lunes, 7 de julio de 2014

Capítulo 36.

-Hermanita… Deberías dejar de moquear en mi hombro y presentarme al tal Óscar. – Bromeé. En realidad, podría permanecer eternamente fundido en ese abrazo.

La chica rió y se separó de mí mientras se secaba las lágrimas. Unos pasos más atrás pude ver al chico. Al famoso Óscar. Tendría más o menos la edad de Raquel. Eso ya me alivió. El joven era bastante alto, incluso más que yo. Llevaba unos ajustados pantalones y una camisa de cuadros rojos que dejaba al descubierto sus brazos tatuados. 



Mi hermana, más roja y acalorada que nunca, hizo las respectivas presentaciones.  Óscar no paraba de sonreír. Aproveché que Raquel estaba abrazando a Malú para hablar con su novio.

-Espero que hayas cuidado bien de ella… - Dije amigablemente. 

-Siempre intento tratarla lo mejor posible. – Se le veía seguro de sí mismo y eso me gustó.

-Así me gusta. – Sonreí. – Pero no solo tienes que decirlo, también demostrarlo.

-¡No seas pesado, eh! – Intervino mi hermana en la conversación, arreándome un manotazo en el hombro.

-¡Encima! –Exclamé. - ¿Cuándo pensabas contarme que tenías novio?

-Vamos a sentarnos, anda…

Pasamos al salón y nos sentamos en el sofá. El piso no era grande,  pero sí muy agradable. El salón conectaba a la cocina con una barra. A un lado había un pequeño pasillo con tres puertas cerradas que impedían ver lo que había tras ellas.

-¿Vives aquí solo? – Pregunté.

-Sí, aunque mi hermana mayor viene a verme casi todos los días.

-¿No eres muy joven para vivir solo? – Me extrañó que con su corta edad pudiera llevar una vida por sí mismo, pero también me agradó porque significaba que tenía un mínimo de madurez.

-Digamos que la convivencia con mis padres no era fácil… - Bajó el tono de voz. Percibí perfectamente el cambio se sí cara y no se le veía cómodo hablando del tema.

-¿Cuánto tiempo lleváis? – Miré a mi hermana.

-Cari, pareces el policía malo de las películas. – Dijo Malú provocando la risa de todos. La situación estaba empezando a ser incómoda e hizo la broma para que todos nos calmásemos.

-Tienes razón. – Le di un pequeño beso en la mejilla. – Pero es que no lo entiendo, Raquel. – Miré a mi hermana. – Yo siempre te he contado mis relaciones. No sé… creía que teníamos confianza. Te pedía consejos constantemente, y pensaba que tú harías lo mismo cuando necesitaras ayuda.

-Claro que confío en ti. – Me cogió de las manos. – Pero me daba miedo... Estaba sintiendo cosas que jamás había sentido y puede que no me entendieras…

-¿Cómo no te voy a entender, hermanita? – Sonreímos. – Te recuerdo que soy mayor que tú. Todo lo que sientas yo ya lo habré sentido en mi propia piel.

Estuvimos toda la tarde hablando y sacando varias conclusiones. La principal: Raquel no se iba a ir fuera para estudiar. Su casa estaba en Madrid. Conmigo. Con Óscar. No en Valencia con esa familia que solo ves cuando alguien se casa o en Navidades. Al fin y al cabo, la familia no es la gente con la que compartes alguna sustancia de la sangre, sino la que tú mismo vas creando a lo largo de tu vida. Y se podían poner nuestros padres como se pusiesen, pero si nos quieren tendrán que aceptarlo. Que mi hermana ha crecido, y puede elegir dónde estudiar. Y que si alguien tiene que elegirme novia, seré yo mismo. Podré equivocarme mil veces, porque me levantaré dos mil. Y si mi hermana se cae, tendrá mi apoyo. Ahora mis padres tomarían su decisión: formar parte de nuestras vidas como padres, lo que son, o como un obstáculo que no te deja avanzar. Pero si tomaban la segunda opción tenía claro que las cosas con ellos, al menos por mi parte, cambiarían mucho.

-Bueno hermanita, nos vamos a ir que se ha hecho tarde. – Entre unas cosas y otras ya había anochecido. – Además te tengo que llevar a casa y está lejos.

-Aitor… - Entonces lo hizo. Se acercó a mí y puso la cara del gato de Shrek. Lo llevaba haciendo desde niña y sabía las consecuencia. Me iba a pedir algo y yo, como de costumbre, no podría negarme. – Me quiero quedar aquí con Óscar.

