lunes, 22 de junio de 2015

CERRANDO UNAS PUERTAS PARA ABRIR OTRAS. (2x27)

-¡Jefe! - Exclamo abriendo la puerta de su despacho. Se sobresalta al verme ya que he llamado pero no he esperado a que me diga que puedo entrar. - Me voy, que ya son las seis.

-¿Cómo que te vas? Pero si tu horario acaba a las ocho.

-Ya, pero te pedí hace dos días salir hoy antes por motivos personales y me dijiste que sin problema.

-¿Sí? - No me puedo creer que no se acuerde. No solo se lo dije hace dos días, sino que le mandé un correo también para que no se le olvidara. Pero con este hombre ningún método es válido para remediar sus olvidos y despistes.

-Sí, jefe, sí...

-Pues justo hoy viene el presentador ese que está de moda y quería que le hicieras tú las fotos. 

-No, no, no. Hoy es imposible... Ya he dejado todo el trabajo hecho para irme sin problemas. Dile a Mónica que haga esas fotos. - Por la cara que pone, suspirando al techo, sé que mi propuesta no le convence. Mónica es una chica que está aprendiendo porque acaba de salir de unos cursos de fotografía, es obvio que aún le cuesta y es un poco torpe. A mi me cae muy bien. Es maja y no reírse a su lado resulta casi imposible, pero es cierto que como fotógrafa le queda bastante por aprender. Además, me recuerda mucho a mi en mi primera etapa y eso me enternece. - Está bien. ¿Pero qué es tan importante?

-Ya te contaré. Todo a su debido tiempo. 

Le guiño un ojo y salgo del edificio a toda velocidad. No llevo mucho tiempo trabajando en la empresa, pero ya he cogido confianza con todos los trabajadores. En especial con el jefe. Como ya era conocido de Malú, habíamos compartido alguna comida o alguna cena en casas o restaurantes. En cuanto me enteré de que él me dirigiría me alegré, pero a la vez tuve la necesidad de ir a hablar con Julio, mi actual jefe, y dejarle algunas cosas claras. La principal: que no quería ningún trato de preferencia. Me habían contratado por cómo trabajaba, no por enchufe o cualquiera de esas cosas. Al principió me tomó a broma, aunque cuando se dio cuenta de que lo decía plenamente en serio asintió y me aseguró que por él no habría ningún problema. 

Antes de aparcar en el sitio donde habíamos quedado ya la veo. Está sentada en un banco y, a pesar del pañuelo con el que se tapa parte de la cara en pleno verano, la reconozco. Es imposible no hacerlo cuando la he visto ya de tantas formas diferentes. Se acerca  y abre ella misma la puerta de mi vehículo justo antes de que yo lo haga. 

-Llegas tarde. - Comenta seria. 

-Yo también me alegro de verte, amor mío de mi alma y de mi corazón. - No puede contenerse y me deja vislumbrar una tremenda sonrisa en sus labios. -Lo siento, no he podido llegar antes. 

-No pasa nada, aún así vamos bien de tiempo. 

Caminamos hasta dentro del edificio que tenemos delante a un ritmo rápido y sin dirigirnos la palabra. No porque no tengamos nada que decirnos, ni porque estemos enfadas. Es por nervios y porque las dudas sobre algunos aspectos de nuestro futuro nos arrebatan las palabras. Lo único que tenemos claro ahora, aunque no sabemos por cuánto tiempo, o si aumentará o disminuirá, es que somos felices. Y estoy segura de que nada ni nadie podría acabar con este estado de plenitud en el que nos encontramos porque es imposible apartarme de alguien que no solo complementa mi vida, sino que también lo es. Tendremos dudas sobre cómo llamar a nuestro hijo, sobre cuál será nuestra nueva casa, sobre si las paredes serán blancas o azules... pero no dudaremos de que juntas estaremos bien. 

