domingo, 7 de septiembre de 2014

EMPEZANDO UN CAMINO EMPEDRADO. (2x10)

Narra Malú. 

-Creo que debería darme una ducha.

-Vale. - Le doy un beso rápido en los labios. - Yo voy a tu coche y cojo la maleta para que tengas ropa. 

Nada más lejos de la realidad. Espero a que suba las escaleras hacia la segunda planta y voy tras ella sin hacer ruido. Su ropa está tirada en mi cama. Me quedo junto a la puerta intentando adivinar por los sonidos sus movimientos. Oigo el agua y cómo se mete en la ducha. Entonces me toca a mi aparecer en escena. Me quito la ropa, lanzándola también al colchón, y paso de puntillas al baño. Me prendo de su imagen tras el cristal. Deja caer el agua por su cuerpo con los ojos cerrados. Sonrío. Cada vez está más bonita. Entonces me meto dentro y le doy un toque en la espalda que hace que se gire inmediatamente. Antes de que pueda decir nada busco su boca. Entrelazo mis brazos alrededor de su cuello, y ella posa sus manos en mis caderas, mientras nuestras lengua buscan la perfección en cada uno de sus roces. De un salto me cuelgo de su cuerpo. El agua nos empapa por completo, añadiéndole más humedad a la situación. Se rozan nuestros pechos, nuestras caras e inclusión nuestras almas. La unión va más allá del contacto físico. 

-Mejor dejo la ducha para otro momento. - Susurra en mis labios. 



Abre la mampara totalmente y salimos de ahí, aún conmigo en brazos. Damos pasos muy cortos, por no caernos y porque nuestras mentes están demasiado centradas en el juego de nuestras bocas. Al llegar a la cama me deja caer delicadamente en ella y empieza un recorrido de pequeños mordiscos por mi cuerpo. En mis labios, mi cuello, mis pechos, mi vientre, mis muslos... Creo que no le queda por excitar ninguna parte de mí. Todas las cartas están sobre la mesa y a mi me me da igual darles la vuelta o no, yo quiero prenderlas fuego. Los mordiscos llegan a una zona más íntima y grito de placer mientras mis manos retuercen las sábanas. Estamos sobre el colchón pero mi impresión es la de estar desafiando a las leyes de la gravedad. Su lengua me eleva a otra dimensión. Me muerdo los labios intentando ahogar así mis gemidos, pero es imposible. Toma un ritmo más consistente. Hace rato que he puesto mi respiración en búsqueda y captura. Y consigue empaparse de mi éxtasis. Me mira desde abajo con una pequeña sonrisa y yo me río con las pocas fuerzas que me quedan. Va subiendo poco a poco, depositando besos en mi piel, hasta volver a fundir nuestras salivas. Con un giro la pongo a ella debajo. Me sujeto al colchón con ambas manos y sigo degustando su sabor. Bajo a su cuello despacio. Si alguna vez decido perderme en algún sitio será ahí. El olor que desprende es inimaginable. Una de mis manos comienza un viaje con destino adictivo, y tengo billete de ida pero el de vuelta no me importa. En cuanto mis dedos se posan en su intimidad noto el primer estremecimiento y se le escapa una risita que me vuelve loca. Juego con su delicada zona mientras muerdo el lóbulo de su oreja, y de vez en cuando le digo que la quiero. Nunca me cansaré de decirlo. Busco su mirada. Sus ojos me piden a gritos que le de más. Así que procedo. Me sumerjo en ella y doy rienda suelta a dos de mis dedos en su interior. En ningún momento aparto mis pupilas de las suyas. Quiero ver y sentir muy de cerca lo que le provoca el placer que le doy. Sus jadeos, gemidos y chillidos se funden creando la mejor de las melodías. Respiro su aliento y con eso tengo de sobra. Toda ella me es suficiente para avanzar en mi día a día. Tuerce la cabeza hacia un lado y cierra los ojos, pero no le dejo. Vuelvo a ponerla como estaba antes. Está a punto de llegar al máximo y quiero ver el brillo de sus ojos cuando lo haga. Sus manos se aferran a mi trasero y yo aumentó el ritmo. Los movimientos de mi mano son más ágiles durante unos momentos, hasta que el fuego de sus ojos y la humedad que me inunda me indican que ya ha alcanzado el clímax. 

