La proposición de Malú me pilla totalmente por sorpresa. Habíamos contemplado en otras ocasiones la opción de tener hijos en un futuro porque tanto a ella como a mi nos encantan los niños. Ya sea con su hermano o con el hijo de algún amigo disfrutamos con los pequeños. Es algo que siempre hemos pensado que teníamos que cumplir, tarde o temprano. Pero entre unas cosas y otras nos ha sido imposible. Antes de que me fuera a cuidar de mi abuela lo descartábamos por ser demasiado jóvenes y tener aún muchas cosas por descubrir en la vida. Y cuando volvimos, hemos estado más concentradas en nuestros trabajos que en aumentar la familia. Pero, ¿y ahora? La condición laboral de ambas es buena, tenemos una buena edad para ser madres y, sobre todo, la madurez necesaria. Aún así, tener un hijo no es como decidir tener un animal de compañía. Es mucho más que eso. Por eso mis dudas. Porque aunque me encantaría, no sé al cien por cien si sería una buena madre.
-Sí, Patri. Un hijo. - Repite Malú con calma. - Mira, llevo un tiempo pensándolo y creo que es el momento. Tú tienes trabajo, yo también y nos veo preparadas.
-¿Pero cómo? ¿Quién? Ni siquiera vivimos juntas. ¿Estamos preparadas? - Los nervios hacen que mi cabeza se llene de dudas y las expulse una detrás de otra.
-Todo eso ya se verá. -Me acaricia las manos para tranquilizarme. -Tú solo dime si quieres tener un hijo conmigo.
-¿Cómo no voy a querer tener un hijo contigo? - Se me escapa una sonrisa que casi deja ver cuál será mi respuesta. - Claro. Claro que quiero tener un hijo contigo.
La cantante se lanza a mis brazos con una inmensa sonrisa en la boca. Me dice que me quiere y a mi el corazón me empieza a dar saltos. Y es ahí, teniéndola encima, sonriendo y feliz, cuando me doy cuenta de que he tomado la decisión correcta. No va a ser fácil, de eso también estoy segura, pero va a merecer la pena. Lo de ser madre, a decir verdad, solo me vino a la mente a partir de empezar mi relación con Malú. Antes me parecía una locura pensar en tener una responsabilidad tan grande en manos de alguien tan inestable como yo. Pero con ella es diferente, porque sabe hacer que me comporte como debo hacerlo en cada situación. Al igual que saca mi parte más loca, también despierta a la responsable que hay en mi interior.
Lo que queda de tarde nos lo pasamos hablando de todos los aspectos relacionados con tener un niño. Estamos tan ilusionadas que incluso se nos olvida comer. Es a las cuatro y pico de la tarde cuando nos damos cuenta de que nuestros estómagos rugen y saco algo de picar. Y lo hago rápido para volver a su lado y seguir escuchando su voz emocionada por lo que estamos a punto de llevar a cabo. Hacía tiempo que no la veía tan contenta y con los ojos tan brillantes. Parece que en cualquier momento va a ponerse a llorar y va a inundar el mundo con su felicidad.
El primer aspecto del que dialogamos es sobre cuál de las dos va a quedarse embarazada. Y, sorprendentemente, tiene claro que quiere ser ella. Dice que es a ella a la que se le ha despertado el instinto maternal. Aunque me parece una buena idea, le repito varias veces que lo piense bien, que no es una tontería que se pueda elegir sin pensarla bien, pero lo tiene muy claro. Nada de lo que salga de mi boca puede hacer que cambie de opinión, y tampoco voy a insistir mucho porque yo también prefiero que lo haga ella. El simple hecho de pensar que tengo a alguien con vida dentro de mi me genera mareos.
Lo siguiente que comentamos son los métodos. Se nos pasan varios por la mente, pero como rechazamos la adopción, la acogida o salir de España para recurrir al vientre de alquiler, decidimos que será por inseminación artificial o fecundación in vitro. No lo decidiremos realmente hasta que nos vayamos al médico y le contemos la situación. Seguro que la doctora sabe aconsejarnos y, tras hacer las pruebas pertinentes, nos ayuda a tomar la mejor decisión.
Y, uno de los temas que más nos altera aunque seguramente sea el menos importante, es sobre dónde vivir y formar nuestra familia.
-Malú, mi ático está nuevo y todavía lo estoy pagando. - Intento explicarle por tercera vez.
-¿Y qué hacemos? ¿Nos metemos ahí con el bebé y todos los animales? - Replica desesperada. Tiene razón y yo misma lo sé, pero me da rabia tener que dejar mi piso. - Creo que lo mejor es venir aquí. Nos dejamos de mudanzas y hay sitio de sobra.
