domingo, 28 de septiembre de 2014

NEFASTO INTENTO DE ARREGLAR LAS COSAS. (2x13)


-No sé, chicas... Tengo dudas. - Comienza a relatar Susana. - Con Óscar tengo la estabilidad que siempre me ha gustado pero con Iván estoy sintiendo cosas diferentes, cosas que jamás había sentido. 

-Tía, ¿cuál es mejor en la cama? - El comentario de Irene desatada risas en la mesa, aunque personalmente no me parece el más adecuado para una chica que tiene el corazón hecho un mar de dudas. - Menos risas, lo digo muy en serio. Puede que con el tiempo se gaste el amor, pero si al menos tienes sexo, algo que te llevas para el cuerpo. 

-¡Serás bruta! - Exclamo. 

-¿Ahora me vas a decir que el sexo no es importante? 

-Claro que lo es pero no hasta ese punto. - Pretendo acabar ahí mis palabras y dejar que otra siga dando argumentos, pero todas me miran incitándome para que siga hablando y la verdad es que tengo muchas cosas que decir. - Lo veo totalmente al revés. El sexo con los años pasa a ser peor o incluso muchas veces desaparece. Y cuando eso acaba solo queda el amor. Compartir miradas cargadas de complicidad, conversaciones hasta las tantas de temas poco importantes pero que te encantan solo por mantenerlas con alguien a quien quieres, ese abrazo en el segundo exacto que te hace revivir... - Levanto la vista del vaso en el que tenía la mirada perdida durante mis palabras y me encuentro a las chicas embobadas. - Si os digo la verdad, yo no me imagino con ochenta años teniendo una noche de sexo frenético con mi pareja. - Dejo entrever una pequeña sonrisa en mis labios. - Yo me imagino con ochenta años sentada en una mecedora, a su lado, viéndola reír al recordar todos los momentos que vivimos cuando éramos jóvenes. Y sé que en ese momento los orgasmos habrán quedado a un lado. Los recordaremos, pero será más importante mirarnos a los ojos, entrelazar las manos y darnos cuenta de que hemos llegado hasta allí juntas. 

Todas mis amigas han enmudecido. Clavan sus ojos en el suelo, en la mesa, en sus bebidas... Se escuchan las voces y conversaciones del resto de la gente que está en el bar, pero de nuestro grupo no sale ni el más mínimo sonido. No sé si es que no saben qué decir o directamente no quieren decir nada. En raras ocasiones he visto a las chicas tan serias y calladas como ahora. Entonces pienso en mi pequeño discurso, y analizándolo me doy cuenta de lo que he hecho. Por primera vez en todo el tiempo que hemos pasado juntas, de una forma o de otra, me he imaginado dentro de muchos años con Malú. Y mira que pienso habitualmente en ella y en lo mucho que quiero que dure lo nuestro, pero nunca me había ido hasta tan lejos. Ancianas. Quién sabe dónde estaremos con 80 años... Pero las palabras me han salido del corazón, totalmente sinceras, por lo tanto no tengo dudas de que es lo que quiero. Quiero ir arrugándome a su lado. Quiero quejarme de mis enfermedades, como toda señora mayor, a su lado. Quiero pasear por el parque en muletas, silla de ruedas, andando o como sea, pero a su lado. E incluso me atrevo a decir que quiero morir a su lado. 

-Joder, qué cambio has pegado, Patri. - Sonia termina con el silencio que habían formado mis palabras. - Quién diría que tú fuiste la mente perdida y ligona del grupo...

-Lo de mente perdida lo sigo manteniendo. - Reímos tímidamente, como si todavía estuviéramos guardando unos minutos de silencio tras mis palabras anteriores. 

-¿Qué te da Malú para tenerte así? 

-Iba a decir que sexo, pero después de todo lo que ha dicho... Parece que eso no es importante. - Murmura Irene, la misma que antes proponía que nuestra amiga se quedase con el chico que fuera mejor en la cama. 

-Hombre, sexo también me da. ¡Que todavía no somos viejas! - Ahora las carcajadas se disparan sin temor, destensando el ambiente. - Bueno, amores, me voy. 

-¿Ya? - Exclama una de ellas extrañada mientras mira su reloj de pulsera. - Pero si solo son las ocho. Ahora íbamos ir a tomar unos chupitos. 

