miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿EMBARAZADA? (2x11)

-¿Qué vamos a cenar? - Es lo primero que escucho al descolgar mi móvil. 

-Hola, cielo. Yo también te quiero y espero que hayas pasado un buen día de trabajo. - Digo irónicamente. 

-Perdona, es que me muero de hambre. 

-¿Es una indirecta para que te tenga preparada la cena? 

-Básicamente. - Se ríe al otro lado. 

-Te acabas de autoinvitar a cenar en mi casa. Pasas más tiempo aquí que en tu maravilloso ático. 

-Básicamente. - Repite la palabra de antes, acompañada de las mismas risas. 

-Qué tonta estás, guapa. El trabajo te afecta. - Abro la nevera para comprobar que no hay mucho que ofrecerle a alguien tan hambriento como Patricia. - Pues, básicamente, vas a tener que pasar por el italiano ese que tanto me gusta para comprar tú la cena, porque aquí no tengo mucho. 

-¿No puede ser del japonés? - Suspira. - Que me pilla más cerca. 

-Ni hablar. Se me han antojado esos raviolis tan ricos. 

-¿Y qué me dices de la pizza carbonara de masa fina tan buena que hacen?

-Tráela también. - Cierro de golpe el frigorífico lanzándole una mala mirada a la lechuga. - Adiós a la dieta. 

-¿Dieta? - Se ríe bruscamente, e incluso me parece escuchar algunas palmadas. Seguro que va con el manos libres del coche. - Cariño, hace siglos que no haces dieta. 

-Idiota, calla y coge el volante. - De un salto me siento en la encimera. - ¿Cuánto tardas?

Son las ocho y me dice que en poco más de una hora estará aquí, acompañada de una deliciosa cena. Descubrimos ese restaurante gracias a mi hermano. Hicimos una cena de parejas y José se empeñó en elegir el sitio. No os miento si digo que desconfiaba. Para él, los "restaurantes cojonudos", solían ser locales mugrientos donde las raciones más pequeñas eran del tamaño de mi cara. Supongo que Rebeca, su novia, tuvo algo que ver en lo del restaurante italiano. Demasiado romántico para lo que José me tenía acostumbrada. 

Últimamente vivir mi día a día es como pasar las páginas de un buen libro. Disfrutas al máximo cada palabra de la hoja sabiendo que las líneas de la siguiente cara te van a gustar tanto o más que las que acabas de leer. Una letra, dependiendo del contexto, puede tener miles de interpretaciones. Pero a su lado todas son buenas. El matiz de un punto y seguido, la importancia de una coma y la despreocupación por el punto y final. No existe. El final sólo llega cuando el escritor necesita acabar la historia, pero en este caso nosotras somos protagonistas de nuestra propia novela, y ninguna de las dos estamos dispuestas a escribir ese último punto por muchas razones, pero la más importante es que ni nos hemos parado a pensar en él. Cuando estás más preocupada en unos besos, unas caricias o unos susurros, ni te planteas descubrir el final de algo que crees eterno. A todos nos han enseñado que un libro consta de planteamiento, nudo y desenlace, pero yo quiero romper las reglas y no deshacer nunca ese nudo. Quedarme ahí, en la apertura de sus labios y el vaivén de sus caderas. ¿Acaso no es ese el mejor refugio? 

Mis pensamientos amorosos se ven interrumpidos por el timbre de la puerta. No espero a nadie, y a esas horas me parece muy raro que llamen. La primera opción es ignorar el sonido, como otras tantas veces. Pero siempre me acaba ganando la intriga. Antes de abrir me miro en el espejo de la entrada. Pantalones cortos y camiseta ancha. Despeinada, pero no está tan mal. No se le puede pedir más a un artista que tiene uno de sus pocos días libres en la gira. Giró el pomo y mi cara se vuelve totalmente desencajada. No me espero verla a ella, en ningún caso, y menos con esa cara. 

-¿Carol, qué haces aquí? ¿Estás bien? - Pregunto sorprendida al ver a mi cuñada. Está llorando. La acerco hacia mí y la abrazo inmediatamente. - Shh, tranquila. - Intento calmarla mientras le acaricio el pelo. 

-Malú... - Intenta decir algo más, pero no le sale la voz. 

