domingo, 19 de abril de 2015

AVANZANDO JUNTAS (2x24)

Es tal la fuerza con la que me empuja contra la pared que me hago daño en la cabeza al chocar. Pero es imposible centrarme en ese dolor cuando su boca está buscando frenéticamente la mía. Nuestros cuatro labios van de arriba hacia abajo rápido. Ni siquiera siguen un ritmo común. Chocan. Se tocan. Se sienten. Y solo bajan ligeramente el ritmo cuando sus dientes se clavan en mi labio inferior y tiran de él. Fija en mí sus ardientes ojos y me siento muy pequeña a su lado. A ella la siento muy grande, muy especial. Demasiado como para que esté devorándome a mí en lugar de a otra persona con mejores cualidades. Pero no es la primera vez que lo hace. No es la primera vez que veo en sus pupilas arder las llamas del deseo. Hace rato la fotografiaba y me mordía por dentro el alma para no lanzarme a besarla, y  ahora es ella la que saborea mis ganas.

No tenemos demasiado tiempo y, aunque no se corta en surcar por mis pechos, ninguna prenda se desprende de nuestros cuerpos. Agarro con firmeza su vientre por debajo de la ropa de cuero que cubre a mi chica. Sin pausa ni minutos para echarse atrás desabrocha el botón de mi pantalón. No deja de besarme por todas partes mientras lo hace. Me muerde el cuello y hasta me duele, pero ese dolor me enciende más y, cogiendo la parte más baja de su espalda, la acerco aun más a mí. No quiero respirar un aire que antes no haya sido suyo. Una de sus manos aparta de su paso rápidamente mi ropa interior y sin más preámbulos se deja llevar por el ritmo agitado del momento. Mi respiración se entrecorta y parece vislumbrarse un pequeño grito que quiere ver la luz desde mis cuerdas vocales pero, antes de que éste se produzca, me tapa la boca con la mano libre. Siento como el sonido que no puede salir al exterior vibra en mi garganta y me tiembla aún más el cuerpo. Me embiste con fuerza y yo clavo mis uñas en su piel. Es lo único que puedo hacer con la fuerza que me está absorbiendo a pasos agigantados. Incluso las piernas me flaquean y siento que en unos segundos estaré rendida en el suelo. Y así hubiera sido si ella no me hubiera sujetado firmemente al llegar al clímax. Grito, grito en mi garganta muy fuerte, e incrusto los dientes en la mano que permanece en mi boca.

Al abrir los ojos la tengo a menos de cinco centímetros y me sonríe de manera pícara con la mirada y con los labios. Esbozo una media sonrisa aún sin reponerme de lo que acaba de pasar. Ella misma me abrocha el botón del pantalón. Me besa los labios brevemente y camina hacia el lavabo. Se mira en el espejo, se sonríe, se recompone con el agua que sale del grifo y guiña un ojo más para mi que para comprobar lo guapa que está. Porque eso es otro mundo. Es de otro planeta la belleza que desprende de todos sus poros. No sé si será por el morbo de la situación o por las mariposas que me recorren el cuerpo en estos instantes, pero jamás la había visto tan guapa. Se gira hacia mi y me coge de la mano para salir del baño como si no hubiera pasado nada, aunque las dos sabemos que lo ha pasado todo. Mis pasos aún son débiles e inestables. En cambio, los suyos parece que agrietan el suelo y agitan cada flor imaginaria del frío de esa cárcel perdida en mitad de la nada.

-¡Chicas! - Exclama una de las jóvenes de edición fotográfica cuando nos ve entrar por la puerta. - Ya creíamos que no veníais. - Pretendo poner una excusa, pero sigo tan bloqueada que soy incapaz de articular palabra. Afortunadamente, Malú con su serenidad permanente se me adelanta.

-Es que Patri se ha mareado un poco y hemos estado allí sentadas un rato hasta que se le ha pasado.

-Pues la verdad es que si estás un poco pálida, Patri. ¿Estás bien?

-Sí, sí. Perfectamente. - Y no miento. A pesar de estar un poco fuera de lugar me encuentro mejor que en toda la noche. - ¿Cómo van las fotos?

-Pues bien. Ya están todas en tu ordenador y hemos hecho una copia de seguridad en un disco por si acaso. - Me siento frente al portátil mientras la chica se pone a mis espaldas y me va señalando lo que han hecho. - Mira, en esa carpeta están. Como tardabais nos ha dado tiempo a tomar nota de algunas tonalidades y sombras para que sea más fácil editarlo. Voy a llamar a los demás y empezamos el proceso.

