miércoles, 29 de marzo de 2017

Americano pisando Madrid (2x50)

–Oye, ¿por qué no te duchas conmigo? –digo con tono pícaro mientras tiro de su brazo hasta que nuestros labios se juntan.

–No me apetece. –responde contundente poniendo distancia entre nosotras.

–Vamos, Malú. Cambia el chip. Nathan solo es un amigo que ha venido a España y quiere vernos. –Salgo de la ducha y me rodeo una toalla alrededor del cuerpo. Ella está frente a mi, con el cuerpo apoyado en el lavabo y la mirada perdida en alguna de las baldosas del suelo, que empieza a estar mojado por el efecto que crean las gotas de mi pelo al impactar contra él.- No es tan raro.

–Querrás decir verte –corrige ella. - ¿O hace falta que te recuerde lo que el tal Nathan quería hacer contigo en Los Ángeles? 

–En serio, ¿quieres relajarte amor? –me acerco a ella y pongo ambas manos en su cintura. ­–Olvidemos todo eso por favor, es un buen tío. Confía en mí. - Me enredo bien en la toalla y doy un paso hacia adelante.

–Está bien… –asiente no demasiado convencida, con los brazos aún bloqueando su cuerpo.

Por alguna extraña razón me encantan su cara y sus gestos cuando está celosa, y ahora lo está. Sonrío al mirarla, la acerco completamente a mí rompiendo la barrera que estaba creando y la beso lenta pero intensamente con la intención de despejar todas sus dudas.

–Tonta… –susurro en su oído mientras la abrazo fuerte.

–¿Podemos quedarnos así para siempre? –pregunta sin deshacer el abrazo.

–Nada me gustaría más, pero tenemos que atender a nuestros invitados –digo separándome y dejándole un beso en la frente. –Me voy a vestir, anda.

–Hazlo, solo falta que él te vea así… - Me río en silencio mientras niego con la cabeza. - ¡No te pongas muy mona! - Bromea.

 

Aprovecho la ducha de Malú para enviarle un whatsapp a Nathan con la dirección de nuestra casa. Escasa media hora después suena el timbre y miro a Malú, le pido calma con la mirada y las manos, aunque en el fondo soy yo la que tiembla.
Abrimos la puerta juntas. Ahí está, el tío que más odie y a la vez más quise en toda mi aventura por tierras californianas. El chulo insoportable de las sesiones de fotos, el chico adorable que se encargaba de enseñarme la ciudad desde las alturas. Demasiados recuerdos en tan pocos segundos… Ahora tengo muy claros mis sentimientos, aunque me hizo dudar, y eso nunca me lo perdonaré a mi misma. Pero tras este tiempo de estabilidad, de estar con ella y de reflexionar, he comprendido que si alguien podía provocar mi desequilibrio emocional, solo podría ser él. Por la forma en que rompió su coraza y supo demostrarme que todo león lleva dentro un pequeño cordero. Porque me enamoran esas personas a las que hay que ir desenvolviendo, quitando capas y prejuicios, para encontrar el caramelo que tienen dentro. Y no hay muchos así. Odié su sombría fachada, pero cuando me permitió descifrar su enrevesado mapa comprendí sus actos, y tan solo sentí pena por cómo las circunstancias le obligaban a ser. No volveré a dudar de mi amor, ni de mi orientación, pero ya que lo hice, estoy feliz de que fuera con una persona tan especial como él me lo resulta, y con la que todo el mundo debería tener el placer de compartir miradas, risas y alguna que otra confesión nocturna entre un delicioso plato de pasta y un buen vino.

Nos miramos a los ojos y sin decir nada nos fundimos en un intenso abrazo. Han pasado varios meses desde que volví de los Ángeles, y también demasiadas cosas en ese tiempo. Miro a Malú cuando todavía estoy en brazos de Nath. Tiene celos, lo sé. Intenta disimular con una sonrisilla tonta, pero la conozco demasiado y ella lo sabe.

–Cariño, ven aquí –digo cogiéndola de la mano y llevándola hasta Nath. –Vamos a hacer las presentaciones de manera correcta.

Malú me mira alzando una ceja y Nathan me mira de manera parecida porque no se está enterando de nada de lo que estoy diciendo, pero no borra su perfecta sonrisa en ningún momento.

–Nath, esta es Malú. Y Malú, él es Nathan. - Les pongo a uno frente al otro, y puedo palpar la tensión en el ambiente hasta con los ojos cerrados.

–Hola, Malu. -pronuncia en un regular español sin acentuar su nombre. Suena tan raro que me hace reír, igual que a ella.

–Dos besos, ¿no? ­–repito lo mismo pero en inglés para que Nathan me entienda. Rápidamente caigo en que esto de los idiomas va a ser un caos.

