Hasta ese día no era consciente de lo que te puede cambiar la vida una simple llamada. En segundos el mundo te da un vuelco. Y eso fue lo que me pasó cuando me llamó el hermano de Malú diciéndome que mi chica estaba en el hospital. Al parecer tenía un cólico nefrítico y la habían ingresado unas horas antes. Me la imaginaba sola en México pasando por eso y me moría. Estaría con su guardaespaldas y su mánager, pero aún así, no lo veía suficiente. Y me sentí un imbécil por no irme con ella.
Estábamos mal desde el día que supo lo de Ainhoa. Muy mal. Apenas hablábamos, y nos costaba hasta sostenernos la mirada. Sus ojos me revelaban que escondía algo, quizá quería decirme muchas cosas o hacerme muchas preguntas, pero no se atrevía. Y a mí, estar así con ella, me consumía. No puedo olvidarme del beso que nos dimos antes de irse de viaje. Íbamos a pasar una semana sin vernos y simplemente me dedicó un triste roce de labios, casi por obligación. Y mira que le di vueltas y vueltas, pero por más que lo pensaba no entendía como le podía haber afectado tanto lo de la fisioterapeuta. Le había explicado que fue un simple beso con el que no sentí nada. Que los besos por los que me vuelvo loco son los suyos, que sólo se para el tiempo cuando me mira ella y que después de tantos meses no he aprendido a no temblar cuando la tengo cerca.
Entonces tomé una decisión. Me iba a ir a México a cuidar a la chica de mi vida. Cuando yo tuve el accidente, ella movió tierra y mar para encontrarme. Lo consiguió y me cuidó todos los días. Así fue como me enamoré de ella, y gracias a mi desastrosa pierna nos dimos el primer beso. Ahora era yo el que iba a cruzar el mundo para cuidar de ella. Se lo merecía. Y una vez allí pondría todas mis fuerzas para reparar los engranajes que fallaban en nuestra relación. Quería dejarle claro que la quería y que si era por mi no nos separaríamos nunca.
Cogí el vuelo a última hora gastándome una gran cantidad de mi dinero porque sólo quedaban plazas en la parte VIP. Pero en ese momento no me importó. Yo sólo quería verla y saber cómo estaba. Durante todas las horas de vuelo me mantuve despierto. Se me hacia imposible dormir. Pensaba y pensaba en todo lo que quería decirle. Y tras mucho meditar llegué a una conclusión, la decisión más importante de mi vida: dejaría todo por ella. Ni trabajo ni nada. Ya se me ocurriría algo para conseguir dinero. Iba a vivir por y para ella. La acompañaría a cada concierto y haría todo lo que me pidiera. Y sabía que me estaba arrastrando por ella, ofreciéndole todo lo que tenía, pero la quería. Y hay veces que quieres tanto a alguien que no te planteas el después, o lo ridículo que puedes parecer ante los ojos de otras personas. Lo único que te preocupa es saber cómo entregarle todo tu amor a la persona a la que amas. Y eso era lo que yo pretendía. Amar y ser amado.
Llegué a México con los nervios a flor de piel. Vi innecesario reservar habitación en algún hotel porque pretendía pasarme toda mi estancia allí arropando a Malú, en el hospital o en su hotel. Con mi pequeña maleta podía moverme con facilidad por todos lados. Al salir del aeropuerto pregunté por el hospital y tuve suerte porque se podía ir andando. No eran más de quince minutos.
Al entrar me agobié. Mil escaleras y mil puertas. Habitación 217. No sabía ni por dónde empezar a buscar.
-Disculpe, ¿la habitación 217? - Pregunté a una enfermera que pasaba por ahí.
- Está en la segunda planta. - Señaló un ascensor que había al fondo. - Una vez allí ve hacia la derecha.
No había hablado con nadie desde que bajé del avión, así que me sorprendió el acento y me hizo gracia. Tendría que acostumbrarme a estar en otro país. Ya tenía claro a dónde ir. Caminaba con paso firme a pesar de la intranquilidad. No sabía cómo se iba a tomar mi visita, pero deseaba verla. Llegué a la puerta y cogí aire un par de veces antes de llamar. Escuché su voz al otro lado, invitándome a entrar, y sonreí inmediatamente. Eso me dio las fuerzas para abrir rápidamente. Su cara al verme se convirtió en un cuadro. Estaba despeinada, mucho más blanca de lo normal y conectada a alguna máquina.