Su mirada tras el orgasmo es alucinante. Sus rasgos están más tersos de lo normal, los ojos desprenden chispas y su sonrisa... ¿Qué decir de ella? Su sonrisa deja sin habla a cualquiera. Le aparto el pelo de la cara y beso su frente para luego dejarme caer a su lado. He grabado esa imagen en mi mente, aunque sé que la volveré a ver en mil ocasiones más. 



-En realidad estaba claro que no íbamos a tardar mucho en reconciliarnos. - Envuelve mi cuerpo desnudo entre sus brazos. Llevamos un rato quietas, abrazadas, dejando que el silencio diga todo lo que le apetezca. 

-Tienes razón, no servimos para estar separadas. - Afirmo mientras me acomodo. Su cuerpo es la mejor almohada que os podéis imaginar. 

-Sí, bueno... - Baja el tono de voz hasta llegar al susurro. - Eso, y que no he cambiado la foto del WhatsApp. Cuando la cambie será que estamos demasiado mal. - Bromea ganándose un golpe. 

-Eres muy boba, en serio. - Se ríe con fuerza. - Además, no me gusta nada la foto que tienes de perfil. 

-¿Y eso por qué? - Patri hace un vago intento por parecer indignada. 

-No es muy normal que tengas puesta una foto de uno de mis lunares. - Giro sobre mí misma para buscar su risueña mirada. Tal y como me lo esperaba está intentando contener la risa. 

-Es mi segundo lunar favorito de tu cuerpo. 

-¿Y cuál es el primero? - Sus ojos se clavan en mi boca. Poco a poco se va acercando a mí hasta impactar sus labios en la comisura inferior de los míos. 

- Este te hace muy sexy. - Pasa el dedo índice alrededor de mi boca, por encima de mi lunar. - Es mi favorito, pero no puedo poner de perfil una foto en la que puedan reconocerte...



- Lo sé. - Prefiero cambiar de tema porque aún no estoy preparada para hablar de los problemas que nos crea mantener nuestra relación oculta, aunque soy muy consciente de ellos. - Seguro que ni te acuerdas de qué lunar es el de la foto de tu WhatsApp. 

-Claro que lo sé. - Lo afirma rotundamente y empieza a besar mi cuello lentamente hasta que desliza su nariz entre mis pechos. Sigue bajando y llega a mi vientre. Justo en la parte derecha de mi cadera se detiene y besa un punto delicadamente. - Es este. - Vuelve a ponerse a mi altura, donde la estoy esperando con una sonrisa. - Sé reconocer cada milímetro de tu piel. 

-Eres increíble. - Miro sus labios y me acerco a ellos muy lentamente. Cuando estoy a punto de rozarlos, cambió mi rumbo y muerdo su cuello con fuerza haciéndola gritar. 

-¡Joder! ¡Qué bruta eres! - Se lleva la mano a la zona afectada y mis carcajadas aumentan. - Es injusto porque tu haces con mi cuerpo lo que te da la gana y yo no puedo dejarte ni una marquita porque Rosa me mataría. 

-Deja de quejarte y vete a la ducha, que vas a llegar tarde a tu primer día de trabajo. 

Vuelvo a morderla, esta vez en el hombro, y se levanta de la cama para entrar al baño. No falta esa sonrisa pícara antes de entrar al servicio, cuando se gira y me descubre admirando sus curvas. Por un momento se me ocurre acecharla en el baño de nuevo y volver a compartir agua, pero me arrepiento inmediatamente porque no quiero que llegue tarde a la sesión. Además, se me ocurre una cosa mejor. Trepo hasta la mesilla y cojo su teléfono. Busco en la galería alguna foto que me guste para ponérsela de perfil en WhatsApp, pero mis preferidas son las que salimos juntas y esas no son válidas, así que busco una en la que salga sola. Me va a costar elegir porque en todas está preciosa. Aparto la mirada de la pantalla un segundo y lo veo. Ya sé cuál va a ser su nueva foto de perfil. La hago corriendo y dejo el móvil donde estaba. Un minuto después escucho que se corta el agua y en un instante sale del baño envuelta en una toalla. Ni se ha molestado en secarse, nunca lo hace. Tiene la manía de ir dejando su rastro de agua por toda la habitación cuando se ducha. 