-Id vosotras, yo me tengo que marchar. - Me levanto y empiezo a besar las mejillas de mis chicas. 

-¿Malú? - Pregunta Susana, queriendo saber el motivo de mis prisas. 

-Malú y mi madre juntas, la cosa se pone seria.

Siempre me encantaran estas tardes de cotilleo con las amigas de toda la vida. Ellas han conocido cada etapa de mi vida, desde mi adolescencia descarriada hasta la actualidad, donde he encontrado a una persona que me proporciona todo lo que necesito. Consejos que se quedan en el fondo de las cervezas que se van acabando, risas aseguradas y personas que te escuchan sin pedir nada a cambio. ¿Quién no quiere una tarde así? Desconectar del trabajo, familia e incluso pareja es algo necesario. 

Cuando me fui al pueblo seguí en contacto con mis amigas. No era lo mismo que estando en Madrid pero todas las semanas recibía llamadas, mensajes e incluso alguna visita de ellas. Al principio me encantaba, pero siendo sinceros, yo solo deseaba que viniera Malú. Y fue realmente cuando se acabó con ella, cuando lo dejamos, cuando comencé a valorar la amistad. Me di cuenta de que estaban ahí, a mi lado, aunque no las pudiera tocar con mis propias manos. Pero las sentía cerca. Las visitas aumentaron al igual que las llamadas y las preocupaciones por mi. Siempre estaban al corriente de mis movimientos y si algún día me venía abajo, que os aseguro que pasó en bastantes ocasiones, ellas me levantaban. En esa etapa en la que no tenía novia y mi familia estaba lógicamente más preocupada por el estado de mi abuela, fueron ellas las que me ayudaron a seguir adelante. 


Cuando giro la esquina que da a la calle de Malú veo que ya me está esperando en la acera. No llego ni dos minutos tarde. Al acercarme noto que me intenta decir algo haciendo mil gestos con las manos y poniendo unas expresiones muy raras. Se sienta en el sitio del copiloto, a mi lado, y lo primero que hace es bajar la música hasta que solo se escuchan susurros. 

-¿Se puede saber qué haces? ¡Escuchaba tu dichosa música cuando aun estabas a tres calles de aquí! - Ni siquiera lo había pensado. Siempre que voy sola en el coche pongo los decibelios al máximo y me sumerjo en las canciones. Y ella lo odia, se pone muy nerviosa cuando la pongo tan alta. Dice que no es necesario que la música esté alta para que transmita y seguramente tenga razón, pero a mi me gusta. - Además, vienes escuchando esto que sabes que no me gusta nada. 

-"Todo lo que hago es para hacerte reír. Si te veo llorar otra vez me voy a tener que ir o me va a estallar el pecho aquí mismo y voy a mancharlo todo de dolor, que es un color feísimo. " - Canto la popular canción de rap después de volver a subir el sonido. Rápidamente apaga el reproductor con una mano y con la otra me tapa la boca. - ¿Por qué no te gusta el rap? 

-Sí me gusta. 

- No mientas. 

-No miento. El rap me gusta, lo que no me gusta es el rap que pones tú. - Pongo los ojos en blanco. Según ella el tipo que escucho es demasiado bruto y dice más palabrotas que palabras, pero se equivoca, escucho de todo, lo que pasa es que ella solo se fija en eso. - Bueno, pues si tanto te gusta dime una canción. 

-"Amor real" - Sonríe orgullosa de sus palabras y yo le respondo con un conjunto de carcajadas por las que recibo una de esas miradas suyas que matan. 

-Esa no vale, se la sabe todo el mundo. 

-Es que es muy bonita... - Niego con la cabeza y le reto a que me diga otra canción de rap que le guste. 

-"Mariposas" de Rayden. 

-¿En serio? Cariño, eres una cursi. ¡Te gustan las más ñoñas!

-Ya verás cuando le diga que mi novia dice que es un ñoño... - Me giro y la observo sorprendida, con los ojos muy abiertos. Una media sonrisa se desprende de sus labios. 



-No me lo creo, no me lo creo... ¿Conoces a Rayden y no me habías dicho nada?

