No nos equivocábamos al decir que íbamos a pasar las mejores vacaciones de nuestras vidas. Voy a echar de menos muchas cosas, como no escondernos para abrazarnos, tener su presencia conmigo las veinticuatro horas del día o dormir con las piernas entrelazadas a las suyas todas las noches. Son cosas que en Madrid se complican y seguramente no podamos llevar a cabo. Ella tiene su casa, yo la mía. Ella tiene sus ocupaciones, yo las mías. Pero no tengo miedo de volver a la rutina porque... ¿Rutina? Con ella esa palabra carece de significado. A su lado no sé lo que es pasar dos días iguales. Le pone a cada momento su especial magia que lo hace irrepetible, inmejorable e irremediablemente perfecto. Una vez, tumbadas en mi cama y sin ropa de por medio, le pregunté por qué hacía tantas locuras.
-Los días no son simplemente un conjunto de horas, minutos y segundos. Es más que eso. - Su mirada se clavaba en el techo con una débil sonrisa en los labios. - Es necesario hacer cosas que marquen nuestros días. Sentir que ha merecido la pena levantarse de la cama. No me veo capaz de conciliar el sueño si al acostarme no sé destacar ningún momento de mi día. Necesitamos acción. La esencia de la vida es crear recuerdos que nos acompañen para siempre. Y no quiero arrepentirme de no haber experimentado lo suficiente cuando esté a punto de morir.
Me lo dijo, sonrió y se quedó tal cual. Y a mi me pareció una gran definición para describir su forma de vivir, tan diferente a la mía. Yo tenía una rutina constante hasta que llegó ella. Grabar, ensayar, promociones, conciertos... Y de vez en cuando respirar. Tampoco me quejo, porque al fin y al cabo vivo por y para la música, que es lo que realmente me llena. Aunque cuando llegó ella descubrí otra forma de afrontar mi día a día. Seguía con mis tareas de cantante, pero lo complementaba con dosis de magia que ella me proporcionaba. Y más tarde me di cuenta de que esas mismas dosis son las que me hacen llegar a la cama por las noches sabiendo que había merecido la pena despertarse por la mañana, tal y como me explicaba mi chica. Juntas habíamos aprendido a congeniar nuestras formas de vivir creando una unión que nos hacía plenamente felices.
-¡Ay, mis niñas! - Mi madre nos envuelve a ambas entre los brazos en cuanto abre la puerta. En la sala resuenan los sonoros besos que nos da. - ¡Por fin juntas de nuevo!
-Pepi, ni te imaginas lo que he echado de menos el puchero de los domingos. - Dice mi chica, al parecer totalmente en serio.
-Serás pelota... - Murmuro mirándola con los ojos y la boca igual de abiertos.
-Pelota nada. Es que el puchero de tu madre es mucho hablar.
-Di que sí, corazón. - Mi madre coge a Patri del hombro y empiezan a andar hacia el salón. - Pues hoy no es domingo, pero como sabía que venías he hecho un puchero de los grandes.
Mi chica gira la cabeza y me lanza un beso. Ya echaba de menos a Patri con mi familia. Se los tenía ganados a todos igual que me ganó a mi. Ella es así. Conquista por su personalidad, tan dulce y a la vez tan pura. A veces no sé distinguir si es que está loca o lo que pasa es que es tan inocente que no sabe lo que hace. Pero no, la realidad no esa. La realidad es que es locamente inteligente o inteligentemente loca. Depende de la situación.
En cuanto mi padre aparece por la puerta del patio Patri sale corriendo a abrazarle. Hacía muchísimo tiempo que no se veían. Desde el principio mi padre la trató como a una más de la familia. Recuerdo perfectamente cómo, con toda la ternura que os podáis imaginar, me acariciaba la mejilla y me decía que mientras que fuéramos felices le daba igual que fuera hombre o mujer.
-¡Hola, familia! - Mis hermanos entran por la puerta con varias bolsas en las manos.
-¡Josete! - Exclama Patri al ver al pequeño.
Ambos salen corriendo hasta reunirse en un efusivo abrazo. El niño lleva una sonrisa en la cara de oreja a oreja y ella tiene los ojos humedecidos. Sé que no va a llorar, pero no le falta mucho. Con el crío siempre ha tenido una relación especial. Se llamaban, nos veíamos a menudo y le trataba como a un hermano pequeño. Se buscaban el uno al otro. Supongo que a José le encanta la vena juguetona de mi chica.
- Yo también me alegro de verte, cuñada. - Dice mi hermano mayor irónicamente.
-Lo siento, cuñado. - Se ríe y le da un beso en la mejilla. - Pero llevaba demasiado tiempo sin ver a este renacuajo.