-¿Qué hacías? - No sé cómo lo hace, pero nada más me mira sabe que he hecho algo. Mira a todos los lados de la habitación. - Me das un miedo...

-Pero si yo estaba aquí tumbada tan tranquila. - Justo suena un mensaje en su móvil. Se acerca a por él y yo, por si acaso, cojo algo de ropa y bajo al salón. 

-¡¡TE MATO!! - La oigo gritar cuando me acabo de poner la ropa interior. Aparece corriendo por las escaleras con el rostro desencajado. Rápidamente me pongo tras el sofá. - ¿Cómo se te ocurre ponerme esa foto de perfil?

-Cielo, no es para tanto. - Evitar mi risa es imposible. 

-¿Que no es para tanto? - Me enseña el móvil para que observe la pantalla, pero está a dos largos pasos y no alcanzo a ver nada. - ¿Si no es para tanto por qué tengo más de veinte mensajes en dos minutos?

-Pero si sólo le he hecho una foto a la cama con las sábanas revueltas. 

-Si hubiera sido sólo eso ya sería una foto rara, pero es que no te has dado cuenta de que también aparecen a los pies de la cama nuestros sujetadores. 

Me paro de reír inmediatamente. No puedo haber sido tan torpe. Me acerco a ella y miro la fotografía para comprobar que tiene razón. Sábanas revueltas, ropa interior tirada... No hay que ser muy inteligente para saber qué hay detrás de esa imagen. Me muestra también los mensajes que le han llegado, que van aumentando considerablemente. Para colmo hay gente, como mi madre, que se ha dado cuenta de que la cama es mía y no ha tardado en comentarlo ni un minuto diciendo: "Niñas, ¿se puede saber qué significa esta foto? ¿No os da vergüenza?" Mi hermano también comenta rápidamente: "Ya veo que ha llegado la reconciliación..." Decenas de mensajes de ese estilo se van acumulando en el móvil de mi chica. Realmente me da vergüenza por mi familia, pero lo que me he reído con la broma no lo cambiaría por nada. Y, minutos después, la foto de mi lunar vuelve a ocupar su lugar. 



-¿Duermes aquí esta noche? - La acompaño a la puerta. 

-No. Acabaré muy tarde y tú tienes que descansar porque mañana retomas la gira. - Beso sus labios y pongo pucheros. - ¿Te paso a recoger por la mañana?

-¿Vas a venir? - En un momento mi felicidad ha aumentado considerablemente. No me esperaba que me fuese a acompañar al concierto. Asiente con una sonrisa enorme. - Creía que trabajabas. 

-Mañana no, tenemos unos horarios un poco liosos. 

Me da un último beso con fuerza, aplastando mis mejilla entre sus manos, y se monta en el coche. Ahora si que estoy feliz. Ya lo he comentado más veces, pero repito que no sirvo para estar mal con Patri. Me supera. Necesito ver sus sonrisas y sus ojos brillantes para ser feliz. Odio discutir con ella porque siento como me debilito. Me hago pequeña y siento que no seré grande hasta que vuelva. Y no me equivoco, porque en cuanto reaparece siento que a su lado soy enorme. Hay gente que dice que tu felicidad no puede depender de nadie, pero creo que es imposible. Cuando te enamoras no puedes evitar que tu felicidad dependa de la de la persona a la que quieres. Y puede que esté fatal, pero me gusta. Me gusta saber que tengo adicción a sus besos o sus miradas hasta tal punto que las necesito para seguir mi vida. Me he vuelto adepta de sus suspiros ahogados y sus noches de fuego. 

A las dos de la madrugada me llega un mensaje de mi chica informándome de que ya ha acabado su primer día de trabajo. Durante más de media hora me cuenta ilusionada todo lo que ha hecho y yo leo todo encantada de verla tan feliz. Pero cuando se le pasa el momento de exaltación se da cuenta de que son casi las tres y sigo despierta, y la bronca que me echa es buena. Dice que tendría que llevar horas dormida porque mañana empiezo la gira y debo descansar. Me da las buenas noches y desaparece sin más. Lo siguiente que sé de ella son los pitidos de su coche fuera de mi casa a la mañana siguiente. 