-¿María Lucía? - La doctora sale por una puerta y nos hace un gesto para que entremos en cuanto nos ve. No hay mucha gente esperando, así que no le resulta difícil distinguirnos. Claudia es médico de Malú desde hace muchos años, por lo tanto será más sencillo explicarle lo que queremos. Al entrar nos ofrece sitio y, con su habitual sonrisa amable, hace que me sienta cómoda. - Bueno, chicas, contadme qué sucede. 

-Lo explico yo si quieres. - Me dice la cantante. Asiento y le digo que lo haga con un pequeño hilo de voz. Estoy nerviosa, más de lo que creía antes de sentarme en esta silla. Si tuviera que contarle yo a la doctora lo que tenemos entre manos probablemente no sabría coordinar más de cinco palabras seguidas. - Hace unos días estuvimos contemplando la posibilidad de ser madres. Es algo que ya habíamos hablado alguna vez y que por unas cosas o por otras nunca hemos podido hacer pero, ahora que estamos asentadas tanto personal como profesionalmente, queremos tener un hijo. 

-Me alegro mucho de que hayáis tomado la decisión, chicas. - Claudia sonríe más que antes y eso hace que yo también relaje los labios y los curve. Parece que de primeras no hay inconvenientes. - Pero como vuestra doctora os tengo que avisar de que elijáis el método que elijáis será un proceso largo y, seguramente, complicado. - Ambas asentimos. No es algo que nos sorprenda aunque escucharlo de su voz me pone un nudo en la garganta. - Venga, empezad a contarme vuestras ideas. Es lo más inportante. 

- En principio no pensamos en la adopción. - Esta vez soy yo la que habla. - Y teníamos pensado que fuera ella la que se quedara embarazada. 

-Vale. Entonces supongo que la inseminación artificial es la primera opción. Además, yo os la aconsejo. - Le decimos que sí y nos explica en qué consistiría todo el proceso porque no lo teníamos del todo claro. Le manifestamos nuestras dudas respecto a los donantes, que es lo que más nos rondaba por la cabeza. - Con eso podéis estar tranquilas. Para donar hay que pasar unas pruebas, no puede hacerlo cualquiera, así que por la seguridad y la salud no temáis. 

Al menos yo, salgo de la cita mucho más tranquila de lo que entré, y la sonrisa de mi novia delata que ella también se siente cómoda. Nos ha dado otra cita la semana que viene para hacerle diversos análisis y pruebas y comprobar que se puede seguir adelante con la inseminación. Desde luego, este rato con Claudia ha aumentado nuestras ganas de avanzar en el proceso.

-¿Vienes a mi casa? - Me pregunta cuando estamos al lado de nuestros coches. Como cada una ha venido desde un sitio diferente, tenemos aquí ambos vehículos. - Además, si vienes podemos llamar a tu hermana para que venga a cenar y pedimos al... 

-Al italiano. - Interrumpo completando su frase. 

-Exacto. ¿Te parece? 

-Me parece que eres una gocha. - Me da la razón entre risas. - Y me parece que voy a llamar a tu hermano para que venga también con su novia. 

-Entonces a mi me parece que voy a decirle a tu hermana que traiga a su chico. 

-Me parece que solo quieres mirarle el culo al pobre Óscar. 

-Me parece que eres idiota. - Dice justo antes de pegarme un puñetazo en el hombro. - Pero que tienes razón. Madre mía, qué culo tiene. 

Ahora soy yo la que le devuelve el golpe y entro en mi coche. Muriéndose de la risa ella también se introduce en el suyo. Cada día es más tonta, cada día me pone más de los nervios y cada día la quiero más. Es la única persona en el mundo capaz de hacer que quiera matarla y hacer que quiera regalarle mi vida en el mismo segundo. Nadie más provoca en mí ese vaivén de sentimientos y esas aceleraciones de pulsaciones en mi corazón, más desatado que en su sitio desde hace mucho tiempo. 
 