-Aquí me pilla muy lejos de mi trabajo, Malú. Me tendría que hacer cada día una hora de ida y otra de vuelta cuando desde mi casa no son ni treinta minutos. - Es verdad que mi piso no es una buena opción, pero también trato de hacerle ver que su casa tampoco.
-Yo me llevo haciendo muchísimos kilómetros desde hace años y no me ha pasado nada...
-Pero a partir de ahora vas a tener un hijo y necesitamos un sitio que tenga un poco de todo. Aquí solo hay casas y casas. Ni siquiera el hospital está cerca. - Por primera vez parece entender mi postura y resopla.
-¿Qué propones? ¿Dejar tu casa y la mía y buscar un nueva?
-Exacto. Un buen lugar que nos conceda algo de intimidad pero con un hospital cerca, un colegio al que no haga falta ir en coche, tiendas por si hay alguna urgencia...
-Tienes razón... Pero eso va a hacer que tardemos más en tener al bebé porque primero tenemos que preocuparnos de la casa. - Añade no muy satisfecha.
-Prefiero eso a tenerlo rápido y sin nada preparado.
Finalmente, parece que acepta aunque sé perfectamente que no le hace gracia. Lleva muchísimo tiempo en esa casa y ya tiene su vida hecho ahí. Pero es etapa de cambios para las dos y, al igual que yo voy a abandonar mi precioso ático para apostar por una vida juntas, ella puede hacer lo mismo. En ningún caso quiero que piense que lo hago simplemente por molestar o porque no me guste su casa. Al revés, su casa me encanta por todos los recuerdos que me trae. Pero a la hora de tener un niño no es el mejor para habitar.
-¡Ya verás cuando se entere tu madre! - Exclamo moviendo mucho las manos y riéndome cuando creo que ya no quedan temas importantes de los que hablar.
-Respecto a eso... - Murmura con la cabeza baja. - Vamos a esperar para decirlo. Simplemente hasta que avancemos un poco, sepamos el método y todas esas cosas. ¿Te parece?
-Claro, cielo. Lo que tu prefieras. -Me quedo pensativa unos segundos mirando a la nada. De pronto, noto como una de sus manos se desliza por mi mejilla tiernamente.
-¿Qué te preocupa?
-Nada... Solo pienso en mi madre.
-Amor, haya pasado lo que haya pasado... Es tu madre y lo va a aceptar. Sé que el problema soy yo. Sigue sin aceptarme y no he puesto mucho de mi parte para que lo haga, pero te aseguro que eso va a cambiar. Tener un hijo requiere madurez y responsabilidad, así que voy a hacer todo lo que pueda para que tu madre se de cuenta de que no soy mala para ti.
-Lo que me jode es que no se haya dado cuenta ella solita después de tanto tiempo. - Confieso con dureza. Desde la ultima discusión en casa de mis padres, mi madre y Malú no se habían vuelto a ver. Se llevan mal y, por consiguiente, la relación que tengo con mi madre tampoco es genial. No soporto que se lleve así con mi novia. - El mismo día que se lo digamos a tu familia se lo diré yo a la mía. Le guste o no, es mi decisión y no puede condenarme por quererte.
Cuando pienso en la última vez que intentamos arreglar las cosas se me quitan por completo las ganas de volver a probar suerte. No quiero volver a tener que salir corriendo de una comida con el eco de los gritos de mi madre rebotando en mi cabeza, igual que impactan en un saco los guantes de un boxeador. Solo deseo que en algún momento se de cuenta de que, pasara lo que pasara con Malú, sé que quiero empezar y terminar todos mis días con ella. El pasado quedó atrás y de él he aprendido que no puedo estar con otra persona que no sea Malú. Porque no me imagino haciendo planes de futuro mirando otros ojos que no sean los suyos. Y tampoco querría ser madre con cualquiera que no fuera ella.
-Ya que no hemos comido las hamburguesas que quería, ¿vamos a cenarlas? - Propone mientras camina hacia la puerta sin ni siquiera esperar mi respuesta. Y, como siempre, sonrío y voy tras ella.
-Como el bebé salga tan hambriento como tú nos vamos a tener que prostituir para pagar tanta comida. - Intenta ocultar la risa mientras yo adapto mis manos a su cintura y le beso la mejilla de manera sonora. Juntas salimos de mi casa y caminamos por mi calle con un jugueteo de manos, como dos niñas pequeñas. Tira da mi pulgar, presiono su mano, acaricio su palma, pellizca mi anular... - Espera. - Freno en seco y me mira sorprendida. - Tengo una idea. - Agarro su mano y cambio de rumbo nuestros pasos.
