viernes, 2 de octubre de 2015

VIDA NUEVA (2X33)

-¿Te gusta? - Doy vueltas al ordenador para que la cámara pueda enfocar todos los rincones de mi nuevo salón.

-Es precioso. Mucho mejor que el hotel en el que tuviste que pasar los primeros días. - Cuando llegué a Los Ángeles me alojé en un hotel del centro durante seis días. Como todo había sido tan repentino, a la empresa no le había dado tiempo a proporcionarme un piso cerca del trabajo. Una vez me dieron este, fui haciendo que me enviaran más ropa y objetos que necesitaría aquí de mi casa en Madrid. - Enséñame la habitación, anda. 

-Vale. Te va a encantar. - Me levanto y llevo el portátil hasta el cuarto para mostrárselo. Es muy amplia y minimalista. La enorme cama se ve de frente, nada más entrar por la puerta. La mesilla es simplemente una tabla blanca que sale de la pared, al igual que tres pequeñas estanterías en la pared izquierda de la sala. En esa misma pared hay un armario empotrado de enormes dimensiones con multitud de baldas, huecos y cajones en los que tener la ropa ordenada. Las paredes son de un tono gris oscuro, excepto la de la derecha, que es una cristalera que ocupa todo el espacio. Es una de mis partes favoritas porque me recuerda a las vistas de mi ático en España. Al alzar la mirada y encontrarme con las luces de todos esos edificios me siento un poco más en un hogar. - Preciosa, ¿verdad? - En la pantalla del ordenador me encuentro a mi novia alucinando. Mantiene la boca y los ojos abiertos casi en la misma medida. 

-Madre mía. ¿En serio la empresa te paga esa pedazo de casa?- No puedo contener la risa. - No, no. A mi no me hace ninguna gracia. ¿Por qué a mi la discográfica no me paga ni un céntimo?

-No te quejes tanto. Hay que distinguir quién tiene calidad y quién no... - Digo con ironía. La realidad es que ni yo entiendo cómo he llegado a conseguir todo esto. - ¿Sabes que me pagan hasta los gastos de luz, teléfono, internet y todas esas cosas?

-¡Cállate! - Vuelvo a reírme con más ganas que antes y vuelvo a sentarme en el sofá del salón. - ¿Y tú qué pagas allí?

-La comida, el transporte, mis gastos personales... 

-¿Y coche?

-Por ahora no tengo pero me han dicho que la semana que viene me darán uno de empresa.

-¿También te dan eso? Venga ya. ¿En qué clase de sitio pijo te has metido?

Me paso un rato explicándole mi nuevo trabajo. Es agencia de fotografía de alto nivel que ofrece servicios principalmente a músicos, actores y demás rostros reconocidos. Un día puedes estar capturando los mejores vestidos que desfilan por la alfombra roja de Los Óscars y a la semana siguiente estás diciéndole a Madonna que saque la mejor sonrisa para la portada de su próximo disco. Ni siquiera yo me esperaba este nivel cuando me propusieron el trabajo. Lo pintaban todo tan bonito que me había concienciado de que la mayoría de sus promesas serían mentira. Pero me equivocaba. Tal y como me juraban, tengo un piso propio, un puesto importante y gastos mínimos. Encima me dedico a lo que más me gusta. Además, como mi sueldo es elevado y aquí tengo pocos pagos que afrontar, puedo mantener tanto el ático como el coche de Madrid.

-¿Y tú? ¿Qué tal con el disco? - Me intereso.

-Bastante bien. - Admite con una sonrisa. - Hablé con Rosa para explicarle la situación y parece que está más relajada. Poco a poco vamos rompiendo la frialdad que había entre nosotras después de la discusión.

-Menos mal. Te dije que se os pasaría.

-Ya... Además, como ha pasado todo esto no ha tenido que cancelar ninguno de los proyectos del disco y está contenta. La semana que viene sale por fin el single.

-¿Si?- Pregunto ilusionada. Después de tanto trabajo y dedicación su nuevo disco está listo para salir al mercado. - ¿Y qué canción va a ser el single?