Mientras voy a su casa llamo con el manos libres a su hermano, que se muestra encantado de ir a casa de Malú a cenar esta noche junto a su novia. Cualquier plan que tenga que ver con comer y amigos siempre le va a apetecer,  igual que a su hermana. En eso se parecen, al igual que en otras muchas cosas son muy distintos. 

-¿Has llamado a mi hermana? Tú hermano ya me ha dicho que sí viene. - Le digo saliendo de mi coche a la vez que ella lo hace de su respectivo vehículo. Me responde con un "sí" serio y apagado que hace que me gire de golpe para contemplar su rostro desencajado, nada que ver con el que me mostraba hace unos minutos. - Amor, ¿qué ha pasado? - Sin responderme se adentra en la casa y yo sigo sus pasos. No entiendo nada. - ¿Te ha dicho algo mi hermana? - Observo como se sienta en el sofá y, sin darme tiempo para llegar a su lado, rompe a llorar. Corro literalmente los metros que nos separan y la abrazo. Tiene que estar bien, sea como sea, porque soy incapaz de verla romperse entre mis brazos. - Malú, explícame algo por favor.

-Me ha llamado Rosa... - Empieza a relatar entre lágrimas. - Me ha dicho que los de La Voz querían que volviese a participar en el programa y eso. Estaba convencida de que iba a decirle que sí, y le ha extrañado que me negara... - Cesa un poco el llanto. - Entonces le he explicado que queremos ser madres y que tendré que pausar un poco mi carrera musical. - Me mira a los ojos, a punto de ahogarse en su lloro. - No te imaginas lo mal que le ha sentado. Dice que estaba consiguiendo muchos buenos planes para mí y que no podía tomar decisiones sin hablar antes con ella. Patricia, es mi vida y estoy cansada de depender de los demás. 

-Amor, yo te entiendo perfectamente. Ni ella ni nadie son quién para decirte qué debes hacer con tu vida. - Acaricio su espalda intentando calmarla. 

-Lo demás han sido gritos y más gritos. Ya sabes cómo me pongo de primeras. No he podido evitarlo.

-No te preocupes... Las dos tenéis mucho genio, pero lo solucionaréis. - Asiente y le limpio las lágrimas con las yemas de mis dedos. - Voy a llamar a tu hermano para decirle que no venga. 

-No, no. - Se niega rotundamente. - Ya he hablado con tu hermana y estaba encantada de venir con su novio. Además, quiero que vengan. Así me despejo y pienso menos en el problema con Rosa. No quiero comerme la cabeza con eso. 

Odio verla frágil. Observar como se rompe en mil pedazos. Soy la primera dispuesta a recomponer sus piezas rotas cuando le pasa cualquier cosa, pero también soy a la que más le duelen sus malestares. Sus lágrimas caen en mí como puñaladas, una detrás de otra, y solo puedo cerrar la herida si convierto cada gota que se desliza por su mejilla en una sonrisa. No soporto a la gente que hace que llore, y por eso mismo nunca he conseguido llevarme del todo bien con Rosa. Es una tremenda profesional pero en ocasiones le importa más el personaje que la persona que hay detrás, cosa que me irrita y me pone de los nervios. He visto a Malú sufrir muchas veces por sus hirientes palabras, y no soy capaz de perdonar eso a pesar de que también ha ayudado a la cantante en muchos de sus grandes éxitos profesionales. Mi novia sabe de mi poca afinidad con su mánager, y lo comprende, pero ambas sabemos que en el aspecto profesional nunca encontrará a alguien como ella. 

-¡Chicas! ¡Ya está aquí el alma de la fiesta!- Cuando rondan las nueve de la noche llegan José y Rebeca a casa de mi chica. 

-¿Qué fiesta, idiota? - Le replica su hermana. - Es una cena entre amigos. 

-Bueno, realmente es una cena de parejitas. - Dice Rebeca sonriendo. La chica es todo lo contrario a José: vergonzosa y le cuesta mucho abrirse, aunque con nosotras ya tiene confianza. 

