Hace unos cinco años…
Aquel día me resistí a levantarme
de la cama. Simplemente pensar en todo lo que tenía que hacer me agotaba.
Empezaría la mañana con una entrevista en la radio, luego comida con Sony para
programar el mes que viene, a las cinco la sesión de fotos para una revista y
por la noche celebrábamos el cumpleaños de mi hermano en su casa. Un no parar.
Me vestí con desgana sin
arreglarme demasiado, total, era la radio y nadie se fijaría en mi aspecto.
Cuando iba a salir por la puerta mis perras corrieron hacia la calle pensando
que íbamos a pasear como de costumbre. Las empujé para dentro y me miraron
extrañadas, comenzando a sollozar. Las dije que vendría mi madre a sacarlas en
un rato y me fui. Sí, hablo con mis
perras como si fueran personas. Es lo que tiene pasar tanto tiempo con ellas.
La entrevista en la radio fue
genial hasta que sacaron temas de mi vida personal. “¿Por qué una chica como tú
no tiene pareja?” o “¿Para cuándo conoceremos a un novio de Malú?”. Llevaban
años y años preguntando lo mismo y yo siempre me las tenía que apañar para
esquivar las respuestas. No me apetecía que cualquiera pudiera saber mis cosas.
Además, no tengo ni tiempo ni ganas de buscar a un hombre. Bastante agitada era
mi vida como para andar enamorada por ahí. Una vez más, me libré de de las
preguntas y respiré aliviada al acabar el interrogatorio.
Cogí el coche de nuevo, esta vez
para ir al restaurante en el que me esperaba la gente de Sony. Comimos mientras
debatíamos las fechas y los lugares donde tendría que ir de promoción. Miré la
tabla de todo lo que me esperaba el mes que viene y casi me da algo. No tendría
tiempo ni de respirar.
La reunión se alargó y llegué más
de media hora tarde al estudio de fotografía. Entré a toda prisa disculpándome
y me senté junto a Paula para que me arreglara.
-Tranquila, tampoco ha llegado la
fotógrafa. – Comentó un hombre trajeado. – Es una chica nueva de prácticas, un poco desastre, pero maja.
Asentí y me puse en manos de mi
maquilladora. Lo que me faltaba, tener que aguantar a una niña que estaba
aprendiendo y para colmo llegaba tarde.
Unos minutos más tarde se escuchó
el ruido de unos tacones corriendo por los pasillos. Supuse que la fotógrafa
había llegado.
-Lo siento, lo siento, lo siento…
Olvidé la cámara en casa, tuve que volver y me pilló un atasco que flipas. – La
chica hablaba muy rápido y con una voz un tanto aguda. Yo me encontraba en la
sala de al lado, pero todo estaba en silencio y las puertas abiertas, así que
se escuchaba a la perfección. - ¿Ha llegado Malú?
-Sí, está terminando de
arreglarse. – Respondió el mismo hombre con el que yo había hablado antes.
-Madre mía, que vergüenza. Ay.
Justo el día que voy a tomar fotos a una artistaza como ella llego tarde. – Su
voz era precipitada. Se notaba que estaba nerviosa. Paula y yo nos miramos y
sonreímos.
Entramos a la sala y al fin
conocí a la famosa “chica desastre”. Era algo más alta que yo. Tenía una larga
melena rubia sutilmente despeinada, probablemente por la carrera que se acababa
de pegar. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus grandes y brillantes
ojos verdes. Con ellos transmitía más que con cualquier otro gesto. Podía notar
su intranquilidad a kilómetros de distancia. Sonreía mientras no paraba de
mover las manos. Ver a la muchacha así era graciosísimo.
-Encantada. – Me acerqué para
darle dos besos. - ¿Cómo te llamas?
-Yo Patricia, bueno, mejor
llámame Patri. – Hablaba tan rápido que me costaba entenderla. - ¿Y tú?
Nada más soltar la corta pregunta
se dio cuenta del error que había cometido. Sabía perfectamente mi nombre, pero
los nervios le pasaron una mala jugada. Me reí hasta que casi se me saltan las
lágrimas. Esa chica no era normal. Tenía algo diferente.
-Si quieres te digo mi nombre
completo…
-No, no. Me lo sé. Soy muy fan. –
Se sonrojó. – Pero no sé qué me pasa…
Cuando me paré de reír empezamos
con las fotos. Patricia me transmitía mucha confianza y fue fácil posar. Me
sorprendió gratamente aquella chica. Por su aspecto de niña patosa creí que
aquella sesión sería un caos, pero estaba totalmente equivocada. Todo el
estrés que tenía por la reunión con Sony iba desapareciendo con cada flash. Me
guiaba señalándome alguna postura y yo obedecía encantada. Cuando vi los
resultados me quedé fascinada. Había conseguido captar en cada imagen el
sentimiento que yo trataba de transmitir.
-Espero que te gusten, si no
podemos repetir…
-¿Estás de coña? –Exclamé. – Me
encantan todas. Eres genial.
-Jo, me alegro. – Sonrió. –
Cuando me ofrecieron fotografiarte me quedé loca. Solo llevo aquí un mes. - Su jovial forma de hablar me hacía reir continuamente.
-Entonces es porque eres buena.
Ni te imaginas la cantidad de malos fotógrafos que me han tocado…
-Bueno, seguro que ellos no te
preguntaban tu nombre.
Con esa pequeña broma llegaron
las risas, y así siguieron durante un buen rato. Nos quedamos un tiempo
charlando mientras se imprimían varias fotos que me habían encantado. Le dije
que no hacía falta, podía mandármelas por correo y yo las pasaría a papel, pero
ella insistió hasta convencerme. Además, era agradable pasar un rato más con
ella. Según me había contado, acababa de terminar su tercer curso de fotografía
y la revista la había contratado provisionalmente. Desde pequeña le encantaba
capturar todo lo que veía, y no dudó nunca a lo que quería dedicarse. Ahora
tenía 22 años y vivía con sus padres y su hermana en una casa del centro del
Madrid. Su intención era conseguir un trabajo estable y poder comprar su propio
apartamento. Ella lo veía muy lejos, pero a mí me parecía increíble en su
trabajo. Seguro que no tardaba en lograrlo.
Me tendió un sobre con las fotos,
nos despedimos y salí del edificio. Sentí algo de pena al pensar que lo más
probable es que no volviera a verla, era una chica encantadora. A pesar de su
corta edad tenía las cosas claras y eso me gustaba. No podía negar que era un
poco gansa, pero sus tonterías me hacían reír a menudo.
Llegué a casa para cambiarme
antes de acudir a la celebración de mi hermano. Estaba reventada, pero no podía
ni quería faltar a su cumpleaños. Ésta vez me arreglé con una falda negra y una
camisa azul claro. No me hizo falta maquillaje porque aún subsistía el de la
sesión. Mientras hacía algo de tiempo, cogí el sobre con las fotos para verlas
de nuevo. Eran fantásticas. Cuando iba pasando una a una las imágenes, algo se
cayó al suelo. Me agaché para cogerlo. Era un pequeño papel plegado. Lo abrí
cuidadosamente y leí lo que ponía: “No te
vas a librar de mí tan fácilmente. Patricia.” En la parte de abajo había un
número de teléfono. Sonreí inconscientemente. Me sorprendió esa actitud
atrevida. Guardé el papelito, y sin duda no tardaría en utilizarlo.
“¿Cómo puede ser
que tus recuerdos se endulcen con los meses?,
esos que llevo sin verte.”
que tus recuerdos se endulcen con los meses?,
esos que llevo sin verte.”
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