viernes, 29 de mayo de 2015

NERVIOS INCOMPRENDIDOS (2x25)

Es entonces cuando un escalofrío me recorre de punta a punta. El pulso se me acelera sin pedirme permiso. La culpa la tienen mis latidos, que han decido bailar por si solos de una manera bastante descontrolada. Mis manos se enfrían a un ritmo frenético, hasta llegar a competir con el propio hielo. Incluso empiezo a dudar que mis músculos sean capaces de responder. Lo único que mi cuerpo me permite en ese momento es mirarla. Mirarla sin pestañear. Sabe perfectamente que estoy cagada de miedo. O nervios. O una mezcla de ambas. Sin embargo ella parece ser la persona más tranquila del mundo. Me mira sonriendo. Esa sonrisa suya... Esa que siempre me gana la batalla y me hace perder la razón. Y es que da igual lo complicada que sea la situación. Una sonrisa suya es la fuerza que necesito para enfrentarme a cualquier cosa que se me ponga por delante. Soy consciente de que voy a caer, aunque no quiera. Lo sé perfectamente. Y así es. Una vez más lo consigue. Es ella la que me devuelve la calma. Cierro los ojos, respiro hondo un par de veces y me armo de valor para salir ahí fuera.

Está todo lleno de cables enormes e infinitamente largos que cruzan por todo el plató. Por un momento temo tropezar con alguno de ellos y ser noticia en sálvame. Así que miro disimuladamente al suelo mientras avanzo hasta ellas. Una sonrisa nerviosa se adueña de mis labios y soy incapaz de controlarla.

—Bienvenida, Patricia -interviene amablemente la presentadora. Hace un gesto con la mano y me invita a tomar asiento junto a mi chica.

Sonrío y hago justo lo que me indica. Todavía estoy hecha un mar de nervios. Y si. Soy capaz de disfrazarlos ante el resto del mundo. Pero no ante la persona que mejor me conoce. No ante ella.
Posa una de sus manos sobre mi muslo. Mueve el pulgar repetidas veces para acariciarme. Me encanta que lo haga. Consigue trasmitirme esa confianza. Ese pase lo que pase estoy aquí. Y lo agradezco inmensamente. Aprieto los labios con fuerza e intento relajarme para escuchar las preguntas de la mujer que tengo enfrente. La periodista nos da unos segundos de tregua. Nos observa en silencio y nos mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ante todo enhorabuena por estas magníficas fotografías –dice señalando la pantalla donde aún se muestran dos de mis fotos.

—Gracias -acierto a decir tímidamente.

—Cuéntanos... ¿Cómo es Malú de jefa?

—Pues... –giro la cabeza y la miro con una sonrisa cómplice que me devuelve al instante —De momento no me puedo quejar.

—Os conocéis desde hace muchos años. ¿Ha sido esa una ventaja a la hora de hacer las fotos?

—Sin duda. Ella sabe como trabajo y yo sabía exactamente lo que quería. A veces somos capaces de entendernos con solo mirarnos a los ojos... -contesto mirando a la mujer.

Dos segundos después soy consciente de lo ñoño que me ha quedado esa respuesta. Y creo que es señal de que los nervios del inicio comienzan a esfumarse. De que vuelvo a ser la de siempre.

—Malú. ¿Por qué Patricia?

—Eran unas fotos complicadas, en un escenario complicado y necesitaba a alguien que supiera sacarle partido a una cámara y que a la vez me conociera bien -dice intercambiando de nuevo su sonrisa con la mía. —Fotógrafos hay muchos. Pero Patri es única, así que la necesitaba a ella.

Los ojos se me iluminan cuando la oigo pronunciar esa última frase. Me contengo las ganas que tengo de besarla. Aquí y ahora. En este mismo lugar, con las cámaras grabando. Da igual.
Obviamente no lo hago. Me limito a imaginarme que lo hago mientras la miro embobada. Tanto que se me olvida que estoy en mitad de una entrevista de la tele. La voz de la presentadora me devuelve de nuevo a la realidad.

