No había escuchado nunca algo más
bonito que un “te quiero” de sus labios. Se me clavó dentro provocando un revoloteo de mariposas por mi cuerpo. ¿He dicho mariposas? Pues no, eran elefantes. Estaba diferente, más cariñosa de lo
normal, y a mí me encantaba. Debió pasar algo que la cambió y fuese lo que
fuese, se lo agradezco.
-¡No me hagas cosquillas! –gritó.
-¡Pero si te encanta!
-Mentiroso. ¿Por qué dices eso? - Se desplazó ligeramente hacia un lado.
-Porque estoy sentado en la
camilla. Si no quieres que te las haga, te levantas. Pero tú te has quedado.
-Vale. Me has pillao´ - Se
sonrojó y se puso de pie. – Pero solo porque eres tú.
-Así me gusta. - Asentí concluyente.
Se fue dejándome con ganas de
más. Tenía que ir al programa para grabar la final. Se pasó toda la tarde
nerviosa. Tenía miles de dudas sobre si ganaría o no. Desde mi punto de vista
su finalista era el claro ganador, pero para ella no era tan evidente. Yo me
tenía que conformar con verlo en la pequeña televisión del cuarto. Para colmo,
esa noche me quedaba solo. Mi madre llevaba varios días bastante distante por
alguna razón que desconocía y mi hermana se iba de fiesta con sus amigas.
Me tragué la gala entera sin apenas
parpadear. Estuvo interesante hasta el último minuto. Los resultados estaban
ajustados constantemente, pero respiré aliviado cuando Jesús anunció que el
ganador era Manuel, el concursante de Malú. Mi chica recibió la noticia
ilusionada. Pegó un salto y se abrazó al chico. Incluso pude apreciar alguna
lágrima recorriendo su mejilla. No tuve que esperar mucho para hablar con ella,
al poco tiempo de acabar el programa sonó mi teléfono.
-¡Hemos ganado! -Chilló entusiasmada y casi dejándome sordo.
-¡Lo sé! ¡Enhorabuena! ¿Vienes luego y lo celebramos?
-Imposible cari, tenemos la
fiesta. –Vaya, es verdad. Lo había olvidado. Menuda decepción. –Pero mañana hay
una comida para celebrar el final del programa y he pensado que como te dan el
alta, podrías venir.
-Pe-pe-pero ¿qué pinto yo allí? –
Me empezó a temblar la voz.
-Tonto, pues eres mi novio.
Tendremos que ir contándolo a la gente cercana.
-¿Estás segura?
-Segurísima. – totalmente
rotunda. Ella podía estar todo lo segura del mundo, pero yo estaba a punto de morirme. – Además, será más o menos íntimo.
Aunque me moría de los nervios
acabé por acceder. La noté con ganas, y si ella quería no iba a ser yo quién se
lo impidiera. Significaba dar un paso más en la relación y sabiendo lo
reservada que era Malú en cosas como esa me di cuenta de que era importante.
Fue ella misma quien me sacó del
hospital a la mañana siguiente, antes de lo que esperaba. Pasamos por mi casa
primero a cambiarme y darme una ducha y luego fuimos al restaurante. Le pedí a
la cantante que eligiera ella mi ropa, porque yo estaba un poco perdido en ese
aspecto. Después de revolver por toda mi habitación, eligió una camisa azul
clarita, unos pantalones negros y unos zapatos del mismo color. Por último, yo
retoqué mi flequillo hacia arriba. Según ella estaba guapísimo. Pero la que
estaba guapísima era ella. Había optado por ponerse una falda ajustada negra, camisa básica
blanca y tacones negros de infarto.
Me quedé impactado cuando
entramos a la zona reservada del restaurante. Estaban los demás coaches, los
cuatro finalistas del programa, Jesús Vázquez y alguna persona más que no
reconocí. Todos clavaron sus miradas intimidantemente en nosotros cuando nos
vieron aparecer.
-¿No decías que era una comida
íntima? – Agaché mi cabeza y se lo susurré cerca de su oído.
-Es que si te decía la verdad no
venías. – Me empujó suavemente por la espalda, obligándome a avanzar con mis
muletas. – Vamos.
Hubo varios minutos de
presentaciones y nos sentamos a la mesa. Ella estaba muy cómoda hablando con la
gente y yo intentaba dar lo mejor de mí mismo. La mayoría me cayeron muy bien,
a excepción de algunos hombres que tenían pinta de peces gordos. En la mesa tenía
a un lado a mi chica y al otro a Jesús Vázquez.
Me pareció el más agradable de todos con diferencia. Me dio conversación
durante toda la comida. Cuando Malú fue al baño acercó su silla a la mía un
poco más y comenzó a decirme algo en voz baja.
-La tienes loca, chaval.
-¿Eso te ha dicho?
-No me lo ha dicho, pero lo noto.
– Se empezó a reír. – Tengo un sexto sentido para esas cosas.
La chica volvió y me dio un beso
en la mejilla cuando se sentó. En ese momento, Jesús y yo nos miramos y
empezamos a reírnos.
-¿Qué os pasa? – Puso cara de
extrañada.
-Nada, cosas nuestras. –
Respondió él.
-No me fío un pelo de vosotros. -
Repetí su gesto anterior y la cogí de la barbilla para besarle el moflete.
Después de los cafés trajeron las
copas y la gente se empezó a levantar para bailar en la pequeña pista que había
en un extremo de la sala. Malú se quedó charlando conmigo un rato, pero
conociéndola supe que tenía ganas de moverse y la mandé a la pista. Se negó,
pero no me hizo falta insistir mucho para que se rindiera y fuera con Rosario a
marcarse unos bailes.
La observaba sonriente desde la silla cuando alguien se
sentó a mi lado.
-¿Y tú por qué no bailas? – Me
giré y me encontré con Antonio Orozco. Sonreí y le señalé mi pierna. - ¿Qué te
ha pasado, muchacho?
-Un accidente de coche… - Se le
desencajó la cara al oírlo. – Tranquilo, ya está todo bien.
-Me alegro. – Hizo una pausa y
miró a la multitud. - ¿Cómo os conocisteis?
-Su coche la dejó tirada cerca de
la cafetería en la que trabajaba antes del accidente.
-¿De verdad? – Pareció sorprenderle.
-Sí. – Me reí. –Me dijo que
necesitaba ayuda y… surgió.
-¡Qué bonito! Me voy a inspirar
en vuestra historia para componer una canción.
Nos empezamos a reír a carcajadas
ante su comentario. Ese hombre era un máquina. Cuando se fue, volví a dirigir la
mirada a la pista, pero no la encontré. Miré a todos lados y nada. De repente,
unas manos taparon mis ojos por detrás.
-¿Ya me estabas echando de menos? – Me
estremecí. No sabía hasta que punto.
“Aunque presuma de mi independencia estás metido en mi cabeza.”
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