miércoles, 28 de octubre de 2015

A TRAVÉS DE LA PANTALLA (2x36)

-¡Hombre! ¡La chica que me dejó tirada al otro lado del teléfono ayer a la hora de comer! - Bromeo en cuanto la pantalla del ordenador deja de ser negra para mostrarme el rostro de la chica que más sonrisas me saca a lo largo del día,  aunque no esté.

-Cállate...

-¿Tú sabes la de llamadas y mensajes que te envié?

-No me piques que no me hizo ninguna gracia no poder hablar contigo. - Se cruza de brazos y sube las piernas al sofá en el que está sentada. Me recuerda a mi hermano pequeño cuando se enfada. Y me parece adorable. - Encima me tocó aguantar a dos idiotas...

-Vale. No te pico, boba. Pero cuéntame bien lo de ayer, que no me quedó claro. ¿Tenías una sesión con Nathan Evanson?

-El mismo. Yo no tenía ni idea de quién era... - Se me abren los ojos por completo. - Me enteré un rato antes porque me lo dijo Rachel.

-¿Cómo no vas a saber quién es? ¡Pero si está en todas partes! - Exclamo. - Con lo guapo que sale en el anuncio de los relojes... Madre mía.

-Amor, se te cae la baba.

-Es que está muy bueno...

-Pues el crío es un imbécil. - Dice de manera tajante haciendo hincapié en la última palabra. - Llegó casi dos horas tarde con su mánager y a la hora de comer me dicen que no pueden hacer una pausa porque tienen prisa para llegar a otros compromisos.

-Pero eso no es su culpa, sino del mánager. - Aclaro. Sé muy bien cómo es la vida de un famoso. En ocasiones, mucho mejor de lo que me gustaría.

-Déjame que acabe de contarte. - Cierro una cremallera imaginaria en mis labios y hago un gesto con las manos para que siga hablando. Está claro que ayer no fue uno de sus mejores días.
- El niño se pasó toda la sesión molestando y riéndose. Que si de dónde era, que si cómo me llamaba, que si tenía unos ojos preciosos... - Contener la risa me está resultando una tarea difícil porque, mientras lo narra, hace movimientos con los brazos y pone caras de todos los tipos. Su expresividad siempre me ha encantado y lo sigue haciendo. - Y ahora viene lo peor. ¿Adivina quién para su moto delante de mis narices mientras estoy esperando al autobús? - Sé la respuesta, pero guardo silencio y muevo la cabeza en señal de que me saque de las dudas que no tengo. - ¡El pesado de Nathan Evanson! Coge y me dice que si quiero que me invite a comer. ¿Hola? ¿Se va con prisas porque tiene compromisos y va y me propone comer con él?

-Espera, espera. - Murmuro frenando todas las palabras imparables que brotaban de su boca. - ¿No te das cuenta?

-¿De qué?

-¡Le gustas! ¡El actor de moda va detrás de ti!

-¿Qué dices? - Exclama sorprendida.

-Patricia, solo hay que ver lo que hizo. Te piropea, te invita a comer, quiere conocerte...

-¡Qué le den! ¡Es imbécil! ¡Solo espero no tener que verle la cara nunca más!

-Eres la única mujer en el mundo que rechaza a ese chico. - Le digo entre risas.

-Porque soy la única que sé de él más de lo que se refleja en las pantallas y las revistas. - Aclara. - Y ya no quiero hablar más del motero cabrón. - Sinceramente, me gustaría que me siguiera contando cosas sobre él. Solo por cotilleo y curiosidad. Del chico sé lo poco que sabe todo el mundo. Que tiene veintitantos, que sale con otra famosa, que es vox populi día sí y día no, que tiene un cuerpo diez y que muestra una cara de chulo que vuelve locas a todas las chicas. Pero se ve que es un tema que a Patricia realmente le molesta y decido cortarlo tal y como me pide. - Cuéntame qué tal tú.

-Bastante bien, aunque ya sabes... Prefiero hacer oídos sordos a todo lo que circula por la prensa.

-No merece la pena intervenir, Malú. Ya sabes que pase lo que pase van a hablar. Si quieren pensar que estamos juntas, que lo piensen. Y si quieren pensar que no, que lo piensen también. - Tiene razón. Como siempre, es la que mejor consigue tranquilizarme aunque no diga nada que no sepa. Será su voz, la forma en que me mira cuando habla o sus maneras. No lo sé. Pero la presión del pecho merma y el nudo que se me crea en la garganta con estos temas desaparece. - Mira el lado positivo.

-¿Lo hay?