—Doy por hecho que conocías de sobra su trabajo.

—Por supuesto. Ella es de esas personas que siempre van acompañadas de su cámara -comenta Malú —Así que lo conocía bastante bien, si.

—Es que, nunca sabes…. –Decido contestar a mi chica. Pero su voz me interrumpe a mitad.

—Cuando puede haber una buena fotografía... -Dice terminando lo que yo había empezado.

Una de esas frases que me identifican. Esa que siempre me sale cuando estamos juntas y yo me empeño en coger la cámara para todo. Cuando dejamos de ser dos y nos convertimos en tres. Y es que necesito mi cámara cerca. Porque si hay algo seguro, es que con ella siempre sabes que habrá una buena foto. No hay mejor foto que mientras duerme desnuda después de hacer el amor.

—Patricia voy contigo... Ya te habíamos visto antes trabajando para Dani Martín. ¿Ha sido muy diferente?

—Bueno, con Dani fue estupendo. Pero supongo que lo bueno de esto es que cada trabajo es distinto.

—¿Como calificarías esta experiencia?

—Inmejorable. Con Malú cerca aprendo algo nuevo todos los días.

—¿Volverías a repetir? -insiste la periodista.

—Ella sabe la respuesta. -digo sonriendo.

—Como veo que os vais soltando, permitidme que me meta un poco más en terreno personal... ¿Cómo es trabajar con tu pareja?

—Siempre es una responsabilidad trabajar para alguien de la talla de Malú. Sea o no tu pareja –afirmo con contundencia.

Me doy cuenta de que Malú hace rato que me mira con su imborrable sonrisa. Me quedo prendada de sus ojos marrones que brillan con su habitual luz. Pero desvío la mirada hacia sus labios cuando intuyo que un "te quiero" se dibuja en ellos. Es tan imperceptible que dudo que las cámaras hayan captado algo. Y vuelvo a sonreír como una autentica tonta. Esa sonrisa de enamorada que nadie más puede producirme. Solo ella. De nuevo una vez más vuelvo a contener mis ganas de quedarme a solas con ella. De matarla muy lenta y dolorosamente por haberme hecho venir hasta aquí. Y de resucitarla después a base de besos, abrazos y caricias.

—Precisamente es una ventaja. Con Patri tengo más confianza que con nadie. Ha sido muy cómodo trabajar con ella -confirma la cantante.

—Bueno chicas, ha sido un placer charlar con vosotras, pero desgraciadamente nos tenemos que despedir.

Respiro aliviada al escuchar sus palabras. No sé muy bien si porque esto se ha acabado o porque ahora por fin podré besarla...

—Malú, mucha suerte con tu nuevo disco. Estamos todos seguros de que va a ser un autentico éxito.

—Un placer. Esperemos que lo sea, Gracias.

—Patricia. Espero que sigas regalándonos esas maravillas. El mundo tiene que ver tus fotografías...


En cuanto uno de los técnicos grita que las cámaras han sido apagadas mi cuerpo se relaja. Los hombros caen. Dejan de estar rígidos y la sonrisa tensa que aparecía en mis labios se convierte en otra mucho más natural. La entrevistadora se pone en pie y nosotras la imitamos. Mientras andamos alejándonos de todos esos focos y cables nos da las gracias miles de veces por haber ido, incluso me pide perdón por haberme puesto en el compromiso de salir a hablar de mi trabajo. Pero en realidad no ha sido tan malo. Es lo que siempre le he pedido a Malú: que no le importara lo que dijera la prensa y que fuese ella misma. Por eso, detrás de todos los nervios que me provocaba estar frente a las cámaras siendo entrevistada, había otra sensación mucho más positiva. La sensación de saber que por fin tengo con ella la relación que siempre quise tener. Nos ha costado años, quizá demasiados, llegar a esto. Pero gracias a ello sabemos apreciarlo como se merece. Somos conscientes de lo que hemos pasado y de lo enorgullecedor que es llegar a un punto en el que lo que opinen los demás se queda a un lado. Y todo esto se multiplica por infinito cuando pienso que la otra persona es Malú, una de las personas más cerradas y a las que más le cuesta abrirse a los demás.

