viernes, 19 de septiembre de 2014

DÉJAME A MI. (2x12)

-Estoy demasiado cansada. - Esconde su rostro en mi cuello y rodea mi vientre con una de sus manos. Giro la cabeza y voy dejando besos por su frente. - Yo también quiero darte besitos, pero ni para eso me quedan fuerzas. - Lo dice poniendo morritos y con una voz poco entendible.

-Es que te tienen explotada, cielo. Das tres noches seguidas de conciertos y al día siguiente tienes que madrugar para ir a una reunión.

-Calla, que lo peor es que la reunión la propuse yo. Era importante.

-Para ti todo lo relacionado con tu trabajo es importante. - Tengo razón y lo sabe, por eso suelta una diminuta risa que no va más allá de su garganta.

-Pero esto más. - Le pido que me hable de por qué es tan importante esa reunión pero se niega. Dice que no le apetece hablar de trabajo. La verdad es que me sorprende porque si tan importante es me lo hubiese contado, ya fuese entusiasmada o disgustada. Pero lo dejo pasar para no molestar y acaricio su brazo. - Me duelen hasta las pestañas.

Cambio mi posición en el sofá y se queja con refunfuños porque ya no puede recostarse sobre mi cuello. Deja caer su cabeza sobre el respaldo del sofá y cierra los ojos de nuevo. Delicadamente, para no hacer daño a su débil cuerpo, abro las piernas para sentarme entre las suyas. Primer paso conseguido sin problemas. Aún con los párpados juntos, me enseña una pequeñísima sonrisa. Puede que otra persona ni siquiera supiera apreciar esa curvatura de labios, pero yo la conozco más que a mi misma. Entonces subo los manos, y con mucho cuidado poso mis dedos sobre sus pestañas. Las peino con las yemas, con roces casi inapreciables.

-¿Se puede saber qué haces? - Me pregunta frunciendo el ceño.

-¿No decías que te duelen las pestañas? Pues te hago un masaje.

-Uy, ¿entonces hoy se va a cumplir todo lo que pida?

-Prueba. - Sonríe pícaramente y a saber la cantidad de ideas que vuelan ahora por su mente.

-Quiero un besito. - Me acerco a su boca y cumplo su deseo. Prácticamente soy yo la única que mueve los labios. Ella simplemente sonríe, y me deja besar su sonrisa. - Quiero ir a tu habitación. - Me bajo de su cuerpo y la cojo en brazos. No pesa nada. Apenas mido diez centímetros más que Malú, pero son suficientes para poder con ella. Ando despacio, manteniendo el peso de su cuerpo hasta que llegamos a la habitación. - Ahora quiero un abrazo de los tuyos. - Ese deseo tampoco me importa cumplirlo. Me siento en la cama con ella sobre mi, entrelazando sus piernas alrededor de mi cintura. Ella deja caer sus brazos y yo la envuelvo con los míos. No sé cuanto tiempo pasamos así, pero no me importa. Lo característico de mis abrazos es que duran hasta que algo nos impide seguirlos. - Me duele la espalda.



- Túmbate boca abajo.

Obedece sin rechistar porque se puede esperar lo que viene ahora. Yo misma le quito la camiseta con algo de ayuda por su parte. Cojo la crema que tengo en la mesilla, me siento en su trasero, desabrocho su sujetador y empiezo con la tarea. Mis manos recorren su piel lentamente. Suben y bajan. Y no sé si será posible, pero con cada movimiento sobre su espalda trato de dejar impregnado parte del amor que siento hacia ella. Subo hacia sus hombros y hago un poco más de presión. No entiendo mucho de esto, pero juraría que está bastante más tensa de lo que debería. Sigo mi masaje en la zona lumbar. Ahora apenas aprieto, casi son caricias con la simple intención de causarle gusto. Y debe ser así, porque poco después su respiración profunda me indica que se ha quedado dormida. Me bajo de su cuerpo con sumo cuidado para no despertarla y le doy un beso en la mejilla.

-Qué bonita eres... - Susurro.

