Hacía dos meses que se había ido a vivir al pueblo y nunca pensé que iba a ser tan difícil hacerle frente a esa situación. La echaba de menos en cada momento. Hacia mucho que no aparecía en mi casa por sorpresa una noche, que no dormía respirando su aliento o que fingía que me encantaba esa ensalada tan mala que prepara... Echaba de menos hasta las discusiones. Cuando estaba aquí podíamos enfadarnos, pero las reconciliaciones siempre merecían la pena. En cambio ahora los enfrentamientos eran más fuertes, más habituales, y había que solucionarlos simplemente con palabras. Sin ver sus gestos todo era mucho más complicado. Era capaz de hacer que le perdonara cualquiera de sus tonterías con una simple mirada, y yo provocaba lo mismo en ella cuando le ponía mi cara de niña buena. Hablar sólo por teléfono me estaba matando, y más aún sabiendo que lo estaba pasando mal. Su abuela tenía días realmente malos y toda la familia estaba volcada en su cuidado. Una de las peores situaciones que he vivido es escucharla llorar al otro lado del móvil y saber que no puedo limpiar sus lágrimas. Me daban ganas de dejarlo todo e irme a verla, pero mi parte responsable me lo impedía. Y, a pesar de la distancia, los mejores momentos de mis días seguían siendo gracias a ella. Ese mensaje de buenos días por las mañanas y el otro de buenas noches en la madrugada, causaban en mi cara una sonrisa tonta frente a la pantalla, la misma sonrisa que me salía cuando le enviaba un mensaje y me respondía justo con las palabra que yo me esperaba. Porque la conocía cada vez más, y eso era algo que los kilómetros no conseguirían evitar.
Afortunadamente pude sacar un fin de semana para ir a visitarla. Cogí el coche el sábado por la mañana y puse dirección a su pueblo. Hacia dos semanas de la última vez que se hizo una escapada para verme, y estaba deseando sentirla de nuevo. Tres horas después estaba con una pequeña maleta frente a la puerta de su casa, esperando a que saliera a recibirme. El pueblo de mi chica era muy pequeño. Era el típico en el que todos los habitantes se conocían y se hacían favores. La panadera llevaba a los hijos del carnicero al colegio, o el jardinero regaba las plantas del fontanero cuando se iba de viaje. Eran como una gran familia. Allí me conocían de algunas visitas y pensaban que era una gran amiga de Patricia. Las pocas veces que había podido ir me había encantado porque era realmente acogedor. Eran casas parecidas entre sí, grandes y con un jardín en la parte posterior. El de mi novia estaba muy bien cuidado, con plantas de muchos colores.
-¡Por fin! - Patri abrió la puerta y tiró de mi hacía dentro. Cerró y pudo besarme sin miedo a que los vecinos nos observaran. Llevaba mucho tiempo sin besarla, pero me consolaba al darme cuenta de que nunca había olvidado su sabor. - El Skype y el móvil no son lo mismo que el directo.
-Necesitaba estar contigo... - Volví a darle un beso fugaz.
- Yo también. - Me abrazó con fuerza escondiéndose en mi cuello. - Te quiero.
-Yo también te quiero.
Pasamos a su habitación para dejar las cosas. Bueno, ni siquiera era una habitación individual. Había dos pequeña camas, una para ella y otra para su hermana. El cuarto apenas tenía decoración. Un gran armario en la pared y un escritorio con dos portátiles. Había una ventana que daba al jardín posterior, y se oían las voces de su familia.
-¿Quién está hoy? - Allí todos los días había gente visitando a la abuela o haciendo compañía a los que cuidaban de ella.
-Mis padres, mi hermana, mi tía Carmen y mis primos.
-¿Y qué tal tu abuela? - Me acerqué a ella y cogí sus manos.
-Hoy no se encuentra muy bien. - Suspiró y agachó la cabeza apenada. - Pero le he dicho que venías y ha sonreído.
-Voy a ir a saludar. - Empecé a caminar hacia la puerta pero me frenó cogiéndome de la cintura.
