martes, 17 de octubre de 2017

Todo irá bien (2x51)

No estoy preparada. Mi vida va a cambiar más de lo que nunca lo ha hecho y aún me cuesta hacerme a la idea de que tendré entre manos más pañales que cámaras de fotos. Quién sabe durante cuánto tiempo no volveré a mi puesto de trabajo. La decisión fue mía. Quise ser yo misma la que se quedara embarazada, pero quizá no pensé lo suficiente en las consecuencias. Malú también podría haberlo hecho y su nueva vida no hubiera sido tan diferente a la anterior. Ni siquiera se negó a hacerlo. Ya había dejado temporalmente los escenarios, así que mantener eso un poco más no hubiera causado grandes pérdidas. Pero yo, absolutamente inconsciente, di el paso. ¿Qué digo paso? El gran salto hacia el abismo. Desde el primer mes hasta el octavo en el que me encuentro ahora, mi cuerpo tampoco es el mismo. La barriga es una enorme montaña en el centro de mi cuerpo que me impide verme los pies, y solo sé que siguen ahí abajo porque me duelen y laten con fuerza cuando los he usado durante más de diez minutos seguidos. Ni siquiera mi madre, con la que he conseguido recuperar la relación, me avisó de estos síntomas. Creo que tenía miedo de que jamás la hiciera abuela. No se podía permitir ser la única de su grupo de amigas que no hablara de las risas de su nieto en las reuniones de sobre mesa, y bastante tenía ya con ser la comidilla de las demás por ser la madre de la novia de la cantante recientemente salida del armario.

Otra náusea. No puede ser que a las doce de la mañana haya vomitada más de tres veces. Me comentó el médico que era normal en esta etapa del embarazo, pero la normalidad no quita que sea desagradable. Ni en mis mejores fiestas había acabado tantas veces doblada frente al retrete. Mi único consuelo es tenerla al lado al salir del baño. La decisión de tener un bebé es lo mejor que podríamos haber hecho. A priori no lo parecía, ya que acabábamos de salir de un mal momento y no estábamos tan estables como solíamos. Pero esto nos ha servida para unirnos, para estrechar aún más nuestros lazos. Parece que el cordón umbilical no solo me une a una nueva vida, sino también a ella. Tiene siempre las palabras idóneas para cada momento, los mejores masajes tras alguna caminata y las conversaciones perfectas para las noches en que no puedo conciliar el sueño. 

- ¿Quieres que vayamos al médico? - Me siento en el sofá tapándome la cara con las manos. Niego con la cabeza. Solo quiero quedarme aquí y que se me pase este dolor de cabeza. Ella se sienta a mi lado y besa mi hombro. - Como prefieras. - Con los ojos cerrados puedo notar cómo se levanta y poco después empieza a hablar por teléfono. - ¡Pablo!... Muy bien, ¿y tú?... Oye, te importaría que dejáramos lo de hoy para otro momento?... Bueno, no te preocupes, la semana que viene está bien. - Me levanto rápidamente y voy hasta Malú.

-¿Qué haces? ¡No puedes cancelarlo! 

-Genial, muchas gracias, Pablo. - Hace caso omiso a lo que le digo. - Un beso. Nos vemos. - Cuelga.

-¿Por qué lo cancelas? 

-No me voy a ir a componer sabiendo que estás aquí mal. 

- Malú, sabes bien que llevabas esperando para poder verte con él más de un mes. Está de gira y es muy difícil coordinar fechas. 

-Y tú sabes muy bien que me da igual. - Me coge de la mano y tira de mi. - Además, la semana que viene pasará por España otro par de días, así que lo haremos ahí. - Hace que me tumbe en la cama y ella hace lo mismo. - Ni que Pablo Alborán fuera tan importante... - Bromea. 

-Vas a tardar años en componer este disco... 

-Lo primero es lo primero, Patricia. - Usa mi nombre entero, con todas sus letras, como solo hace cuando se pone seria. - Ya te dije que quería estar contigo en todo el proceso del embarazo y lo voy a cumplir. 