-Mejor un abrazo. - Velozmente se lanza a mi novia y la envuelve con su enorme cuerpo. A su lado parece aún más pequeña de lo que ya es. Ella, que no había entendido las intenciones del actor, se queda bloqueada ante la acción​, pero tras dos segundos de forcejeo consigue sacar los brazos y acompañarle en el abrazo. Ni siquiera yo me lo esperaba. Me alegra ver las intenciones y la actitud que trae Nathan. Se separan un poco después, entre risas, aflojando la tensión.

Recuerdo la primera vez que se vieron, cuando el joven salía de mi habitación y todo el salón estaba lleno de botellas de alcohol. Aún tiemblo si recuerdo la cara de Malú… Fue el típico momento “esto no es lo que parece” en el que quieres que se acabe el mundo, que te trague la tierra, o lo que sea, con tal de no tener que dar explicaciones. No era lo que parecía, al menos no lo que ella creía, aunque seguramente yo también lo habría pensando si hubiera sido al contrario.

–Nath ¿quieres tomar algo? –le pregunto mientras pasamos directamente al salón –Siéntate, estás en tu casa.

–Gracias. Muy bonita, por cierto –sonríe. –Lo que sea, mientras no sea whisky… –sonríe clavando sus ojos en mi y no puedo evitar ponerme nerviosa, sé que se refiere a lo de nuestra última noche.

–Tranquilo, en esta casa no tenemos whisky, no vaya a ser que luego tengamos que arrepentirnos de algo. –digo sin dejar de mirar a Nath. Y ahora es cuando doy las gracias de que Malú no sepa inglés.

–Bromeaba, un café estaría bien. Dicen que el café de aquí es mucho mejor, así que habrá que comprobarlo.–dice el chico mientras se quita la chaqueta y se sienta en el primer sitio que le viene bien.

-Mucho mejor… ¿cariño, café? –me dirijo esta vez a Malú, que sigue de pie a mi lado.

-Sí, pero deja, ya los preparo yo. No me dejes sola con él porque entre que le odio y que tenemos que comunicarnos a gestos, va a parecer que estamos jugando al party.

Me río por lo que acaba de decir y acepto su propuesta. Está más relajada, lo que quiere decir que ese odio del que habla ha disminuido. Se dirige a la cocina y yo me siento al lado de Nathan.

–¿Quéntal con ella? –me pregunta el chico.

–Ahora bien. Pero no hemos pasado por momentos buenos después de mi vuelta. Ya sabes, ella pensó que tú y yo teníamos un lío, yo le conté que nos habíamos besado… En fin.

–Lo siento, Patricia. Siento que tuvieras que pasar por todo eso por mi culpa.

–No fue tu culpa… Fuimos los dos. Incluso peor por mi parte, que tenía pareja. Tú ni siquiera lo sabías.

–Ya estoy aquí. –dice Malú mientras llega con una bandeja con tres cafés. ¿Azúcar, Nathan? –Le hace un gesto señalando el azucarero. El chico acepta con una gran sonrisa y esta le echa un par de cucharadas hasta que él la para haciendo un gesto con la mano.

–Amor, ¿no le habrás echado sal? Que nos conocemos...

–Oye ¿por quién me tomas? Si me pongo a hacer bromitas le habría echado laxante o algo parecido -me mira con esa cara sarcástica que nunca me permite diferenciar entre realidad y ficción.

–Malú…

–Que es broma mujer. Bueno, ¿qué me he perdido? La verdad es que está bueno el niñato, eh. - suelta mientras se sienta con nosotros y muestra una sonrisa que no concuerda con su frase, para disimular. Nada mejor como que no te entiendan para decir lo que te apetece.

–¿Tengo que preocuparme yo? –digo alzando una ceja - Pregunta que de qué hablábamos –saco de dudas a Nathan cuando me mira sin entender nada.

–Yo… - Nathan gira el cuerpo hacia Malú y la mira directamente. - Siento haberme metido en medio de vuestra relación. Hacéis una pareja muy bonita.

–Uy, ese tema mejor no lo tocamos… –Le guiño el ojo a él y me dirijo pícaramente a ella. –Dice que le gustamos las dos, que si hacemos un trío –comento seria.

Se atraganta con el café nada más oírme decir la última frase, se lo quito de la mano y lo dejo sobre la mesa. Me río cuando veo que está bien, que solo ha sido un pequeño susto.

–Eres gilipollas –exclama mientras me pega en la pierna.

–¿Estás bien, Malú? –pregunta amablemente Nathan, que nos mira sin entender absolutamente nada. Creo que debe pensar que somos dos locas.

–Si, gracias, es que tu amiga es idiota –dice mirándole, aunque probablemente él no se haya enterado de nada –Traduce, cariño…

–Te pones muy guapa cuando te enfadas… –le guiño un ojo. –Oye Nathan, ¿has conocido ya algo de la ciudad?