-¿Qué haces aquí? - Preguntó con la voz temblorosa.
-Tu hermano me dijo lo que te había pasado y no quería que estuvieras sola. - Me acerqué a ella y tomé su mano. Aún no era capa de descifrar su rostro. - ¿No te alegras de verme?
-Cielo, voy a bajar a comprar...
La puerta del baño que había en la habitación se abrió y salió ella. En cuanto me vio dejó de hablar. Yo sentí que se me cortaba el aire. Me costaba respirar. Ninguno sabíamos qué hacer ni qué decir, aunque todos éramos conscientes de lo que pasaba. Me había engañado. Me costó reaccionar, pero en cuanto recuperé un poco el control de mi mente cogí la maleta y salí corriendo hacia la calle. Rabia, decepción y engaño. Esos eran los sentimientos que me acechaban con más fuerza.
-¡Aitor! ¡Espera! - Patricia me perseguía por todo el hospital. - ¡Un momento!
No quería parar. No tenía nada que hablar con ella, ni con nadie. Era la primera vez que la veía en persona y ojalá no hubiera pasado nunca. Pero el día no podía ir peor. Me caí y di tiempo a la chica para que me alcanzara.
-Déjame, no tengo nada que hablar contigo. - La chica se arrodilló a mi lado, y yo intentaba mirarla lo menos posible.
- Conmigo no, pero Malú quiere que subas. - Me cogió de la cara y me miró fijamente a los ojos. - Tranquilízate y sube, por favor.
Acepté porque en realidad estaba deseando saber las explicaciones que me iba a dar la cantante. Además, no tenía a dónde ir. La fotógrafa me ayudó a levantarme y caminamos hacia dentro. Lentamente y muy separados, sin ni siquiera compartir miradas. Cuando llegamos a la gran puerta del hospital la chica frenó y me hizo un gesto para que pasara yo.
-¿Tú no vienes? - Pregunté extrañado.
-Los que tenéis que hablar sois vosotros. - Sonrió irónicamente mirando hacia otro lado. No era una sonrisa de maldad ni nada por el estilo. No sabría describirlo, pero parecía que la chica se compadecía conmigo. La verdad es que era guapísima, y tenía una sonrisa preciosa.
De nuevo estaba frente a la puerta 217, pero ahora sabía a lo que me iba a enfrentar. Abrí la puerta y vi a Malú llorando en la cama. Pasé y me senté en una silla que había su lado, esperando a que empezara a hablar.
-Yo sólo puedo pedirte perdón. - Dijo entre sollozos. - Soy una imbécil.
-¿Por qué? - Era lo único que me interesaba. Las lágrimas empezaban a aparecer. - ¿Qué he hecho mal?
-Nada, joder. - Resopló. - Toda la culpa es mía.
-Te lo he dado todo, te he querido cada día con más intensidad, he perdonado tus traiciones... - Los dos llorábamos sin cesar. - Explícame qué a roto nuestra relación.
-Créeme si te digo que realmente he sentido por ti. Te he querido y he disfrutado cada minuto que hemos pasado juntos pero... - Cogió aire y miró al techo. - Pero no eres ella. Por más que he querido evitarlo nunca podré amar a nadie como la amo a ella. No sé cómo lo hace, pero me vuelve completamente loca. - Se limpió las lágrimas y no pudo evitar soltar una sonrisa, que para mi fue como una puñalada.
-¿Desde cuándo? - Pregunté.
-¿Desde cuándo qué?
-¿Desde cuándo me pones los cuernos? Joder. - Subí el tono de voz y me atusé el pelo nervioso.
- Desde el día de la comida con tu hermana. - Confesó. Ahora entendía por qué había estado tan rara esos días.
- Hubiera sido más fácil que me dejaras esa misma noche.
-No quería hacerte daño. - Me agarró la mano.
- Lo has hecho ahora... - Hubo de nuevo un silencio incómodo que preferí romper. - Ya no puedo competir más contra ella. Estáis enamoradas y yo no puedo interponerme en eso. Lo único que puedo echarte en cara es que me hayas mentido.