-Mamá y papá estarán preocupados. – Suspiré. – No creo que sea una buena idea.

-No quiero verles. – Exclamó rotundamente. – Al menos, no hoy.

Y, como yo ya sabía desde que me lo pidió, no la pude llevar la contraria. Malditos hermanos pequeños y su divina habilidad por conseguir todo lo que se proponen.

-Me van a matar cuando se lo diga… - Cogí a Malú de la mano y nos levantamos. – Mañana mismo vas y hablas con ellos. Si quieres te acompaño.

-Sí, acompáñame porque…  – Paró de hablar y de andar, haciendo que todos pusiésemos nuestros cinco sentidos en lo que iba a decir. – Puede que quieran matarme cuando les diga que me vengo a vivir con mi novio.

-¿¡Cómo!? – Me quedé tan blanco como la tiza. O más. Quién sabe. Para mi sorpresa Malú se estaba riendo. - ¿Qué te hace tanta gracia?

-Es que se te ha quedado una cara que… - Vaya, no se reía de la situación, sino de mi. – Además, si tus padres ya están defraudados contigo por salir conmigo… cuando tu hermana les diga su idea les va a dar un soponcio.

La cantante tenía razón. Me reí, aunque probablemente lo hacía por no llorar. No me quería imaginar la escena. Mis padres ni sabían que Raquel tenía novio.
Malú y yo nos fuimos a su casa. Cuando llegamos llamé a mis padres. Solo les dije que había encontrado a mi hermana bien pero que esa noche no pasaría por casa para que se tranquilizara más la situación. No les hizo mucha gracia, aunque lo entendieron.

-¿Qué te ha parecido Óscar? – Pregunté mientras me ponía el pijama.

- Guapísimo. – Dijo poniéndose pensativa. – Menudos ojazos tenía. Ese rollito de tatuado moderno es genial. Y esos músculos, y ese pelo cuidado, esas piernas…

Me quedé muerto. Tenía a medio poner los pantalones y casi me caigo con sus palabras. Ella se mantenía seria, hasta que no aguantó más y se dejó caer en la cama, partiéndose de risa.

-¿Tú quieres que hoy me dé algo? – Acabé de ponerme la ropa y me tumbé a su lado. – No doy para sustos.

-Cari, ¡qué era broma! – Espachurró mis mofletes entre su manos y me besó. – Es que me encantan esas caras que pones cuando te asustas.

-Pues a mis pulsaciones no les hace tanta gracia. – Dije serio. – Un día de estos se me va a salir el corazón por la boca, y la liamos…

-¡No eres tú exagerado ni nada! – Alzó la voz mientras me golpeaba el pecho. – A ver, pues tu hermana ha elegido bien. Parece maduro, estudia, muy majo… - Se giró y me miró fijamente. – Se nota que la quiere, tranquilo.

En ese momento, mi móvil vibró sacándome de su mirada y devolviéndome al mundo real. Era un mensaje de Raquel.

-“Estáis invitados a comer  mañana. También vendrá la hermana de Óscar para que os conozcáis. Te quiero, hermanito.” – Lo leí en voz alta y dejé el móvil en la mesilla de nuevo. – Pues ya tenemos plan para mañana, ¿qué te parece?

-Genial, aunque por la noche he quedado con Patri. – No me acababa de hacer gracia que siguiera viendo a su ex, pero entendía que lo hicieran. No sólo por la prensa, que seguía creyéndose el bulo, también sabía que Malú no quería perder contacto con ella. Podía estar muriéndome en casa de celos cada vez que se vieran, pero yo quiero lo mejor para ella. - Además, si vamos a comer con tu hermana podré ver otra vez a su novio buenorro. - Bromeó. 

- ¿Estás segura de lo que acabas de decir?

-El que es guapo es guapo, hay que aceptarlo. – Rió.

-Vale. – Dije seco.

Me di la vuelta envolviéndome en las sábanas. Tardó menos de dos segundos en ponerme boca abajo y subirse a mi espalda.

-Sabes que era broma… - Susurró en mi oreja causando mi estremecimiento.

 Y claro que lo sabía. En el fondo me estaba riendo, pero preferí continuar su juego y seguir recibiendo sus caricias. Ella se sumergió en mi cuello, cubriéndolo de besos, y más tarde empezó a recorrerlo con la lengua. Y no pude más. Era mi punto débil y lo sabía perfectamente. Giré sobre mí mismo para quedar boca arriba. Ella aún continuaba sobre mí, con una sonrisa victoriosa. Se agachó para besarme y aproveché para deshacerme de su camiseta. Quitó las sábanas de en medio, dejándonos cuerpo a cuerpo. Yo seguía perdiendo la cabeza cuando la sentía así de cerca, igual que la primera vez.

