viernes, 25 de noviembre de 2016

UN NUEVO COMIENZO (2x48)

- Y por último, el jardín. - La asesora pulsa un botón y las cortinas del enorme salón van recogiéndose poco a poco dejando ver una enorme cristalera que da al exterior. Fuera hay una piscina, aún vacía, rodeada por varias hamacas de madera de ébano y una sombrilla de color crema. Al otro lado hay una mesa y sillas de la misma madera, sobre un suelo que ya no es césped, sino piedra natural. - Como ven es lo suficientemente grande como para hacer alguna celebración o simplemente para que sus mascotas correteen de manera cómoda. ¿Qué les parece?

-Es preciosa, desde luego. - Afirmo.

- ¿Nos podría dejar un segundo para hablarlo a solas, por favor? - Propone Patricia.

-Por supuesto. Las espero en la entrada.

-¿Qué pasa, Patri? - Algo va mal y se le nota en la cara.

-No sé.... - Comienza a hablar dubitativa. - Es mucho dinero.

-¿Pero qué dices? Vendemos nuestras casas y nos quitamos de golpe casi todo el dinero.

-Pero ahora con lo del bebé trabajas menos y yo no traigo tanto dinero como tú.

-Te conozco perfectamente. No tenemos problemas de dinero, lo sabes. ¿Qué es lo que pasa?

-Es que.... Es una tontería. Pero me da pena vender mi casa. Es el sueño que siempre he tenido. Y no me malinterpretes, porque por supuesto que quiero vivir contigo y formar nuestra familia. Solo me da pena...

-Lo sabía... Cariño, también he pensado en eso. Podemos alquilarla, así no te desprendes de ella del todo.

-Y esta casa... ¿te gusta?

-Me encanta. - Sonrío ilusionada y le pego el gesto a ella. - Tiene un jardín delante, otro detrás, planta de abajo con cocina y un salón enorme.... Y la habitación que sería para el bebé está justo al lado de la nuestra. Es perfecto. Además, hay dos habitaciones extra. Una puede ser para invitados y la otra una especie de estudio en el que tú puedas trabajar y yo componer...

-¿Y dónde metemos la habitación que te hice por tu cumpleaños? - Me guiña un ojo. Desde luego, no se me había pasado por alto ese detalle. Ese cuarto guarda tantos recuerdos que no podría olvidarlo.

-En la buhardilla. Es pequeñita, pero perfecta para eso. Cabe lo justo: las fotos, las frases, toda la decoración y los cojines con el proyector para seguir teniendo nuestros momentos de peli y manta. - Cojo su mano y pongo su rostro muy cerca del mío. - No me digas que no te encanta la idea. - Sonríe mirando al suelo. Niega con la cabeza sabiendo que he ganado el pequeño debate.

-Tienes razón. Nos la quedamos.



Cuatro días después, tras empaquetar su casa y la mía con la ayuda de profesionales, nos encontramos en el salón de nuestro nuevo hogar abriendo cajas sin parar. Hemos traído algunos muebles de su casa, otros de la mía, y lo que hemos podido lo hemos llevado a su ático para poder ponerlo en alquiler. Sin lugar a dudas estamos en una etapa de nuestra relación en la que predominan los cambios, quizás la que más. Pero es tan bonito todo si ella me sujeta. Para ser realistas, después de la última discusión no veía nada claro un futuro con ella. Recuerdo perfectamente la última vez que tuve ese pensamiento, cuando pasó lo de su abuela y pasamos años sin vernos. Aprendí a no pensar en ella cada hora y en esta ocasión estaba preparada para repetirlo. Afortunadamente, hubo un giro drástico en la historia y vino a buscarme, como una golondrina volviendo a su hogar sin importar los maravillosos que han explorado. Y menos mal que ella lo hizo, por que a mi me faltaba el valor para dar el paso.

Y, sin lugar a dudas, también puedo afirmar que ahora es cuando más seguras de nosotras nos siento. No sé exactamente el porqué. Quizás por irnos a vivir juntas, por decidirnos a tener un bebé, porque estamos cerca y sin necesidad de escondernos, o por lo que sea, pero esta sensación me hace rebosar alegría.

-Malú, esta habitación hay que pintarla de azul. - Aparece frente a la puerta de nuestra habitación, donde yo me dedico a organizar la ropa en el armario, y señala justo la de enfrente.

-¿Azul? ¿Por qué azul?

-Para cuando venga el bebé.

-Ya, pero aunque venga el bebé, no sabemos si será chico o chica. - Aclaro.

-Me da igual, no es por el tópico. Es que me gusta el azul, con una mini Patricia dentro o con un mini Patricio. - Estallo a risas de golpe. No sé cómo puede mantener la seriedad con frases como esa. Se acerca rápidamente a mi y me da un pequeño puñetazo en el hombro. - Idiota, no te rías de mi.

-¡Jamás se llamaría Patricio! - Me empuja y caigo en la cama. Menos de dos segundos después se me sube encima y me hace cosquillas. - ¡Para, para!

-Patricio es un nombre maravilloso... - Murmura sin parar de mover aceleradamente sus manos por mi cintura. Luego, se deja caer exhausta a mi lado y mira al techo. - ¿Y cómo se va a llamar? - Giro la cabeza y la observo mordiéndose el labio, como hace cada vez que piensa de verdad.

- Si es chico. Daniel, Abraham, Iker, Rodrigo... Y si es chica, Lucía, Begoña, Raquel... No sé.

-¿Abraham? - Ahora es ella la que no puede soportar la risa. - No sé si es peor eso o Patricio.

-Imbécil, es un nombre precioso. ¿Qué le pasa?

Y así pasamos las horas. Como dos niñas discutiendo si a la muñeca le queda mejor el pantalón o el vestido. Convencidas de que perder el tiempo solo existe si no estás disfrutando, por lo que en nuestro caso estamos mucho más que alejadas de ello. Porque todo segundo cobra valor si va compuesto de sonrisas, y un minuto a su lado es un saco lleno de risas. Estas situaciones me recuerdan a los inicios. Cuando acabábamos de conocernos, de compartir vidas, y lo único que nos echábamos en cara era no ir a tal sitio o no darnos los besos suficientes. La etapa más bonita de una relación es esa, y con ella muchas veces tengo la suerte de sentirme así la mayor parte de los días. Ver su mensaje de buenos días cada mañana, encontrarme notas en la nevera con deseos de que todo vaya bien, una llamada que solo dure lo que tarda en pronunciarse un "te quiero", esos "te amo" que pesan por el simple hecho de saber que son verdad... Detalles que, en definitiva, forman un mundo en el que poder ser feliz teniendo lo que te gusta y haciendo lo que quieres.

La decisión de que sea ella la que se quede embarazada fue más suya que mía. Para ninguna de las dos es algo fácil: ella se acaba de incorporar al trabajo y yo, antes o después, pretendo volver a subirme a un escenario. Hace unos días esto no lo tenía tan claro. Después de todo, lo único que me apetecía era centrarme en mi vida personal y olvidarme de la música. Pero mis amigos, mi familia, Patricia y Rosa me hicieron darme cuenta de sería imposible. Me engañaba a mí misma pensado en esa posibilidad. ¿Cómo echar al olvido lo que te ha dado la vida durante más de quince años? Tenían razón. Aún así, lo que tengo claro es que quiero volver poco a poco. He accedido a retomar la gira siempre y cuando no se convierta en algo estresante. Tendré conciertos poco frecuentes. Quizá uno cada quince días. Así estaré aproximadamente siete meses y después, cuando se acerque la fecha de que nazca, me bajaré de los escenarios. Estaré centrada en Patricia y con calma empezaré la composición de mi futuro disco. Sí, composición. Va a ser un disco diferente. Me apetece juntarme con gente a la que aprecio y escribir nosotros letras. Quiero transmitir, quiero sentir que lo que digo a salido de mi puño y letra. Ya lo he comentado con personas de la profesión como Melendi, Alejandro Sanz, Pablo Alborán y otros amigos, y todos se han mostrado más que entusiasmados. Todavía no me veo capaz de componer yo sola un disco entero, pero con esto pretendo impulsarme a ello.

Hace unos días pasamos a ver a mi madre y le comunicamos ambas sorpresas: que volvíamos a estar juntas y que iba a tener un nieto o una nieta. No pudo mostrarse más emocionada. Hasta el punto de escapársele las lágrimas.

-Hija, ¿qué haces aquí? - Preguntó extrañada al abrir la puerta de su casa. Pensaba que aún estaba en la casa del pueblo, envuelta en lágrimas y viendo como mi vida se escapaba entre las manos - ¿Pasa algo?

-¿No me dejas pasar? - Rápidamente se hizo a un lado y cerró la puerta de entrada. - He venido a traerte una cosa importante. - Intentaba por todos los medios que no se me escapara ninguna sonrisa.

-Malú, me estás preocupando. - Me encantaría haber mantenido la tensión mucho más, pero no fui capaz. Le di una bolsa y delicadamente, como si fuera de un fino cristal, la fue abriendo. Del interior sacó un paquete que abrió con el mismo cuidado. Por fin, dejó ver el interior. Era un diminuto body de bebé en el que ponía "Mi abuela es la mejor". En su cara pude observar que no entendía nada, así que abrí la puerta de golpe y apareció Patricia con su sonrisa inmensa alzando los brazos. Rápidamente comprendió todo una lágrima empezó a patinar por su pómulo. Con prisa corrimos hacia ella y la envolvimos entre nuestros brazos. Llorar siempre es bonito cuando es por buenas noticias. - No es una broma, ¿No?

