viernes, 22 de agosto de 2014

TAL VEZ LA CULPA ES DE LAS DOS. (2x06)


Narra Patricia. 

-Malú, la llevo a su casa y vuelvo. No te preocupes. 

-No, si yo no me preocupo. - Sonríe irónica. - Sólo que no me hace especial ilusión que te vayas de tu fiesta de cumpleaños para llevarte a la borracha de tu ex. 

-¡Ya estamos! Antes de ser mi ex, es mi amiga. Y si veo que una amiga la está cagando intento impedírselo. 

-Haz lo que te de la gana. 

Se da la vuelta y desaparece entre la gente. Siento mucho que no le parezca bien, pero la decisión está tomada. No podía dejar allí a Marta en esas condiciones. Tengo que llevarla a su casa, alejada de cualquier peligro. Antes era ella la que cuidaba de mi y ahora cambiábamos los roles. Protegerla es lo que más me importa en estos momentos. Los bailes y regalos pueden esperar. Voy hacia donde está y la aparto de Roberto. Por su cara deduzco que no le hace gracia que aparezca así, pero me da igual. La arrastro hasta sacarla del local. Está tan borracha que le cuesta dar dos pasos seguidos, y se sienta en el suelo en cuanto llegamos a la calle. Nunca la había visto así. En todo el tiempo que estuvimos juntas la única que se había emborrachado de tal forma era yo. 

-¿Qué cojones has hecho? - Pregunto aún sabiendo que no voy a obtener respuesta. 

Nos subimos al taxi y apenas tardamos quince minutos en llegar a su casa. Marta comparte piso con varias amigas, pero todas están aún en mi fiesta. Cuando pienso en esto recuerdo lo enfadada que debe estar Malú, así que me doy prisa. Rebusco en su bolso hasta encontrar las llaves y abro yo misma la puerta. La cojo de la cintura y hago que uno de sus brazos me rodeé por los hombros. 

-¿Cuál es tu habitación? - Señala una puerta y, sin que me lo espere, salta sobre mi. Me envuelve la cintura con las piernas y esconde la cabeza en mi cuello, donde va depositando pequeños besos. - Marta, para. - Le pido mientras ando con ella en brazos. 

-Patri, tengo ganas de...

-De dormir. - Interrumpo y la tumbo en la cama delicadamente. - Acuéstate tranquila que yo me voy. 

-No, espera. - Se mete bajo las sábanas. - Tráeme agua, por favor. 

Asiento y voy a la cocina. El piso está realmente desordenado, como la mayoría de apartamentos compartidos. Calcetines por el suelo, platos sin fregar y restos de tabaco en la encimera. Además, recordaba perfectamente el desastre que era Marta para las cosas del hogar. Le daba igual el orden. Lo normal era ir a su casa y encontrarte montañas de ropa por los suelos que atemorizaban a cualquiera. Su madre siempre venía a decirme que tenía que llevarla por e buen camino. Y prometo que lo intenté, pero las palabras 'Marta' y 'desorden' son inseparables. Al volver a la habitación por poco se me cae el vaso de la mano, literalmente, porque salta sobre mi y sigue con los besos por el cuello. 

-No me jodas, Martita. - Dejo el vaso en una mesa e intento quitármela de encima. - Suelta. 

-Estás deseándolo. - Susurra. 

-¡Qué no! - La tiro a la cama y pretendo irme, pero me coge del brazo dándome la vuelta. Nuestros labios, ojos y respiraciones se acercan. Demasiado. Se lanza a besarme sin temor, aunque la esquivo ágilmente y sus labios impactan en mi mejilla. - Vale. Se acabó. Me voy. 

Se tumba en la cama refunfuñando y yo aprovecho la tregua para abandonar la casa. Estoy sudando y con el pulso alterado. No puedo cagarla con Malú. No quiero. Ella lo es todo para mi y perderla sería el detonante que arruinaría mi vida. Y ahora tengo un desquiciante debate interno, porque no sé sí contarle a mi chica lo que ha pasado o reservármelo. Es una tontería. Al fin y al cabo yo he rechazado cada intento de aproximarse por parte de Marta. Pero conozco a Malú, y con el enfado que lleva encima le daría exactamente igual quién tuviera la culpa. Podría decirle "Marta ha intentado besarme pero me he apartado", y ella entendería que nos hemos dado un beso apasionado. Con todas estas dudas vuelvo a mi fiesta. Aparentemente no ha cambiado nada. La gente baila, coquetea, bebe... Menos Malú, que a primera vista parece no estar por ahí. 

