-Mamá… he intentado buscar alguna mentira, pero creo que lo mejor será decirte la verdad. – La voz me sonaba temblorosa. Hablar de esos temas siempre me avergonzaba, y más si era a mi madre a quien tenía enfrente.
-Cariño, para los problemas no hay nada mejor que una madre. – Me cogió las manos y esbozó una tímida sonrisa.
Noté su miedo. Temía lo que pudiera decirle. Yo permanecí unos segundos en silencio buscando las palabras adecuadas para contarle lo que sentía.
-Me gusta un chico, y tengo miedo. – Lo solté de golpe. Volví a parar, para luego seguir lo más tranquilamente posible. – Miedo a equivocarme,a no estar preparada, a confundir mis sentimientos, a la soportar a la prensa… Apenas le conozco.
-Hija, si no haces lo que te apetece en cada momento no podrás ser feliz. –Sonrió mientras soltaba mis manos para beber un trago de Néstea. También la percibí aliviada, seguro que se esperaba algo más grave. –Disfruta de tu vida. Ya tendrás tiempo para preocuparte por los problemas que surjan. Además, ya lo has pasado mal anteriormente... En algún momento te tienen que salir las cosas bien.
Gracias al consejo de mi madre ahora me encontraba sobre él, degustando el sabor de sus labios. Con sus palabras comprendí que no se puede dar por perdido algo que ni has intentado.
Tras el primer y dulce beso me tumbé a su lado sin dejar de mirarle a los ojos. No hacía falta palabras. Mis manos rodeaban su cuerpo y las suyas se deslizaban por mi espalda. De vez en cuando, uno de los dos caía en la tentación y se aproximaba a la boca del otro.
El repartidor de pizza nos interrumpió durante unos segundos, pero rápidamente volví a la cama para cenar con calma. No quería que aquello terminara. Ahora los besos sabían a queso y venían acompañados de múltiples caricias.
-Me tengo que ir. –Al mirar el reloj y darme cuenta de que ya pasaban las doce me quedé impresionada de lo rápido que había pasado la tarde.
-Quédate a dormir, venga… -Mostraba una sonrisa tonta.
-Ojalá pudiera. Mañana tengo ensayo pronto.
-¿Y me vas a dejar pasar la noche solo? ¿Con lo malito que estoy? – Sus pucheros me volvieron a hacer reír.
-¡Cuándo quieres sí que estás enfermo! ¡Hace dos minutos no parabas quieto!
Al final nos despedimos y bajé hacia el coche. Estaba ilusionada por el gran día que había pasado. Cuando estaba a punto de entrar en el vehículo mi móvil sonó. Era él. Seguro que me había dejado algo en su casa…
-¿Qué se me ha olvidado? ¿Estás bien?
-Solo quería escuchar tu voz, ya la echaba de menos. - Me sonrojé irremediablemente. Hacía mucho tiempo que no me decían cosas bonitas.
-¡Qué tonto! Pues abre YouTube…
-Es verdad, se me olvidaba que eres una super-estrella. - Más risas, como todas las que él me producía continuamente.
-Mañana hablamos. Un besazo.
-Un beso, ten cuidado.
Aitor era más romántico de lo que jamás me hubiera imaginado. Detrás de esa imagen de chico duro se escondía alguien extremadamente tierno. Yo siempre trato de ser lo menos empalagosa posible, pero esos gestos de él me perdían. No podía evitarlo, puede que me estuviera cambiando.
Mi voz acabó derrotada al terminar el duro ensayo de la mañana siguiente. La gira del nuevo disco estaba a punto de empezar y ultimar los detalles para que nada fallase era un trabajo complicado.
Me reuní para comer con Pastora y Vanesa. Tenía muchas cosas que hacer, pero no podía volver a darles largas. Quedamos en un bar de Madrid al que solíamos acudir de vez en cuando. Era muy acogedor. Grandes cojines hacían de asientos y las mesas eran bajas. Una luz tenue y música relajada de fondo envolvían el lugar.
Cuando llegué ellas ya estaban allí, incluso habían pedido. Con eso digo todo sobre mi puntualidad…
-Tía, ¡Por fin te dejas ver! – gritó Vanesa rompiendo la tranquilidad del local. Tuvo que pedir perdón a varias personas que la miraron con cara de pocos amigos.
-He estado muy ajetreada con La Voz, los ensayos… - Repartí besos y abrazos entre las chicas.
-Bueno… ¿y qué más? – Pastora abrió los ojos desmesuradamente y se encogió de hombros.
-Esa persona a la que has conocido tiene que estar muy buena como para que te olvides de tus amigas... –Ahora era Vanesa la que hablaba. Sus palabras me dejaron loca. Me esperaba que sospecharan algo, pero su manera tan directa de decírmelo me dejó pálida. Aunque de Vanesa no me extrañaba. Si buscas “sinceridad” en el diccionario probablemente aparezca su cara.
Las carcajadas comenzaron a brotar. Primero era yo sola la que reía, pero luego me acompañaron las chicas. Les hablé de él mientras esperaba a que una camarera me trajera la Coca-Cola que pedí hace unos minutos.
-¡Qué ojazos! – Exclamó Pastora sosteniendo mi móvil en sus manos. En la pantalla había una foto en la que aparecíamos Aitor y yo con trozos de pizza en la mano, sonriéndole a la cámara. Era de la noche anterior. El chico dijo que teníamos que inmortalizar ese momento y me pareció una idea fantástica. Era nuestra primera foto juntos. Aunque nos hiciéramos mil más a esa siempre la tendría un cariño especial.
-Tenemos que conocerlo en persona, eh. – Asentí ante la propuesta de la morena.
De pronto sentí cómo la bebida que me traía la camarera se derramaba por mi cuerpo. Me levanté bruscamente y me miré la ropa. Estaba totalmente empapada.
-Joder… -Lo dije en voz baja. Al fin y al cabo, seguro que había sido sin querer y no me iba a poner como una energúmena por eso.
Levanté la mirada hacia la camarera e inmediatamente me quedé blanca. Esa chica no era la misma que antes me preguntaba qué deseaba tomar. Era otra. Pero la reconocí perfectamente. Y lejos de pedirme perdón o arrepentirse de haberme vertido la Coca-Cola por el cuerpo, comenzó a reírse.
-¿Qué coño te pasa? –Elevé la voz. Iba a perder los nervios. Lucía se estaba riendo en mi cara. Miré a un lado y a otro. Todo el mundo tenía sus ojos clavados observando la escena. En especial mis dos amigas que observaban atónitas. - ¡Deja de reírte!
-Es que lo he hecho aposta. - Se atrevió a decir de forma sarcástica.
-¿Se puede saber qué cojones te he hecho? – Su tranquilidad me estaba enfureciendo y esta última frase llegó en forma de grito.
Ahora sí dejo de reírse. Si la chica de la risa exagerada me ponía nerviosa, la seria me atemorizaba. Me miraba a los ojos fijamente, con una de esas miradas que hacen daño.
-Eres la puta que me ha quitado a Aitor.
“Que por mucho que corras el tiempo no borra del todo y lo sé,
Y si tú no lo sabes,
Más tarde o más temprano el pasado lejano te vuelve a coger.”
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