-Tata, ¿dónde vamos? - Preguntó mi hermano ansioso desde el asiento de detrás de mi coche.
-Primero vamos a buscar a Patri.
-¡Toma! - Chilló. Por el retrovisor pude ver cómo alzaba los brazos y ponía una sonrisa de oreja a oreja.
-No te pones tan contento cuando me ves a mi. - Bromeé haciendo que sus mofletes se pusieran completamente rojos.
-Es que Patri es muy divertida. - Dijo casi en un susurro. - Pero a ti también te quiero mucho.
-Ya, ya... Ahora no me hagas la pelota. - Aproveché el semáforo para girarme y hacerle cosquillas.
Patricia ya estaba esperándonos abajo cuando llegamos a su portal. Lucía un look veraniego: coleta alta, gafas de sol, camiseta de tirantes, shorts y deportivas. Perfecta para la ocasión, para pasar un día fantástico con mi hermano pequeño. Al ver aparecer mi coche agitó la mano a modo de saludo y dio pequeños saltitos. El pequeño imitaba sus movimientos desde dentro. Era increíble ver cómo Patri se había ganado el cariño del crío. Cuando paré, la chica se abalanzó al vehículo y abrió directamente la puerta de atrás para comerse a besos a mi hermano. Parecía que llevaban sin verse años y en realidad no hacía ni una semana. Yo me limitaba sonreír como una tonta mientras les veía desprender amor.
-Hola, cielo. - Se sentó en el asiento del copiloto y me dio un sutil beso en los labios.
-¿Qué pasa? ¿Has gastado todos tus besos con el enano y a mi me das los restos? - Me crucé de brazos indignada.
-Qué boba eres, de verdad. - Se echó hacia mi y me besó una infinidad de veces, al igual que había hecho antes con José. - ¿Mejor?
Asentí con una sonrisa victoriosa y arranqué. El trayecto hasta nuestro destino era corto, así que no sería difícil tener al niño entretenido. José y la fotógrafa entablaron conversación y prácticamente no me dejaban intervenir. Que si el otro día hizo un dibujo de Danka, que sacó un notable en inglés, que hizo un globo gigante con el chicle... El niño relataba los sucesos entretenido y Patri le escuchaba y animaba a seguir contando cosas. Era un show aquella situación.
-Bueno Josete, ya verás qué bien lo pasamos en... - Le di un manotazo en el muslo y abrí los ojos desmesuradamente. Casi se va de la lengua. - ¿Pero todavía no se lo has dicho?
-Pues no, las sorpresas no se dicen. - Se frotaba donde yo había golpeado con mi mano segundos antes. - Y además, ¿por qué le llamas Josete?
-Porque el otro día estuvimos hablando y me dijo que le gustaba más así. ¿Verdad, Josete? - Mi chica se giró lanzándole una mirada cómplice y él no tardó en darle la razón.
-¿Y cuándo fue esto? - La última vez que se vieron estaba yo con ellos y no recordaba esa conversación, por lo tanto me quedé extrañada.
-Es que la llamé el otro día. - José lo dijo totalmente en serio, dejándome impactada, y Patri se mordía los labios para evitar reírse.
Al parecer hace un par de días mi hermano estaba aburrido en casa y no se le ocurrió otra cosa mejor que eso. Aprovechó que mi madre había bajado a comprar y mi padre se había quedado dormido para descolgar el teléfono fijo y marcar el número de mi chica. El contacto estaba guardado en el aparato, por lo que con pulsar la tecla 5 se llamaba directamente. Según me contó estuvieron hablando casi una hora. Tanto uno como otra son unos charlatanes. Era imaginarme esa conversación y reírme involuntariamente.
