jueves, 19 de febrero de 2015

VAMOS A PASARLO BIEN (2x21)

-¿De verdad quieres que tengamos un hijo? - Me pregunta totalmente desconcertanda. Me baja el ánimo en escasos segundos ver que le apabulla la idea de tener un hijo conmigo. ¿Tan raro es? Llevamos muchos años juntas, y ahora vivimos un momento bastante estable. 

-Pues sí, Patri... Y no sé de qué te sorprendes si ya hemos hablado de esto otras veces. 

-Malú, lo hemos comentado o incluso hemos bromeado sobre cómo sería tener un niño, pero de ahí a tener uno de verdad... - Resoplo. No me puedo creer lo que me está diciendo. - Es que no creo que este sea un buen momento. Mi carrera está en su mejor parte y tú estás en plena composición de uno de los discos más personales de tu vida. ¿Crees que tendríamos tiempo suficiente como para cuidar de un bebé?

-Yo por tener un hijo contigo sacaría tiempo de donde fuera... Y si tuviera que aplazarse mi disco, lo haría. - Hasta a mi me extraña oírme pronunciar eso. Siempre ha ido mi trabajo por delante de mi vida personal. Ahora todo está cambiando. No sé si para bien o para mal, pero no tengo queja y quiero disfrutar de cada momento como si fuera el último. 

-No digas eso, Malú. Llevas mucho tiempo queriendo hacer este disco y no vas a dejarlo por tener un niño al que podemos tener en otro momento... - Me giro y respiro lentamente. En el fondo sé que todo lo que dice es cierto, pero por otra parte me muero por compartir con ella algo tan importante. Se levanta y rodea al niño para tumbarse a mi lado. Me envuelve entre sus brazos y besa mi mejilla delicadamente. - Amor, tendremos un hijo. Te lo prometo. Solo ten paciencia. 

-¿Y será tan mono como tú? - Pregunto mientras me abrazo a su cintura. 

-No, será tan mono como tú, que es aún más. - Sonrío y alzo la cabeza para besarla. Quizá tiene razón. Quizá no es el momento para tener un hijo. No podríamos criarlo y educarlo como nos gustaría, así que será mejor tener un poco de paciencia y esperar a que ella disfrute un poco más de su carrera y yo acabe mi nuevo disco. 

Gran parte de lo que queda de noche nos la pasamos riendo y comentando en la cama cómo sería ser mamás. Patri decía que tanto si fuera niña como si fuera niño quería llevarle siempre vestido a la moda. Y viniendo de ella me lo creo. Seguro que lo primero que le pondría en los pies serían unas Converse y estaría deseando que tuviera un pelo manejable para poder ponerle cien mil peinados distintos. Me dice que le hará un book de fotos cada año para que veamos como va cambiando con todo lujo de detalles, y que vendrán a los conciertos a verme y cantar todas mis canciones. La veo tan ilusionada hablando de ello que me extraña que aún no quiera tenerlo. Ella quiere, o al menos eso dice, pero también quiere tiempo. 

-Si es chico se va a llamar Javier y si es chica Alexandra o Lara. - Digo a eso de las cuatro de la mañana. Ni siquiera tenemos sueño ni la intención de dormir. 

-Oye, ¿y mi opinión no cuenta?  - Pregunta mi chica indignada. - ¡Yo también voy a ser madre de la criatura! ¡Exijo tomar partida en la elección del nombre! - Empiezo a reírme al ver cómo se pone. Lo dice medio en serio y medio en broma, pero está muy graciosa cuando exclama esas palabras haciendo movimientos con los brazos. 

-Puedes ayudar, pero ya te digo que mucho me tienen que gustar los nombres que quieres como para que me convenzas de dejar los míos... - Lo comento con una actitud altiva que delata en todo momento que no voy en serio. Ella abre los ojos de par en par siguiéndome el juego. 

- Si es un chico... - Entrecierra los ojos y se pone a pensar. - Me encanta David. - Sonríe orgullosa de su elección. - Y si es una chica se tiene que llamar Taira. 

