martes, 4 de agosto de 2015

FUERZAS DE FLAQUEZA (2x28)

Sentada en el sofá, junto a mi madre, doy incontables vueltas al café que reposa en la mesa. Por la tarde he quedado con Rosa para hablar en persona de mis nuevos planes y la verdad es que estoy muy nerviosa. No sé cómo vamos a reaccionar al vernos después de la discusión telefónica que tuvimos hace un par de días. He estado pensando desde ese mismo momento en la forma de contarle todo sin que se empiece a tirar de los pelos antes de que termine la primera frase. Patricia no para de repetirme que por mucho que Rosa quiera ayudarme, yo tomo las decisiones. Y tiene toda la razón. Por muy importante que sea mi carrera musical, la parte personal tiene prioridad. Es algo que tanto mi familia como Patricia me habían repetido en múltiples ocasiones, y yo me negaba. No entendía la vida sin conciertos y discos, y aunque eso sigue pareciéndome vital, he logrado entender que mi vida personal, mi familia y mi pareja son lo que realmente me va a hacer seguir hacia adelante.

-Hija, ¿se puede saber qué te pasa? - Mi madre interrumpe mis pensamientos y me devuelve a la tierra. A su lado, concretamente. Ni siquiera me había percatado de que se ha sentado más cerca de mí que antes. 

-Nada, mamá. ¿Qué me va a pasar?

-No sé. Dímelo tú. He hecho tus galletas favoritas y ni las has probado. - Observo los dulces de colores, y me doy cuenta de lo mal que he disimulado. No tengo el estómago ni para tomarme media, pero tenía que haberlo hecho. Voy a inventarme una escusa cuando, como en las películas, el sonido de llamada de mi móvil me salva en el momento oportuno. Es ella. Le muestro a mi madre la pantalla y se le escapa una sonrisa cuando ve la fotografía de Patricia. 

-Hola, amor. - Digo para empezar la conversación. - A mi madre se le han puesto los ojos brillantes en cuanto ha visto que me llamabas tú. 

-Dile a tu madre que si es necesario dejo a su hija y empiezo una aventura alocada con una mujer con experiencia como ella. 

-Por ella encantada, pero creo que la hija te corta el cuello. 

-Qué agresiva... - Murmura justo antes de romper a reír junto a mi. Ella me calma, me hace pensar en otra cosa sin que ni siquiera me de cuenta. - ¿Qué tal van esos nervios?

-Bien, muy bien.

-Es decir, que no los controlas, ¿verdad?

-Exacto. - Confieso. - Como aquí con mi madre y a las 5 he quedado con Rosa. 

-Te vuelvo a repetir lo de siempre: eres tú la que toma las decisiones. Ella seguramente intente girar las tornas y convencerte de que estás cometiendo un error, pero tú tienes que ser fuerte. Si realmente quieres ser madre, y sé que quieres, no te dejes manipular. 

- Lo sé, lo sé. Lo he estado pensando y tienes razón. - Suspiro. - En cuanto salga te llamo y te cuento. 

Al colgar, mi madre pone la típica cara que muestra cuando sabe que están pasando cosas de las que ella no se está enterando. Y no tarda en preguntar qué es y qué me pasa con Rosa. Pero no puedo decirle la verdad, al menos no por ahora, así que le explico que quiero hacer unos cambios profesionales que sé que a mi mánager no le harán gracia. Ella no se mete en temas musicales, por lo que no insiste. Respiro aliviada, porque aún no estoy preparada para decirle que voy a ser madre. No quiero que nadie se preocupe hasta que el proyecto esté puesto en marcha. 

Cuando llega la hora, salgo de casa de mi madre en dirección a mi reunión. Llevo el cuerpo temblando, porque aunque quiero evitar pensarlo demasiado, el tema del que tenemos que hablar es importante y va a influir mucho en mi futuro. Y, sobretodo, por más que me intente convencer de que tengo claro todo, no es así. Afortunadamente, no comer en casa sola me ha servido para desviar mis pensamientos de Rosa. Mi madre me ha preguntado qué tal me va con Patricia desde que volvimos y no ha hecho falta que lo dijera con palabras para que supiera la respuesta. La sonrisa tonta me delata aunque ella no esté presente. Y también se nota la ilusión que le hace a mi madre que nos vaya así. Me ha confesado que, con esos poderes infalibles que tienen todas las madres, supo que volveríamos desde el mismo día en que lo dejamos. Que estábamos hechas la una para la otra y que ya no me vería al lado de otra persona. 

-Os amasteis tanto que se rompió, por eso ahora sabréis quereros hasta el punto de sanaros la una a la otra. 

No sé hasta que punto tiene lógica esa frase de mi madre, o hasta qué punto podría pasar de ser simplemente palabras a convertirse en un hecho, pero comparto su opinión. Lo pasamos tan mal que ahora sabemos lo que no tenemos que hacer para volver a atravesar por un mal trago. Desde hace tiempo controlamos a la perfección cada hilo de nuestra relación. O, al menos, eso creemos. 

De primeras, la cita empieza dejando mucho que desear. Las habituales sonrisas y los abrazos se han convertido en facciones tensas y dos grises besos en las mejillas. Nunca nos habíamos comportado así la una con la otra. Ni siquiera el día que nos conocimos, hace ya muchos años, fue tan frío. 
Nos encontramos en una de las oficinas del estudio, y en la mesa ya tenía preparado un refresco para ella y un té a mi lado. Eso siempre ha sido así y me hace respirar un poco en mi interior que hay algo, aunque sea pequeño, que no ha cambiado. 