El pequeño soltó un grito de emoción cuando vio por la ventanilla el lugar al que íbamos. Estaba alucinado. Preguntó varias veces si de verdad íbamos a pasar allí el día porque no se lo creía. La Warner. Teníamos ganas de ir con José a algún lado para pasarlo bien y ese nos pareció el lugar ideal. Decidimos ir un lunes por la tarde lectivo, para que no hubiera mucha gente. Y no nos equivocábamos. Pagamos y pasamos al recinto, que estaba casi vacío. El crío había cogido la mano de Patri al bajar del coche y no la soltaba. Le envidiaba.
Nada más entrar nos hicimos fotos con varios tipos disfrazados de dibujos animados: Piolín, el Pato Lucas, Bugs Bunny... Mi hermano quería posar con todos y yo no era quién para negarme.
Cogimos un plano y fuimos directamente a la zona infantil. Todo allí era colorido y me recordaba a mi infancia. A los dibujos animados que veía cuando era pequeña. Lo mejor era que aunque las atracciones en ese área eran para niños, los adultos podían montar en la mayoría. Eso a mi me encantaba, pero a mi novia aún más. Ella observaba todo con la misma cara de asombro que José.
La primera atracción en la que montamos se llamaba 'Las tazas de Scooby-Doo'. El Niño tomó las riendas del volante que aumentaba o disminuía la velocidad en la que giraba la taza. Lo hizo muy bien hasta que a los dos minutos sus diminutos brazos perdieron fuerza.
-¡Ya lo giro yo! - Exclamó Patri agarrando el volante. Y en qué momento lo hizo. Giraba la taza primero en una dirección y luego en otra, todo a máxima velocidad. José se reía con todas sus fuerzas mientras se abrazaba a mi, y yo estaba a punto de marearme. Menos mal que el tiempo se agotó y tuvimos que bajar, porque de tanta vuelta la comida me había subido a la garganta.
-¡Cómo ha molado! - Dijo el crío chocando la mano con mi chica. - Vamos a montar otra vez.
-Mejor vamos a otra atracción porque si montamos a tu hermana otra vez en esta seguro que vomita. - Me sacó la lengua burlona.
Ambos empezaron a caminar más rápido y yo me quedé rezagada mientras miraba en el mapa a qué atracción podríamos ir. Miré al frente y vi cómo Patricia se había agachado para susurrar algo en el oído de mi hermano. Cuando acabó de hablar, el niño afirmó rotundamente. De pronto, salieron corriendo hacia mí para darme un abrazo a tres bandas. Ella me empezó a dar besos en la mejilla y él pretendía hacer lo mismo, pero su estatura sólo le permitía dármelos en la tripa. Cuando nos dimos cuenta las dos nos empezamos a reír y le cogí en brazos.
-Renacuajo, ¿a qué atracción vamos ahora? - Pregunté mientras le dejaba en el suelo.
-A una de agua. - Propuso aplaudiendo.
-Pues podemos ir a los 'Rápidos ACME' - Afirmé tras ojear el plano.
En menos de cinco minutos ya estábamos montando en la atracción. Afortunadamente, como había poca gente, nos subimos los tres solos en una de las balsas. Al acabar el recorrido estábamos chorreando de pies a cabeza, pero nos gustó tanto que repetimos. En el comienzo apenas salpicaba alguna vez el agua, pero según iba avanzando nos iban empapando desde otros sitios y era imposible no acabar mojados.
A la hora de la merienda compramos unos perritos y nos sentamos en un merendero. Patri y yo a un lado de la mesa y José enfrente. Ya habíamos montado en casi todas las atracciones de la zona infantil y estábamos hambrientos. El niño nos había hecho reír, correr, saltar, gritar... Necesitábamos reponer fuerzas.
-Josete, ¿cuál ha sido tu favorita? - Preguntó la fotógrafa mientras engullía su comida.
-La de agua. - Aseguró. - Pero ahora quiero ir a una de las grandes.
-Esas son sólo para mayores y a ti no te dejan pasar. - Expliqué.
-Pero yo ya soy mayor y a mi si me dejan.
-¡Si tú eres un enano! - Patri rió y le alborotó el flequillo.
