-Hermanita… Deberías dejar de moquear en mi hombro y
presentarme al tal Óscar. – Bromeé. En realidad, podría permanecer eternamente
fundido en ese abrazo.
La chica rió y se separó de mí mientras se secaba las
lágrimas. Unos pasos más atrás pude ver al chico. Al famoso Óscar. Tendría
más o menos la edad de Raquel. Eso ya me alivió. El joven era bastante alto,
incluso más que yo. Llevaba unos ajustados pantalones y una camisa de cuadros
rojos que dejaba al descubierto sus brazos tatuados.
Mi hermana, más roja y
acalorada que nunca, hizo las respectivas presentaciones. Óscar no paraba de sonreír. Aproveché que
Raquel estaba abrazando a Malú para hablar con su novio.
-Espero que hayas cuidado bien de ella… - Dije amigablemente.
-Siempre intento tratarla lo mejor posible. – Se le veía
seguro de sí mismo y eso me gustó.
-Así me gusta. – Sonreí. – Pero no solo tienes que decirlo,
también demostrarlo.
-¡No seas pesado, eh! – Intervino mi hermana en la
conversación, arreándome un manotazo en el
hombro.
-¡Encima! –Exclamé. - ¿Cuándo pensabas contarme que tenías
novio?
-Vamos a sentarnos, anda…
Pasamos al salón y nos sentamos en el sofá. El piso no era grande, pero sí
muy agradable. El salón conectaba a la cocina con una barra. A un lado había un
pequeño pasillo con tres puertas cerradas que impedían ver lo que había
tras ellas.
-¿Vives aquí solo? – Pregunté.
-Sí, aunque mi hermana mayor viene a verme casi todos los
días.
-¿No eres muy joven para vivir solo? – Me extrañó que con su
corta edad pudiera llevar una vida por sí mismo, pero también me agradó porque
significaba que tenía un mínimo de madurez.
-Digamos que la convivencia con mis padres no era fácil… -
Bajó el tono de voz. Percibí perfectamente el cambio se sí cara y no se le veía cómodo
hablando del tema.
-¿Cuánto tiempo lleváis? – Miré a mi hermana.
-Cari, pareces el policía malo de las películas. – Dijo Malú
provocando la risa de todos. La situación estaba empezando a ser incómoda e hizo la broma para que todos nos calmásemos.
-Tienes razón. – Le di un pequeño beso en la mejilla. – Pero es que no lo
entiendo, Raquel. – Miré a mi hermana. – Yo siempre te he contado mis
relaciones. No sé… creía que teníamos confianza. Te pedía consejos
constantemente, y pensaba que tú harías lo mismo cuando necesitaras ayuda.
-Claro que confío en ti. – Me cogió de las manos. – Pero me daba
miedo... Estaba sintiendo cosas que jamás había sentido y puede que no me
entendieras…
-¿Cómo no te voy a entender, hermanita? – Sonreímos. – Te
recuerdo que soy mayor que tú. Todo lo que sientas yo ya lo habré sentido en
mi propia piel.
Estuvimos toda la tarde hablando y sacando varias
conclusiones. La principal: Raquel no se iba a ir fuera para estudiar. Su casa
estaba en Madrid. Conmigo. Con Óscar. No en Valencia con esa familia que solo
ves cuando alguien se casa o en Navidades. Al fin y al cabo, la familia no es
la gente con la que compartes alguna sustancia de la sangre, sino la que tú
mismo vas creando a lo largo de tu vida. Y se podían poner nuestros padres como
se pusiesen, pero si nos quieren tendrán que aceptarlo. Que mi hermana ha
crecido, y puede elegir dónde estudiar. Y que si alguien tiene que elegirme
novia, seré yo mismo. Podré equivocarme mil veces, porque me levantaré dos mil.
Y si mi hermana se cae, tendrá mi apoyo. Ahora mis padres tomarían su decisión:
formar parte de nuestras vidas como padres, lo que son, o como un obstáculo que
no te deja avanzar. Pero si tomaban la segunda opción tenía claro que las cosas
con ellos, al menos por mi parte, cambiarían mucho.
-Bueno hermanita, nos vamos a ir que se ha hecho tarde. –
Entre unas cosas y otras ya había anochecido. – Además te tengo que llevar a
casa y está lejos.
-Aitor… - Entonces lo hizo. Se acercó a mí y puso la cara
del gato de Shrek. Lo llevaba haciendo desde niña y sabía las consecuencia. Me iba a pedir algo y yo, como de costumbre, no podría
negarme. – Me quiero quedar aquí con Óscar.
