Mis ojos se abren lentamente en cuanto el sueño desaparece. Con lo primero que me encuentro es con su cuerpo tendido en mi cama. Es el mejor despertar que he conocido. La observo mientras duerme profundamente, soñando cosas tan descabelladas como ella. Es normal que me inspirase para componer teniéndola todos los días a mi lado. Podría ser musa de cualquier persona con ganas de consumir la mina de su lápiz llenando un papel de sentimientos. Cuanto más la miro, más me gusta. He llegado a un punto en el que el simple hecho de apreciar cómo sube y baja su pecho a causa de una profunda respiración me emboba. Y me enamora. Cada pequeño lugar de su cuerpo me pide que lo acaricie y que haga que se le ponga la piel de gallina.
En este momento tiene los ojos cerrados, pero puedo sentir muy cerca el penetrante verde que rodea sus pupilas. Me encanta cuando sonríe y se le ilumina la mirada, al igual que odio cómo su iris parece ahogarse con las lágrimas cuando está triste. Sus ojos al despertar, al reír, al hacer el amor, al darse cuenta de que ha hecho algo mal, al disculparse por un fallo... Tantas expresiones y todas consiguen lo mismo: volverme loca.
Si nariz es especial. Tiene un pequeño lunar, minúsculo, en el puente. También quedan restos de lo que antes era un piercing en la aleta derecha. Pero lo que más me gusta de su nariz es besarla. Para hacerlo tengo que que ponerme un poco de puntillas y sé que le encanta sentirse alta, aunque apenas me saque cinco centímetros. Es ese beso suave. Un roce. Típico de una pareja a la que ya no le quedan más espacios sin descubrir en el cuerpo del otro.
Su boca. Joder, podría escribir un libro entero dedicado a su boca. Adoro esa manera en que curva los labios y se le forman en los mofletes unos hoyuelos irresistibles. Tiene la manía de morderse el labio inferior cuando está concentrada. Cuando lo hace suelo regañarla porque más de una vez se ha hecho heridas, aunque la realidad es que le queda muy sexy. Habla muy rápido. Siempre quiere decir muchas cosas y teme que no le de tiempo. Pero ni se traba ni se equivoca. Tiene dominado el lenguaje como pocas personas en este mundo. No puedo dejar de hablar de su boca sin citar la forma en que pone sus labios sobre los míos. Son suaves, y cada contacto es como una caricia con la llave de las puertas del cielo. A veces, muchas, tiene el detalle de abrirlos y dejarme descubrir el tacto de su lengua. Porque esa es otra. Su lengua me estimula con el más mínimo contacto. Sabe tan bien. Me derrite cuando la pasa sutilmente por el filo de mis labios. Pone todos mis sentidos al borde de un abismo y se produce una batalla en la que siempre sale derrotada mi cordura.
Me aproximo a ella para hundir mi nariz entre varios mechones de su pelo. Cierro los ojos y disfruto de ese olor frutal que caracteriza a su cabello. Huele así desde el primer día que la conocí y se debe a su manía por no cambiar de champú. Entremezclar mis dedos entre su melena es una de mis pasiones. Es rubia. Su pelo está entre rizado y liso, pero se lo suele alisar por completo. A veces, cuando le da por rizárselo, sigue estando tan guapa como siempre. Ella sería capaz de estilizar el moño con menos glamour del mundo. Después de tantos años, he llegado a la conclusión de que no importa lo que lleves, sino cómo lo hagas.
Y podría seguir describiendo partes de su cuerpo pero jamás lograría hacerlo bien. El diccionario no tiene las palabras correctas para darle nombre a algo tan bonito. Y tampoco podría describir todo lo que se siente estando a su lado porque todos los sentimientos son indescriptibles. Pero para que os hagáis a la idea, imaginaos al lado de esa persona que os pone nerviosos. Esa persona que te araña el corazón con un simple gesto, que te hace vibrar, que te hace fuerte. Que hace que a su lado sea más fácil encontrar una solución para todos los problemas que la vida nos pone. Ahora que tenéis a esa persona especial y todo lo que os hace sentir en mente, multiplicadlo por un millón. Esa es Patri. Cualquier persona que haya estado con ella ha podido sentir su magia porque sólo hace falta tenerla cerca un rato para darse cuenta de que te vas a enganchar de sus maneras.