-Mentira. - Se puso serio y clavó la mirada en el suelo. - Porque cuando pongo la mesa o me lavo los dientes yo solito mamá me dice que soy muy mayor.
Las caras de tontas que se nos quedaron a Patricia y a mi en ese momento eran indescriptibles. El crío era para comérselo. Lo decía tan convencido que no sabíamos ni qué contestar. Ojalá esa esencia de niño no se esfumara jamás de nosotros, porque es mágico. La inocencia que desprenden es lo que les hace especiales. Por mucho que vayamos creciendo y madurando siempre nos queda un pedacito de niño en nuestro interior, y a veces es necesario sacarlo a la luz para disfrutar un poquito de esa sensación. Porque al fin y al cabo, sólo dejamos de sentirnos vivos cuando se nos olvida que en algún momentos fuimos esos niños inocentes.
-Malú, yo quiero un niño. - Me dijo Patri poniendo pucheros.
-¡Lo que me faltaba! - Reí. - Sabes que eso es muy difícil.
-¿Por qué no le quieres dar un hijo? - Intervino curioso mi hermano con toda la boca manchada de ketchup.
-Eso, cari. - Sonrió maléficamente. - ¿Por qué?
-Lo que pasa es que... - Tuve que tirar de imaginación para responder a su pregunta. - Es que Patri es como una niña grande. ¿No has visto que juega igual que tú? Cuándo se haga mayor y aprenda a estarse calladita en algunos momentos, me pensaré lo de darle un hijo.
Parece que José quedó conforme con mi respuesta y siguió comiendo sin más preguntas. Miré a mi chica con cara de "esa para que vuelvas" y ella me respondió con una mirada que decía "me las pagarás", y acto seguido nos empezamos a reír por lo absurdo de la situación.
Cuando íbamos de camino a los coches de choque nos encontramos una figura enorme de Batman. José corrió hacia ella y nos pidió que le fotografiáramos.
-Ponte tú con él y yo hago la foto. - Propuso Patri.
-Vale, pero hazla con mi móvil que es mejor. - Le tendí el móvil y fui corriendo a posar con el niño. La chica enfocaba con el teléfono desde diferentes ángulos, pero ninguna postura parecía convencerle. - Patri, ¡qué nos cansamos de sonreír!
-Es que no me gustan las fotos en esta mierda de teléfono. - Refunfuñó.
-¡Pues es un iPhone! - Chisté. - Si llegas a hacer la foto con tu móvil...
-Con mi móvil no, tendría que hacerla con mi cámara.
-Habértela traído.
-¡Sí, claro! - Suspiró. - Para romperla o perderla.
-Entonces no te quejes y haznos la foto ya.
A regañadientes obedeció y nos hizo la foto. No estaba para nada mal, pero acostumbrada a una cámara como la suya, lógico que no le gustase.
En los coches de choque volví a tener ganas de matarles. Nos montamos cada uno en un vehículo diferente, pero realmente fue un dos contra uno en el que mi vida parecía correr peligro. Cuando no venía uno a empotrar su coche contra el mío, venía el otro, y sino los dos a la vez. Se me hizo imposible avanzar más de un metro sin ser golpeada. Al bajar, ambos carcajeaban como locos. Lo único que les faltaba para acabar de humillarme era montar una coreografía con canción incluida en la que expresasen lo bien que se lo pasan haciéndome de rabiar. Pero merecía la pena ese minuto de burla porque luego sabían recompensarme. Aunque tampoco era muy difícil. Venían dándome cariño y rápidamente conseguían que se me pasara el enfado.
-Patri, ¿podemos quedarnos un rato en ese parque? - Preguntó José tirando de la muñeca de su cuñada.
-Lo que diga la jefa. - El pequeño me miró a mi con cara de cordero degollado. - Seguro que si le das un beso fuerte, fuerte no puede decirte que no.
Y así fue. Me dio un besazo en la mejilla que hasta me dejo restos de babas y acepté sin problemas. Mi hermano corrió hacia los columpios y Patri y yo nos sentamos en el césped. La zona estaba bastante apartada de las atracciones, por lo tanto no había más niños y raramente se veía pasar a alguna persona. Prácticamente estábamos solos.