-No, no. No hace falta. - Comento. Me mira extrañada ya que no entiende mi actitud. - Se nos ha hecho tarde, así que lo edito yo en mi casa.

-Pero si eso es mucho trabajo y hay que tenerlo para mañana por la mañana.

-No os preocupéis que yo lo acabo. De verdad. - La chica mira a Malú como preguntándole qué debe hacer.

-Si ella dice que puede, dejadla. - Dice mi chica. - Yo me fío.

Asiento orgullosa y cierro el ordenador mientras todos los demás comienzan a recoger para dejar las celdas como si no se acabase de hacer una sesión fotográfica. Quizás ha parecido que soy un  poco seca y borde, pero es que no aguanto ni un minuto más en la cárcel. Lo único que me apetece es llegar a mi casa y darme una buena ducha de agua fría para despejarme después de las altas temperaturas a las que mi cuerpo se ha visto sometido. Lo malo es que tendré que  hacer yo sola el trabajo de edición, lo que significa que no podré dormir en toda la noche. 

-¿Te llevo a casa, Malú? - Le pregunto asomándome a la celda en la que Paula le está ayudando a quitarse el maquillaje. 

-No, cari. He traído todo en el coche de Paula y no son horas de trasladar las cosas de un coche a otro. Además, ella vive cerca de mi casa y tu tienes que dar toda la vuelta para llevarme. - Se levanta y me da un pequeño pico en los labios. - Tú a las fotos. Que eso ya es bastante trabajo. 

-Vale, amor. - Paula, con pasos cortos y rápidos se une a nosotras en lo que se supone que es un abrazo a tres bandas. 

-Que sepáis que si tardáis tanto en ir al baño y volvéis con marcas en el cuello entendemos perfectamente que tengáis prisas por ir a casa. - Antes de acabar la frase ya se estaba partiendo de risa. Sin pestañear observo el cuello de Malú que está intacto, así que llego a la conclusión de que es el mío el que está marcado. Lo confirmo cuando mi chica se echa a reír y yo me pongo colorada. Esta vez ha sido ella la alocada y yo la vergonzosa. Le ha dado igual desaparecer de la sesión para fundirse conmigo en el baño sin importarle los comentarios de la gente. Es una actitud más propia de mi que de ella y me encanta que tome ese papel. Que no le importe el qué dirán o si nos pillarán. Me encanta, ella, aún más cada día. 

Finalmente me tengo que pasar toda la noche pegada al ordenador retocando fotos sin parar ni para ir al servicio. Pasan las horas y llega el sueño, pero no me puedo permitir fallar a mi chica y no tener hecho el trabajo, así que me levanto a dar una vuelta. Salgo al pequeño balcón de mi habitación y sumerjo mi mirada en la oscuridad de la noche. Es una de las cosas que más me gustan de mi piso. Poder asomarme y ver el cielo inmenso, infinito. Algunos días, me siento pequeña bajo las estrellas. Todo es tan grande y yo soy insignificante en esto a la que suelen denominar mundo. En cambio, hay días en los que me siento enorme, no por mi tamaño, sino por mis acciones. Este es uno de esos días. Soy feliz. Tengo de pareja al amor de mi vida y el trabajo me sonríe. 

Son las siete y media de la mañana cuando acabo de trabajar. No ha sido muy difícil porque las fotos habían quedado bastante bien. No necesitaban demasiados filtros ni retoque ya que son bastante oscuras y porque a Malú no le gusta que se noten en exceso los tratamientos a la imagen. Al final han salido unas 30 fotos válidas entre las que ella deberá elegir. Y estoy muy contenta con el resultado. Son tal y como esperaba que fuesen. Dejo el ordenador, los papeles y el café que me ha ayudado a mantenerme despierta encima de la mesa y me meto en la cama sin ni siquiera quitarme la ropa, que no me había quitado antes por si acaso el pijama me incitaba al sueño. 