Tras los reencuentros y saludos mi madre impone orden en la casa. Manda a los hombres a poner la mesa mientras las mujeres nos metemos en la cocina para acabar de hacer la comida. Y el pequeño José rapta a Patri. Se la lleva corriendo a su habitación con la excusa de que tiene que enseñarle muchas cosas y darle unos dibujos que le ha hecho.
-Oye, hija. - Mi madre se acerca hasta casi susurrarme al oído. - ¿Sabes que la semana que viene es el cumpleaños de Patricia?
-Mamá, sé cuando es el cumpleaños de mi novia. - Mentira y a la vez verdad. Sabía el día que era, pero no me había dado cuenta de que quedaba menos de una semana. Mierda. No tenía ni idea de qué regalarle.
-Bueno, por si acaso. - Murmura y se aleja un poco. - ¿Y qué tenéis pensado? ¿Vais a celebrarlo con su familia?
-No lo sé, yo con su madre no me pienso hablar. - Deja en la encimera lo que tiene en las manos y me mira entrecerrando los ojos, con toda la pinta de madre cotilla. Sé que se aproxima un interrogatorio de los suyos.
- ¿Y eso?
- Ella no se ha tomado tan bien nuestra reconciliación.
- ¿Has discutido con la mujer?
-Mamá, tú no te preocupes. - Prefiero no contarle nada de la discusión, porque conociendo a mi madre se planta en su casa en media hora para cantarle las cuarenta a mi suegra. - Hablaré con la hermana de Patri y le organizaremos el cumpleaños. Intentaré que vengamos aquí también, que sé que lo estás deseando.
Mi cabeza no para de darle vueltas. Faltaban 6 días para el cumpleaños de mi chica y yo no había preparado nada. Ni regalos, ni fiestas. La parte fácil la solucionaría ese mismo día. Por la noche podía llamar a Carol y juntas organizaremos el día de su cumpleaños en un momento. Pero lo más difícil sería elegir su regalo. No valía algo de ropa, un complemento o un perfume. Ella es de las que piensan que los regalos tienen que transmitir. Decía que daba igual el valor material del regalo, que lo importante era el valor sentimental. Y yo me volvía loca año tras año para buscar un regalo adecuado. Todo me parecía poco para ella. Uno de los primeros años le regalé una cámara de fotos de última generación cara a rabiar. Pues ella, con toda su picardía, fue a devolverla y me trajo el dinero de vuelta.
-¿No te ha gustado la cámara? - Le pregunté decepcionada.
-Me encanta. Pero no es eso. - Agarró mis manos y me miró a los ojos. Parecía divertida con la situación. - Para empezar te has gastado mucho dinero. Yo no quiero un regalo caro, quiero un regalo especial. Y si podemos disfrutarlo juntas mucho mejor.
Al final, y tras consultarlo con mucha gente, preparé una cena que empezó en el jardín de mi casa y acabó entre mis sábanas. El jardín quedó precioso decorado con velas y flores. Además, le regalé un álbum lleno de fotos en las que salíamos juntas. La verdad es que se mostró muchísimo más ilusionada con ese regalo que con la cámara. Me dijo que ese sí era un buen regalo con los ojos brillantes y a punto de besarme. Y, este año, también quería prepararle un regalo que le hiciera sentir así.
-Hija, ¿cuando volvéis con la gira? - Me pregunta mi madre durante la comida.
-Dentro de diez días en Asturias. - Contesto. - Ya tenemos todo preparado así que estoy de relax hasta entonces.
-¿Y tú, Patri? ¿Qué tal el trabajo? - Parece que mi madre tiene el día curioso, y acaba de tocar el tema menos aconsejable.
-Mal, Pepi. - Mi chica suspira y comienza a remover la comida de su plato. - Parece que todos los puestos de fotógrafos de Madrid están cubiertos.
- Pero no pasa nada. - Intervengo. - Yo la voy a ayudar y punto.
-Que no, Malú. - Alza la voz y nos damos cuenta de que todos nos observan. Intenta sosegarse antes de continuar hablando. - Prefiero que no me ayudes.
-Pero cuñada, ¿por qué no dejas que tu ayude? - Pregunta José.
-Porque no quiero ser ninguna enchufada. - Deja los cubiertos a un lado y con una mano empieza a arremolinarse las puntas del pelo. - Mejor acepto el trabajo que me ofreció mi amiga Susana, y punto.
- Ni se te ocurra aceptarlo. - Miro hacia otro lado y me río irónicamente.
-¿De qué es el trabajo? - Quiere saber mi madre.
- De modelo. - Respondo yo sin darle tiempo a mi chica, que me mira con mala cara. - Y no vas a trabajar de modelo porque no te gusta. No seas cabezota. Yo puedo conseguirte un trabajo de fotógrafa.
-En esta ocasión estoy de acuerdo con mi hija. - Comenta mi madre. - Deja que te ayude un poco.
