Empecé a andar por la calle sin fuerzas ni destino. Cada
paso que daba me revolvía más la cabeza. Aún estaba abatido por la noticia que
acababa de recibir. Tenía que asimilar muchas cosas. No solo Malú había estado
hace menos de un año con una mujer, sino que también me lo había ocultado.
Desde el principio traté de que en nuestra relación imperara la verdad, por eso
enterarme de aquello me destrozó. Con el tema de Lucía siempre le fui sincero,
y ella no había hecho lo mismo. Es más, me había hablado de varios antiguos
novios, pero de esa chica jamás. Probablemente cuando nos conocimos seguía
sintiendo algo por ella. Desde que las vi en la fiesta de Orozco me percaté de
que algo pasaba. No se miraban como simples amigas. Era algo más. Y cuando al
fin me lo contó me sentí un estúpido.
Me topé con un pequeño parque y me senté en la hierba. Me
fijé en mis manos, bañadas en sangre. Al
empotrar mi puño en el suelo no sentí dolor, estaba más preocupado enfadándome.
Pero ahora la herida me escocía a rabiar.
Recorrí el entorno con la mirada. No conocía la zona. Al
lado del parque había edificios, alguna tienda y una carretera. ¿Y cómo iba a
volver yo ahora a casa? No podía conducir con la pierna así, y sobre todo sin
coche. Me tumbé en el césped con las manos tapándome la cara. Estaba dolido por
la mentira de Malú, pero tampoco era plato de buen gusto haber discutido así.
La quería, por eso me molesto tanto todo. Pero hasta que no me relejara no iba
a pensar con claridad. Me invadían muchos sentimientos diferentes.
La bocina de un coche sonó dos veces seguidas. No le di
importancia y seguí echado en el suelo. Los pitidos del vehículo no cesaron y
además, oí que una voz familiar exclamaba mi nombre. Me erguí y vi a Pastora
dentro del coche, haciéndome señales. Dudé unos segundos, pero acabé
levantándome para entrar en el automóvil.
-¡Por fin te encuentro, chico!
-¿Cómo sabías que…? – No acabé la pregunta. Estaba claro
quién le había dicho que estaría por allí. Dirigí mi mirada perdida por la
ventanilla. –No quiero verla. - Susurré.
-No te voy a llevar con ella si no quieres. – Su voz sonaba
calmada. – Pero Malú estaba preocupada y me pidió que te buscara para llevarte
a casa.
-Ahora le preocupo… - Solté una risa irónica.
-Lo de Patricia se acabó. Deberías confiar en Malú.
-No tengo miedo de que vuelvan a enamorarse. – La miré
serio. – Lo que me jode es que ella no confió en mí. No me dijo nada.
-Es un tema complicado. Solo estaba al tanto el entorno más
íntimo. Hasta sus amigas tardamos en enterarnos.
Su objetivo era calmarme y hacerme comprender que Malú tenía
sus razones para no contármelo. Y en parte lo hizo, pero no tanto como para
convencerme de ir a verla. Me llevó a mi casa, tal y como le pedí.
-Gracias por traerme. – Sonreí.
-De nada, piensa en lo que te he dicho… ¡y cuídate esa mano!
Subí a casa y me tumbé en el sofá. Eran más de las tres de
la madrugada y no tenía nada de sueño. Tenía muchas cosas en las que pensar.
Giré la cabeza y vi en la pequeña mesa una pulsera que Malú se dejó esa mañana.
La cogí, dándola vueltas entre mis dedos. Sonreí al recordar los momentos que
pasamos juntos. No eran muchos, aunque sí muy intensos. No quería perderla.
Puede que la pelea se me fuera de las manos. Estaba disgustado con ella, pero
quería arreglarlo. Al fin y al cabo, con quien estaba saliendo era conmigo, y
no con la tal Patricia. Aún tenía que darme muchas explicaciones, pero estaba
dispuesto a cualquier cosa para que ésta disputa no dañara lo nuestro. Entre
dilema y dilema me quedé dormido.
Me desperté con la pulsera entre mis manos cuando alguien
metió la llave en la cerradura de la puerta. Me froté los ojos, aún adormilado,
y vi pasar a mi madre.
-¿Qué haces aquí? – Pregunté con la voz ronca.
-No sabía que ibas a estar. – Pasó directa a la cocina, sin apenas mirarme. – Te
he traído algo de comer.
-Mamá, esas llaves son para emergencias. No puedes entrar
aquí cuando te dé la gana. – Me ignoró y siguió colocando cosas.
-¿Qué hacías dormido en el sofá?
-Me quedé dormido. -
Me estaba empezando a cansar de sus impertinencias.
-¿Y dónde está Malú? ¿No te ibas con ella ayer?
-¡Ya está bien! – Grité y me miró. – Te presentas en mi casa
sin avisar y ni siquiera me saludas. Creía que habías entendido que quiero
tener una intimidad.
-Hijo… ¿Ha pasado algo? – Avanzó hacia mí.
-Pues sí, mamá. Pero en vez de preocuparte, te pones a
recoger la cocina. – Resoplé e intenté relajarme. Me había pasado. – Hemos discutido.
-Ya sabía yo que lo vuestro no iba a durar… -Hablaba muy
rápido mientras hacía gestos con las manos. – Mira que se lo dije, que no te
hiciera daño. Porque me esperaba que esto pasaría.
-¿Qué cojones dices? ¿Le dijiste eso a Malú? – Lo que me
faltaba. Malú había tenido que aguantar una charla de mi madre.
-Ahora no te pongas así, porque se ha demostrado que yo
tenía razón. – Sonaba segura de sí misma. – Se lo advertí el día que te
operaron.
-Ya lo entiendo todo… - Ese fue el día que la cantante
abandonó rápido el hospital y al llegar a casa me llamó diciéndome que me
quería. Desde ese día había estado más cariñosa, probablemente intentando
demostrar a mi madre que me quería y que lo nuestro duraría. – No sé que le
dirías, pero estás muy equivocada. No vamos a romper.
Nada más pronunciar eso me quedé pensativo. ¿Íbamos a romper? El tema de Patricia me había trastocado y provocó que perdiera los nervios pero... ¿Era tanto cómo para poder olvidar todo lo que sentía por ella? No. No estaba dispuesto a dejarla ir. Mis sentimientos eran bastante fuertes. Merecía la pena luchar por ella porque la recompensa sería mayor. Verla sonreír cada mañana en mi cama era más que apetecible.
- Aitor, sé coherente. No lleváis nada y ya habéis
discutido. No vais a llegar a nada. – Sus palabras me irritaban el alma. Sabía
que se estaba confundiendo. - ¿Por qué os habéis peleado?
- Eso no te importa. – Exclamé tajantemente. – Y si me tengo
que equivocar lo haré, pero no quiero que te metas entre ella y yo.
-Te estás metiendo en un lío.
-Pues saldré yo solito. – Fui a la puerta de la casa y la
abrí. – Y ahora vete. Tengo que solucionar las cosas con mi novia.
-Pero…
-No me vuelvas a hablar si no puedo contar con tu apoyo.
“Que seguir sin ti es mi sentencia, mi castigo
Que te necesito,
Que sin ti todo anda mal.”
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