No hay respuesta, obviamente, pero tampoco la necesito. Simplemente quería decirlo. Porque al verla dormir me parece la mujer más bella del universo. Es extremadamente dulce su forma de cerrar los ojos, respirar profundamente y dejarse llevar por el sueño. Antes de salir de la habitación vuelvo a mirarla. Tiene los labios entreabiertos, dejando escapar el aire en dosis muy pequeñas. Y, una vez más, no puedo evitarlo. Cojo mi cámara y le hago una fotografía. Necesito inmortalizar ese momento. Su cara descansando. En realidad, sería genial poder hacerle fotos siempre porque cada uno de sus gestos te llevan a otro mundo, pero me conformo con guardarlos en mi mente y poder recordarlos cada vez que me apetece seguir enamorándome de sus maneras.

Hoy es uno de es uno de esos días que me apetece compartir sólo con ella. Uno de esos días en los que su felicidad cerca de mi es lo único que necesito para que los minutos pasen sin ser pesados. Me apetece que le brillen los ojos, que le bailen las emociones y hacerla reír a causa de esas cosquillas en el costado que tantas carcajadas me regalan. Echo la mirada atrás y me acuerdo de esas noches que pasamos en Portugal. No tenían nada de especial, y a la vez lo tenían todo. Nos limitábamos a abrazarnos en el sofá, cerca de la chimenea, mientras nuestros labios jugaban entre ellos y la película quedaba en un segundo plano. Eso era secundario. Nosotras somos suficientes. Y ahora no estamos en Portugal, pero los sentimientos son los mismos o puede que incluso hayan aumentado, porque como he dicho en incontables ocasiones, cada día me enamora más.

Pasan las horas y mi plan de querer hacerla feliz se va desvaneciendo al ver que no se despierta. Está realmente cansada. Jugueteo con el móvil, repaso las fotografías de Dani, veo algún programa absurdo en la televisión... Pero el aburrimiento no cesa. Son más de las seis de la tarde y mis ganas de ella aumentan cada segundo. Más de una vez estoy a punto de ir a despertarla, pero no lo hago por miedo a las consecuencias. Sé perfectamente lo mal que le sienta a mi chica que le interrumpan sus citas con Morfeo. Quiero hacer mil cosas con ella y no puedo. De todas formas, aunque estuviera despierta no podríamos hacer mucho. Estoy segura de que el cansancio no le permitiría llegar ni a la vuelta de la esquina. Por un momento me pongo nerviosa porque la inactividad provoca ese efecto en mi, pero se me pasa rápido cuando una ráfaga de inspiración me ilumina las ideas. Me pongo música con los auriculares para no molestar y me dispongo a hacer realidad lo que pasa por mi mente.



-Cariño, ¿qué haces? - Me quita los cascos y me abraza por detrás. Al girar la silla estamos frente a frente y me quedo admirada. Ante mis ojos tengo la prueba de que hay personas que no necesitan maquillajes o joyas para brillar, porque la luz que desprenden por sí solas es suficiente para dejar sin respiración a cualquiera. Lleva una de mis camisetas amplias, que le llega hasta la mitad del muslo. Se frota los ojos con las manos tratando de desperezarse y quitarse todas las legañas que ha acumulado en las horas de siesta. Dejo el móvil a un lado. Me pongo de pie y beso sutilmente su frente mientras mis manos se posan en la parte baja de su espalda.

-¡Buenas tardes, Bella Durmiente! - Se ríe en voz muy baja y, con las manos, se alborota aún más el pelo. - Prepárate que vamos a pasar una tarde increíble.

-Cari, yo sé que te dije que saldríamos a cenar por ahí, pero es que no tengo fuerzas.

-¿Alguien ha hablado de salir por ahí? - Me hago la extrañada y su gesto de confusión casi hace que me ría. - Ponte el vestido ese violeta que me compré en Almería. Está en las perchas de la derecha.

- Pero si ese es muy básico. Para bajar a comprar el pan a la playa... Y poco más.

-Tú déjame a mi.

Giro su cuerpo en dirección a la escalera y le doy una palmada en el trasero. Se va muy despacio y con pasitos muy cortos. En estos momentos sus andares sexis se han cambiado por otros completamente diferentes mucho más graciosos y adorables. Aunque a mi el movimiento de sus caderas me matará siempre, sea como sea. Cuando la veo desaparecer por las escaleras cojo el ordenador y ultimo los detalles de mi plan. Después paso por la cocina y echo un vistazo para comprobar que no se me ha olvidado nada. Parece que todo está perfecto.

-Ya estoy lista. - Baja por las escaleras con mi vestido puesto. En cuanto la veo tengo claro que se lo voy a regalar, porque le queda extremadamente bien y voy a disfrutar más viéndoselo a ella puesto que poniéndomelo yo. Se ha peinado y maquillado muy bien. Y está muy guapa, pero sé que en unos minutos se arrepentirá de haber perdido el tiempo en eso.

