-Te recuerdo que ésta noche cenamos en casa de tu hermano.
-¿Qué? ¿Cuándo quedamos en eso? –La afirmación de mi madre
me dejó helada, no podía ser cierto.
-Hija, el otro día. No sé en qué mundo vives.
Su voz parecía desesperada. No es que llevara unos días en
otro planeta, sino que con el lío del coche se me había pasado.
-No sé, mamá… Voy a hablar con José. No me acordaba de la
cena y había hecho planes. – Resoplé.
-Cariño, ¿no habrá un chico por ahí que te esté volviendo
loca? -¡Vaya! Me conocía demasiado. Aún así lo mejor sería no reconocer nada.
-¿¡Qué dices!? Sabes perfectamente que no tengo tiempo ni de
respirar, ¿cómo voy a conocer a alguien?- Intenté que mi voz no me delatara,
aunque sonó un poco nerviosa.
-Vale, vale. Solo era
una opción. No te pongas así.
-Te dejo, mamá. Tengo que hablar con mi hermano. – Estaba
deseando acabar con esa conversación cuanto antes. Ese tema no me gustaba para
nada. - Luego hablamos. Te quiero.
-Te quiero, hija.
Colgué el teléfono y me senté en el sofá para llamar a José.
Al principio se enfadó y me echó una pequeña bronca. Al igual que mi madre, no
paraba de preguntarme que qué me pasaba. Traté de poner excusas pero con él era
diferente. Le prometí que en cuanto pudiera le contaría toda la verdad.
-Está bien… - Noté que sonreía al otro lado del teléfono. –
Pero tendrás que contármelo con pelos y señales ¡Eh!
-Vale - Reí.
Desde pequeños habíamos confiado el uno en el otro para
todo, y esta vez no iba a ser menos. Antes o después tendría la necesidad de
pedirle consejo, como siempre.
Después de despedirnos me puse ropa cómoda y salí a pasear
con los perros. Era mi mejor forma de tranquilizarme y pensar las cosas con
claridad.
Comí un buen plato de macarrones con tomate y cogí el coche
rojo que me habían dejado. Verdaderamente no me gustaba nada, era demasiado
pequeño y no estaba acostumbrada a él, pero me consolaba saber que solo tendría
que soportarlo unos días. Lo mejor de todo era el disco que había en el
reproductor. El chico tenía razón, cantaba como una loca todas las canciones y
me acordaba de él. Recordé cuando me lo regaló hace unas horas y una involuntaria
sonrisa se escapó en mis labios. Parecía increíble que le acabara de conocer.
Al cabo de un rato llegué a mi destino. Había quedado con la
gente de Sony para decidir algunas cosas sobre mi nuevo disco. Estaba sentada
allí mientras cinco personas se dedicaban a discutir sobre cómo sería la
portada, cuál sería el primer single, en qué orden irían las canciones del CD…
Yo tenía claro lo que quería, pero ni ellos se molestaron en preguntarme ni yo
tenía ganas de hablar.
Cogí mi móvil discretamente y comencé a mirar los WhatsApps
que tenía. Eran muchos porque no solía tener tiempo para contestar. Empecé a
leerlos y a responder algunos. Mi hermano me recordaba que tenía que contarle
muchas cosas, en el grupo con Pastora y Vanesa hablaban de quedar para una
cena, Melen decía que sus hijos me echaban de menos… Y un sinfín de mensajes
más. Pero al llegar a uno en particular no pude evitar echarme a reír y los
empresarios se me quedaron mirando unos segundos, pero no tardaron en seguir
con sus cosas.
“¿Qué me pongo ésta noche? ¿Casual o elegante?” Pensé durante un
par de minutos y respondí. “Espero que te guste el rock, con eso te lo digo
todo” Añadí un guiño. Inmediatamente contestó con una carita sonriente seguido
de un “Me encanta el rock”. Ya teníamos algo en común.
Dejé el móvil y por fin me lancé a decirles a los hombres
que tenía a mí alrededor lo que quería para el álbum. No sé si les pareció bien
o mal, porque rápidamente me disculpé y salí por la puerta. No me apetecía más
estar en ese despacho. Más tarde probablemente tendría que aguantar una
regañina de mi manager…
Llegué a mi casa y me metí en la ducha con un disco de los
Rollings de fondo. Ya estaba preparándome para esa noche. Decidí vestirme con
unos pitillos rojos, una camisa negra semi-transparente y unos tacones del
mismo color. Eran muy altos, como a mí me gustaban. Aunque puede que más tarde
me arrepintiera de mi elección. Para el maquillaje aposté por tonos oscuros,
propios del lugar a donde pensaba llevar a Aitor. Era el bar de un amigo, de
ambiente bastante heavy. Allí tenían una sala VIP donde podríamos estar cómodos,
sin fans que nos atosigaran.
A las 9 en punto me puse una chupa de cuero y salí a la
calle. Me extrañó que aún no estuviera ahí. Esperé un rato y nada. Decidí
mandarle un mensaje, pero no respondía. Su última conexión era de hace más de
una hora. Tras pasar un buen rato ahí plantada me rendí. No iba a venir.
Entré en casa desconcertada. Al fin había conocido a un
chico que me interesaba. Hacía mucho tiempo que nadie me atraía de ésta forma.
Yo era bastante reservada en ese aspecto y me costaba mucho confiar. Y cuando
voy y conozco a alguien que parecía ser ideal, ¡zas! Me deja plantada en
nuestra primera cita.
Una lágrima empezó a recorrer mi rostro sin que yo pudiera
evitarlo. Pasé así un rato, con la mirada perdida, haciéndome miles de
preguntas a las que no encontraba respuesta.
Solo había una cosa que me apetecía en ese momento.
Cogí el vehículo y en menos de una hora estaba plantada
frente a la puerta de casa de mi hermano. Llamé al timbre y escuché unos pasos
aproximarse.
-¡Hermanita! ¿Qué haces aquí? Mamá acaba de irse…
Se cortó bruscamente al mirarme a los ojos, humedecidos y
con el rímel corrido. Supo al instante que algo no iba bien. Me miraba con cara
de preocupación. No pude aguantar más las lágrimas que hace rato luchaban por
salir, y estallé.
Rápidamente me atrajo hacia sí, apoyándome la cabeza en su
pecho. No podía articular palabra. Me llevó hacia el salón y allí nos sentamos,
simplemente abrazados, desahogándome en su hombro.
“Háblame y dime que has hecho conmigo,
Porque cuando tú no estás va contigo hasta el aire que respiro.”
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