–¿El aeropuerto y el hotel cuenta?

–Cuenta pero… deberíamos salir y hacer un tour en condiciones. Madrid no es Los Ángeles pero también mola, ¿qué os parece?

- Perfecto. Pero somos tres famosos vagando por las calles de Madrid, ¿no te parece que va a ser un poco incómodo?

-¿Me tomas a mi por famosa?

- ¡Sabes de sobra que ya no eres una cara anónima! - En este caso, traduzco sin bromas lo que ha dicho Malú para que Nathan lo entienda. Es cierto. No podemos ir como si nada por Madrid con una de las cantantes con más prestigio nacional y el actor que actualmente más prensa mueve a nivel internacional. Y bueno, luego yo, que no llego a esos reconocimientos pero sí es verdad que a raíz de lo de Malú no es raro que me paren en la calle.

-¿Qué os parece si vemos el centro en una limusina y luego me lleváis a un sitio más íntimo? - De nuevo, traduzco.

- ¿Limusina? ¡Cómo se nota que controla! - Nathan debe haber intuido el comentario de Malú, porque rápidamente me se antepone a mis siguientes palabras y señala que él paga.

-Solo si nosotras pagamos la comida. - Propongo.

-De acuerdo, pero con una petición. - Añade. - ¡Quiero comida española de verdad!

No sé cómo lo hace, pero realiza una llamada de teléfono y media hora después tenemos la limusina en la puerta. Aún recuerdo la primera y última vez que monté en este transporte. Fue a los dieciocho, cuando una amiga celebraba que cumplía la mayoría de edad y entre todas pagamos la limusina y un reservado en una discoteca. A mi me pareció una experiencia increíble, a pesar de que éramos demasiadas y el espacio ni siquiera permitía servirte una copa sin tirar la mitad en la tapicería. Tampoco ayudaba la música a máximo volumen y las voces pisándose las unas a las otras sin poder intercambiar más de cinco palabras con sentido, pero de esto me he dado cuenta hoy, cuando he descubierto lo que de verdad es disfrutar de una limusina. Malú y yo nos sentamos en uno de los sillones, y Nathan ocupa de de enfrente. A pesar de tener las piernas largas, si las estira no llega a tocarnos con ellas. Abre un pequeño armario que resulta ser una nevera y nos ofrece algo para beber. Nosotras optamos por unos refrescos y él, ante la sorpresa y la risa de las dos, escoge un batido de fresa. No me equivoco al decir que este chico nunca me deja de sorprender.

Cuando nos empezamos a adentrar en la zona céntrica de la capital, Nathan pega la cara a la ventana y no pierde ojo de todo lo que le rodea. Me parece increíble que, si el país le gusta tanto como dice, no lo haya pisado nunca. Pero pronto me da la respuesta. Antes de hacerse famoso no se lo podía permitir, y después nunca le había dejado se mánager. A pesar de haber recorrido muchos lugares promocionándose, no quería traerle a España porque ganaría menos dinero que yendo a otros países. El propio Nathan había propuesto campañas aquí pero, una por una, todas habían sido rechazadas.

-¡Real Madrid! - Exclama cuando el vehículo pasa por la fuente de Cibeles.

-¡Este chico me gusta! - Comenta Malú. - A ver si al final voy a ser yo la que proponga el trío...

Al ver Madrid tan de cerca y a la vez lejos, me doy cuenta de lo que echo de menos salir por ahí a dar una simple vuelta por El Retiro, hacer una visita al Prado o simplemente ver las tiendas de la calle Fuencarral. Desde que vivimos juntas, Malú y yo no nos separamos más que por temas de trabajo. Si salimos lo hacemos juntas, y como es lógico, no podemos hacerlo por los sitios que acabo de citar ya que nos veríamos atrapadas por la gente pidiendo fotos y autógrafos en apenas un par de segundos. Así que nos tenemos que limitar a ir a bares y restaurantes de ambiente más íntimo y, a su vez, más pijo. No me gusta, pero es algo que he tenido que asumir. Podría hacerlo sin ella. Quedar con algunas amigas e ir a dar una vuelta por la capital, pero la última vez que lo hice ya hubo algunas personas que me miraban, e incluso quien me pedía selfies. Está claro que salir en televisión y prensa con Malú me ha cambiado mucho la vida, y cada día me doy más cuenta, no solo por los aspectos positivos relacionados con el trabajo, sino también por los negativos que incumben mi vida personal. Ahora la comprendo mucho más de lo que decía hacerlo antes.