-Sí, pero aquí nadie me ha dicho qué hay de cenar y es lo más importante. 

-Ni te lo voy a decir, cuñado. Por pesado te esperas a que vengan Carolina y Óscar. - Justo en ese instante suena el timbre y el guitarrista se comienza a reír. - Todos los tontos tienen suerte. 

Recibimos a la siguiente pareja con el mismo entusiasmo y las mismas risas que a la primera. A pesar de que Óscar ha llegado más tarde a nuestro grupo, se desenvuelve perfectamente entre nosotros, ya sea por madurez o porque simplemente es una persona muy agradable. Los primeros días que quedamos se mostró cortado, pero no tardó en abrirse. Con Jose al lado es difícil no caer en el juego de las bromas y los chistes. 

La comida italiana triunfa entre todos los invitados, cosa que Malú aprovecha para decir en mil ocasiones que ha sido ella la que ha elegido los platos. Lasaña, macarrones y algo de pizza ocupan la mesa, y la verdad es que tengo que asumir que todo está delicioso. Pero los mejores momentos llegan después, cuando cambiamos el vino por los mojitos y los refrescos por los gin tónics. Las lenguas se sueltan y los tapujos se pierden. Y, lo mejor de todo, es volver a ver a Malú riéndose y sin recordar lo que hace un rato la estaba haciendo llorar. A veces, algo tan simple como una cena entre familia, consigue hacernos dejar a un lado nuestros problemas más pesados.  

viernes, 19 de junio de 2015

UN RECUERDO BONITO (2x26)

-¿Un hijo? 

La proposición de Malú me pilla totalmente por sorpresa. Habíamos contemplado en otras ocasiones la opción de tener hijos en un futuro porque tanto a ella como a mi nos encantan los niños. Ya sea con su hermano o con el hijo de algún amigo disfrutamos con los pequeños. Es algo que siempre hemos pensado que teníamos que cumplir, tarde o temprano. Pero entre unas cosas y otras nos ha sido imposible. Antes de que me fuera a cuidar de mi abuela lo descartábamos por ser demasiado jóvenes y tener aún muchas cosas por descubrir en la vida. Y cuando volvimos, hemos estado más concentradas en nuestros trabajos que en aumentar la familia. Pero, ¿y ahora? La condición laboral de ambas es buena, tenemos una buena edad para ser madres y, sobre todo, la madurez necesaria. Aún así, tener un hijo no es como decidir tener un animal de compañía. Es mucho más que eso. Por eso mis dudas. Porque aunque me encantaría, no sé al cien por cien si sería una buena madre. 

-Sí, Patri. Un hijo. - Repite Malú con calma. - Mira, llevo un tiempo pensándolo y creo que es el momento. Tú tienes trabajo, yo también y nos veo preparadas. 

-¿Pero cómo? ¿Quién? Ni siquiera vivimos juntas. ¿Estamos preparadas? - Los nervios hacen que mi cabeza se llene de dudas y las expulse una detrás de otra. 

-Todo eso ya se verá. -Me acaricia las manos para tranquilizarme. -Tú solo dime si quieres tener un hijo conmigo. 

-¿Cómo no voy a querer tener un hijo contigo? - Se me escapa una sonrisa que casi deja ver cuál será mi respuesta. - Claro. Claro que quiero tener un hijo contigo. 

La cantante se lanza a mis brazos con una inmensa sonrisa en la boca. Me dice que me quiere y a mi el corazón me empieza a dar saltos. Y es ahí, teniéndola encima, sonriendo y feliz, cuando me doy cuenta de que he tomado la decisión correcta. No va a ser fácil, de eso también estoy segura, pero va a merecer la pena. Lo de ser madre, a decir verdad, solo me vino a la mente a partir de empezar mi relación con Malú. Antes me parecía una locura pensar en tener una responsabilidad tan grande en manos de alguien tan inestable como yo. Pero con ella es diferente, porque sabe hacer que me comporte como debo hacerlo en cada situación. Al igual que saca mi parte más loca, también despierta a la responsable que hay en mi interior. 

