Me despertó el sonido del timbre. Palpé a tientas en la mesilla para buscar el móvil y ver la hora. Eran las 8.35. No era momento de recibir visitas. El timbre de la puerta volvió a taladrar mi cabeza. Me levanté lentamente. Aún perezosa y frotándome los ojos fui a ver quién era. Al abrir, Patricia se lanzó a mi cuerpo sollozando. Me quedé bloqueada unos segundos porque mi mente aún no regía como debería, pero en cuanto fui consciente de que tenía a mi chica llorando colgada de mi cuello, la envolví entre mis brazos. Cerré la puerta y, sin separarme ni un milímetro de ella, la llevé hasta el sofá. Escondió su cabeza en mi hombro y lloró. Perdí la cuenta de los minutos que pasó derramando lágrimas mientras yo acariciaba su cabello. Yo simplemente esperaba a que estuviera preparada para contarme lo que le había provocado tanto dolor.
-Es mi abuela. - Dijo sin despegarse de mi. - Se ha puesto peor.
-No te preocupes, cielo. - Besé su sien. - Seguro que se pone bien.
-No, Malú. - El llanto volvió a ser intenso. - Dicen que no saben cuánto le queda, pero es poco tiempo.
-¿Cómo está tu madre?
-Malú... - Se despegó un poco de mí, aunque no me miró a los ojos. - Nos vamos a vivir una temporada al pueblo.
Su última frase se repetía en mi cabeza como el eco en una cueva. Entendía que quisiera pasar con su abuela los últimos meses de vida, pero no quería que ocurriera. ¿Y yo? Me había acostumbrado a seguir cada movimiento de su vida y no me imaginaba sin ello. Sus besos eran el motor de mi día a día. Me dejé caer para atrás en el sofá. No sabíamos estar separadas, ya lo habíamos visto. Necesitábamos vernos todos los días. A veces me sorprendía apareciendo en mi casa de madrugada, tomábamos algo entre reunión y reunión o me pasaba por su estudio repentinamente. Daba igual el cómo, lo importante era que necesitaba sentirla cerca. Olerla, escucharla a centímetros, tocarla... Y ahora me decía que no iba a poder hacer nada de eso y sentía que me rompía.
-¿Cuándo te vas? - Pregunté tragándome las lágrimas.
-Mañana. - Otra puñalada al corazón. Una lágrima descendía lentamente por mi mejilla. - Escúchame. - Me cogió de la barbilla obligándome a mirarla. - Vamos a poder con esto.
-¿Cómo? - Aparté la mirada. - Yo necesito tenerte cerca.
-Yo voy a estar a tu lado aunque no sea físicamente. - Me cogió de las manos. - Además, puedo venir algún día. O vienes tú.
-Patri, no tenemos tiempo para eso. - Resoplé. En ese momento no podía ver nada claro. - Yo estaré trabajando y tú con tu abuela. Aquí lo compaginamos porque estamos cerca, ¿pero estando a cientos de kilómetros? - Me tapé la cara con las manos. - Imposible.
-A mi tampoco me hace ninguna gracia que vayamos a pasar tanto tiempo sin vernos. Pero entiéndeme, coño, es mi abuela. - La conversación estaba empezando a convertirse en discusión.
-Y te entiendo. - Me levanté y di vueltas por el salón. - Sólo que no sé cómo vamos a soportarlo.
-Yo no voy a dejar de luchar por lo nuestro. - Se levantó e hizo que parará de andar. - Te quiero.
-¿Y el amor va a ser suficiente? - Pregunté mirando sus ojos fijamente.
-Comprobémoslo juntas.
Entré a la cocina y empecé a prepararme un café. Estaba desilusionada. Mi mente llena de negatividad y mi corazón desgarrándose al imaginarnos separadas. No sabía si el amor sería suficiente y me daba miedo comprobarlo. La quería muchísimo, por eso pensaba que la distancia golpearía con más fuerza entre nosotras. Cada segundo sin estar cerca sería doloroso. Pasó y sin decir nada se sentó en la mesa. Sabía que quería decirme algo y no se atrevía porque sentía su mirada clavada en mi nuca.
