sábado, 28 de mayo de 2016

AVIÓN DE IDA Y VUELTA (2x44)

Salta directa a mi en cuanto abro la puerta. Apenas me da tiempo a observar su rostro, pero no puedo dudar de quién es conociendo tan bien el singular olor de su pelo. Tras unos segundos de bloqueo, rodeo su espalda con mis brazos y la aprieto lo más fuerte que puedo, como si hubiera la posibilidad de que nuestros cuerpo se unificaran para no tener que despegarse jamás. Inclino la cabeza y presiono firmemente mis ojos contra su hombro para evitar formar un charco de lágrimas en su ropa. Intento relajar mis dedos, que sin preguntarle a mi cerebro se intentaban hundir en sus escápulas. Y tiemblo como lo haría una niña pequeña viendo una película de terror o una persona en bañador en pleno Polo Norte. Pero la realidad es que me siento segura porque sé que todas mis direcciones buscan su cuerpo. Mi norte se vuelve loco por aprender a surfear en las olas de sus cabellos. Mi sur se ríe tan solo con imaginarse las cosquillas de sus pies. Y mi este y oeste son capaces de plegarse, juntar sus vértices y disfrutar juntos de la calidez de sus abrazos.

Se separa ligeramente de mi para poder observarme. Todos mis esfuerzos por retener las lágrimas han sido en vano, y por sus mejillas también corren un par de gotas que ella misma borra con el dorso de la mano.

-Tenía tantas ganas de verte... - Susurra menos de un segundo antes de buscar mi boca. Juro que un estallido revienta mis sentidos cuando lo hace. Parece que se han juntado todas las estaciones en mi boca en ese preciso instante, porque no sé si tengo frío, calor, ganas de saltar o de tirarme sobre su cuerpo. Alzo mis manos para posarlas a ambos lados de su cara y hacer más profundo el beso. - ¿No vas a dejar de temblar? - Murmura con una sonrisa ente los labios cuando hacemos una pausa que sirve para recuperar el aliento.

-No quiero pasar más tiempo separada de ti. - Comento tajante. Y lo digo mucho más en serio de lo que ella puede imaginarse. Me da igual que sea el trabajo de mis sueños si no puedo disfrutarlo a su lado. He dicho y pensado esto tantas veces que suena a lema y repetición, pero esta es la vez más real porque ya me imagino tomando un avión hasta mi verdadera casa.

Malú se gira y coge la maleta que trae consigo y con la emoción del reencuentro había dejado al otro lado del marco de la puerta. Cuando entra, cierro tras ella. Observa el salón de la casa con una sonrisa en la boca. La encuentro mucho más preciosa que cuando la vi en persona en Madrid.

-Es muy bonita. - Añade mirándome ahora a mí. - Pero eres un desastre. ¡Mira cómo tienes la mesa! Pañuelos, botellas de alcohol vacías, vasos... - En ese preciso instante me acuerdo de lo de la noche anterior y mi cara cambia drásticamente. Empiezo a temblar pero de una forma diferente a la que lo hacía mientras nos besábamos, porque ambas oímos el sonido de la cisterna en el baño. Malú se gira de golpe y mira al pasillo. Después me vuelve a mirar a mí desconcertada. - ¿Qué está pasando, Patricia? - La respuesta le llega en modo de imagen cuando Nathan sale por la puerta de mi habitación.

-Hola, soy Nathan. Supongo que tu eres la novia de Patricia. - Se acerca a Malú y le tiende la mano para saludarla, pero ella no le corresponde. Además, dudo que haya entendido el inglés del actor.

-¿Me puedes explicar qué está pasando aquí y qué coño está diciendo?

-Malú, tranquilízate. - Le pido mientras me acerco a ella. - Él es Nathan, un amigo. Solo se ha presentado y pregunta si eres mi novia.

-¡Sé quien es! ¿Te crees que no veo la tele o las revistas?

-Pues solo es un amigo.

-Patricia y yo solo somos amigos, de verdad. Solo ha habido un par de besos pero ella está enamorada de ti... No puedo competir con eso. - Afortunadamente, Malú no ha entendido nada de su inglés, ni mucho menos lo de los besos. Si fuera así ya se estaría yendo de mi casa y a saber si volvería a verla.

-Nathan, no sabe ingles... - Le aclaro. - Será mejor que te vayas.

