domingo, 22 de junio de 2014

Capítulo 32.

Una vez más, un concierto conseguía alegrarme el día. El público de Málaga me logró transmitir todo el ánimo que necesitaba con sus aplausos y entrega durante el show. En los momentos en los que tenían que hacerlo, coreaban cada canción como si no hubiera mañana. Cuando la actuación requería silencio, ellos enmudecían y  me escuchaban con todos sus sentidos. Siempre me emociono al cantar algunas canciones, pero esta vez me sentía más sensible, y las lágrimas brotaban de mis ojos con mayor facilidad.



Al acabar, me dirigí a la sala donde se encontraba  la banda. Todos estaban eufóricos por lo bien que se había dado la noche. Mi hermano, Yago y Julián devoraban la comida que nos habían dejado en la mesa. Los demás charlaban a un lado con amplias sonrisas.

-¡Hermanita! – José corrió hacia mí con la boca llena de canapés. - ¡Qué grande eres!

-Tú también… pero trágate eso antes de hablarme. – Reí.

Charlé un rato con ellos hasta que Rosa me dijo que el coche que me llevaba a casa llegaría en menos de media hora. Los chicos esperarían al día siguiente para abandonar la ciudad, pero yo siempre prefería ir a casa aunque tuviera que pasar la noche en un vehículo. En este caso el viaje sería largo, así que me quedaría dormida.

Ya en mi camerino me empecé a desnudar para darme una ducha rápida. Justo cuando me quité la camiseta, la puerta se abrió.

-¡Qué conciertazo! – Chilló Patricia. Rápidamente me tapé con la camiseta que me acababa de quitar.

-Joder Patri. ¡Llama a la puerta!

-No voy a ver nada que no haya visto ya… - Sonrió de forma pícara.

-Sal ya, por favor. – Le rogué. – Si no te das prisa se van a ir al hotel sin ti.

-¿Al hotel? – Preguntó extrañada levantando una ceja. – Yo me voy a Madrid contigo.

-Ni de coña. – Esa chica cada vez me sorprendía más. - Sabes que ya no estamos juntas. 

-Por eso mismo, amor. – Volvió a sonreír de manera provocativa. – Te estoy haciendo el favor de posar contigo frente a la prensa fingiendo que somos amiguitas.

-No pusiste ningún inconveniente cuando te llamé. – Reproché.

-Lo hice por ti, joder. ¿No te das cuenta? – Bajó la cabeza suspirando y alzó la voz. – No me resulta fácil estar todo el día a tu lado sabiendo que no puedo abrazarte o besarte como lo hacía antes. Ya te dejé claro que sigo enamorada de ti… pero tú también me dejaste claro a mí que las cosas han cambiado. Estoy aguantando todas tus dudas e indecisiones por tí, joder. 

La chica tenía toda la razón. Mi mánager me aseguró que lo mejor sería seguir el plan con la prensa. Fue complicado hablar con Patricia después de haberla dejado así la otra noche en su casa, pero conseguí armarme de valor y llamarla. Y ella, tan genial como siempre, aceptó inmediatamente sin poner pegas. Hasta este momento no habíamos vuelto a hablar del tema. Con sus palabras hizo que me sintiera como una egoísta. La pobre me estaba ofreciendo su apoyo y yo nunca me había parado a pensar en todo el daño que podía causarle.

-Espérame en el coche…  - Dije casi en un suspiro.

- Genial.  – Me dio un efusivo abrazo y una palmada en el trasero antes de salir por la puerta.

-¡No me toques el culo! – Chillé, pero la chica ya había salido corriendo del camerino.

Cuando entré en el  vehículo veinte minutos más tarde vi que la fotógrafa se había quedado dormida. Su cuello estaba torcido de una forma probablemente dolorosa para ella, pero que a mí me provocó la risa. Delicadamente tomé su cabeza con mis manos y la puse apoyada en mi hombro para que descansara mejor. Estaba tan sumamente dormida que no se percató de nada. Aún tenía esa adorable sonrisa que se le escapaba cuando dormía. Parecía que sus sueños siempre eran bonitos. Le indiqué al conductor la dirección de Patri para que pasara por allí antes de dejarme en mi casa y me puse el iPod hasta que el sueño se apoderó de mí.

