viernes, 21 de agosto de 2015

DECISIONES (2X29)

-No llores, amor. - Me pide mientras limpia con sus pulgares las gotas que resbalan por mis mejillas. - Lo mejor será que pienses, que pensemos las dos.

-Siento mucho todo esto, Malú. No era mi intención... Ya sabes que si quieres, puedo...

-Tranquila. - Me interrumpe. - Me voy a mi casa y hablamos mañana más relajadas. 

- Espera. - Agarro su mano cuando está a punto de despegarse del sofá. - No te vayas. Quédate esta noche. - Por unos segundos se lo piensa con la mirada en dirección al suelo, pero finalmente niega con la cabeza con un casi inapreciable movimiento y se marcha tras darme un beso en la frente y decirme que será mejor que no. Un minuto después me asomo a una ventana desde la que veo su coche y la observo entrar en él. Ahí, en el asiento del conductor, desaparece toda la calma y toda la compostura que mantenía entre mis cuatro paredes. Apoya la cabeza contra el volante y llora. Se rompe. Y yo me rompo desde arriba con ella mientras las lágrimas enturbian la dolorosa imagen que tengo ante mis ojos. 


Un rato antes...

Me abraza. Me abraza muy fuerte cubriendo con su cara mi hombro en cuanto abro la puerta del ático. Cierro y la envuelvo con mis brazos. Nos quedamos en esa posición un tiempo, no sé cuánto, pero es el anticipo a todo lo que nos deparan los próximos minutos. Observo sus ojos y no me hace falta poner demasiado empeño en ello para saber que ha llorado hace no mucho. Y los míos van por el mismo camino. Aunque no le he dicho aún nada, sabe que no es bueno lo que guardo en mi interior. Trago saliva y cojo su mano para conducirnos al salón. Nos sentamos una al lado de la otra. Ella con los pies en el suelo y yo con las piernas cruzadas, en posición de indio. Todavía no ha salido ninguna palabra de nuestros labios, pero se palpan los nervios en el ambiente. Solo hay que ver su pierna temblando, mis dedos haciéndome crujir los nudillos o las miradas esquivas para darse cuenta de que ha desaparecido la armonía que compartíamos la última vez que estuvimos juntas.

-¿Qué tal con Rosa? - Digo librándome de un soplo de aire contenido. Yo misma noto lo rota que está mi voz. 

-Bien. - Murmura la cantante. - Le he dejado claros los planes que tenemos. He seguido tus consejos...

-Me alegro tanto. Es tu vida y tú decides. No solo en aspectos relacionados con nosotras frente a Rosa, sino con todo y frente a todos. 

-Sí. No ha quedado muy conforme pero creo que lo solucionaremos. 

-Claro que sí. Habéis estado muchos años juntas y no...

-Patricia. - No me deja hablar y hace que, por primera vez desde que ha entrado en mi casa, nuestros ojos impacten. - Déjate de rodeos y dime ya lo que me tengas que decir porque como no lo hagas me voy a morir de los nervios. - Tajante. Cojo aire. No pensaba decírselo directamente. Mi plan era cenar juntas, hablar con tranquilidad y contárselo como le podría contar cualquier otra cosa poco importante, como si le contara que me he comprado unos pendientes preciosos que combinan a la perfección con el collar que me regaló la semana pasada. Pero ni mi plan era bueno ni con ella valen los planes. 

-Me han vuelto a ofrecer el trabajo en Los Ángeles que rechacé hace años.

-¿El que te propusieron antes de que cortásemos? - Asiento y me echo hacia atrás, apoyándome contra el respaldo del sofá. Malú se levanta y da vueltas por la habitación. De vez en cuando abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla inmediatamente arrepentida. Se muere de ganas por hacerme preguntas, y yo soy la única que le puede dar respuestas.

 -Mi jefe se enteró de que lo rechacé hace tiempo y habló con la empresa para ver si podían darme otra oportunidad. Al parecer tiene buena relación con ellos y le respondieron que estarían encantados de recibirme allí si seguía haciendo trabajos tan buenos como hace unos años. Julio lleva semanas preparando una presentación informativa en la que les indica cómo trabajo, incluso ha añadido fotos tomadas por mí. - Paro para coger aire. Lo he dicho todo del tirón porque sé que si parase me costaría volver a enlazar dos palabras seguidas sin que me temblaran las cuerdas vocales. Mientras lo explico, mi chica pierde la mirada por la ventana del salón, dándome la espalda y sin interrumpirme ni una sola vez. - Hace unos días me pidió que me hiciera una foto a mí misma sin darme más explicaciones. Hoy hemos comido juntos y se me ha ocurrido preguntarle, por eso me ha confesado todo. La foto era para tener una actual que mostrarle a la otra empresa e incluirla en su presentación.