Está conmigo. Todos los días y prácticamente a todas horas. Pero su disco va lento, muy lento. Mucho más de lo que el equipo, ella y yo misma pensábamos. La idea había ido evolucionando y se había convertido en un proyecto estupendo. Sacaría dos discos en uno. El primero serían canciones compuestas por ella misma, algunas de las cuales ya tenía escritas con anterioridad. El segundo, diez temas en los que cantaría con cantantes de éxito, sus amigos, canciones compuestas  juntos. Todo sonó muy bonito en un principio, pero es demasiado trabajo y mucho más en las circunstancias actuales. Crear un disco siempre es una tarea ardua, y teniendo en cuenta la complejidad del mismo y el embarazo, eso se ha multiplicado por infinito. A día de hoy faltan dos meses para tener que presentar todas las canciones y aún le faltan la mitad de las compuestas con otros artistas. Y a mi me queda aproximadamente un mes para el parte y el siguiente repleto de cuidados intensivos para el nuevo miembro de la casa. No sé cómo vamos a coordinarnos para que todo salga bien.

Otra náusea y un dolor mucho más intenso en el estómago. Es el peor día en los ocho meses que llevo así. Otra náusea y salgo de nuevo corriendo al baño. Cuando vuelvo al salón, Malú se ha hecho una coleta, ha cogido el bolso y me espera en la puerta de casa con las llaves del coche en la mano. Negarme a ir al médico sería una tontería porque ni ella me permitiría hacerlo ni yo quiero pecar de irresponsable. Cojo una chaqueta y sigo sus pasos sin decir palabra alguna.

Una vez en urgencias, Malú me deja sentada y veo como se dirige a la ventanilla. Por sus expresiones sé que debe estar pidiéndoles rapidez con su habitual pérdida de nervios en situaciones similares. Los que se enfrentan así a ella deben pensar que es la típica famosa cínica y prepotente, aunque nada más lejos de la realidad. Y definitivamente su insistencia surte efecto, porque cinco minutos después el doctor alza la voz pronunciando mi nombre. Una vez más me encuentro tumbada con las piernas abiertas con un hombre observando mi zona más íntima. Nunca pensé que se daría esta situación tantas veces en mi vida. Después pasa a tocarme la barriga y auscultarme. No dice nada, solo me pide que me vista y me siente frente a la mesa, junto a Malú. Teclea en su ordenador con agilidad.

-Bueno. - Se quita las gafas y nos mira con una sonrisa. - Me alegra contaros que estáis de parto.

-¿Cómo? - Exclama Malú sin intender nada. Yo tampoco tengo las cosas claras, pero me quedo bloqueada y sin poder expresar nada. Menos mal que ella sí, aunque perdiendo los nervios. - ¡Solo está de ocho meses! Ni siquiera a expulsado el tapón mucoso ese que nos dijeron ni ha roto aguas, ni nada.

-Tranquilas, chicas. - Comenta él sin perder la sonrisa. - A ver, cada parto es diferente. Para empezar, que solo hayan pasado ocho meses no indica que las cosas vayan mal. Por las pruebas sabemos que está sano, así que lo más probable es que esté preparado para salir. - ¿Ha dicho lo más probable? ¿Y qué pasa con lo improbable? - Por otro lado, el tapón lo habrá perdido ya poco a poco. Hay quien lo expulsa de golpe y quien simplemente lo hace cuando va al baño sin ni siquiera enterarse.

-¿Pero romper aguas?

-Cuando digo que está de parto quiero decir que ha empezado el proceso. Ha comenzado la dilatación y no debería tardar en aumentar y romper aguas. Lo que tienen que hacer ahora es tranquilizarse y dar una vuelta por los alrededores. Si se encuentra peor o rompe aguas, vuelvan.

-¿Pero está todo bien? - Quiero saber.

-Claro que sí. No hay nada que nos indique lo contrario.

Y sin más, nos deja ir de la sala con cientos de preguntas en el aire. ¿Cómo íbamos a esperarnos que unas náuseas y cierto dolor podrían ser el principio del final? No sé si sentirme bien o mal. Por un lado, estoy inquieta porque que esté siendo tan precipitado no me da la sensación de tenerlo bajo control ni de que vaya a salir bien. Pero por otra parte, estoy deseando que nazca, esté sano, y acabar con los dolores. Aunque lo que nos viene por delante tampoco vaya a ser fácil, por lo menos será con una persona más en casa por la que luchar. Si algo nos ha repetido todo el mundo es que merece la pena todo lo malo cuando ves lo bueno.