Creo que es una de las pocas veces que me alegra verla dormir. Normalmente, si me despierto antes que ella estoy deseando saltar sobre su cuerpo para que abra los ojos. Pero hoy es diferente. Prefiero verla dormida a verla tan débil como la vi anoche. Aún tiene los párpados hinchados de tanto llorar. Fue todo tan rápido y tan raro que aún me cuesta comprenderlo. La noche iba genial hasta que se rompió. Ella se rompió. Me consuela saber que tanto dolor y tantos nervios han servido para que se quite un peso de encima. Ahora conozco otra faceta suya que a lo mejor ya me esperaba, pero no quería verlo ni ella quería mostrármelo.
La noche anterior...
Los conciertos de fin de gira siempre son increíbles. Sabes que es el último, por lo tanto te esfuerzas el triple para acabar dejando un buen sabor de boca a todo el mundo. Las ganas se desbordan y la adrenalina me recorre el cuerpo de arriba a abajo. Pero si además en ese show has cantado un tema inédito compuesto por ti misma, y en el que todas las palabras iban dirigidas a tu pareja, la emoción aumenta. Como ya conté en el escenario, un día me levanté con ganas de escribir sobre todo lo que siento. Estoy pasando por uno de los mejores momentos de mi vida y se me ocurrió que componer era la mejor forma de dejarlo anclado en el tiempo. Y si voy a hablar del mejor momento de mi vida, es inevitable que ella sea lo primero que me aparezca en la mente. Simple y llanamente porque cada vez estoy más segura de que sin ella nada sería lo mismo.
Al bajar del escenario salgo corriendo hacia el camerino. Mucha gente me asalta durante el trayecto. Besos, abrazos y halagos que me encantan, pero que prolongan el momento de verla. Me libro de amigos, técnicos y parte de la banda y llego al camerino. Mi madre es la primera que me envuelve entre sus brazos sin que me lo espere. Está tan eufórica como yo. Mi padre es el siguiente. Coge mi cara entre sus manos, me mira fijamente a los ojos para decirme muchas cosas sin usar la boca, y luego me da un abrazo largo y dulce. Esos abrazos que dan los padres cuando se sienten orgullosos por sus hijos. Y, por fin, la veo a ella. La tengo a unos tres pasos, y si no la conociera tanto diría que está nerviosa y no sabe cómo reaccionar. Parece que está esperando a que yo le diga algo. Sus ojos brillan especialmente y me muestra una sonrisilla que me encanta. Da un pasito más hacia mi. Me muero por que su cuerpo y el mío se encuentren.
-¿No vas a venir nunca? - Ahora sonrío yo. De pronto suelta el aire que al parecer estaba reteniendo y viene hacia mí corriendo. Está ella más emocionada por el concierto que yo, y mira que es difícil. Se destensa y me besa en los labios muy despacio. - ¿Te ha gustado la canción?
-Me ha encantado... - Con una mano me acaricia el cuello y con la otra me recoge el pelo por detrás de la oreja. Me vuelve a besar, esta vez en la comisura de los labios, y me abraza.
-Sabes que cada palabra de esa canción tiene tu nombre... - Susurro en su oreja. De pronto, mi padre se aclara la garganta y ambas damos un respingo. Ya se me había olvidado dónde estábamos y, sobre todo, que no estábamos solas.
-Yo no quiero interrumpir... - Comienza a decir tímidamente mi padre. - Pero en breve van a venir a por ti para la fiesta.
Sí. La fiesta. Todos los finales de gira se celebran a lo grande. La banda, los técnicos, familia, amigos... Todos nos juntamos en un local y dejamos que la luna contemple nuestra diversión. Tal y como me avisaba mi padre, cinco minutos después aparece Rosa metiendo prisa. Prácticamente me arrebatan a Patri de entre mis brazos y me meten de una patada en la ducha. Salgo del camerino cuando estoy vestida y maquillada. Rosa y mi madre me están esperando fuera y me piden que me apresure porque todos ya han ido para allá.
-¿Y Patri?
-Ha ido en su coche para estar allí antes. - Bufo. Sé perfectamente que si se ha ido ya es porque alguien le ha dicho que lo hiciera. Y estoy segura de que ha sido mi mánager. Siempre quiere tener cada cabo atado para que nada salga mal. Se lo agradezco porque gracias a ella y su forma de trabajar he llagado hasta donde estoy ahora, pero a veces me dan ganas de matarla cuando toma decisiones sin consultármelo. Decido no protestar para no perder más tiempo y nos montamos en el coche la tres.
