España. Cada día que pasa lo tengo mucho más claro. Habíamos creado una vida estupenda, planes de futuro y nos apoyábamos la una a la otra con solo mirarnos a los ojos. Coger ese avión fue como saltar a la nada sin pensar lo lejos que está el suelo y lo dolorosa que iba a ser la caída. Era el trabajo de mis sueños, pero estaba siendo feliz sin él y no supe apreciarlo. Yo y mis ansias de más hemos conseguido perderlo todo. No tengo ni trabajo en el que refugiarme cuando tuviera días malos ni a esa persona que me sacaba de cualquier laberinto.

He cometido errores, lo sé. Me marché de España pausando toda mi vida aquí, dejé de lado a una persona que estaba dispuesta a dejar su carrera por hacerme feliz teniendo un bebé, tuve dudas de nuestro amor por alguien que me proporcionaba calor en un lugar extraño, no llamé las veces suficientes, no le repetí todos los días que la quería, que todo saldría bien. Pero lo peor de todo fue cuando ella misma me reprochó cada fallo y yo supe que tenía razón pero aún así la rabia me llevó a acabar con lo que más especial me hace sentir en el mundo.

Tampoco ayuda recibir por cualquier medio noticias suyas y que ninguna sea buena. Ha pausado su carrera musical. Eso es lo que dice la prensa, pero conociéndola seguro que sus palabras textuales se parecen más a un "no quiero volver a pisar un escenario". Además, han decidido que lo mejor es decir que el motivo de esta pausa es una crisis de ansiedad por el agobio que le ha causado el exceso de trabajo. Solo los círculos más próximos son conocedores de la realidad.

Las cámaras se pasan las horas en la puerta de su casa esperando poder comunicar un movimiento nuevo y eso me mata por dentro porque sé lo incómoda que se debe estar sintiendo entre las paredes de su propia casa. Más de una vez he estado a punto de salir corriendo hacia allí y descargar todas mis fuerzas en tirar esos objetivos al suelo y sacarla a ella de allí. Pero me arrepiento. Quizás lo mejor es que no sepa de mi, mantener las distancias para que se recupere. Ella al menos tiene suerte de no verme en la televisión ni oírme en la radio.

Afortunadamente, entre tanta carencia de verdad y dudas entre qué creer y qué no, tengo a su hermano José al otro lado del teléfono siendo sincero.

-No avanza, Patri. La noto igual que el día que me la encontré llorando en el suelo porque lo habíais dejado. Pero ha pasado una semana ya... - Pronto me arrepiento de haber preguntado por cómo está. -  No sale de casa ni siquiera para pasear a los perros. Mi madre está viviendo con ella porque por sí misma no es capaz ni de comer. - Cuanta más información más me duele el pecho. Una lágrima cae y sé que muchas van a venir detrás.

-Lo siento mucho, de verdad. No quería causar todo esto...

-Ahí no me meto. La relación es vuestra y si se terminó no voy a juzgarlo, aunque sabes que me encantaría que estuviérais juntas. - Admite. - También sé que tu no lo estás pasando bien. ¿Qué pasa con el trabajo?

-Lo que te dije. El lunes he quedado para hablar con el jefe que tenía cuando trabajaba en España y no creo que haya problema en recuperar mi puesto.

-Me alegro mucho, de verdad. - De pronto, el timbre de mi ático suena.

-José, tengo que dejarte. Luego hablamos, ¿vale?

-Claro. Un beso.

-Un beso. Por favor, cuídala.

Cuelgo tras unos segundos de bloqueo corporal y me levanto a abrir la puerta. Como me esperaba, es mi hermana entrando de golpe y diciéndome que no puede ser que sean las siete de la tarde de un sábado y yo siga en pijama. Sería peor aún si supiera que llevo así desde hace una semana, que ni siquiera he bajado a comprar gracias a que puedo pedir comida por el teléfono. Pero se da cuenta en cuanto pasa a la cocina y encuentra desorden y tres bolsas de basura llenas que no han sido bajadas. Rápidamente, recorre cada habitación subiendo las persianas y me obliga a meterme a la ducha. Cuando salgo ha hecho la cama, ha recogido la mayoría de trastos de la habitación y del salón, y se encuentra en la cocina intentando que vuelva a parecer un sitio higiénico en el que apetezca comer.

