domingo, 14 de febrero de 2016

UN PLAN MUY ESPECIAL (2x42)

-¡Hija, por fin te dignas a hacerme una visita! - Dice mi madre en cuanto abre la puerta de casa. Acto seguido, me abraza y me besa las mejillas insistentemente.

-Entre unas cosas y otras no he podido, mamá.

-Lo sé, lo sé. Me tienes que contar muchas cosas. - Dejo el bolso y la chaqueta en el perchero del recibidos y entramos juntas a la cocina.

-¿Y papá?

-Ha ido con Josete a por el pan y alguna cosilla más. - Instintivamente sonrío. Nadie llamaba así al niño hasta que llegó Patricia con ese método para diferenciar al hermano pequeño del mayor. - Bueno, cuéntame qué tal con el disco.

-Pues acabo de terminar la promoción y el primer single ha tenido mucho éxito, la verdad. Ya tenemos casi preparada la gira que empezaremos el mes que viene.

-Me alegro, cariño. - Sirve en la encimera un refresco para ella y otro para mí. - Me encantaron las fotos del disco, hija. Cómo se nota que las hizo Patri. 

-Tienes razón... Con ella me sentía mucho más cómoda posando y todo eso.

-Sí. Además, con ese tipo de fotos tan sensuales... - Murmura. 

-¿Qué pasa?

-Nada. Que ella está acostumbrada a verte en esa situación, supongo. 

-Supones bien. Y en otras muchas... - Añado con una sonrisa.

-Bueno, tampoco me des detalles. 

-Tranquila, que a este ritmo se me olvida y todo. Llevo tanto tiempo sin verla que cuando lo volvamos a hacer parecerá nuestra primera vez.

Se ríe y aprovecha que ha aparecido la fotógrafa en la conversación para preguntarme qué tal le va. Le digo que está viviendo su mejor laboral y resumo en qué consiste su trabajo. Cuando se entera de los famosos con los que está trabajando se le quedan los ojos como platos. Y más sorprendida se muestra aún cuando le comento todas las comodidades que le ha ofrecido la empresa: piso, gastos pagados, coche... Es como ser una princesa, según las palabras de mi novia. Además, adaptarse le está resultando más fácil gracias a sus compañeros de trabajo. Con ellos va de cena e incluso alguna vez de fiesta. En mi opinión, es algo que le viene realmente bien para despejarse y dejar de tener la cabeza en España. Mi madre, como es normal, no tarda en preguntarme cuál es la parte mala de entre tanto bueno. Y la respuesta es clara: que no está aquí. Soy sincera diciéndole que Patri lo está pasando francamente mal en ese aspecto. No hay día que no se plantee dejarlo todo y volver. Pero ahí tengo que estar yo, sacando fuerzas de donde sea, para negarme a dejar sus sueños a medias. Tiene que aguantar porque está haciendo lo que siempre ha querido y yo la voy a querer esté donde esté. Y la siguiente pregunta de mi madre es cómo estoy yo. Le contesto que estoy bien. Con tanto trabajo de la gira y el disco tengo menos tiempo para pensarlo y no me viene mal. 

-Malú... - Pronuncia mi nombre en voz baja. - Entiendo que a Patricia le digas eso porque necesita creer que las cosas están bien. Pero a mi no me tienes que mentir... 

-Mamá... - Como siempre, ha dado en el clavo. Por mucho que intente hacerme la fuerte, con ella no puedo. Una lágrima empieza a recorrer mi rostro y, en cuanto esto sucede, se acerca a mí y me envuelve entre sus brazos. - La echo mucho de menos... - Confieso en mitad del sollozo. - No pensé que fuera a dolerme tanto. Es incluso peor que cuando lo dejamos la otra vez. Ahí por lo menos tenía claro que había acabado, pero ahora sé que estamos juntas pero no podemos estarlo. 

-Tranquila...

-No puedo decirle que venga y condicionar de esa forma su vida aunque esté deseando que lo haga. - Me separo de mi madre y cojo un pañuelo para limpiarme. - Pero bueno, sé que podremos con esto. Solo que es difícil...

-¿Por qué no vas a hacerle una visita? Seguro que os viene bien y os da fuerzas.

-Imposible. El mes que viene empieza la gira y tenemos mucho trabajo.

-Un fin de semana, Malú.

-Si le digo a Rosa eso me mata...

-¡Qué le den a Rosa! - Exclama dejándome sorprendida. Pocas veces escucho ese tono en su voz. - Lo tuyo con Patricia es más importante.