-No, no, no. - Murmura aminorando el paso. - Por favor. ¡Quiero las hamburguesas!
-Se me ha ocurrido algo mejor. - Se queja en repetidas ocasiones, así que le digo que me espere ahí y entro en el bar para pedir las dichosas hamburguesas para llevar. Hay un sitio mejor que aquel en el que tomárnoslas. - Toma, pesada. - Le doy las bolsas y saco las llaves del coche, que está en la misma calle.
-¿Qué se te ha ocurrido?
No respondo. Una sorpresa es una sorpresa, y a mi me encanta tenerla intrigada. El trayecto no será de más de diez minutos, pero cuando acabo de arrancar ya está insistiendo para que le diga a dónde vamos. Le pido que se coma las patatas y así se calla y, como es habitual en ella, me manda a la mierda. Dice muchos lugares y no acierta ninguno. La verdad es que no sé ni cómo se me ha ocurrido a mi porque llevo sin ir casi tanto como ella.
-Esto me suena... -Comenta mirando a todas partes cuando aparco y salimos del coche. Yo también observo a mi alrededor y me estremezco por todos los recuerdos que me trae esa calle, ese edificio y lo que hay en el interior. Han reformado la fachada, pero sigue teniendo la misma esencia. Entramos al portal, que está abierto y cogemos el ascensor. Le cambia la cara en ese mismo instante. - No me lo puedo creer. Ya sé dónde estamos.
Le sonrío de lado y saco del bolso el llavero. Menos mal que nunca me dio por sacar de ahí las llaves de ese piso. Muchas veces las he visto y me han entrado ganas de venir, pero entre unas cosas y otras nunca he podido. Ahora estoy aquí, abriendo la puerta y llenándome de recuerdos. El lugar huele a cerrado y no hay ni una luz porque no hay nadie que pase por aquí desde hace mucho tiempo. Subo todas las persianas, abro todas las ventanas y admiro cada rincón. Ahí está: el piso de mi abuelo que usé como estudio durante mi adolescencia y el mismo lugar en el que Malú y yo hicimos el amor por primera vez.
-No vengo aquí desde mucho antes de irme al pueblo... - Murmuro con la voz quebrada. Mi chica me abraza por detrás y apoya la cabeza en mi hombro. - Me trae buenos recuerdos. ¿A ti no?
-Claro que sí, amor.
Pasamos lo que resta de día allí metidas. Todo está bastante sucio así que antes de cenar nos toca hacer una pequeña limpieza. Hacemos desaparecer el polvo y nos sentamos en el sofá, dejando la comida en la mesa. Malú solo ha estado aquí una vez, aunque muchas veces pensé en llevarla conmigo para compartir con ella mis fotografías. Pero por otro lado era mi refugio, para mi sola.
-Se me ha ocurrido una cosa. - Dice de pronto mientras se relame de los dedos la salsa de la hamburguesa. Habla sin mirarme con expresión tranquila. - Podemos hablar con Aitor para que sea el padre del bebé. - Rompo a reír en cuanto lo escucho.
-Eres idiota.
-Lo digo en serio, Patricia. - Su mirada seria me bloquea. No tengo muy claro si me vacila o está de verdad proponiéndome esa descabellada idea. - Así nos dejamos de inseminaciones y eso. Vamos al método tradicional.
-¿Se te ha ido la cabeza? Ni de coña.
-¿Por qué no?
-Porque no me da la gana que te tires a tu ex para que tengamos un hijo. - Cojo los platos y los llevo a la pequeña cocina, donde los tiró de golpe en el fregadero. Si no fueran de plástico se hubieran hecho añicos. Me parece surrealista lo que acabo de oír y en un momento se me han quitado de golpe todas las ganas de ser madre.
-No entiendo el enfado... - Entra en la cocina mientras yo sigo moviendo cacharros sin sentido. Por poco me quemo con las velas que hemos tenido que poner para remediar la oscuridad del piso.
-No me apetece hablar. Déjame.
-Pero Patri... - Se acerca y se apoya en mi brazo, pero la aparto con un empujón.
-¡Qué no!
-Patri... - Vuelve a mi y se acerca a mi oído. - ¿Cómo puedes pensar que estaba hablando en serio, idiota? - Paro de moverme cuando noto sus labios en mi nuca y en mi cuello.
-Para. No me ha hecho gracia... -No me hace caso y sumerge sus manos bajo mi camiseta para acariciarme la tripa y la espalda. Trato de quitármela de encima, sin muchas ganas, pero se resiste y me quita la camiseta.
-¿Quieres que intentemos tener un hijo tú y yo ahora mismo por el método tradicional?
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