-¿Cómo que te vas? Pero si tu horario acaba a las ocho.
-Ya, pero te pedí hace dos días salir hoy antes por motivos personales y me dijiste que sin problema.
-¿Sí? - No me puedo creer que no se acuerde. No solo se lo dije hace dos días, sino que le mandé un correo también para que no se le olvidara. Pero con este hombre ningún método es válido para remediar sus olvidos y despistes.
-Sí, jefe, sí...
-Pues justo hoy viene el presentador ese que está de moda y quería que le hicieras tú las fotos.
-No, no, no. Hoy es imposible... Ya he dejado todo el trabajo hecho para irme sin problemas. Dile a Mónica que haga esas fotos. - Por la cara que pone, suspirando al techo, sé que mi propuesta no le convence. Mónica es una chica que está aprendiendo porque acaba de salir de unos cursos de fotografía, es obvio que aún le cuesta y es un poco torpe. A mi me cae muy bien. Es maja y no reírse a su lado resulta casi imposible, pero es cierto que como fotógrafa le queda bastante por aprender. Además, me recuerda mucho a mi en mi primera etapa y eso me enternece. - Está bien. ¿Pero qué es tan importante?
-Ya te contaré. Todo a su debido tiempo.
Le guiño un ojo y salgo del edificio a toda velocidad. No llevo mucho tiempo trabajando en la empresa, pero ya he cogido confianza con todos los trabajadores. En especial con el jefe. Como ya era conocido de Malú, habíamos compartido alguna comida o alguna cena en casas o restaurantes. En cuanto me enteré de que él me dirigiría me alegré, pero a la vez tuve la necesidad de ir a hablar con Julio, mi actual jefe, y dejarle algunas cosas claras. La principal: que no quería ningún trato de preferencia. Me habían contratado por cómo trabajaba, no por enchufe o cualquiera de esas cosas. Al principió me tomó a broma, aunque cuando se dio cuenta de que lo decía plenamente en serio asintió y me aseguró que por él no habría ningún problema.
Antes de aparcar en el sitio donde habíamos quedado ya la veo. Está sentada en un banco y, a pesar del pañuelo con el que se tapa parte de la cara en pleno verano, la reconozco. Es imposible no hacerlo cuando la he visto ya de tantas formas diferentes. Se acerca y abre ella misma la puerta de mi vehículo justo antes de que yo lo haga.
-Llegas tarde. - Comenta seria.
-Yo también me alegro de verte, amor mío de mi alma y de mi corazón. - No puede contenerse y me deja vislumbrar una tremenda sonrisa en sus labios. -Lo siento, no he podido llegar antes.
-No pasa nada, aún así vamos bien de tiempo.
Caminamos hasta dentro del edificio que tenemos delante a un ritmo rápido y sin dirigirnos la palabra. No porque no tengamos nada que decirnos, ni porque estemos enfadas. Es por nervios y porque las dudas sobre algunos aspectos de nuestro futuro nos arrebatan las palabras. Lo único que tenemos claro ahora, aunque no sabemos por cuánto tiempo, o si aumentará o disminuirá, es que somos felices. Y estoy segura de que nada ni nadie podría acabar con este estado de plenitud en el que nos encontramos porque es imposible apartarme de alguien que no solo complementa mi vida, sino que también lo es. Tendremos dudas sobre cómo llamar a nuestro hijo, sobre cuál será nuestra nueva casa, sobre si las paredes serán blancas o azules... pero no dudaremos de que juntas estaremos bien.
-¿María Lucía? - La doctora sale por una puerta y nos hace un gesto para que entremos en cuanto nos ve. No hay mucha gente esperando, así que no le resulta difícil distinguirnos. Claudia es médico de Malú desde hace muchos años, por lo tanto será más sencillo explicarle lo que queremos. Al entrar nos ofrece sitio y, con su habitual sonrisa amable, hace que me sienta cómoda. - Bueno, chicas, contadme qué sucede.
-Lo explico yo si quieres. - Me dice la cantante. Asiento y le digo que lo haga con un pequeño hilo de voz. Estoy nerviosa, más de lo que creía antes de sentarme en esta silla. Si tuviera que contarle yo a la doctora lo que tenemos entre manos probablemente no sabría coordinar más de cinco palabras seguidas. - Hace unos días estuvimos contemplando la posibilidad de ser madres. Es algo que ya habíamos hablado alguna vez y que por unas cosas o por otras nunca hemos podido hacer pero, ahora que estamos asentadas tanto personal como profesionalmente, queremos tener un hijo.