-¿Taira? - Pregunto extrañada. No solo no he oído jamás el nombre, sino que se muestra muchísima rotundidad y entusiasmo por él. - ¿De dónde has sacado tú ese nombre?

-Una amiga de cuando era enana se llamaba así. Fue muy especial para mi... - le brillan los ojos, parece que incluso se pondrá  a llorar en cualquier momento. - Siempre he tenido claro que si tenía una hija se llamaría así. 

-¿Debo ponerme celosa? 

-No, idiota. - Apoya la cabeza en mi hombro y sube las sábanas de la cama para taparnos. - Tendríamos unos doce años. Era la típica amiga con la que compartes todo el día y muchas noches. Nos conocíamos desde muy pequeñas porque íbamos a la guardería juntas, y a partir de ahí nos convertimos en inseparables. Uña y carne. Éramos como un pack. Si veías a una de las dos, la otra estaba cerca seguro. - Silencio. Traga saliva y se prepara para seguir hablando. - Pero un día se fue. En ese momento fue un bajón para mi totalmente. Supongo que quiero que nuestra hija se llame Taira porque es alguien que marcó mi infancia. 

-¿Por qué se fue? - Me atrevo a preguntar en voz baja. 

-Nunca he sabido la verdad. Hay quien decía que sus padres se separaron y se tuvo que mudar, otros dicen que su padre encontró trabajo allí...

-¿Dónde? 

-En Tenerife. 

-¿Y nunca ha pensado en buscarla? 

-De pequeña lo pensaba continuamente, pero era una niña... El tiempo pasó y lo dejé. Y ahora... No creo que ni siquiera se acuerde de mi. Es demasiado tarde. 

No hablamos más del tema porque noto que le afecta. Simplemente la acojo entre los brazos y respiro el aroma de su cabello hasta que se queda dormida. No sé quién es esa chica, no sé nada de ella, pero soy consciente de que es importante. Se arrepiente de no haberla buscado en su momento, pero era una niña. No tenía ni los medios ni la posibilidad de ir a buscarla a Tenerife. 

Poco después me quedo yo también dormida, cuando el peso de mis pestañas se multiplica por mil y no puedo más. Pero no tardo mucho en despertarme. Nos dormimos demasiado tarde y la mañana llega pronto, con un sol resplandeciente que se asoma por los espacios que deja la cortina de mi habitación. Aún así,  a pesar de la claridad, no es por eso por lo que me despierto. Unos ruidos hacen que abra los ojos y mire a mis lados asustada. 

- Patri. - Le doy golpes con la mano hasta que se despierta y me mira. - ¿Está mi hermano ahí contigo? - Mira a su izquierda y no hay nadie. Se levanta a la velocidad del rayo y sale de la habitación nombrando a Josete. Voy tras ella asustada, pero no tardamos en encontrarle. Él era el emisor de los ruidos que me despertaron. Está en la cocina con unos cubiertos en la mano y abriendo la nevera. - ¿Se puede saber qué haces, enano?

-El desayuno. - Responde como si nada. Sigue a lo suyo, echando la leche que acaba de sacar de la nevera en un vaso. Mientras vierte el líquido parece que la botella pesa cientos de kilos y le tiembla la mano. Patri da un par de pasos más y es ella quien llena el vaso. 

-¿Llevas mucho despierto? - Pregunto a la vez que me estiro y se me escapa un enorme bostezo. 

-Un montón. También os he hecho el desayuno a vosotras. - Nos señala un par de bandejas que reposan sobre la encimera. Ambas contienen un vaso de leche, una rebanada de pan de molde y una manzana. - El pan no sabía calentarlo. - Confiesa mientras se remanga el pijama de Spiderman. Sigue danzando por la cocina como si fuera un pequeño hombre. No puedo contener la risa cuando se acerca a la pila y comienza a fregar unos cubiertos. 

