Observar la curva más perfecta de su cuerpo mientras hablaba se había convertido en una costumbre. Sonreía formando esos irresistibles hoyuelos en sus mofletes. Tenía mil tipos de sonrisas. Una torcida que acentuaba más su hoyuelo derecho, una delicada en la que se mordía el labio inferior convirtiéndola en inmejorable, una inmensa que provocaba una adorable arruguita en su nariz... Podía escribir un libro con todas ellas, y cada cual os gustaría más. Y cada vez que las producía se le iluminaba la mirada. Esos ojos verdes que ese día resplandecían con más fuerza tras cada parpadeo. Se acercó a un pequeño espejo y trazó una línea de carmín rojo sobre sus labios. Después se atusó el pelo hasta dejarlo estupendo. Yo observaba cada uno de sus gestos embobada desde la silla de su escritorio. Ese día había dejado a un lado su cabello liso habitual y optó por unas ondas que le quedaban de maravilla. Se aproximó a mí con paso firme y dio una vuelta sobre sí misma.
-¿Cómo estoy? - La volví a recorrer con la mirada de arriba a abajo. Llevaba un ajustado vestido que quitaba el sentido a cualquiera, y lo remataba con unos tacones de vértigo.
-Buenísima. - Respondí con gesto pícaro.
-Eso ya lo sé. - Se rió. - ¿Pero llevo bien el pelo? ¿Y el vestido está bien? ¿Pega con los tacones? - Me levanté rápidamente y corté sus palabras con un beso.
-Tranquila, estás preciosa. - Agarré su cintura. - Seguro que desatas pasiones esta noche.
Patricia había quedado con sus amigos de toda la vida para cenar y luego ir a una discoteca. Me propuso que la acompañara pero las razones para negarme eran infinitas. No les conocía, eran muchos, sólo dos sabían que estábamos juntas, podía pillarnos la prensa... Desgraciadamente, aunque me moría de ganas por estar con ella, sería imposible. Me ofrecí para llevarla hasta el restaurante y así no tenía que estar preocupándose por su coche. Además, el sitio estaba a quince minutos de mi casa. A ella se la veía emocionada. Llevaba deseando que llegara ese día varias semanas para reencontrarse con amigos a los que no veía desde el instituto.
Durante el trayecto hasta el restaurante no paraba de retocarse el maquillaje y el pelo. Cuando se ponía nerviosa era adorable, porque aumentaba la velocidad de todos sus gestos. Paré el vehículo en una calle vacía previa al local para poder despedirnos sin temor.
-¿Llevas las llaves de mi casa? - Pregunté.
-Sí, luego me llevará Susana.
-Ten cuidadito, eh. - Le advertí. - Y no te pases que mañana comemos en casa de mis padres.
-Pareces mi madre. - Nos reímos porque por un momento realmente lo había parecido. - No hace falta que me esperes despierta. - Me dio un beso y salió del coche.
Gesticuló desde fuera un 'te quiero' con sus labios, y yo hice lo mismo. Me quedé allí quieta, observando su impetuoso cuerpo, hasta que desapareció al final de la calle. Arranqué y me fui directa a casa. Llevábamos una semana casi sin salir de mis cuatro paredes porque ambas estábamos de vacaciones, y se me haría raro pasar la cena sin ella. Menos mal que convencí a mi hermano, Pastora y Vanesa para que me hicieran compañía. Tocaba velada de amigos como las de antes. Pizza, patatas, cervezas y un sinfín más de alimentos poco recomendables. Pero por un día no me iba a comer la cabeza con lo que es y lo que no es sano.
Al poco de llegar a casa aparecieron todos e hicimos el pedido. Dos pizzas carbonara y otras dos barbacoa fue lo que encargamos.
-Entonces, que yo me entere... - Comenzó a decir Vanesa mientras se limpiaba la boca con una servilleta. - ¿A qué se debe esta cena improvisada?
-Hacía mucho tiempo que no quedábamos los cuatro. - Expliqué. - Ya era hora.
-Eso, y que mi cuñadita la dejaba sola esta noche. - Añadió mi hermano entre risas. - Que te tengo pillada.
-Ya decía yo que dónde se había metido la rubia... - Bromeó Pastora.
-Es que tiene cena y fiesta con sus amigos. - Dije.
-Y nos ha llamado porque si se queda sola no pararía de pensar en la infinidad de gente que le estará tirando fichas a Patri esta noche. - Mi hermano se rió tras decirlo, pero rápidamente dejó de sonreír con el golpe que le di en la nuca.
-Imbécil. - Sabía las palabras que debía decir para molestarme.
-Celosa. -Me sacó la lengua y las chicas empezaron a reírse, aunque entre él y yo había un odio momentáneo bastante evidente.