- Espera. - Cerró la puerta con el pie y me arrastró hasta que quedamos tumbadas en la cama. - Vamos a aprovechar unos minutos de intimidad, que luego no nos van a dejar solas mucho.
-No pienso hacer nada con toda tu familia al otro lado de la pared. - Dije mirándola a los ojos.
-Mira que eres malpensada. - Se acurrucó en mi hombro y pasó su brazo por mi cintura. - Yo sólo quiero estar así contigo, dándonos amor.
-Te ha dado la vena cursi. - Me giré de tal forma que quedamos las dos tumbadas de lado y abrazándonos. - Y me encanta.
Ese era otro de los actos cotidianos que extrañaba. Algo tan simple como tumbarte en la cama con tu pareja y acariciarla. Comencé a rozar con la punta de mis dedos cada uno de sus rasgos. Primero los deslicé por sus pómulos delicadamente, después por su cuello y por último llegué a sus labios. Con mi pulgar recorrí sus comisuras hasta que no pude aguantarme más. Me acerqué muy despacio sin dejar de mirar su boca entreabierta. Para empezar, le di un pequeño beso que abarcó únicamente su labio inferior. Después se unió a mi juego, y nuestras lenguas se buscaron. Congeniaban tan bien como siempre. Danzando y envolviéndose entre sí.
Todo era precioso hasta que Carol abrió la puerta de golpe y se tiró encima nuestra.
-Serás pesada. - Murmuró Patri intentando quitar a su hermana de encima. - ¿Qué haces aquí?
-Es que la puerta ha sonado hace ya diez minutos y no veníais. - Nos sentamos en la cama para dejar más espacio. - No quiero actos impuros en esta habitación, que me traumo y no puedo dormir.
-Deja de decir tonterías y ven aquí, cuñada. - Me reí y nos abrazamos.
-Pues a mi no me hace ninguna gracia. - Exclamó Patri.
-Ay, hermanita, no seas tonta. - Creía que mi chica estaba de broma, pero mirándola a los ojos me di cuenta de que no.
- ¿Por qué te enfadas, boba? - Me arrimé a ella, pero se levantó dejándome impactada. - Últimamente ya discutimos demasiado por teléfono, ¿no crees?
-Yo mejor me voy... - Carol se fue sin decir más.
-¿Se puede saber qué te pasa? - Me levanté y agarré su brazo.
-Que hemos estado mucho tiempo separadas y me jode que haya aparecido mi hermana a interrumpir.
-No entiendo que te pongas así por esa tontería. - Suspiró. Tomó asiento en la cama y yo me arrodillé a su lado. - No quiero pasar los dos días que estamos juntas así.
-Tienes razón, perdóname. - Cogió mis manos. - El estrés puede conmigo, se me junta todo, y al final la pago con quien menos debería.
Eso era lo que nos pasaba desde hace un tiempo. Íbamos acumulando la tensión de nuestros problemas diarios, y al final, lo pagábamos entre nosotras por no enfadarnos con la gente que teníamos cerca. Nuestro gran error. Ambas éramos de impulso fácil, y eso empeoraba las cosas en una relación a distancia.
Salimos al jardín para saludar a su familia. Todos se mostraron encantados con mi visita. Con sus padres siempre me había llevado muy bien, y a su tía y sus primos les había visto un par de veces. Su primo Pablo tenía diecinueve años y era muy majo, aunque Patri siempre se picaba porque cuando me veía decía que se le caía la baba. Al principio no me lo creía, pero luego le pillé en un par de ocasiones mirándome embobado. Y cada vez que le pillaba me reía, cosa que a mi novia no le sentaba nada bien. Y por último estaba su prima Lorena, que tenía diez años y estaba comiendo Lacasitos mientras jugaba con unas muñecas. Cuando saludé a todos subí a ver a la abuela de mi chica. Estaba tumbada en su cama, con una luz muy tenue y la radio de fondo. Al verme mostró una débil sonrisa que hasta pareció dolerle. Me puse a un lado de la cama y tomé su mano. Y simplemente hablé con ella. No le decía nada importante, pero parecía feliz al escucharme. Ni siquiera me respondía, ese día no tenía fuerzas para eso.