-Ah, no, no. - Niega rotundamente. - Tienes que esperar como una malulera más.

-¡Venga ya! ¡No es justo!

Antes de que pueda seguir quejándome porque no se deja sacar nada de información sobre la canción que dentro de poco se convertirá en éxito, suena mi móvil. Le pido que espere un momento y voy corriendo a cogerlo. Es uno de mis compañeros de trabajo comentándome que ha tenido un problema con una cámara y no sabe si se ha estropeado. Es un chico joven que está haciendo prácticas así que no tiene mucha experiencia y noto que se ha puesto muy nervioso. Le pido que se tranquilice y le prometo que estaré allí en menos de media hora.

-Joder. Llevas allí solo unos días y ya se te ha pegado el acento. Hablas inglés mejor que español. - Dice Malú entre risas cuando cuelgo. Ha estado escuchando la conversación que tenía con Alan pero estoy segura de que no se ha enterado absolutamente de nada.

Me despido de ella explicándole lo que ha pasado y apago el ordenador. Seguro que durante el día vuelvo a tener noticias de la cantante aunque la diferencia de horas no nos ayuda demasiado. Aquí son las diez de la mañana y en España las siete de la tarde. Las nueve horas de diferencia se notan, para qué mentir. Aún así, no pasa ni un solo día en el que no hablemos sea por el medio que sea, tal y como nos prometimos justo antes de que mi avión partiera. La echo de menos. Eso es innegable. En Madrid no podíamos vernos todos los días, pero sabía que si la necesitaba no tenía más que marcar su número y ella haría lo que fuera para venir conmigo. Al igual que yo haría si ella fuese la que demandara mi ayuda. Y echo de menos esa llamada de antes de dormir en la que voy notando como su voz se va haciendo más débil. Entonces colgamos, y me llega un mensaje en el que pone que me quiere y que le encanta que sea mi voz la que escuche justo antes de empezar a soñar. Y respondo que seguiría haciéndolo todos los días. Ahora, cuando ella se va a dormir aquí son más o menos las cuatro de la tarde y suele pillarme en el trabajo. Y cuando yo me voy a dormir ella se despierta, soy yo la que se va a la cama. Nos tenemos que adaptar a que yo le de los buenos días a la vez que ella me desea dulces sueños. Pero, a pesar de todos los inconvenientes, sigo con unas ganas enormes de luchas por nuestra relación. Sé que si las dos ponemos de nuestra parte podremos pasar esta etapa sin problemas. Porque ya demostramos una vez que el amor podía contra los obstáculos y en esta ocasión lo volveremos a hacer.

Salgo del piso minutos después tras vestirme. Me he puesto una falda negra, una blusa azul sin mangas y tacones. Aún me cuesta tener que ir así de arreglada para trabajar. En España, cualquier vaquero con una camiseta y mis inseparables Converse era suficiente. Pero desde el primer día me dejaron claro que en Los Ángeles, y en especial en esta empresa, no se puede ir de cualquier modo. Únicamente me permiten llevar otro tipo de ropa más cómoda durante las sesiones. En cambio, si estoy en el despacho o en oficinas, es obligatorio aparentar una buena imagen. El lugar de trabajo está a menos de quince minutos andando de mi piso pero tengo que coger el autobús porque si tuviera que ir hasta allí sobre estos dos andamios llegaría con los pies echos polvo. El transporte público me deja frente al enorme edificio de más de treinta plantas totalmente acristalado. No puedo evitar acordarme del primer día que llegué a Los Ángeles. Estaba muerta de miedo porque mi jefe iba a venir conmigo y en el último momento me dejó sola ante esta nueva experiencia. En el aeropuerto me recibió un hombre con traje que portaba un cartel con mi nombre. Parecía que estaba viviendo una película. Me llevó al hotel y me dijo que subiera para dejar las maletas y ponerme otra ropa. Él esperaría abajo para llevarme al trabajo, donde conocería a la gente y todas las instalaciones. Y cuando paró el vehículo delante de ese enorme edificio no me lo podía creer. Ahí empecé a darme cuenta del mundo en el que me había metido. Me tocó entrar sola, con las piernas temblando y el corazón queriendo escaparse del interior de mi pecho. Justo antes de pasar por la gigantesca puerta recuerdo a mi hermana diciéndome que es importante empezar siempre con el pie derecho. Y eso hago. En el interior, a la derecha, una chica joven tras un mostrador me sonríe. Le digo quién soy y a qué vengo y rápidamente sale de detrás del mueble. Me comenta que se llama Rachel y que será mi mano derecha e izquierda hasta que me adapte. Sabe un poco de español, así que me ayudará si tengo problemas con el idioma. Aunque, afortunadamente, el inglés siempre se me ha dado bien. Durante el resto del día me presentan a mis jefes, mis compañeros e incluso a personas que trabajarán para mí. Todo aquello parece un sueño. Por último, llegamos a una sala grande llena de focos, cámaras y demás objetos necesarios para las sesiones. Es el paraíso de cualquier fotógrafo. 