En realidad ni había pensado hasta ese momento la cantidad de personas que intentarían ligar con Patri en la discoteca. Tanto tíos como tías. Y yo confiaba en ella plenamente, pero en los demás no. No me hacía gracia que tuviera a varios babosos detrás mientras bailaba. Porque esa es otra. Mi chica era de las que al bailar te conquistaba por completo. Movía todas sus curvas a un ritmo perfecto. Lo difícil era no quedarte embobado mientras la ves en la pista. Parecía que la música se adaptara a ella, y no al contrario.
Ya casi no me acordaba de lo que era pasar una velada con los amigos, y esa noche sirvió para recordármelo. Menos mal que tenía unas semanas de vacaciones. Muchos conciertos, muchas entrevistas y muchas preparaciones me limitaban el tiempo libre, y el poco que sacaba lo compartía con mi novia. Me había dejado a mis amigos en un segundo plano, incluso tercero, en el que no deberían permanecer más tiempo. En ningún caso me arrepentía de estar más tiempo con Patri que con ellos, pero si debería haber sacado más minutos para esa familia con la que no compartes sangre. Gente que nunca te falla. Que sabes que siempre estarán apoyándote en lo bueno, y sobre todo en lo malo. Llevaba tanto tiempo sin ellos que me había perdido cosas de sus vidas. Vanesa tenía casa nueva, Pastora programaba grandes proyectos en Sudamérica... De mi hermano sabía todo, porque pasamos la gira juntos, pero echaba de menos nuestros piques fuera del escenario.
Entre risas, copas, y ponernos al corriente de nuestras vidas,terminaron por irse casi a las tres de la madrugada. Y nos prometimos que no pasaría tanto tiempo hasta que volviéramos a hacer una cena como esa. Recogí un poco el salón y la cocina porque no tenía sueño. No podría dormir sabiendo que Patri estaba por ahí, y no era por celos, sino por miedo a que le pasara algo. La conocía perfectamente y a saber si se metería en algún lío o hacía alguna locura. Me había dicho que no la esperase despierta, pero mi cabeza maquinaba mil cosas a la vez y no me permitía conciliar el sueño. Me senté en el sofá y puse la tele. Iba pasando de canal en canal sin centrarme en ninguno. Teletienda, películas subidas de tono, señoras arrugadas echando las cartas... Nada merecía la pena. De pronto sonó mi móvil. Era ella. Lo cogí inmediatamente porque no era normal que me llamase.
-¡Te quiero! ¡Te quiero! - Patricia gritaba esas palabras una y otra vez, dejándose la garganta.
-Cielo, ¿estás bien?
-Yo perfectamente. - No tardé en darme cuenta de que estaba borracha. - ¿Y tú?
-Yo de los nervios. - Confesé. - Dile a tu amiga que te traiga a mi casa ya mismo.
-Es que no sé dónde está. - Se empezó a reír sin sentido. - No sé dónde están ni ella ni los demás.
-No me jodas, Patricia. - Me llevé la mano al pelo. - ¿Con quién estás?
-Estoy sola. - Afirmó resaltado todas las eses. - Bueno no. Hay unas moscas haciéndome compañía. Son muy monas.
-Dime dónde estás que voy a por ti. - La chica no tenía ni idea de dónde estaba. Se había perdido. - ¿Qué ves a tu alrededor?
- Hay una papelera, una calle muy grande, un Mc Donalds, una gasolinera...
-Vale, creo que sé dónde es. - Mi casa estaba cerca del sitio donde había ido de fiesta, así que reconocí su descripción. - No te muevas de ahí.
Colgué y salí corriendo hacia el coche. Mis sospechas de que podría pasar cualquier cosa se confirmaban. Mi chica estaba sola, borracha y perdida en la noche. En menos de quince minutos llegué y la vi sentada en la acera, al borde de la carretera. Llevaba en una mano los tacones y en la otra un vaso de plástico casi vacío. Frené a su lado y bajé. En cuanto me vio vino hacia mí. Dio un salto y se enganchó a mi cuerpo como si fuera un mono, tirándome parte de la bebida en la espalda.
-Menuda peste a alcohol echas. - Dije mientras intentaba descolgarla de mí. - A saber lo que has tomado.
La ayudé a subir al coche y pusimos rumbo a casa. No era capaz de decir dos frases seguidas con sentido, y a veces costaba hasta entender su pronunciación.
-¿Te acuerdas de algo?- Pregunté.
-Pues... - Abrió mucho los ojos e intentó hacer memoria. - Primero cenamos y después fuimos a la discoteca. Estaba bailando y unos me traían una copa, otros me traían otra...
-¿Quién te daba las copas?
-Unos chicos muy majos que bailaron conmigo. - Se rió y apoyó la cabeza en la ventanilla.