-¿Y Patri? - Cuando regresé al jardín estaban todos menos ella.
-Ha ido un momento a comprar.
Lo que iba a ser un momento se dilató más de lo que me imaginaba, y la chica no llegó hasta la hora de comer. Toda la mañana que pensaba pasar a su lado fue un fracaso. Su familia era genial, pero yo había viajado durante horas para pasar tiempo con Patri, no con ellos.
-Lo siento mucho. - Dijo Patricia sentándose en la mesa para comer y besándome en la mejilla. - Había colas enormes en cada tienda a la que iba.
-No pasa nada, cielo.
Le di un breve beso y empezamos a comer. Me sentó mal perder tanto rato a su lado, pero sería mejor asumir que ese tiempo era irrecuperable, y que tenía que olvidarme de él para poder disfrutar el resto del fin de semana.
Después de la sobremesa todos se quedaron viendo la televisión, y Patri y yo aprovechamos para disfrutar la una de la otra en el jardín. Nos tumbamos en una tumbona. Ella sobre mi y yo haciéndole pequeñas cosquillas en la espalda. No teníamos nada que decirnos, pero a mi me parecía suficiente sentirla entre mis brazos.
-Malú. - Murmuró Patri.
-Dime, cari.
-Cántame algo. - Pidió mientras trazaba círculos en mi vientre.
-¿Aquí? - Asintió. - ¿Qué quieres que te cante?
-Guerra fría.
Empecé a cantar muy bajito, cerca de su oído. Era una versión que nunca había hecho de aquella canción, y que nunca volvería a hacer. Canté despacio, intentando que todas mis palabras se anclaran en su corazón. Sabía que le gustaba así.
"El tiempo se detuvo en el momento,
en aquel último abrazo
que sentí que ya no había nada
por lo que luchar,
y los intentos solo sirvieron
para alargar la agonía. "
En ese momento noté como sus lágrimas estaban empapando mi camisa. Entonces comprendí por qué quería que cantara esa canción y no otra. Por su significado. Me di cuenta de lo que me estaba queriendo decir y me golpeó el alma. Dejé de cantar y miré al cielo con la esperanza de retener las lágrimas que luchaban por salir de mis ojos.
-¿Crees que sigue habiendo algo por lo que luchar? - Preguntó durante el llanto con la voz entrecortada.
Y una vez más no pude responder a una de sus preguntas. Su madre apareció exaltada diciendo que había que llevar a su abuela corriendo al hospital porque le costaba respirar y estaba muy nerviosa. Patri se reincorporó limpiándose las lágrimas que había en sus ojos y tragándose las que quedaban por salir. Se fueron a Urgencias apresuradamente y yo me quedé allí cuidando de sus primos y su hermana.
De nuevo nuestros planes arruinados. No había pasado más de dos horas con ella desde que llegué, y para colmo nuestra relación estaba peor de lo que me imaginaba. Me dolía saber que ella también se había dado cuenta de que la distancia estaba haciendo mella en lo nuestro. Pero, ¿para qué engañarme?, sería más raro aún que no lo hubiera notado. Ya no sólo estábamos mal cuando nos separábamos, juntas también sufríamos porque las cosas habían cambiado. Las circunstancias estaban matando lo nuestro.
Me pasé toda la tarde pensando en esto y convirtiendo en cenizas los cigarros mientras los demás se entretenían. Carol estaba en su habitación con el ordenador, la pequeña jugaba en el césped con una pelota y Pablo trasteaba con su móvil a mi lado.
-Oye, ¿estás bien? - El chico interrumpió mis pensamientos. Me giré para mirarle y le vi observándome preocupado. - Tienes mala cara.
-No es nada. - Apagué el cigarro y le sonreí con falsedad.
-Sí es algo, porque tus ojos están tristes y no sonríes como siempre.
