martes, 3 de junio de 2014

Capítulo 26.

Ahora teníamos que empezar de cero. Nada de mentiras. La noche anterior se atrevió a contarme lo de Patricia, y aunque no me gustara oírlo supe que el hecho de que me lo hubiera confesado era más importante. Significaba que confiaba en mí. Sabía lo difícil que era para ella, por eso acabé por perdonarla. 

Además, se lo había prometido. Jamás volvería a alejarme de ella. A partir de ahora, a cada problema le buscaría una solución, y abandonar nunca sería la respuesta.

Nos despertamos en su cama a las diez de la mañana. Ninguno tenía nada que hacer, así que permanecimos allí un rato. Ambos estábamos boca arriba con las manos entrelazadas. Sin palabras. Rodeados de un silencio que no era incómodo, que me permitía saborear mejor la situación. 

-Oye… - Empecé a decir. - ¿Por qué no me dijiste que discutiste con mi madre en el hospital?

Giró la cabeza para mirarme mientras yo seguía observando el techo.

-¿Cómo lo sabes?

-Ayer vino a verme y cuando se enteró de que habíamos discutido me lo confesó. – Malú envolvió mi cuerpo con su brazo y se apoyó en mi hombro. – Le he dicho que no vuelva a hablarme hasta que no acepte que estamos juntos.

-No hagas eso, Aitor.- Musitó. - Tarde o temprano se dará cuenta de que te quiero.

-Y mientras se lo piensa no quiero que esté a mi lado. – Suspiré. – Espero que no tarde en darse cuenta…

La cantante se dio cuenta de que estaba afectado. Me dio un pequeño beso en el pecho y empezó a trazar círculos en mi vientre. No solía discutir con mi madre y me sentaba fatal haberlo hecho, pero era su culpa. A veces era extremadamente tozuda. No era la primera vez que nos pasaba esto. Cada vez que yo estaba ilusionado con algo aparecía ella para advertirme de que podía salir mal. Era muy raro que me dedicara algunas palabras de cariño o apoyo. Poco a poco me había acostumbrado, pero llega un punto en que me canso. El vaso se va llenando hasta desbordarse, y eso es lo que me pasa a mí. Aguanto y aguanto hasta que no puedo más.

-Hablando de padres… Tendrás que conocer a los míos. – Rompió el silencio mi chica para dejarme de piedra. 

-Ni de coña. Aún es pronto, ¿no? – Quité su cabeza de encima y me senté sobre la cama. Empecé a sudar. Me aterraba la idea de conocerles y no caerles bien.

-No seas tonto. – Se sentó a mi lado. – Mi padre no sabe nada, pero mi madre sí y está deseando conocerte.

-¿La misma madre que ayer intentó que volvieras con tu ex? – La miré con cara vacilante.

-Pero eso es porque aún no te conoce. – Cambió su postura y se sentó sobre mí. Me pellizcó las mejillas con sus dedos. – Eres el yerno perfecto.

-Pero… - Me besó lentamente en la boca. Tiernamente. – Eso no vale Malú. Es trampa.

-Porfi, porfi… - Empezó a llenarme la cara de besos.

-Malú que me conozco… - Intenté quitármela de encima pero se aferró con más fuerza. 

-Por favor… - Se adentró en mi cuello y pasó delicadamente su lengua por él, llevándome a otro planeta del que sabía que sería difícil escapar. 

-Está bien… - Me rendí. Había conseguido lo que quería. – Pero no vuelvas a jugar sucio.

-¡Genial! – Se levanto rápidamente. – Te quiero.

-¡Gorda! No me puedes dejar así. – Una vez logrado su objetivo me dejó tirado en la cama con ganas de más. Más de ella. Siempre se salía con la suya.

Volvió a la habitación con el teléfono en la mano y comenzó a marcar. Yo la observaba extrañado desde la cama y me hizo un gesto para que esperara.

-Hola mamá.

¿Cómo? ¡Anda que había tardado! Acababa de aceptar a la fuerza lo de conocerles y ya estaba llamándoles. Les dijo que si quedaban para comer ese mismo día. La mujer debió contestar afirmativamente, porque sonrió como una niña pequeña. 



Unos minutos después colgó y tiró el móvil a la cama.

-Ponte guapo que tenemos planes.

-Aquí no tengo ropa. – Me excusé.

-Pues me arreglo y vamos a tu casa.

Su móvil empezó a vibrar.

-Puede que sea tu madre para cancelar la comida. – Puse una sonrisa de oreja a oreja y me castigó dándome una colleja.

La dejé ahí y me levanté para ir al baño. Conocer a los padres de tu pareja es el momento más incómodo de una relación. Podían pasar dos cosas: les caes de lujo y se rinden a tus pies, o les caes fatal e intentan destrozar la relación. La primera opción sería genial, pero existen posibilidades de la segunda y yo preferiría no arriesgar. Cuando salí del servicio me encontré a Malú sentada en el suelo con las manos en la cara.

-Malú, ¿qué pasa? – Me agaché y acaricié su espalda.

-La he cagado… - Era lo único que decía una y otra vez.

-Pero cuéntame, no lo entiendo. – La agarré de las axilas y la puse de pie. - ¿Quién ha llamado?

-Era Rosa. –Dijo en voz baja.

-¿Y qué decía? – Me estaba preocupando y yo tenía que sacarle las respuesta con sacacorchos. 

-Van a publicar fotos mías con Patricia corriendo por Madrid.

-Bueno, la gente pensará que sois dos amigas. – La abracé. – No tienen por qué pensar otra cosa.

-No lo entiendes… La prensa es muy cargante. – Se separó de mí.

-Pero no os descubrieron en los años que estuvisteis juntas.

-Exacto. No nos dejábamos ver juntas fácilmente. Cuidamos mucho todo. – Estaba a punto de ponerse a llorar. – Sin embargo, ayer con la locura de correr de la mano por Madrid la cagamos. Soy imbécil…

-No digas eso… - Intenté calmarla. La llevé hasta la cama para que se sentara porque sentí que sus piernas estában a punto de perder la poca fuerza que les quedaba. 

- Van a empezar a investigar y descubrirán todo. Algunas fans ya tenían sospechas.

-¿Y qué pasaría si lo supiesen? - Me interesé. Tampoco lo entendía. Si sus fans la querían tanto como parecía comprenderían la situación y seguirían dándole más importancia a su música que a su vida privada. 

-Llevo toda la vida intentando que mi vida privada no se descubra. Odio ese mundo. Soy cantante, nada más. – Se puso seria.

-Malú…  A veces es mejor coger al toro por los cuernos. No puedes vivir con ese miedo.

-Joder, pero…

-¿Y si confesamos lo nuestro? – La interrumpí. – La gente no se fijaría en la noticia de Patricia. ¿Qué te parece?

“Diles,
Que nuestro amor es grande como el universo.”


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