-Patricia... - Se gira dejándome ver su rostro descompuesto. Mis palabras han aterrizado en sus facciones llenándolas de tristeza. - No sé qué decirte ni qué significa todo ésto.

Sinceramente, yo tampoco sé nada. No tengo nada claro en estos momentos. Por fin he vuelto con Malú después de tanto luchar por ello. Lo he conseguido. Salió del armario, dijo que estábamos juntas, me incluyó en uno de sus trabajos e, incluso, tenemos planes de formar una familia. Nuestra relación no se puede encontrar en un lugar mejor. Y ahora llega esto. Me ofrecen el trabajo que he querido siempre justo cuando he conseguido estabilizar mi vida con la persona a la que amo. Si no lo acepto perderé una de las mejores oportunidades profesionales que tendré jamás. Pero si lo acepto, a saber que será de mi relación con Malú y de los sueños que estaba cumpliendo a su lado. Rechacé una vez el trabajo porque estábamos en un momento fantástico y no quería romperlo. Y me quedé encantada porque era lo que yo deseaba hacer. Y ahora, que sí estamos bien, tengo miles de dudas. Si me voy, sería difícil mantener nuestra relación y totalmente imposible formar una familia. Tiene su vida y su carrera musical en España y Los Ángeles no podría aportarle nada. La realidad es que me encantaría ir allí con ella y empezar nuevos planes. Otra casa, otro entorno, otros amigos. Formar allí nuestras familia. Yo aquí no tengo nada que me retenga. Nada que no sea ella.

-No he aceptado, Malú. - Le digo sentándome más cerca de ella y agarrando una de sus manos temblorosas. - Es más, me he enfadado con mi jefe por tomar decisiones sin preguntarme a mí antes.

-Pero quieres aceptar... - Menciona en un hilo de voz.

-Yo quiero estar contigo.

-No quiero que decidas por mi. - Me mira a los ojos otra vez. Tiene una mirada tan intensa que siento una punzada por dentro, también provocada por las palabras que acaba de pronunciar. - Sé sincera contigo misma y haz lo que desees hacer. No quiero que dejes ese trabajo otra vez y te arrepientas.

-Necesito un futuro contigo. - Noto como las lágrimas descienden por mis mejillas. No sé hace cuánto tiempo se deslizan por mi piel, pero cada parpadeo hace que se multipliquen. - No puedes prometerme que nuestra vida juntas seguirá en pie si me voy. - Efectivamente, no puede hacerlo. Traga saliva y esconde la cara tras sus manos. Resopla un par de veces y empieza a acariciar mi pierna.

-Piénsalo bien, ¿vale?

-Si acepto, tengo que ir en tres días para mostrarles junto a mi jefe la presentación. - Creo que nunca me había temblado tanto la voz como al decir esas palabras. De nuevo el silencio y su rostro más desencajado. Pero, contra todo pronóstico, dibuja una minúscula sonrisa en su boca.

-Pues tienes tres días para decidir, amor.



Lo que pasa a continuación ya lo sabéis. Se marcha de mi casa manteniéndose firme, pero todas sus piezas se desmontan en cuanto se introduce en su coche y se encuentra a solas consigo misma. Y yo me quedo en la misma posición, tumbada en el sofá sin poder controlar el llanto ni un solo minuto, durante lo que resta de noche. Una de las cosas que más nerviosa me ponen es no poder controlar mis sentimientos. Pocas veces me pasa, y en esta ocasión me duele más que ninguna otra porque se trata de algo que no solo me afecta a mi. La decisión de irme o de quedarme cambiaría mi vida y la de la persona que más me importa.

Cuando entra la luz del sol por las cristaleras de mi casa me doy cuenta de que no he dormido nada. Mi cabeza ha estado dando vueltas sin cesar horas y horas intentando dar solución al problema que tengo enfrente, y todos esos tumbos se han traducido en un dolor incipiente en la sien, que también se desplaza a cuello, hombros y espalda. Trato de incorporarme delicadamente para no empeorarlo, pero cada mínimo movimiento se transforma en una mueca de dolor en mi rostro. 