-Carol, no hace falta que hagas todo eso.

-No voy a dejarte vivir en una pocilga, hermanita. - Deja el trapo en la encimera y se acerca a mi. - Vamos a salir a tomar algo.

-¿Qué? ¡No, ni hablar! - Exclamo. - No tengo ganas.

-¡No vas a pasarte aquí encerrada ni un día más! Te tiene que dar el aire, ver a gente, hablar, escuchar música...

-Carol, yo solo quiero ver a una persona, hablar con una persona, escuchar la música de una persona...

-Lo sé y te entiendo. - Admite cogiéndome de las manos. - Pero te vendrá bien salir y tomar algo conmigo. Pensar en otras cosas.

-No sé si voy a estar bien ni aunque estemos fuera...

-Inténtalo por mi, por favor. - Miro al suelo y dudo sobre la propuesta de mi hermana pero finalmente asiento a pesar de la falta de ganas. - ¡Bien! Vamos a vestirte.

Mientras me pongo la ropa interior mi hermana abre y cierra cajones y armarios en busca del look perfecto. Rechazo un vestido corto rojo que parece de boda y una falda de brillos que hacía mil años que no me ponía. Acabo cediendo con un mono negro bastante básico combinado con unas cuñas altas del mismo color.

Del maquillaje y del pelo dejo que se encargue ella haciéndola previamente jurar que va a ser algo sencillo. Por suerte me hace caso y todos los tonos que usa para mi rostro son suaves, a excepción del oscuro que emplea para los ojos con la excusa de que así el verde resalta más. Cuántas veces habré escuchado esa misma frase saliendo de la boca de Malú. El pelo me lo deja suelto, muy natural, pero añade una pequeña trenza a un lado que hace algo de decoro. Cuando me miro en el espejo me sorprende volver a verme así. Al fin y al cabo, llevaba una semana sin apenas mirarme en los espejos y, cuando lo hacía, no encontraba nada bonito. Solo ojeras y restos de lágrimas.

Por último, cojo un pequeño bolso en el que llevar lo imprescindible y juntas salimos de casa. Me ha pedido ir en su coche, así que nos quedamos en la planta cero en lugar de seguir bajando para llegar al aparcamiento en el que tengo el mío. Pero pronto descubro que ha sido un error. Un par de fotógrafos aparecen del interior de un coche y me fotografían sin que pueda esperarlo. Repiten mi nombre cien veces y me preguntan qué se de Malú, si voy a verla, por qué he vuelto y un sinfín de etcéteras. Tiro de la mano de Carol acelerando nuestro ritmo. No quiero dar explicaciones, y mucho menos a esos desconocidos. Ni siquiera lo he hecho del todo con la gente que tengo cerca.

-¿Qué ha sido eso? - Me pregunta mi hermana una vez entramos en el coche y arranca.

-Te recuerdo que Malú y yo dejamos de escondernos hace un tiempo. Saben quién soy, dónde vivo, cuál es mi coche... - Abro la ventana queriendo que el aire limpio entre al cien por cien en mis pulmones. - Nunca me había pasado esto, antes solo acechaban cuando estaba con ella. Pero supongo que con todo lo que le está pasando quieren tener información de todas las fuentes posibles y yo soy uno de sus principales objetivos.

-¿Crees que estando fuera esta noche nos volverá a pasar?

-Espero que no... - Entonces, me paro a pensar que ni siquiera hemos decidido dónde vamos. - Oye, ¿se puede saber hacia qué lugar estás conduciendo? - Sonríe de manera pícara y me da más miedo que aquella vez que fuimos a aquel descampado para que probara lo que era conducir sin tener ni siquiera el carné.