Lo que queda de tarde nos lo pasamos hablando de todos los aspectos relacionados con tener un niño. Estamos tan ilusionadas que incluso se nos olvida comer. Es a las cuatro y pico de la tarde cuando nos damos cuenta de que nuestros estómagos rugen y saco algo de picar. Y lo hago rápido para volver a su lado y seguir escuchando su voz emocionada por lo que estamos a punto de llevar a cabo. Hacía tiempo que no la veía tan contenta y con los ojos tan brillantes. Parece que en cualquier momento va a ponerse a llorar y va a inundar el mundo con su felicidad. 

El primer aspecto del que dialogamos es sobre cuál de las dos va a quedarse embarazada. Y, sorprendentemente, tiene claro que quiere ser ella. Dice que es a ella a la que se le ha despertado el instinto maternal. Aunque me parece una buena idea, le repito varias veces que lo piense bien, que no es una tontería que se pueda elegir sin pensarla bien, pero lo tiene muy claro. Nada de lo que salga de mi boca puede hacer que cambie de opinión, y tampoco voy a insistir mucho porque yo también prefiero que lo haga ella. El simple hecho de pensar que tengo a alguien con vida dentro de mi me genera mareos. 

Lo siguiente que comentamos son los métodos. Se nos pasan varios por la mente, pero como rechazamos la adopción, la acogida o salir de España para recurrir al vientre de alquiler, decidimos que será por inseminación artificial o fecundación in vitro. No lo decidiremos realmente hasta que nos vayamos al médico y le contemos la situación. Seguro que la doctora sabe aconsejarnos y, tras hacer las pruebas pertinentes, nos ayuda a tomar la mejor decisión. 

Y, uno de los temas que más nos altera aunque seguramente sea el menos importante, es sobre dónde vivir y formar nuestra familia. 

-Malú, mi ático está nuevo y todavía lo estoy pagando. - Intento explicarle por tercera vez. 

-¿Y qué hacemos? ¿Nos metemos ahí con el bebé y todos los animales? - Replica desesperada. Tiene razón y yo misma lo sé, pero me da rabia tener que dejar mi piso. - Creo que lo mejor es venir aquí. Nos dejamos de mudanzas y hay sitio de sobra. 

-Aquí me pilla muy lejos de mi trabajo, Malú. Me tendría que hacer cada día una hora de ida y otra de vuelta cuando desde mi casa no son ni treinta minutos. - Es verdad que mi piso no es una buena opción, pero también trato de hacerle ver que su casa tampoco. 

-Yo me llevo haciendo muchísimos kilómetros desde hace años y no me ha pasado nada... 

-Pero a partir de ahora vas a tener un hijo y necesitamos un sitio que tenga un poco de todo. Aquí solo hay casas y casas. Ni siquiera el hospital está cerca. - Por primera vez parece entender mi postura y resopla. 

-¿Qué propones? ¿Dejar tu casa y la mía y buscar un nueva? 

-Exacto. Un buen lugar que nos conceda algo de intimidad pero con un hospital cerca, un colegio al que no haga falta ir en coche, tiendas por si hay alguna urgencia... 

-Tienes razón... Pero eso va a hacer que tardemos más en tener al bebé porque primero tenemos que preocuparnos de la casa. - Añade no muy satisfecha. 

-Prefiero eso a tenerlo rápido y sin nada preparado. 

Finalmente, parece que acepta aunque sé perfectamente que no le hace gracia. Lleva muchísimo tiempo en esa casa y ya tiene su vida hecho ahí. Pero es etapa de cambios para las dos y, al igual que yo voy a abandonar mi precioso ático para apostar por una vida juntas, ella puede hacer lo mismo. En ningún caso quiero que piense que lo hago simplemente por molestar o porque no me guste su casa. Al revés, su casa me encanta por todos los recuerdos que me trae. Pero a la hora de tener un niño no es el mejor para habitar. 