La respuesta sin duda fue una rotunda negación. Y ahora, en la sala de espera de la clínica, lo noto más real que nunca. Hace ya unos días que acudimos para hacer la inseminación y volvemos hoy para comprobar si todo ha salido como debería. Aprieto su mano con fuerza y compartimos una cómplice sonrisa. Nadie más está ahí, así que me siento libre para besar brevemente sus labios. Aún me cuestan estos actos en público aunque no hayamos admitido.

-Oye, si no ha salido bien acuérdate de que tenemos más intentos.

Intento tranquilizarla con murmuros. Asiente y me regala una pequeña sonrisa. La doctora nos dejó claro que sería difícil que el embarazo se produjera en el primer intento, pero que no nos preocupáramos. Es algo frecuente. Luego te dejan un par de intentos más y, sino, te recomiendan que sigas otros métodos que nosotras no descartamos. Ya lo hemos hablado muchas veces. Si no puede ella lo intentaré yo y, como última opción, recurriríamos a la adopción. Pero en mi interior siento que va a ir bien. Aunque sé que es improbable tengo un fuerte latido diciéndome que en su tripa hay alguien más. De repente, la puerta se abre y la doctora nos invita a entrar amablemente. Dice que nos sentemos mientras ella va a por los resultados. No tarda en pasar de nuevo con un gran sobre de papel marrón entre las manos. Antes de nada, nos mira y sonríe. Tenemos las manos unidas y debemos tener cara de pavor.

-Nerviosas, ¿no? - Pregunta la mujer. Tendrá unos cuarenta años y lleva la elegancia siempre consigo. Desde el primer momento en que la vi encontré en sus ojos miel la calma que se necesita en los lugares como este. Pero ahora ni eso lo conseguía. - No os preocupéis, chicas. Ya os comenté las posibilidades y alternativas...

-Lo sabemos. - Comento un poco tajante por la situación. Me arrepiento rápidamente pero a ella no ha parecido importarle, porque su sonrisa se vuelve más amplia. Debe estar acostumbrada. - Pero si ha salido bien, sería un enorme alivio.

-Pues vamos a comprobarlo. - Abre el sobre y lee el documento durante unos veinte segundos que me parecen tres horas. Después nos mira a ambas en una milésima de segundo y sonríe. - Enhorabuena, chicas. Vais a ser mamás.

La siguiente hora, prácticamente entera, nos la pasamos en el interior del coche, frente a la clínica, haciendo llamadas a todas aquellas personas a las que les habíamos comentado que íbamos a venir. No son muchos, pero todos estaban deseando saber el resultado. Y afortunadamente les podemos transmitir noticias positivas. Mi madre se vuelve loca de emoción al otro lado del móvil. Está con mi hermano Jose, quien no tarda en arrebatarle el aparato para darnos la enhorabuena. La siguiente en enterarse es la hermana de Patricia, que se pone a gritar literalmente. Me la puedo imaginar dando saltos en casa. Por último, avisamos a varios amigos más que tienen reacciones similares. Todos nos repiten que nos lo merecemos. Pero tanto mi novia como yo sabemos que queda la parte más difícil: su madre. Aunque parecía que las cosas se habían calmado, sigue sin perdonarme que hace tiempo hiciera daño a su hija. Así que a ella se lo diremos en persona, y precisamente miedo no me falta. Patricia hace unos días le informó de que habíamos vuelto, y más que emoción mostró todo lo contrario. Y las dos estamos de acuerdo en que esto tiene que acabar. Vamos a tener un hijo o una hija y no nos gustaría que por la tensión que tiene conmigo se viera afectada su relación el bebé.

Ni siquiera hemos avisado de la visita, pero esa misma noche nos encontramos aparcando frente al portal de la madre de Patricia. La única que lo sabe es la hermana de mi novia, que estará allí por si las cosas se ponen feas. Por ser el rayo de sol en la tormenta.

-¿Qué hacéis aquí? - Comenta al abrir la puerta, expresando una sonrisa en sus labios que tiene más mentira que verdad. - Pasad, pasad. - Nos da un par de besos a cada una. Fríos. Parece que se espera que lo que le tengamos que decir no le va a hacer ninguna gracia.

-¡Chicas! - Su hermana aparece por corriendo por el pasillo y nos abraza de golpe a ambas. Se supone que tiene que disimular la noticia, pero se le escapan sonrisas y compartimos miradas. - ¡Os veo más guapas!

-Será el tratamiento de belleza que nos hemos hecho esta tarde. Botox incluido. - Bromeo. Entre tanto, el padre de mi pareja llega caminando por el mismo pasillo por el que antes lo hizo Carolina. Lo primero que hace es abrazar a Patricia con toda la ternura que puede, y después repite el acto conmigo. Sé que está de nuestra parte, siempre lo ha estado.

-¿A qué se debe esta visita sorpresa? - Quiere saber el hombre con una amplia, y en su caso sincera, sonrisa en la boca. - Mejor nos sentamos, ¿no?

-Sí, mejor... - Admite Patricia. Todos ocupamos un lugar en los dos sofás. Patri y yo en uno y sus padres en otro, de tal manera que mi chica está al lado de su madre, mientras que su padre y yo nos quedamos en los extremos. Carol, por su parte, se queda de pie detrás de nosotras. - No me voy a andar por las ramas, porque es una buena noticia aunque haya alguien que no lo vea así. - Hace una pausa y me coge de la mano. La aprieto con fuerza y ella me mira a los ojos. Asiento y ella se gira para mirar directamente a su madre. - Estoy embarazada.

martes, 11 de octubre de 2016

TIEMBLO (2x47)

Cuando tomé la decisión de apartarme de toda la civilización no me imaginé el cambio tan drástico que podría provocar en mi vida. En esta casa situada en un pequeño perdido pueblo en el que no hay más de cincuenta habitantes he cambiado mi forma de ser y de estar. He descubierto lo que es vivir en discreción, realizar mis aficiones sin ser perseguida, hablar con personas sin miedo a que lo que les diga pueda estar publicado en todas las revistas al día siguiente, o algo tan básico como salir a pasear con mis perros. En un principio vine con mi madre. Estaba tan desanimada, tan encerrada en mis propias penas, que tenía miedo de que no pudiera valerme por mí misma. Y, para ser sinceros, durante un tiempo fue así. Gracias a mi madre comía, me aseaba, andaba y hablaba. Y fue así hasta que decidí que era demasiado mayor como para depender tanto. Que no podía tirar de ella hasta la profundidad de mi pozo porque sería más doloroso para las dos. Entonces le pedí que se fuera prometiendo que cuidaría de mí misma. Fui yo la que terminó haciendo sus maletas ante todas sus negativas.

Después de casi un mes todo es muy diferente de aquellos trágicos primeros días en esta casa. Me levanto, desayuno, salgo a correr mientras paseo a mis perros... Además, la soledad me ha obligado a tomar nuevos hobbies: leo por las noche antes de dormir, escribo como terapia todo lo que pienso, me engancho a cada serie que me encuentro, hago nuevas recetas... Si mis amigos y familiares me vieran no me reconocerían. Pero lo que más me gusta de haberme ido, haber huido en cierto modo, es poder decir que me encuentro mejor. Que aunque me acuerdo de ella ya no lloro cada hora. Que aunque la echo de menos ya puedo tragar saliva sin que me duela el pecho. Que voy aceptando su ausencia en esta nueva forma de vida, en vez de negarme a mí misma que esté pasando.

Esta mañana, como todas desde hace ya una semana y media, tras desayunar me pongo ropa deportiva, cojo a mis perros y salimos por un pequeño sendero cercano a la casa que atraviesa el campo. Ellos pasean o juegan con una pelota mientras yo corro un rato para mantener el cuerpo en forma. Aunque en Madrid también hacía deporte y no dejaba a un lado mi preparación física, aquí lo hago sin presiones y me sienta mucho mejor, aunque el aire libre influye en esta sensación. Pero hoy el día no ha despertado como otros. Huele a humedad y poco a poco el cielo se va encapotando. En cuanto me cae una primera gota casi inapreciable de lluvia le pongo la correa a los perros e inicio el camino al centro del pueblo, donde hay un par de tiendas y algún bar habitualmente desamparados.

-¡Buenos días! - Saludo a la dueña de la pequeña tienda donde voy a comprar el pan desde que llegué aquí.

-Buenos días, cielo. ¡Muy fresca vienes tú para la que está a punto de caer! - La mujer tiene razón. Simplemente llevo unas finas mallas y una camiseta deportiva de tirantes, pero no me esperaba un clima así. Observo tras el escaparate de la tienda y efectivamente el cielo cada vez está más ennegrecido. - ¿Qué te pongo?

- Lo de siempre: una barrita pequeña. Con eso me sobra y todo.

-¿Otro día sola, chiquilla? Con lo guapa y joven que eres... A ver si encuentras a algún muchacho que te saque un poco de casa.