-Amor, despierta. - Unos dedos se entrelazan entre los mechones de mi pelo y unos labios me rozan las mejillas. - Patri, soy yo. - Sabía que era ella desde la primera palabra. Soy capaz de reconocer su voz en cualquier situación, hasta sumida en el más profundo de los sueños. Abro forzosamente los ojos todo lo que puedo, que no es mucho, y lo primero que veo es el despertador marcando las diez y media de la mañana. No han pasado ni cuatro horas desde que conseguí quedarme dormida. - Cariño... - Me giro sobre la cama y me encuentro su rostro radiante, como si por ella jamás pasara el cansancio. Automáticamente me llevo las manos a la cara. Suspiro. Necesito seguir durmiendo. - ¿Qué haces?

-Taparme la cara. Estoy demasiado fea como para que me veas así. - Murmuro con el cansancio cortándome la voz. 

-Eres idiota. Te he visto con caras peores y nunca te he visto fea. 

-Quiero dormir, Malú... ¿Qué haces aquí? 

-Ya veo cuánto me quieres... 

-Ay, que no, que yo te quiero mucho. - Saco los brazos de entre las sábanas y envuelvo con ellos su cuerpo. - Solo recuérdame que te quite las llaves de mi casa... - Antes de que me lo espere me da un manotazo en la pierna tapada. - ¡Oye! ¿Sabes a qué hora me he acostado? ¡A las siete y media! - Le cambia la cara cuando se entera de ese dato. 

-Lo siento... No sabía que fuera tanto trabajo. Si llego a saberlo...

-No pasa nada, boba. A mi no me importa hacerlo, incluso he disfrutado mucho. - Me reincorporo en la cama dejando la espalda pagada al cabecero. Ella aprovecha mi nueva postura para reposar su cabeza sobre mis piernas. Con una mano acaricio su pelo y con la otra me froto los ojos para desperezarme. - Vamos, que te enseño las fotografías, que estarás deseando verlas. - Intento levantarme pero rápidamente me frena. 

-Espera, espera. Primero vamos a desayunar. - Corre hacia el salón y cuando vuelve trae en las manos una bandeja cargada de comida que parece tener preparada con antelación. Hay churros recién hechos, tostadas, un par de donuts de colores, zumo, café... Comida para todos los gustos. Lo pone encima de la cama y se sitúa enfrente, quedando una a cada lado de la bandeja. - Que aproveche. 

-Te has pasado de comida... - Murmuro. 

-Calla y come. - Coge una tostada y me la mete en la boca, sin dejarme tiempo de reaccionar. Lo mejor de ese momento es observar cómo sus labios se curvan para convertirse en una sonrisa de oreja a oreja. 

El desayuno se alarga mucho entre besos, mermelada en las mejillas y risas. Cuando acabamos cojo el portátil, me lo pongo sobre ms piernas y abro las fotografías. Reconozco que me pone nerviosa enseñárselas por si acaso no le gustan o no son lo que espera. Pero rápidamente su expresión me tranquiliza. Se le iluminan los ojos y entreabre la boca. Es ella la que quita el ordenador de en medio al verlas todas, se sube a mi y me besa mientras me da las gracias en tantas ocasiones que pierdo la cuenta. Y yo no soy quién para frenarla o impedir que me bese. Me abraza con fuerza hundiendo su cabeza en mi cuello. Solo por este agradecimiento ya merecería la pena estar las noches que fuera sin dormir editando sus fotografías. Vuelvo a ponerme el ordenador en las piernas para explicarle algunos detalles, preguntarle si quiere cambiar algo y demás, pero ella esta en su mundo. Solo mira a la pantalla sonriente, con los ojos iluminados y diciendo que le encanta todo así. 




-Toma. - Cojo de la mesilla un disco y se lo doy. - Aquí están las fotos que les tienes que dar a los de la promoción. 

-Vale, vamos. 

-¿Vamos? 

-Claro, quiero presentártelos, decirles que lo has hecho tú y eso. 

-No acepto un no por respuesta. - Se levanta de la cama y tira de mis brazos para que me ponga en pie. - A la hora de comer te traigo de vuelta y puedes dormir hasta que te canses. Además, tienes que coger fuerzas para mañana. 

-¿Qué pasa mañana? - La miro extrañada mientras entro al baño y abro el grifo de la ducha. 

-Tengo una entrevista para un programa de televisión. Es para hablar del disco que sacaré y hemos pensado poner algunas de las fotos de la sesión como decorado. Además, como me preguntarán por ella... Quiero que estés allí conmigo. 

-No sé si es una buena idea... Sabes que tenemos a la prensa pegada a los talones desde que saben lo nuestro y...