Una vez en el local todo es un agobio. Voy de uno a otro recibiendo más agradecimientos. Firmo autógrafos para hijas de gente, me tomo fotos con los presentes y doy las gracias por todo el apoyo. Lo único bueno es que los invitados son personas muy cercanas y puedo ser yo misma. A decir verdad, después del gran concierto que había pasado, nada puede hacer que mi animo decaiga. Tengo ganas de saltar, gritar y reír. Cuando me quedo unos segundos a solas miro a mi alrededor buscando a Patricia, pero no hay suerte. Antes de que me de cuenta llegan Antonio Orozco y Melendi y se tiran bruscamente a mi cuerpo. Por poco nos caemos los tres al suelo.
-¡Enana! Menudo conciertazo para acabar la gira. - Comenta Antonio. Les doy las gracias y reparto besos por sus mejillas.
-Tómate algo con nosotros, Lula. - Melendi levanta la mano con la intención de llamar al camarero pero se la agarro rápidamente.
-Más tarde, ahora tengo que encontrar a una personita... - Se ríen. Saben a quién me refiero.
-¡Te tomo la palabra! - Vuelven a abrazarme. Por un momento tengo miedo de que me exploten los órganos por la fuerza que ponen. - Creo que he visto a tu chica por allí hace poco. - Susurra mientras señala una zona al fondo de la sala.
Me dirijo hacia allí temiendo que alguien vuelva a pararme. Voy rápido, pero fijándome en la gente que tengo a los lados por si ella está cerca. Sin que me lo espere, alguien coge mi mano y tira de mí para empotrarme a un pequeño trozo de pared escondido entre dos columnas. Inmediatamente noto su impacto contra mis labios y sé que es ella sin necesidad de abrir los ojos. Me recreo en su sabor y le sigo el juego acompasando los movimientos de nuestras bocas desenfrenadas. Al principio parece que va a ser un beso excitante y fogoso. Pero nada más lejos de la realidad. En un instante cambia la intensidad a una mucho más lenta en la que cada pequeño gesto tiene una importancia abismal. Parece que vamos a cámara lenta. Sus manos sueltan las mías y cambian el rumbo. Una llega con caricias hasta mi costado y la otra se esconde en la parte posterior de mi cuello. Nuestras bocas se separan, pero aún no me apetece abrir los ojos. Aproximo mi nariz al pelo que le cae a un lado del rostro e inspiro. Una sonrisa se cuela en mis labios a toda velocidad sin aparente motivo. Voy a sus labios de nuevo y poso ahí los míos. Solo son caricias sin intención de ir más allá. Subo un poco y nuestras narices chocan. Abro los ojos lentamente y me encuentro su mirada que, entre la oscuridad del sitio, se asemeja perfectamente a la luna que alumbra mis noches. Entonces me siento la persona más afortunada del mundo por tenerla conmigo. Y no sé qué cara pongo, pero le entra la risa tonta.
-¿Qué pasa? - Pregunto. Patri sigue riéndose irrefrenablemente apoyada en mi hombro. No puedo evitar contagiarme de sus carcajadas. - ¿Qué te ha dado?
-Nada, nada. - Se separa unos centímetros e intenta cesar la risa. - Que cuando has abierto los ojos se te ha quedado una cara muy graciosa.
Como si la escena que acabamos de vivir fuera lo más normal del mundo, me agarra la mano y vamos a sentarnos en un pequeño sofá frente a una mesa baja. Está en un rincón del local así que la afluencia de gente es menor. Por fin la mínima intimidad que llevaba buscando con ella desde hace horas. Ahora puedo mirarla y contemplar su vestimenta. No me había dado cuenta antes de que se ha cambiado de ropa. Lleva una blusa roja de tirantes junto a unos pantalones negros cortos y unos tacones del mismo color. Tan simple y tan perfecta. Tan ella. Se cruza de piernas y me mira.
-Deja de mirarme así. - Le pido.
-¿Así cómo?
-Con esa mirada de "cómeme a besos antes de que lo haga yo." - Intenta aparentar seriedad ante mis palabras pero es imposible. Vuelve a reírse y a observarme de la misma forma para ponerme nerviosa.
-Déjate de tonterías y dime una cosa. - Se acerca más a mi. - ¿Cómo habéis hecho Dani y tú para componer la canción sin que yo me enterase?