-Déjese, Pilar, déjese. No quiero oír hablar del amor en mucho tiempo.

-Anda, anda. Eso no lo puedes controlar, cariño. Un día llega y te acorrala, y di lo que quieras pero no te libras.

-Dímelo a mi... - Le doy el dinero con una mano mientras que con la otra cojo la barra que ha posado en el mostrador. - Pero bueno, por ahora estoy así muy tranquila.

-Lo importante es que seas feliz.

Sonrío y me despido saliendo por la puerta. Me encanta hablar con Pilar porque ni siquiera sabe quien soy. Es una señora mayor, rondará los setenta años, que ha vivido en este pueblo desde que era niña. Apenas ve la televisión, apenas escucha la radio, apenas tiene conocimiento de que hay más mundo tras los escasos kilómetros cuadrados que ocupa este lugar. Pero su afirmación me deja pensando en si realmente ahora soy feliz. Esa es la pregunta que me hago desde que me fui de Madrid sin llegar a una conclusión certera. En un principio tenía claro que no porque pasarse llorando cada hora del día no podría definirse por nada del mundo como felicidad. Pero, ¿y ahora? Me voy curando poco a poco, me encuentro mejor, nadie me reconoce. Algunas carencias de mi anterior vida se compensan con otras cosas pero, ¿ha sido el cambio tan bueno como para querer mantener esta situación? Y la respuesta es que no lo sé, porque unos días estoy tan segura de una decisión como otros días de otra.

En cuanto salgo de la tienda la lluvia empieza a caer de manera incipiente y lo que parecía un día nublado se convierte en una verdadera tormenta. Hace frío. A pesar de ser las once de la mañana aparentan ser las ocho de la noche. Desde donde me encuentro hasta mi casa andando no son más de diez minutos, pero si sigo a ese ritmo voy a coger un constipado de miedo, así que empiezo a correr seguida por mis perros. Hacía tiempo que no veía llover de esa manera tan estrepitosa. Incluso puedo escuchar truenos. Y más relámpagos siento minutos después cuando me acerco a la casa y en la puerta veo aparcado un coche que conozco de sobra. No sé si salir corriendo hacia esa dirección o la contraria. Un nudo se me pone en la garganta a la vez que mis pies se clavan al suelo. Miro la matrícula por si quedaba alguna duda y compruebo que no me equivoco. Mis perros ladran y tiran de mi queriendo llegar de una vez a casa. De pronto, la puerta del coche se abre y puedo verla aparecer. La fuerza que hacen mis animales me obliga a soltar las cuerdas y dejarles correr hacia la persona que tengo a menos de cincuenta metros. Rápidamente llegan a ella y la llenan de besos, mimos y ladridos cariñosos. Se agacha y les devuelve todo el cariño que llevaban tanto sin poder compartir. Y yo, por fin, avanzo con pequeños y temerosos pasos. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Cómo saludar a esa persona que tanto tiempo intentabas borrar de tu vida? Según me acerco me van temblando más las piernas. No logro levantar la mirada del suelo porque no sé cómo puedo reaccionar al verla de cerca teniendo en cuenta que en este tiempo solo su recuerdo llamaba a mis lágrimas.

-Hola, Malú. - Cuando por fin llego a su lado, levanto la vista y me encuentro con una débil sonrisa, como si tuviera ganas pero dudara de si es o no lo correcto.

-¿Qué haces aquí? - Consigo componer la frase a pesar del tembleque de mi labio inferior.

-Lo necesitaba. - Entonces, sin merodear ni explicaciones, da un paso adelante y busca mi boca delicadamente. Lo veo venir en cuanto mueve un centímetro de su cuerpo pero no soy capaz de evitarlo. Ni quiero ni puedo. Sus labios simplemente se posan en los míos y conversan en silencio sobre lo mucho que se han echado de menos. Y mi cerebro, por su parte, piensa en que su olor es exactamente igual que el que había intentado olvidar. Sus manos de abren camino entre mi empapado pelo y frenan cuando están a ambos lados de mi cara, prolongando el beso y haciéndolo más profundo. Mis dedos, temerosos e incapaces de actuar con fluidez, se agarran como pueden a la parte baja de su espalda. - Vuelve... - Susurra con sus labios aún en contacto con los míos. Se me estremece el cuerpo de punta a punta. Ella ha puesto las cartas sobre la mesa y ahora depende de mi seguir o no la jugada.

-Vamos dentro. Estamos chorreando.

Abro la puerta de casa y mis perros son los primeros que entran apresurados para rebozarse con la alfombra con el propósito de secarse. Cojo del baño un par de toallas y le tiendo una a Patricia, que me lo agradece con una sonrisa. Ambas parecemos recién sacadas de la ducha.

-Es acogedora. - Comenta observando minuciosamente la casa.

-La verdad es que los anteriores dueños tenían buen gusto. - Camina hacia mi y pone sus manos en mis caderas. Busca mi mirada pero no logro mantenerla.

- Malú, ¿eres feliz aquí? - De nuevo la misma pregunta sin repuesta. Me doy la vuelta y camino hasta sentarme en el taburete de la cocina. Patricia me sigue y se sienta al lado. - He venido porque necesito saberlo. Si eres feliz así me voy y me olvido de que podamos tener cualquier mínima posibilidad. Pero si no, Malú... Si conmigo eras más feliz, no me voy a ir de aquí si no es de tu mano.

En ese momento se me pasa por la cabeza el primer día que pisé esta casa. Tenía los ojos llorosos y caminaba siguiendo los pasos de mi madre. La había encontrado buscando por internet y tenía buena pinta, y eso fue lo que me transmitió nada más entrar. Los muebles eran bonitos, la chimenea era preciosa y el espacio reducido haría más fácil aceptar que estaría sola. Sin embargo, había un falló: No estaba ella y yo solo podía imaginármela haciendo suyo cada rincón de esa casa. Y ahora, al levantar la mirada y verla a mi lado, parece que se me ha cumplido un sueño. Entonces estoy segura de que soy feliz ahora que ha llegado y de que la única respuesta a mis dudas lleva su nombre.

Tomo la iniciativa y atraigo su cabeza a la mía librándome por fin de cualquier atadura. Sin pánicos inservibles. Dejo la mente en blanco y me limito besarla otra vez como si fuera la última, pero sabiendo que es la primera de una nueva etapa.




Se acerca despacio sin quitarme la vista de encima. Sabe perfectamente que sus ojos siempre han sido mi debilidad. No dice nada y yo tampoco lo hago, pero no hace falta, nuestras miradas hace tiempo que aprendieron a entenderse, a hablar por si solas… Brillan con fuerza porque saben lo que viene ahora, saben que nada ni nadie ha podido destruir este algo tan grande que tenemos.

Con ambas manos me acaricia la cara y una sonrisa se dibuja en sus labios. Es entonces cuando mi mundo interior se tambalea solo con verla sonreír. Y es que de nuevo tiene esa sonrisa capaz de transmitirme que estando juntas nada malo puede ocurrir. Esa que tantas veces durante el último mes he intentado olvidar, pero ya se sabe que las batallas contra los sentimientos siempre se pierden.

—Te quiero.


Algo tan simple como dos palabras y es curiosa la falta que hacen para poder seguir adelante. Echaba tanto de menos escuchar un 'te quiero' en su voz... Suena tan sincero que creo que me tiemblan las piernas. Mis labios comienzan inconscientemente a dibujar una sonrisa, la más grande del mundo. Inevitablemente me da por dudar de que todo esto sea verdad o un mero producto de mi imaginación, así que ahora soy yo la que busca sus mejillas para acariciarla. Todavía está mojada por la que nos acaba de caer encima, pero no puede ser más real. Sin dejarme la posibilidad de responder me besa dulce y suavemente. Lo hace despacio, como si el tiempo ahora mismo no amenazara con pasar. Y eso parece, por un momento parece detenerse. Le respondo aumentando la intensidad, pero de nuevo la disminuye.


—Shh, no tengas prisa amor.


—He esperado este momento demasiado tiempo.

—Tenemos toda la vida... -susurra justo antes de entrelazar nuestras manos.


De nuevo nuestros labios se unen y comienzan una batalla interminable. Ella se entretiene jugando y mordiéndolos hasta conseguir volverme completamente loca. Solo les da una tregua para buscar mi lengua y comenzar la guerra con ella. Da igual el tiempo que pase, siempre encajaran como dos piezas de puzzle. Dos piezas de puzzle cuyo único destino es encontrarse y estar juntas.


