Cuando a simple vista no queda nada recuperable. Cuando ya me ha vuelto totalmente loca y he asumido que no podré vivir a su lado. Cuando he aceptado que sólo podré volver a sentirla cerca si Morfeo la trae a mi. Entonces es cuando aparece devastando todo lo que encuentra a mi alrededor. Con más ganas que nunca. Despierta en mi pecho el más fuerte de los huracanes. Y sin decirme cómo ni por qué, aferra esa minúscula porción de esperanza que ya creía perdida. Me arrebata el malestar y ese sentimiento de añoranza del que no sabía escapar. Con su vuelta se va la poca cordura que me quedaba. Me depura. Y yo sólo quiero ser agua, para colarme por las grietas más pequeñas de su corazón. Me siento más libre y más yo misma, aunque sé que ahora estoy esposada a ella y dependo de sus movimientos. Y no sé si agradecerle que me sacara de ese pozo sin fondo o echarle en cara que ahora tengo miedo. Miedo porque no sé hasta dónde puedo llegar por ella, pero quiero averiguarlo sean cuales sean las consecuencias.
Y con ese beso me salvó. Le di rienda suelta para que me tomase. Nos merecíamos ser felices, porque ya habíamos sufrido demasiado. Me sacó de un abismo en el que no sabía que estaba perdida, pero sus labios me lo hicieron saber. Y esperaba que me perdonase todo ese tiempo en el que estuvimos separadas. Y volví a ella, porque lo que me aporta sin darme nada es incomparable a lo que nadie me había hecho sentir jamás. Merecería la pena cualquier sufrimiento si al final del camino va a estar ella para rescatarme. Y sé que va a estar, porque siempre lo hace.
-¿Este es el beso definitivo? - Preguntó sin abrir los ojos desde muy cerca, dejándome respirar su aliento.
-Eso espero. - Deseé sonriendo débilmente.
-Te quiero. - Dijo sobre mis labios.
-Yo también te quiero, y no lo voy a negar más.
Abrió los ojos y ella misma me secó la lágrima que descendía por mi mejilla. Una lágrima compuesta principalmente de alegría porque, a pesar de todo, estaba feliz. Por fin tenía claro lo que sentía y lo estaba sacando de mi interior.
-Me lo has puesto difícil... - Resopló y volvió a besarme. - He tenido que usar todas mis armas para reconquistarte.
-Siempre me has tenido conquistada. - Asumí. - Lo que pasa es que no quería asumirlo, o no podía.
-Eso ya da igual. - Susurró antes de esconderse en mi cuello. - Ahora todo va a volver a ser como antes.
Click. Un interruptor en mi cabeza cambió de posición. Había algo de lo que me había olvidado durante unos minutos. Un impedimento que no nos dejaría ser felices tan rápidamente. Aitor. El chico ideal del que cualquier mujer se enamoraría, menos yo. Me vino su imagen a la cabeza. Estaría en su casa esperándome, y además teníamos una conversación pendiente.
-Patricia... - Pronuncié su nombre con miedo. - Hay algo que no te he dicho.
-¿Qué pasa? - Me miró confusa a los ojos. Me iba a costar la vida pronunciar las siguientes palabras, porque no sabía las consecuencias que traerían, pero tenía que averiguarlo.
-Volví con Aitor. - Confesé con la voz temblorosa. - Vino a mi casa con una carta preciosa y yo...
No pude seguir con mi explicación. El llanto me lo impidió. Creía que sería ella la que se derrumbaría, pero me equivocaba. Fui yo. Me senté en el suelo y dejé que las lágrimas se agotasen, aunque parecía que eso nunca iba a pasar. Salían una tras otra sin cesar. La impotencia me invadía. Cuando al fin había decidido con quién quería pasar mi vida me doy cuenta de que hay otra persona a la que le voy a romper el corazón. Noté que se acercaba, y segundos después la tenía abrazándome por la espalda. Y así estuvimos un buen rato, hasta que pude regular mi respiración.
-No pasa nada... - Acarició mi pelo intentando relajarme. - Tienes que hacer lo que sientas de verdad, lo que te diga el corazón. - Me giré para poder mirar sus ojos.
-Yo quiero estar contigo. - Provoqué una sonrisa en su rostro que reafirmó mis palabras.
-Pues tienes que dejarle... Por tu bien y por el suyo.
-Tengo que hacerlo. - Dije dudosa. - Pero no puedo ahora...
-¿Entonces? - La chica no entendía nada, y era comprensible, porque ni yo misma sabía lo que quería. - Malú, no entiendo qué...
-Vente a México conmigo. - La interrumpí. Abrió los ojos exageradamente por la sorpresa. - Me voy cuatro días para hacer un concierto y varias entrevistas. Ven conmigo.
-¿Cuándo te vas? - Preguntó pensativa mirando al suelo.