Poco a poco, llego a la cocina, abro el armario y saco una pastilla. Pongo toda mi fe en que ese producto químico repare mis dolores, porque en unas horas he quedado con mi jefe y necesito de todas mis fuerzas para mantener con él la conversación en la que mi futuro se asentará en España o en Los Ángeles.

Afortunadamente, la ducha y la aspirina consiguen cambiarme un poco la mañana. Desayuno algo, me espabilo con el café y me miro al espejo. Las ojeras no me las quita nadie, al igual que las ganas infinitas de quedarme en casa llorando todo el día. Pero no puedo ni debo. Me atuso el pelo, retoco el pintalabios y, tras coger mi bolso, salgo del piso. Entro en el coche y al arrancar vuelvo a venirme a abajo. El reproductor de música se enciende automáticamente y deja que la voz de mi novia se introduzca por mis oídos y se me estremezca el cuerpo. Suena el disco nuevo, el que aún ni siquiera a salido al mercado. Son las maquetas de lo que más tarde serán éxitos. La voz de Malú así, en acústico, siempre me remueve por dentro. Y ahora más. Para colmo, no suena una canción cualquiera. Como ha dicho en varias entrevistas, este disco es más suyo que nunca porque la mayoría de canciones han sido compuestas por ella. Esta es una de esas canciones y, además, habla de nosotras. De cómo hay algunos amores tan especiales que sobrepasan tiempo, distancia y cualquier obstáculo.

-Tengo una canción que creo que te va a gustar. - Me decía hace unos meses saliendo de la sala de su casa que suele utilizar cuando quiere componer. Llevaba un moño deshecho del que asomaba un lápiz amarillo y zarandeaba un folio mientras se acercaba a mi. Cuando la tengo al lado, tiro de su cintura consiguiendo que se siente a mi lado. Y me sonría. Y a mi me de por sonreír más y por querer hacerla sonreír el resto de mis días.

-¿Y me la vas a cantar?

-No. - Puse cara de pena. - No es que no quiera. Lo que pasa es que solo tengo la letra. Hablaré con los demás y si les gusta podremos poner la música.

-Por lo menos déjame leerla. - Le supliqué dejándome caer en su hombro.

-Está bien. Pero con una condición. - Asentí. Para mantener unos segundos más la intriga y ponerme nerviosa, ella bebió del vaso que reposaba en la mesita de al lado.  - Tienes que corregirla.

-Sabes que no me gusta corregir tus canciones.

-Pero es que tú escribes muy bien... - Negué con la cabeza. - Ya que no aceptas componer canciones para mis discos, por lo menos ayúdame con las mías.

-Pero Malú...

-No hay peros. Te lo pido como favor.

Finalmente, me convenció para que la ayudara. Solo le hicieron falta unas palabras y algunos mimos para hacerlo. Sabe a la perfección cómo conseguir que haga lo que ella quiera. Leímos juntas la canción y lo primero que sentí fue sorpresa. No me esperaba que hablara de nosotras. Me encantó la forma en la que describió nuestro amor como algo resistente e irrompible. Algo que acaba con todas las reglas. Cómo algo que hay que cuidar y conservar porque puede hacerte vivir los mejores momentos de tu vida.

Apenas encontré defectos que reparar en la letra, por mucho que ella se empeñara. La canción me pareció grande aquel día en su casa, en su sofá, de mi mano, e igual de inmensa me sigue pareciendo ahora en mi coche. Pero ahora duele, porque no sé cuánto podré cuidar y conservar el amor del que habla. Apago el reproductor cuando no puedo reprimir una lágrima. La limpio rápidamente y pongo en marcha el vehículo antes de que los recuerdos me pongan una zancadilla y den lugar a un llanto que no podría cesar como el que me ha acompañado toda la noche.

-Perdona por el retraso, Julio. - Le digo a mi jefe al entrar en su despacho con prisas. Dejo mi bolso en la mesa y tomo asiento frente a él.

-No pasa nada. - Comenta observando cada uno de mis movimientos atentamente. - Solo por la mala cara que traes no puedo enfadarme contigo.

-Perdona... - Bajo la cabeza avergonzada. Por mucho que lo he intentado no he sido capaz de ocultar mi malestar interior.

-¿Estás bien?

-La verdad es que no. - Confieso. - Es por lo del trabajo que me has ofrecido. Sabes que es el trabajo que siempre he querido pero es muy difícil aceptarlo.