Sus manos sobre mi cintura me guían hacia la habitación por un camino improvisado de besos y caricias. Le quito la camiseta que está empapada por la lluvia y ella hace lo mismo con la mía.
Interrumpe los besos para cerrar la puerta cuando llegamos a nuestro destino. Me aparto un poco para mirarla y me responde mirándome de arriba a abajo y mordiéndose el labio inferior, gesto que me hace perder la poca razón que me queda. De un salto me cuelgo literalmente de ella, cosa que aprovecha para caminar conmigo en brazos hasta la cama y dejarme caer sobre el colchón. Se coloca encima, sentada a ambos lados de mis piernas, y ataca en esta ocasión mi cuello. Acaricio su espalda con un solo dedo para comprobar como su piel se eriza a mi paso. Me libro de su sujetador desabrochándolo con la ayuda de las dos manos, algo que a ella parece costarle menos trabajo, porque a la que quiero darme cuenta está jugando con esa parte de mi cuerpo que la prenda escondía. Los toca y muerde a placer. Aprieto los labios para evitar gemir cuando sus dientes dejan de calcular con exactitud la fuerza de las mordidas. Es una mezcla de placer y dolor demasiado excitante. Ahora sus manos han tomado un rumbo diferente, tienen un nuevo objetivo: mis pantalones. No ha perdido habilidad y lo consigue a pesar de la dificultad que supone deslizarlos cuando están mojados. Y yo tiemblo a su paso. Tiemblo al mínimo contacto de su piel con la mía. Tiemblo porque sé lo que viene ahora, ese momento que tanto había esperado y que después de todo pensé que nunca más llegaría. Me siento como en nuestra primera vez. Estoy tan nerviosa que creo que el corazón se me va a salir del pecho de un momento a otro. Ella se da cuenta, como se da cuenta de todo lo que tiene que ver conmigo. Y al igual que en aquella primera vez, también está aquí para tranquilizarme.


—Te amo -susurra en mi oído.


Mi ropa interior también desaparece. Y ya no sé si me la ha quitado o se me ha caído al escucharla pronunciar esa última frase. Cuando comprendo sus intenciones la cojo por la espalda y la giro con cuidado para dejarla debajo, me apetece coger las riendas y disparar en primer lugar. Ya he dejado de temblar y quiero que ahora sea ella la que lo haga. Me deshago de toda la ropa que le queda. Estoy en ese punto en que todo me molesta y no puedo tocar nada que no sea su piel. Rondo con mi mano su zona más prohibida, con calma, aumentando nuestro juego y provocando su desesperación. Se mueve inquieta y me mira con carita de niña buena. Me gusta tanto que podría estar así siempre, pero nuestro contacto se rompe cuando busca mi boca de manera ansiosa y es ese beso el que enciende la mecha y deja libertad a mi mano para hacer realidad sus deseos. Un grito de placer retumba entre las cuatro paredes de la habitación y yo vuelvo a su boca para callar sus gemidos a golpe de besos. Y lo consigo a medias, algunos consiguen escapar creando una melodía que a mí personalmente me encanta. Mi ritmo aumenta y su respiración se agita, sé que la tengo donde quiero y dejo de besarla para mirarla cuando llegue al punto máximo, algo que no se hace esperar. La iluminación es escasa en el cuarto, solo algunas líneas de luz consiguen abrirse paso por los pequeños agujeros de la persiana que está casi abajo, sin embargo su mirada tras el orgasmo es alucinante, puedo ver el verde de sus ojos intensificado como nunca antes. Me dejo caer sobre su pecho y noto como sus latidos se ralentizan a la vez que su respiración vuelve a ser normal.

Sonríe mientras se retira el pelo hacia atrás resoplando de manera satisfecha. Con un giro hábil me coloca debajo para intercambiar los papeles. Cierro los ojos porque sé que ha llegado mi momento, y de nuevo tiemblo. Respiro profundamente para relajarme, pero no puedo conseguirlo porque veo a Patri descender por mi cuerpo con pequeños besos hasta llegar a esa zona que acaricia sin ningún tipo de miedo. Me estremezco en el primer contacto de su lengua en mi piel. Se da cuenta porque deja escapar una sonrisilla de satisfacción. Y al igual que hiciera yo antes, ralentiza sus intenciones para alargar más mi sufrimiento, e inexplicablemente me gusta que lo haga.

—Patri... -susurro con tono de súplica.

Casi no me da tiempo a terminar la frase cuando la tengo de lleno recorriendo hasta el rincón más oculto de mi intimidad. Cierro los ojos y gimo sin contención ninguna. Mis manos no se deciden del todo, así que alterno entre agarrar las sabanas con fuerza y enredarlas en su pelo para hundir su cabeza más en mí. No tardo en llegar donde quería. Toco el cielo y la estrella más lejana del universo con esas manos indecisas momentos antes. Mi respiración se relaja a la vez que lo hace mi cuerpo, y ella me observa divertida apoyada sobre mi ombligo. La obligo a subir hasta que volvemos a fundirnos en un largo y apasionado beso. Me recuesto sobre su pecho abrazando su cuerpo desnudo mientras ella deja un beso en mi cabeza.

—¿Como has tardado tanto? - Pregunto con la voz aún entrecortada. 

- Creía que estarías mejor sin mi. Parecías tener tan claras las cosas la última vez que nos vimos... - Confiesa. Nada más lejos de la realidad. - Necesitaba venir y comprobarlo.

-No he dejado de dudar sobre si había hecho bien alejándome de todo desde el primer día en que pise este pueblo.

En silencio, se tumba a mi lado de tal manera que quedamos la una frente a la otra intercambiando miradas. Sus ojos verdes, brillantes, no pueden transmitirme más seguridad. Por fin tengo claro todo lo que quiero.

-¿No estás deseando subirte otra vez a un escenario? - Quiere saber mientras me coge de la mano.

-Con todas mis ganas. Pero va a tener que esperar porque tenemos algo muy importante que hacer. - Se ríe y me pide que le cuente lo que ronda por mi cabeza.

-Quiero que tengamos un bebé de una vez por todas y nos vayamos a vivir juntas.

-----

¡Hola! Esta vez he tardado menos en subir, ¿eh? Siento la espera igualmente, pero se me va de las manos. Y no hubiera sido posible que el capítulo estuviera ya si no fuera por la ayuda de Marta, que como os imaginaréis a escrito todo lo que aparece en cursiva.






¡Gracias por seguir!





domingo, 18 de septiembre de 2016

¿QUÉ HUBIERA PASADO? (2x46)

Jamás debí irme a trabajar fuera de España. Cada día que pasa lo tengo mucho más claro. Habíamos creado una vida estupenda, planes de futuro y nos apoyábamos la una a la otra con solo mirarnos a los ojos. Coger ese avión fue como saltar a la nada sin pensar lo lejos que está el suelo y lo dolorosa que iba a ser la caída. Era el trabajo de mis sueños, pero estaba siendo feliz sin él y no supe apreciarlo. Yo y mis ansias de más hemos conseguido perderlo todo. No tengo ni trabajo en el que refugiarme cuando tuviera días malos ni a esa persona que me sacaba de cualquier laberinto.

He cometido errores, lo sé. Me marché de España pausando toda mi vida aquí, dejé de lado a una persona que estaba dispuesta a dejar su carrera por hacerme feliz teniendo un bebé, tuve dudas de nuestro amor por alguien que me proporcionaba calor en un lugar extraño, no llamé las veces suficientes, no le repetí todos los días que la quería, que todo saldría bien. Pero lo peor de todo fue cuando ella misma me reprochó cada fallo y yo supe que tenía razón pero aún así la rabia me llevó a acabar con lo que más especial me hace sentir en el mundo.

Tampoco ayuda recibir por cualquier medio noticias suyas y que ninguna sea buena. Ha pausado su carrera musical. Eso es lo que dice la prensa, pero conociéndola seguro que sus palabras textuales se parecen más a un "no quiero volver a pisar un escenario". Además, han decidido que lo mejor es decir que el motivo de esta pausa es una crisis de ansiedad por el agobio que le ha causado el exceso de trabajo. Solo los círculos más próximos son conocedores de la realidad.

Las cámaras se pasan las horas en la puerta de su casa esperando poder comunicar un movimiento nuevo y eso me mata por dentro porque sé lo incómoda que se debe estar sintiendo entre las paredes de su propia casa. Más de una vez he estado a punto de salir corriendo hacia allí y descargar todas mis fuerzas en tirar esos objetivos al suelo y sacarla a ella de allí. Pero me arrepiento. Quizás lo mejor es que no sepa de mi, mantener las distancias para que se recupere. Ella al menos tiene suerte de no verme en la televisión ni oírme en la radio.

Afortunadamente, entre tanta carencia de verdad y dudas entre qué creer y qué no, tengo a su hermano José al otro lado del teléfono siendo sincero.

-No avanza, Patri. La noto igual que el día que me la encontré llorando en el suelo porque lo habíais dejado. Pero ha pasado una semana ya... - Pronto me arrepiento de haber preguntado por cómo está. -  No sale de casa ni siquiera para pasear a los perros. Mi madre está viviendo con ella porque por sí misma no es capaz ni de comer. - Cuanta más información más me duele el pecho. Una lágrima cae y sé que muchas van a venir detrás.

-Lo siento mucho, de verdad. No quería causar todo esto...

-Ahí no me meto. La relación es vuestra y si se terminó no voy a juzgarlo, aunque sabes que me encantaría que estuviérais juntas. - Admite. - También sé que tu no lo estás pasando bien. ¿Qué pasa con el trabajo?

-Lo que te dije. El lunes he quedado para hablar con el jefe que tenía cuando trabajaba en España y no creo que haya problema en recuperar mi puesto.

-Me alegro mucho, de verdad. - De pronto, el timbre de mi ático suena.

-José, tengo que dejarte. Luego hablamos, ¿vale?