-Tienes razón... - Susurró. - No te merecías que te engañara. - Nos abrazamos sabiendo que podía ser la última vez, inundando nuestros hombros de lágrimas. - Estoy segura de que vas a encontrar a alguien que te quiera como te mereces. - Acarició mi mejilla sonriendo nostálgicamente.
Al salir vi a Patricia a lo lejos. La chica que me había ganado. Consiguió hacerse con el amor de Malú, y en realidad no podía recriminarle nada. Hay sentimientos contra los que no se puede luchar. Amores tan fuertes que ni el tiempo ni otras personas pueden derribar. Y saber que nunca más volvería a tenerla entre mis brazos me mataba, pero sabía que ahora ella iba a ser realmente feliz. Crucé una mirada con la fotógrafa. Una mirada llena de sentimientos de lo más variados. Me senté en un bordillo y me encogí.
Ni Malú ni yo nos dimos cuenta, pero nuestra relación nunca hubiera llegado a nada. Ella amaba a otra persona desde el principio, y tarde o temprano hubiera salido a la luz. Lo único que necesitaba para darse cuanta de que su corazón no me pertenecía era que Patricia reapareciera y volviera a adueñarse de sus pensamientos. Y lo hizo. Nuestra relación murió el día en que ella volvió, aunque no quisiéramos verlo. Estábamos destinados a este final.
Horas después cogí un vuelo a Madrid que me había conseguido la mánager de Malú. Sabía que entre las nubes cerraría las puertas de una de las mejores etapas de mi vida. El tiempo cerraría las heridas, las curaría, y seguiría con mi vida. Aunque sé que nunca olvidaré ninguno de los momentos compartidos con la cantante. Con ella he aprendido el significado de muchos sentimientos y debo estarle agradecido por enseñarme lo que es amar por encima de todo.
La RAE define impulso como la sensación que tienen las personas para ser incitadas o estimuladas para hacer algo. Todas las personas nos movemos por impulsos. A veces son buenos y a veces son malos, pero lo realmente bueno de ser estimulados por un impulso es que no dejas hueco a la mente ni al pensamiento, lo único que te ha movido a hacerlo son los sentimientos, y si lo sentías así es porque creías que era lo correcto. La conclusión de todo esto es que sí piensas demasiado quizás acabes optando por lo inapropiado o incorrecto, y puede ser que al final acabes arrepintiéndote de ello. Pero en cambio, si te dejas guiar por el corazón y por los sentimientos llegará un momento en el que te des cuenta de que acertaste, de que optaste por lo que sentías y que te dio igual que tu cabeza opinara lo contrario, porque supiste actuar con el corazón. Y el día de mañana te darás cuenta de que no tienes motivos para arrepentirte, porque tu interior sigue diciendo que si lo hiciste, fue porque era lo correcto.
Realmente, cuando pase el tiempo, no me molestará no haber acabado con Malú porque para mi fue algo maravilloso. Me guié por lo que sentí en aquel momento, me entregué sin miedo y me lancé al vacío en una relación donde la locura era el plato principal y dejamos a un lado la cordura. Aunque, quizás, mi locura no era suficiente para ella. Vivimos y sentimos como dos adolescentes, pero al final el tiempo y el destino nos cerraron una etapa. A pesar de esto, estoy feliz porque gracias a ello he aprendido que me da igual si era lo correcto o no, porque si lo sentí estoy orgulloso de haberme guiado por el corazón y no por la razón.
"No te pude retener entre tanta multitud.
Tu cuerpo quería más vivir, y yo vivir en tí, sin más. "
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¡Hola! Os voy a dar las gracias otra vez por leerme, opinar y todas estas cosa. Me encanta.
Y este capítulo se lo dedico, sí o sí, a @Lan28Fan, el vecipresi de la novela ;) La idea de este capítulo es suya en gran parte, y además desde "La RAE define impulso..." hasta el final, lo escribió él. Aplauso para él, que se lo merece Jajajaja
OS RECUERDO QUE... ¡QUEDAN 2 CAPÍTULOS! Y los flash... ;)
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