-A un sitio al que llevas intentando sacarme de fiesta desde que cumplí la mayoría de edad.

-¿Qué? ¿Chueca?

-¡¡Sí!!

-No, no, no. - Me dejo caer de golpe en el asiento. - ¿En serio? Carol, no podías haber elegido un peor momento para empezar tus andaduras por el mundo gay.

-Deja de quejarte. ¿Qué le pasa a este momento?

-No solo conozco demasiada gente allí a quien no me apetece dar explicaciones, sino que además desde lo de Malú me reconocen demasiado más de lo que me gustaría.

-Pues vamos a un sitio discreto. Solo a tomar algo, nada de fiesta.

Tras mucho dudar entre unos bares u otros, me decido por el de una amiga de confianza. Hace mucho que no la veo pero nuestra relación cuando solía venir por esta zona era muy buena. Tiene un local tranquilo, con música ambiente, ambientado en el mundo del surf y el mar. Nada más entrar siento varias miradas clavarse en nosotras, tal y como esperaba. Además, varios de los rostros me son familiares. Rápidamente le pido al primer camarero que veo que le diga a Eva, la dueña, que estoy preguntando por ella. En menos de un minuto viene corriendo a mi y me da un abrazo.

-Tía, ¿qué haces aquí? Hace años desde la última vez que viniste.

-Mi hermana no conocía la zona y hoy le ha dado el venazo de venir.

-Oye, seguro que preferís pasar al reservado, ¿no? - Sin dejarme responder, empieza a andar y nosotras seguimos sus pasos. - Supongo que desde que sales en la tele y en las revistas se te hace difícil estar en sitios públicos sin sentirte observada.

-No lo sabes bien... - Murmuro. Nos lleva hasta una mesa bajita rodeada por un sofá semicircular. - Muchísimas gracias, Eva.

-De nada, amor. Decidme lo que queréis y hago que lo traigan, chicas. - Añade con una sonrisa de oreja a oreja. El cambio de pelo de la pelirroja le ha sentado definitivamente genial. - Antes de que os vayáis llamadme y me despido, eh.

-¿Y esas miradas? - Quiere saber mi hermana en cuanto Eva se aleja.

-¿Qué miradas?

-Patricia, por favor. Te estaba comiendo con los ojos.

-Deja de decir tonterías, anda. - Comento riéndome.

-No es ninguna tontería. ¡Además! - Refuerza el sonido de la voz en esta palabra. - Ha habido un momento en el que tú también le ponías ojitos... - Rápidamente le digo que eso no ha pasado. O, al menos, no lo he notado.

Para ser sinceros, si mi hermana me hubiera dicho esto hace unos años le tendría que haber dado la razón por completo. Mi historia con Eva fue corta e incompleta pero claramente dejó una pequeña huella en mi. Todo comenzó hace muchos años que a mi me parecen incluso siglos, cuando empecé a salir por este mundo y no pasaba precisamente por buenos momentos. Mi pandilla de amigas y yo descubrimos este bar y nos habituamos a visitarlo antes de ir de fiesta para beber algo y entonarnos un poco. En cuanto la vi llamó mi atención. Delgada, de pelo liso pelirrojo, brazos totalmente tatuados, cejas perfiladas y, lo más importante, esa sonrisa que nunca dejaba de lado. Desde que la conozco, calculo que unos diez años o más, nunca he visto que dejara de sonreír.