-Suéltalo ya. - Le pedí sin girarme.
-¿Por qué no te vienes conmigo al pueblo este fin de semana? - Me di la vuelta y vi que tenía la mirada perdida en el suelo.
-¿Para qué? - Se levantó y se acercó a mi.
- Para pasar más tiempo juntas. - Agarró mi cintura. - Y porque sé que en esos dos días te puedo convencer de que merece la pena seguir juntas a pesar de la distancia.
-Este fin de semana tengo que ir a un programa de televisión. - Suspiré y cerré los ojos. - No puedo.
-Se me olvidaba que salgo con una de las mejores voces del país... - Comenzó a andar hacia la puerta de salida y yo la seguía sin saber qué decir. Y no hizo falta que dijera nada porque ya lo hizo ella. - ¿Te vas a rendir por esto?
No me dejó responder. Se fue cerrando de un portazo y llenando de dolor hasta el más recóndito espacio de mi alma. Y me metí en la cama, el lugar de donde no tendría que haber salido esa mañana. Pasé llorando horas y horas, bañando todas mis sábanas en lágrimas, intentando encontrar la respuesta a su pregunta. ¿Me voy a rendir por esto? Ojalá tuviera claro que que no. Me miraba a mi misma y no me creía lo que veía. Yo. La chica fuerte a la que no derribaba nada. La chica que presumía de valor y coraje. La declaración de Patri había podido con esa chica dura. Ahora me sentía frágil y el más mínimo contratiempo me dejaría completamente en ruinas.
De pronto escuché cómo unas llaves abrían la puerta de casa y unos pasos se acercaban a mi habitación. Sólo había dos personas que tenían las llaves de mi casa.
-Hija, ¿estás bien? - Dijo mi madre inquietada cuando me vio.
-¿Qué haces aquí?
-Ni tú ni Patricia me cogíais el teléfono. Me teníais preocupada. - Se sentó al borde de la cama y me acarició el rostro. - ¿Qué ha pasado?
Entre sollozos le fui contando todo detalladamente, sin dejarme nada en el tintero. Ella me apartaba las lágrimas y me besaba cuando veía que flaqueaba. Decirle todo no fue fácil, pero no hay nadie mejor que una madre para desahogarte, porque luego te va a aconsejar siendo totalmente sincera. Sin mentiras ni falsedades para quedar bien. Ella no me diría lo que quería oir, sino lo que creía apropiado para solucionar el problema.
-Hija, Patri no te lo va a pedir porque sabe que tu trabajo es lo más importante para ti, pero necesita que vayas con ella. - Me apartó un mechón de la cara. - Ella ha dejado cosas por ti, y esta puede ser una buena ocasión para demostrarle que tú también harías lo mismo por ella.
-Pero mamá, ¿cómo voy a cancelar la entrevista de mañana? - Mis palabras temblaban al ser pronunciadas. - Es demasiado precipitado.
-Cariño, yo no te voy a preguntar si te vas a rendir. Pero... ¿quieres rendirte?
-Claro que no. - Esa era la respuesta que sabía con mayor certeza.
-¿Cuándo se va y a qué hora es el programa? - Quiso saber.
- El programa es el sábado por la tarde y Patri se va el mismo día, pero no sé a qué hora.
-Pues pregúntale a su hermana, venga. - Cogí el teléfono para mandar un mensaje al que Carol respondió inmediatamente.
-Su tren sale a las 17:30.
-Venga, Malú. - Me destapó y empezó a dar palmadas para espabilarme. - Ahora llama a Rosa y pregúntale si se puede hacer algo con el programa.
Como era de imaginar, a Rosa no le sentó nada bien mi petición. Aún así me dijo que llamaría al programa para ver qué podía hacer. Mi madre me obligó a vestirme y lavarme la cara mientras esperábamos noticias de mi mánager. El teléfono sonó y lo cogí lo más rápido posible.
