lunes, 14 de abril de 2014

Capítulo 3.

-Te recuerdo que ésta noche cenamos en casa de tu hermano.

-¿Qué? ¿Cuándo quedamos en eso? –La afirmación de mi madre me dejó helada, no podía ser cierto.

-Hija, el otro día. No sé en qué mundo vives.

Su voz parecía desesperada. No es que llevara unos días en otro planeta, sino que con el lío del coche se me había pasado.

-No sé, mamá… Voy a hablar con José. No me acordaba de la cena y había hecho planes. – Resoplé.

-Cariño, ¿no habrá un chico por ahí que te esté volviendo loca? -¡Vaya! Me conocía demasiado. Aún así lo mejor sería no reconocer nada.

-¿¡Qué dices!? Sabes perfectamente que no tengo tiempo ni de respirar, ¿cómo voy a conocer a alguien?- Intenté que mi voz no me delatara, aunque sonó un poco nerviosa.

-Vale, vale.  Solo era una opción. No te pongas así.

-Te dejo, mamá. Tengo que hablar con mi hermano. – Estaba deseando acabar con esa conversación cuanto antes. Ese tema no me gustaba para nada. -  Luego hablamos. Te quiero.

-Te quiero, hija.

Colgué el teléfono y me senté en el sofá para llamar a José. Al principio se enfadó y me echó una pequeña bronca. Al igual que mi madre, no paraba de preguntarme que qué me pasaba. Traté de poner excusas pero con él era diferente. Le prometí que en cuanto pudiera le contaría toda la verdad.

-Está bien… - Noté que sonreía al otro lado del teléfono. – Pero tendrás que contármelo con pelos y señales ¡Eh!

-Vale - Reí.

Desde pequeños habíamos confiado el uno en el otro para todo, y esta vez no iba a ser menos. Antes o después tendría la necesidad de pedirle consejo, como siempre.

Después de despedirnos me puse ropa cómoda y salí a pasear con los perros. Era mi mejor forma de tranquilizarme y pensar las cosas con claridad.

Comí un buen plato de macarrones con tomate y cogí el coche rojo que me habían dejado. Verdaderamente no me gustaba nada, era demasiado pequeño y no estaba acostumbrada a él, pero me consolaba saber que solo tendría que soportarlo unos días. Lo mejor de todo era el disco que había en el reproductor. El chico tenía razón, cantaba como una loca todas las canciones y me acordaba de él. Recordé cuando me lo regaló hace unas horas y una involuntaria sonrisa se escapó en mis labios. Parecía increíble que le acabara de conocer.

Al cabo de un rato llegué a mi destino. Había quedado con la gente de Sony para decidir algunas cosas sobre mi nuevo disco. Estaba sentada allí mientras cinco personas se dedicaban a discutir sobre cómo sería la portada, cuál sería el primer single, en qué orden irían las canciones del CD… Yo tenía claro lo que quería, pero ni ellos se molestaron en preguntarme ni yo tenía ganas de hablar.

Cogí mi móvil discretamente y comencé a mirar los WhatsApps que tenía. Eran muchos porque no solía tener tiempo para contestar. Empecé a leerlos y a responder algunos. Mi hermano me recordaba que tenía que contarle muchas cosas, en el grupo con Pastora y Vanesa hablaban de quedar para una cena, Melen decía que sus hijos me echaban de menos… Y un sinfín de mensajes más. Pero al llegar a uno en particular no pude evitar echarme a reír y los empresarios se me quedaron mirando unos segundos, pero no tardaron en seguir con sus cosas. 



“¿Qué me pongo ésta noche? ¿Casual o elegante?” Pensé durante un par de minutos y respondí. “Espero que te guste el rock, con eso te lo digo todo” Añadí un guiño. Inmediatamente contestó con una carita sonriente seguido de un “Me encanta el rock”. Ya teníamos algo en común.
Dejé el móvil y por fin me lancé a decirles a los hombres que tenía a mí alrededor lo que quería para el álbum. No sé si les pareció bien o mal, porque rápidamente me disculpé y salí por la puerta. No me apetecía más estar en ese despacho. Más tarde probablemente tendría que aguantar una regañina de mi manager…

Llegué a mi casa y me metí en la ducha con un disco de los Rollings de fondo. Ya estaba preparándome para esa noche. Decidí vestirme con unos pitillos rojos, una camisa negra semi-transparente y unos tacones del mismo color. Eran muy altos, como a mí me gustaban. Aunque puede que más tarde me arrepintiera de mi elección. Para el maquillaje aposté por tonos oscuros, propios del lugar a donde pensaba llevar a Aitor. Era el bar de un amigo, de ambiente bastante heavy. Allí tenían una sala VIP donde podríamos estar cómodos, sin fans que nos atosigaran.

A las 9 en punto me puse una chupa de cuero y salí a la calle. Me extrañó que aún no estuviera ahí. Esperé un rato y nada. Decidí mandarle un mensaje, pero no respondía. Su última conexión era de hace más de una hora. Tras pasar un buen rato ahí plantada me rendí. No iba a venir.

Entré en casa desconcertada. Al fin había conocido a un chico que me interesaba. Hacía mucho tiempo que nadie me atraía de ésta forma. Yo era bastante reservada en ese aspecto y me costaba mucho confiar. Y cuando voy y conozco a alguien que parecía ser ideal, ¡zas! Me deja plantada en nuestra primera cita.
Una lágrima empezó a recorrer mi rostro sin que yo pudiera evitarlo. Pasé así un rato, con la mirada perdida, haciéndome miles de preguntas a las que no encontraba respuesta.

Solo había una cosa que me apetecía en ese momento.

Cogí el vehículo y en menos de una hora estaba plantada frente a la puerta de casa de mi hermano. Llamé al timbre y escuché unos pasos aproximarse.

-¡Hermanita! ¿Qué haces aquí? Mamá acaba de irse…

Se cortó bruscamente al mirarme a los ojos, humedecidos y con el rímel corrido. Supo al instante que algo no iba bien. Me miraba con cara de preocupación. No pude aguantar más las lágrimas que hace rato luchaban por salir, y estallé.

Rápidamente me atrajo hacia sí, apoyándome la cabeza en su pecho. No podía articular palabra. Me llevó hacia el salón y allí nos sentamos, simplemente abrazados, desahogándome en su hombro.

“Háblame y dime que has hecho conmigo,
Porque cuando tú no estás va contigo hasta el aire que respiro.”


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