Vencí al cólico y llegué al concierto con más ganas que nunca. El recinto no se llenó por completo, pero se habían vendido muchas entradas y los que venían se merecían verme al cien por cien. Y yo estaría dispuesta a dar todo de mí para que salieran de allí con la mejor de sus sonrisas.
Llegamos al Plaza Condesa y entré con Patri al camerino. Le pedí que me esperara mientras traía a mi hermano para darle la sorpresa. Cuando viera a la fotógrafa allí no se lo iba a creer.
-¿Y para qué tengo que ir a tu camerino? - Refunfuñaba mientras yo tiraba por los pasillos de su mano. - Con lo bien que estaba yo guitarreando con los demás.
-No seas pesado que es una sorpresa.
-No me gustan las sorpresas. - Dijo entre dientes.
-A ver sí luego me dices lo mismo... - Abrí de golpe la puerta de mi camerino y se quedó de piedra al verla.
-¡Hola, cuñadito! - Exclamó Patricia lanzándose a los brazos de mi hermano.
-¿Qué haces aquí? - Preguntó José entre risas tras un largo saludo lleno de cariño. No respondió. Simplemente me acerqué a ella y cogí su mano, sorprendiendo más aún al chico. - ¿De verdad? ¿habéis vuelto?
- Sí, hermanito. - Afirmé.
-Me ha costado, pero he conseguido recuperarla. - Comentó mi chica y me dio un beso en la mejilla.
-¡Ya te echaba de menos en la familia! - Acarició su brazo y luego me miró a mi confuso. - ¿Y Aitor? Me dijo que iba a venir a verte.
- Y vino... -Susurré mirando al suelo. - Ya te lo contaré después tranquilamente.
Todo fue mucho mejor de lo que esperaba. Entre los nervios y la enfermedad que acababa de pasar me temía lo peor. Subí al escenario cuando sonaron los primeros acordes y empecé a cantar. Entonces no existían nervios. Lo único importante era lo bien que fusionábamos mi público y yo. Me arroparon tanto que me sentí en casa. Cuando llegó el turno de "Blanco y negro" me acordé de ella. Cerré los ojos y rememoré la situación vivida en ese mismo escenario unos días antes. Ella fue mi único público, y mi voz el único instrumento. Y ahora, fuera del escenario, también era así. Nos pertenecíamos la una a la otra, sin más acompañantes que nuestro amor. Al llegar al final de la canción busqué su mirada y le guiñé rápidamente un ojo. Ella me devolvió el gesto y continué cantando.
Así, poco a poco, fueron pasando todos los temas. La energía de cada canción me llevaba con más fuerzas a la siguiente. Y llegué al final emocionada, agradeciéndole a México todo lo que me había hecho sentir en ese escenario.
Al día siguiente cogimos todos juntos el avión a Madrid. Entre técnicos, músicos y otros, casi ocupábamos la zona VIP entera. Fueron horas de vuelo en las que aproveché para explicarle a mi hermano todo lo sucedido con Aitor. Se sintió mal porque decía que había sido el culpable de que el chico llegase a México y nos pillara, pero el no tenía que arrepentirse de nada. La única culpable había sido yo por no dejarle antes, por muy duro que fuese. La mayoría de los que nos acompañaron en el viaje ya conocían a Patri de antes, así que no hicieron falta explicaciones. Todos se podían imaginar que habíamos vuelto. Algunos incluso vinieron a darnos la enhorabuena. Como ya sabe todo el mundo, Patricia se hace querer en todos los sitios a los que va, por lo tanto congeniaba a la perfección con mi equipo.
-Deja de ponerte ojitos con Manu. - Le di un manotazo a mi chica al ver como miraba a uno de los técnicos de luces.
-¡Sólo le he sonreído! - Exclamó alzando las manos.
-Ese chico lleva enamorado de ti desde la primera vez que te vio. - Murmuré.
-No seas exagerada.
-Sólo hay que ver cómo te mira. - El chico no le quitaba el ojo de encima a Patri.
-Es majo, simplemente.
-Pero bueno, la verdad es que le entiendo. - Me acerqué a su oído para que no nos escuchase nadie. - Con los pantalones cortos que llevas hoy se te ven un culo y unas piernas que dejan cardíaco a cualquiera.
-No me digas esas cosas ahora que no puedo besarte... - Dijo muy cerca de mis labios.
-¡Distancia de seguridad! - Apareció José por detrás poniendo su mano entre nuestras caras.
-Tú eres imbécil. - Dije.
-¿Algún día dejarás de insultarme? - Preguntó alborotándome el pelo.
-¿Algún día dejarás de meterte donde no te llaman? - Patri se reía mientras nosotros nos picábamos y nos poníamos diferentes caras horrendas.
Al aterrizar cogimos un taxi que nos llevaría a casa de Patricia. Pasaríamos allí la noche porque al día siguiente íbamos a contarle a sus padres que habíamos vuelto, y su casa pillaba más cerca que la mía. Nada más subir a su casa le pegué una patada a la maleta y fui corriendo al baño de la planta de abajo. Llevaba conteniéndome desde que entramos en el taxi y estaba a punto de explotar.
