Una vez más, un concierto conseguía alegrarme el día. El
público de Málaga me logró transmitir todo el ánimo que necesitaba con sus
aplausos y entrega durante el show. En los momentos en los que tenían que
hacerlo, coreaban cada canción como si no hubiera mañana. Cuando la actuación
requería silencio, ellos enmudecían y me
escuchaban con todos sus sentidos. Siempre me emociono al cantar algunas
canciones, pero esta vez me sentía más sensible, y las lágrimas brotaban de mis
ojos con mayor facilidad.
Al acabar, me dirigí a la sala donde se encontraba la banda. Todos estaban eufóricos por lo bien
que se había dado la noche. Mi hermano, Yago y Julián devoraban la comida que
nos habían dejado en la mesa. Los demás charlaban a un lado con amplias
sonrisas.
-¡Hermanita! – José corrió hacia mí con la boca llena de
canapés. - ¡Qué grande eres!
-Tú también… pero trágate eso antes de hablarme. – Reí.
Charlé un rato con ellos hasta que Rosa me dijo que el coche
que me llevaba a casa llegaría en menos de media hora. Los chicos esperarían al
día siguiente para abandonar la ciudad, pero yo siempre prefería ir a casa
aunque tuviera que pasar la noche en un vehículo. En este caso el viaje sería
largo, así que me quedaría dormida.
Ya en mi camerino me empecé a desnudar para darme una ducha
rápida. Justo cuando me quité la camiseta, la puerta se abrió.
-¡Qué conciertazo! – Chilló Patricia. Rápidamente me tapé
con la camiseta que me acababa de quitar.
-Joder Patri. ¡Llama a la puerta!
-No voy a ver nada que no haya visto ya… - Sonrió de forma
pícara.
-Sal ya, por favor. – Le rogué. – Si no te das prisa se van
a ir al hotel sin ti.
-¿Al hotel? – Preguntó extrañada levantando una ceja. – Yo
me voy a Madrid contigo.
-Ni de coña. – Esa chica cada vez me sorprendía más. - Sabes que ya no estamos juntas.
-Por eso mismo, amor. – Volvió a sonreír de manera
provocativa. – Te estoy haciendo el favor de posar contigo frente a la prensa
fingiendo que somos amiguitas.
-No pusiste ningún inconveniente cuando te llamé. –
Reproché.
-Lo hice por ti, joder. ¿No te das cuenta? – Bajó la cabeza
suspirando y alzó la voz. – No me resulta fácil estar todo el día a tu lado sabiendo que no
puedo abrazarte o besarte como lo hacía antes. Ya te dejé claro que sigo
enamorada de ti… pero tú también me dejaste claro a mí que las cosas han
cambiado. Estoy aguantando todas tus dudas e indecisiones por tí, joder.
La chica tenía toda la razón. Mi mánager me aseguró que lo
mejor sería seguir el plan con la prensa. Fue complicado hablar con Patricia
después de haberla dejado así la otra noche en su casa, pero conseguí armarme
de valor y llamarla. Y ella, tan genial como siempre, aceptó inmediatamente sin
poner pegas. Hasta este momento no habíamos vuelto a hablar del tema. Con sus
palabras hizo que me sintiera como una egoísta. La pobre me estaba ofreciendo
su apoyo y yo nunca me había parado a pensar en todo el daño que podía
causarle.
-Espérame en el coche…
- Dije casi en un suspiro.
- Genial. – Me dio un
efusivo abrazo y una palmada en el trasero antes de salir por la puerta.
-¡No me toques el culo! – Chillé, pero la chica ya había
salido corriendo del camerino.
Cuando entré en el
vehículo veinte minutos más tarde vi que la fotógrafa se había quedado
dormida. Su cuello estaba torcido de una forma probablemente dolorosa para
ella, pero que a mí me provocó la risa. Delicadamente tomé su cabeza con mis manos
y la puse apoyada en mi hombro para que descansara mejor. Estaba tan sumamente dormida que no se percató
de nada. Aún tenía esa adorable sonrisa que se le escapaba cuando dormía. Parecía que sus sueños siempre eran bonitos. Le indiqué al conductor la dirección de Patri para que pasara por allí
antes de dejarme en mi casa y me puse el iPod hasta que el sueño se apoderó de
mí.
Me desperté al sentir los labios de la joven en mi frente. Esos gestos me hacían temblar el alma y despertaban algo en mi que ya creía totalmente acabado.