En ese instante la puerta suena y la voz de mi hermano indica que él y mi padre ya están en casa. Sigo pensando en la propuesta que me acaban de hacer. ¿Voy a hacerle una visita a Patricia? Estoy en un lío de preparativos de gira y seguramente a Rosa le siente mal pero, tal y como ha comentado mi madre, tengo que preocuparme por mí. Estoy de acuerdo con ella en que supondría una dosis de fuerza para soportar la distancia. Hace ya casi un mes que se fue, así que tampoco me parece un viaje precipitado. Si fuera por mi, hubiera ido al día siguiente de que tomara aquel avión. Entre las dudas volar hacia mi chica o no, aparece Josete dando un salto para darme un enorme abrazo. A pasar de no llegar a los doce años está a una cabeza de alcanzarme en altura. Después llega mi padre, saludándome con un abrazo y su típico beso en la frente.

-¿Qué tal, hija? ¿Cómo avanza la gira?

-¿Qué gira?

-Pues la tuya, Malú. La de los conciertos, las canciones, los bailecitos...

-¡Ah, sí! Muy bien. Ya casi lo tenemos todo preparado. -Resoplo tras salir del aprieto.

-Cariño, ¿se puede saber dónde tienes la cabeza?

-A eso te respondo yo ahora mismo. - Comenta mi madre antes de que pueda empezar mi explicación. O mi excusa, depende de por dónde se mire. - La cabeza la tiene en otro continente.

Una pequeña sonrisa se me escapa por la realidad de sus palabras. Por mucho que mis pies están en España, mi mente ya ha volado a los Ángeles. Ni siquiera creo que pudiera concentrarme demasiado estos días en los preparativos de la gira teniendo tantas ganas de verla. Tanto yo como el equipo estaríamos perdiendo el tiempo si me quedara aquí, porque todo lo añadido tendría que repasarse más tarde debido a mi falta de concentración. Lo tengo decidido: voy a hablar con Rosa para que me voy a visitar a mi novia. Estoy preparada para que me regañe, me diga lo irresponsable que soy y ponga en duda si todo está lo suficientemente preparado como para salir en tan poco tiempo a dar nuestro show en los escenarios. Pero me da absolutamente igual porque, por una vez en mi vida, quiero hacer lo que siento sin pensar en lo que los demás quieren de mí.

Y todo eso le expongo a Rosa en cuanto acabamos de comer. Sé que no debería hacer algo así por teléfono pero tengo que desahogarme y decir lo que pienso cuanto antes para no arrepentirme de la decisión. Además, haciéndolo en casa de mi madre me siento más segura. Sin pararme en miramientos, le cuento mi plan en el primer minuto de conversación y, como era de esperar, el cabreo no hay quien lo evite, pero me sorprende recibir muchos menos reproches de los que creía posibles. Incluso, llega a admitir que mejor que me vaya ahora que aún no hemos empezado la gira a que lo hiciera por un venazo de los míos un día de concierto o cualquier fecha similar. Cuando cuelgo, dejo ver una pequeña sonrisa entre mis labios con la que mi madre entiende que todo ha ido bien. O, al menos, no tan mal como podría haber ido. Sin el agobio que me perseguía por tener que hablar con Rosa entra mucho mejor el café con pastas de la sobremesa.

-¿Cómo se te da el inglés? - Le pregunto de Marta de manera telefónica.

-Very well. I lived in London for two years,

-Genial. Te necesito en casa lo antes posible para ayudarme a organizar un viaje a Los Ángeles.

-¿En serio? - Pregunta sorprendida. - En un rato estoy allí.

Mientras espero, cojo el móvil y abro la conversación de Patricia para darle la gran noticia. Ya llevo escritas unas cuantas palabras cuando se me ocurre una idea y freno el movimiento de mis dedos, la mente se me ilumina y mis labios se separan para mostrar mis dientes a la pantalla. No voy a decirle nada. Será mucho mejor darle una sorpresa. Llegar allí con mi maleta y envolverla entre mis brazos cuando menos se lo espere, y así volver a notar su sonrisa entre el cuello y el hombro. Mis dedos se vuelven a accionar en el teléfono, pero esta vez para borrar lo que estaba escribiendo y decir un simple "te quiero". Milagrosamente, se conecta instantáneamente y me regala un "yo sí que te quiero" acompañado de un "te voy a romper la espalda a abrazos y los labios a besos en cuanto te vea" que hacen la combinación perfecta. Suelto una pequeña risa. No se imagina lo poco que queda para eso.

Llaman al timbre y, al abrir, Marta se tira a mis brazos. Está ilusionada por mi decisión de ir a ver a mi novia. Rápidamente. me pide que encienda el ordenador y nos sentamos frente a él. Es ella la que hace casi todo porque yo viajo mucho pero con todo preparado y no tengo práctica en estas cosas. La ventaja es que, teniendo a Patri allí, no tenemos que preocuparnos de hoteles. Lo más importante es el vuelo. Le digo que quiero hacerlo cuanto antes, por ejemplo, ir el viernes para volver el lunes o el martes. Nos cuesta encontrar algo con estas características, pero sigue mis instrucciones y acabamos eligiendo un billete de ida que llega allí sobre las cinco de la madrugada del sábado y sale el miércoles por la noche. Lo que significa que me voy pasado mañana. Me explica el cambio de horas durante un rato y parece que por fin lo entiendo. En cuanto al cambio de dinero, me dice que mañana irá ella al banco para que me pasen a la moneda de Los Ángeles los euros que quiera llevarme desde aquí. Yo mientras empezaré a hacer la maleta y las compras de última hora.