-Claro. Un beso.

-Un beso. Por favor, cuídala.

Cuelgo tras unos segundos de bloqueo corporal y me levanto a abrir la puerta. Como me esperaba, es mi hermana entrando de golpe y diciéndome que no puede ser que sean las siete de la tarde de un sábado y yo siga en pijama. Sería peor aún si supiera que llevo así desde hace una semana, que ni siquiera he bajado a comprar gracias a que puedo pedir comida por el teléfono. Pero se da cuenta en cuanto pasa a la cocina y encuentra desorden y tres bolsas de basura llenas que no han sido bajadas. Rápidamente, recorre cada habitación subiendo las persianas y me obliga a meterme a la ducha. Cuando salgo ha hecho la cama, ha recogido la mayoría de trastos de la habitación y del salón, y se encuentra en la cocina intentando que vuelva a parecer un sitio higiénico en el que apetezca comer.

-Carol, no hace falta que hagas todo eso.

-No voy a dejarte vivir en una pocilga, hermanita. - Deja el trapo en la encimera y se acerca a mi. - Vamos a salir a tomar algo.

-¿Qué? ¡No, ni hablar! - Exclamo. - No tengo ganas.

-¡No vas a pasarte aquí encerrada ni un día más! Te tiene que dar el aire, ver a gente, hablar, escuchar música...

-Carol, yo solo quiero ver a una persona, hablar con una persona, escuchar la música de una persona...

-Lo sé y te entiendo. - Admite cogiéndome de las manos. - Pero te vendrá bien salir y tomar algo conmigo. Pensar en otras cosas.

-No sé si voy a estar bien ni aunque estemos fuera...

-Inténtalo por mi, por favor. - Miro al suelo y dudo sobre la propuesta de mi hermana pero finalmente asiento a pesar de la falta de ganas. - ¡Bien! Vamos a vestirte.

Mientras me pongo la ropa interior mi hermana abre y cierra cajones y armarios en busca del look perfecto. Rechazo un vestido corto rojo que parece de boda y una falda de brillos que hacía mil años que no me ponía. Acabo cediendo con un mono negro bastante básico combinado con unas cuñas altas del mismo color.

Del maquillaje y del pelo dejo que se encargue ella haciéndola previamente jurar que va a ser algo sencillo. Por suerte me hace caso y todos los tonos que usa para mi rostro son suaves, a excepción del oscuro que emplea para los ojos con la excusa de que así el verde resalta más. Cuántas veces habré escuchado esa misma frase saliendo de la boca de Malú. El pelo me lo deja suelto, muy natural, pero añade una pequeña trenza a un lado que hace algo de decoro. Cuando me miro en el espejo me sorprende volver a verme así. Al fin y al cabo, llevaba una semana sin apenas mirarme en los espejos y, cuando lo hacía, no encontraba nada bonito. Solo ojeras y restos de lágrimas.

Por último, cojo un pequeño bolso en el que llevar lo imprescindible y juntas salimos de casa. Me ha pedido ir en su coche, así que nos quedamos en la planta cero en lugar de seguir bajando para llegar al aparcamiento en el que tengo el mío. Pero pronto descubro que ha sido un error. Un par de fotógrafos aparecen del interior de un coche y me fotografían sin que pueda esperarlo. Repiten mi nombre cien veces y me preguntan qué se de Malú, si voy a verla, por qué he vuelto y un sinfín de etcéteras. Tiro de la mano de Carol acelerando nuestro ritmo. No quiero dar explicaciones, y mucho menos a esos desconocidos. Ni siquiera lo he hecho del todo con la gente que tengo cerca.

-¿Qué ha sido eso? - Me pregunta mi hermana una vez entramos en el coche y arranca.

-Te recuerdo que Malú y yo dejamos de escondernos hace un tiempo. Saben quién soy, dónde vivo, cuál es mi coche... - Abro la ventana queriendo que el aire limpio entre al cien por cien en mis pulmones. - Nunca me había pasado esto, antes solo acechaban cuando estaba con ella. Pero supongo que con todo lo que le está pasando quieren tener información de todas las fuentes posibles y yo soy uno de sus principales objetivos.

-¿Crees que estando fuera esta noche nos volverá a pasar?

-Espero que no... - Entonces, me paro a pensar que ni siquiera hemos decidido dónde vamos. - Oye, ¿se puede saber hacia qué lugar estás conduciendo? - Sonríe de manera pícara y me da más miedo que aquella vez que fuimos a aquel descampado para que probara lo que era conducir sin tener ni siquiera el carné.

-A un sitio al que llevas intentando sacarme de fiesta desde que cumplí la mayoría de edad.

-¿Qué? ¿Chueca?

-¡¡Sí!!

-No, no, no. - Me dejo caer de golpe en el asiento. - ¿En serio? Carol, no podías haber elegido un peor momento para empezar tus andaduras por el mundo gay.

-Deja de quejarte. ¿Qué le pasa a este momento?

-No solo conozco demasiada gente allí a quien no me apetece dar explicaciones, sino que además desde lo de Malú me reconocen demasiado más de lo que me gustaría.

-Pues vamos a un sitio discreto. Solo a tomar algo, nada de fiesta.

Tras mucho dudar entre unos bares u otros, me decido por el de una amiga de confianza. Hace mucho que no la veo pero nuestra relación cuando solía venir por esta zona era muy buena. Tiene un local tranquilo, con música ambiente, ambientado en el mundo del surf y el mar. Nada más entrar siento varias miradas clavarse en nosotras, tal y como esperaba. Además, varios de los rostros me son familiares. Rápidamente le pido al primer camarero que veo que le diga a Eva, la dueña, que estoy preguntando por ella. En menos de un minuto viene corriendo a mi y me da un abrazo.

-Tía, ¿qué haces aquí? Hace años desde la última vez que viniste.

-Mi hermana no conocía la zona y hoy le ha dado el venazo de venir.

-Oye, seguro que preferís pasar al reservado, ¿no? - Sin dejarme responder, empieza a andar y nosotras seguimos sus pasos. - Supongo que desde que sales en la tele y en las revistas se te hace difícil estar en sitios públicos sin sentirte observada.

-No lo sabes bien... - Murmuro. Nos lleva hasta una mesa bajita rodeada por un sofá semicircular. - Muchísimas gracias, Eva.

-De nada, amor. Decidme lo que queréis y hago que lo traigan, chicas. - Añade con una sonrisa de oreja a oreja. El cambio de pelo de la pelirroja le ha sentado definitivamente genial. - Antes de que os vayáis llamadme y me despido, eh.

-¿Y esas miradas? - Quiere saber mi hermana en cuanto Eva se aleja.

-¿Qué miradas?

-Patricia, por favor. Te estaba comiendo con los ojos.

-Deja de decir tonterías, anda. - Comento riéndome.

-No es ninguna tontería. ¡Además! - Refuerza el sonido de la voz en esta palabra. - Ha habido un momento en el que tú también le ponías ojitos... - Rápidamente le digo que eso no ha pasado. O, al menos, no lo he notado.

Para ser sinceros, si mi hermana me hubiera dicho esto hace unos años le tendría que haber dado la razón por completo. Mi historia con Eva fue corta e incompleta pero claramente dejó una pequeña huella en mi. Todo comenzó hace muchos años que a mi me parecen incluso siglos, cuando empecé a salir por este mundo y no pasaba precisamente por buenos momentos. Mi pandilla de amigas y yo descubrimos este bar y nos habituamos a visitarlo antes de ir de fiesta para beber algo y entonarnos un poco. En cuanto la vi llamó mi atención. Delgada, de pelo liso pelirrojo, brazos totalmente tatuados, cejas perfiladas y, lo más importante, esa sonrisa que nunca dejaba de lado. Desde que la conozco, calculo que unos diez años o más, nunca he visto que dejara de sonreír.

Ella siempre atendía en la mesa a la que iba con mis amigas, y a  mi siempre se me caía la baba cuando se acercaba. Era el hazme reír de mis amigas cuando me quedaba embobada. Un día las miradas empezaron a ser recíprocas y, poco después, hablábamos por teléfono cada noche antes de dormir. Siempre he pensado que yo estaba loca por ella y que a ella solo le parecía una chica mona con la que poder hablar. Aún así caía en sus redes sin poder evitarlo. Besaba a otras, acababa en camas con desconocidas, pero en quien pensaba cuando se me pasaba el efecto del alcohol era en ella. Y un día pasó lo que estaba deseando que pasará, sin la necesidad de que ninguna de las dos estuviéramos ebrias. Salí del bar a hablar por teléfono y ella estaba ahí, sentada en el bordillo jugueteando con su móvil. Me saludó con un gesto de mano y yo hice lo mismo. Cuando acabé de decirle a mi madre que estaba bien y que no me esperara para cenar me senté a su lado.

-¿Todas las madres son así de pesadas? - Pregunte mirando a la nada.

- Ya lo creo que sí. Vivo sola hace dos años y la mía parece que todavía me cambiaría los pañales encantada.