-¿Se puede saber qué cojones estáis diciendo? - El chico coge su chaqueta y el casco de la moto y sale rápidamente por la puerta, pidiéndome antes perdón. Un "lo siento" sin sentido porque si hay un culpable en todo esto soy solo yo.

-Él solo ha dicho que somos amigos y yo le he pedido que nos dejara solas para hablar. - Intento acariciar su brazo pero lo aparta bruscamente y empieza a andar de un lado a otro de la estancia.

-Si solo sois amigos, ¿por qué no me habías contado que le habías vuelto a ver después de esa sesión de fotos? ¿qué hacía aquí? ¿qué hace el salón lleno de alcohol? Y, sobre todo, ¿por qué me siento por primera vez engañada por ti?

Su última pregunta es la que más me rompe los esquemas y deja sin frenos al tren en el que estamos. Los ojos se me llenan de lágrimas y mi boca permanece sellada por falta de respuestas con las que arreglar todo este desastre. Camino despacio y me siento en el sofá mientas ella mira por la ventana. Entonces, empiezo a relatar la historia entera con la voz quebrada. Desde el principio hasta el final. Tiene razón, ya le había hablado de él tras la sesión en la que solo tenía ganas de matarle. De hecho, fue ella la que me dijo que le gustaba y yo no me lo creí. Y, a partir de ahí, no le conté nada de todo lo que había vivido con el actor. Poco a poco le relato cómo pasó de ser un niñato a convertirse en la única persona de Los Ángeles en la que podía confiar. No me dejo ningún detalle: la cena en su casa, la invitación al cine, los mensajitos al móvil, las vistas que me enseñó hace tan solo unas horas, los besos... Está claro que ocultándole las cosas no ha ido nada bien, así que decido ser sincera a sabiendas de que está en juego perder al amor de mi vida.

Cuando acabo tengo la cara empapada por las lágrimas y se me hace imposible dirigir la mirada hacia ella. Sé que la he traicionado y no sé cómo he podido llegar hasta este punto. Las señales eran claras desde hacía tiempo: yo le gustaba. En cambio, porque estaba sola o porque me caía bien, no quise apartarle de mi lado. He sido yo quien ha dejado que los sentimiento crecieran por parte de ambos, aunque de manera diferente, y ahora me encuentro atrapada en mi propio laberinto.

Las manos me tapan los ojos, pero segundos después escucho cómo camina en silencio, coge la maleta y sale por la puerta. Es ahí cuando más me quiebro por dentro. Las lágrimas se convierten en sollozos y las punzadas en el pecho parecen flechas de hierro ardiendo. Me siento igual que en nuestra primera ruptura, cuando su coche avanzaba por la carretera abandonando las fronteras de mi pueblo y yo me caía al asfalto rota en mil pedazos. Ese día ambas creíamos que era lo correcto porque obteníamos más lágrimas que sonrisas con la relación. Pero esta vez no era así. Ahora yo era la idiota que había estropeado todo y la única que podía solucionarlo, si es que existía la opción.

Aún destrozada y sin ver nada claro, salgo corriendo de mi casa para buscarla. No puedo perderla una vez más porque sería como perderme a mí misma y todo lo que he luchado por tener. Al llegar al portal dirijo la mirada en todas direcciones. La visión nublada me impide ver con claridad, pero finalmente distingo su silueta al fondo de la calle. Corro hacia ella lo más rápido que puedo y al alcanzarla la abrazo por la espalda como puedo con todas mis fuerzas.

-Perdóname, por favor. - Le ruego al oído miles de veces. - Lo dejo. Dejo Los Ángeles y me voy a Madrid contigo. Es el lugar de donde nunca tenía que haber salido. - Entonces, se gira y puedo ver en su rostro dolido que lo siguiente no va a ser un beso de reconciliación. Por el contrario, se deja caer en un banco que tenemos al lado y mira al cielo mientras las lágrimas siguen remando por sus mejillas. Lo único que puedo hacer es sentarme a su lado.

- Esta es la segunda vez que lo intentamos... - Murmura. - No sé cómo fui tan tonta de pensar que iba a funcionar. - Cada palabra que dice duele más.

-Nos queremos. Te quiero más que a nada, por eso lo intentamos de nuevo.

-¿Y tanto amor es suficiente? - Reaparece la pregunta que  ya nos hicimos hace tiempo. - Nos hemos empeñado en pensar que sí pero creo que el tiempo siempre nos hace ver que nos equivocamos.