-El programa es de cuatro a siete y he conseguido que te saquen como primera invitada sobre las cuatro y cuarto. Además, les he dicho que como muy tarde tendrías que irte a las cinco del plató.
- Muchas gracias, Rosa. - Sonreí por primera vez en lo que llevaba de día.
-Hay un problema. - Después de todo lo malo que me había pasado, me esperaba lo peor. - Se han enfadado y te van a pagar la mitad.
- Eso no es ningún problema. - Respiré aliviada. - A quien tendría que subir el sueldo es a ti, por aguantarme tanto.
-Eso sí es verdad. - Ambas nos reímos.
Le volví a dar las gracias y colgué. Parecía que las cosas empezaban a ir mejor. Me lancé a abrazar a mi madre y llenarla de besos. Todo aquello había sido gracias a ella. Mi mente no estaba en condiciones de pensar, pero mi madre me salvó. Me había hecho abrir los ojos. Lo que tenía claro entonces es que no quería rendirme, y que si lo haría sería porque no quedaran más opciones. Pero por ahora seguía habiendo cosas por las que luchar, y no desaprovecharía la posibilidad de ganar la batalla a la distancia.
Me costó mucho contenerme, pero preferí no decirle a Patricia que al final sí la acompañaría al pueblo. Quería darle una sorpresa. Y cuando su hermana me dijo que no había parado de llorar desde que llegó a casa estuve a punto de ir a buscarla. Le pedí que la consolara y que me fuese informando de cómo estaba.
Pasé la noche totalmente desvelada, girando de un lado a otro de la cama. A las 7 de la mañana me rendí y me levanté a hacerme el desayuno. Un gran desayuno para un gran día. Fruta, cereales, café, tostadas... Lo necesario para afrontar todo de la manera más positiva posible. Saqué a mis perras durante más de una hora. Jugué tanto con ellas que llegué a casa bañada en sudor y barro. Me di una ducha y preparé la pequeña maleta.
A las tres y media ya estaba en los estudios siendo maquillada por Paula. Los nervios me recorrían de pies a cabeza. Intenté despejarme un poco antes de entrar al plató, porque si me hacían la entrevista estando así, seguro que era un fracaso. Salí a fumarme un cigarro hasta que me avisaron de que era la hora de entrar. Todo iba genial. Como siempre, hablé entusiasmada de la gira, los conciertos, las canciones... Y, como siempre también, me sacaron el tema del amor.
-Malú, contigo hay algo que nadie entiende. - Comenzó a decir una colaboradora. - ¿Cómo puede ser que después de tantos años de carrera nunca hayamos confirmado una pareja tuya?
-Bueno, ya sabéis que me mantengo muy al margen de esos temas. - Contesté sin apartar la sonrisa. - Yo soy cantante, lo que hago fuera del mundo de la música me gusta guardármelo para mi.
-Bueno, sé que no me vas a decir si tienes pareja o no. - Se rió. - Pero al menos dime, ¿te han hecho sufrir mucho por amor?
-Todo el mundo ha sufrido por amor. He pasado malos momentos, pero la verdad es que los buenos son muchos más. - Mientras decía esas palabras me acordaba de ella y todos nuestros momentos juntas. Me reafirmé que no iba a echar todo a perder por lo que estábamos pasando. Y pensar esto fue lo que me hizo seguir hablando casi sin darme cuenta. - Todas las parejas tienen problemas, y a mi también me ha pasado eso de discutir y meterme en la cama a llorar durante horas. Pero luego abres los ojos, o te los abre tu madre - Reí para mí misma. - Y te preguntas: ¿qué hago yo aquí cuando debería estar buscando una solución? - Relataba todo con la mirada perdida en el suelo y el corazón en la mano. - Yo animo a todas las parejas a limpiarse las lágrimas, salir a la calle y decir: voy a luchar por ti, porque te quiero. - Esto se lo dije directamente a mi chica, aunque sabía que no me estaría viendo. Después de ese momento de desahogo volví a la realidad con los aplausos del público.