Ella siempre atendía en la mesa a la que iba con mis amigas, y a  mi siempre se me caía la baba cuando se acercaba. Era el hazme reír de mis amigas cuando me quedaba embobada. Un día las miradas empezaron a ser recíprocas y, poco después, hablábamos por teléfono cada noche antes de dormir. Siempre he pensado que yo estaba loca por ella y que a ella solo le parecía una chica mona con la que poder hablar. Aún así caía en sus redes sin poder evitarlo. Besaba a otras, acababa en camas con desconocidas, pero en quien pensaba cuando se me pasaba el efecto del alcohol era en ella. Y un día pasó lo que estaba deseando que pasará, sin la necesidad de que ninguna de las dos estuviéramos ebrias. Salí del bar a hablar por teléfono y ella estaba ahí, sentada en el bordillo jugueteando con su móvil. Me saludó con un gesto de mano y yo hice lo mismo. Cuando acabé de decirle a mi madre que estaba bien y que no me esperara para cenar me senté a su lado.

-¿Todas las madres son así de pesadas? - Pregunte mirando a la nada.

- Ya lo creo que sí. Vivo sola hace dos años y la mía parece que todavía me cambiaría los pañales encantada.

De golpe me eché a reír a carcajadas. Ella me acompañó en esta acción aunque ambas sabíamos que no había sido tan gracioso y que tanta risa era más bien fruto de los nervios que sentía al estar a su lado, hablándola de cerca. Y no recuerdo cómo dejamos de reírnos para juntar nuestras bocas en un tierno beso, pero pasó. Todas las mariposas que tenía en el estómago subieron hasta mi boca y pudimos compartirlas durante un rato. Disfruté de ese momento como una niña pequeña, y menos mal que lo hice, porque jamás volvería a ocurrir. Nuestras vidas tomaron rumbos diferentes y entendí que a pesar de que yo sentía que sus labios tenían que ser mi abrigo en todos los inviernos, ella solo veía los míos como aquellos en los que acomodarse alguna tarde de domingo y manta.

Ahora Eva tiene el pelo más largo, su cuerpo se ha apropiado de unas curvas mucho más atractivas y se maquilla de manera más natural. Y, sin lugar a dudas, lo que mejor conserva es su invencible sonrisa.

Reconozco que me está viniendo bien la salida con mi hermana a pesar de que no me saco por completo de la cabeza mis propios dolores y los que he causado en otra persona. La música, aunque es en tono bajo, me está depurando poco a poco. Y, sobre todo, mi hermana me está curando hablándome arbitrariamente de temas sin sentido. Series de televisión, deportes que ni siquiera sigo, grupos de música de los que perdí la pista hace tiempo... Pero consigue sacarme risas, y al fin y al cabo ese era su objetivo al venir a buscarme.

-Patri, me está llamando una amiga. - Dice mostrándome la pantalla iluminada de su móvil. - Ahora vengo.

-Vale, ¡no tardes! - Exclamo. No pasan ni un par de minutos cuando la dueña del local me toca la espalda y se sienta a mi lado.

-Después de tanto tiempo sin vernos tendremos que ponernos al corriente de nuestras vidas. - Comenta Eva dando un sorbo a la bebida que ha traído consigo.

-Me apuesto lo que quieras a que tu sabes mucho más de la mía que yo de la tuya.

-La verdad es que las habladurías de la gente y los paparazzis me lo han puesto fácil. - Esboza una tímida risa como si no supiera si el comentario me fuera a sentar bien o mal. - Cuando salió en la televisión que estabais juntas ninguna no los podíamos creer. - Supongo que con "ninguna" se refiere a ese grupo de amigas con el que solía salir y con el que ahora no tengo más vínculo que el que establecen las redes sociales.

-Pues más os hubiera sorprendido saber que para cuando toda la relación salió a la luz habían pasado años desde que empezamos. - Abre los ojos de par en par. - En serio. La conocí poco después de dejar este ambiente de fiesta. Me empecé a dedicar a la fotografía seriamente y justo en mi primer trabajo, cuando aún estaba en pruebas, la conocí.

-¡Qué fuerte! Te lo tenías bien callado...

-Es lo que tiene salir con una súper estrella de la canción... - Añado dándole un trago a mi bebida. Sintiendo que estoy hablando de más simplemente por el hecho de que aún hace daño.