-Pasado mañana.
-No sé qué pinto allí...
-Es mi primer concierto en México y quiero compartirlo contigo. No estuvimos juntas cuando llené el Palacio de los Deportes, pero ahora podemos recuperarlo. - Cogí sus manos. - Cuando volvamos le dejo, te lo prometo.
-Si te creo, pero no sé.
- Por favor...
Y lo conseguí. Logré convencerla para que viniera conmigo. Sabía que tenía que dejar a Aitor, pero en ese momento me faltaban las fuerzas para hacerlo. Necesitaba unos días de relajación, de estar con Patri para coger el valor necesario para cortar con él. No tenía duda alguna de que lo iba a hacer, sólo quería tiempo. Y ella me entendió. Me dejó claro que me quería y que haría cualquier cosa por mí.
Cuando llegué a casa de Aitor esa noche le encontré en la cama viendo la televisión. Apenas mediamos un par de palabras. Me puse el pijama y me tumbé a su lado, dándole la espalda. "¿Quieres hablar ahora?", me preguntó. Me negué excusándome por el cansancio y no volvimos a hablar. El problema con Ainhoa se había convertido en algo insignificante para mí. Al día siguiente tampoco hablaríamos porque yo estaría demasiado ocupada preparando el viaje. Ni siquiera nos vimos. Me despedí de él por la mañana con un sucio beso y me fui. No estaba a gusto cediéndole mis labios cuando tenía claro que le pertenecían a otra persona.
"¡Nos vamos a México!", "¿te apetecen unas fajitas?", "¿qué ropa te vas a llevar?" ... Patricia se pasó el día previo al viaje enviándome mensajes de ese estilo para recordarme que nos íbamos, y de paso ponerme nerviosa.
El avión salió muy pronto, casi a las siete de la mañana. Iba con Rosa, mi guardaespaldas y Patri en la zona VIP del avión para no llamar la atención. El vuelo era muy largo, pero me pasé la mitad dormida sobre Patri, y la otra mitad observándola dormir en mi hombro.
Cuando le dije a Rosa que venía la fotógrafa se quedó muerta. Sabía toda nuestra historia y la de Aitor, por eso estaba descuadrada. Pero sé lo explique todo detalladamente, como siempre, y me entendió. Lo único que no le pareció del todo bien fue que no hubiera dejado al chico ya. Porque le estaba engañando. Lo sabía y me sentía la peor persona del mundo por ello.
Al aterrizar había algunos fans esperando en el aeropuerto. Saludos, fotos, autógrafos... Y rápidamente pusimos rumbo al hotel. La habitación era realmente bonita, contrastando tonos claros y oscuros. Simple pero elegante. Lo primero que hizo Patricia al entrar fue lanzarse en plancha sobre la cama.
-Ven aquí. - Me tumbé con ella, depositando mi cabeza en su pecho. - ¿Qué planes tienes hoy?
-Ahora una entrevista en la tele y por la tarde voy a conocer el escenario del concierto.
-¿Podemos comer juntas?
-Claro. Y luego puedes venir conmigo a ver el escenario.
-Genial, yo elijo el sitio.
Era la primera vez que la chica viajaba a México, pero me volvió a sorprender. Cuando llegué de la entrevista ya tenía planeada toda la tarde. Comimos en un restaurante cercano al hotel. De aperitivo tomamos nachos con diferentes salsas, y como plato principal elegimos los tacos más grandes y deliciosos que había visto jamás. El sitio era perfecto, no sólo por la comida, también por la tranquilidad que desprendía.
Tras los cafés fuimos a visitar el Plaza Condesa. Ya estaban preparando el sonido y las luces para que quedara impecable, aunque la banda llegaría el día antes. Subí al escenario y me puse en el centro. Miré a mi alrededor, recorrí cada rincón de la sala, y me imaginé a todas las personas que dentro de unos días esperarían entusiasmadas que yo me dejara la voz para ellos. Como siempre, me atemorizaba la posibilidad de poder fallar y decepcionar a mis fans, mi familia.
-Lo vas a hacer increíblemente bien. - Escuché la voz de Patricia aparecer por detrás. - No les vas a fallar.
-Me da miedo... - Me sorprendía lo bien que me conocía a pesar de haber estado un tiempo separadas.
-Tómatelo como un concierto más... - Dijo aproximándose a mi.
-Pero no lo es...
Este show era más importante. Por fin salíamos de España y tenía que dar buena impresión. La chica bajó del escenario con un ágil salto y se situó como si fuera parte del público.
-Cántame algo. - Propuso.
-¿Cómo voy a cantar aquí?
-Es un escenario, tu eres cantante... - Bromeó. - Vamos.