-Me da igual. Tenemos que normalizar las cosas. Somos una fotógrafa y una cantante que se quieren. Sin más. - Suspira y me coge las manos. - Patricia, te dije que no quiero ocultarme más. Al contrario. Quiero incluso mostrar lo nuestro y enseñarle a todos lo felices que somos juntas. 

Me da vértigo todo esto. Siempre me lo ha dado y por mucho que pase el tiempo no creo que me acostumbre. Pero, sinceramente, verla tan entusiasmada y con esa actitud me hace llenarme de valor y querer avanzar con ella. No hay miedo si ella me coge de las manos. Asiento, sonrío y nos besamos. Juntas seguimos recorriendo un camino largo, a veces es fácil y otras veces difícil, pero sé que merecerá la pena. 



-Malú, nos han sorprendido mucho las fotografías de la nueva promoción. - Comenta la periodista, sentada junto a mi chica en el sofá en el que le está haciendo la entrevista. Tras ellas están dos de las imágenes que hicimos ayer, ya listas para ser vistas por el público. - Como podemos ver en ellas, sales de manera muy provocativa, sensual... ¿Tiene algo que ver con las letras de las canciones del disco que estrenarás en unos días? 

-La verdad es que sí. Podréis comprobarlo cuando veáis todas las fotos y el disco en su conjunto, pero os adelanto que las rejas, la rotura de cadenas... Todo está relacionado con la actitud que quiere transmitir el trabajo que me hemos realizado. 

-Bueno, yo que he podido ver todas las fotografías y ya digo que van a sorprender. Son una maravilla. - La joven sonríe y mira sus papeles. - ¿Cómo fue la sesión? ¿Te sentiste cómoda?

-Sinceramente fue muy, muy fácil. Me las hizo Patricia Lozano, que creo que la mayoría ya la conocéis, y no tuvimos ningún problema. - Se rasca la parte posterior de la oreja y mira al suelo, incluso sus mejillas se colorean de la vergüenza. - Con ella tengo confianza. La conozco desde hace muchísimo tiempo y fue fácil. - Me mira y sonríe, contagiándome a mi todos sus nervios. 

-Y además la tenemos aquí tras las cámaras. Si las dos queréis puede sentarse con nosotras y contarnos la experiencia... - Primero mira a Malú y luego a mi. Se me pone un nudo en la garganta solo de oírlo. 

-Por mi no hay ningún problema. Si Patri quiere, yo encantada. 

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¡Perdonad la demora! Ay, siento no poder subir más. Con suerte acabo pronto el curso y me dedicaré más a la novela. Además, quiero dar las gracias a mi her, mi Martita, por hacer los montajes de las fotos para el capítulo. GRACIAS GRACIAS GRACIAS. Te quiero y todo. 

lunes, 6 de abril de 2015

LA SESIÓN. (2x23)

-Amor, necesito que me hagas un favor. - Es lo primero que sale de sus labios cuando abro la puerta. Sonríe de manera nerviosa y me observa buscando una reacción. Sin pensármelo dos veces le hago un gesto con la cabeza para que pase. Estoy deseando saber de qué se trata. Son casi las cuatro de la tarde, justo la hora en la que suelo salir de casa para ir a trabajar a una revista. Lo sabe perfectamente, lo que significa que ha venido corriendo para encontrarme y pedirme lo que sea que necesita. Eso me preocupa aún más. Y también me preocupa que esté delante de mi con ese tembleque de piernas en vez de en cualquier sitio trabajando o preparando su nuevo disco.

-O me dices ya qué pasa o me va a dar algo. - Espeto de pronto. No aguanto más esa situación de tensión. Ella resopla y juega con el anillo de plata que rodea su pulgar.

-Necesito que me hagas las fotos de promoción de mi nuevo disco. - Podía haber dejado volar mis ideas por cualquier parte y jamás se me hubiera ocurrido eso. No es que fuera malo, pero desde que salió del armario hemos hablado mil veces de que no vamos a mezclar el trabajo con nuestra relación. A ella eso le ha dado igual siempre, he sido yo la que quise dejar claro ese aspecto. No mezclar las cosas para que no hubiera malentendidos ni entre nosotras ni con personas externas que hablaran de preferencias o trapicheos. Quiero llegar lejos en la fotografía, todo lo que pueda, pero no a costa de mi relación con la mejor voz femenina de España.

-Ya sabes que no...