-La distancia es la trampa, no el tiempo ni que algo entre nosotras vaya mal.

-Pero la distancia es parte de nuestras vidas. - Sentencia levantándose. - Quizá tenemos que asumir que no es posible. - Me pongo en pie con ella y tomo sus manos.

- No me creo que esto sea por lo de Nathan. Te lo he contado todo y sabes que solo han sido un par de besos tontos. Es a ti a quien quiero y con quien pretendo estar siempre.

- Tienes razón. Los dos besos han sido una tontería, pero venir y descubrir una mentira me ha hecho darme cuenta de que he tropezado con la misma piedra otra vez.

-¿Yo soy la piedra? - Pregunto alzando la voz. - ¿Después de todo lo que hemos vivido te atreves a decirme que he sido solo un obstáculo con el que tropezar? - Baja la mirada, se limpia los ojos y coge la maleta.

-Me voy, Patricia.

- ¿A dónde vas a ir ahora?

-A Madrid, donde debo estar.

-Ya te he dicho que me voy contigo...

-¡No quiero que vengas conmigo! Quiero que te quedes aquí, hagas tu vida y me olvides. Eso es lo que quiero intentar hacer yo.

-No, Malú... - Susurro. Pero ella ya se ha puesto en marcha y ya no tengo  fuerzas para seguirla y frenarla.


Me quedo en el banco una minutos siendo un mero cuerpo vacío sin nada que ofrecerle a este mundo que ahora se me queda tan grande. Aún no asimilo haber perdido de nuevo al amor de mi vida y esta vez las esperanzas de recuperarla son mucho menores. No puedo ver un futuro, ni a su lado ni sola.

Poco después he tomado una decisión y cojo mi coche directa a la empresa. No me he peinado, no me he arreglado y, por tanto, llevo la misma ropa que ayer. Mi aspecto es pésimo y al entrar por la gran puerta noto cómo todo el mundo me observa sin entender nada, pero Rachel es la única que se acerca y me pregunta qué ha pasado.

-Me vuelvo a España, Rachel.

-¿Cómo? ¿Qué ha pasado?

-Cosas con mi novia... O ex novia, parece ser. - Se me forma un nudo en la garganta al nombrarla de esa manera. - Ya te contaré, pero primero voy a hablar con el jefe.

Subo a su despacho y lo primero que le digo es que tengo que dejar el puesto, sin detenerme en saludos ni explicaciones. Simplemente le comento que las cosas en mi país no van bien y es allí donde debo estar. Trata de hacerme cambiar de opinión y, sobre todo, me explica que si me voy no habrá opciones de que vuelva a trabajar aquí, en la empresa de mis sueños. Pero en estos momentos eso es lo que menos me importa. Mañana mismo tendrán preparados todos los papeles y podré irme de Los Ángeles.

Sinceramente, no tengo ninguna esperanza de que mi relación con Malú se recupere después de lo que ha pasado hace menos de dos horas. Nos he visto tan rotas y con mil cables colgando sin saber cómo unirlos para que la corriente que teníamos continuara su camino. He sentido caer lágrimas frías en un lugar vacío y desamparado y el sonido que escuchaba era lo más parecido a una tortura que se me ocurre. Ya no sé si mi norte volverá a surfear por las olas de sus cabellos ni si mi sur escuchará de nuevo su risa cuando le haga cosquillas en los pies. Mi este y oeste se convierten en el Polo Norte solo de imaginarse sin sus cálidos abrazos. Pero, aunque no volvamos a estar juntas - y me mata pensar en esa posibilidad - de lo que sí estoy segura es que no pinto nada en Los Ángeles. No me vale de nada estar aquí si no puedo compartirlo con ella, aunque fuera en la distancia.

Solo me queda por hacer una cosa muy importante antes de abandonar ese lugar. Cojo mi coche y poco después estoy en la misma urbanización de lujo que días antes recorrí abrazada a su espalda. Ahora el motivo de la visita era muy distinto, al igual que las sensaciones que tengo dentro.

-Hola. - Saludo tímidamente cuando abre él mismo la puerta. - No sabía si estarías con todo el trabajo que tienes pero necesitaba intentarlo.

-En un rato me marcho, pero pasa, por favor. - Abre más la puerta y me hace un gesto para que entre.

