domingo, 13 de abril de 2014

Capítulo 2.

Me desperté a duras penas. Estaba muy cansado después del trote de la noche anterior. Qué raro… el despertador aún no había sonado. Me giré lentamente en busca del aparato que había en la mesilla.
¡No me lo podía creer! Los números rojos daban las 6:45. Me encaminé rápidamente hacia el baño. Tenía menos de quince minutos para salir de casa.
Me duché y vestí en diez minutos. Cogí un zumo que me tomaría en el trayecto y me subí al coche. Sentado frente al volante de mi Honda Civic negro miré el reloj y eran las 6:59. Me sonreí. Increíble, era mi récord. Si se lo decía a mi madre no se lo creería. Todo por una chica.
Puse el álbum  “News of the World” de Queen, a ritmo de “We Will Rock You” y me pasé el camino tarareando. No había mucho tráfico, así que dos minutos antes de la hora planeada me encontraba frente a su casa, apoyado en el vehículo.
Momentos más tarde Malú salió por la puerta, acompañada de su gran sonrisa.
-¡Buenos días! – Parecía bastante contenta. - ¿Qué tal has dormido?
-Demasiado bien… - Tras los típicos dos besos me senté en el sitio del conductor, y ella a mi derecha.
-¿Puedo poner la radio?
-Claro, como si fuera tuya.
Pasó unos segundos de cadena en cadena hasta que se detuvo en una. “Unconditionally” de Katy Perry sonaba a todo volumen. La joven comenzó a cantar en el estribillo, pero realmente no se sabía la letra, solo pronunciaba palabras que probablemente ni existieran. Me chocó que casi sin conocerme se atreviera a hacer eso.
Reí a carcajadas mientras ella seguía a lo suyo.
-¿Qué pasa? – Me miró haciéndose la sorprendida. – Me la sé genial.
Intentó ponerse seria, pero no aguantó nada.
-¡Canta conmigo!
-Qué va… eso lo dejo para profesionales.
-Por favor, Aitor… - Me miró con cara de niña buena y no pude negarme. Dejé a un lado la timidez y canté. Lo que esa chica provocaba en mi era inexplicable.
Y así pasamos todo el camino. De canción en canción, entre risas. Cada vez me atraía más y ocultarlo no era fácil.
Salimos del coche y vimos que la grúa ya estaba allí esperando.
-¿Vas a tardar mucho?
-No, yo solo tengo que recoger unos papeles.
-Si te apetece cuando acabe con ésto nos vemos y te invito a desayunar. Tengo que agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
No podía negarme. Pasar más tiempo con ella sería perfecto. Quedamos en ese mismo lugar una hora más tarde.
¿Y ahora que hacía yo? La verdad es que no tenía nada que hacer allí, solo la dije que tenía que venir para poder verla. Pero de repente se me ocurrió una idea. Entré al despacho de la cafetería  y me senté frente al ordenador. Busqué por los cajones, por ahí tenía que estar lo que buscaba. Nada en el primer cajón. Nada en el segundo. ¡Bingo!, en el tercero sí. Se trataba de un CD en blanco. Enchufé el iPod que siempre llevo conmigo al ordenador y empecé a copiar en el disco varias de mis canciones favoritas, de todos los géneros.
Al acabar de pasar la música guardé el CD en la caja y escribí en la portada una frase: “Para que cuando te apetezca cantar como una loca en el coche te acuerdes de mi. Aitor.”
Cuando llegué al aparcamiento ella no estaba, así que aproveché para dejar el pequeño regalo en el maletero del coche y escasos segundos después apareció a lo lejos. Casi me pilla.
Fuimos a desayunar dentro. Pedimos los dos café con leche y una docena de churros. A mí me parecían demasiados, pero ella insistía en que no, que tenía un buen apetito. Y era cierto, no quedó ni uno. Acababa de conocer una nueva faceta de la cantante y me hacía muchísima gracia.
Antes de irnos pasó al baño y yo aproveché para pagar la cuenta. ¡En qué momento se me ocurrió!
-¿Cómo que ya has pagado? ¡Yo iba a pagar!
-No te preocupes, ya está.
-¡Pero quería agradecerte todo!- Se aproximó a la barra y llamó al camarero haciendo un gesto con la mano. – Disculpa, éste chico ha pagado antes y no debería haberlo hecho…
¡Ésta mujer estaba como una cabra! Le lancé una sonrisa a mi compañero y la cogí por detrás, sacándola del local. Se pasó un buen rato farfullando, pero yo no dejaba de sonreír. Era muy entretenido verla así. Dejó de hablar durante unos segundos, que aproveché para cambiar de tema.
-¿Qué te han dicho los del seguro?
La joven me atravesó con la mirada, no parecía conforme con el cambio de tema.
-Que me van a sacar un ojo de la cara por arreglarlo y que puedo recoger el coche de sustitución cuando quiera. –Su tono de voz era animado, parecía que se le había pasado el cabreo.
-Entonces te llevo ahora a por él, ¿no?
Se quedó pensando mirando al suelo unos segundos.
-Te iba a decir que no hacía falta, que podía llamar a mi hermano. Pero no. Ahora te aguantas y me llevas, por no dejarme pagar.
Empecé a reírme. ¿Me aguanto y la llevo? No se daba cuenta de que es lo que más me apetecía hacer.
Entramos en mi Honda y alzó el dedo a la radio, pero se lo frené con un ágil movimiento.
-¿Qué pasa? ¿Ya no puedo poner música? – Se quedó desconcertada cuando me vio salir hacia el maletero sin decir ni una sola palabra.
-Toma, es un detalle.-Le tendí el disco y la joven lo miró extrañada, leyendo la dedicatoria que yo antes había escrito.  – Me ha sobrado tiempo y se me ocurrió que te podría gustar…
No me dejó acabar la frase y se abalanzó hacia mí envolviéndome en un abrazo.
-¡Muchas gracias! ¡Qué ilusión!
Se separó de mí y puso el disco. De nuevo, nos pasamos el camino cantando. Yo estaba fuera de lugar, aquel abrazo me había dejado en las nubes.
Recogimos el pequeño coche de sustitución que le dejaban durante  unas semanas. Intentó conseguir uno un poco más grande, pero no fue posible.
Nos íbamos a despedir y, una vez más, me dejó sorprendido con sus palabras.
-Oye Aitor… ¿Te apetece quedar ésta noche? – Me quedé boquiabierto. Sin poder responder. – Así me dejas pagarte con copas el favor que me has hecho.- Soltó una débil risa que me hizo darme cuenta de lo que me estaba pasando.
-Genial. ¿Te recojo a las 9?
- Vale. Pero pago yo, ¡eh!
Ambos comenzamos a reírnos. Tendría que dejarla pagar o me mataría. Nos despedimos y empecé a andar hacia mi coche.
-¡Aitor! –Malú me gritaba. Se me pasaron mil cosas por la mente. La primera es que se había arrepentido de la propuesta. Me volví a acercar a ella. –No tengo tu número jajaja
Suspiré aliviado. Ya creía que íbamos a terminar y… ¡ni si quiera habíamos empezado!
Intercambiamos los teléfonos y cada uno tomo una dirección diferente. Esa noche sería genial.

“Oigo tu risa y creo en los milagros.

Siento tu abrazo y puedo volar.”

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