Me desperté al sentir los labios de la joven en mi frente. Esos gestos me hacían temblar el alma y despertaban algo en mi que ya creía totalmente acabado. 

-Hasta mañana. – Me dedicó una amplia sonrisa y bajó del vehículo.

Eso significaba que quedaba menos de una hora para llegar al fin a mi hogar. Ya eran más de las ocho de la mañana. No logré volver a conciliar el sueño, así que me dediqué a observar  los primeros rayos del sol iluminando la ciudad. Era algo que me gustaba hacer cuando podía. Ver como empieza otro día más, con nuevas metas. 

Nada más llegar me puse a sacar la ropa de la pequeña maleta. Cuando acabé, decidí coger algo para comer. Era la hora de desayunar, pero a mí me apetecía tomar algo más contundente. Rebusqué entre el frigorífico y los armarios en busca de algo apetecible. Con tanto lío no había tenido tiempo ni de comprar, ni de encargarle a alguien que lo hiciera por mí, así que estaba todo bastante vacío. Tras mucho pensar, me preparé unos huevos con bacon, al más puro estilo americano.

Mi manjar matinal se vio interrumpido cuando sonó el timbre de casa. Al abrir la puerta me encontré a un chico con gorra que me resultaba familiar. Portaba una gran caja con pequeños agujeros.

-¿María Lucía Sánchez Benítez? – preguntó.

-Sí, soy yo.

-Esto es para usted. – Me tendió una libreta. – Firme aquí, por favor.

Obedecí y le dejé pasar para que dejase el paquete en la entrada. Tenía pinta de pesar bastante. Cuando me quedé sola con la caja me puse a observarla minuciosamente. Era de cartón y estaba decorada con un lazo rojo en la parte superior. Lo más extraño fue que no tenía nada donde pusiera de quién era, ni dirección, ni nada por el estilo…
Al abrirla, me encontré con un pequeño chihuahua color canela escondido entre papeles de periódico. Al principio estaba adormilado, pero en cuanto me vio comenzó a dar saltos y ladrar. Le cogí para acercármelo y pasó su lengua por mi cara en repetidas ocasiones. Se podría decir que fue un amor a primera vista canino muy especial.



De su cuello colgaba una chapa con forma de hueso que aún no tenía ningún nombre grabado. Rebusqué entre los periódicos hasta que encontré un sobre blanco en el que ponía “Para Malú”. Dejé al perro a un lado y leí lo que ponía en aquella carta.

“Sé que te encantan los animales, así que me ha apetecido añadir esta monada a tu zoo. Espero que te haya gustado. Malú, he intentado empezar mi vida sin ti porque tras lo del otrodía  me sentí un idiota. Al engañarme con ella me rompiste en mil pedazos. Pero a la vez me ha servido para darme cuenta de que el tiempo que hemos pasado juntos ha sido increíble y que ahora no me imagino una vida lejos de ti. No sé si te importo o no… pero necesito saberlo.
Si te has dado cuenta durante estos días de que puedes vivir sin mí coge al perro, ponle un nombre y quédatelo como recuerdo de eso que vivimos, que para mí fue mágico.
En cambio, si sientes que aún podemos retomar lo nuestro, abre la puerta de tu casa. Estaré ahí esperando para ponerle un nombre juntos al chihuahua y pasar una vida a tu lado.
Solo te pido una cosa, si no quieres estar conmigo como pareja no abras la puerta, por favor. No me veo capaz de tener una relación de amistad contigo, al menos por ahora.
TE QUIERE, Aitor.”

Mientras leía aquello algunas lágrimas se habían empezado a deslizar por mis mejillas. Pero en ese momento parecía que empezaba a ver las cosas claras. Puede que me equivocase, pero me iba a aferrar a ese atisbo de certeza que parecía pasar por mis pensamientos. Me apresuré hasta la puerta y le abrí de golpe. Ahí estaba él. Me abalancé a sus brazos. Nos fundimos en un largo beso, quizá el mejor de todos los que nos habíamos dado por el significado que tenía.

-Te quiero. – Susurré.

-Y yo a ti. – Selló mis labios con otro corto beso. – Dime, ¿cómo vamos a llamar al perro?

“Te pido que pienses en todo lo bueno, yo te daré todo lo que tengo.
Te voy a proteger entre mis brazos.
Y seré aquello que siempre has soñado.”

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