-Lo sé, lo sé perfectamente. - Me interrumpe. - Pero te lo pido como un favor. El chico con el que iba a hacerlo ha tenido un accidente de moto y no puede. Sabes que si no fuera urgente no te lo pediría...

-No sé, Malú. ¿No hay otra opción? - Cada vez está más nerviosa. Su pierna ha cogido un ritmo tan rápido que me va a taladrar el suelo.

-No la hay. Nos exigen que presentemos las fotos pasado mañana y no tenemos tiempo para encontrar a otro buen fotógrafo. - Me dispongo a decir algo, pero me corta antes de que pueda hacerlo. - Sí, existe la opción de coger a un fotógrafo peor, pero ni mi equipo quiere ni puedo hacerlo... - Justo lo que iba a proponer. Me conoce demasiado. - Es algo importante. Son fotografías de promoción para un disco y no pueden salir mal. Si se tratase de un proyecto para una revista estaría encantada de coger a otro, pero no. Necesito a alguien eficaz y tu eres la mejor que conozco.

-Está bien, está bien. Lo haré.

-¿De verdad? - Se inclina hacia mi con los ojos iluminados y una sonrisa que habla sola. No puedo evitar sonreír yo también y asentir con la cabeza. Inmediatamente se lanza a mis brazos y ambas caemos sobre el sillón. Me da besos hasta perder la cuenta. Está tan feliz que no controla sus movimientos y nos tira a ambas al suelo. Se ríe y me río, como siempre desde hace mucho tiempo. Es una buena forma de vivir.

-¿Cuándo empezamos? - Pregunto mientras me siento en el suelo.

-En cuanto vuelvas de trabajar. - Abro los ojos de par en par.

-Cari, llego de trabajar a las nueve de la noche.

-Ya lo sé, pero es cuando teníamos pensado hacerlo y no podemos retrasarnos. ¡Tenemos dos días! En esta noche tenemos que hacer las fotografías y las tienes que haber editado para pasado mañana. ¿Podrás? - Es muchísimo trabajo. Por un momento me duele la cabeza y me agobio. Pero es por ella, y por ella convierto todas las cruces en caras, y convierto todos los imposibles en realidades.

-Claro que podré.

Vuelven a llover besos de su agua sobre mi cuerpo. Me pasaría así todo el día, o toda la vida, pero ambas tenemos cosas que hacer. Malú se va a hablar con todo el equipo. Tiene que darles la noticia de que ha conseguido que sea yo lo que haga las fotografías. Me dice que en un rato me pasará lo que el otro chico ya tenía preparado para que, sobre eso, yo me pueda mover y hacer algo similar pero con mi estilo. Y no sé de dónde voy a sacar el tiempo. Salgo de trabajar a las ocho y a las nueve he quedado con el equipo de Malú para empezar la sesión.

De camino a la revista todo ese estrés se agolpa en mi cabeza y sale a la luz con un inmenso dolor. En cuanto llego, lo primero que hago es tomarme una pastilla. Tengo demasiadas cosas que hacer y no puedo limitarme por el dolor. Entro al despacho del jefe con mis carpetas y mi cámara y me lo encuentro en la misma postura de siempre: sentado frente al ordenador, seguramente jugando a algún juego.

-¡Hombre, mi fotógrafa preferida! - Me mira por encima de las gafas. El hombre es un vago, pero también muy simpático y da gusto trabajar con él. - Pasa, pasa. - Me hace un gesto con la mano para que entre y me siente frente a él.

-Dime que no hay mucho que hacer hoy...

-Pues estás de suerte. - Pasa las páginas de la agenda y al decir aquello me quita un peso de encima. - Le están terminando de hacer una entrevista al chico que ganó la semana el concurso de cocina de la televisión. Cuando acabe pasa contigo para unas fotos.

-¿Algo en particular?

-Lo típico. Se ha traído el gorrito y unos cuchillos, así que utilízalos para las fotos.

-Genial. - Me levanto dispuesta a ir a la sala e ir preparando las cosas. Si solo tengo eso de trabajo será una tarde fácil y puede que incluso salga antes de la hora.

-Espera, espera. - Demasiado bien sonaba todo... - También hazte unas fotos a ti. - Ésto último me sorprende y por mi cara se da cuenta. - Fotos de cara y de cuerpo entero.

-¿Para qué?

-No seas cotilla... Ya lo sabrás.