-Hasta mañana. – Me dedicó una amplia sonrisa y bajó del
vehículo.
Eso significaba que quedaba menos de una hora para llegar al
fin a mi hogar. Ya eran más de las ocho de la mañana. No logré volver a
conciliar el sueño, así que me dediqué a observar los primeros rayos del sol iluminando la
ciudad. Era algo que me gustaba hacer cuando podía. Ver como empieza otro día más, con nuevas metas.
Nada más llegar me puse a sacar la ropa de la pequeña
maleta. Cuando acabé, decidí coger algo para comer. Era la hora de desayunar,
pero a mí me apetecía tomar algo más contundente. Rebusqué entre el frigorífico
y los armarios en busca de algo apetecible. Con tanto lío no había tenido
tiempo ni de comprar, ni de encargarle a alguien que lo hiciera por mí, así que
estaba todo bastante vacío. Tras mucho pensar, me preparé unos huevos con
bacon, al más puro estilo americano.
Mi manjar matinal se vio interrumpido cuando sonó el timbre
de casa. Al abrir la puerta me encontré a un chico con gorra que me resultaba familiar. Portaba una gran caja con pequeños agujeros.
-¿María Lucía Sánchez Benítez? – preguntó.
-Sí, soy yo.
-Esto es para usted. – Me tendió una libreta. – Firme aquí,
por favor.
Obedecí y le dejé pasar para que dejase el paquete en la
entrada. Tenía pinta de pesar bastante. Cuando me quedé sola con la caja me
puse a observarla minuciosamente. Era de cartón y estaba decorada con un lazo
rojo en la parte superior. Lo más extraño fue que no tenía nada donde pusiera
de quién era, ni dirección, ni nada por el estilo…
Al abrirla, me encontré con un pequeño chihuahua color
canela escondido entre papeles de periódico. Al principio estaba adormilado,
pero en cuanto me vio comenzó a dar saltos y ladrar. Le cogí para acercármelo y
pasó su lengua por mi cara en repetidas ocasiones. Se podría decir que fue un
amor a primera vista canino muy especial.
De su cuello colgaba una chapa con forma de hueso que aún no
tenía ningún nombre grabado. Rebusqué entre los periódicos hasta que encontré
un sobre blanco en el que ponía “Para Malú”. Dejé al perro a un lado y leí lo
que ponía en aquella carta.
“Sé que te encantan
los animales, así que me ha apetecido añadir esta monada a tu zoo. Espero que
te haya gustado. Malú, he intentado empezar mi vida sin ti porque tras lo del
otrodía me sentí un idiota. Al engañarme con ella me rompiste en mil pedazos.
Pero a la vez me ha servido para darme cuenta de que el tiempo que hemos pasado
juntos ha sido increíble y que ahora no me imagino una vida lejos de ti. No sé
si te importo o no… pero necesito saberlo.
Si te has dado cuenta
durante estos días de que puedes vivir sin mí coge al perro, ponle un nombre y
quédatelo como recuerdo de eso que vivimos, que para mí fue mágico.
En cambio, si sientes que aún podemos retomar lo nuestro, abre la puerta de tu casa. Estaré ahí esperando para ponerle
un nombre juntos al chihuahua y pasar una vida a tu lado.
Solo te pido una cosa,
si no quieres estar conmigo como pareja no abras la puerta, por favor. No me
veo capaz de tener una relación de amistad contigo, al menos por ahora.
TE QUIERE, Aitor.”
Mientras leía aquello algunas lágrimas se habían empezado a
deslizar por mis mejillas. Pero en ese momento parecía que empezaba a ver las cosas claras. Puede que me equivocase, pero me iba a aferrar a ese atisbo de certeza que parecía pasar por mis pensamientos. Me apresuré hasta la
puerta y le abrí de golpe. Ahí estaba él. Me abalancé a sus brazos. Nos
fundimos en un largo beso, quizá el mejor de todos los que nos habíamos dado
por el significado que tenía.
-Te quiero. – Susurré.
-Y yo a ti. – Selló mis labios con otro corto beso. – Dime,
¿cómo vamos a llamar al perro?
“Te pido que pienses en todo lo bueno, yo te daré todo lo que tengo.
Te voy a proteger entre mis brazos.
Y seré aquello que siempre has soñado.”
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