- Ya estoy aquí. - Indico dejando el bolso en la mesa de mi despacho. - ¿Lo has solucionado? - Le preguntó a Alan, que permanece sentado frente a mí.

-Imposible. - Niega con la cabeza. - Es la cámara de Alice y la necesita para dentro de un rato. Como se entere de que la he roto... - Alice es una chica de unos treinta y cinco años que lleva ya bastante tiempo en la empresa. Aún no la he conocido, pero por lo que dicen todos no es una persona demasiado agradable. 

-Tranquilo. Déjame ver. - Me tiende el aparato y, al contemplarlo de cerca, sonrío. Es un modelo que hace tiempo tuve entre mis manos y sé perfectamente cómo solucionar el problema. Pulso algunos botones y listo. - ¡Ya está! 

-¿Ya? - Exclama sin poder creérselo. Me arrebata la cámara y comprueba con sus propios ojos que lo que le digo es cierto. - No me lo puedo creer. He estado horas intentando solucionarlo...

-Ha sido suerte que conociera el modelo. - Confieso con una tímida sonrisa en los labios.

-Siento haberte hecho venir solo para eso, Patricia. - Me hace gracia cómo pronuncia mi nombre y no puedo contener una pequeña risa. Aún no he conocido a nadie aquí que sepa decirlo tal y como es.

-No te preocupes. Pensaba venir igualmente para organizar algunas cosas.

Aunque es sábado y mi nuevo trabajo es únicamente de lunes a viernes, es verdad que hoy tenía planeado pasarme por la oficina. Esta primera semana me ha servido de adaptación. Apenas he realizado trabajos, sino que he podido conocer a la gente, el material, las instalaciones... Pero es de verdad a partir de pasado mañana cuando me voy a meter de lleno en la empresa. Ya me han advertido de ello los jefes. Cojo mi agenda para revisar toda la semana. El lunes reuniones, el martes sesión para una firma de bolsos, el miércoles con un actor nuevo que se está haciendo popular en América. En el siguiente día me freno. Podría ser un jueves más, pero no. Ese día es el cumpleaños de José, el hermano mayor de Malú. Durante todo el tiempo que llevamos juntas se celebraba una gran fiesta para festejarlo. No hay ni una sola persona que pueda aburrirse o estar más de un minuto sin bailar. Él mismo la organiza cada año invitando a más de 30 personas a un local que le gusta en el que la música nunca cesa. Esta vez me genera un sabor agridulce. Por un lado, el recuerdo de esa fiesta me hace sonreír sistemáticamente. Pero por otro, no puedo evitar sentir pena por no poder ir. Ojalá estar allí otra vez con él, con mis amigos, con la que ya es mi familia y, sobre todo, con Malú. A veces hay que sacrificar unas cosas para obtener otras y si mi decisión ha sido venir a Los Ángeles tengo que aceptar todas y cada una de las consecuencias. Pero, aunque lo tengo aceptado, duele. He abierto de golpe un baúl repleto de sueños a la vez he apartado de mi camino otro diferente que pretendía conservar siempre desde el día que lo encontré.