Suspiré un par de veces y me dejé llevar. Empecé a entonar la primera canción que se me pasó en ese momento por la cabeza. La que más pegaba con nuestra historia. Y debió gustarle mi elección, porque la sonrisa que me mostró era de un valor incalculable. Mi voz, sin ningún acompañamiento, invadía toda la sala. Poco a poco iba perdiendo los nervios.
"Mientras sea junto a ti siempre lo intentaría, ¿y qué no daría?"
Pronuncié esa última frase apuntando con mi dedo hacia Patricia. No sé cómo se le ocurren esas cosas,ni cómo hace que siempre salgan bien, pero lo había hecho. Una parte de mis temores hacia el show en el Plaza Condesa había desaparecido. Sabía que cuando me subiera al escenario en unos días, no sería la primera vez que cantara allí. Recordaría ese momento y me ayudaría a estar imparable ante mi público.
Salimos de allí y decidimos ir de compras. Allí había algunas tiendas que no existían en España y me encantaban porque siempre encontraba algo que me gustaba. Recorrimos calles y calles, de tienda en tienda, disfrutando de una fantástica tarde juntas.
-Pruébate éste tú. - Le dije cogiendo un vestido verde precioso.
-Malú, esto es muy caro. - Comentó preocupada al ver la etiqueta.
-No te preocupes por eso. - Le guiñé un ojo, pero seguía intranquila. - Por lo menos quiero ver cómo te queda.
Fuimos hacia los probadores, cada una con un vestido. Vi que iba directa a meterse en una cabina, pero tiré de su brazo para que entrara conmigo y cerré la puerta tras nosotras.
-¿Qué haces? - Preguntó extrañada.
-Esto es enorme y cabemos las dos de sobra. - El probador era digno de admirar, más grande que cualquiera que hubiera visto antes.
Dejamos las cosas en las perchas y comenzamos a desvestirnos. Primero se quitó la camiseta y después se sentó en un pequeño sillón para descalzarse. Yo, ya sin ropa, la observaba sin perder detalle mientras se quitaba los pantalones. Entonces no pude evitarlo, una vena de locura me embaucó y me llevó a sentarme sobre ella. Me acerqué a su cuello y le di pequeños mordiscos. Ella me agarró del trasero y se dejó hacer. Sin más. Del cuello pasé a sus labios, devorándolos sin remordimiento.
-No entiendo este arrebato de pasión pero me encanta. -
Susurró casi sin respiración.
Tiré de ella poniéndola de pie y empotrándola contra la pared. Su boca con la mía siguiendo su particular melodía. El ritmo agónico de dos corazones resonaba en nuestros pechos desnudos. Sin más dilación, colé mi mano bajo su ropa interior y me introduje en su sexo. No había tiempo para preliminares. Y, para mi sorpresa, ella imitó mi gesto.
El bienestar se multiplicaba al saber que no sólo me estaban dando placer, sino que también se lo estaba provocando yo. Según iba aumentando la rapidez de nuestros movimientos, también crecía nuestra excitación. Tapé su boca con mi mano para ahogar posibles gritos y me esforcé para hacerla llegar al cielo. Y lo conseguí. Giramos y entonces era yo la que estaba contra la pared. Quería llevarme al cielo con ella, y no me hice mucho de rogar, porque poco después se inundó de mi. Justo en el momento en el que rocé las nubes mordí su cuello.
-¿Está usted bien? - Preguntó una dependienta tras la puerta.
-Perfectamente. - Murmuró Patricia en mi odio, haciendo que nos empezáramos a reír.
Al final salimos de la tienda comprando cada una de las prendas que metimos en el probador, aunque no nos las habíamos probado. De alguna forma teníamos que disimular todo el tiempo que pasamos metidas en la cabina.
Llegamos al hotel con miles de bolsas y agotadas. No habíamos parado en todo el día y nuestras piernas lo notaban.
-¿Quieres cenar fuera? - Me preguntó mientras se quitaba los zapatos. Resoplé y supo mi respuesta. - Vale, pues llamamos y que nos traigan algo. ¿Qué te apetece?
-Nada, me duele la tripa. - Comenté mientras me hacía una bola sobre el colchón. - Me encuentro mal.
-A ver... - Se sentó en la cama y me tocó la frente. - ¡Estás helada!
A pesar de mi temperatura corporal y el sudor que recorría mi frente, el frío había calado en mi. Incluso temblaba. Todo eran sensaciones contradictorias. La cabeza me daba tantas vueltas como el estómago y la vista se me nublaba. No me quería mover de la cama en toda la noche. Pero fue imposible, porque me asaltó un intenso dolor que me hizo levantarme de golpe y salir disparaba hasta el baño.
No sabía lo que me estaba pasando, pero llegaba en el momento menos apropiado.
"No somos perfectos, sólo polos opuestos. Te amo con fuerzas, te odio a momentos."
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QUEDAN TRES CAPÍTULOOOOOOOS.
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