-Me alegro mucho de que hayáis tomado la decisión, chicas. - Claudia sonríe más que antes y eso hace que yo también relaje los labios y los curve. Parece que de primeras no hay inconvenientes. - Pero como vuestra doctora os tengo que avisar de que elijáis el método que elijáis será un proceso largo y, seguramente, complicado. - Ambas asentimos. No es algo que nos sorprenda aunque escucharlo de su voz me pone un nudo en la garganta. - Venga, empezad a contarme vuestras ideas. Es lo más inportante.
- En principio no pensamos en la adopción. - Esta vez soy yo la que habla. - Y teníamos pensado que fuera ella la que se quedara embarazada.
-Vale. Entonces supongo que la inseminación artificial es la primera opción. Además, yo os la aconsejo. - Le decimos que sí y nos explica en qué consistiría todo el proceso porque no lo teníamos del todo claro. Le manifestamos nuestras dudas respecto a los donantes, que es lo que más nos rondaba por la cabeza. - Con eso podéis estar tranquilas. Para donar hay que pasar unas pruebas, no puede hacerlo cualquiera, así que por la seguridad y la salud no temáis.
Al menos yo, salgo de la cita mucho más tranquila de lo que entré, y la sonrisa de mi novia delata que ella también se siente cómoda. Nos ha dado otra cita la semana que viene para hacerle diversos análisis y pruebas y comprobar que se puede seguir adelante con la inseminación. Desde luego, este rato con Claudia ha aumentado nuestras ganas de avanzar en el proceso.
-¿Vienes a mi casa? - Me pregunta cuando estamos al lado de nuestros coches. Como cada una ha venido desde un sitio diferente, tenemos aquí ambos vehículos. - Además, si vienes podemos llamar a tu hermana para que venga a cenar y pedimos al...
-Al italiano. - Interrumpo completando su frase.
-Exacto. ¿Te parece?
-Me parece que eres una gocha. - Me da la razón entre risas. - Y me parece que voy a llamar a tu hermano para que venga también con su novia.
-Entonces a mi me parece que voy a decirle a tu hermana que traiga a su chico.
-Me parece que solo quieres mirarle el culo al pobre Óscar.
-Me parece que eres idiota. - Dice justo antes de pegarme un puñetazo en el hombro. - Pero que tienes razón. Madre mía, qué culo tiene.
Ahora soy yo la que le devuelve el golpe y entro en mi coche. Muriéndose de la risa ella también se introduce en el suyo. Cada día es más tonta, cada día me pone más de los nervios y cada día la quiero más. Es la única persona en el mundo capaz de hacer que quiera matarla y hacer que quiera regalarle mi vida en el mismo segundo. Nadie más provoca en mí ese vaivén de sentimientos y esas aceleraciones de pulsaciones en mi corazón, más desatado que en su sitio desde hace mucho tiempo.
Mientras voy a su casa llamo con el manos libres a su hermano, que se muestra encantado de ir a casa de Malú a cenar esta noche junto a su novia. Cualquier plan que tenga que ver con comer y amigos siempre le va a apetecer, igual que a su hermana. En eso se parecen, al igual que en otras muchas cosas son muy distintos.
-¿Has llamado a mi hermana? Tú hermano ya me ha dicho que sí viene. - Le digo saliendo de mi coche a la vez que ella lo hace de su respectivo vehículo. Me responde con un "sí" serio y apagado que hace que me gire de golpe para contemplar su rostro desencajado, nada que ver con el que me mostraba hace unos minutos. - Amor, ¿qué ha pasado? - Sin responderme se adentra en la casa y yo sigo sus pasos. No entiendo nada. - ¿Te ha dicho algo mi hermana? - Observo como se sienta en el sofá y, sin darme tiempo para llegar a su lado, rompe a llorar. Corro literalmente los metros que nos separan y la abrazo. Tiene que estar bien, sea como sea, porque soy incapaz de verla romperse entre mis brazos. - Malú, explícame algo por favor.