-Pues la verdad es que ha sido difícil porque tengo una novia pesada que quiere pasar muchas horas conmigo... - Bromeo. - Pero conseguimos sacar algún día. ¿Te acuerdas del día que trabajabas y te dije que tenía que ir con Rubén a mirar unos equipos de sonido? - Asiente. - Pues era mentira. Y tampoco fui a comer hace dos semanas con mis padres a Madrid. - Abre los ojos como platos.
-Serás mentirosa...
-Cari, no podía contarte nada. Una sorpresa es una sorpresa.
-La verdad es que ha merecido la pena. - Sonríe tiernamente mirando al suelo. - Me ha encantado. Nunca me habían compuesto una canción.
-No me lo creo. - Comento. - Tú inspiras a cualquiera. Seguro que alguna vez alguien se ha enamorado de ti sin que te enterases y te ha escrito una canción, un poema o lo que sea. Tu manera de andar, de guiñar el ojo, de hablar... Todo incita a escribir.
-¿Pero tú qué te has metido hoy? ¿Dónde has visto tú a toda esa gente enamorada de mi?
-Mira, no me hagas hablar porque sabes que tienes mil pretendientes y pretendientas... - Silencio. Sabe que tengo razón. No es tonta y se ha dado cuenta mil veces de cómo se le quedan mirando por la calle algunas personas poco discretas.
-Hola... - Una chica bajita, morena y con el flequillo de lado aparece con una tímida sonrisa. En principio pienso que es amiga de alguien y quiere un autógrafo, pero al mirarla de arriba a abajo me doy cuenta de que es camarera. - ¿Os sirvo algo?
-Yo quiero una Coca-Cola. - Señalo. Aunque ya haya acabado la gira sigo sin beber alcohol. La chica asiente y lo apunta.
-Para mi otro mojito. - Ella vuelve a asentir, nos vuelve a mirar sonriente y se marcha con pequeños saltitos.
-¿Cómo que otro mojito? ¿Se puede saber cuántos llevas?
-Solo uno más. El resto han sido un par de cervezas. - Golpeo su hombro. No me gusta que beba y lo sabe. - Cielo, es que has tardado mucho es venir y tenía que hacer tiempo. ¡Además! - Sube el tono de voz y cambia radicalmente la actitud. - Me estabas hablando de toda esa gente que se enamora de mi cuando tu eres la primera a la que le pasa. ¿Te has dado cuenta?
-¿De qué hablas?
-¡La camarera! Acaba de mirarte a los ojos y se ha vuelto loca.
-Tú eres tonta...
-Te has dado cuenta tanto como yo de la forma en la que sonreía y la forma en la que le temblaban hasta las pestañas. - Era verdad, pero bajo mi punto de vista eso era simplemente por el hecho de ver una famosa y tener que atenderla.
-Aquí tenéis. - La morena vuelve, esta vez con nuestras bebidas en la bandeja. Deja el mojito de Patri a su lado y coge mi vaso de refresco. Cuando se dirige a dejarlo en la mesa me mira. Se pone nerviosa, tal y como decía Patri. Y no sé cómo lo hace, pero acaba derramando parte de la Coca-Cola sobre mis piernas y un trozo de vestido. - Mierda, mierda. ¡Lo siento!
-Tranquila. No pasa nada. - Coge rápidamente un paño que lleva en el bolsillo y limpia mis piernas con prisa.
-Soy un desastre. Madre mía...
-En serio, no pasa nada. - Lo agarro la mano y sonrío. Me mira y parece que se destensa un poco. - Un error lo tiene cualquiera.
-Ve al baño que ahora voy y te doy un quitamanchas que tenemos para este tipo de cosas.
-No, no. - Mi chica interviene en la conversación y ambas la miramos sin comprender nada. - Que digo yo que no hace falta que te limpies, ¿no? Ya en casa si eso...
-¿Tú eres boba?
-Es por no molestar a la chica. Tendrá muchas cosas que hacer. - No entiendo qué mosca le ha picado. No entiendo sus motivos para no dejar que me limpie el vestido.
-De verdad, que no me cuesta nada. Ha sido por mi culpa y yo lo arreglo. - Dice la chica. - Ve al baño y ahora voy yo en cuanto deje la bandeja.
-Te acompaño. - Patricia se levanta para venir conmigo. Empujo sus hombros hacia abajo y provoco que vuelva a sentarse. - ¿Qué pasa?