- Nos has dejado a todos emocionados. - La presentadora se dirigió a mí. - Si no recuerdo mal, nunca habías mostrado esta padre de tu corazón en televisión.
- La verdad es que me he sorprendido hasta yo. - El plató entero y yo reímos. - No sé, supongo que hoy era el día, habéis tocado mi fibra sensible o lo que sea, y me ha salido decir eso.
Cuando ya había soltado todo lo que pensaba me di cuenta del revuelo que causarían mis palabras entre mis maluleros. Tendría Twitter revolucionado con toda clase de opiniones y seguro que la mayoría ya habrían sacado sus propias conclusiones de quién sería el dueño de mi corazón. Siempre me gustaba leer sus tuits, porque en muchas ocasiones me conseguían sacar una sonrisa, y los ofensivos eran muy pocos.
Acabó la entrevista y salí corriendo hacia mi coche. Eran las 17:03, así que tendría que darme prisa. A las 17:21 estaba frente a la estación buscando sitio, pero no lo encontraba por ninguna parte. Ya había dado varias vueltas y era imposible, así que dejé el coche subido a un bordillo y salí corriendo a buscarla. Su hermana me había dicho el número de su tren y nada más entrar vi un letrero en el que ponía que estaba a punto de partir. Volví a correr con todas mis ganas. La gente me miraba. No todos los días te encuentras a una famosa corriendo por la estación. Bajé unas escaleras que me llevarían a donde estaba el tren con el corazón a mil por hora. Y la vi. Estaba con la maleta en la mano, casi entrando vagón. Di un último sprint que me llevó a ella. Tiré de su mano girando su cuerpo y la envolví entre mis brazos.
-Me voy contigo. - Susurré en oído. - Te dejo que me des muestres que podemos superar la distancia. O mejor, nos lo vamos a demostrar juntas. Te quiero.
-Te quiero. - Me apretaba firmemente. - Ya pensaba que no iba a volver a darte un abrazo nunca...
-¿Cómo iba a dejar que te fueras así? - Escuchamos el sonido del tren arrancando y nos separamos.
- Creo que ya no cojo el tren... - Bromeó.
- Ni lo ibas a coger, he traído mi coche.
- Eres consciente de que tenemos a unas cuentas personas mirando la escenita que has montado, ¿no? - Dijo en voz baja mirando a los lados de reojo.
- Me va a matar...
-¿Quién?
-Rosa. - Respondí tapándome la cara con las manos.
-¿Por?
- Porque no sólo he montado escena aquí. - Comencé a explicarme. - También la he liado un poco en el programa.
- No me asustes, ¿qué has hecho?
- Nada. Simplemente me han sacado el tema del amor, me he puesto a hablar y, si me dejan un poco más, les cuento hasta cómo fue nuestra primera vez. - Bromeé.
- Anda, vámonos y me explicas eso en el viaje.
Probablemente nos costaría superar esos meses separadas. Y es verdad que, entre unas cosas y otras, serían pocas las visitas que nos haríamos. Pero ahora estaba dispuesta a batallar contra la distancia. Pasarían ese tiempo y volveríamos a estar juntas, como siempre. Haciendo escapadas de nuestra rutina para vernos, compartiendo besos y noches de pasión. Teníamos dos días para demostrarnos que ni esto ni nada derribaría los cimientos de nuestra relación y seguro que después de tanto dolor saldríamos con mucha más fuerza. Porque nos queríamos, eso era lo seguro. Y ahora comprobaríamos si el amor es suficiente.
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¡Hola! Espero que os haya gustado. Os digo una cosa: El flashback que queda será, más o menos, la continuación de este. Os dejo meditar jaja
Y bueno, os doy las gracias de nuevo por leer y opinar. Sois geniales.
¡Quedan un flash y dos capítulos! Qué nervios...
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