-Ni cierras la puerta... - Dijo apoyándose en el marco de la puerta.
-No vas a ver nada que no hayas visto ya.
Extrañaba mucho más de lo que me imaginaba aquellas tonterías a su lado. Ella completaba mi vida y la llenaba de color. Cuando estaba a su lado no existía la gravedad en nuestras mentes, que daban vueltas entre las nubes y se volvían más soñadoras que nunca. Perder la noción del tiempo, la consciencia de la respiración, el latir del corazón... Eran sensaciones que sólo ella sabía provocar en mi. Subimos a la planta de arriba y me topé con su cama. La misma cama que tiempo atrás había sido testigo de una infidelidad. Una noche que empezó ardiente y acabó en llanto. Nunca olvidaría esa escena. Hice mal acostándome con Patri aquel día, pero ahora me doy cuenta de que sólo era una señal más de que nosotras estábamos destinadas a estar juntas. Ese día no supe resistirme a sus encantos, y tampoco lo iba a volver a intentar. Ahora no había nada ni nadie que nos impidiera estar juntas. Salí a la terraza en la que empezó todo aquel día y mi cabeza empezó a dar tumbos.
- Lo mejor será que olvidemos las cosas que hemos pasado cuando estabas con él... - Me abrazó por detrás y besó mi hombro.
-Yo no quiero olvidar ese día que me obligaste a correr por Madrid, ni el beso definitivo en la pista de skate, ni nuestro viaje a México... - Di la vuelta sobre mi misma para mirar sus ojos. - Creo que lo mejor es aceptar que ha pasado, y que gracias a ello estamos juntas. Quizá no fue correcto, pero fueron momentos que nos salieron del corazón y, aunque duela, ya no me arrepiento de nada.
Mis palabras le provocaron una sonrisa llena de pureza. Vino lentamente hacia mi boca y la besó con calma. Sintiendo cada roce y alargando cada movimiento. Sin miedo a que se acabase, porque sabíamos que después de ese beso vendrían muchos más.
Se fue a duchar y yo aproveché para llamar a mi madre. Me tumbé en la cama y le relaté todo lo ocurrido. Sintió mucha pena por Aitor y me regañó por engañarle de ese modo, pero su emoción por mi vuelta con Patri era mil veces mayor. Me dijo que teníamos que ir a verla un día porque le hacía mucha ilusión volver a vernos juntas como pareja. Tendría que esperar unos días para eso, porque la noche siguiente tenía concierto en Sevilla. Lo bueno era que después de eso tendría un mes entero de vacaciones para pasar con mi chica y mi familia. Según Rosa, esas vacaciones eran para reponer fuerzas porque me esperaban muchísimos conciertos, pero yo pensaba disfrutarlas como una niña pequeña.
-Pásame a tu madre. - Me pidió Patri cuando salió del baño secándose el pelo con la toalla.
-Mamá, te paso a tu nuera que se muere por hablar contigo.
Las dejé hablando y me fui a duchar. Fue la primera vez que entré al baño de arriba. Era tan bonito como el resto de la casa. Predominaban el rojo, el blanco y el negro, y tenía una gran ducha moderna con cristales totalmente transparentes. Pero lo que más me sorprendió fue el cuadro que colgaba de la pared. Era una fotografía en blanco y negro en la que aparecía yo metida en la bañera de mi casa con una sonrisa de oreja a oreja. Me acordaba perfectamente de ese día y del motivo de mi felicidad. Nos estábamos dando un baño las dos juntas cuando, de pronto, Patricia salió empapada a por su cámara. Dijo que había una iluminación perfecta que no debía desaprovechar. En la imagen salía riéndome por la escena y la espuma tapaba lo estrictamente necesario.
Tras ducharme, salí del baño envuelta en una toalla y no se me cayó de milagro. Cuando ya creía que lo había visto todo, aparece Patri con la locura más friki que jamás había visto. Se había puesto un pijama enterizo con la forma de un animal que no supe descifrar y cuando me vio empezó a saltar en la cama.
-¿Qué cojones haces? - Pregunté derramando lágrimas por la risa.
- Es genial. - Bajó al suelo y se acercó a mi. - Lo vi en México y no pude resistirme.
-Estás jodidamente loca. - Me dolía hasta la tripa de las carcajadas.
-Deja de reírte y ponte el tuyo. - Me tendió una bolsa con un pijama igual, pero de color rosa.
-Yo no pienso ponerme esto. - Me quejé intentando dejar de reírme. - Es demasiado friki.
-Por favor, sólo un momento. - Comenzó a besarme el cuello. - Que te lo he comprado con todo mi amor.
-Siempre te sales con la tuya. - Cogí la bolsa y entré al baño cerrando con un portazo.