-¡Ya verás cuando se entere tu madre! - Exclamo moviendo mucho las manos y riéndome cuando creo que ya no quedan temas importantes de los que hablar. 

-Respecto a eso... - Murmura con la cabeza baja. - Vamos a esperar para decirlo. Simplemente hasta que avancemos un poco, sepamos el método y todas esas cosas. ¿Te parece?

-Claro, cielo. Lo que tu prefieras. -Me quedo pensativa unos segundos mirando  a la nada. De pronto, noto como una de sus manos se desliza por mi mejilla tiernamente. 

-¿Qué te preocupa? 

-Nada... Solo pienso en mi madre. 

-Amor, haya pasado lo que haya pasado... Es tu madre y lo va a aceptar. Sé que el problema soy yo. Sigue sin aceptarme y no he puesto mucho de mi parte para que lo haga, pero te aseguro que eso va a cambiar. Tener un hijo requiere madurez y responsabilidad, así que voy a hacer todo lo que pueda para que tu madre se de cuenta de que no soy mala para ti. 

-Lo que me jode es que no se haya dado cuenta ella solita después de tanto tiempo. - Confieso con dureza. Desde la ultima discusión en casa de mis padres, mi madre y Malú no se habían vuelto a ver. Se llevan mal y, por consiguiente, la relación que tengo con mi madre tampoco es genial. No soporto que se lleve así con mi novia. - El mismo día que se lo digamos a tu familia se lo diré yo a la mía. Le guste o no, es mi decisión y no puede condenarme por quererte. 

Cuando pienso en la última vez que intentamos arreglar las cosas se me quitan por completo las ganas de volver a probar suerte. No quiero volver a tener que salir corriendo de una comida con el eco de los gritos de mi madre rebotando en mi cabeza, igual que impactan en un saco los guantes de un boxeador. Solo deseo que en algún momento se de cuenta de que, pasara lo que pasara con Malú, sé que quiero empezar y terminar todos mis días con ella. El pasado quedó atrás y de él he aprendido que no puedo estar con otra persona que no sea Malú. Porque no me imagino haciendo planes de futuro mirando otros ojos que no sean los suyos. Y tampoco querría ser madre con cualquiera que no fuera ella. 

-Ya que no hemos comido las hamburguesas que quería, ¿vamos a cenarlas? - Propone mientras camina hacia la puerta sin ni siquiera esperar mi respuesta. Y, como siempre, sonrío y voy tras ella. 

-Como el bebé salga tan hambriento como tú nos vamos a tener que prostituir para pagar tanta comida. - Intenta ocultar la risa mientras yo adapto mis manos a su cintura y le beso la mejilla de manera sonora. Juntas salimos de mi casa y caminamos por mi calle con un jugueteo de manos, como dos niñas pequeñas. Tira da mi pulgar, presiono su mano, acaricio su palma, pellizca mi anular... - Espera. - Freno en seco y me mira sorprendida. - Tengo una idea. - Agarro su mano y cambio de rumbo nuestros pasos. 

-No, no, no. - Murmura aminorando el paso. - Por favor. ¡Quiero las hamburguesas! 

-Se me ha ocurrido algo mejor. - Se queja en repetidas ocasiones, así que le digo que me espere ahí y entro en el bar para pedir las dichosas hamburguesas para llevar. Hay un sitio mejor que aquel en el que tomárnoslas. - Toma, pesada. - Le doy las bolsas y saco las llaves del coche, que está en la misma calle. 

-¿Qué se te ha ocurrido? 

No respondo. Una sorpresa es una sorpresa, y a mi me encanta tenerla intrigada. El trayecto no será de más de diez minutos, pero cuando acabo de arrancar ya está insistiendo para que le diga a dónde vamos. Le pido que se coma las patatas y así se calla y, como es habitual en ella, me manda a la mierda. Dice muchos lugares y no acierta ninguno. La verdad es que no sé ni cómo se me ha ocurrido a mi porque llevo sin ir casi tanto como ella. 