- Genial, te cuento el plan. - Me acerco hasta ella y junto las manos. - Vamos a merendar en una terraza que conozco con unas vistas increíbles, después de compras por todas las tiendas que te puedas imaginar, más tarde vamos a cenar algo de comida basura y por último vamos a un cine a ver una peli. Tranquila, que la sala a la que vamos es especial, y no habrá gente molestando. - La cara que se le ha quedado al escuchar todo eso es una mezcla entre agobio y ganas de matarme. Aún así cambia el gesto, a duras penas, y me dedica una sonrisa. Lo hace por mi, por complacerme, pero hoy la que quiere hacer cosas por ella soy yo.

-Genial.

-¿Y sabes qué es lo mejor? - Niega con la cabeza. - Que no vamos a salir de mi casa.

Sin dar más explicaciones tiro de su mano escaleras arriba. Por poco subo los escalones de dos en dos. Al llegar a mi habitación descorro las cortinas de la terraza, que hasta ahora habían estado cerradas, y salimos. Aparto una de la sillas de la pequeña mesa y le hago un gesto para que se siente. Ella me lo agradece con una sonrisilla y asintiendo con la cabeza. Rápidamente entro a la habitación para coger una libreta y un bolígrafo, y vuelvo a la terraza unos segundos después.

- ¡Hola! ¿Qué va a querer tomar? - Me meto en el papel de camarera a la perfección porque no es la primera vez que lo hago. Ella se ríe y yo trato de que no me lo contagie por todos los medios.
- Una Coca-Cola, por favor. - Dice cuando las carcajadas cesan y puede hablar. Yo asiento y lo apunto en la libreta.

- ¿Y va a pedir algo para la chica rubia tan guapa con la que ha venido? - Añado.

- Yo creo que ella querría una cerveza.

-Yo también lo creo. - Bajo corriendo a la cocina para coger las bebidas y algo de picar, y coloco todo en la bandeja del desayuno. Subo las escaleras despacio porque mi pulso no es muy bueno, y los vasos en mis manos corren grave peligro. - Aquí tiene. - Coloco las cosas en la mesa, con posavasos incluidos.
- Muchas gracias. - Vuelvo a entrar a la habitación, dejo la libreta, y salgo de nuevo a la terraza para sentarme junto a mi chica.

-¿Ya han traído la bebida? Qué rápidos son aquí... - Observo la mesa y pego un trago de mi cerveza. - Encima has pedido lo que quería. Muchas gracias, cielo.

- La verdad es que el servicio es bueno. - Murmura. - Yo creo que a la camarera le has gustado.

-¿En serio? ¿Y cómo es?

-Es rubia y está como un tren. - Coge una patata y se la lleva a la boca. - Me ha dicho que eres muy guapa. Pero vamos, que no tiene nada que hacer contigo.

-¡Hombre, eso tendré que decidirlo yo!

-Qué va... - Niega con la cabeza y se aproxima a mi. No puedo apartar la mirada de sus labios, que muestran una sonrisa muy apetecible. - No te voy a dejar escapar.

Podría describir el beso que viene a continuación, pero ninguna palabra o metáfora que se me ocurra estaría a la altura, así que no me atrevo. Pasamos una hora aproximadamente en nuestro bar improvisado. Si ella no puede salir a la calle, yo haré todo lo posible para que la calle venga a ella. Cuando nos cansamos bajamos corriendo las escaleras, dejando las bebidas en la mesa y orgullosas de nuestro irreal "sinpa". Las carcajadas son mayores cada vez que le digo que como no se de prisa la camarera nos va a ver y nos pondrá una denuncia.

-Ahora toca compras, ¿preparada? - Se apoya en la mesa exhausta por la carrera.

Nos sentamos en el sofá con el portátil enfrente. Había dejado previamente abiertas las pestañas de sus tiendas de ropa y complementos favoritas, para que sea más rápido. Y trato de que sea igual que en un establecimiento físico. Comparamos vestidos, elegimos camisas, dudamos entre distintas tallas... Y a la hora de pagar nos peleamos para ver quién es más rápida escribiendo los números de su tarjeta en el teclado.

- ¿Qué día llegan los zapatos rojos? - Me pregunta.

- Ni idea...