-Patricia, siento mucho lo que ha pasado esta mañana. Bueno, siento mucho lo que ha pasado estos días. - Empieza a disculparse. - No sabía que tenías novia.

-No es tu culpa, Nathan. He sido yo la que he hecho mal las cosas. Os mentí a ambos y ahora he perdido lo que más quería.

-¿Tan mal se lo ha tomado? - Asiento y empieza el recorrido de lágrimas por mis mejillas que me acompaña desde esta mañana. - Lo siento mucho, de verdad. Si pudiera hacer algo...

-No creo ni que yo misma pueda hacer algo. Solo he venido porque soy yo la que tiene que pedirte perdón.

-No...

-Sí, Nathan. Has sido mi gran apoyo en este país. Y quiero que te quede claro que no he fingido nada contigo, pero sí me he equivocado en muchas cosas. Quizás al estar sola despertaste algo en mi que en otro momento hubiera sido imposible. Me has hecho feliz días en los que solo quería quedarme en casa llorando. - Necesito sincerarme con él y, principalmente, conmigo misma. - Si no fuera por ti hubiera abandonado este país hace ya mucho tiempo. - De pronto, da un paso firme y agarrándome de las mejillas une una vez más sus labios con los míos. Mis brazos se envuelven a su alrededor y noto cómo ahora no solo soy yo la que deja caer algunas lágrimas.

-Necesitaba besarte aunque fuera una vez más. - Aclara sin ni siquiera abrir lo ojos. - ¿Quieres que te cuente cómo me he sentido yo con todo esto? - Asiento y tira de mi mano hasta el sofá, donde quedamos sentados el uno junto al otro sin soltarnos. - El día que te conocí, como todos los anteriores, mi mánager me había dado las instrucciones de mostrarme frío y arrogante. Tal y como hice. Pero desde el primer segundo en el que entré y te vi supe que no iba a resultar tan fácil como otras veces. - Sonríe y me aprieta las manos. - Me encantaste y sabía que mostrando esa faceta mía tan desagradable no conseguiría nada contigo. Por eso volví a verte con la intención de pedirte perdón aquel día en que un chico intentó atracarte.

-Llegué a pensar que tú habías podido mandar a ese chico. - Confieso. Él es el primero que comienza a reírse aún con los ojos humedecidos.

-La verdad es que mi imagen de actor chulo reúne todas las cualidades para que pensaras eso. Pero el Nathan de verdad jamás te haría pasar por ese mal trago. - Me siento aliviada cuando me confirma que no fue él, aunque hace tiempo que empecé a saber que no era así. - Patricia, no creo en el amor a primera vista, pero cuando te conocí supe que iba a sentir algo por ti. No sé por qué, pero estaba segura. Por eso te invité a mi casa y quise que me conocieras de verdad, con mi perro y en mi casa. Y mientras intentaba que me vieras con otros ojos yo me iba enamorando de ti. - Levanto la vista y me encuentro su mirada directa a los ojos. - Sé que suena a disparate, pero eres de las pocas personas que me ha dado la oportunidad de presentarme tal y como soy. Con quien no he tenido que bajo otras fachadas para gustarle. Fue al contrario. Contigo tenía que ser yo mismo para sentirte más cercana. - Me acerco a él y ahora soy yo la que, moviéndome por un impulso, le beso.  Desde que le conozco ha conseguido que le vea de una forma muy distinta, pero nunca había llegado hasta el punto de enternecerme y llorar por tener que alejarme de él.

-Siento no poder ofrecerte más de mi...

- No sientas nada... Yo me he enamorado de ti y, por desgracia, tu ya tenías el corazón en manos de otra persona.

-Perdona por no haberte avisado de que tenía pareja.

-Patricia, me hubiera enamorado de ti de todas formas. Y estoy seguro de que ni siquiera hubiera intentado no hacerlo. - Me deja sin palabras. Nunca me habían gustado los hombres,a pesar de haber tenido mis deslices con algunos, pero con él era diferente. No podría ser su pareja, pero lo que sentía superaba la amistad. - Supongo que si has venido ha sido para despedirte, ¿no? - Asiento sin el coraje de mirarle a los ojos. - ¿Al menos podremos seguir en contacto?

-Si alguna vez vienes a España visítame, por favor. - Le abrazo fuertemente sabiendo que dejo a la única persona con la que me quedaría en este país.

-Te prometo que tan pronto como pueda tendrás que hacerme una ruta turística por Madrid.