- Espera, ven aquí. - La conduzco hasta el sofá y nos sentamos una junto a la otra. Pretendo decirle que ya puede contarme lo que sea, pero viéndola así no puedo. Me limito a abrazarla, con más fuerzas aún. - Tu hermana aún no ha venido... Tardará un buen rato. 

-Mejor... - Murmura.

¿Mejor? Deshago el abrazo para mirarla a los ojos. Cada vez estoy más contrariada. La relación de Patricia con su hermana siempre ha sido envidiable. Se lo cuentan todo, se aconsejan, y se critican cuando lo tienen que hacer. Muy grave tenía que ser la situación como para que Carol prefiriese que su hermana no estuviera en casa. Cojo sus manos, que tiemblan como nunca antes habían temblado y paso mis dedos por sus mejillas apartando las lágrimas que bajan poco a poco. 

-Dime lo que sea, porque me estás preocupando. - Le ruego. Ella toma aire y parece disponerse a despejarme las dudas. 

-Es que... - Me da un apretón en las manos. - Creo que estoy embarazada. 

Se me podrían haber ocurrido mil cosas menos eso. Un embarazo. La chica acaba de pasar la veintena de edad y un bebé sólo le traería problemas. Encima ahora estaba en mitad de la carrera. No me lo puedo creer. La pobre sigue llorando en mi hombro mientras, no sé con que porción de mi cerebro, yo acaricio su espalda y le pido relajación. 

-Escúchame... - Agarro su cara entre mis manos y miro sus ojos atentamente. - Tenemos que salir de dudas antes de preocuparnos más. ¿Tienes predictor ya? - Niega con la cabeza. - Pues voy a la farmacia a por uno. No te muevas de aquí que está a un minuto y no tardo. 

Cojo la cartera y las llaves y salgo de casa rápidamente. No puedo dejar de pensar en la angustia de mi cuñada, pero también tengo otra cosa en mente: Patri. Si se entera de esto la va a liar. Mi chica suele ser esa hermana enrollada que cualquiera quiere, pero a protectora no le gana nadie. Aún recuerdo esa vez, cuando Carolina acababa de cumplir los dieciocho, que la llevamos de fiesta y Patri se dedicaba a espantar a ocho de cada diez chicos que intentaban un mínimo acercamiento con la joven.

Cuando regreso de la farmacia la chica seguía exactamente en la misma posición de antes. Sentada en el sofá y dando golpes pequeños con el pie en el suelo inecesantemente. Pasamos al baño de la planta baja. Noto como las piernas le tiemblan y hasta andar le resulta complicado. La abrazo con fuerza otra vez. Ya no llora, pero está totalmente bloqueada. No habla y apenas parpadea.
 
-Pase lo que pase vamos a apoyarte. No estás sola y nadie te va a echar nada en cara. ¿De acuerdo? - Asiente. Le tiendo la pequeña caja con el test y salgo del baño para dejarle un poco de intimidad. Y, justo cuando me apoyo en la pared a esperar, suena el timbre de casa. Tiene que ser Patricia. Entro al baño inmediatamente. A Carol no le había dado tiempo ni a abrir la caja. - Sube a mi habitación y espérame allí. Se me tiene que ocurrir algo. 

La chica me obedece y el timbre vuelve a sonar varias veces. Tomo aire y abro. Mi chica pasa a la cocina directamente para dejar las bolsas de comida y luego va al baño corriendo, sin ni siquiera saludarme. Se excusa diciendo que si no se da prisa se va a hacer pis encima. Suspiro y me alboroto el pelo. Me he metido en un jardín del que no sé salir. Mi novia en el baño ajena a que su hermana está arriba, posiblemente embarazada. 

-Malú... - Mi chica sale del baño con la caja del test en la mano. Ahora si que no sé dónde meterme. Con los nervios se nos olvidó esconderla. - ¿Y esto?

-Es que... - No sé qué decir y las ideas de mi cabeza cada vez están más borrosas. - Tengo un retraso, me he levantado vomitando. No sé. Quién sabe. - No se me podía haber ocurrido algo peor. Tierra, trágame. 