Durante lo que queda de trayecto hasta casa de mis padres de lo único que hablamos es de quedar con el rapero. Bueno, si digo la verdad, solo hablo yo. Ella se ríe de mi actitud y me da largas, pero en mi cabeza solo está la opción de conocerle y, a partir de ahí, ir conociendo a otros de mis artistas favoritos. Con Malú he tenido la oportunidad de compartir veladas con artistas, actores o presentadores de todos los estilos, pero nunca me había hablado de raperos, y la ilusión me sale por los poros. 

Según nos bajamos del coche los nervios afloran en mi cuerpo. La escena se repite. Vamos a ver a mi madre, a contarle que estamos juntas y tratar de convencerla de que así somos felices. No será fácil, todos somos conscientes, pero personalmente lo necesito. Necesito que se lleven bien. Son de las mujeres que más me han aportado en la vida y quiero con todas mis fuerzas que se acepten. Cuando estamos a punto de entrar al portal llaman al movil de Malú rompiendo el momento de tensión que habíamos creado. Casi se me sale el corazón del pecho por el susto. Es su madre, así que me pide que espere y lo coge. 

-No estoy en casa, mamá. - Hablan durante más tiempo del que me esperaba. Me acomodo en las escaleras del interior del portal mientras las escucho. Se lo cuentan todo. Desde lo que han desayunado hasta las veces que se han lavado la cara en el día. Ya no sé si es que tienen mucho que decirse o simplemente quiere tardar lo máximo posible en ver a mi madre. Bostezo voluntariamente para llamar su atención y tuerce el gesto. - Mamá, te dejo porque tu nuera es una pesada. 

-¡Es que se me va a quedar el culo plano de estar aquí sentada!

-Dice mi madre que te portes bien conmigo. - Lo que me faltaba. Le arrebato el móvil y me lo pongo en la oreja para hablar con mi suegra. 

-Pepi, es que tu querida hija no te ha dicho que mientras habla contigo yo estoy esperándola sentada en el suelo. - Me responde con risas y murmura algo sobre Malú que no entiendo. Tras mandarnos muchos besos y hacernos prometer que un día de estos iremos a comer, cuelga. Le tiendo el aparato a mi chica para que se lo guarde. - Cuanto antes subamos, mejor. 

-La verdad es que no sé qué hacemos aquí. 

-Arreglar las cosas con mi madre. - Cojo su mano y entramos al ascensor.  Ahora mira al suelo y pone cara de pocos amigos. 

-No tenía que haber cedido...

-¿Te recuerdo por qué accediste a venir?

No hace falta que se lo recuerde. Ya lo sabe. Se le escapa una pequeña risa que a mi no me hace demasiada gracia. Me hizo prometerle que vendría a ver a mi madre si un día quedábamos con Aitor. Le dije que sí porque, como ya he dicho muchas veces, es una necesidad que mi madre y ella arreglen sus problemas. Pero en realidad no quiero compartir una tarde con su ex. No me cae mal, al contrario, pienso que es un chico muy majo que siempre ha tratado a Malú de diez, pero prefiero hacer miles de cosas antes que quedar con él. Mi chica está ilusionada. Dice que me va a caer genial y que acabaremos siendo grandes amigos los tres, pero yo veo muy lejos tener esa relación con él. No sería fácil para nadie y menos para Aitor. Y lo tengo  tan claro porque sé lo que es estar enamorado de la cantante. Estar enamorado de ella marca, deja huella, y no creo que la haya olvidado. 

Los pocos segundos que pasan desde que llamamos a la puerta hasta que se abre son realmente largos. Afortunadamente es mi hermana la primera persona a la que vemos. Sus muestras de cariño nos sirven para ir aminorando los nervios. Carol nos comenta en voz muy baja que nuestra madre, Paloma, está en el salón esperando y que ha estado todo el día hablándole de lo buena pareja que hacemos para intentar convencerla de que lo nuestro no tiene nada de malo. Realmente no sé si habrá servido de mucho, pero le agradezco el gesto envolviéndola entre mis brazos y besando su mejilla. Efectivamente, cuando entramos al salón vemos a mi padre en el sofá viendo la televisión y a mi madre poniendo la mesa. Al darse cuenta de nuestra presencia el ambiente se carga de tensión. Mi padre es el primero en moverse y apresuradamente se levanta para abrazar a mi novia. Él siempre la ha querido. Nuestra unión siempre ha sido muy fuerte. Cuando volvimos a Madrid y decidí que quería recuperar a Malú él fue el primero en enterarse. Me pidió que me lo pensara mucho porque no quería verme sufrir, pero que si al final decidía hacerlo siempre tendría su apoyo. Y así ha sido. En cambio con mi madre no pasa lo mismo. Se acercan y su saludo se basa en un par de fríos y simples besos en las mejillas. Ni sonrisas ni miradas directas a los ojos. Pero en el fondo prefiero eso a que empiece la velada con cuchillos volando por los aires. Malú se queda en el salón hablando con mi hermana y yo aprovecho el viaje de mi madre a la cocina para acorralarla. 