Pasamos un largo viaje hasta Asturias. Se ha empeñado en conducir y no hay quién le haga cambiar de opinión. Ni cuando paramos para poner gasolina o comer me deja ocupar el puesto frente volante. 

-Tú limítate a repasar las letras y los bailes y esas cosas. - Me repite una vez más. 



No se me van a olvidar las canciones ni los movimientos por conducir, pero es tan cabezota que logra convencerme de que debo estar concentrada en lo mío. Conduce con la mirada fija en la carretera, pero de vez en cuando me acaricia el muslo con los dedos y sonríe de reojo. Cuando llegamos al hotel dejamos las maletas y pedimos que nos lleven a la habitación la comida porque son más de las cuatro de la tarde y el restaurante está cerrado. Nos sentamos en la cama con las piernas cruzadas, la una frente a la otra, y con las bandejas de pollo entre ambas. 

-Te tengo que contar algo. - Se limpia las manos con la servilleta y asiente para que diga lo que tenga que decir. - Ayer cené con Aitor. 

-¡Anda! ¿Y eso?

-Me lo encontré por la tarde y quedamos. 

-¿Y cómo está? - Para mi sorpresa no parece sentarle mal que me haya encontrado con mi ex. Al revés, sigue comiendo mientras se interesa. 

-Está conociendo a una chica. 

- A ver si le va bien. - Bebe agua y me mira. - El chico se lo merece. 

-Pues sí... Oye, ¿a ti no te importa que me haya visto con él? - No puedo retener la pregunta. 

- Para nada, confío en ti. Además yo siempre te digo que no tienes que tener celos de Marta. No sería justo que yo tuviera celos de Aitor. 

Otra cosa que tenfo que aprender de ella: su manera de controlar los celos. Aprecio esa forma que tiene de confiar en mi y saber que nunca la fallaría. En realidad, no sé por qué yo no hago lo mismo. También soy consciente de que no me engañaría nunca y mi fe hacía mi chica es muy fuerte, pero no puedo evitar sentirme débil cuando la veo con otra chica por la que sintió algo fuerte. Sinceramente, creo que no es desconfianza en ella, sino en mi misma. 

A eso de las ocho llegamos a la prueba de sonido. Todo queda bien a la primera y es un alivio, porque en los últimos conciertos tuvimos problemas para empastar la voz con los instrumentos. Al entrar al camerino veo a Patri sentada en el sofá, haciéndose un selfie con una cara de tonta desmesurada. Me empiezo a reír inmediatamente y se gira de golpe. 

-¿Qué pasa? - Chista y deja el móvil en la mesa. 

-No quería interrumpir... - Murmuro aún con una sonrisa entre los labios. 

-Era una foto para Twitter, imbécil. 

-Pero háztela. - Abro la maleta donde llevo el primer vestuario para el show. - Además, puedes poner que vienes al concierto. - Se gira rápidamente para mirarme. No se cree lo que acabo de decir, y la verdad es que yo tampoco. 

-Eso podría revolucionar Twitter. Hay muchos fans tuyos que ya me siguen porque se creen que somos amigas desde hace mucho... - Habla muy rápido. - El tuit se difundiría en un abrir y cerrar de ojos y habría opiniones de todo tipo. Ya sabes que algunos ya sospechan...

-¿Y ahora te preocupa lo que diga la gente? 

- No, yo lo digo por ti. 

-Pues yo quiero que lo hagas. - Voy hacia ella, abrazándola por la espalda. - Vamos a comprobar si de verdad ese simple tuit la lía tanto como dices. 

Le doy un beso en la mejilla y me siento a su lado, dejándola espacio para no aparecer en la foto. La sube acompañada de las palabras: "Preparada para volver a ver a la jefa dándolo todo en Asturias", y me menciona. Su móvil va recibiendo notificaciones, primero despacio, hasta que en un momento se disparan. Miro mi teléfono y descubro más revuelo aún. Tal y como Patri dijo, el tuit ha llamado la atención de todos los maluleros. No sé cómo lo hacen para enterarse de todo tan rápido, al igual que tampoco sé por qué le he pedido a Patri que haga esto. Por un momento me pongo pálida, nerviosa y débil. Por más que lo intente evitar, le tengo un miedo terrible a exponer mi vida privada. Creo que la prensa sólo estropea las cosas dando datos falsos y calumniando. Pero por otro lado me doy cuenta de que acabo de dar un pequeño paso, y que el qué dirán importa menos si la tengo a ella cerca. Y una brisa de tranquilidad me atraviesa. Soy la primera a la que le aterroriza ser el foco de atención de todos los programas del corazón, pero también soy la que más sufre lo incómodo que es ocultar mi amor hacia alguien tan importante. Cada vez tengo más claro que no voy a aguantar mucho tiempo sin poder agarrar su cintura por la calle. 