-Malú y tú sois adultas. Además, vuestra situación económica os permitiría veros bastante a menudo. Apenas notaríais la distancia. Como ya te dije, te ofrecen más del triple de dinero que la otra vez y un puesto mucho más alto. - Es uno de los datos que no le había contado a mi novia para que no le diera más vueltas a la cabeza. Para mi el dinero es lo de menos y no quiero guiarme por mis ingresos a la hora de elegir trabajo, aunque las razones que me está dando mi jefe para aceptarlo me provocan más dudas aún.

-Julio, Malú y yo teníamos planes nuevos. Queríamos irnos a vivir juntas y tener un hijo. - Se le abren los ojos enormemente formando unas pronunciadas arrugas en su frente. No se esperaba para nada lo que acabo de confesar. Necesitaba decírselo para que fuera consciente del por qué de todas mis dudas. - Si me voy puede que mantuviéramos la relación, pero los demás planes sería imposible.

-Vaya... Lo siento mucho, Patricia. De verdad creía que ayudarte a conseguir el trabajo no te iba a causar estos problemas.

-No pasa nada... Y siento mi reacción de ayer cuando me lo comunicaste. De primeras me enfadé y no tenía que haberlo hecho.

La conclusión de la conversación fue que el viaje para presentarme en el nuevo trabajo seguiría en pie a no ser que yo decidiera lo contrario. El consejo de Julio fue el mismo que me dio la cantante: soy yo la que tengo que valorar y decidir. Ambos tienen razón, pero yo siento un peso enorme encima al tener que elegir algo que va a cambiar mi vida.

Y si hay algo que me hiere más que todo este follón de sentimientos y decisiones es no saber nada de Malú desde que se marchó de mi casa anoche. Extraño su mensaje de cada mañana dándome los buenos días y la llamada de media mañana en la que me cuenta qué tal va. Extraño oír su voz, a pesar de que llevo apenas unas horas sin escucharla. Y, sobre todo, extraño la tranquilidad de saber que todo está bien.

Una idea se me pasa por la mente y decido llevarla a cabo antes de que me pueda arrepentir. Cojo mi móvil y le envío un mensaje. Es corto, pero contiene las palabras que me salen con más sinceridad del corazón: "Te echo de menos, amor." Aguardo unos segundos con el aparato entre las manos por si hay una contestación, pero nada. Lo guardo en el bolsillo trasero de mi vaquero y opto por preparar algo de comer, a pesar de que no tengo casi apetito. Justo cuando meto en el horno una lasaña, me vibra el trasero. Es mi teléfono. Cierro el electrodoméstico velozmente y observo la pantalla. Y me decepciono al comprobar que no es la persona que yo esperaba, sino mi hermana.

-Dime, Carol.

-Vaya voz, hermanita. Qué poco te alegras de saber de mi. - La joven se ríe, pero no consigo hacerlo con ella por mucho que me gustaría.

-Lo siento. Es que estaba haciendo la comida y me has pillado en otras cosas.

-Tú no estás bien. - No tarda ni medio minuto en pillarme. Me conoce demasiado. Me atrevería a decir que Malú y ella son las personas que mejor me conocen.

-No te preocupes. Que sí estoy bien. - Trato de sonar convincente, aunque sé que no lo logro.

-Mientes, pero bueno... Te llamaba para decirte que si me invitas a merendar esta tarde. - No tengo ninguna gana de merendar esta tarde, y mucho menos acompañada de alguien. No me apetece fingir sonrisas cuando solo quiero derramar lágrimas. - Ni respondas. Voy sobre las seis. ¡Ah! ¡Y llamo a Malú para que se pase! ¡Te quiero!

Grito un no rotundo, pero cuelga antes de escucharlo. Instantáneamente me pongo de los nervios. Mi hermana la había liado sin darse cuenta, y a mi me empezaba a aparecer el sudor frío por la frente. Quiero ver a mi novia, eso lo tengo claro, pero quizás no es el momento ni el modo. Necesito hablar con ella en privado y pedirle que me ayude a decidir. Que me hace falta que ella me bese para saber si me tengo que quedar. Que necesito saber que todo va a ir bien. Lo único que podría reconfortarme es que me abrace, acaricie mi espalda y me susurre que me quiere.






1 comentario:

  1. Necesito mas ya, pero ya de yaa no me pueds dejar asi. Cada dia me sorprendes mas!

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