-¡Claro! - Por más que lo pienso no se me ocurre nada, aunque su sonrisa delata que la respuesta que guarda me va a sorprender. - Que sacaron unas fotos preciosas de nuestra despedida en el aeropuerto, amor. ¡De película!

Automáticamente me saca una tímida sonrisa. Una de las cosas que más me gustan de ella es su buena costumbre de buscar el lado positivo a todo. Incluso en las situaciones que parecen no tener solución. No sé cómo, pero sería capaz de diseñarse unas branquias en caso de verse envuelta en un maremoto, o de desplegar dos alas de hierro si un tornado la arrasara. Y lo mejor es que también crearía branquias y alas de hierro para mí. Siempre la he tenido a ella quitándome las malas hierbas de los tobillos para poder avanzar. Descosiéndome las lágrimas de las mejillas rojizas. Pero más bonito es que lo sigue haciendo a pesar de los obstáculos que nos pone la distancia. Me envía diariamente veleros cargados con sus risas que desembarcan en mis puertos. Así es como, ella en un lado y yo en otro muy lejano, vamos encajando piezas del mismo rompecabezas. Y todo seguirá bien si sigue existiendo un nosotras.

Últimamente los roles han cambiado. Porque aunque sigue teniendo palabras de esperanza y sonrisas de sobra para mí, sé que no le está resultando nada fácil. No hace falta que me lo diga para que me de cuenta. Yo también la echo de menos. Noto la carencia de sus besos casi tanto como la de sus pequeños lunares. Me falta su voz dándome suerte cada vez que tengo algún compromiso profesional. Añoro el perfume de los fines de semana, formado por la unión de su sudor y el mío. Pero esta vez soy yo la que tiene que llevar las riendas, y no me importa. Es una forma de agradecerle que durante muchos años haya sido ella la que lidiaba don el peso de las dos.

-¿Sabes con quién estuve yo ayer? - Pregunto.

-Sorpréndeme.

-Con Marta.

-¿Marta? ¿Qué Marta?

-Tu Marta. - Le aclaro.

-¿Mi Marta? - Exclama sorprendida cuando escucha mi especificación. La verdad es que entiendo perfectamente que le extrañen mis palabras. - Cuéntame eso ya mismo. ¿Te la encontraste?

-Qué va. - Niego con la cabeza  y con las palabras. - Vino a mi casa.

-¿Y eso?

-¡Si me dejas hablar te lo cuento! - Se ríe por la forma en la exaltada en la que lo digo y me pide perdón. Bebo un poco de agua que tengo en la mesa y procedo a aclararle lo que pasó. - Simplemente llamaron a la puerta, abrí y era ella. Leyó en la prensa que te habías ido y, como no le informaste, creía que a lo mejor te pasaba algo con ella.

-Joder, es que perdí su número al cambiar de tarjeta.

-Ya le dije que no. Que contigo está perfectamente y prácticamente no te pudiste despedir ni de tu familia. La noté bastante afectada, la verdad... - Recuerdo cómo el día anterior vi a Marta casi con lágrimas en los ojos. - Nos pusimos a hablar y se nos hizo tarde, así que se quedó a comer.

-¿Comiste con Marta? ¿La misma Marta con la que te tirabas los trastos a la cabeza?

-Sí, Patri. Admito que es muy maja.

- Ya podías haber llegado a esa conclusión cuando estaba yo en Madrid y quería que quedáramos las tres a cenar... - Pone los ojos en blanco y se me escapa la risa.

-Cállate, tonta.

-¿Y de qué hablasteis? - Pregunta mi novia curiosa.

- De ti, de mi, de ella, del trabajo, de comida... No sé, Patri. De todo un poco. ¡Pero más te vale ponerte en contacto con ella cuanto antes! En serio, te necesita.

-¿Qué le pasa?

Durante un rato le cuento todo lo que me confesó ayer su amiga. Al parecer, tiene problemas con su novia. Y de nuevo son los mismos motivos. La chica se ve dividida entre su familia y su pareja. Por un lado, está enamorada de Marta. Ella misma admite que nadie le ha hecho sentir nunca algo tan fuerte ni tan especial. Pero, por otro, tiene miedo de perder a su familia porque no les parece bien que esté con una mujer. No daba crédito ayer cuando me lo contó. Pienso lo mal que va el país si aún hay gente con esa mentalidad y la suerte que he tenido al tener unos padres como los míos. Al fin y al cabo, el amor es libre. Huye. Se cuela por cualquier espacio para atrapar a sus presas, y le da igual quienes sean los elegidos. Nadie puede luchar contra eso, ni siquiera nosotros mismos por mucho que lo intentemos. Es como nadar contra corriente o intentar volver atrás en el tiempo.