-Bueno, ¿entonces cuándo has dicho que me vas a hacer mamá? - Bromeó Patricia.
-¡Mañana mismo! - Le seguí el juego. - ¿Qué prefieres? ¿Adoptar, me acuesto con uno, in vitro...?
-Mejor te acuestas con uno. - Me guiñó un ojo y nos empezamos a reír. - Ya en serio, ¿no te gustaría ser madre?
Me quedé pensativa mirando a ninguna parte. Ser madre era difícil por todo lo que acarreaba. Dejar mi carrera una temporada, la presión de la prensa... y las cosas se complicaban al ser dos mujeres. Pero una parte de mi sí quería tener un hijo. Algo me decía que merecería la pena pasar mil adversidades por ver la sonrisa de un niño. Además, sabía que Patricia sería completamente feliz con un crio por casa. Es la típica chica que se para por la calle con cada bebé que se cruza para sacarle la lengua o hacerle cualquier tipo de ñoñería.
-Estaría bien tener una mini Patri tan loca como tú correteando por casa. - Dije al fin.
-O una mini Malú... - Propuso. Se acercó para darme un beso, pero me aparté de golpe como un acto reflejo. - Cari, que no hay nadie.
-Perdón, es la costumbre. - Miré a los lados para comprobar si pasaba alguien y le di un fugaz beso en los labios.
-Que sepas que esta noche me vas a pagar todos los besos que me estás negando durante el día. - Me miró pícaramente y yo le respondí con la misma mirada.
-Tomad. - José apareció de la nada con pequeñas flores de todos los colores en las manos. - Para vosotras.
-¡Qué bonitas! - Cogí al niño y le senté entre nosotras. - ¿Y este regalo?
-Es para daros las gracias por traerme a la Warner.
-Las gracias te las tenemos que dar nosotras a ti por ser tan guapo, tan majo y portarte tan bien. - Dije besuqueándole. - Y ahora vámonos, que se hace tarde y mañana hay colegio.
-Vamos a montar en la última, por favor. - Rogó.
-¿A cuál quieres ir?
-A la de miedo. - Sonrió tímidamente como si hubiera dicho algo malo o demasiado arriesgado.
No sabíamos si nos dejarían entrar con el niño, pero por probar no perdíamos nada. Fuimos y tuvimos suerte. El encargado de la atracción nos informó de que podíamos pasar con José si iba siempre entre Malú y yo, y en todo momento de la mano de ambas. Entramos con un grupo de otros tres jóvenes siguiendo las indicaciones establecidas. Era una especie de recorrido por escenas famosas del cine de terror. En un momento el pasillo se estrechó y empezamos a escuchar gritos indescifrables. Mi hermano me apretó la mano con fuerza, y debió hacer lo mismo con la de Patri, porque las dos nos miramos con un gesto de complicidad. De pronto, un hombre disfrazado de momia salió de una puerta provocando los gritos de todos. Salimos corriendo durante unos metros hasta que notamos que la situación se tranquilizaba. Patri iba como cabecilla del grupo y era la que estaba más tranquila. Hasta que, sin que nadie sé lo esperase, nos empezó a seguir un hombre con una motosierra. Y no me preguntéis cómo ni por qué, pero escuché un grito agudo y la siguiente imagen que recuerdo era la de Patri en el suelo. Me asusté porque muy grave tenía que ser para que la chica no se levantase y siguiera tal cual. Me agaché corriendo sin soltar al niño y la vi realmente mal. Con una mano se tapaba el rostro y con la otra se sujetaba el tobillo. El hombre de la motosierra se dio cuenta rápidamente de que las cosas iban mal y elevó una palanca que encendió todas las luces de la atracción. Los sonidos y las luces de colores que ambientaban el sitio también desaparecieron.