-Mamá y papá estarán preocupados. – Suspiré. – No creo que
sea una buena idea.
-No quiero verles. – Exclamó rotundamente. – Al menos, no
hoy.
Y, como yo ya sabía desde que me lo pidió, no la pude llevar
la contraria. Malditos hermanos pequeños y su divina habilidad por conseguir
todo lo que se proponen.
-Me van a matar cuando se lo diga… - Cogí a Malú de la mano
y nos levantamos. – Mañana mismo vas y hablas con ellos. Si quieres te
acompaño.
-Sí, acompáñame porque…
– Paró de hablar y de andar, haciendo que todos pusiésemos nuestros cinco sentidos en lo que iba a decir. – Puede que quieran matarme cuando les
diga que me vengo a vivir con mi novio.
-¿¡Cómo!? – Me quedé tan blanco como la tiza. O más. Quién
sabe. Para mi sorpresa Malú se estaba riendo. - ¿Qué te hace tanta gracia?
-Es que se te ha quedado una cara que… - Vaya, no se reía de
la situación, sino de mi. – Además, si tus padres ya están defraudados contigo
por salir conmigo… cuando tu hermana les diga su idea les va a dar un soponcio.
La cantante tenía razón. Me reí, aunque probablemente lo
hacía por no llorar. No me quería imaginar la escena. Mis padres ni sabían que
Raquel tenía novio.
Malú y yo nos fuimos a su casa. Cuando llegamos llamé a mis
padres. Solo les dije que había encontrado a mi hermana bien pero que esa noche
no pasaría por casa para que se tranquilizara más la situación. No les hizo
mucha gracia, aunque lo entendieron.
-¿Qué te ha parecido Óscar? – Pregunté mientras me ponía el
pijama.
- Guapísimo. – Dijo poniéndose pensativa. – Menudos ojazos
tenía. Ese rollito de tatuado moderno es genial. Y esos músculos, y ese pelo
cuidado, esas piernas…
Me quedé muerto. Tenía a medio poner los pantalones y casi
me caigo con sus palabras. Ella se mantenía seria, hasta que no aguantó más y
se dejó caer en la cama, partiéndose de risa.
-¿Tú quieres que hoy me dé algo? – Acabé de ponerme la ropa
y me tumbé a su lado. – No doy para sustos.
-Cari, ¡qué era broma! – Espachurró mis mofletes entre su
manos y me besó. – Es que me encantan esas caras que pones cuando te asustas.
-Pues a mis pulsaciones no les hace tanta gracia. – Dije
serio. – Un día de estos se me va a salir el corazón por la boca, y la liamos…
-¡No eres tú exagerado ni nada! – Alzó la voz mientras me
golpeaba el pecho. – A ver, pues tu hermana ha elegido bien. Parece maduro,
estudia, muy majo… - Se giró y me miró fijamente. – Se nota que la quiere,
tranquilo.
En ese momento, mi móvil vibró sacándome de su mirada y
devolviéndome al mundo real. Era un mensaje de Raquel.
-“Estáis invitados a comer
mañana. También vendrá la hermana de Óscar para que os conozcáis. Te
quiero, hermanito.” – Lo leí en voz alta y dejé el móvil en la mesilla de
nuevo. – Pues ya tenemos plan para mañana, ¿qué te parece?
-Genial, aunque por la noche he quedado con Patri. – No me acababa de hacer gracia que siguiera viendo a su ex, pero entendía que lo hicieran. No sólo por la prensa, que seguía creyéndose el bulo, también sabía que Malú no quería perder contacto con ella. Podía estar muriéndome en casa de celos cada vez que se vieran, pero yo quiero lo mejor para ella. - Además, si vamos a comer con tu hermana podré ver otra vez a su novio buenorro. - Bromeó.
- ¿Estás segura de lo que acabas de decir?
-El que es guapo es guapo, hay que aceptarlo. – Rió.
-Vale. – Dije seco.
Me di la vuelta envolviéndome en las sábanas. Tardó menos de
dos segundos en ponerme boca abajo y subirse a mi espalda.
-Sabes que era broma… - Susurró en mi oreja causando mi
estremecimiento.
Y claro que lo sabía.
En el fondo me estaba riendo, pero preferí continuar su juego y seguir
recibiendo sus caricias. Ella se sumergió en mi cuello, cubriéndolo de besos, y
más tarde empezó a recorrerlo con la lengua. Y no pude más. Era mi punto débil
y lo sabía perfectamente. Giré sobre mí mismo para quedar boca arriba. Ella aún
continuaba sobre mí, con una sonrisa victoriosa. Se agachó para besarme y
aproveché para deshacerme de su camiseta. Quitó las sábanas de en medio,
dejándonos cuerpo a cuerpo. Yo seguía perdiendo la cabeza cuando la sentía así
de cerca, igual que la primera vez.