-Sí, claro... ¡Pues háztela! ¡Si da positivo empezaré a creer en los milagros, porque hasta donde yo sé es físicamente imposible! - Tira el predictor al sofá y me mira fijamente a los ojos. Hace mil aspavientos con los brazos al gritar. - Sólo se me ocurren dos cosas... ¡O te has vuelto loca o me has engañado con un tío!

-¿Cómo te voy a engañar? - Acaricio sus brazos intentando calmarla, y calmarme a mi, que también lo necesito. - Patri, es para una amiga. 

-¿Y qué amiga es tan importante como para que no me lo quieras decir y encima te inventes excusas estúpidas? - Entonces veo a Carol bajar las escaleras a espaldas de mi chica. Supongo que ha escuchado los gritos y ha decidido intervenir. Señalo hacia arriba con la cabeza y Patricia se gira. - No me jodas...

Mi cuñada corre y se lanza a llorar al cuello de su hermana. La fotógrafa tarda en reaccionar. Pasa un buen rato hasta que es capaz de envolver a Carol entre sus brazos. Voy a la cocina a por agua y pañuelos, y cuando vuelvo están sentadas en el sofá. 

-Pero ¿cuándo? ¿De quién? ¿Cómo? - Hace todas las preguntas que yo no me había atrevido a hacer para no molestar. A veces le falta el tacto. 

-Déjala respirar. - Le doy un pequeño empujón a mi chica. - Para empezar no sabemos ni si está embarazada. 

-No le conoces... - Murmura Carol. Hace tiempo que no escuchaba su voz y está totalmente quebrada. 

-¿Y por qué no nos has presentado a tu novio? 

-Porque no es mi novio... O sí... No lo sé. - Dramón. Lo que faltaba para que Patri se terminara de enfadar. Mi chica se levanta y empieza a dar vueltas por el salón. 

-Mi hermana puede estar embarazada de un tío con el que no tiene nada serio.. - Ríe irónicamente. - Se suponía que tu eras la madura... ¿No sabes lo que es un condón o qué? 

-Perfectamente. - Se levanta para encararse a su hermana mayor. - La que no creo que lo sepa eres tú. 

Entre tanta tensión la frase me resulta graciosa y se me escapa una risita, pero están tan exaltadas que ni se dan cuenta. Me pongo entre ellas e intento tranquilizarlas. Aún no sabemos si de verdad está embarazada y cabe la posibilidad de que hayamos montado este lío por nada. Vamos otra vez hacia el baño, junto al test, para comprobar la gravedad del asunto. 

- Yo entro contigo. - Se ofrece mi novia. Ante la fulminante mirada de Carol, Patricia comprende que es mejor dejarla sola en ese momento. La joven entra y cierra la puerta. - Joder. 

- Tu hermana necesita apoyo, no gritos y desconfianza. 

-Es que no me lo esperaba... A saber con quién está liada. Me he puesto muy nerviosa. 

- Ya lo sé, cielo. - Me acerco para abrazarla y prácticamente noto cómo se desvanece entre mis brazos. - Pero así sólo os hacéis daño. 

La puerta del baño se abre para que entremos. El predictor está en el lavabo y Carol da vueltas por el amplio servicio. Aprovecho los minutos de espera para explicarle a Patricia el funcionamiento del aparato. Una línea significa que no está embarazada, dos que sí. Mi cuñada se mira el reloj y nos avisa de que ya tendría que estar. Entrelazo mis dedos con los de Patri y observo su cara de preocupación. Carol está aún peor. Dejo que ellas sean las primeras en verlo e intento apartarme un poco, pero mi chica me tira del brazo para que no me aleje. Unos segundos de tensión y... No está embarazada. La sonrisa que les sale a ambas me lo demuestra. Nos fundimos en un abrazo a tres bandas mucho más relajado que todos los anteriores. 

-¿Pero este chisme es de fiar? - Pregunta la fotógrafa rompiendo el momento de felicidad. 

-Más o menos... Si hubiera salido que sí, es seguro. Pero al salir que no... Hay dudas. - Explico. - Lo mejor es que mañana se haga una nada más levantarse. Eso no falla. - Patri me mira con cara rara y abre la boca para decir algo, pero me adelanto. - Así que os quedáis aquí a dormir y mañana salimos de dudas por completo. - Carol me da las gracias y sale del baño. Yo pretendo hacer lo mismo, aunque no lo consigo por que mi chica se interpone en mi camino. 