-Llévame a tomar algo. - Me pide poniendo pucheros cuando entramos a mi coche.

-Yo creía que hoy era día de relax por todo el cansancio acumulado y eso... - Comento recordando las palabras que ella misma me dijo por la mañana antes de salir de casa.

-Y así va a ser. Pero es casi la hora de comer y mi estómago me pide a gritos una de esas hamburguesas del bar de al lado de tu casa.

-¿Tu estómago nunca se sacia? - Se mira la tripa y niega con la cabeza. - Pues nada, nos vamos engordar un poco más.

-Cari, tú cada día estás más delgada.

-Pues será por el estrés que me provocas porque dieta jamás he hecho y llevo sin hacer deporte casi un mes.

-¡Oye! Yo no te provoco ningún estrés. Será culpa de tu jefe.

-Mi pobre jefe manda menos que yo, y ya es decir. Es un cacho pan.

-Pues yo he engordado. - Golpea la mano contra sus muslos en repetidas ocasiones y luego coge la tela con la punta de los dedos, tirando de ella. - Estos pantalones antes me quedaban más ajustados.

-¿Qué vas a haber engordado? Tú si que no paras. Entre trabajo y que siempre se te ocurre algo que hacer...

-Ya, pero es que últimamente hago poco ejercicio y no quemo grasas.

-¿Desde cuándo haces tú ejercicio si no es obligada?

-No hablo de ese tipo de ejercicio... - Aparto la mirada un segundo de la carretera y la miro a ella. Me guiña un ojo. Y trago saliva intentando salir de mi bloqueo. - Mira  hacia adelante, anda.

-¿Cómo que hace mucho que no lo hacemos? ¿Y el día de la sesión no cuenta?

-Cuenta y estuvo genial, ¿pero cuál fue la vez anterior a esa? - Cojo aire por la boca e intento hacer memoria. - ¿Ves? ¡No te acuerdas! ¡Eso es que fue hace mucho!

Puede que tenga razón. Puede que últimamente tengamos la mente y el cuerpo en otras cosas y hayamos dejado a un lado los suspiros entrecortados en su cama o la mía, su coche o el mío, su piscina o mi bañera, su jardín o cualquier lugar al que hacer testigo de nuestros actos. Ella preparando sus cosas, yo preparando las mías y las dos preocupándonos por las de las dos. Pero sigo pensando, y no. No. No hace tanto. Estamos acostumbradas a hacerlo más a menudo, eso sí. Pero no hace tanto que ma sentí plenamente mía. 

-Fue hace seis días en tu sofá. - Quiebro el silencio no incómodo que se había colado en el coche. - Llevabas puesta esa camiseta ancha que solo usas para dormir, aunque te hace realmente sexy. No había pantalones, pero la parte superior te llegaba hasta la mitad de los muslos cubriéndote la ropa interior que, poco después, acabaría bajo la mesa. Estábamos viéndo una película. Admito que no me acuerdo de cuál era porque me entretuve contándote los lunares de la tripa y las piernas. De vez en cuando te miraba de reojo y me sonreía al encontrarte luchando contra el sueño. Hasta que en una de las ocasiones no pude reprimir una pequeña risa y te despertaste asustada. Clavándome los ojos. Matándome con la mirada. Increíblemente atractiva. - Mientras conduzco y le cuento lo que ambas hemos vivido ella se ha girado en en el asiento del copiloto para observarme. No la veo, pero intuyo que ni siquiera parpadea. - Lo siguiente fue ver cómo te abalanzabas sobre mí indignada y pegándome golpes como castigo. Yo no dejaba de sonreír y de reír. Y el siguiente paso fue el mejor: convertir cada golpe en un beso, quitarte la ropa y sentir que te descubro un poco más, aunque no me queden partes de tu cuerpo por transitar. - Justo cuando termino de hablar aparco el coche y el sonido que hace el coche al apagarse, o el sonido que deja de hacer, me sirve de punto final. Giro la cabeza y la observo. - Así que no. No me he olvidado de la última vez que lo hicimos. 