-Me ha llamado Rosa... - Empieza a relatar entre lágrimas. - Me ha dicho que los de La Voz querían que volviese a participar en el programa y eso. Estaba convencida de que iba a decirle que sí, y le ha extrañado que me negara... - Cesa un poco el llanto. - Entonces le he explicado que queremos ser madres y que tendré que pausar un poco mi carrera musical. - Me mira a los ojos, a punto de ahogarse en su lloro. - No te imaginas lo mal que le ha sentado. Dice que estaba consiguiendo muchos buenos planes para mí y que no podía tomar decisiones sin hablar antes con ella. Patricia, es mi vida y estoy cansada de depender de los demás.
-Amor, yo te entiendo perfectamente. Ni ella ni nadie son quién para decirte qué debes hacer con tu vida. - Acaricio su espalda intentando calmarla.
-Lo demás han sido gritos y más gritos. Ya sabes cómo me pongo de primeras. No he podido evitarlo.
-No te preocupes... Las dos tenéis mucho genio, pero lo solucionaréis. - Asiente y le limpio las lágrimas con las yemas de mis dedos. - Voy a llamar a tu hermano para decirle que no venga.
-No, no. - Se niega rotundamente. - Ya he hablado con tu hermana y estaba encantada de venir con su novio. Además, quiero que vengan. Así me despejo y pienso menos en el problema con Rosa. No quiero comerme la cabeza con eso.
Odio verla frágil. Observar como se rompe en mil pedazos. Soy la primera dispuesta a recomponer sus piezas rotas cuando le pasa cualquier cosa, pero también soy a la que más le duelen sus malestares. Sus lágrimas caen en mí como puñaladas, una detrás de otra, y solo puedo cerrar la herida si convierto cada gota que se desliza por su mejilla en una sonrisa. No soporto a la gente que hace que llore, y por eso mismo nunca he conseguido llevarme del todo bien con Rosa. Es una tremenda profesional pero en ocasiones le importa más el personaje que la persona que hay detrás, cosa que me irrita y me pone de los nervios. He visto a Malú sufrir muchas veces por sus hirientes palabras, y no soy capaz de perdonar eso a pesar de que también ha ayudado a la cantante en muchos de sus grandes éxitos profesionales. Mi novia sabe de mi poca afinidad con su mánager, y lo comprende, pero ambas sabemos que en el aspecto profesional nunca encontrará a alguien como ella.
-¡Chicas! ¡Ya está aquí el alma de la fiesta!- Cuando rondan las nueve de la noche llegan José y Rebeca a casa de mi chica.
-¿Qué fiesta, idiota? - Le replica su hermana. - Es una cena entre amigos.
-Bueno, realmente es una cena de parejitas. - Dice Rebeca sonriendo. La chica es todo lo contrario a José: vergonzosa y le cuesta mucho abrirse, aunque con nosotras ya tiene confianza.
-Sí, pero aquí nadie me ha dicho qué hay de cenar y es lo más importante.
-Ni te lo voy a decir, cuñado. Por pesado te esperas a que vengan Carolina y Óscar. - Justo en ese instante suena el timbre y el guitarrista se comienza a reír. - Todos los tontos tienen suerte.
Recibimos a la siguiente pareja con el mismo entusiasmo y las mismas risas que a la primera. A pesar de que Óscar ha llegado más tarde a nuestro grupo, se desenvuelve perfectamente entre nosotros, ya sea por madurez o porque simplemente es una persona muy agradable. Los primeros días que quedamos se mostró cortado, pero no tardó en abrirse. Con Jose al lado es difícil no caer en el juego de las bromas y los chistes.
La comida italiana triunfa entre todos los invitados, cosa que Malú aprovecha para decir en mil ocasiones que ha sido ella la que ha elegido los platos. Lasaña, macarrones y algo de pizza ocupan la mesa, y la verdad es que tengo que asumir que todo está delicioso. Pero los mejores momentos llegan después, cuando cambiamos el vino por los mojitos y los refrescos por los gin tónics. Las lenguas se sueltan y los tapujos se pierden. Y, lo mejor de todo, es volver a ver a Malú riéndose y sin recordar lo que hace un rato la estaba haciendo llorar. A veces, algo tan simple como una cena entre familia, consigue hacernos dejar a un lado nuestros problemas más pesados.
Sube capitulo porfa esta super interesante
ResponderEliminarSube capitulo porfa esta super interesante
ResponderEliminarPA cuando otra 2 parte
ResponderEliminar