-Deja eso, anda. - Le cojo en brazos y le siento en la mesa. - Vamos a desayunar y luego ya limpia tu cuñada. 

-¡Oye! ¿Y por qué no limpia su hermana? - Exclama mi chica ofendida. Se sienta a nuestro lado y en un abrir y cerrar de ojos junto sus labios con los míos. - ¿Me estás intentando sobornar con besos? 

-Para nada. - Miento. Vuelvo a besarla. Ella es mi mejor desayuno. 

Mi padre siempre dice que mi hermano pequeño es un revoltoso y que hay que tener mucho cuidado con él, pero yo nunca he visto esa faceta suya. Siempre se porta de manera ejemplar. Tanto Patricia como yo estamos deseando tener huecos libres que pasar con él. El pequeño es todo mimos, ternura y risas. Rara vez le he visto llorando o enfadado. Debe de ser verdad eso que dicen de que los niños son totalmente diferentes cuando están con sus padres que cuando están con cualquier otra persona. 
Durante el desayuno nos cuenta mil cosas, cientos de historias que a saber cuánto tienen de verdad y decenas de carcajadas acompañan cada segundo. 

-¡He hecho una cosa! - José baja con un salto de la silla y desaparece por la puerta de la cocina. Le pregunto a mi novia si sabe de qué se trata pero no tiene ni idea. El niño aparece segundos después con una bandeja entre las manos. La deja cuidadosamente sobre la mesa y cuando veo lo que ha hecho no sé si reírme o comérmelo a besos. Con los cereales con forma de letras ha escrito "Patri y Malú". 



Patricia y yo cruzamos miradas anonadadas y después observamos al niño, que tiernamente nos sonríe a ambas orgulloso de su sorpresa. Lo siguiente es lanzarnos sobre él y darle achuchones y besos hasta que le entra el hipo de tanto reírse. Yo no sé cuándo, si en breve o en un tiempo, pero necesito tener a un niño al que criar y con el que compartir mi vida. 

Se llevan a  mi hermano a la hora de comer y esa misma tarde tengo que ir al estudio. Estoy preparando las nuevas canciones añadiendo algún instrumento para probarlas y ver cómo quedan. Patricia no tiene que hacer nada porque es día libre para ella y se presta a acompañarme. Le emociona tanto como a mi poder escuchar por primera vez los ritmos de las canciones que tanto tiempo llevan escritas en mis papeles. Ella ha sido testigo de mis días de máximo esplendor con las letras. Me sentaba en la cama con mi cuaderno y salía una canción en un abrir y cerrar de ojos. Pero Patricia también ha conocido la otra cara. La de esos momentos en los que nada salía y lo único que había en la cama eran trozos de hojas rotas que acabarían en la papelera. Y siempre ha tenido las palabras correctas para hacerme avanzar. Para no dejarme caer, no rendirme. Por eso mismo se merece estar en el estudio tanto como yo. Es clave para mi que esté allí. 

Cuando llegamos al estudio todavía no ha llegado mi hermano. Con él es con quien hemos quedado para probar el ritmo. La próxima semana vendrá Rubén para añadir el piano y sobre todo dar el visto bueno. El estudio es especial. Nada de grandeza. No pertenece a un edificio donde decenas de diferentes artistas pasan por allí para ensayar. Se trata de un pequeñísimo piso en pleno Madrid, oculto en el interior de un modesto edificio entre calles poco transitadas. Lo elegimos así por la intimidad que nos proporciona. Lo compramos, lo adaptamos para poder usarlo como estudio y ahora estamos totalmente encantados con el resultado. Tiene un baño, una sala para componer y para las charlas con sofás y una mesa y, por último, la sala de grabación. No tiene la calidad suficiente como para grabar allí un disco pero para ensayar o hacer maquetas es estupenda. 

Nos sentamos en los sofás a esperar a mi hermano y Patri me pide que le enseñe las letras de las canciones que he escrito. Saco de mi enorme bolso una carpeta que las contiene. Por ahora son cinco y una inacabada que está provocando que me estalle la cabeza. No consigo las palabras exactas para expresar lo que siento. 