Empieza el concierto y lo disfruto al máximo, como todos los anteriores. Ya tenía ganas de volver a esto. Ni Twitter, ni prensa, ni relaciones que ocultar. En el escenario eso no existe. Sólo estamos la banda, el público y yo intentando encajar de la mejor manera posible. Le doy todo a Asturias y ellos me lo dan todo a mi. Gritan, cantan, saltan y me hacen vibrar. Las canciones se van sucediendo cada cual mejor. Admito que, aunque la reunión me seguía pareciendo una tontería, los nuevos trajes son geniales. Mas cómodos que los anteriores, por lo que correr de un lado a otro del escenario es más fácil. Al final, acaba el show y la alegría me desborda. Voy al camerino corriendo como loca y me tiro a los brazos de mi chica. 

-¿Qué te ha parecido? - Envuelve sus manos a mi alrededor con fuerza. 

-¿De verdad hace falta que te responda a eso? - Aprieta mi cara entre sus manos y me da un beso en los labios. Creía que no podía estar mejor tras el concierto pero me equivocaba. Ahora que la tengo junto a mi, besándome, sí que estoy perfecta. - Sólo hay una cosa que quiero decirte... - Silencio durante unos segundos. Para que me ponga nerviosa, claro. - ¿Desde cuándo es tan corto el segundo vestido?

- Desde que cambiamos los vestuarios... ¿No te gusta?

-Me encanta. - Se acerca a mi oreja y respira ahí. Una de sus manos empieza un recorrido que tiene el punto de partida en mi muslo. Va subiendo lentamente, y frena unos segundos al llegar al límite de la falda. Sigue subiendo hasta que su mano se detiene en mi culo, dejando pequeñas caricias. - Estás súper sexy. 


Salimos del recinto en su coche con la esperanza de que no haya mucha gente en la puerta. Pero no vamos a tener esa suerte. Al contrario. Hay más gente que hace muchísimo tiempo. Le pido a Patri que no pare y ni siquiera me atrevo a bajar la ventanilla. Simplemente finjo mi mejor sonrisa y saludo con la mano. Los flashes y gritos aumentan, pero no sólo van dirigidos a mi, también hacia mi novia. Creo que no me equivoco al decir que la gente se fija incluso más en ella que en mi. Por muy rápido que intentemos avanzar resulta imposible con tanta gente de por medio. Patricia está muy tensa. Cuando al fin salimos a la carretera mi chica traga saliva y respira aliviada. Su móvil no para de recibir notificaciones. 

-Por favor, coge mi teléfono y apágalo... - Murmura. 

-¿Estás bien? - Acaricio su mejilla y atisbó una sonrisa en su rostro. 

-Sí, sólo me he agobiado. 

-Por esto mismo quiero contarlo poco a poco... - Cojo su teléfono y lo apago, tal y como ella me ha pedido. 

-No pasa nada, de verdad. - Aparta un momento la mirada de la carretera y me regala una amplia sonrisa. Afortunadamente la veo mucho mejor que hace unos minutos. 

- Primera lección: Desactivar las notificaciones de gente a la que no sigues en Twitter. 

Ahora sí se ríe con ganas. Va a ser complicado, pero lentamente daremos los nuestro a conocer. Habrá dolor, lágrimas y nervios, pero confío en que el amor pueda con eso. Si la distancia y otras personas no han podido, ¿va a poder esto? Yo quiero ser feliz a su lado, sin ocultarme, y llegar a ese punto será un camino empedrado. A veces estaré mal y ella me tendrá que sujetar. Otras veces será ella la que me necesite a mi. Pero siempre y cuando estemos la una para la otra, lo lograremos. 

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