-Esto me suena... -Comenta mirando a todas partes cuando aparco y salimos del coche. Yo también observo a mi alrededor y me estremezco por todos los recuerdos que me trae esa calle, ese edificio y lo que hay en el interior. Han reformado la fachada, pero sigue teniendo la misma esencia. Entramos al portal, que está abierto y cogemos el ascensor. Le cambia la cara en ese mismo instante. - No me lo puedo creer. Ya sé dónde estamos. 

Le sonrío de lado y saco del bolso el llavero. Menos mal que nunca me dio por sacar de ahí las llaves de ese piso. Muchas veces las he visto y me han entrado ganas de venir, pero entre unas cosas y otras nunca he podido. Ahora estoy aquí, abriendo la puerta y llenándome de recuerdos. El lugar huele a cerrado y no hay ni una luz porque no hay nadie que pase por aquí desde hace mucho tiempo. Subo todas las persianas, abro todas las ventanas y admiro cada rincón. Ahí está: el piso de mi abuelo que usé como estudio durante mi adolescencia y el mismo lugar en el que Malú y yo hicimos el amor por primera vez. 

-No vengo aquí desde mucho antes de irme al pueblo... - Murmuro con la voz quebrada. Mi chica me abraza por detrás y apoya la cabeza en mi hombro. - Me trae buenos recuerdos. ¿A ti no?

-Claro que sí, amor. 

Pasamos lo que resta de día allí metidas. Todo está bastante sucio así que antes de cenar nos toca hacer una pequeña limpieza. Hacemos desaparecer el polvo y nos sentamos en el sofá, dejando la comida en la mesa. Malú solo ha estado aquí una vez, aunque muchas veces pensé en llevarla conmigo para compartir con ella mis fotografías. Pero por otro lado era mi refugio, para mi sola. 



-Se me ha ocurrido una cosa. - Dice de pronto mientras se relame de los dedos la salsa de la hamburguesa. Habla sin mirarme con expresión tranquila. - Podemos hablar con Aitor para que sea el padre del bebé. - Rompo a reír en cuanto lo escucho. 

-Eres idiota. 

-Lo digo en serio, Patricia. - Su mirada seria me bloquea. No tengo muy claro si me vacila o está de verdad proponiéndome esa descabellada idea. - Así nos dejamos de inseminaciones y eso. Vamos al método tradicional. 

-¿Se te ha ido la cabeza? Ni de coña. 

-¿Por qué no? 

-Porque no me da la gana que te tires a tu ex para que tengamos un hijo. - Cojo los platos y los llevo a la pequeña cocina, donde los tiró de golpe en el fregadero. Si no fueran de plástico se hubieran hecho añicos. Me parece surrealista lo que acabo de oír y en un momento se me han quitado de golpe todas las ganas de ser madre. 

-No entiendo el enfado... - Entra en la cocina mientras yo sigo moviendo cacharros sin sentido. Por poco me quemo con las velas que hemos tenido que poner para remediar la oscuridad del piso. 

-No me apetece hablar. Déjame. 

-Pero Patri... - Se acerca y se apoya en mi brazo, pero la aparto con un empujón. 

-¡Qué no!

-Patri... - Vuelve a mi y se acerca a mi oído. - ¿Cómo puedes pensar que estaba hablando en serio, idiota? - Paro de moverme cuando noto sus labios en mi nuca y en mi cuello. 

-Para. No me ha hecho gracia... -No me hace caso y sumerge sus manos bajo mi camiseta para acariciarme la tripa y la espalda. Trato de quitármela de encima, sin muchas ganas, pero se resiste y me quita la camiseta. 

-¿Quieres que intentemos tener un hijo tú y yo ahora mismo por el método tradicional?