Aunque la mayoría de mis composiciones son románticas, no todas van dirigidas a Patricia. A veces escribo pensando en ella, pero en otras ocasiones cuento sentimientos que tuve con otras parejas, personas que me volvían loca o incluso, historias de alguna amiga. Y me encanta. Me encanta sentirme tan inspirada que me sale una canción de la forma más inesperada. Por fin siento que algunos recuerdos recuerdos sirven para algo más que para machacarme. 

-Cari, cuando escribes estas canciones te pones super empalagosa. - Comenta extremadamente seria cuando le termino de cantar una de mis estrofas favoritas. Me contagio la sobriedad hasta que, sin más, rompe a reír. Su risa siempre ha sido brisa, y lo sigue siendo. - Es broma. Es preciosa. Sabes que me encanta todo lo que escribes. 




-Sí, lo sé, aunque no logro entenderlo. No escribo nada bien. 

-Tus letras son especiales. A lo mejor no usas las palabras más cultas, o no sabes escribir tan magistralmente como otros, pero sabes transmitir. - Me da su opinión y la escucho atentamente. Sé que ella me es  sincera. - Demuestras que no hace falta estudiar carreras para sentir y contagiar esos sentimientos a los demás. 

-Tú escribes mejor que yo. - Admito. Siempre le ha gustado escribir todo lo que se le pasa por la cabeza. Tiene cuadernos y cuadernos repletos de textos, aunque no me suele dejar leerlos todos. Dice que le da vergüenza. Pero a veces, cuando me lo permite, sus escritos me llevan a otro mundo. Desde el verso a la prosa, todo lo que plasma en los papeles es magia. Aún así, dice que no quiere dedicarse a ello. Que lo hace porque le gusta y es una parte muy íntima de ella. - Algún día te tienes que lanzar y escribir un canción. 

-Quita, quita. Yo para eso no sirvo. - Miente. Lo haría de maravilla. - Además, tengo planes mejores. 

Se levanta corriendo y apaga la luz. Pego un pequeño grito y le pido que la encienda. Mis súplicas no sirven para nada y me empiezo a poner nerviosa porque en ese cuarto no entra ni la más mínima ráfaga de luz. Oigo pequeños ruidos, la siento cerca, pero no sé más. De pronto la tengo encima de mi. Se sube a mi cuerpo poniendo una pierna a cada uno de mis lados. Lo siguiente que siento es su boca sobre la mía. Sus labios se mueven despacio y contagian tal movimiento a los míos. En un momento dado acaricia con la punta de su nariz mis mejillas y acaba besándome delicadamente los párpados. El corazón me va a mil cuando hace esas cosas. Las cosquillas me recorren de punta a punta y me hacen sonreír. Como siempre. La sorpresa me la llevo cuando desplazo mis manos para agarrarle la cintura y me doy cuenta de que no hay ni una fila tela de ropa. 

-¿Qué haces? ¿Estás desnuda? 

-No. Todavía. - Me agarra ambas manos. Una de ellas la dirige hacia su trasero y me descubre que aún queda una fina tira que forma parte de su tanga. La otra mano me la lleva a uno de sus pechos, cubierto por un sujetador. La temperatura que he alcanzado puede provocar en esos momentos un incendio, pero en cuanto me  acuerdo de que mi hermano está a punto de llegar se me pasa. 

-Amor, para. Para. Va a venir mi hermano en breve. - Mientras le pido esto sus besos por el cuello me hacen jadear. 

-No va a venir aún. Tranquila. - Me niego. Trato de moverme y quitármela de encima pero el deseo me puede cuando palpo su vientre plano, desnudo, y vuelve a besarme. Esta vez le correspondo. Y no sé cómo, ni por qué, pero de pronto coge mis muñecas y rápidamente noto unas esposa de terciopelo que me inmovilizan. - Vamos a pasarlo bien.