- ¡Eso! ¡Así está entretenida y hace algo por los demás! - Exclama mi hermano sacándole una leve sonrisa a Patri.
-¡Tú, a callar! - Le señalo amenazantemente con un dedo.
-Bueno... - Murmura mi chica agachando la cabeza. - Está bien. Pero sólo te dejo ayudarme porque tengo una casa que mantener.
-¡Ay, qué bien! - Aplaudo como una niña y oigo la risa de mi hermano pequeño. Agarro la cara de Patri con ambas manos y le planto un beso en los morros. Por fin atisbo una amplia sonrisa en su rostro. - Pues menos mal, porque ya había hablado con gente y no podía dejarles tirados.
-¿En serio? - Asiento mientras bebo agua. - ¿Y de qué se trata?
- Ah, no, no. Es sorpresa.
Al día siguiente, sin dar explicaciones ni invitarme, llamo a la puerta de su casa como una loca a las diez de la mañana. Y no sabría describir la cara que se me queda al verla tras la puerta, pero me suben los calores y se me alteran las hormonas en décimas de segundo. Va vestida con un top deportivo y un pantalón corto que cubren lo estrictamente necesario. Lleva una chaqueta mal colocada que estoy segura de que sólo se ha puesto para abrir la puerta. Se ha recogido la melena rubia con una trenza y, lo más excitante, pequeñas gotas de sudor descienden por su cuerpo.
-¿Qué haces aquí aparte de babear? - Se ríe y yo voy volviendo poco a poco a recuperar mi cerebro.
-Plantéate lo de recibirme así más a menudo, cielo. - Tira de mi y me mete dentro de su casa.
-Tonta, que estaba haciendo ejercicio. - Me da un beso y se vuelve a montar en la bicicleta estática que tiene en medio del salón. - Que por cierto, me dijiste que vendrías a entrenar conmigo algunos días y aquí sigo esperando.
- Pues acabo yo de darme cuenta de que eso es una mala idea. - Saco todo mi acento andaluz en esa frase.
-¿Por?
-Hija, mírate. - Señalo su cuerpo de pies a cabeza. - Si viniera a hacer deporte y te viera así, me apetecería sudar, pero no precisamente subida a la bici. - Suelta una carcajada que resuena en toda la casa.
-Bueno, podríamos hacer ambas cosas. - Me sonríe y aumenta la velocidad del pedaleo.
-No, yo no tengo fuerzas para tanto. - Me acerco despacio a su oído y soplo apartando algunos pelos que caen despreocupados. - Eres una fiera y me dejarías sin fuerzas. - Susurro.
Entonces para de pedalear, se gira y, cogiéndome del culo y del cuello, me atrae hacia ella para besarme apasionadamente. Las palabras traviesas nos habían encendido y sólo había una forma de apagar el fuego. Su lengua se cuela en mi boca moviéndose juguetona en todas las direcciones. Pongo mis manos en su cintura porque necesito sentirnos más pegadas, y noto que me sobra ropa. El sudor de su cuerpo pasa al mío. Ella aprieta con más fuerza mi trasero y yo suelto un gemido que le hace reír. Me separo unos centímetros de su boca, pero se resiste, y vuelvo a sentir su contacto cuando me muerde el labio provocándome un placentero dolor. Una vez más nos falta el aire.
-Cielo, para. - Murmuro esas palabras contra todo pronóstico, porque me gustaría acabar ese momento de otra forma. En su cama, por ejemplo. - Vístete, que he venido porque tenemos planes.
- ¿Planes? - Se separa de mi un poco y me mira con cara de no saber de lo que hablo.
-Sí, tienes una entrevista.
-¿¡Ahora!? - Grita. - Yo te mato.
Sube corriendo las escaleras del ático y oigo como se mete en el baño. Yo subo también y me tumbo en la cama mientras la espero. No tarda en salir ni cinco minutos. Envuelta en una toalla. Preciosa. Una pena que tengamos prisa, porque está especialmente guapa. Empieza a revolver cajones y armarios, supongo que en busca de la ropa adecuada.
-Cielo, tranquila que no es para tanto. - Murmuro mientras juego con mi móvil.
-Me tenías que haber avisado antes.
-Ni hablar, que te arrepientes y te me escapas.
-¿Y qué me pongo?
-Nada, yo así te veo muy bien. - Bromeo esperando una risa por su parte que no aparece. - Cariño, ponte lo que sea. Vamos a su casa, no hace falta que te vistas de gala.