- ¿Y hemos puesto tu dirección o la mía? - Me tapo la cabeza con las manos. La verdad es que no me he fijado y tengo un cacao mental tremendo. Pero viendo su felicidad, se me pasa rápidamente.

Entre compras y besos robados, cuando nos damos cuenta la estrellas ya imperan en el cielo. Hemos comprado demasiado, hasta perder la cuenta de los artículos, pero por una vez no pasa nada. Ni nos hemos fijado en las fechas en las que nos llegarán los paquetes, así que iremos recibiendo cada día las diferentes cajas. A su casa o a la mía. Y reiremos al recordar esta tarde de compras online en la que perdimos los estribos. Yo por ella pierdo todo lo que haya que perder. La cabeza, la razón, las inseguridades... Lo que nunca dejaré escapar son las ganas que me invaden el cuerpo cada mañana de verla y sentir que está conmigo. Malú me ata y me desata. Me sube al cielo y me baja al infierno. Me enreda y desenreda. Aunque ella se piense que yo siempre llevo las riendas, está muy equivocada. Es verdad que mi personalidad nunca ha sido tímida, pero tampoco había sido como es ahora. Nunca me había imaginado, por ejemplo, haciendo el amor en un probador con una persona que tiene pareja. O tumbándome en medio de la carretera para ver junto a mi novia el amanecer. Pero ella me provoca esas actitudes. Y a veces, aunque nadie lo note, dudo. Temo. Porque soy humana y es normal. Pero la locura a su lado es demasiado placentera como para no querer experimentarla.

En medio de una discusión por ver quién paga un bolso negro que usaremos las dos, suena el timbre de la puerta. El sonido a mi no me pilla por sorpresa, pero a Malú le hace dar un brinco adorable en el asiento. Voy a abrir corriendo y ahí está el chico del Telepizza con toda la cena. Fue difícil que me trajeran las pizzas a una hora exacta, pero mis dotes de convicción dieron resultado, como otras muchas veces.



-¿Y toda esta comida? - Me pregunta abriendo las bolsas y las cajas. Hay 2 pizzas familiares y varias cajas con aperitivos. - Aquí hay para alimentar a un regimiento...

-A ti te encanta comer, que lo sé yo.

-Y yo sé que te encanta desayunar pizza. - Me mira de soslayo y se ríe. Tiene razón. Desde siempre me ha encantado levantarme por la mañana y ver los trozos de esa comida italiana en la cocina, deseando ser devorados por mi hambriento estómago.

Creo que, después de esta cena, puedo asegurar que mi báscula mañana tendrá ganas de tirarse por la ventana. Siento que me pesa el cuerpo y habré perdido de un plumazo una semana entera de ejercicio. Y para colmo tengo restos de tomate y queso por toda la cara gracias a la juguetona de mi novia. Cuando le dan esos brotes de niña pequeña corre peligro todo lo que tiene a su alrededor, incluido mi corazón. Porque empieza a dar brincos, agitarse y revolucionarse. La sangre bombea tan fuerte que las aurículas no dan a basto, y transmiten el nerviosismo a cada rincón oculto de mi cuerpo.

-¿Puedes dejar de mancharme? - Intento apartarla y lo único que consigo es tener salsa barbacoa por los mofletes. Le quito el trozo de pizza que sujeta e intenta coger otra porción de la mesa, pero rápidamente agarro sus manos. - Te voy a castigar al final.

-¿Me vas a poner a pensar contra la pared como en los colegios? - Creo que ni ella se ha dado cuenta de lo mal que viene esa frase para una mente turbia como la mía. Le lanzo una sonrisa pícara.

-Yo te pongo encantada contra la pared, pero harías de todo menos pensar. - Por un momento se pone roja y sonríe hacia el suelo. Parece mentira que después de tanto tiempo aún se siga ruborizando cuando le digo ese tipo de bromas. Pero cada vez tengo más claro que es bipolar, porque otras veces es ella la primera en subirme la temperatura corporal con dos frases. - Vamos, límpiame. - Acerco mi cara y me agarra del cuello. Antes de que pueda decirle que coja la servilleta tengo sus labios recorriendo mis mofletes manchados. Pero no me salen las palabras para quejarme porque lo está haciendo de una forma tan delicada que pedirle que parase sería pecado. En un momento tengo los pelos de punta. Inconscientemente he cerrado los ojos y dejado de respirar, aunque sólo me doy cuenta de esto cuando se levanta para recoger la mesa y su piel deja de estar en contacto con la mía. 