-¿Puedes levantarte? - Le preguntó el chico disfrazado a Patri. La chica intentó hacerlo pero al no poder apoyar el pie en el suelo era casi imposible. El hombre dejo las cosas y cogió a mi chica en brazos. - Seguidme todos.
Nos condujo por pasillos y puertas que nos llevaron al exterior en poco tiempo. Dejó a la chica sentada en un banco e hizo una llamada. En un par de minutos apreció la ambulancia del recinto. Metieron a Patri, que aún estaba sin poder soltar palabra, en el vehículo y nos pidieron que esperásemos un momento mientras la observaban.
-¿Se va a poner bien? - Me preguntó José preocupado y a punto de llorar.
-Claro que sí. - Le rodeé con mis brazos. Yo también estaba nerviosa. Sabía que no sería grave, pero la mala cara con la que se había quedado Patricia me alarmó.
Tardaron más de lo que esperaba en salir de la ambulancia. Cuando lo hicieron, nos informaron de que tenía un esguince de segundo grado y que debía llevarla de inmediato al hospital. Nos montamos en mi coche sin mediar palabra y pusimos rumbo al hospital más cercano. La cara descompuesta de mi novia estaba descomponiendo la mía.
-Cuñada, ¿estás bien? - Preguntó mi hermano acariciando el brazo de Patri desde su asiento. Y consiguió sacarle una diminuta sonrisa que me alivió un poco después de tanta tensión.
-Sí, enano. No te preocupes.
En el hospital vendaron su tobillo y le dieron medicamento para apaciguar el dolor. Nos dijeron que se tendría que quedar allí un rato para ver cómo progresaba y pedí una habitación para no llamar la atención.
-Cómo te gusta llamar la atención, cariño. - Bromeé mientras la ayudaba a tumbarse en la cama de la sala.
-Sí, es que me gusta parar una atracción para que un maromo me coja en brazos y me meta en una ambulancia. - Miré sus ojos verdes, ya mucho más vivos, y respiré tranquila. Me lancé a ella para darle un efusivo abrazo.
-Qué susto me has dado... -Susurré en su cuello.
-Yo también me he asustado. - Confesó el pequeño uniéndose al abrazo.
-¡Cómo os quiero yo! - Exclamó mi chica.
La madre de Patricia irrumpió en la sala exaltada. Hablaba rápidamente y pedía explicaciones. Se acercó a la cama y pronunció todas las preguntas que podáis imaginar. "¿Estás bien?", "¿Qué ha pasado?", "¿Te duele mucho?"...
-¡Mamá! - Patricia alzó la voz. - Ya estoy mejor, no pasa nada.
-Se ha caído en la Warner. - Expliqué entre risas.
-Tú siempre la estás liando. - Resolpló. - ¡A saber que estabas haciendo!
-Yo también te quiero, mamá. -Dijo irónicamente.
Nos dejaron irnos cuando eran casi las diez de la noche. Primero pasamos por casa de mis padres para dejar al niño y después fui a dejar a Patri y a su madre en su casa.
-Topa, déjame que te ayudo a ponerte el pijama. - Empecé a quitarle los shorts. Tiró de mi para que me tumbará a su lado y comenzó a darme besos apasionados. Su lengua buscaba la mía intensamente. - Para, para.
-Te recuerdo que me debes todos los besos que no me has dado durante el día. - Terminó la frase mordiéndome el labio.
-Y te los voy a seguir debiendo, porque no pienso hacer nada contigo estando tus padres en el salón. - Me levanté y busqué su pijama. - Además, te acabas de lesionar. ¿Tú nunca te cansas?
-Pues no. - Admitió. - Y no pienses que me vas a tener a dos velas hasta que me recupere del todo.
-Estás loca...
Y estaba loca, de verdad. Pero, como ya he dicho en mil ocasiones, eso era lo que enganchaba. Nunca sabías lo que te iba a deparar el futuro estando a su lado. Y, al fin y al cabo, si no estuviera así de loca, no sería la Patri de la que vivo enamorada.
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