De golpe me eché a reír a carcajadas. Ella me acompañó en esta acción aunque ambas sabíamos que no había sido tan gracioso y que tanta risa era más bien fruto de los nervios que sentía al estar a su lado, hablándola de cerca. Y no recuerdo cómo dejamos de reírnos para juntar nuestras bocas en un tierno beso, pero pasó. Todas las mariposas que tenía en el estómago subieron hasta mi boca y pudimos compartirlas durante un rato. Disfruté de ese momento como una niña pequeña, y menos mal que lo hice, porque jamás volvería a ocurrir. Nuestras vidas tomaron rumbos diferentes y entendí que a pesar de que yo sentía que sus labios tenían que ser mi abrigo en todos los inviernos, ella solo veía los míos como aquellos en los que acomodarse alguna tarde de domingo y manta.

Ahora Eva tiene el pelo más largo, su cuerpo se ha apropiado de unas curvas mucho más atractivas y se maquilla de manera más natural. Y, sin lugar a dudas, lo que mejor conserva es su invencible sonrisa.

Reconozco que me está viniendo bien la salida con mi hermana a pesar de que no me saco por completo de la cabeza mis propios dolores y los que he causado en otra persona. La música, aunque es en tono bajo, me está depurando poco a poco. Y, sobre todo, mi hermana me está curando hablándome arbitrariamente de temas sin sentido. Series de televisión, deportes que ni siquiera sigo, grupos de música de los que perdí la pista hace tiempo... Pero consigue sacarme risas, y al fin y al cabo ese era su objetivo al venir a buscarme.

-Patri, me está llamando una amiga. - Dice mostrándome la pantalla iluminada de su móvil. - Ahora vengo.

-Vale, ¡no tardes! - Exclamo. No pasan ni un par de minutos cuando la dueña del local me toca la espalda y se sienta a mi lado.

-Después de tanto tiempo sin vernos tendremos que ponernos al corriente de nuestras vidas. - Comenta Eva dando un sorbo a la bebida que ha traído consigo.

-Me apuesto lo que quieras a que tu sabes mucho más de la mía que yo de la tuya.

-La verdad es que las habladurías de la gente y los paparazzis me lo han puesto fácil. - Esboza una tímida risa como si no supiera si el comentario me fuera a sentar bien o mal. - Cuando salió en la televisión que estabais juntas ninguna no los podíamos creer. - Supongo que con "ninguna" se refiere a ese grupo de amigas con el que solía salir y con el que ahora no tengo más vínculo que el que establecen las redes sociales.

-Pues más os hubiera sorprendido saber que para cuando toda la relación salió a la luz habían pasado años desde que empezamos. - Abre los ojos de par en par. - En serio. La conocí poco después de dejar este ambiente de fiesta. Me empecé a dedicar a la fotografía seriamente y justo en mi primer trabajo, cuando aún estaba en pruebas, la conocí.

-¡Qué fuerte! Te lo tenías bien callado...

-Es lo que tiene salir con una súper estrella de la canción... - Añado dándole un trago a mi bebida. Sintiendo que estoy hablando de más simplemente por el hecho de que aún hace daño.

-En realidad me ha sorprendido verte hoy porque leí que te habías ido a trabajar fuera. Además, hace nada han salido noticias de que Malú... - De golpe deja de hablar como si hubiera unido en su cabeza todas las piezas. Y parece ser que mi mirada, que pasa de sus ojos al suelo, le da la razón sobre la conclusión a la que ha llegado. No hay palabras en ese pequeño diálogo pero sí muchas verdades. - Hostia. Lo siento. Me siento muy idiota.

-No te preocupes.... No tenías porqué saberlo.

-Lo siento, de verdad. Llevo un rato hablándote de ella como si nada sin darme cuenta de lo que pasaba. - Ahora soy yo la que bebo de mi copa un largo trago. En la prensa no se ha publicado nuestra ruptura, pero su parón en la música, mi vuelta y otros datos son factores que te llevan a esa idea. - ¿Sabes una cosa? - Pregunta mirándome de nuevo a los ojos. Sigue sonriendo pero ahora de una manera más nerviosa a la habitual. - ¿Te acuerdas de el día que nos besamos?

-¿Qué si me acuerdo? - Se me va una sonrisa tan temblorosa como la suya. - Más bien creo que no lo podré olvidar.

-Pues siempre me he quedado con la espinita de que nunca volvió a pasar... - Si hay algo que no me esperaba era con certeza esa confesión. - Tenía tantas ganas de hacerlo prácticamente desde el día que en que te conocí que me supo a tan poco...

-¿En serio? Si te soy sincera creía que yo nunca había significado nada para ti.

-Me encantabas, Patricia. A veces te notaba súper receptiva conmigo pero en otras tan lejana... Después empezamos a hablar por teléfono y me volví completamente loca por ti. Pero después llegó el beso y de nuevo las dudas por no saber si te había gustado o no. No te noté nada clara y fuimos perdiendo el contacto, así que supuse que sería mejor dejarlo estar.

-Todo lo que estás contando es exactamente lo que sentí yo. - Reconozco muy fuera de lugar. - Me gustabas pero me ponías tan nerviosa que no sabía que hacer. No sabía si te gustaba o no. Si querías que te volviera a besar o dejarlo pasar.

-No me lo puedo creer... Ojalá hubiéramos sido más claras desde el principio. Todo hubiera sido tan distinto...

-¿Y esas miradas tan deprimentes? - Comenta mi hermana, que ya está de vuelta. - ¿Me he perdido algo?

-¡Nada! - Reacciono rápidamente y saco mi cartera del bolsillo. - Le estaba diciendo a Eva que ya nos íbamos pero que volveremos pronto.

-¿Cómo? ¿Ya? ¡Me queda medio vaso! - Después de varias quejas mi hermana por fin acepta marcharse. - Muchas gracias por todo, Eva. - Ambas se dan dos besos. Después, la joven se acerca a mi y sufrimos ese incómodo momento en el que te apetece abrazar a alguien pero puede que lo correcto sean un par de besos. Afortunadamente es ella quien toma la iniciativa y nos fundimos la una con la otra. Después de las confesiones y el rato juntas recordando momentos del pasado era necesario, casi como agradecimiento, o puede que como disculpa por haber sido tan tonta en un pasado.

-Espero volver a verte pronto. - Susurra en mi oído.

-Lo harás.

-Deduzco que tampoco me vas a contar qué ha pasado ahí dentro, ¿no? - Comenta mi hermana en cuanto salimos por la puerta del local.

-Deduces perfectamente, hermanita.

-Que sepas que esta te la guardo...

Ella misma, que era la que no había bebido nada alcohol, fue la que condujo de vuelta a casa. No fueron pocas las veces que intentó sacarme información, pero si soy sincera, es algo que quiero guardarme para mí misma sin mucho sentido. Pasó hace tanto. Ha llovido tanto que se han apagado todas las llamas, pero aún quedan los típicos "¿qué hubiera pasado?" que todo el mundo conoce personalmente. Y con eso juega mi cabeza durante horas cuando llego a casa, me tumbo en la cama y no puedo conciliar el sueño. ¿Qué hubiera pasado si hace unos años Eva y yo hubiéramos dado los pasos que queríamos en vez de retroceder por falta de impulso? Quizás después de aquel beso hubieran venido cientos. Las llamadas de por la noche podrían haberse convertido en caras a caras en la misma cama. Nunca hubiera tenido esa sensación de falta de valentía que tanto me persiguió un tiempo. Puede que hubiera durado tres noches de pasión o que perdurara ese amor hasta este mismo momento. A lo mejor nunca hubiera salido del mundo de la noche y nuestra relación se hubiera basado en celos, mentiras, noches en nuestra cama y días en las de otras. O puede que me hubiera enderezado, tal y como de verdad hice, y hubiera logrado una relación estable con una persona con la que no tener que disimular sentimientos ni fingir no conocer como a nadie en este mundo. Quién sabe si ella hubiera dejado su local, teñido de castaño y hoy en día se dedicase a responder correos que podrían cambiar el mundo en su propio despacho. O simplemente hubiera seguido ahí con el dinero justo para acabar el mes, pero sabiéndose feliz y con alguien con patatas para compartir al llegar a casa. De lo que estoy segura es de que fuera como fuera Malú hubiera seguido siendo la artista más importante del país. No importa si conmigo o con otros, pero hubiera sido feliz encima de cualquier escenario. Y me siento culpable por que estando conmigo, que he puesto por delante su felicidad a la mía propia, ha dejado la música. Entonces tomo conciencia de que nunca tenía que haber pasado a ser una fan que de vez en cuando iba a sus conciertos para bailar sus canciones a la chica con la que compartía todos sus secretos. Porque a lo mejor yo no hubiera podido ser sin ella después de haberla conocido, pero ella sin mi sí, y no dejé que fuera feliz.



Entre tanto vaivén de pensamientos por fin consigo quedarme dormida y, cuando me despierto unas horas después me encuentro posada sobre las sábanas y con el móvil vibrando sin parar sobre mi tripa. Aún con los ojos borrosos y la cabeza más en el mundo de los sueños que en el real, miro la hora en el despertador de la mesilla. Pasan las doce del mediodía. Cojo el móvil y me sorprendo al encontrar más notificaciones de las que puedo contar. De golpe me incorporo e intento entender lo que ha pasado. No tardo mucho en descubrir fotos mías de anoche: con mi hermana saliendo de casa, en el bar riéndome, abrazándome con Eva... Y los titulares son del tipo "La respuesta a los problemas de Malú", "Cada una por su lado", "Rompe la pareja más polémica de España" y similares.