-¿Le dices eso a todas las chicas con las que ligas? - Ambos reímos. Estaba segura de que el chico que tenía delante era un ligón. Tenía los mismos ojos que Patricia y no se cortaba en nada. - De verdad, no es que no quiera decírtelo. Simplemente no quiero hablar porque sé que si lo hago lloraré. - Y no mentía, porque ni siquiera había contado nada y una pequeña lágrima empezó a descender por mi mejilla.
-Joder, lo siento. - Se fue un momento y volvió con un pañuelo. - No quería hacerte llorar.
-No pasa nada. - Me limpié la lágrima, sonreí como pude y me levanté. Me quedé un poco en shock cuando Pablo me dio un abrazo inesperado. Sonreí cuando nos separamos porque me recordó a Patricia. Nunca sabes cuál será su siguiente acción. - Voy a preparar la cena.
Cenamos unas pizzas y pusimos la tele hasta que el sueño fue llegando. Patricia me envió un mensaje diciéndome que llegarían tarde porque le estaban haciendo pruebas a su abuela. Llevé a Lorena, que se había dormido en mis piernas, a su cama. Carol y yo nos acostamos y Pablo dijo que se iba a quedar un rato más en el salón.
No sabría decir las horas que pasaron hasta que escuché abrirse la puerta. Noté como Patri se ponía el pijama intentando hacer el menor ruido posible y luego se metía en la cama a mi espalda. Me hice la dormida porque no me apetecía hablar, ni mucho menos llorar. Delicadamente empezó a acariciarme la espalda y los hombros con los dedos. Minutos después oí cómo lloraba. Pasó un buen rato derramando lágrimas. Los sollozos fueron disminuyendo hasta quedarse dormida, y ahí empezó mi llanto. Me giré para mirarla y limpié las gotas que aún quedaban en su rostro. Y lloré hasta que salió el sol, como nunca lo había hecho, porque era consciente de que teníamos pendiente una conversación determinante en la que cada palabra sería una bala en nuestros sentimientos.
Me levanté de la cama y aún no había nadie despierto. Preparé algo para desayunar y salí a tomármelo al jardín, aunque tras dos mordiscos a la tostada no me entraba nada más. Lo único que quería que entrase en mi cuerpo era el humo del cigarro que estaba encendiendo.
-Nunca dejarás de fumar... - Me giré y la vi con la misma cara de dolor que seguramente tenía yo. Se sentó a mi lado y me sonrió.
-¿Qué tal tu abuela? - Quise saber.
-Mejor, fue otro susto. - Asentí y empecé a dar vueltas mi café. Era el momento de hablar y lo sabía, pero me daba miedo cómo iba a acabar la conversación. Y, una vez más, se me adelantó. - Malú, yo creo que sí queda algo por lo que luchar, pero que no nos quedan fuerzas para hacerlo.
-¿Por qué? - Cogí sus manos y busqué sus ojos. - Nos queremos.
-Supongo que el tiempo nos ha demostrado que el amor no es suficiente. - Acarició mi mejilla. - O al menos a nosotras no nos basta.
-Sabíamos que esto podía pasar. Lo único que me consuela es que lo hemos intentado y no nos rendimos a la primera.
-Lo que sí sé es que no voy a poder olvidarte. - De nuevo la tenía delante llorando. - Y me jode saber que es por mi culpa, porque no estaríamos así si no me hubiera ido de Madrid.
- No digas eso. - Le rogué. - Ambas somos culpables. Con el tiempo nos iremos olvidando la una de la otra y veremos esto como una bonita etapa de nuestras vidas.
-No quiero acabar con esto, pero sé que seguir juntas no nos haría bien a ninguna. - Me tapé la cara con las manos. - No paramos de discutir por tonterías y cada vez nos vemos menos. Y siento mucho que vinieras hasta aquí y no hayamos podido disfrutar la una de la otra.
-No importa, creo que este viaje era necesario para darnos cuenta de que algo ha cambiado.
