domingo, 25 de mayo de 2014

Capítulo 23.

Hace unos cinco años…

Aquel día me resistí a levantarme de la cama. Simplemente pensar en todo lo que tenía que hacer me agotaba. Empezaría la mañana con una entrevista en la radio, luego comida con Sony para programar el mes que viene, a las cinco la sesión de fotos para una revista y por la noche celebrábamos el cumpleaños de mi hermano en su casa. Un no parar.

Me vestí con desgana sin arreglarme demasiado, total, era la radio y nadie se fijaría en mi aspecto. Cuando iba a salir por la puerta mis perras corrieron hacia la calle pensando que íbamos a pasear como de costumbre. Las empujé para dentro y me miraron extrañadas, comenzando a sollozar. Las dije que vendría mi madre a sacarlas en un  rato y me fui. Sí, hablo con mis perras como si fueran personas. Es lo que tiene pasar tanto tiempo con ellas.

La entrevista en la radio fue genial hasta que sacaron temas de mi vida personal. “¿Por qué una chica como tú no tiene pareja?” o “¿Para cuándo conoceremos a un novio de Malú?”. Llevaban años y años preguntando lo mismo y yo siempre me las tenía que apañar para esquivar las respuestas. No me apetecía que cualquiera pudiera saber mis cosas. Además, no tengo ni tiempo ni ganas de buscar a un hombre. Bastante agitada era mi vida como para andar enamorada por ahí. Una vez más, me libré de de las preguntas y respiré aliviada al acabar el interrogatorio.

Cogí el coche de nuevo, esta vez para ir al restaurante en el que me esperaba la gente de Sony. Comimos mientras debatíamos las fechas y los lugares donde tendría que ir de promoción. Miré la tabla de todo lo que me esperaba el mes que viene y casi me da algo. No tendría tiempo ni de respirar.

La reunión se alargó y llegué más de media hora tarde al estudio de fotografía. Entré a toda prisa disculpándome y me senté junto a Paula para que me arreglara.

-Tranquila, tampoco ha llegado la fotógrafa. – Comentó un hombre trajeado. – Es una chica nueva de prácticas, un poco desastre, pero maja.

Asentí y me puse en manos de mi maquilladora. Lo que me faltaba, tener que aguantar a una niña que estaba aprendiendo y para colmo llegaba tarde.

Unos minutos más tarde se escuchó el ruido de unos tacones corriendo por los pasillos. Supuse que la fotógrafa había llegado.

-Lo siento, lo siento, lo siento… Olvidé la cámara en casa, tuve que volver y me pilló un atasco que flipas. – La chica hablaba muy rápido y con una voz un tanto aguda. Yo me encontraba en la sala de al lado, pero todo estaba en silencio y las puertas abiertas, así que se escuchaba a la perfección. - ¿Ha llegado Malú?

-Sí, está terminando de arreglarse. – Respondió el mismo hombre con el que yo había hablado antes.

-Madre mía, que vergüenza. Ay. Justo el día que voy a tomar fotos a una artistaza como ella llego tarde. – Su voz era precipitada. Se notaba que estaba nerviosa. Paula y yo nos miramos y sonreímos.

Entramos a la sala y al fin conocí a la famosa “chica desastre”. Era algo más alta que yo. Tenía una larga melena rubia sutilmente despeinada, probablemente por la carrera que se acababa de pegar. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus grandes y brillantes ojos verdes. Con ellos transmitía más que con cualquier otro gesto. Podía notar su intranquilidad a kilómetros de distancia. Sonreía mientras no paraba de mover las manos. Ver a la muchacha así era graciosísimo.

-Encantada. – Me acerqué para darle dos besos. - ¿Cómo te llamas?

-Yo Patricia, bueno, mejor llámame Patri. – Hablaba tan rápido que me costaba entenderla. - ¿Y tú?

Nada más soltar la corta pregunta se dio cuenta del error que había cometido. Sabía perfectamente mi nombre, pero los nervios le pasaron una mala jugada. Me reí hasta que casi se me saltan las lágrimas. Esa chica no era normal. Tenía algo diferente.

-Si quieres te digo mi nombre completo… 

-No, no. Me lo sé. Soy muy fan. – Se sonrojó. – Pero no sé qué me pasa…

Cuando me paré de reír empezamos con las fotos. Patricia me transmitía mucha confianza y fue fácil posar. Me sorprendió gratamente aquella chica. Por su aspecto de niña patosa creí que aquella sesión sería un caos, pero estaba totalmente equivocada. Todo el estrés que tenía por la reunión con Sony iba desapareciendo con cada flash. Me guiaba señalándome alguna postura y yo obedecía encantada. Cuando vi los resultados me quedé fascinada. Había conseguido captar en cada imagen el sentimiento que yo trataba de transmitir.



-Espero que te gusten, si no podemos repetir…

-¿Estás de coña? –Exclamé. – Me encantan todas. Eres genial.

-Jo, me alegro. – Sonrió. – Cuando me ofrecieron fotografiarte me quedé loca. Solo llevo aquí un mes. - Su jovial forma de hablar me hacía reir continuamente. 

-Entonces es porque eres buena. Ni te imaginas la cantidad de malos fotógrafos que me han tocado…

-Bueno, seguro que ellos no te preguntaban tu nombre.

Con esa pequeña broma llegaron las risas, y así siguieron durante un buen rato. Nos quedamos un tiempo charlando mientras se imprimían varias fotos que me habían encantado. Le dije que no hacía falta, podía mandármelas por correo y yo las pasaría a papel, pero ella insistió hasta convencerme. Además, era agradable pasar un rato más con ella. Según me había contado, acababa de terminar su tercer curso de fotografía y la revista la había contratado provisionalmente. Desde pequeña le encantaba capturar todo lo que veía, y no dudó nunca a lo que quería dedicarse. Ahora tenía 22 años y vivía con sus padres y su hermana en una casa del centro del Madrid. Su intención era conseguir un trabajo estable y poder comprar su propio apartamento. Ella lo veía muy lejos, pero a mí me parecía increíble en su trabajo. Seguro que no tardaba en lograrlo.

Me tendió un sobre con las fotos, nos despedimos y salí del edificio. Sentí algo de pena al pensar que lo más probable es que no volviera a verla, era una chica encantadora. A pesar de su corta edad tenía las cosas claras y eso me gustaba. No podía negar que era un poco gansa, pero sus tonterías me hacían reír a menudo. 

Llegué a casa para cambiarme antes de acudir a la celebración de mi hermano. Estaba reventada, pero no podía ni quería faltar a su cumpleaños. Ésta vez me arreglé con una falda negra y una camisa azul claro. No me hizo falta maquillaje porque aún subsistía el de la sesión. Mientras hacía algo de tiempo, cogí el sobre con las fotos para verlas de nuevo. Eran fantásticas. Cuando iba pasando una a una las imágenes, algo se cayó al suelo. Me agaché para cogerlo. Era un pequeño papel plegado. Lo abrí cuidadosamente y leí lo que ponía: “No te vas a librar de mí tan fácilmente. Patricia.” En la parte de abajo había un número de teléfono. Sonreí inconscientemente. Me sorprendió esa actitud atrevida. Guardé el papelito, y sin duda no tardaría en utilizarlo.

“¿Cómo puede ser
que tus recuerdos se endulcen con los meses?,
esos que llevo sin verte.”

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