-¿Siempre te tienes que salir con la tuya? – Pregunté retóricamente, porque sabía la respuesta.

Ni se molesto en decir nada, simplemente volvió a mi boca con más intensidad. Y supe que esa noche, una vez más, aplacaría mis deseos en los abismos de su cuerpo. Acaricié su piel de vértice a vértice. Su lengua y la mía se fundían apasionadamente. Se aferraba fuertemente a mi cuello mientras aumentaba la intensidad de los besos. Cada vez más ardientes. Cada vez sintiéndola más mía. Me arrebató la camiseta bruscamente y descendió por mi torso, bañándolo de besos, mientras yo trataba de recuperar mi ritmo cardíaco. Pero era imposible, porque empezó a desabrocharme los pantalones y volví a ponerme nervioso. Cuando me los quitó, la cogí en brazos y la tendí sobre la cama. Me regaló una mirada pícara que valía más que nada. Hice desaparecer su sujetador y jugueteé con sus pechos. Una de sus manos alborotaba mi cabello y la otra aprisionaba con firmeza las sábanas. 



Me deshice de su ropa interior y también de la mía, intentando alejarme lo menos posible de su boca. Y, cuando menos se lo esperaba, me entrometí en su interior. Nuestros cuerpos cohesionaban a la perfección. Sin separarnos, volvió a ponerse sobre mi. Sus caderas bailaban armoniosamente sobre mi cuerpo. Gemidos y suspiros acompañaban nuestro apasionado encuentro. Y llegamos juntos. Al paraíso, al infierno o a la constelación más alejada de nuestro planeta. Pero juntos. Como quería que estuviéramos el resto de nuestras vidas. 



Al día siguiente, como de costumbre, llegábamos tarde. Raquel nos dijo que estuviéramos a las dos en casa de Óscar, pero eran y media y seguíamos de camino en mi coche. Para empezar, esa mañana nos había costado salir de la cama. Preferimos refugiarnos entre besos y caricias que nos hicieron perder la noción del tiempo. Cuando al fin cogimos el valor para salir de entre las sábanas nos surgió otro problema: la ducha. Iniciamos una entretenida riña sin serios argumentos con el objetivo de decidir quién entraba primero al baño. Pero tanta discusión fue inútil porque acabamos juntos bajo el agua.

-Siempre llegamos tarde. – Musité mientras tecleaba en mi teléfono a máxima velocidad. – Ya está mi hermana echándome la bronca.

-Es por tu culpa. – Pedí más explicaciones con un gesto de cabeza. – Porque me provocas. Primero en la cama y luego en la ducha. Y claro, sabes que soy débil y caigo.

-Y tú encantada, ¿o no?

No respondió para no darme la razón, pero nuestra cómplice mirada delató la respuesta. Llegaría tarde a cualquier sitio si el motivo fuera ese. 

-Por fin. – Dijo Raquel cuando nos abrió la puerta. – Estamos todos muertos de hambre.

- Es que Malú por las mañanas se levanta muy sexy y… - Paré de hablar por el manotazo que recibí de la cantante.

-Hermanito, no me cuentes esas cosas…

Pasamos al salón y vimos la mesa ya preparada. Lista para sentarse y comer. En el centro había un enorme plato de carne con salsa. Tenía una pinta deliciosa.

-¿Dónde están mi cuñadito y su hermana?

-Han bajado a comprar el pan, estarán a punto de subir.

Y no se equivocó. Segundos después escuchamos la llave de la puerta introducirse en la cerradura. La puerta se abrió y quise que me tragara la tierra en ese instante. No me podía creer lo que veía. Al lado de Óscar estaba ella, demostrándome que el mundo era un pañuelo. Se le quitó la sonrisa de la cara inmediatamente, y creo que con la mía pasó lo mismo.

"Déjame sin respirar, no dejemos de intentarlo."

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¡Buenas! Quiero agradecer a mi anónima directora gráfica que cuando le pido alguna foto para los capítulo se ponga inmediatamente en marcha para conseguirla. JAJAJAJAJAJAJAJAJA 

De paso os doy también la gracias a los que me leéis, de nuevo, porque al fin y al cabo si no me leyérais esto estaría guardado en mi ordenador, o probablemente ni lo hubiera escrito. Aunque a veces diga que me agobio y eso, me encanta que opinéis por Ask o donde sea. Muchísimas gracias. 

¡Besos! 



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