Se levanta y con pequeños empujones me echa del despacho. Me ha generado mucha intriga, pero decido quitármelo de la cabeza para no tener más preocupaciones de las que ya tengo. Voy a la sala de fotografías y, afortunadamente, casi detrás de mi entra el chico con el que voy a trabajar acompañado de la becaria. Pronto empezamos. Es un hombre de mediana edad muy agradable que hace que las fotos salgan de manera fluida. Con cuchillos, sin ellos, con gorro, sin él... Todo sale bien y me sonrío por dentro. En menos de una hora hemos terminado la sesión, aunque queda lo más difícil: editar las fotografías. Me siento frente al portátil y abro todos los programas que necesito para ello.



 Quitar brillos por un lado, ponerlos por otro, pequeños retoques faciales... Y listo. Cuando voy a apagar el ordenador son las 19:28. Entonces se me enciende la bombilla. Mierda, no he abierto el correo para diseñar la sesión de mi novia. Lo hago rápidamente y ahí está. Se trata de un documento lleno de imágenes y letras que ocupa más de quince hojas. Además, al tratarse del diseño de otra persona es mucho más difícil descifrar sus intenciones y el trabajo se multiplica por dos. Pero me quito los pensamientos negativos de la cabeza y me pongo a ella. Nunca he sido de esas personas que se vienen abajo o se rinden antes de hacer las cosas. Cojo aire y empiezo a leer, y cuando me quiero dar cuenta y he terminado son las 20:03. No voy del todo mal de tiempo. No me ha quedado todo lo bien que me gustaría pero en el tiempo que tengo es lo mejor que puedo conseguir.Cierro el ordenador, recojo las carpetas y al ir a guardar la cámara me acuerdo de las misteriosas fotos de mi misma que me pidió el jefe. Con la ayuda del trípode y el temporizador me las hago corriendo y a las ocho y media estoy montada en el coche de camino al sitio donde se hará la sesión. Según lo que me han dicho y el proyecto que he estado estudiando tiene que ser un lugar oscuro. Posiblemente un estudio. Pero cuando me voy acercando me doy cuenta de que no es así... La carretera va oscureciéndose y cada vez está más desamparada. Al escuchar el famoso "Ha llegado a su destino" del GPS estoy donde menos me podía imaginar: una comisaría en medio de la nada. Lo primero que pienso es que me han dado mal la dirección, pero compruebo que estoy equivocada cuando el joven guardia de la entrada me hace una señal y viene corriendo.

-Eres Patricia, ¿no? - Asiento con la cabeza. - En seguida te abro. Dejas el coche en el aparcamiento y habrá un compañero esperándote que te llevará con Malú y su equipo.

Le doy las gracias y hago lo que me dice. Al dejar el coche se me acerca otro chico joven, tal y como me dijo el de la entrada. Me da dos besos y se presenta. Se llama Daniel y va a ser quien me acompañe por la prisión. Seguro que no tiene más de treinta años. Sus ojos son marrones, su pelo rubio y de cuerpo es tal y como esperas que sea un policía: alto y fuerte. Cuando ve que llevo la cámara, focos y el portátil rápidamente lo coge el todo. Le digo que no hace falta, pero insiste en hacerlo. Pasamos por pasillos y pasillos hasta que se para en una puerta blindada.

-No te preocupes porque hoy no hay presos. - Me susurra con una sonrisa mientras introduce las llaves y da unas cinco vueltas.

Al abrir me encuentro todo un espectáculo. Es un pequeño pasillo central con tres celdas a cada lado. Es pequeño porque la prisión tiene dimensiones reducidas. Además, no parece una cárcel. En una de las celdas están todas las prendas del vestuario que vamos a utilizar, en la otra hay cuatro personas con ordenadores y cables preparando el proceso de edición, en la tercera está el servicio de catering para amenizar la noche y en una última se encuentra mi chica con Paula haciéndose los retoques finales en el pelo. Cuando me escucha entrar se levanta de un salto para acercarse a mi, y yo siento que se para el mundo. No puede estar más atractiva. Llevo puesto un pantalón de cuero corto con unos tacones de vértigo que le hacen unas piernas que te invitan a volverte loco con ellas. En la parte superior se ha puesto una camisa del mismo material y del mismo color. Le encanta el cuero y le sienta de lujo. Y por último la cara. Su pelo largo y ondulado parece revuelto y alocado, aunque cada mechón está retocado y tratado con sumo cuidado para que de esa sensación de rebeldía. Le han pintado los ojos de un negro intenso que le resalta el iris. Dan ganas de querer naufragar en ellos. Por lo demás, apenas lleva maquillaje, pero para el tema de la sesión no necesita más.