-¿No habrás hecho nada con ninguno? - Pregunté subiendo el tono y a punto de perder la compostura.
-No, tonta. - Volvió a mirarme. - Cuando se distrajeron me fui a la calle a dar una vuelta. Por eso me quedé sola.
-Espero que no me mientas... - Volví a mi tono de voz normal y la miré de reojo.
-Yo sólo tengo ojos para ti. - Se aproximó a mi cuello y lo recorrió con sus labios. - Qué bien hueles.
- Lo que pasa es que tu hueles muy mal. - Una de sus manos puso rumbo hacía la hebilla de mi cinturón e intentó desatarlo. - Ni se te ocurra.
Hizo caso omiso a mis palabras y siguió intentado colarse por mi pantalón mientras me besaba el cuello. Me estaba poniendo a mil, pero tenía que frenarla antes de que yo misma perdiera el control de mis movimientos. Con un pequeño empujón la aparté de mi, pero no fue buena idea, porque inmediatamente se echó hacia delante y vomitó. Mi coche recién lavando ahora estaba sucio y olía a rayos.
Al llegar a casa nos enfrentamos a un gran reto: subir las escaleras para ir al baño. La chica echaba todo su peso en mí, y yo tenía que valerme de todas mis fuerzas para subir cada escalón. La desnudé como pude mientras la bañera se llenaba de agua fría. Patricia movía el cuerpo con mucha dificultad y seguía sin decir cosas con sentido. A veces se reía, a veces parecía triste... Una mezcla de emociones incomprensibles. Le di el baño rápidamente y luego sequé su cuerpo. Cada vez estaba más tranquila. Le puse la ropa interior y una camiseta amplia y la tumbé en la cama.
-Malú...
-¿Qué pasa? - pregunté tumbándome a su lado.
-Lo siento. - Me miró a los ojos y sentí que eran las únicas palabras serias que había dicho en toda la noche. - Soy una idiota. Mírame. Te mereces algo mejor que yo. - Varias lágrimas empezaron a descender por sus mejillas. - Tú eres perfecta. Guapísima, cantas genial, madura, cariñosa... Y tienes que aguantar a una niñata como yo.
-Eh, no quiero que digas eso. - Limpié sus lágrimas y la envolví con fuerza entre mis brazos. - Te quiero, y no eres ninguna niñata.
Acarició mi mejilla y me dio un beso antes de caer dormida. Sus palabras me habían hecho sentir fatal. ¿Es cierto que los borrachos nunca mienten? Porque sí es así, no me gustaba nada que Patri se viera como una inmadura y una idiota. No lo era. Estaba loca y a veces se metía en follones, pero no me importaba. Con ella conseguía salir de mi vida monótona. Y es que me encantaba así, con sus cosas malas y sus cosas buenas. Le encontraba pocas cosas malas, la verdad, y si existían yo no las veía o las convertía en buenas. ¿Es malo que le den venas de locura? Para mi no. Yo quiero a una persona como ella alegrándome los días. Y si un día llegaba borracha, la cuidaría. Porque otra cosa que había dicho estando borracha es que me quería, y eso era lo que realmente importaba. Y no me merecía algo mejor que ella, porque no existía.
Al día siguiente me desperté, me duché y preparé el desayuno para ambas. Luego fui a despertarla. Me senté a su lado y acaricié su espalda mientras susurraba su nombre.
- No grites, por favor. - Me pidió tapándose las orejas.
-Cari, son las doce y hay que ir a comer a casa de mis padres. - Besé su cabello.
-Me duele todo. - Se sentó al borde de la cama y cerró los ojos. - Estoy mareada.
- Normal, te tenías que haber visto...
Bajamos al salón y cuando vio el desayuno me miró con mala cara. Dijo que no tenía hambre, que si comía iba a vomitar, pero para la resaca siempre me habían dicho que era bueno comer y beber, así que la obligué a tomar algo. Iba bebiendo breves tragos de una infusión y pegaba algún mordisco a la tostada. En cambio, yo me moría de hambre. Devoré mi desayuno y parte del que ella se dejó.
-¿Te acuerdas de lo que pasó anoche? - Pregunté.
- A trozos. - Confesó. - Estaba en la discoteca bailando y bebiendo y se acercaron unos chicos. Lo siguiente que recuerdo es tu coche acercándose a mí, y por último que me metiste en la bañera.
- ¿Nada más? - Negó con la cabeza y bebió de la taza. - Pues casi tenemos un accidente con el coche... - Se quedó alucinada y me pidió que le explicara eso. - Primero intentaste seducirme mientras conducía, y después vomitaste en la tapicería.
-No me lo puedo creer. - Ella se quedó seria, pero yo ya me reía al recordarlo. - No te rías... Te pienso pagar la limpieza del coche.