Una de las cosas que más rabia me da es no poderme haber despedido como debería de todo el mundo. Solo lo he hecho bien con mi hermana y con Malú, y con esta última fue por los pelos. Aunque la situación con mi madre no es la mejor en estos momentos, eso no me excusa para haber dicho el adiós solo con una llamada. Mi padre, mi cuñado, mis amigos, la familia de Malú... toda esa gente imprescindible se ha tenido que enterar de mi marcha por mensaje o directamente por terceras personas. Me arrepiento, pero tampoco había opción de otra cosa. Mi vida decidió dar un giro de ciento ochenta grados en un abrir y cerrar de ojos. ¿Quién me iba a decir a mí hace poco más de una semana que tendría un piso y un trabajo en Norteamérica? Todos los días me llegan mensajes de diferentes personas dándome la enhorabuena por mi nuevo puesto a la par que dicen que me echarán de menos. Pensando en todo esto se me ocurre algo. Tengo que compensar no haberme despedido como merecía y, para ello, no hay nada mejor que una fiesta. Cojo de nuevo la agenda y observo los días festivos. Dentro de un mes se unen al fin de semana, el lunes y el martes sin tener que ir al trabajo, así que puedo aprovechar esas fechas para volver a España y hacer una fiesta a lo grande en la que no falte nadie, ni música ni bebida. Organizarlo desde aquí será más difícil, pero mi novia seguro que estará encantada de ayudar. Además, el viaje me serviría para volver a verla y eso es lo que más me apetece cada segundo que sé que la tengo a miles de kilómetros.

-¿Se puede? - Pregunta Rachel asomándose por la puerta. Le doy mi aprobación y dejo la agenda que tenía entre las manos a un lado.

-Creía que los sábados no trabajabas. Además, no te he visto al entrar.

-Estaba ayudando por ahí. Se supone que los sábados no tengo que venir pero más de uno me llaman y me toca acercarme. - Suspira en un principio, pero luego acaba riéndose. Parece que ya está acostumbrada. - En un rato vamos a ir varios a comer en un sitio de aquí cerca. ¿Te vienes?

-No sé... Tengo que seguir colocando cosas en casa...

-Venga, Patricia. ¡Por favor! - Las dos últimas palabras las dice en español con una pronunciación bastante buena. Se nota que sabe algo del idioma. Aún así  le pedí que me hablara siempre en inglés para acostumbrarme por completo. - Todos estamos deseando que vengas y nos cuentes más cosas de ti. 

En ese momento, la pantalla de mi móvil se ilumina y muestra un mensaje de Malú. Dice que se va a dormir ya porque mañana tiene que madrugar. Que me acuerde de darle los buenos días cuando yo me vaya a ir a dormir y que me quiere. Entonces le digo a Rachel que me ha convencido para ir a la comida. Cojo mi bolso, me levanto y salgo junto a ella del despecho. Y actuo así porque la única razón por la que quería volver a casa pronto era para hacer Skype con mi novia. Pero hoy no puede ser. Solo espero no tardar en volver a ver su preciosa sonrisa aunque sea a través de una fría pantalla.


2 comentarios:

  1. Hacia tiempo que no te leía y la verdad, acabo de leer todo los capítulos desde que te perdí la pista, y me siguen encantando, sigues sin defraudar, y necesito más, dale las gracias también a mi "aprueba de ti" a Marta porque escribes genial pero sus participaciones son sublimes, muchísimas gracias por hacer sonreír aunque nos dejes así con estas ganitas de más. Un besazo para ti y dale otro a Marta y por favor si hace el favor dile que cuando publiques el nuevo que avise a Lali ella sabe quien es y así me entero de cuando subes capítulo, Gracias

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegro de que hayas vuelto a leerla y te siga gustando. Es verdad, las aportaciones de Marta son increíbles... por eso la utilizo para que me ayude :P Y yo le digo que se lo comenta a la chica. ¡Gracias de nuevo!

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