Necesito saber cómo está, así que marco el número de su hermano inmediatamente.

-José. Lo siento, lo siento, lo siento. - Esas son mis palabras en cuanto descuelga. - De verdad que no pasó nada.

-No pasa nada, Patri... - Varias veces intenta que me tranquilice.

-Mi hermana vino a sacarme de casa y coincidimos con esa chica, que es una amiga de hace tiempo. Nada más.

-Lo sé, en serio. Te conozco bien. - Aunque sus palabras son con la intención de hacerme sentir mejor, no lo consigue.

-¿Cómo está ella?

-Me ha dicho que sabe que no estás con nadie y que todo son cosas sacadas de contexto por lo paparazzis. - Al fin algo que me alivia un poco. - Aún así no puede más. Necesita dejar de oír hablar de ti, de verte en la prensa, de que los rumores la han imaginarse cosas que no son...

-Lo entiendo... Siento lo mismo.

-Patricia, nos vamos a ir durante un tiempo.

-¿Cómo? ¿A dónde?

-No lo sé, pero la idea ha sido suya y creo que tiene razón. Lo siento, pero tiene que dejar de saber de ti hasta que todos los sentimientos que tiene se aclaren...

lunes, 27 de junio de 2016

Mi camino (2x45)

A veces recorremos historias, cambiamos de dirección o decidimos saltarnos las señales. Todo trayecto tiene momentos de cualquier tipo: Risas. Lágrimas. Miradas de las que acaban bajo una sábana o de las que prefieren hacerlo con un portazo. Manos que se entrelazan o manos que solo saben dar golpes. Pies que vuelan o que se entierran en el suelo. Sueños cumplidos o pesadillas que nos persiguen. Susurros apasionados o amenazantes. Mares que se nadan o que solo ahogan. Tormentas para compartir manta o para helarnos por dentro. Todo se queda grabado y puede dejarnos tatuajes, heridas abiertas o cicatrices. Forma parte de nosotros, ya sea como debilidad o como fortaleza. 

Mi historia siempre ha tenido desvíos, subidas y bajadas, pero siempre supe que estaba en lo más alto cuando ella me acompañaba. Durante un tiempo la encontré esperando en cada acera. Ella para mi y yo siguiendo todas sus huellas. El problema vino cuando solo la encontraba tras la señal de "prohibido el paso". Ahí es cuando fui consciente de que era un error y evité sus pasos, aunque no dejé de querer encontrarla. Quizá por eso volvió y volví a sentir que con ella no había final y el camino estaba lleno de flores, niños riendo mientras saltan charcos y abrazos por la espalda.

Pero de nuevo las cosas no cuadraron, justo cuando ella tomó la salida de Los Ángeles y yo me quedé en Madrid. Así fue como ella empezó a volar con otras alas y yo lloraba porque las mías habían sido cortadas. Desde ese momento en adelante todas las carreteras están en obras y la única respuesta que alcanzo a resolver es la de cortar todos los lazos que nos unen.


Hace dos días que regresé de Los Ángeles. Dos días en los que el sol no ha vuelto a brillar para mí. Ese que prometía ser el viaje más emocionante de mi vida terminó siendo el peor de toda ella.

Hoy es viernes y debería estar preparándome para actuar. Sin embargo, las circunstancias personales me han hecho pausar temporalmente la gira. De momento lo justifico alegando una supuesta enfermedad que me deja fuera de combate al menos durante todo el fin de semana. Pero es mucho más que eso. Estoy totalmente rota por dentro y es la peor sensación del mundo. No puedo decir que sea la primera vez que experimento esta sensación, porque no lo es. Mi relación con Patri no ha sido fácil. No ha sido precisamente un camino llano, sino más bien un camino lleno de obstáculos que afortunadamente siempre hemos sabido esquivar para continuar. Pero ahora... Ahora siento que todo es diferente, veo el camino lleno de cristales rotos y sé que si sigo hacia delante voy a terminar desangrada.

La cabeza me da vueltas y he acabado con las existencias de helado de emergencia que guardo para ocasiones como esta. Dudo en llamar a mi hermano para que atraque el camión de Frigo y me lo traiga a casa, pero me contengo porque eso supondría tener que contarle todo.
Suena el timbre, creo por un momento que me ha leído el pensamiento. Me paro frente al espejo de la entrada y me sorprendo al ver que aun tengo peor pinta de la que me imaginaba. Me estiro la camiseta del pijama intentando arreglarla un poco y paso las manos por mi pelo con la misma intención. Abro la puerta y para mi sorpresa no es mi hermano. Son esos ojos verdes que tantas y tantas veces me han hecho perder la cordura. Y aunque nos separaban 9000 km de distancia, ni siquiera me sorprendo al verla.

— ¿Qué haces aquí?

— Tenemos que hablar… -dice con calma mirándome a los ojos. La miro sin saber muy bien qué decir ni qué hacer. Su aspecto no es mucho mejor que el mío. Su gesto es cansado y sus ojeras considerables. Pero está guapa. Siempre lo está— ¿Vas a invitarme a pasar o me vas a tener aquí toda la noche? -me mira arqueando la ceja derecha.

Tras sus palabras me aparto para dejarle paso. Entra directamente al salón, donde me espera de pie con gesto serio. No puedo negar que me alegro demasiado al verla allí de nuevo. En casa. En el lugar donde tantos momentos felices hemos pasado juntas. Esas cuatro paredes son como una caja llena de buenos recuerdos. Recuerdos que pase lo que pase siempre serán nuestros.

— ¿Qué haces aquí Patri? Te vas a arrepentir de esto y no quiero que después me puedas echar en cara que dejaste el trabajo de tus sueños por mí.

— Solo podría arrepentirme de dejarte escapar otra vez -dice acercándose mucho a mi. — Malú me da igual el trabajo, me da igual Los Ángeles, me da igual todo. A veces hay que priorizar y para mi tú eres lo más importante. Solo quiero estar contigo…

— Todo eso está muy bien, pero tal vez tenías que haberte dado cuenta antes de enfriar nuestra relación con engaños. -respondo apartándome de ella.

— Venga ya, Malú, ¿sigues enfadada? Lo de Nathan fue una tontería.

— No estoy enfadada, solo decepcionada. No existe nada peor que una relación con mentiras.

— Tienes razón, y lo siento. Lo he hecho mal. No más mentiras, de verdad. -vuelve a acercarse hasta que quedamos totalmente juntas. — Amor… -Pronuncia con un tono suave y extremadamente sexy mientras me acaricia la cara.

Ese “amor” en sus labios me desarma completamente. Puedo notar su respiración casi en mi boca y eso me pone especialmente nerviosa. Tarda muy poco en deshacer los pocos centímetros que nos separan y yo le respondo con suavidad al beso, aunque apenas permanezco dos segundos en sus labios. Ojalá pudiera quedarme toda la vida en ellos… Pero me separo y doy un paso atrás hasta apoyarme ligeramente en la mesa.

— ¿Y ahora se supone que tengo que creerte no? -pregunto. — Ni siquiera sé porque me sorprendo. Al fin y al cabo la distancia es lo que tiene. Primero me mientes, luego te besas con un tío...

— Ya te he dicho por enésima vez que entre Nathan y yo no hay nada. Me dejé llevar, estaba sola en aquella ciudad… él solo era un buen apoyo. -vuelve a acercarse hasta mi posición. Me deja en medio de sus piernas para impedir que pueda moverme.

— ¿Si solo era eso porque me lo ocultaste? -La corté en el momento en que me iba a responder para terminar haciéndolo yo misma. — No, espera, ya te lo digo yo. Me lo ocultaste porque sabías perfectamente en el juego en el que te estabas metiendo y en el fondo te gustaba.

— Te lo oculté por tus putos celos, joder. Porque sabía que esto iba a pasar –grita alejándose de nuevo.

— Y al final mis 'putos celos' -digo remarcando sus propias palabras — han resultado no ser imaginaciones mías. Baja la vista al suelo y se queda callada hasta que empieza a caminar sin sentido de un lado a otro del salón. Resopla un par de veces, se frena en seco y me mira a los ojos. Esa mirada…

— Le besé. Le besé después de que te marcharas de Los Ángeles. –Suelta sin pensarlo más. Y esa frase se clava en mí como un auténtico puñal. Sufro un pequeño bloqueo transitorio de palabras. Quiero decir tanto en ese momento que me quedo sin ellas y no soy capaz de pronunciar nada que tenga sentido. Nuestras miradas todavía no se han separado, pero ahora la mía solo expresa rabia. Aprieto los puños de ambas manos a la vez y es entonces cuando por fin soy capaz de disparar.

— Déjame adivinar, ahora es cuando me dices que te lo has tirado pero que tú no querías -río con sarcasmo.

— Malú no me jodas, jamás haría algo así. Joder sabes que te quiero –y un nuevo grito retumba en el salón.

— ¿Has tenido que meterle la lengua a ese tío para darte cuenta de que me quieres? –pregunto con el mismo tono de voz.

— ¡Joder, vale ya!