- No me tienes que pagar nada. - Me levanté y la abracé por la espalda. - Aunque sí tendrás que seducirme otra vez, porque me dejaste con ganas de más. - Mordí su oreja y empecé a recoger la mesa.
-Eso lo hago encantada. - Se levantó de golpe emocionada para seguirme, pero se tuvo que volver a sentar llevándose las manos a la cabeza por el dolor. - Pero hoy no va a poder ser...
Nos vestimos y me puse a maquillar a Patri. Había que disimular esa mala cara y a mí se me daba mejor. Tras mucha paciencia y destreza conseguí que la resaca no se viese plasmada en su rostro. Taparla por completo era imposible, pero lo mejoré bastante. No estaba como siempre, pero para mí seguía estando preciosa.
Llegamos a casa de mis padres y mi madre supo que a mi chica le pasaba algo en cuenta le vio la cara. Me saludó rápidamente y pasó de mi. Fue preocupada a socorrer a su nuera. Le dio tantos besos y abrazos que seguro que le aumentó el dolor de cabeza.
- Ay, mi Patri. - Puso la mano en la frente de la fotógrafa para medir su temperatura. - ¿Qué te ha pasado?
-Nada... - Intentó poner su mejor cara, y yo observaba la divertida situación. - Me he levantado un poco revuelta.
-Mamá, ¿qué hay de comer? - En realidad ya lo sabía, porque me lo dijo el día anterior, pero quería ver la cara de Patri al enterarse.
- Un cocido rico, rico.
Casi se le salen los ojos de las órbitas. Me lanzó una mirada de socorro, pero yo me reí de nuevo, esta vez de forma más exagerada. Mi madre no entendía nada. Dijo que estábamos atontadas y su fue a preparar la comida.
-Ayer lo pasé mal por tu borrachera, y hoy me voy a reír un poco de ti... - Lo susurré cerca de su boca. Rematé con un fugaz beso en los labios y entré al salón para saludara mi padre.
Patricia se quedó hablando con él mientras mi madre y yo hacíamos la comida y poníamos la mesa. Mi chica nunca se había sentado, siempre ayudaba, pero ese día la pobre no tenía fuerzas ni para eso.
Nos sentamos en la mesa y ella observaba asqueada toda la comida. Movía los garbanzos de un lado a otro, y de vez en cuando se metía uno en la boca para disimular.
-Para colmo la tía del pueblo quiere que vaya a su casa para comer un día, porque dice que... - Mi madre cruzó la mirada con Patricia y dejó de hablar de golpe. - Cada vez tienes peor cara, cariño. Tómate sólo el caldito...
Patricia se tapó la boca con la mano y entró al baño a toda prisa. Salí corriendo tras ella, pero cerró la puerta con pestillo y no me dejó entrar. Llamé varias veces y rogué que me abriera. Mi madre se acercó para ver lo que pasaba y le pedí que preparara algo que le asentara el estómago a la joven. Escuché el sonido de la cisterna y segundos después descorrió el pestillo. Entré y me la encontré sentada en el suelo con la cabeza apoyada en las piernas. Volví a cerrar la puerta y me senté a su lado. Dejó caer la cabeza en mi hombro y yo acaricié su pelo.
- No estoy mal sólo por la resaca, es porque me siento mal conmigo misma.
-Sé que piensas que eres una idiota y que la has cagado. No te acuerdas, pero me lo dijiste anoche. - Intenté hacer memoria de todo lo que dijo el día anterior antes de dormirse. - La verdad es que sí la has cagado un poco, pero no pasa nada. - Cogí su mano y jugué con sus pulseras. - Y no eres una inmadura a la que tengo que aguantar, porque tu también tienes que soportar mis tonterías muchas veces. - Me levanté y tiré de sus manos para ponerla de pie. - Así que ahora mismo vas a salir ahí fuera y te vas a tomar lo que te está preparando tu querida suegra, porque si no lo haces sabes que te va a machacar. - Logré que se riera. - Y luego nos vamos a ir a casa, nos vamos a tumbar en mi cama, y vamos a ver todas las películas que te apetezca hasta que se te pase la resaca. ¿Qué te parece?
- Me parece que es imposible quererte más.
-¡Niñas! - Gritó mi madre al otro lado de la puerta. - ¿Qué hacéis?
Le lancé una mirada cómplice a Patri y salimos del baño de la mano ante la atenta mirada de mi madre.
-En esta casa es imposible liarte en el baño con tu novia, eh. - Bromeé. - Anda, mamá, vamos a curar a mi enfermita.
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Espero que os haya gustado, vuelvo a dar las gracias por las opiniones y por leerme.
Este flash sé lo dedico a la loca de @NovelaMaluMex, que está malita la pobre. ¡Cuídate!
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