martes, 15 de abril de 2014

Capítulo 4.

Cuando desperté me encontraba fatal. Tenía un tremendo dolor de cabeza. Me encaminé hacia el baño y me asusté de mi propia imagen al verme en el espejo. Las ojeras se acompañaban de los restos de maquillaje que aún quedaban en mi rostro. Me limpié con agua y jabón, pero nada de pinturas. No me apetecía.
Entré en el salón y ahí estaban desayudando mi hermano y su novia. Tras un buen rato de llorera la noche anterior pretendí irme a casa, pero José no me dejó. No me iba a permitir conducir en ese estado. Incluso me dijo que si volvía a mi casa se iría conmigo. Me convenció finalmente, como siempre hacía. Al verme, la chica se abalanzó sobre mí para abrazarme.
-Ya me ha contado lo que ha pasado. –Dijo sin despegarse de mí. Mi hermano no podía haber encontrado una chica mejor. Desde el primer día encajamos a la perfección y nos convertimos en grandes amigas.
José  me dio un beso en la frente y me preparó el desayuno. Siempre tan atento. Estaba falta de apetito, así que empecé a dar vueltas a la cucharilla del café, observando el pequeño remolina que se creaba en el centro de la taza.
-Los hombres son imbéciles. – Rebeca estaba tratando de animarme, pero yo no me inmuté, seguí con la mirada fija en la mesa.
-¡Hola! Soy un hombre y estoy aquí, eh. – Mi hermano se hizo el ofendido y se puso a resoplar.
-Jajaja, perdona. Tú no, cariño. –La chica se levantó y le dio un pequeño beso en los labios. Eran tan monos que consiguieron sacarme una sonrisa.
-En realidad la culpa es mía…
-No digas tonterías. – Replicó ella.
-Es verdad. Solo le conozco de un día y mírame, llorando como una niña.
-Porque te gusta. – Soltó el chico de repente.
Me dejó muda. ¿Me gustaba Aitor? No tenía ni idea. Apenas habían pasado unas horas desde que le vi por primera vez. Entré en aquella cafetería perdida por la carretera y me lo encontré. Reconozco que nada más verle me pareció guapísimo, y para colmo también era muy agradable. El chico perfecto, vamos. Pero no sabía hacerle frente a la pregunta. ¿Qué sentía en realidad? Lo único que tenía claro es que había provocado algo nuevo en mí y que me encontraba sufriendo inútilmente.
-Malú, intenta no pensar más en ello. Seguro que cuando le veas tiene una buena explicación.
La teoría de mi hermano no me convencía demasiado, pero deseaba que fuera cierto. Esa noche me pasaría por su trabajo a ver si tenía una explicación que me convenciera y podíamos seguir como si lo de ayer no hubiera pasado.
Y con esa esperanza llegué a la grabación de mi próximo videoclip. Dejé el coche en el parking y me dirigí a maquillaje, donde ya estaba Paula esperándome.
-¡Vaya cara tienes! –Exclamó al verme. Tenía razón, no me había preocupado ni de arreglarme al salir de casa de mi hermano. Confiaba en que la joven maquilladora supiera arreglar aquel desastre.  – Hoy me traes mucho trabajo. ¿Te ha pasado algo?
-No, simplemente no he dormido bien. –Preferí no decir nada. Simplemente me senté y la dejé hacer su magia.
Casi una hora después me miré al espejo y quedé asombrada al verme tan bien. Paula tenía mucho talento y además, había conseguido animarme un poco. La di un beso en la mejilla y salí del cuarto para entrar al set de rodaje.
Cuando acabó la grabación me sentí aliviada. No estaba siendo mi mejor día. Teníamos que repetir algunas escenas varias veces porque se me olvidaba lo que tenía que hacer. Esperaba que el equipo supiera perdonarme.
Mis compañeros se dieron cuenta de que me pasaba algo, pero no quise dar explicaciones. Mi amiga Vero  insistió. Se había convertido en un una persona muy importante después de tantos años. Preferí no contar nada, pero ella sin darse por vencida me prometió que me llamaría para comprobar si estaba mejor.
A las 2 de la mañana llegué a la cafetería, pero él no estaba. Miré de un lado a otro y nada. En su puesto había una chica joven que me miró extrañada.  No aguanté más y salí de allí.
-¡Espera! – La voz de la joven me hizo parar en seco. – ¿Querías algo?
-No, yo solo… - Intenté buscar alguna excusa, pero no sabía que decir. Sería mejor ir al grano. - ¿Sabes dónde está Aitor?
-No, la verdad. Me llamaron ayer diciéndome que tenía que ocupar su puesto. Al parecer no volverá hasta dentro de un tiempo.
Me quedé helada al escuchar esas palabras.
-¿Estás bien? – La joven notó mi malestar y me agarró por los hombros.
- Si, si. Me tengo que ir. Gracias. – Me despedí nerviosa y salí del local.
Lo más rápido posible me introduje en el vehículo y me quedé ahí clavada. Un pensamiento se me pasó por la cabeza. Saqué mi Blackberry. WhatsApp. Aitor… Ahí estaba lo que temía. Su última conexión no había cambiado desde el día anterior, cuando me encontraba frente a mi casa esperándole.
Todos los sentimientos de rabia o enfado que había tenido antes cambiaron por completo.
Ahora pasé a otro estado. Tenía miedo y estaba preocupada.
Llamé más de cinco veces, pero una tras otra me saltó el contestador. Notaba como gotas de sudor frío descendían por mi frente.
Ahora tenía claro que había pasado algo grave y no sabía la forma de descubrirlo. Tendría que esperar.

"Todos buscamos al fin la felicidad,
aunque la vida nos muestre su gran abismo,
pero esta noche me ahogo en mi ansiedad."

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