- Que no hace falta que vengas. En dos minutos estoy de vuelta. - Beso su mejilla y me voy sin darle tiempo a que diga nada.
Entro al baño y me miro en el espejo. La verdad es que la mancha es más grande de lo que pensaba. Cojo una toalla que hay junto al lavabo, la mojo de agua y me la paso por la tela sin conseguir nada. Afortunadamente no es uno de mis vestidos favoritos.
-Ya estoy aquí. - La puerta se abre y aparece la chica. - Este quitamanchas es increíble. Ya verás...
-¿Es tan bueno como los trucos de las abuelas para quitar las manchas de la ropa? - Bromeo.
-Siento decirte que no hay nada mejor que eso. Pero algo es algo. - Comenzamos a reírnos juntas. Me fijo un poco más en ella. Debe tener algo más de veinte años y es muy guapa. - Vamos al tema. - Me subo de un salto al lavabo para facilitar el trabajo. Ella abre el bote y presiona el botón haciendo que un líquido rosáceo caiga sobre mi vestido. - Ahora se deja reposar un minuto, se pasa la toalla y listo.
-¿Tan rápido? No me fío yo de estas cosas...
-Ya verás, ya verás... Es buenísima esta cosa. Espera, espera. No te muevas. - Me pide. Señala mi costado y me doy cuenta de que ahí también hay mancha. Vuelve a impregnar la tela con el producto, esta vez en la otra zona. - Siento haberte manchado.
-Tranquila, solo me debes ochocientos euros. - Digo aparentando seriedad. Pero me tengo que reír en cuanto veo la cara que se le queda. - Es broma, mujer.
-Joder... Tendría que vender mis órganos para pagártelo. Y deja de reírte, te juro que le tengo mucho aprecio a todos mis órganos... - Mis carcajadas aumentan con cada palabra que sale de su boca.
-Anda, deja de hacerme reír y demuéstrame de una vez que este líquido funciona de verdad. - Aun con la sonrisa en la boca, coge la toalla y frota en la primera mancha. Me quedo alucinada cuando veo que se ha quitado y solo quedan restos húmedos de agua. - Madre mía, han venido a quitarle el puesto a las abuelas.
-¿Ves? Te lo dije. - Sube la mano y pretende hacer lo mismo en la segunda mancha, pero me retuerzo y me empiezo a reír como loca. - ¿Qué pasa?
-Que tengo cosquillas. Quita, quita. - Lejos de hacerme caso, intenta volver a poner la mano en mi costado. - ¡No! Ay, ay...
-¡La gran Malú tiene cosquillas!
-Sí, sí... Pero para. - Me revuelvo y le pido que pare con la voz que consigo sacar.
-¿Se puede saber qué hacéis? - Patricia entra exaltada en el baño y me corta la respiración del susto. Tiene el rostro desencajado. Trae un enfado monumental y aún no alcanzo a adivinar el motivo.
-Limpiarme la mancha, ¿qué vamos a hacer? - Contesto con un débil hilo de voz. Por un momento me he sentido intimidada por la mirada de la fotógrafa.
-¿En serio quieres que me lo crea? Joder. Se escuchaban las risas desde fuera y eso que está puesta la música.
-Yo mejor me voy... - Murmura la camarera. Acto seguido sale sigilosamente del baño y me deja sola ante el peligro. El peligro. Había puesto muchos motes a mi chica, pero nunca hasta ahora la había relacionado con el peligro. Se lleva las manos a la cabeza y anda de un lado a otro muy nerviosa.
-¿Se puede saber qué te pasa? - Le pongo la mano en el hombro pero me la quita con desprecio. - Tranquilízate.
-¡No me digas que me tranquilice cuando acabo verte tonteando con otra!
-No te entiendo. De verdad que no entiendo nada. Nunca has tenido este tipo de celos y creo que tampoco te he dado razones como para que los tengas. Y ahora tampoco he hecho nada. Joder, Patricia. Me he manchado y me estaba ayudando a limpiarme. Cuando me estaba limpiando la zona del costado me ha hecho cosquillas y por eso nos estábamos riendo. Nada más. ¡Dime dónde cojones ves tú que haya tonteado con la chica! - Digo todo de carrerilla y solo me giro para mirarla en las últimas palabras. Entonces es cuando la veo sentada en el suelo, con la cabeza entre las piernas. Me acerco despacio. - Ey... Ahora si que no te entiendo. - Me agacho y al intentar alzarle la cabeza me doy cuenta de que las lágrimas se deslizan por sus mejillas. - No llores, por favor.
