Ya sabía que no quería perderla, pero tras la discusión con
mi madre tuve más ganas aún de arreglar las cosas. Me di cuenta de que debía
luchar por ella. Y eso iba a hacer. Tenía que encontrar la forma de llegar a su
casa. Primero pensé en mi mejor amigo y le llamé, pero no me lo cogió. Siempre
ausente cuando más le necesitaba. Luego pensé en ir en transporte público.
Busqué en internet cómo ir y definitivamente era una mala opción. Como la
cantante vivía apartada de todo, habría que coger dos autobuses y más de una
hora transbordando en trenes y metros. Podría haberlo hecho, pero en esos
momentos la impaciencia me mataba. Mi decisión final fue coger el coche aunque
lo tenía terminantemente prohibido por los médicos. Me cambié de ropa y bajé al
coche. Entré dejando las muletas en el asiento del copiloto y puse las manos en
el volante. Mi coche. Mi amado Honda Civic. Hacía tanto que no lo cogía. Respiré
profundamente y arranqué. Nada más presionar por primera vez en el pedal de la
pierna mala supe que iba a ser el peor trayecto de mi vida. Cada vez que tenía
que usar ese pie una especie de pinchazo me quemaba en la rodilla. Pero quién
algo quiere algo le cuesta, así que me jodí y realicé todo el camino sin
descanso. Confieso que se me escaparon algunas lágrimas de dolor.
Aparqué en la puerta de su casa y salí con las muletas del
coche. Llamé a la puerta un par de veces y nadie abrió. Solo se escuchaban los
ladridos de los perros. Me asomé por una rendija y me sorprendió ver que su
coche no estaba. Eran las dos de la tarde. Tantas prisas para nada. Lejos de
rendirme, me senté en la puerta de entrada al chalet con la esperanza de que no
tardara en llegar. Me dediqué a pensar cuales serían las palabras perfectas que
le diría al verla. ¿Tenía que empezar disculpándome? ¿Esperaba que hablara
ella? ¿Y si simplemente la besaba? Me dio para pensar mucho, porque dieron las
cuatro de la tarde y yo seguía ahí sentado sin noticias suyas. Me levanté y
recorrí la calle de arriba abajo varias veces.
A eso de las cinco me entró
hambre, pero en esa urbanización de pijos no había ni una sola tienda, solo
chalets y más chalets. Por suerte, en el maletero del coche había unas pipas
que no llenaban mucho, pero me mantenían entretenido. Pésima idea por mi parte,
porque tenían sal y me entró una sed terrible. A las seis pensé en abandonar el
sitio y volver a mi casa, pero como si se hubiera dado un paseo por mis
pensamientos, apareció su coche a lo lejos. Me puse en pie rápidamente y me
sacudí los pantalones manchados por el asfalto. La chica llevaba gafas de sol y
no pude ver su expresión al verme ahí. No metió el coche en el garaje, lo dejó junto
al mío y salió andando hacia mí.
-¿Qué haces aquí? – Dijo extrañada.
-Tenía que hablar contigo.
-¿Has venido conduciendo
tú? – No respondí, pero me delató mi cara. – Joder Aitor, sabes que no puedes
conducir. Te lo han dicho los médicos mil veces. Te vas a dejar la rodilla
destrozada.
-Malú, no he venido a discutir otra vez. – Suspiró. Parece
que había comprendido que eso era lo menos importante en ese momento.
-¿Cuánto llevas aquí? – Se quitó las gafas y soltó una
risilla.
-Poco… -Mentí.
-Aitor… - Dio un paso hacia mí. La tenía a pocos centímetros
y mi corazón se empezó a acelerar. – Para empezar mientes fatal. Y para
terminar, estás rojo como un tomate. Te has quemado con el sol.
Ella se empezó a reír de mí. Me sentí como un ridículo
total. Desplacé las manos a mi cara, notando el escozor en cuanto me rocé. Solté un suspiro ahogado que Malú escuchó y
empezó a reírse con más fuerza.
-Vale, puede que lleve
aquí más tiempo. – Reconocí bajando la cabeza.
-Vamos a echarte crema, anda.
Pasamos a su casa y me indicó que la esperara en el sofá
mientras buscaba una crema. Y eso hice. La escuché remover cosas por arriba y
unos minutos después bajó con un bote azul.
-Pon la cabeza para atrás. – Me señaló.
Se untó un poco de crema en la punta de los dedos y me la
restregó sutilmente por las zonas enrojecidas. Me escocía muchísimo. Cerré los
ojos fuertemente mientras ella seguía masajeándome. Sin decir nada, paró de
esparcirme la crema pero no quitó las manos de mi cuerpo. Las situó en mi
cuello. Abrí los ojos y la vi a milímetros de mi cara, mirándome a los ojos. Se
me puso el vello de punta y tuve que tragar saliva. Me seguía imponiendo tanto
como la primera vez. Se acercó lentamente a mis labios y los rozó con los
suyos. No me aparté, y volvió a mí con más intensidad. Ambos cerramos los ojos
y dimos rienda suelta a nuestras lenguas.