-¿El inglés qué tal lo llevas?

-Medio, medio tirando a mal.

-¿Sabes que allí no tienen el mismo inglés que en Inglaterra, no? - Mi cara es la que muestra la respuesta negativa. - Lo principal que cambia es el acento y alguna palabrilla. Pero tranquila, con suerte encuentras a alguien majo que te hable despacio, sepa español o tenga intención de ayudarte.

-Resumiendo: que tengo pocas oportunidades de enterarme de algo.

-Básicamente. Pero oye, ¿por qué no avisas a la compañera de trabajo con la que se lleva tan bien? A lo mejor puede ayudarte de alguna forma.

-Pues no la llamo porque no tengo ni idea de inglés. La otra vez, cuando no encontraba a Patri, fue una locura entendernos. Menos mal que mis hermanos, sobre todo el pequeño, me echaron una mano. - Marta se parte de risa con mi declaración. Me pide que no me preocupe y que le de el teléfono para hacer ella la llamada. Durante un buen rato habla con la americana mientras yo intento entender algo, pero nada, como mucho de alguna palabra suelta. Cuelga y me tiende el móvil. - ¿Qué?

-Que es muy maja. Va a ir ella misma a por ti y te esperará en el aeropuerto con un cartel en el que ponga tu nombre. Te dejará en casa de Patricia y listo. Me ha prometido que piensa guardar la sorpresa.

-¿Pero tú le has informado bien de la hora que llego?

-Claro. No le ha importado nada tener que madrugar para recogerte. Al contrario, ni siquiera lo ha mencionado. Estaba tan emocionada por que fueras... Dice que Patricia no deja de hablar de ti.

La sonrisa que me sale en ese momento me recuerda a la de nuestro primer beso en la famosa pista de skate que tantos buenos recuerdos me trae. Se frenaron las ruedas y acto seguido se juntaron nuestros labios. El primero de los incontables besos que hemos compartido hasta el día de hoy. Ella tiene clavada su bandera en mi boca y es imposible que tropas de otras procedencias se atrevan a desembarcar en mi piel. Ese día me sentí mucho más feliz que desde hacía mucho tiempo y hoy, con la noticia de la visita, se despierta en mi interior un sentimiento muy parecido que llegará a su máximo punto cuando por fin la tenga frente a frente. Cuando por fin solo necesite dar un paso para sentir la afrutada esencia de sus cabellos enredándose con mis ganas de abrazarla. El simple hecho de pensar que estoy a unos días y un vuelo de tenerla tan cerca me produce un cosquilleo en el estómago. El tiempo me ha ido demostrando que las personas importantes son las que perduran pase lo que pase. En nuestro caso, Patricia y yo hemos tenido las cosas difíciles casi desde el primer día. Su madre, mi carrera musical, el estado de su abuela, Aitor... Todo se ponía en nuestro camino como enormes obstáculos que superar. Pero cada traba ha sido superada con éxito, con besos y con más ganas de seguir caminando de la mano. Hemos salido hasta de rachas en las que ni siquiera vislumbrábamos una pequeña luz al final del túnel estando ella en un extremo y yo en el opuesto.

También viene a mi cabeza el recuerdo de una conversación que tuvimos cuando llevábamos tan solo unos meses. Ella, tumbada a mi lado en la cama de un hotel en el que pasamos una noche muy especial, me dijo que quería pasar el resto de su vida conmigo y que nunca había sentido por nadie lo que sentía por mí. Son esas frases que salen a bocajarro, como una bala, desde el corazón. De esas que no entienden de destino ni de razón. Y, a pesar de lo fuerte que me parecían las palabras que estaba regalando, me escondí en su cuello con la certeza de que sentíamos exactamente lo mismo. Yo le dije que nada ni nadie iba a poder con nosotras. Se lo prometí arriesgando, como si yo tuviera el control del mundo y de todas las situaciones que están a mi alrededor. Pero a día de hoy he podido cumplir mi palabra y tengo las intenciones de seguir haciéndolo para siempre.


-¿Lo llevas todo? - Asiento cargada de maletas. - Parece que te vas dos meses, tía.

-Es que no sé qué tiempo va a hacer allí. - Exclamo. Un altavoz informa en esos instantes de que los pasajeros de mi vuelo tienen que accediendo.

-¿Dinero? ¿Billetes? ¿Pasaporte? - Asiento.

-Sí, sí. Lo tengo todo.

-Pues venga, que sino no te dejan entrar y lo que faltaba después de todo lo que has liado para irte.

-Muchas gracias, Marta.

-Gracias por nada. - Nos damos un enorme abrazo y un par de besos. - Y dale recuerdos a la rubia de mi parte.