Al final opta por un vaquero azul claro desgastado, una camisa negra de tirantes y las Converse blancas de la suerte. Bueno, ella dice que le dan suerte porque se las puso el día que nos besamos por primera vez, y a mi me parece una buena razón. Durante el trayecto en coche Patri no para de mover las piernas. Cada dos por tres me ruega que le desvele a quién vamos a ver. Y yo me niego, principalmente porque sé que le va a hacer mucha ilusión y quiero mantener la sorpresa. No tardamos ni veinte minutos en llegar. Es un chalet grande en el que ya he estado más de una vez. Al aparcar caminamos hasta la puerta exterior. Miro a mi chica y parece que está más relajada. Entonces nos sonreímos y llamo al timbre. No sabe lo que le espera.
-Oye, sólo te pido una cosa. Intenta no perder las bragas.
Me mira con una cara de sorpresa increíble y yo me muero de la risa, pero no hay tiempo para explicaciones porque se abre la puerta y aparece una señora mayor que parece trabajar en la casa. Pasamos dentro y nos invita a sentarnos en el sofá. Dice que el señor de la casa saldrá en un momento, que está hablando por teléfono. Nos ofrece algo de beber y se va a buscarlo a la cocina. Segundos después sale mi amigo por una puerta y Patri suelta un grito ahogado. Se tapa la boca con las manos y él no puede parar de reírse mientras se acerca hacia nosotras.
-¡Hola, chicas! - Me da dos besos y luego va a hacer lo mismo con ella, que me está apretando el brazo tan fuerte que me va a dejar marca. - Y tú debes ser Patricia.
-Sí, sí. - Asiente y agita la cabeza. - Soy la... La...
-La tartamuda de mi novia. - Me río.
-¿Tu novia? - Parece extrañada porque lo haya dicho así, pero él es un amigo y ya estaba enterado de todo.
-¿Qué pasa? ¿Me vas a dejar por haberte traído a conocer a tu ídolo? - Bromeo y le guiño un ojo.
-No, no. - Sonríe. Sé que le hace feliz que la gente vaya sabiendo lo nuestro.
-¿Pero Malú no te había dicho nada? - Interviene el cantante.
-¡Qué va! - Exclama ella. - ¡Es que si me dice antes de venir que voy a conocer a Dani Martín me da un infarto!
Tras unos minutos de presentaciones en los que mi chica se muestra como una fan loca nos sentamos a hablar de trabajo. En realidad ellos hablan y yo simplemente admiro lo que dicen. Dani va a sacar nuevo disco y necesita a alguien que le haga las fotos. En cuanto le comenté que conocía a alguien que podía servirle se mostró encantado. Patricia le enseñaba alguno de sus trabajos y al artista le encantan. Se llevan de maravilla y me hace mucha gracia cómo le mira. Parece una niña con un caramelo.
- Bueno, pues ya tengo fotógrafa. - Dice Dani juntando las manos.
- ¿De verdad? - Patri aún no se creía lo que le estaba pasando.
- Claro, me encanta tu trabajo.
Mi chica se lanza a sus brazos llenándole de besos y él, sorprendido, le corresponde. Está demasiado mona. Quedan en reunirse con más gente del equipo dentro de tres días para decidir algunos aspectos de las sesiones de fotos. Cuando salimos hacia el coche Patri no para de dar saltos y contar cosas emocionada. Me da besos y me agradece todo mil veces. Sus ojos... Madre mía, ¡cómo le brillan! ¿Y qué le voy a decir? Que yo por verla así de feliz haría cualquier cosa. Que merece la pena mover cualquier ficha si la jugada termina y puedo ver su pletórica sonrisa iluminando mi día. Estoy a punto de morderme la mano para comprobar que no estoy soñando, porque no sé si he hecho algo tan bueno como para merecerme tenerla a ella ahí conmigo. En mi coche. En mi vida. Cuando me acueste esta noche sabré que tengo un recuerdo más en mi vida. Ahí está su dosis de magia diaria de la que antes he hablado. Y no sé si es bueno o malo pero, una vez más, siento que ha merecido la pena levantarse de la cama por verla a ella sonreír.
Buenas. Podría decir muchas cosas sobre este capítulo. Podría crear una maraña de halagos y piropos... Pero creo que todo eso se queda corto cuando al acabar de leer te das cuenta que lo has hecho con una sonrisa tonta en la cara. Y ha sido el caso.
ResponderEliminarEnhorabuena y muchas gracias.
¡Hola! Las gracias a ti. Para mi, saber que os he provocado una sonrisa es lo más importante. Muchas gracias por leer y comentar cosas tan bonitas :')
EliminarBesos :)
Sublime como siempre!! Gustazo increíble el leerte, te superas cada día capítulo a capítulo.
ResponderEliminarTe he comentado por Twitter que he empezado novela "Con mis manos curo tu heridas" gracias por dedicarme un ratillo y leerla. Un besazo. ; P
Muchísimas gracias por leer! :) he leído la tuya y por ahora me va gustando. Ánimo ;)
EliminarUn beso :)