-Te doy su número y hablas con ella pronto - Abro la pestaña de Skype que permite enviar textos y escribo el teléfono de Marta. - De todas formas, el fin de semana seguramente quede con ella.

-¿Os vais a hacer mejores amigas? - Quiere saber entre risas. - ¿O me tengo que poner celosa?

-Idiota, no. - Respondo tajante. - Pero mañana va a quedar con su chica y le dije que podía desahogarse conmigo el sábado. Además, amor, que sin ti los fines de semana me aburro mucho... Por lo menos así me entretengo.

-La vida es injusta. - Añade de pronto fríamente sin aparentes razones o motivos. No puedo hacer más que preguntarle qué demonios está diciendo. - Pues eso. Tú ayer comiendo con Marta y yo sin comer por culpa de un gilipollas.

-Ya estamos...

-¡Joder, es que es verdad! ¡Le odio! Y lo peor es que no me lo puedo sacar de la cabeza...

-Te has enamorado de él. - Comento irónicamente.

-¡Y una mierda! Preferiría pasarme el resto de mi vida sola a besar a ese tío. - Veo como se levanta y vuelve sentarse rápidamente. No entiendo el movimiento, pero me imagino que será por los nervios y me doy cuenta de lo histérica que se pone al hablar de él.

-No exageres, anda.

-No exagero. Ojalá alguna vez le conozcas y te des cuenta de como es... ¡un chulo playa! -Definitivamente, no puedo evitar partirme de risa a pesar de que sé que no le sienta nada bien que lo haga. Pero está tan mona así... Pegando gritos, haciendo aspavientos con los brazos, levantándose y volviéndose a sentar o pasándose la mano por el pelo cada veinte segundos. - Malú, no me hace ninguna gracia...

-Ay, Patricia... - Suspiro. En estos momentos me he enamorado más aún de ella. - Te quiero.

-¿Qué?

-Eso. Que te quiero mucho. - Me tumbo en la cama en la que llevo todo el rato sentada y miro al techo con una sonrisa plena en los labios. - Cada día me doy cuenta de lo enamorada que estoy de ti.

-¿A qué viene eso, amor? - Pregunta extrañada. Entonces, me doy cuenta de que cuando nos tenemos cerca, en persona, no hacen falta las palabras para demostrarnos lo que sentimos. Con un beso, con una mirada o con un abrazo sabe cómo de loca estoy por ella. Pero ahora, en la distancia, tenemos que demostrarlo de forma diferente. Tenemos que encontrar nuevos métodos que sigan manteniendo encendida la llama. Por ejemplo, intentando expresar oralmente las mariposas que desata en mi estómago.

-A que me apetecía decírtelo. Sin más. - De reojo, observo como ella también se tumba en el sofá. Parece haberse quedado un poco pensativa. - ¿Quieres que te cuente una cosa?

-Claro. - Gira el cuerpo en dirección a la cámara para escucharme hablar.


-¿Sabes por qué me enamoré de ti? - Pregunto. El silencio que ella mantiene me invita a seguir contándole. - Porque eras totalmente diferente a cualquier otra persona. Me dí cuenta desde el día que nos conocimos en aquella sesión de fotos. Ni siquiera te había visto y ya me hizo gracia tu forma de hablar. Y luego te vi con el pelo despeinado, cargada y jadeante. Estabas preciosa... Y tan nerviosa que hasta me preguntaste cómo me llamaba. - Al decir eso se me escapa una sonrisa y Patricia deja escapar de su garganta una pequeña risa. - Ahí ya me di cuenta de lo especial que eras y, no me preguntes por qué, pero me atraías. Fue muy raro. Nunca había sentido absolutamente nada por una chica y llegaste tú dándole a mi mundo la vuelta. Tus ojos me lanzaron un gancho y quedé totalmente prendada de ellos, así como de cualquier otra parte de ti. Aún así, te confieso que no tenía ninguna esperanza de volver a verte al salir de ese edificio. Pero otra vez giraste las tuercas a nuestro favor y cayó el pequeño papel con tu número, igual que caen las estrellas fugaces algunas noches especiales. Te iba a llamar yo. Te lo prometo. Pero te adelantaste. Quedamos y me llevaste al la pista de skate a cometer la primera locura de las miles que llevamos hasta el momento. Lo que pasó allí no te lo voy a describir, por el simple motivo de que lo he hecho muchísimas veces. A lo que iba, aunque ve he enrollado como siempre, es a que tus locuras te hacen especial. Me encantan. - Giro sobre mi misma para observarla. No podría asegurarlo porque la visión de la pantalla no es del todo nítida, pero juraría que algunas lágrimas resbalan por sus mejillas. - ¿Te acuerdas de cuando paraste el coche de camino a Andalucía y nos tumbamos en el suelo en mitad de la carretera? ¡Podían habernos matado! ¿O de cuando te hiciste un esguince en aquella atracción de la Warner? ¡Tuvieron que parar por ti el pequeño espectáculo y casi nos da algo a mi hermano y a mi por el susto! ¿O de ese día en el que me llevaste de madrugada a una piscina de a saber quién? ¡Si nos llegan a pillar nos caía una denuncia tremenda! - Ahora sí que estoy segura de que está llorando porque se aparta las pequeñas gotas con el canto de la mano. Pero también se ríe recordando todas esas escenas. - Ya sabes que podría seguir durante días contando todas tus locuras. Lo haría encantada. Porque estoy enamorada de la forma en la que me haces perder la cabeza consiguiendo que te siga en todas esas acciones. Te seguiría siempre. En todo.