-¿Siempre te tienes que salir con la tuya? – Pregunté
retóricamente, porque sabía la respuesta.
Ni se molesto en decir nada, simplemente volvió a mi boca
con más intensidad. Y supe que esa noche, una vez más, aplacaría mis deseos en
los abismos de su cuerpo. Acaricié su piel de vértice a vértice. Su lengua y la mía se fundían apasionadamente. Se aferraba fuertemente a mi cuello mientras aumentaba la intensidad de los besos. Cada vez más ardientes. Cada vez sintiéndola más mía. Me arrebató la camiseta bruscamente y descendió por mi torso, bañándolo de besos, mientras yo trataba de recuperar mi ritmo cardíaco. Pero era imposible, porque empezó a desabrocharme los pantalones y volví a ponerme nervioso. Cuando me los quitó, la cogí en brazos y la tendí sobre la cama. Me regaló una mirada pícara que valía más que nada. Hice desaparecer su sujetador y jugueteé con sus pechos. Una de sus manos alborotaba mi cabello y la otra aprisionaba con firmeza las sábanas.
Me deshice de su ropa interior y también de la mía, intentando alejarme lo menos posible de su boca. Y, cuando menos se lo esperaba, me entrometí en su interior. Nuestros cuerpos cohesionaban a la perfección. Sin separarnos, volvió a ponerse sobre mi. Sus caderas bailaban armoniosamente sobre mi cuerpo. Gemidos y suspiros acompañaban nuestro apasionado encuentro. Y llegamos juntos. Al paraíso, al infierno o a la constelación más alejada de nuestro planeta. Pero juntos. Como quería que estuviéramos el resto de nuestras vidas.
Al día siguiente, como de costumbre, llegábamos tarde. Raquel nos dijo que
estuviéramos a las dos en casa de Óscar, pero eran y media y seguíamos de
camino en mi coche. Para empezar, esa mañana nos había costado salir de la
cama. Preferimos refugiarnos entre besos y caricias que nos hicieron perder la
noción del tiempo. Cuando al fin cogimos el valor para salir de entre las
sábanas nos surgió otro problema: la ducha. Iniciamos una entretenida riña sin
serios argumentos con el objetivo de decidir quién entraba primero al baño.
Pero tanta discusión fue inútil porque acabamos juntos bajo el agua.
-Siempre llegamos tarde. – Musité mientras tecleaba en mi teléfono a máxima velocidad. – Ya está mi hermana echándome la bronca.
-Es por tu culpa. – Pedí más explicaciones con un gesto
de cabeza. – Porque me provocas. Primero en la cama y luego en la ducha. Y
claro, sabes que soy débil y caigo.
-Y tú encantada, ¿o no?
No respondió para no darme la razón, pero nuestra cómplice
mirada delató la respuesta. Llegaría tarde a cualquier sitio si el motivo fuera ese.
-Por fin. – Dijo Raquel cuando nos abrió la puerta. –
Estamos todos muertos de hambre.
- Es que Malú por las mañanas se levanta muy sexy y… - Paré
de hablar por el manotazo que recibí de la cantante.
-Hermanito, no me cuentes esas cosas…
Pasamos al salón y vimos la mesa ya preparada. Lista para
sentarse y comer. En el centro había un enorme plato de carne con salsa. Tenía
una pinta deliciosa.
-¿Dónde están mi cuñadito y su hermana?
-Han bajado a comprar el pan, estarán a punto de subir.
Y no se equivocó. Segundos después escuchamos la llave de la
puerta introducirse en la cerradura. La puerta se abrió y quise que me tragara
la tierra en ese instante. No me podía creer lo que veía. Al lado de Óscar
estaba ella, demostrándome que el mundo era un pañuelo. Se le quitó la sonrisa de la cara
inmediatamente, y creo que con la mía pasó lo mismo.
"Déjame sin respirar, no dejemos de intentarlo."
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¡Buenas! Quiero agradecer a mi anónima directora gráfica que cuando le pido alguna foto para los capítulo se ponga inmediatamente en marcha para conseguirla. JAJAJAJAJAJAJAJAJA
De paso os doy también la gracias a los que me leéis, de nuevo, porque al fin y al cabo si no me leyérais esto estaría guardado en mi ordenador, o probablemente ni lo hubiera escrito. Aunque a veces diga que me agobio y eso, me encanta que opinéis por Ask o donde sea. Muchísimas gracias.
¡Besos!
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