Bajo del coche inmediatamente con una sensación extraña en el pecho. Malú tarda algo más en hacerlo. No nos miramos a la cara ni al llegar al portal, ni al subir en el ascensor, ni en el rato que tardo en preparar algo para comer. Y cuando lo estoy haciendo me doy cuenta de que me había pedido que la llevara a tomar algo en el bar de mi barrio. No sé cómo he podido ser tan torpe. Me dirijo al salón a comentarle lo sucedido, pero al verla se me vuelve a quitar de la cabeza el dichoso bar. Está situada en el sofá con las brazos abrazándole las rodillas. Como si fuera un ovillo. Mira al frente con la mirada fija en la televisión apagada. 

-Malú, ¿qué pasa? - Avanzo hacia mi novia y me siento a su lado. Le acaricio la espalda y le pregunto qué ha ocurrido. 

-Siento lo del coche. Siento si te ha sentado mal que te dijera que no te acordabas de la última vez y siento haber bromeado con que hace mucho tiempo que no lo hacemos.

-Pero cariño, yo sé que lo decías de broma. No te preocupes. 

-Lo siento. -Ignora mis palabras. - No he sido consciente de lo que había dicho hasta que no has empezado a contarme lo del otro día. Lo bien que lo contabas. Lo bonito que pronunciabas cada palabra, cada una de ellas llena de sentimiento y, en parte, de reproche. Un reproche a mis palabras totalmente normal. 

-No ha sido un reproche, boba. Puede que haya sonado a ello, pero te aseguro que no lo ha sido. - Le aparto un mechón que le cruza la cara y hago que me mire. -Simplemente se me ha pasado por la mente. Quería decirlo y liberarme un poco. Pero nada más, cielo. 

-Patricia, tú y yo somos mucho más que sexo. - Se me eriza la piel. No es nada nuevo. Después de tantos años y tantas situaciones complicadas superadas me ha dado tiempo a comprobar que, en efecto, somos mucho más. Pero aún así, escuchar cómo ella lo dice con la voz partida me pone nerviosa. Y la quiero un poco más. Y la siento más especial. 

-Muchísimo más que sexo. 

Se deja caer sobre mí cuerpo. Volvemos a estar tumbadas en un sofá juntas. Su cabeza reposa en mis piernas y mis dedos se esconden entre las ondas de su pelo. La misma situación que hace seis días pero ahora todo lo que tenga que ver con sexo está lejos de mis ideas. Me apetece abrazarla y mimarla hasta que deje de verla tan frágil como está desde hace unos minutos. No sé exactamente qué ha rondado por su mente para ponerse así. Quizás han sido mis formas, demasiado duras a pesar de decirle algo bueno. O está sensible. O simplemente una falta de entendimiento entre ambas. 

-No te preocupes. Yo venía a decirte que al final no hemos bajado al sitio que querías. - Menciono para cambiar de tema. 

-Amor...

-Lo sé. No me he dado cuenta. Ahora bajo y compro algo que te guste para compensar. 

-Pero...

-No hace falta ni que me lo digas. Quieres hamburguesas con queso dobles. 

-Patricia. - Se sienta con la espalda recta y me coge de las manos, mirándome directamente a los ojos. Con una mirada conpletamente diferente. - Lo que quiero es que te gamos un hijo. 

----------

¡Bueno! Tarde pero aquí está el capítulo. Espero que haya gustado. Lo primero y principal es decir que lo que está en cursiva, todo, está escrito por Martita. Estoy un poco apurada con el tiempo y ella me ha ayudado. A mi me encanta y espero que a vosotros también. ¡Gracias, Marta!

El resto lo he escrito en todas partes, a todas horas y cuando he podido. Incluso andando por la calle. Así que si hay errores... ¡Sabed perdorme! JAJAJAJAJAJA ¡muchas gracias por todo!