Me pongo en pie tras ella y le quito todo lo que lleva entre las manos. Hoy no va a recoger. Le pido que no se preocupe por la basura, que ya habrá tiempo para limpiar y que si no nos damos prisa vamos a pillar la película empezada. Sigue mis pasos hacia nuestra habitación. La habitación que me regaló por mi cumpleaños y que está siendo testigo de tantos momentos inolvidables. Cojo el mando y me acomodo en uno de los pufs, y ella hace lo mismo sobre mí. Mi cuerpo siempre estará encantado de poder servirle de asiento. Enciendo el proyector, que está conectado al portátil, y observo cada una de las películas. Automáticamente quedan descartadas todas las de acción y aventuras porque no le gustan demasiado. Las de risa tampoco me apetecen, supongo que tengo otro tipo de día. Así que queda elegir entre las románticas y las de miedo. Con cualquiera de los dos géneros, por unas razones o por otras, tendría a Malú enganchada a mi cuerpo.

-¿"Scream" o "Un paseo para recordar"? -Pregunto tras haber llegado a la conclusión de que esas eran las mejores para hoy.

-La que tu prefieras.

-No, elige tú.

-Elige tú, que a mi me da igual.

-Que no, que tú. Yo he visto las dos. - La tonta discusión se prolonga durante unos minutos hasta que termino por ceder.- Vale, pues vemos "Scream".

-¿La de miedo? Jo, pon mejor la de amor.

-¡Eres una tocapelotas! - Pongo la que ella ha querido y lanzo el mando al suelo. Me hago la enfadada, pero rápidamente se me pasa cuando me abraza con fuerza y alza la cabeza para darme un beso en la mandíbula.

Podría decir que las películas de amor no me gustan y que hubiera preferido mil veces poner la de miedo. Podría decir que "Un paseo para recordar" me ha aburrido y he acabado dormida cuando iba por la mitad. Y podría seguir diciendo un montón de cosas de ese tipo, pero la verdad es que serían mentira. Lo cierto es que me he pasado más de media película con los ojos derrochando lágrimas y el alma temblando. Esta película es amor. Amor por encima de todo. De gente, de enfermedad y de los propios protagonistas. Yo quiero amar, y creo que lo hago, como lo hacen ahí. Por más que la vea, nunca me canso. Hay una parte que me encanta: 

"-¿Tienes miedo? 

+Tengo miedo a perderte, a no estar contigo. 

-Eso jamás ocurrirá.Contigo siempre."



Y no es la parte más bonita de la película, ni la que más lágrimas le saca a la gente, pero a mi me arde por dentro. Porque yo prometí mil veces que nunca dejaría de estar con ella, y juro que lo decía con el corazón en la mano. Y cuando por un tiempo no pude cumplirlo me sentí una de las personas más sucias de este mundo. Por culpa de una o de otra estaba fallándole. Pero pasó el tiempo y nos reencontramos. Y el amor volvió, aunque estoy segura de que nunca se había ido. Siempre estuvo oculto en mi interior. Por lo tanto mi promesa de estar siempre juntas hubiera estado siempre en pie, porque a pesar de que no estuviera físicamente junto a ella, lazos invisibles nos unían estrechamente hasta que nuestros caminos volvieron a entrelazarse. 

-Amor, ¿puedes dejar de llorar ya? - Se ríe tímidamente y se aparta las lagrimas que ella también está desechando. - Menos mal que preferías la otra película...

-No sé qué me pasa con esta película... Pero siempre termino llorando. 

-Pues no lo sé. Será el tema de las enfermedades, que te afecta. 

-Será... - No lo es. No es ese tema. Pero hay cosas que es mejor guardarse para sí mismo. - Oye, cielo, tengo algo que pedirte. 

- No podemos ir a la frontera con Francia para estar en dos sitios a la vez como en la película, lo siento. - Bromea. Me río nerviosamente, pero en realidad lo que voy a decir no es fácil. - Venga, dilo. 

-Malú, quiero que vayamos a ver a mi madre. 


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¡Hola! A ver, quiero pedir perdón por tardar tanto en subir y estar medio ausente. Pero es que os prometo que se me hace imposible subir, de verdad. Muchísimas gracias por la paciencia y el apoyo. Espero que os haya gustado :')

@NovelaconMalu






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