-¿Sabes? - Acercó su silla a la mía. - Yo creo que no hemos cambiado nosotras, ni nuestros sentimientos. Ha sido lo demás lo que nos ha llevado a esto.
-Yo pienso que las circunstancias y la distancia han sido las culpables. - La envolví entre mis brazos porque deseaba hacerlo desde hacía un rato.
-¿Crees que cuando vuelva a Madrid nos quedará alguna oportunidad? - Susurró en mi hombro.
-Ojalá pudiera decirte que sí. - Murmuré. - Pero creo que lo mejor será que intentemos olvidarnos y dedicarnos a nuestras vidas.
Esa fue la conversación más amarga de mi vida. Ambas estábamos de acuerdo en que no podíamos estar juntas, pero también éramos consientes de que olvidarnos sería lo más duro. Es más, no creo que consiguiera hacerlo jamás. Los momentos que había vivido a su lado serían irrepetibles, y nadie podría ocupar en mi corazón el espacio que ella se había ganado. Me estaba apartando de la persona más especial que había conocido en mi vida. Y lo habíamos intentado, pero no lo logramos. La distancia nos había ganado la batalla. Eso era lo que más me mataba, que nueve letras habían podido con una relación indescriptible con palabras. Distancia. Y le dije que reharíamos nuestras vidas y que nos olvidaríamos la una de la otra, pero ni yo misma me creía eso. ¿Cómo se olvida a una persona que ha cambiado tu manera de vivir la vida? No se puede.
Hice la maleta y me vestí antes de que la gente se despertase. No quería que nadie me viera marchar. Prefería que ese momento quedara entre Patricia y yo. Metí las cosas en el coche y me acerqué a ella, que aún seguía llorando. Entrelacé mis manos alrededor de su cuello apoyé mi frente con la suya.
-Te quiero, y no dejaré de hacerlo nunca. - Me aproximé a su boca y la besé por última vez. Un beso largo y sin prisa que ninguna de las dos queríamos terminar. Me impregné de su sabor y me prometí a mi misma que no lo olvidaría nunca. Sus lágrimas y las mías iniciaron un recorrido que tenía su meta en nuestros labios unidos.
- No quiero que te vayas sin saber que eres lo más importante de mi vida. - Acarició mi vientre por debajo de mi camisa, como tanto le gustaba hacer. - Y que te quiero.
Cada palabra que pronunciaba me hacia arrepentirme más de la decisión que habíamos tomado. Pero si no lo hacía pronto, me quedaría allí aún sabiendo que no era lo correcto. Observé sus ojos por última vez, aún estando inundados de lágrimas eran preciosos. No quise alargar más el momento. Di un último beso en su frente y me monté en el coche. Y arranqué dejando atrás al amor de mi vida. Por el retrovisor vi como se sentaba en suelo derrumbada y escondía su cabeza entre las manos. Era la imagen más dura que había visto nunca. El motivo de mi felicidad estaba en el asfalto rompiéndose en pedazos. Giré la esquina y di por terminada la que, hasta ese momento, fue la mejor etapa de mi vida. Mis ojos volvieron a humedecerse y prácticamente no veía la carretera por las lágrimas. Pero no iba a frenar. No podía hacerlo. Una parte de mi se imaginaba a Patri corriendo detrás del coche hasta conseguir que frenase y al final volveríamos a estar juntas, como en las películas. Pero en la vida real no pasan esas cosas. En la vida real hay que asumir que unas veces se pierde y otra se gana, y en esta ocasión nosotras habíamos apostado todas nuestras fichas por lo nuestro, y habíamos perdido.
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¡Buenas! Con esto doy por acabados todos los flash. Me da mucha pena porque he disfrutado muchísimo escribiéndolos, pero todo tiene un final... Acaba una etapa... Bueno, aún así os digo que quiero preparar un flashback especial, pero no os digo cuando ni nada. Cuando llegue, llegó.
Además, este flash se lo dedico a @Pinito27 , que está muy loca pero se agradecen sus tonterías jajaja ;)
Muchísimas gracias por leer ;)
@NovelaconMalu
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