Me mira con cara de pocos amigos, me duele tanto esta situación. Tengo tantas ganas de tirarme en la cama y llorar hasta quedarme sin lágrimas que no sé como soy capaz de aguantar la compostura. Sé que me voy a romper en cuanto no la tenga delante. Igual que sé que esta noche nada puede acabar bien entre nosotras.

— ¿Sabes lo que más me jode, Patricia? Que mientras tú te divertías yo estaba aquí jodida, llorando por las esquinas por no poder tenerte. Y parece que solo he perdido el tiempo.


— No tienes ni puta idea de cómo estaba yo –dice ralentizando sus palabras mientras me advierte levantando el dedo índice. — Ni puta idea de cómo me he sentido todo este tiempo. ¿Qué coño te crees que hago aquí?


— Solo que tú tenías una mejor manera de sobrellevarlo… -me atrevo a decir y casi al instante me arrepiento de esa última frase.


— Mira déjalo, se acabó. Había olvidado que solo soy una piedra en tu camino. - Entonces la miro sin decir nada. El brillo de sus ojos aumenta por segundos, hasta que una lágrima asoma tímidamente por ellos y se desliza por su rostro sin freno. Trago saliva e intento contener las mías que hace un rato que están preparadas para salir. Una mezcla de sentimientos me recorre en ese momento, aunque no soy capaz de distinguirlos todos. Tiene toda la pinta de ser el final de esta conversación, y parece que también de esta historia que un día prometimos hacer interminable.— Pero tranquila, porque esta piedra se aparta de tu camino para que no puedas volver a tropezar con ella –pronuncia ahora sí con una serenidad impropia del momento. Y desaparece por la puerta bajo mi atenta mirada, que hace un rato que está perdida.


Sin más, me desplomo en la alfombra que cubre el suelo de la entrada de mi casa. De nuevo el frío y el no saber dar un paso por miedo a resbalarme con el hielo que hay detrás de cada posible avance y que suponga retroceder. En esta ocasión ninguna va a ir detrás de la otra. Ni ella va a subir de nuevo, llamar a la puerta y decirme que olvidemos este bache, ni yo voy a bajar corriendo para agarrarla del brazo e intentar retenerla. Por el contrario, pienso que ni siquiera tenía que haber vuelto porque si su intención era arreglarlo ha conseguido acabar de perderme, No hay arreglo para esta máquina para la que ni siquiera se fabrican piezas. Siento que haya dejado el trabajo por mi, que haya llegado a Madrid para hacerlo arder todo y que no me encuentre rendida a sus labios. Lo siento. Pero tengo claro que se acabó y que para que nuestros caminos vuelvan a tener sentido tengo que olvidarme de su estela. 

Y es que cada vez que un "vamos a arreglarlo" se posa en mis pensamientos, aparece un Nathan girando la esquina, diciendo cosas que no entiendo y haciéndome sentir engañada. Además, que Patricia me haya confesado que se volvieron a besar antes de abandonar Los Ángeles me ha destrozado por dentro y ha acabado con la última esperanza de poner una tirita a esta herida que se desangra. No logro entender cómo puede haberle dado juego sí, según dice, está locamente enamorada de mi, así como tampoco entiendo que le despertara el impulso de necesitar besarle por última vez. Por más que lo pienso no podría ni imaginarme besando otros labios que no sean los suyos. Pero también sé perfectamente que tengo que hacer que esa sensación cambie si quiero rehacer mi vida. Me lo merezco. 

De pronto, en el peor momento posible, mi teléfono suena. Limpio las lágrimas de mi rostro y me levanto sin muchas ganas para cogerlo. Es Rosa. Cómo no, la última persona a la que me apetece escuchar. No quiero ni oír hablar de trabajo. Decido no contestar, pero un segundo después la pantalla vuelve a encenderse y resignada hago lo que no puedo evitar.

-¡Hola, Malú! ¿Qué tal? Te traigo buenas noticias. Espero que te encuentres mejor porque... - Habla muy rápido y desconecto antes de que pueda saturarme con sus planes sobre gira, programas o lo que sea. - ¿Qué te parece?

-No...

-¿No a qué?

-No a todo. - Hay un pequeña pausa en la que yo me bloqueo y ella espera que siga hablando. - No estoy mejor, Rosa. No puedo hacer el mes que viene el concierto que cancelé ayer. Ni siquiera me siento capaz de subir un tacón en ningún escenario de ninguna provincia de España. 

-¿Se puede saber qué estás diciendo?

-Que lo dejo. Lo dejo. Dejo mi carrera musical.

-¿Qué? - Prácticamente es un grito lo que me llega desde el otro lado del teléfono. - Eres la mejor artista de España, estás abriendo mercado hacia fuera, tienes miles de fans que esperan ansiosos verte en la televisión o en los conciertos... No puedes dejarlo.

-Puedo y necesito dejarlo. Lo siento, pero creo que no es bueno para mi que siga haciéndolo. No puedo dar de mi tanto como me gustaría y para hacerlo mal. prefiero parar. Al menos hasta que encuentre algo a lo que agarrarme y me sienta capaz de volver a cantar. 

-¿Y cuándo será eso? ¿Qué hago yo con toda la gira? ¿Sabes lo duro que sería volver si lo dejas ahora?

-No lo sé, no lo sé. Di la verdad, si quieres. Que he terminado con quien creía que era el amor de mi vida y no encuentro el sentido de mi vida, ni mucho menos a subir a los escenarios. Di que estaba con otro mientras yo la echaba de menos. Di que ha vuelto y solo ha servido para que todo se rompa en miles de pedazos irreparables. Y, sobre todo, di que no soy capaz de perdonarla, aunque tampoco sé estar sin ella. Que yo he acabado cuando lo ha hecho la pareja.

Cuelgo el teléfono de golpe en un estado de nervios que me hace temblar y llorar como no lo había hecho hasta el momento. Quizás es porque, ahora sí, me he dado cuenta de a dónde hemos llegado y de que es cierto que no vamos a volver. ¿Y cómo voy a seguir con mi vida si siento que se la ha llevado el cerrar la puerta por la que se ha marchado? El móvil sigue sonando pero mis sentidos están bloqueados. Como puedo, llego al suelo y me encojo, escondiendo la cabeza entre las piernas y apretando fuerte los brazos. La música de llamada sigue sonando, pero cada vez parece estar más lejos. Cierro los ojos con fuerza como si pudiera cerrar el paso de las lágrimas. Ilusa. Rato después, no sé cuánto, alguien llama a la puerta. Otra vez parece como si fuera lejos, como si el sonido llegara distorsionado o desde otro mundo. Mi cerebro quiere ir pero mi cuerpo no responde a ningún estímulo. Empiezo a ver todo borroso, pero siento cómo unas manos me agitan cogiéndome de los hombros. No sé quién es, pero tiene la suficiente fuerza como para cogerme en brazos y llevarme hasta lo que supongo que es el baño, porque me quita parte de la ropa y me mete directamente en la bañera, sentada en la cerámica. 

El agua fría sirve para que poco a poco vuelva a ser consciente de todo lo que me rodea. Mis sentidos se reaniman. Mediante el gusto percibo la sequedad que se queda en la boca tras llorar desconsoladamente durante tanto tiempo. El olfato me descubre el champú recién impregnado en mi pelo húmedo, y es lo mejor que he sentido durante horas. El tacto despierta cuando noto la suavidad del albornoz en el que estoy envuelta. La vista me ofrece la respuesta de quién me ha ayudado: es mi hermano el que está tumbado a mi lado en la cama, acariciándome el cabello. Lo que más tarda en llegar es el sonido.

-¿Cómo te encuentras? - Pregunta.

-¿Por qué has venido? No creo que fuera casualidad...

-Ella me llamó preocupada... - Confiesa. Cierro los ojos. No quiero volver a caer en el estado en el que había estado minutos antes. - Estaba muy mal, Malú. Ha dejado el trabajo...

-Lo sé, lo sé todo. - Me interrumpe. - Y yo acabo de decirle a Rosa que no quiero volver a subirme a un escenario.

-¿Cómo? - Sus ojos se abren de golpe. - ¿Vas a cancelar la gira?

-Lo siento, lo siento mucho... - De nuevo el salado sabor de las lágrimas en mis labios. - No puedo seguir, lo siento.

-Ven, ven aquí. - Abre los brazos y me cobija entre ellos. - Todo va a ir bien.

Sus palabras de consuelo están lejos de parecerme que se pueden cumplir. ¿Cómo va a ir bien si no tengo ni mi música ni a ella? ¿Hay algo que pueda devolverme las ganas de vivir? Por ahora, solo siento como los cimientos de mi camino caen, se desploman tan fuerte que asustan. Y no está ella con sus poderes para mantenerlo todo bajo control. 


--------------------------------------------

¡Hola a todos y a todas! Perdonad la tardanza, una vez más. Solo comentar que toda la parte en la que Malú y Patricia están juntas en este capítulo es de Marta. Ya no sé cómo darle las gracias por ayudarme tanto y escribir las escenas de mi novela como si fuera suya. 

Y gracias a todos por leer. ¡Ya sabéis que podéis comentar, poner verde el capítulo, decir que os gusta o lo que sea mediante las redes!