-¡Malú, abre! - Patri llama a la puerta repetidamente. - ¡Por favor, déjame entrar! Cielo, no pasa nada. Buscaremos la forma de arreglarlo.
Ni las mejores palabra de súplica hubieran logrado convencerme de que abriera la puerta. Siguió llamando hasta que pasó el tiempo y, sin más, deje de escuchar su voz. Tirada en el suelo, con las rodillas dobladas y las manos tapándome la cara me sentía demasiado frágil. Más débil de lo que nunca me había sentido. No era la primera vez que me sentía así, pero sí la peor. En una ocasión, cuando publicaron mis fotografías con Patricia, me pasó algo parecido. Pero esa vez tenía solución. Las imágenes no tenían por qué delatarme y bastó con decir que éramos amigas. Pero ahora no tenía arreglo. Nos han pillado besándonos y eso no había forma de ocultarlo. Mi mundo, todo por lo que he luchado, pende de un hilo. O al menos así lo veo yo. Está en juego toda mi trayectoria profesional. Me da miedo que las marcas no me quieran como imagen, que las discográficas ya no inviertan en mi voz, que mis fans se sientan defraudados... He estado siempre tan pendiente del qué dirán que ahora, cuando las cosas pueden cambiar, me da vertido enfrentarme a ello. Siempre he sabido que me pasaría factura. Controlar cada uno de mis movimientos no debe ser bueno. Te cohibe. Vivir se hace cuesta arriba al tener que ocultar parte de ti. Siempre lo he sabido pero siempre he preferido ignorarlo. Por cobarde, por vergonzosa, por recatada o por lo que sea. Pero lo he hecho y por eso ahora estoy donde estoy: llorando y temblando en un baño. Y me pasaría aquí durante horas y horas. Pero mi parte profesional sigue siendo tan dura como siempre y decido levantarme, lavarme la cara, retocarme el maquillaje y salir de mi pequeño cobijo.
Fuera no hay nadie. La soledad de los pasillos me enfría por dentro. No sé si es mejor eso o que hubiera estado repleto de gente. Por un momento vuelve a aparecer en mi mente a idea de huir. Marcharme de ahí e ir a casa sería tan fácil... Pero no. Mis pasos se dirigen a las escaleras que conducen al asiento que hay reservado para mi en las gradas del recinto. Cuando llego me siento sin mencionar palabra a Rosa, que está sentada a mi lado y me mira sin saber qué decir. Tengo la esperanza de que haga su magia, como otras veces, y me diga que ella va a solucionarlo. Que las fotografías no van a ser publicadas. Que mi vida no va a cambiar. Pero no. Por la manera en que sus sé compadecen de mi me doy cuenta de que no hay manera de enmendar el error. Agacho la cabeza y así paso el resto del evento.
-Atenta. - Mi mánager me golpea sutilmente la pierna haciendo que alce la cabeza y preste atención al presentador de la gala.
-Bueno, y ha llegado la hora de entregar el premio a mejor canción del año. - Antes, hace unas escasas horas, tenía ilusión por que llegara este momento. Deseaba ganar este premio. Pero ahora me da igual. Tengo cosas más importantes por las que preocuparme. En las pantallas del Palacio salimos los nominados. Después de las presentaciones, el presentador abre el sobre. Se hace el interesante y se ríe antes de decir quién es el afortunado. - ¡Malú!
Rápidamente Rosa me levanta y me abraza mientras me da la enhorabuena por el logro. El Palacio estalla en aplausos. Y yo finjo mi mejor sonrisa, que queda muy lejos de una sonrisa sincera. Aplaudo al público y bajo la rampa. Cuando me dan mi premio me pongo detrás del atril.
Se supone que tengo que dar un discurso sobre lo genial que es ese momento y agradecer a todo el mundo que ha votado. No soy capaz. Ni siquiera puedo abrir la boca. Miro a todos lados, al público, al escenario, y lo único que siento es miedo de poder perderlo. Al agobio que había padecido anteriormente en el baño vuelve con más fuerza. Y me desplomo. Sin más. Pierdo la consciencia y todo se vuelve negro.
Pestañeo un par de veces para poder abrir los ojos. Unas fuertes punzadas me taladran la cabeza. No sé dónde estoy pero quiero irme. Cuando intento levantarme unas manos me frenan obligándome a volver a tumbarme. Es un chico joven con una chaqueta naranja. Es entonces cuando miro a mi alrededor. Estoy tumbada en una camilla y un montón de artilugios médicos me rodean.
-¿Dónde estoy? - Logro preguntar.
-Soy Pablo, enfermero. Estás en la ambulancia.
-¿Qué me ha pasado?
-Tuviste un desmayo durante la gala y te hemos traído aquí para que estés más tranquila. No es necesario que te llevemos al hospital, pero queremos tenerte en observación por si acaso. - Entonces me acuerdo de todo. El beso, el baño, el premio y la caída. Vuelvo a agobiarme y escucho una máquina que pita.
-Quiero irme. - Jadeo y pronunciar cada palabra es difícil.
-Si te tranquilizas podrás hacerlo en un rato. - El joven enfermero me coge la mano y pasa un paño húmedo por mi frente. - Te has dado un golpe en la cabeza al caer y si te mueves mucho te va a doler.
-Yo solo quiero verla y arreglar las cosas... - Cierro los ojos y trago saliva.
-No te preocupes por eso. Tu mánager esta fuera esperando y podrás verla un unos minutos.
No es a ella a quien me refiero. Quiero ver a Patricia. Lo necesito. Quiero que me abrace, me bese la frente y me diga que todo va a ir bien. Que pase lo que pase va a apoyarme y lo nuestro no se romperá. Lo único que me quitaría el dolor de cabeza en estos momentos sería uno de esos susurros suyos capaces de reavivar las flores marchitas.