-Te quiero tanto... - Dice entre sollozos. Ahora es a mi a quien le cuesta retener alguna lágrima. Sincerarme con ella no siempre es fácil, aunque es la persona quien más lo hago. Como todo el mundo sabe soy muy hermética. Pero cuando confieso mis sentimientos frente a ella tengo la sensación de estar haciéndolo bien, de que le gusta y de que tendría que hacerlo más a menudo. - Tengo que volver a Madrid, Malú. Voy a dejar el trabajo y vuelvo contigo.

-¿Qué? Ni hablar. - Sus palabras me pillan por sorpresa. Abandona la posición tumbada que tenía para sentar y hablar de manera más firme.

-Quiero ir allí y seguir enamorándote con mis locuras. Es lo único que quiero. No me hace falta todo el dinero y la fama que estoy ganando aquí si no te tengo.

-Me enamoras igual, Patricia. - Me encantaría decirle que sí. Qué claro. Que venga para estar juntas toda la vida que nos queda y que no se vuelva a separar de mi nunca ni un mísero metro. Pero sería muy egoísta por mi parte y sé que no es lo que realmente quiere. Lo dice en caliente porque, como sé perfectamente, la distancia le puede más de lo que ella misma pensaba. - Tienes que seguir allí y demostrarnos a las dos lo fuerte que es lo que tenemos.

-Pero Malú... Sin ti yo no sé. - Tras esas palabras debo contener fuertemente las lágrimas y apretar los puños. La fuerte soy yo ahora.

-Me vas a tener siempre. A un kilómetro o a miles te voy a apoyar. Y voy a hacer todo lo que esté en mis manos para vernos lo máximo posible, hablar lo máximo posible y que me sientas lo más cerca posible. - Cojo aire y suspiro. - No voy a dejar que abandones el trabajo. Sabes que no es solo dinero y fama. Es el trabajo que siempre has soñado.

Silencio. Durante mucho rato. Y, lo peor, son las lágrimas y los sollozos que llenan el vacío. Y peor aún es no poder hacer nada para evitarlo. No sé cuánto tiempo se pasa llorando y yo al otro lado simplemente mirando e intentando mantenerme fuerte, pero juraría que alrededor de media hora. Después se levanta y desaparece de mi visión. Vuelve unos minutos después con un vaso de agua entre las manos y los ojos exageradamente rojos por el llanto anterior. Me duele tanto verla así que no sé como estoy pudiendo alejarme de mi lado débil de esta manera.

-Lo siento...

-No sientas nada.

-Sí. Siento estar así de débil y hacer todo esto mucho más complicado de lo que ya es. Y siento mucho más no poder darte las gracias, un puto abrazo y un puto beso.

-Solo nos queda tener paciencia...

-Sabes de sobra que ni tu ni yo sabemos el significado de esa palabra.

-Pues nos lo podemos inventar.

-¿Qué dices?

-¡Lo que oyes! - Pienso unos instantes. - Paciencia puede significar para nosotras la capacidad de aguantar sin contacto físico durante el tiempo que tengamos que estar separadas. - No sé cómo, pero he conseguido sacarle una pequeña sonrisa. - Paciencia es el poder de contener todo lo que sentimos hasta que consigamos tenernos cerca.

-Paciencia es saber que esperar va a merecer la pena porque al otro lado siempre va a estar tú. - Me interrumpe de la mejor manera que podría hacerlo. Siempre, siempre, siempre tiene las palabras adecuadas. 

-Sí. - Sonrío. - Definitivamente esa es nuestra definición. 


3 comentarios:

  1. Gracias por el regalo de este capítulo, por volver atrás recordando momentos, capítulo emotivo para mí, gracias por arrancar sonrisas

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    1. Muchísimas ganas a ti por el comentario. Me encanta poder emocionarte.

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