-Oye... ¿Desde cuándo tienes tantos conocimientos sobre test de embarazo?

-Desde que tengo treinta y dos años, y amigas. 

Le doy un mordisco en la mejilla y salgo del baño. No hay nada especial en que sepa sobre eso. Ahora estoy con ella, pero también he estado con chicos y he tenido deslices. Además, he acompañado a decenas de amigas en pruebas de embarazo. 

Cenamos la comida italiana que había traído Patri. Está increíblemente buena, pero se palpa la tensión en el ambiente. Casi ni se habla. Como mucho expresamos lo rico que está todo. Ellas apenas comen, cosa que en parte agradezco porque puedo saciar por completo mi hambre. Pero por otro lado es muy incómodo y me siento fatal. Ellas son siempre súper dicharacheras, y ese silencio tan frío que mantienen me duele. Sentía que se querían decir mil cosas y no eran capaces. 

-¿Quién es él? - Rompe el silencio mi chica, trayendo más tensión al ambiente.
 
-No le conoces...

- Eso ya lo sé, pero quiero saber algo sobre el chico que casi deja embarazada a mi hermana. - Sé que no lo ha querido decir a malas, pero ha sonado muy borde. 

-No te pienso decir nada hasta que no te relajes. - Se levanta y va hacia el cuarto de invitados en el que siempre duerme. - ¡Así no hay quién hable contigo!

Inmediatamente Patri se levanta malhumorada hacia mi habitación. O nuestra habitación, porque la compartimos habitualmente. Lo primero que se me pasa por la cabeza es correr tras ella e ir a consolarla, pero no es la opción correcta. La conozco bien y eso sólo la alteraría más. Así que voy a la cocina y friego todo con una parsimonia poco característica en mi. No sé cuanto tiempo pasa, pero creo que llevaba meses sin ver mi cocina tan limpia. Subo al cuarto y la veo de espaldas, envuelta entre las sábanas. Me pongo el pijama y me meto junto a ella. La abrazo por detrás y, aunque no me corresponde, sé que me lo agradece. Deslizo mis dedos delicadamente por su costado durante un buen raro. 

-Me he pasado, ¿no? - Murmura. 

- Lo has hecho sin querer, pero sí... - Se gira y deja nuestras caras a centímetros. No sé si ha llorado, pero sus ojos verdes están realmente triste y apagados. No brillan como deberían. 

-Yo sólo trato de protegerla. No entiendo por qué ha hecho esto. 

-Tú sabes que las cosas que se hacen con el corazón pueden traer consecuencias... - Acaricio su cuello. - Y no sé por qué me da que tu hermana está muy pillada de ese chico. 

-Ahora me siento fatal. - Suspira y se tapa la cara con las manos. - Soy idiota. Me he puesto a echarle cosas en cara sin mostrarle apenas apoyo...

-Eh, cielo, tranquila. - La atraigo hacia mí y dejo que repose su cabeza entre mi cuello y mi hombro. - Ella sabe que la quieres. 

Nos quedamos abrazadas en silencio. No llora, aunque ganas no le faltan. Tal y como ha dicho, sólo quiere proteger a Carol, pero le traicionan las formas. Desea lo mejor para ella, como ha deseado siempre. Ha luchado diariamente porque su hermana tuviera la mejor vida posible, y me apostaría lo que sea a que se ha echado las culpas a sí misma del posible embarazo de la joven. 

-¿Puedo entrar o estáis haciendo cosas guarrillas? - Carol está apoyada en el marco de la puerta y pronuncia la frase como si fuera una niña pequeña. 

-Enana, para ti siempre hay sitio. 

Sonríe y se tumba entre nosotras. Lo primero que hace es abrazar a su hermana y llorar. Se piden perdón la una a la otra en incontables ocasiones. No son capaces ni de estar enfadadas. Después pasa a hablarnos del chico del que esta enamorada. Y sí, digo enamorada porque estoy segura de que es amor por cómo habla de él. Al parecer se llama Óscar, tiene treinta y tres años y es jefe en una empresa de electrónica. Os podéis imaginar lo poco que le gusta a Patri esa información. El chico le saca más de diez años a Carolina. Y la cosa empeora cuando nos cuenta que está divorciado y tiene un hijo. Le pido a mi novia con la mirada que se contenga, porque como empiece a hablar no para. Cuando acaba de contarnos la historia se recuesta hacia un lado y cae dormida. Al desahogarse, después de todo un día de tensión, no le quedan más fuerzas. 