-No me vuelvas a hacer esto, no vuelvas a dejarme. – Me
susurró al oído. – Prométemelo.
-Prometido.
No podía decir otra cosa. Mis pensamientos hacía ya un tiempo que solo le pertenecían a ella. Más tarde hablaríamos de muchas cosas, pero en esa situación
era lo menos importante. Siguieron los besos y las caricias. Puede parecer
increíble, pero no llevaba más de veinticuatro horas sin verla y ya echaba de
menos el roce de su piel. Me daba igual su pasado, ahora estaba aquí conmigo.
Por la noche cenamos unas hamburguesas increíbles que
preparó ella misma. No solía cocinar, pero cuando lo hacía siempre me
sorprendía. Todo eran risas hasta que tocó el tema que yo estaba tratando de
evitar.
-Aitor… Quizá tenías razón y debí haberte contado desde el
principio lo de Patricia. – Me agarró la mano.
-Eso ya da igual, vamos a olvidarlo. – Intenté cortar esa
conversación, pero ella insistía.
-No. Si queremos que funcione será mejor que sea sincera. –
Arrimó su silla a la mía. – Hoy he estado con ella.
Me sentó como una patada en el estómago, pero no dije nada y
respiré hondo varias veces. No tenía por qué haber pasado nada. Además, estaba
empeñado en no seguir con ese tema.
-No pasa nada.
-Nos besamos. –Abrí los ojos como platos. Eso sí que no me
lo esperaba. Me quedé pensativo mientras ella seguía hablando. – Te prometo que
no significó nada.
-Quiero confiar en ti. – Dije lo más tranquilo posible.
-Es que eso no es todo. – Hice un gesto con la cabeza indicándole
que siguiera hablando. – Fuimos a comer con mi madre a Madrid, y de alguna
forma se las apañó para dejarnos solas. – Seguía acariciando mis manos. – Me
notó rara y me cogió de la mano, haciéndome correr por allí. – Se le escapó una
risilla que no me hizo ninguna gracia. – Paramos en un parque y me confesó que
seguía enamorada de mí. Volvió a besarme. – Esto último lo
dijo mirándome fijamente a los ojos. – Intenté volver a casa, pero me pidió
perdón y me convenció para que me quedara a comer con mi madre y ella. Te juro
que la cosa en el restaurante fue muy incómoda y en cuanto pude me escapé. Y no
hay más.
Mi cabeza era un mar de dudad. Me había dado demasiada
información de golpe. Sin decir nada, me salí al jardín a tomar el aire. Necesitaba
aclararme. Incluso encendí un cigarro, cosa que llevaba sin hacer desde hace
muchos años. Cuando conseguí disipar mis dudas, entré a buscarla. No estaba en
el mismo sitio donde la dejé antes. Pasé a la cocina y nada. La encontré en su
cuarto, tumbada en la cama con la cabeza metida en la almohada. Me acerqué
sigilosamente y me senté al borde de la cama.
-¿La he cagado? – Me preguntó sin moverse.
-No. – Confesé. Ella se levantó y se sentó a mi lado. – Hace
un rato te he prometido que no volvería a dejarte, y estoy dispuesto a
cumplirlo.
-Eres el mejor. – Me besó la mejilla.
-Pero tú también prométeme algo. – Le pedí. – Tienes que
seguir siendo así de sincera. Pase lo que pase, aunque parezca una tontería,
cuéntamelo.
-Prometido. – Se abalanzó a mí dándome un fuerte abrazó que
nos dejó tumbados en la cama. – Te quiero.
“A pesar de todo te sigo queriendo,
Por tu sencillez,
Por tu timidez,
Por tu alma blanca.”
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Bueno, queridos lectores.
Como habéis podido comprobar en este capítulo no ha salido Patricia. Pero como soy tan buena persona, jé, se me ha ocurrido una maravillosa idea. ¿Os gustó el flashback? Creo que sí. Por lo tanto, para tener contentas a las lupatris, he escrito otro. No sé que os parecerá, espero que bien. Digamos que no formará parte de la historia, es decir, no se llamará "capítulo 26". Es algo aparte que he hecho yo porque me ha apetecido. Lo subiré mañana.
De paso, aprovecho para agradeceros que leáis mis capítulos. Sois increíbles, tanto lupatris como lulaitors, JAJAJAJA En serio, mil gracias.
Besos a todos.
@NovelaconMalu
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