-En realidad me ha sorprendido verte hoy porque leí que te habías ido a trabajar fuera. Además, hace nada han salido noticias de que Malú... - De golpe deja de hablar como si hubiera unido en su cabeza todas las piezas. Y parece ser que mi mirada, que pasa de sus ojos al suelo, le da la razón sobre la conclusión a la que ha llegado. No hay palabras en ese pequeño diálogo pero sí muchas verdades. - Hostia. Lo siento. Me siento muy idiota.

-No te preocupes.... No tenías porqué saberlo.

-Lo siento, de verdad. Llevo un rato hablándote de ella como si nada sin darme cuenta de lo que pasaba. - Ahora soy yo la que bebo de mi copa un largo trago. En la prensa no se ha publicado nuestra ruptura, pero su parón en la música, mi vuelta y otros datos son factores que te llevan a esa idea. - ¿Sabes una cosa? - Pregunta mirándome de nuevo a los ojos. Sigue sonriendo pero ahora de una manera más nerviosa a la habitual. - ¿Te acuerdas de el día que nos besamos?

-¿Qué si me acuerdo? - Se me va una sonrisa tan temblorosa como la suya. - Más bien creo que no lo podré olvidar.

-Pues siempre me he quedado con la espinita de que nunca volvió a pasar... - Si hay algo que no me esperaba era con certeza esa confesión. - Tenía tantas ganas de hacerlo prácticamente desde el día que en que te conocí que me supo a tan poco...

-¿En serio? Si te soy sincera creía que yo nunca había significado nada para ti.

-Me encantabas, Patricia. A veces te notaba súper receptiva conmigo pero en otras tan lejana... Después empezamos a hablar por teléfono y me volví completamente loca por ti. Pero después llegó el beso y de nuevo las dudas por no saber si te había gustado o no. No te noté nada clara y fuimos perdiendo el contacto, así que supuse que sería mejor dejarlo estar.

-Todo lo que estás contando es exactamente lo que sentí yo. - Reconozco muy fuera de lugar. - Me gustabas pero me ponías tan nerviosa que no sabía que hacer. No sabía si te gustaba o no. Si querías que te volviera a besar o dejarlo pasar.

-No me lo puedo creer... Ojalá hubiéramos sido más claras desde el principio. Todo hubiera sido tan distinto...

-¿Y esas miradas tan deprimentes? - Comenta mi hermana, que ya está de vuelta. - ¿Me he perdido algo?

-¡Nada! - Reacciono rápidamente y saco mi cartera del bolsillo. - Le estaba diciendo a Eva que ya nos íbamos pero que volveremos pronto.

-¿Cómo? ¿Ya? ¡Me queda medio vaso! - Después de varias quejas mi hermana por fin acepta marcharse. - Muchas gracias por todo, Eva. - Ambas se dan dos besos. Después, la joven se acerca a mi y sufrimos ese incómodo momento en el que te apetece abrazar a alguien pero puede que lo correcto sean un par de besos. Afortunadamente es ella quien toma la iniciativa y nos fundimos la una con la otra. Después de las confesiones y el rato juntas recordando momentos del pasado era necesario, casi como agradecimiento, o puede que como disculpa por haber sido tan tonta en un pasado.

-Espero volver a verte pronto. - Susurra en mi oído.

-Lo harás.

-Deduzco que tampoco me vas a contar qué ha pasado ahí dentro, ¿no? - Comenta mi hermana en cuanto salimos por la puerta del local.

-Deduces perfectamente, hermanita.

-Que sepas que esta te la guardo...