Me lo puse rápidamente y me observé en el espejo. Era lo más ridículo que había vestido en mi vida. Ni siquiera sabía de qué animal estaba disfrazada. Abrí la puerta y entré en la habitación tapándome la cara con las manos.
-Estás adorable. - Opinó en cuanto me vio.
-Que vergüenza ... - Murmuré. - Tengo a la novia más friki del mundo.
- Deja de quejarte y ven a la cama conmigo, animalito. - Me tumbé a su lado y me acarició el pelo. - Tú estás guapa hasta con esto puesto, créeme.
-Vale, te creo. - Resoplé. - ¿Pero puedo quitármelo ya?
-No. - Se puso sobre mí y me miró pícaramente. - Mejor te lo quito yo.
Comenzó a desabrochar lentamente la cremallera delantera del pijama. Me senté en el colchón y la ayudé a quitarme la prenda. Nuestras bocas se buscaron hasta encontrarse y unirse apasionadamente. Sus manos palparon mi espalda hasta que consiguió desabrocharme el sujetador.
-Espera, espera... - Susurré separándome de ella casi sin aliento. - Quítatelo tú también, que no me apetece acostarme con un peluche.
Sonrió y me obedeció. Volvió a mis labios con las pilas cargadas. Agarró mi trasero y me empujó contra su cuerpo de tal forma que recortó cualquier mínimo espacio entre ambas. Poco a poco me fue tumbando. Descendió dando besos en mi vientre y me quitó el tanga delicadamente. Empezó a subir de nuevo, lentamente, y se paró en mis pechos. Jugaba con ellos utilizando boca y manos, mientras empujaba uno de sus muslos contra mi sexo. Mis manos arañaban su espalda dejando huella de la fogosidad de la noche. Su lengua me erizaba cada centímetro de la piel, y el movimiento de su pierna sobre mí me estaba haciendo perder la cabeza. Una de sus manos se apoderó de mi clítoris, apretándolo entre sus dedos y moviéndolo a la perfección. Cuando ya me tenía donde quería se abrió paso en mi interior. Primero lentamente, y luego a un ritmo abismal. Pero, en el momento que menos se lo esperaba, mis dedos también se introdujeron en ella. Quería que llegáramos juntas, y para ello tendría que esforzarme. Empecé directamente con una gran velocidad. A medida que yo aumentaba el ritmo, ella iba disminuyendo el suyo. Y, con un último esfuerzo de ambas, lo logramos. Llegamos al nirvana. Juntas, porque así quería que pasáramos el resto de nuestras vidas.
-Estoy nerviosa, no sé por qué - Dijo Patri nada más aparcar el coche.
-Te aseguro que yo más. - Murmuré mientras me retocaba el maquillaje por quinta vez. - Hace demasiado que no veo a tu madre.
-Sólo será un momento porque tenemos que irnos a Sevilla, así que cuanto antes lo pasemos mejor.
Subimos en el ascensor, ambas muy inquietas. Algo me decía que las cosas no iban a estar tan bien entre mi suegra y yo como antes de irse. Al fin y al cabo, había visto sufrir a su hija por mi culpa, y eso no lo olvida de buenas a primeras una madre. Llamamos al timbre y su madre no tardó en abrir. Tal y como yo me olía, su cara no fue especialmente de ilusión. Nos miraba a su hija y a mi sin dar crédito a lo que veía. Patri dio el primer paso y saludó a su madre con dos efusivos besos. Su padre y Carol no estaban porque habían bajado a comprar algo.
-Cuánto tiempo sin verte. - Comentó mientras me abrazaba.
-Sí, pero después de pasar tantas cosas, aquí estoy de nuevo.
-A ver si esta vez no tengo que limpiar las lágrimas de mi hija...
No me gustó nada aquel comentario. Hasta Patricia miró sorprendida a su madre cuando le escuchó soltar esas palabras. No quería liarla desde el principio, así que me disculpé y entré al baño. Necesitaba refrescarme. Mojé mi cuello con agua helada y salí otra vez minutos después. Las oía hablar desde la cocina.
-Y encima me tuve que enterar por las revistas de que habías vuelto a verla. - Se quejaba su madre.
-Mamá, sabes que la quiero y que estaba deseando volver a Madrid para recuperarla.
-¿No aprendes de la otra vez?
-La otra vez fue genial hasta que me tuve que ir al pueblo. - Notaba en el tono de voz de Patri que cada vez estaba más exaltada. - Ahora estoy aquí, y no pienso perderla.
-Te va a utilizar, igual que hace con todo el mundo. - Subió el tono de voz. - Jugará contigo hasta que se canse de ti.
Irrumpí en la conversación porque ya no era capaz de contenerme más. Estaba cansada de que las madres de mis parejas me vieran como una famosa sin sentimientos. Ahora iba a hablar yo, y pondría las cosas claras a quién hiciera falta. Tenía algo por lo que luchar e iba a defenderlo con uñas y dientes.
"Hay que lavarse con jabon esa lenguita y esa boca, y saberse callar."
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¡QUEDA UN CAPÍTULO! Y un flash... ;)
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