Pasa casi una hora hasta que me dejan salir de la ambulancia. Lo hago despacio y acompañada de Pablo. Se abren las puertas y Rosa se echa a mis brazos. El enfermero le pide repetidamente que sea cuidadoso pero ella no puede controlar la efusividad. Me besa los mofletes varias veces. La miro a los ojos. Llorosos.
-No ha sido para tanto, Rosa. - Intento relajarla mostrándole que estoy bien.
-Lo sé, pero nos has dado un buen susto. La gente se ha vuelto loca al verte desmayada en el suelo. No entendían cómo ni por qué estaba pasando todo eso.
- Dentro de poco lo sabrán... - Miro al suelo y bajo el tono de voz. - Mañana, cuando vean la televisión y las portadas de las revistas, relacionaran todo y sabrán por qué me he desmayado.
-Malú, siento...
- No tienes que sentir nada. - La corto. - No ha sido tu culpa. Ni tuya ni de nadie. Ha pasado y punto. Bastante estaba tardando...
Asiente con la cabeza y me acaricia la mejilla. El médico nos pide que tengamos cuidado y que si me encuentro mal vaya urgentemente al hospital. Dice que no parece ser nada, pero que prevenir es mejor. Nos despedimos de él y vamos al coche de Rosa. Mientras me lleva a casa me cuenta cómo ha sido todo. Me da miedo hasta a mi escuchar lo que relata. Me imagino en el suelo, con varios hombres de seguridad corriendo hacia mi para llevarme a la ambulancia y tiemblo. Aunque no hace falta que me lo imagine demasiado, porque mañana estará en todas las televisiones. Mi mánager me pide que ponga un tuit informando de que estoy mejor. No me apetece encender el movil porque sé todo lo que me espera, pero lo hago. Los mensajes llegan uno tras otro sin parar. Los ignoro todos, pongo el tuit y vuelvo a apagarlo. No quiero saber nada de nadie. Solo de una persona.
-Rosa, ¿dónde está? - Mira al horizonte y me ignora. Giro mi cuerpo orientándome hacia ella y vuelvo a preguntarle esta vez más preocupada.
-No lo sé, Malú.
-¿Cómo que no lo sabes? ¿Ha desaparecido o qué?
-No... Cuando pasó lo del beso y te encerraste en el baño ella fue a buscarte. Estuvo un rato ahí esperando hasta que la presión de los medios fue tanta que se marchó sin decir nada. Fue exagerado. Tenia a su alrededor a más de quince periodistas con cámaras y micrófonos intentando sacarle información. Patri no quería responder a nada. En cuanto vio un hueco libre entre dos de los fotógrafos se metió por él y desapareció.
-¿No la viste más? - Rosa niega con la cabeza. - Joder.
Vuelvo a encender el movil que había apagado hace un par de minutos e intento contactar con mi chica. Por WhatsApp es imposible. Hace mucho de su última conexión y ni siquiera le llegan los mensajes. La llamo y no da señal. Mi nerviosismo aumenta al igual que mis ganas de saber de ella. Me da miedo que le haya pasado algo, pero también se me pasa por la cabeza otra idea muy distinta que me atemoriza lo mismo: que la presión le haya desbordado. Si a mi, que estoy acostumbrada, a veces me puede la insistencia de los medios, a ella no sé cómo puede haberle sentado. Me pongo en su situación y me vengo abajo. No puedo evitar sentirme culpable de esta situación. Quizás no he sabido hacer la cosas bien. Debería haber contado desde un principio mi relación con Patricia, sin vergüenzas ni preámbulos. Aceptar lo que soy hubiera sido más fácil hace años. Pero ahora, después de haber fingido durante tanto tiempo, las cosas se complican. Es tarde para confesar y hacer como si no pasara nada. Cualquiera de mis movimientos ahora tendrá repercusiones, de un modo o de otro. Y lo peor que me puede pasar es perderla a ella. Y, por un momento, lo veo desgraciadamente posible.
-Malú, no te preocupes. Seguro que está bien... - Suspiro. Ya ha aparcado frente a mi casa y estoy a punto de salir del vehículo. - Llámame si necesitas lo que sea.
Me besa y me abraza mientras le doy las gracias por haberme tratado tan bien como siempre. Siempre es como mi sustento. La persona que me apoya cuando me faltan fuerzas o ganas de continuar.
Al entrar a casa me extraño cuando veo la pequeña luz tenue del salón encendida. Sonrío por dentro un poco ante la posibilidad de que sea mi chica. Ojalá se hubiera marchado del evento para venir aquí y esperarme. Acelero el paso durante el trayecto que separa la puerta de entrada del salón y cuando llego allí me rompo. No es Patri quien me espera, sino mi madre, que en cuanto me ve se levanta y me abraza con fuerza.
- ¿Qué haces aquí, mamá?
- ¿Cómo te iba a dejar sola después de lo que ha pasado esta noche? Cariño, no sabes lo que he sentido cuando te he visto caer al suelo mientras recibías el premio. Casi se me sale el corazón. - Habla muy rápido y tragándose las lágrimas . - No podía parar de llorar. Estábamos tus hermanos, tu padre y yo preocupadísimos. Menos mal que Rosa nos ha llamado para decirnos que estabas bien.
-Tranquila, mamá. - Le acaricio la cara e intento transmitirle cariño. - Estoy bien, ha sido un bajón.
-Pero Malú...
- Ya te lo contaré, mamá. - Me separo de ella y rebusco en mi bolso el movil. - Primero tengo que encontrar a Patri.
- Yo sé dónde está.
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