Para elegir el sitio al que ir a comer con Nathan pido ayuda a Malú. Necesitamos algo íntimo - lo que quiere decir caro. - y que cumpla los deseos del actor sobre la comida española. No es fácil filtrar por sitios así, porque lo realmente bueno sería ir a comer un bocadillo de calamares a la Plaza Mayor, o meternos en el bar más acogedor que veamos y pedir una razón de bravas, otra de jamón serrano y una tortilla de patatas. Pero eso es imposible. Quién me mandaría a mi moverme en un mundo de celebrities. Al final, se le ocurre un bar con restaurante al que dice que fue hace unos años con Alejandro Sanz que se en encuentra por la zona de Serrano. Como imaginaba, al llegar allí todo era para personas de otra clase diferente a la mía. Incluso nos hacen entrar por un parking subterráneo habilitado para los clientes. Un camarero nos recoge en la misma puerta de la limusina y nos acompaña en un ascensor hasta nuestros asientos.

Tal y como imaginaba, los precios multiplican por cinco lo que pagaría en un bar. El único punto positivo es que, para ser sinceros, todo está exquisito. Pedimos tortilla de patatas, jamón serrano, croquetas surtidas, torreznos, boquerones, y un largo etcétera. Un poco de cada plato típico para que el chico pueda hacer un recorrido por lo más destacado en nuestra gastronomía. Y desde luego lo hace, tan solo hay que ver cómo se relame los dedos. Apenas le da tiempo a hablar, lo que me facilita mi trabajo como traductora.

-El chaval se está poniendo las botas... - Murmura Malú. - Cómo se nota que allí solo comen de fast food de esa.  

-No te creas, tiene una mujer en su casa que cocina que da gusto... - Nada más decirlo me arrepiento, y al mirarla noto su mirada clavándose en mi como un par de navajas.

-¿Qué pasa? ¿Has ido muchas veces?

-Malú, solo fui una vez. No empecemos, por favor.

-Yo no, has sido tú, que me tienes que recordar cada dos por tres lo que hiciste.

-¿Todo va bien? - Interrumpe Nathan. - Está todo delicioso. ¡No estás comiendo nada, Patri!

-¿Qué dice? - Le traduzco a Malú. - Dile por qué no comes...

-¿Y por qué no como? - Es verdad que apenas he cogido media porción de cada plato. No me encuentro bien, pero no sé por qué la cantante dice eso.

-Cariño... A las embarazadas les pasan estas cosas. - Ni siquiera había pensado que podía ser por eso. - Está claro que tenemos que comprar un libro de esos que toda embarazada tiene en la mesilla de noche para diagnosticar cada síntoma.

Cuando se lo digo a Nathan se queda petrificado. Primero no se mueve, parece que ni siquiera respira, y luego comienza a reír y a aplaudir. Todo el mundo se gira para vernos, y si estoy tanto roja como Malú puede que ambas explotemos en breve. Se levanta y me abraza con fuerza mientras me da la enhorabuena. Después, repite el proceso con mi novia, que no sabe cómo interpretar la reacción del actor.

-Ella no me entiende nada, ¿no? - Pregunta cuando recupera su asiento.

-No va más lejos del hola y adiós.

-Una vez me soñé que tú y yo teníamos una hija. Era preciosa. Tenía tus ojos... No te imaginas lo feliz que me desperté, a pesar de que siempre había pensado que no estaba hecho para ser padre y que un hijo solo tendría los valores que odio de mi.

-No digas tonterías. Cuando llegue el momento serás un padre estupendo..

-No sabes cuánto me enamoré de ti... - Confiesa manteniendo la sonrisa y sin dejar de mirarme. - Y mentiría si dijera que aún no queda algo.

-Nath...

-No te preocupes. Sé lo que hay. Y me hace muy feliz que tengas una pareja, encima tan guapa, y que te vaya tan bien.

-Muchas gracias, de verdad.

-¡Y que sepas que vendré a España en cuanto nazca!

-Oye, ¡que estoy aquí! - Exclama Malú alzando la mano. - ¿Se puede saber qué decís?

-Solo nos da la enhorabuena y habla de cómo podrá ser el bebé.

Miento y no me gusta, pero si hiciera lo contrario el ambiente cambiaría y sería peor. Le guiño un ojo a Nathan con cuidado para que ella no me vea y él me responde con una sonrisa aún mayor que la habitual. Hay cosas que siempre se quedarán entre nosotros dos, sobre todo en lo relativo a los sentimientos. Le quiero y le considero un amigo especial al que cuidar y conservar.

-----------------

¡Buenas noches a todos! Dos cosas. La primera, que la primera parte del capítulo está hecha por Marta, ya colaboradora habitual de la novela. Gracias a ella publico.

Y la segunda, voy a ir buscando un final a novela, muy a mi pesar... Me falta tiempo y no quiero hacer esperar tanto tiempo a los que leéis. ¡Empezamosa recta final!

¡Muchas gracias a todos!

@NovelaconMalu