-¿¡33 años!? - Lo dice indignada, pero bajo para no despertar a su hermana. - Es más mayor que tú y que yo. ¡Y con un hijo!

-No empecemos otra vez, que estoy muerta. - Giro sobre mí misma. - Hasta mañana, amor. 

Al día siguiente cuando abro los ojos no hay nadie en la cama. Miro el reloj y son casi las nueve. Bajo perezosa al salón y las veo desayunando tan tranquilas, con ropa de calle incluida. Patri, que parece mucho más feliz que el día anterior, se levanta de un brinco con la tostada en la mano y me da un beso en los labios. No entiendo a qué viene tanto bienestar, pero me encanta. Lo echaba mucho de menos. Me acerco a Carol y le doy un beso fuerte en la mejilla. 

-¿Ya te has hecho el test y por eso estáis tan felices?

-Qué va... - Confiesa Carol. - No sé que haríais anoche cuando me dormí, pero la tonta se ha despertado así de pletórica hoy. 

- Bueno, pues mejor. Que aproveche ella tanta energía y vaya a por el predictor a la farmacia. 

-No hace falta. - Dice la fotógrafa dando otro bocado a la tostada. - Ahora lo trae Óscar. 

¿Óscar? No me da tiempo a preguntar nada más, porque suena el timbre y Carol se levanta corriendo a abrir. Busco la mirada de Patri para intentar comprender lo que pasa, pero ella observa fijamente el lugar en el que está su hermana. El chico viene con un traje gris, conjuntado con una corbata negra. Es alto y atractivo. Esa barba y ese pelo de varios días y ese pelo engominado le sientan muy bien. Se nota que es mayor que Carol. En cuanto entra se funden en un abrazo que me parece el más tierno que he visto en mucho tiempo. 



-No te pongas nerviosa... - Le pido a mi chica al oído. 

-Lo voy a intentar. Pero es que mírale, es un abuelete. - La broma le cuesta una buena colleja. 

-¡No te pases que tiene sólo un año más que yo! 

El chico, o mejor dicho hombre, viene hacia nosotras para saludarnos. Supongo que no se sorprende al verme porque mi cuñada le ha avisado de que Malú es la novia de su hermana. Tiene una sonrisa preciosa de dientes blancos. Además, es muy agradable. Nos explica que va en traje porque se tiene que ir a trabajar en breve. Patri no lo admitiría, pero no le ha caído tan mal como se esperaba. 

-Cielo, ¿puedes dejar de babear? - Me ruega mi novia en voz baja cuando el chico se aparta. 

-Definitivamente me siguen atrayendo los hombres. - Ahora la que me gano la colleja soy yo. 

Unos minutos más tarde estamos los tres en la puerta del baño esperando a que salga Carolina con noticias. Le hemos jurado mil veces que pase lo que pase estaremos a su lado. Óscar también se lo ha prometido, acompañado de un beso. Son tan monos que dan ganas de comérselos a bocados. Mi cuñada sale y entramos con ella. Misma situación del día anterior, pero con un par de ojos más pendientes de las líneas del aparato. Los nervios no cesan. 

-Peque, tranquila. Que sea lo que tenga que ser. - Óscar le da un beso en la frente. 

-¿Le ha llamado peque? - Susurra Patri en mi oído, a punto de romper a reír. 

- Son tan cuquis...

Es el momento. El test ya tiene la respuesta sobre sí habrá un nuevo bebé en la familia o no. Tiro de mi chica para que los primeros en verlo sean los posibles padres. Me mira con mala cara ante mi gesto, pero es lo mejor. Además, no tardamos en descubrir la verdad al ver su reacción. Sonríen y se besan. Incluso Carolina lanza un grito de emoción. No hay niño. Al fin desaparecen los nervios. La mano de mi chica deja de temblar y mi corazón bombea más tranquilo. Ya está, ha pasado todo, y esta vez con la suerte de nuestra parte. 

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