-Estás... - Comienzo a decir con el poco aliento que tengo. - Increíble,

-Cari, céntrate que tenemos mucho trabajo. - Me pide dándome un beso en la mejilla. Como si fuera tan fácil dejar de mirarla y coger la cámara. - ¿Te ha dado tiempo a mirar lo que te he mandado?

-Sí, claro. Pero no me imaginaba que fuéramos a hacerlo en una cárcel...

-Creía que te darías cuenta al leer el proyecto.

-No... Pensaba que en un estudio con unos barrotes y cadenas sería suficiente.

-Ya que hacemos las cosas, las hacemos bien. - Se ríe y me guiña un ojo. Si vuelve a hacer eso se me para el corazón.

-Ni siquiera sabía que en las prisiones dejaran grabar.

-Y no suelen dejar, pero una tiene sus contactos... - No sé cómo se me había podido olvidar que Malú siempre consigue lo que se propone. Preparo los focos dentro de una celda y le digo que venga para empezar. Según lo que ella me mandó, hay que conseguir que las fotos transmitan rebeldía. Romper las normas y saltar los obstáculos para lograr la anisada libertad. Se decidió así porque la etapa que está viviendo la cantante consiste en eso. En superar sus miedos para ser feliz. Y justo eso es lo que mi chica quiere transmitir con el disco y las canciones que ella misma ha compuesto. - A ver, para empezar te pones detrás de los barrotes y simplemente haz lo que tú creas. Yo luego te voy diciendo.



Me obedece y la sesión va sobre ruedas. Jamás había sido tan fácil un trabajo. Nos entendemos. Yo sé lo que ella quiere transmitir y ella sabe las expresiones exactas que necesito que aparezcan en su rostro. Pone la cara entre dos barrotes y tira de ellos como si quisiera abrirlos. Click. Una foto perfecta. Su mirada con los ojos entrecerrados traspasa el objetivo y da una sensación de sensualidad estupenda. 



Coge unas cadenas y me pide ayuda para enredarse en ellas. Click. Otra instantánea maravillosa en la que trata de liberarse de los hierros. Unas horas después, antes de lo esperado, hemos acabado y tenemos muchísimas fotografías buenas para elegir. Lo más difícil de todo el proyecto ha sido tener que resistirme las ganas de hacerla mía. De vez en cuando me daba un pico cuando le gustaba lo que hacía, pero eso era insuficiente e incluso me daba ganas de más. Verla así, con ropa de cuero, parte del cuerpo al descubierto y poniendo caras sensuales me ha tenido encendida durante horas.

-Amor, necesito ir al baño. ¿Me acompañas?

- Sí, espera. - Les doy la cámara a los compañeros de edición. - Id pasando las fotos al ordenador. Tardará un buen rato porque hay muchas.

Cojo la mano que me está tendiendo mi chica y andamos hacia la puerta. Daniel, el policía de antes, nos abre la puerta y nos indica dónde está el baño. No está lejos, así que ni siquiera tiene que acompañarnos. Nada más entrar me dirijo al grifo y me empapo el rostro de agua helada.

-¿Qué? Acalorada, ¿no? - Comenta sentándose en el lavabo.

-¿Cómo?

-Ahora no disimules que sé que llevas con el calentón toda la sesión. - Me río en cuanto escucho sus palabras. Me ha pillado.

-Me conoces demasiado. - Asiente y, tira de mí para situarme entre sus piernas. - Es que cielo, estás muy muy sexy. No me vuelvas a pedir que te haga fotografías de este tipo a no ser que estemos solas.

-¿Por qué?

-Pues porque me provocas...

-¿Por qué? - Tira de mi otra vez para ponernos mucho más cerca.

-Porque con esas piernas, esos ojos, esa boca... Me vuelves loca.

-Oye... - Se acerca a mi oído y me rodea el cuello con ambas manos. - ¿No te pone pensar en hacerlo en el baño de una cárcel? - En cuanto susurra eso y su aliento me roza la oreja todos los sentidos se me alteran. Ni siquiera me da tiempo a responderla. Se baja de un salto y me empuja hasta que choco con una pared y me empieza a besar como si quisiera encontrar en mis labios las respuestas a todas las preguntas.