-Melen, ¿has visto a Malú? - Pregunto cuando le veo ir hacia la barra. 

-Tu chica se ha convertido en el centro de la fiesta. - Se ríe y pide una copa. - No sé qué le ha pasado, pero prácticamente no ha bebido y está desatada. 

Dirijo mi mirada al centro de la pista y la veo. Mueve sus caderas a la perfección entre el gentío. Parece que todos los que están a su alrededor bailan en torno a ella. Cada movimiento de su cuerpo desencadena en otro igual de sensual que el anterior. Baila como si la música le saliera del cuerpo. Es consciente de que es el centro de todas las miradas y, a veces, decide matarnos regalándonos una de esas sonrisas suyas. En el local la luz es escasa y tenue, pero ella es capaz de destacar y hacerse ver. Brilla más que nadie. 



Y cuando me doy cuenta ya ha acabado la canción y empieza otra. Se la ve contenta y tengo la esperanza de que se le haya pasado el cabreo, así que me acerco. Para mi sorpresa se mueve conmigo con un juego especial. Diferente. Trata de provocarme. Se pega mucho a mi, aunque intento buscar su mirada y no la encuentro. Respira en mi cuello y se ríe, volviéndome un poquito más loca si cabe. Pero cada vez que mis labios toman dirección hacia los suyos se aparta. Si lo que quiere es dejarme con ganas de más lo está consiguiendo. En ese tira y afloja pasamos varias canciones. Hasta que no puedo más y necesito besarla de una vez por todas. O ni eso, necesito más, necesito hacerla mía. 

-Cielo, ¿nos vamos a mi casa? - Propongo en un susurro. 

-No me apetece. Estoy cansada así que me voy a casa a dormir. - Y sin más coge su bolso de una silla y se encamina hacia la puerta de salida, dejándome con una cara de idiota inimaginable. 

-Espera. - Cojo mis cosas y la sigo apresuradamente. - No me puedes dejar así. 

-¿Así cómo? - Sonríe como si nada. Una sonrisa que hace que las mariposas que ella misma crea en mi estómago desaparezcan y se enciendan mis demonios más profundos. 

-¡Desde que he vuelto me estabas provocando con tus putos bailecitos! - Grito. - ¡Y ahora me dices que te vas sin más! 

-Bueno, no te pongas así. - Su tono sigue de lo más relajado posible. - Te puedes echar un cubo de agua fría encima para quitarte el calentón, o sino te vas con Marta, que seguro que te recibe encantada. - Y ahí estaba el truco. Me irritan sus palabras tanto que tengo que respirar varias veces antes de hablar para no ponerme a chillar como loca. 

-Ya decía yo que todo era demasiado bonito... - Aprieto los puños hasta que siento que las uñas se me clavan en la piel. 

-Bonito hubiera sido que la fiesta siguiera su curso, sin una ex borracha, y acabáramos la noche en mi cama. - Sin darme cuenta ya estamos frente a su coche. - Pero lo has jodido todo. Por quedar bien con Marta me has dejado a mi de lado. 

Se mete en el coche dando un portazo y arranca sin dejarme tiempo para impedírselo. Veo su vehículo desaparecer por la calle y lloro. Lloro porque me ha hecho sentir culpable por unos segundos cuando sé que no he hecho nada. La rabia me hierve en la sangre. Hago a la luna testigo de mis gritos. Y no dejo de chillar hasta que me desgarro la garganta, porque tengo la esperanza de que el dolor físico alivie el emocional. Pero me equivoco como tantas otras veces, y lo que hago es empeorar. Paro a un taxi que pasa por ahí y me meto, aún con los ojos llenos de lágrimas. 