Ella misma, que era la que no había bebido nada alcohol, fue la que condujo de vuelta a casa. No fueron pocas las veces que intentó sacarme información, pero si soy sincera, es algo que quiero guardarme para mí misma sin mucho sentido. Pasó hace tanto. Ha llovido tanto que se han apagado todas las llamas, pero aún quedan los típicos "¿qué hubiera pasado?" que todo el mundo conoce personalmente. Y con eso juega mi cabeza durante horas cuando llego a casa, me tumbo en la cama y no puedo conciliar el sueño. ¿Qué hubiera pasado si hace unos años Eva y yo hubiéramos dado los pasos que queríamos en vez de retroceder por falta de impulso? Quizás después de aquel beso hubieran venido cientos. Las llamadas de por la noche podrían haberse convertido en caras a caras en la misma cama. Nunca hubiera tenido esa sensación de falta de valentía que tanto me persiguió un tiempo. Puede que hubiera durado tres noches de pasión o que perdurara ese amor hasta este mismo momento. A lo mejor nunca hubiera salido del mundo de la noche y nuestra relación se hubiera basado en celos, mentiras, noches en nuestra cama y días en las de otras. O puede que me hubiera enderezado, tal y como de verdad hice, y hubiera logrado una relación estable con una persona con la que no tener que disimular sentimientos ni fingir no conocer como a nadie en este mundo. Quién sabe si ella hubiera dejado su local, teñido de castaño y hoy en día se dedicase a responder correos que podrían cambiar el mundo en su propio despacho. O simplemente hubiera seguido ahí con el dinero justo para acabar el mes, pero sabiéndose feliz y con alguien con patatas para compartir al llegar a casa. De lo que estoy segura es de que fuera como fuera Malú hubiera seguido siendo la artista más importante del país. No importa si conmigo o con otros, pero hubiera sido feliz encima de cualquier escenario. Y me siento culpable por que estando conmigo, que he puesto por delante su felicidad a la mía propia, ha dejado la música. Entonces tomo conciencia de que nunca tenía que haber pasado a ser una fan que de vez en cuando iba a sus conciertos para bailar sus canciones a la chica con la que compartía todos sus secretos. Porque a lo mejor yo no hubiera podido ser sin ella después de haberla conocido, pero ella sin mi sí, y no dejé que fuera feliz.



Entre tanto vaivén de pensamientos por fin consigo quedarme dormida y, cuando me despierto unas horas después me encuentro posada sobre las sábanas y con el móvil vibrando sin parar sobre mi tripa. Aún con los ojos borrosos y la cabeza más en el mundo de los sueños que en el real, miro la hora en el despertador de la mesilla. Pasan las doce del mediodía. Cojo el móvil y me sorprendo al encontrar más notificaciones de las que puedo contar. De golpe me incorporo e intento entender lo que ha pasado. No tardo mucho en descubrir fotos mías de anoche: con mi hermana saliendo de casa, en el bar riéndome, abrazándome con Eva... Y los titulares son del tipo "La respuesta a los problemas de Malú", "Cada una por su lado", "Rompe la pareja más polémica de España" y similares.

Necesito saber cómo está, así que marco el número de su hermano inmediatamente.

-José. Lo siento, lo siento, lo siento. - Esas son mis palabras en cuanto descuelga. - De verdad que no pasó nada.

-No pasa nada, Patri... - Varias veces intenta que me tranquilice.

-Mi hermana vino a sacarme de casa y coincidimos con esa chica, que es una amiga de hace tiempo. Nada más.

-Lo sé, en serio. Te conozco bien. - Aunque sus palabras son con la intención de hacerme sentir mejor, no lo consigue.

-¿Cómo está ella?

-Me ha dicho que sabe que no estás con nadie y que todo son cosas sacadas de contexto por lo paparazzis. - Al fin algo que me alivia un poco. - Aún así no puede más. Necesita dejar de oír hablar de ti, de verte en la prensa, de que los rumores la han imaginarse cosas que no son...

-Lo entiendo... Siento lo mismo.

-Patricia, nos vamos a ir durante un tiempo.

-¿Cómo? ¿A dónde?

-No lo sé, pero la idea ha sido suya y creo que tiene razón. Lo siento, pero tiene que dejar de saber de ti hasta que todos los sentimientos que tiene se aclaren...