-Vamos a ir directas al tema... Sin rodeos. - Dicta en sus primeras palabras. Asiento y le hago una señal para que continúe hablando. - Lo esencial es que quiero que sepas que no me importa que quieras ser madre. Es algo lógico e incluso me alegro de que quieras dar ese paso con Patricia después de tanto tiempo. - Que empiece así no entraba dentro de mis ideas. Me esperaba reproches y subidas de tono, pero no. Se me escapa una pequeña sonrisa. 

- Entonces no entiendo el problema, Rosa. 

- El problema es que soy tu mánager, organizo tu agenda y necesito saber de cerca tus movimientos. ¿Por qué ahora no me has contado eso? ¿No te has parado a pensar que quizás yo ya tenía planes para ti en las fechas en las que tu quieres quedarte embarazada? Entonces tendría que cancelar programas o pausar algunos proyectos y eso haría que dejaran de confiar en nosotras en un futuro. 

-En parte tienes razón, pero si no dije nada es porque ni siquiera hemos empezado el proceso. Aún estamos barajando cómo hacerlo, cuándo, dónde... Además, no queríamos avisar a nadie hasta que no esté todo muy claro. 

-Me parece bien que no quisieras preocupar a la familia pero coño, Malú, que soy Rosa...

-Lo sé... Lo sé... - En ese momento recuerdo las palabras de Patricia avisándome de que Rosa podía opinar pero soy yo quien elijo. Me envalentono sacando fuerzas de algún lugar, y la miro a los ojos. - Mira, el plan que tengo con mi novia es empezar el proceso la semana que viene, al acabar el concierto de Los 40. Sé que estamos en plena promoción de mi disco y que en menos de un mes lo sacamos al mercado, pero no puedo cancelar mis planes de embarazo. Iré a radio y televisión para mostrar mi álbum, cantaré canciones e incluso, se me ha ocurrido dar algunos conciertos en acústico de presentación del disco. Y ahí pausar mi carrera para retomarla de nuevo con la gira grande en cuanto tenga al bebé. - Rosa, que se había mantenido en silencio en todo mi discurso, se levanta y da vueltas por la sala. Resopla y se atusa el pelo. 

-A ver si me he enterado...  Vas a parar tu carrera en plena promoción, en plena salida de disco, a punto de empezar gira. ¿Es eso?

-Sí, pero... 

-Es una locura. 

-Puede que lo sea, pero es mi locura y quiero cometerla. - Otra vez las palabras de mi novia paseándose por mi mente, y otra vez yo sacando fuerzas de flaqueza. - Eso es lo que se va a hacer. Mis seguidores lo comprenderán, al igual que los medios de comunicación. Y, si no es así, lo siento. Pero no voy a cancelar mis planes personales. Eso es lo que se va a hacer y espero contar contigo, como siempre. 

Sin dar tiempo a una reacción por su parte, a una respuesta, cojo mi bolso y salgo firme de la sala. Mis pasos atraviesan pasillos, un ascensor y todo el aparcamiento hasta llevarme al interior del vehículo. Una vez ahí, todo el coraje y la rabia que habían explotado frente a Rosa desaparecen para transformarse en lágrimas. Un popurrí de sentimientos aparece en mi interior y no tengo ni idea del método para descifrar su significado. Por una parte, estoy feliz por haberme hecho valer. Es algo que siempre me ha costado en el trabajo. Pero por otro lado, no me gusta que haya sido ella la que ha recibido mis malas palabras. Al fin y al cabo, me ha apoyado desde hace muchos años y ha conseguido que mi carrera llegara a la cumbre en la que está ahora.
Necesito calmarme, y sé que llamarla será el mejor remedio. No tarda en descolgar ni tres segundos, como si estuviera esperando mi llamada frente al teléfono. Y, conociéndola, estoy segura de que así ha sido. En cuanto denota mi voz temblorosa me dedica palabras de calma que transmiten seguridad. Me asegura que he hecho lo correcto y que Rosa no va a dejar que nuestra relación, ni profesional ni personal, desaparezca.

-Amor, tengo que hablar con mi jefe. Ven a mi casa esta noche y me lo cuentas todo con detalles. Además, yo también tengo que comentarte algo.

-Vale, sobre las nueve y media estaré por allí. ¿Va todo bien?

-Luego te cuento. Te quiero, Malú. 

Me cuelga. Y sé que algo falla. Falta un "claro, va todo perfectamente.", o un "no te preocupes, cielo." Falta que me deje tranquila, como al final de cada conversación que compartimos. Falta que me diga que está deseando verme. Falta que sea yo la que cuelgue tras un "te quiero" de mis labios. Así que no, no va todo bien. 

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¡Hola! Perdón por la tardanza pero he estado de vacaciones y no he podido antes. Sé que tardo en subir, pero no quiero dejar la novela... Me gusta escribirla y lo haré aunque los capítulos sean cada más o menos tiempo. 

¡Gracias!




1 comentario:

  1. Me encanta, mientras no la dejes todo perfecto. Me has dejado toda intrigada ¡aiiss!

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