Malú y yo decidimos caminar un rato por un campo cercano al hospital. No queremos alejarnos mucho por si se acelerara el proceso más de lo esperado. Visto lo visto, no nos podemos fiar. Andar me sienta bien. El dolor va disminuyendo a medida que la conversación entre ambas se vuelve más fluida.

-¿Te imaginas que me llego a ir a grabar con Pablo? - Se ríe. - Menos mal que no te he hecho caso.

- No me haces caso la mitad de las veces que te digo las cosas. - Aclaro recordando lo testaruda que es. - Además, no hubiera pasado nada grave. Te llamaría y ya está.

-¿En serio? - Me mira sorprendida. - ¿De verdad me estás diciendo que hubiera cogido tu teléfono y hubiera salido de ti llamarme para ir al hospital de urgencias? - Me quedo pensativa. - Sabes que antes te mueres de dolor que ir tú sola. Como mucho hubieras llamado a otra persona y yo me hubiera enterado ya cuando Daniel hubiera nacido!

-¡Qué exagerada! - Ambas reímos. - Oye, ¿entonces ya has decidido que se va a llamar Daniel? - Me percato de que se le ha escapado el nombre sin pensarlo. Es uno de los tantos que hemos barajado, y su favorito desde el primer momento.

-¿A ti te gusta?

-¿Sabes? En un principio preferiría otro. No es que me desagrade ese... Pero no sé, pensándolo últimamente me he dado cuenta de que da igual. Que el nombre es algo a lo que te adaptas el primer día en cuanto doscientas se han referido a él de esa manera. Dudo mucho que alguien se haya arrepentido de ponerle a su hijo un nombre u otro cuando este ya tiene viente años y más pelo en el cuerpo que el Yeti. - Malú rompe a reír y acto seguido me abraza.

-Tienes razón... - Admite. - ¿Qué haría yo sin ti? - Se sienta en el suelo, al lado de un tronco más alto que aprovecho yo para apoyarme. - ¿Crees que nos va a ir bien?

-¿Cómo?

-Que si va a ser feliz... Nuestras vidas no son fáciles y, a consecuencia de ello, la suya tampoco. Madres famosas, lesbianas, en todos los medios, con giras, con compromisos... ¿Le vamos a educar como deberíamos? - Poco a poco, a pesar del dolor, me agacho para sentarme a su lado y agarrar su mano con firmeza. No es el primer momento de dudas que hemos vivido en estos ocho meses, pero quizás sí el más intenso.

-Tendrá la vida tan fácil como nosotras se lo pongamos. - Intento tranquilizarla. - Le educaremos en la normalidad de dos personas que se quieren, sin darle importancia a ser hombre o mujer.

-Pero la gente le dirá cosas.

-¿Y qué más da? Todos nos hemos enfrentado a eso y lo importante es saber hacer oídos sordos a lo que no tiene sentido. El amor tiene sentido sea con quien sea. - Aclaro besando su mano. - Y respecto a la prensa, sabremos llevarlo bien. Le mantendremos distanciado... Aunque tampoco quiero que viva en una burbuja sin saber lo que es, porque tarde o temprano leerá titulares o verá vídeos que nos juzgarán.

-No quiero esconderle. - Expresa mirándome a los ojos. - Bastante me he escondido yo. Quiero respetar su derecho como menor, que le tapen la cara y todo lo que sea en las revistas, pero no pienso dejar de ir a sitios con él por miedo a que le fotografíen.

-Así será, Malú. Y te aseguro que si tuviera que elegir una madre para mis hijos serías tú sin ninguna duda. Me da igual que seas famosa, que te saquen en los programas del corazón, que tu vida sea una gira constante... Me da igual, porque sé que quiero que tus valores sean los del niño, y que harás todo porque sea feliz contigo. - Me abraza con cariño. Definitivamente, todo lo que nos viene va a ser muy difícil. Tendremos que tomar decisiones que ni nos imaginamos y enfrentarnos a más de una persona por defender a nuestro hijo. Pero irá bien y de eso estoy segura. Porque si estamos juntas, si somos como hemos sido siempre, Daniel será el hijo de dos madres que se quieren, y lo que menos importará serán las profesiones y el turbio mundo que nos rodea.



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¡Hola! ¡Tarde pero llegó! Solo volver a pedir disculpas por tardar tanto. También os comento que esto está a nada de acabar. Probablemente un capítulo más... y ya. Muchas gracias a todos los que seguís leyendo, que tiene su mérito jajajajajaja