Cuando llego a casa me desvisto y dejo que mis pensamientos me sigan hiriendo en la cama. La quiero, joder. Más que a nada en el mundo. Y por eso estoy así. Porque me mata que no se fíe de mi después de tantos años demostrándole que es la chica de mi vida y que haría cualquier cosa porque lo nuestro fuese para siempre. Le ciegan los celos de tal forma que hace temblar los cimientos de nuestra relación. Ya no sé cómo decirle que puedo cagarla un millón de veces, pero lo que siento por ella seguirá siendo indestructible. Que yo no sé vivir para otra cosa que no sea verla sonreír. Perdemos la confianza, y sin confianza no hay nada. En un suspiro se me pasa la noche y veo el amanecer con los ojos teñidos de rojo. Desayuno un café que me sabe a lágrimas y el malestar parece no querer cesar. Llevaba mucho tiempo en el que lo primero que veía al despertarme eran sus labios. Ahora no lo tengo y lo echo de menos. Y sólo ha sido un día, así que no quiero imaginarme más tiempo separadas. Entre tanto pensamiento suena mi móvil. Corro hacia él con la esperanza de que fuese ella, pero la pantalla no trae tan buenas noticias. Es Marta. 

- Hola. - No puedo ocultar la decepción en el tono de mi voz. 

-Hola, Patri. - Traga saliva. - Oye, las chicas me han dicho que ayer la lié y tu me trajiste a casa. Muchas gracias... - Murmura. 

- No pasa nada, mujer. 

- ¿La lié mucho? 

- Pues bastante, la verdad... - Quise sonreír, pero recordé cómo había acabado la noche por su borrachera. 

-Joder, soy una imbécil. - Bufa. - Solo sé que empecé a beber y... No pude parar...

- No te preocupes, en serio. Puede pasarle a cualquiera. 

- ¿Tomamos un café y me cuentas lo que hice?
 
- No sé... - Me paro a pensar. Dudo que verla sea lo mejor, pero necesito despejarme. Quedarme en casa sola ahogándome con mis propias lágrimas acabaría conmigo. - Venga, vale. Vente aquí y de paso conoces mi piso nuevo. 

-Va, envíame la dirección y en un rato estoy ahí. 

Me hago un moño sin mucho esmero y me pongo una camiseta de tirantes con un vaquero corto. Intento disimular con maquillaje la mala noche que llevo encima, pero me resulta imposible. Los ojos me delatan. Estoy mal y lo estaré hasta que aclaremos las cosas. Y sé perfectamente que ella está tan mal como yo aunque ninguna nos lo digamos. Me la imagino llorando en la cama comiendo helado de chocolate, igual que hacía en mi hombro cuando algo le iba mal. Y me hundo. Porque me vuelvo a sentir culpable y ahora no sé si tengo motivos. ¿He hecho mal en ir a ayudar a una amiga y dejar a Malú de lado? Ya no lo sé. Y sin darme cuenta las lagrimas vuelven a brotar de mis ojos cuando llaman a la puerta. Abro y me encuentro a Marta con unas enormes gafas de sol que ocultan el desfase de anoche. La invito a pasar y le enseño la casa mientras se prepara el café. 

-Tú también tienes mala cara. - Comenta. - ¿También te emborrachaste anoche? 

-No... No he dormido nada. - Nos sentamos en el sofá con los cafés en la mano. - Tengo una novia muy celosa. 

-¿Os habéis enfadado por mi culpa? - Pregunta exaltada. 

-La culpa no es tuya. Es suya, o mía, o puede que de las dos... 

-Cuéntame lo de anoche, anda. Porque no me entero de nada. - Eso hice. Le conté absolutamente todo. Desde que la vimos con Roberto en la barra hasta mi noche de llorera, pasando por su intento de beso. Escuchaba atentamente alucinando con todo lo que le decía. - Definitivamente soy imbécil. Perdóname, sí es culpa mía. Sabías que si venías a rescatarme Malú se enfadaría y aún así lo hiciste. 

-Te debo muchas... 

-No me debes nada. Olvídate del pasado, Patri.

-Pero joder, Marta. - Vuelvo a llorar. - Contigo la cagué y ahora...

-Ahora nada. Hemos cambiado. - Me abraza y mojo con lágrimas su hombro. - Y siento haberte intentado besar anoche. Mi novia me llamó con malas noticias y no se me ocurrió otra cosa que beber hasta reventar. 

-¿Tu novia? - Me separo y me limpio la cara. 

-Bueno, novia o ex... No lo sé. - Ahora son sus ojos los que se tienen que contener para no inundarse. - Ya te lo contaré con tranquilidad, pero ahora tengo una idea. 

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