-Podrías quitar esa cara, mamá. - Cierra de golpe el cajón de los cubiertos y fuerza una sonrisa que carece de verdad. - Estás exagerando mucho las cosas...

-¿Tú también exagerabas cuando se fue y te pasaste días sin salir de la cama por su culpa?

-No sabes la historia. No fue su culpa. Simplemente no era nuestro momento. 

-Si no sé la historia es porque tú no me la has contado. 

-No tenía ganas de hablar con nadie sobre el tema. Entiéndeme. 

-Eso puedo llegar a entenderlo, pero lo que no entiendo es por qué tu padre sí sabe todo.  - Ahora entiendo por qué mi madre no solo estaba siendo fría con Malú, sino que también conmigo. Lo que le ha sentado mal es ser ella la ultima en enterarse de las cosas. - Y tu hermana también lo sabe. 

-Si lo saben es porque con ellos se podía hablar. Tú no podías ni oír pronunciar el nombre de Malú, pero ellos me escuchaban y me ayudaban. 

Le dejo con la palabra en la boca y salgo de la cocina. No me apetece seguir escuchando sus tonterías. Ojalá pudiera decir que mi madre me apoyó hasta el final cuando se acabó mi relación con la cantante, pero no puedo. Es verdad que estuvo conmigo secándome las lágrimas, pero también necesitaba consejos y su respaldo cuando le dije que estaba enamorada de Malú y que iba a hacer todo lo posible para recuperarla. En cambio, lo único que recibí por su parte fue un "si sale mal te diré que te lo avisé". Y salió bien. Volví con la artista, y mi madre aún no me ha dedicado ninguna palabra de enhorabuena. 


Debo agradecerle a mi hermana que la cena no fuera tan incómoda como podría haber sido. Mi madre solo me miraba de malas formas, y Malú es como si no existiera para ella. Me desespera que estén tan cerca y a la vez tan lejos. Y me desespera más cuando recuerdo que antes las cosas no eran así.

-Hija, ¿tú tienes algo con Miguel? - Paloma le hace la pregunta a mi hermana cuando ninguno nos lo esperamos. A mi chica se le cae la cuchara en la sopa salpicando toda la mesa. Cualquiera sabe que cuando una madre sospecha siempre logra sacar la verdad. 

-¡Mamá! ¡Sabes que Miguel es como un hermano para mi! 

-Ya, Carol. Pero es que cada vez que sales me dices que te vas con él. - Mi hermana me pide ayuda con la mirada, pero la verdad es que no sé qué decir para sacarla de ese lío. - Además, últimamente no estás nunca por aquí. Sé que tienes a alguien...

-Carol ya tiene una edad. Es normal que salga. - Comento. 

-¿Es una chica? No tengas miedo a decírmelo. Sabes que eso es lo de menos. 

- ¿¡Qué dices!? Patri se llevó todo el lesbianismo de la familia. - Aprovecho que la tengo al lado para darle una colleja. Mi chica, a mi otro lado, se ríe por la situación. - A mi me gustan los hombres. 

-¿Entonces? ¿Por qué no me lo cuentas? 

-Mamá... - Carol deja los cubiertos en el plato y se tapa la cara con las manos. Coge aire en repetidas ocasiones, preparándose para hablar. Acaricio su muslo por debajo de la mesa intentando transmitirle calma. - Dame tiempo. Te lo contaré cuando esté preparada. 

-Ya sabes que Patri y yo te apoyamos. - Indica Malú alargando su brazo para acariciarle el cabello. 

-¿Pero vosotras ya lo sabéis? - Pregunta mi madre indignada. - ¿Se puede saber por qué siempre soy la última en enterarme de las cosas en esta casa? 






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