-Lo siento... Lo siento. - Murmura. - Me he comportado como una idiota.
-Pero dime qué ha pasado. - Solloza con más fuerza y me preocupo. Sigue destrozándome verla llorar. Le agarro los brazos y tiro de ella para ponerla en pie. - Da igual. No hace falta que me lo cuentes hasta que estés preparada.
-Malú, llevo preparándome para contártelo años y nunca lo he conseguido. - Traga saliva e intenta regular su respiración. - Y nunca estaré preparada pero necesito que lo sepas. Por las dos.
Se lava la cara con agua y coge mi mano. Salimos a la calle por una puerta que da a un descampado en el que no hay ni una persona. Aún con la voz rota y los ojos rojos empieza a relatarme los motivos de su dolor. Me cuenta por qué lo dejó con Marta. Tenía que trabajar en una discoteca para ayudar con el dinero en casa y Marta le acompañaba siempre. Un día, Patricia se dio cuenta de que tenía que valerse por sí misma, así que le pidió a la que era su novia que no fuese con ella. Eso provocó una discusión que, sin saber cómo ni por qué, le llevó a acabar en un baño liándose con una chica a la que no conocía de nada. Cuando llega a esta parte de la historia ha llorado tanto que tengo miedo de que se deshidrate. Se apoya contra la pared y cierra los ojos.
-La chica del bar, el local, la situación.... No sé. Todo me ha hecho recordar aquel día que siempre he preferido ocultarte. - Se aparta las lágrimas de los ojos con los dorsos de las manos. - A partir de ese día mi vida se convirtió en una mierda. Cada noche era sexo, sin amor, con cualquiera que me lo ofreciese. No me veía capaz de mantener una relación seria con nadie y haciendo eso conseguí formarme mi propia coraza. Me veía a mi misma como un puto cuchillo de doble filo. Me daba miedo enamorarme de alguien y hacerle daño, al igual que hice con Marta. Por eso me siento en deuda con ella y la trato tan bien. No es porque me guste, es porque me arrepiento y me arrepentiré toda la vida del daño que le hice. No puedo echarle la culpa de nada porque sé que la única imbécil inmadura fui yo.
No sé qué responder. Ese ataque de sinceridad es la respuesta a muchas dudas sobre sus actos o a partes de su vida que veía como un gran interrogante. Sabía quién era Marta, pero poco conocía de su relación, y mucho menos aún de su ruptura. Le pregunto por qué no me lo había dicho hasta ahora y me dice que se avergonzaba de sí misma. Tenía miedo de que cambiara mi forma de verla y la dejara. ¿Cómo iba a dejarla por eso? Todos tenemos errores y nos hemos comportado mal alguna vez. Pero eso no cambia todas las experiencias buenas que hemos vivido juntas. Cuanto más me cuenta, más me percato de que es como una losa que no le deja avanzar. Sigue llorando sin parar.
-Cariño, cuando esto pasó eras muy joven. No puedo juzgarte por engañar a una novia en un momento de rabia. Además, mírate. Cambiaste y te hiciste fuerte.
-No, yo no. - Niega con la cabeza sin abrir lo ojos. - Tú me hiciste fuerte y provocaste mi cambio. No quiero pensar dónde estaría yo ahora si tú no hubieras aparecido para poner en orden mi vida. Fuiste la razón por la que puse mi cabeza en orden. La única forma de ganarme tu amor era cambiar, lo supe en cuanto te vi, por eso lo hice.
No estoy de acuerdo en eso. Pienso que las personas cambian por sí solas. Llegó su momento de madurar y lo hizo. Seguramente fuese una casualidad que yo llegase a su vida en esa etapa. Pero no me apetece discutir sobre eso cuando tengo a mi chica destrozada ante mis ojos. Solo quiero abrazarla y hacerle saber que quiero tenerla siempre cerca. La envuelvo entre mis brazos y dejo que se desahogue. Pierdo la cuenta de los minutos que pasamos así, y no me importa, porque estaría así media vida si en la otra media pudiera disfrutar de su increíble sonrisa. Finalmente, se quita limpia la cara con las manos, fuerza una sonrisa totalmente distinta a la suya para aparentar normalidad y pretende entrar de nuevo al local. Pero la freno. No es el momento de una fiesta. Me da igual que yo fuese la anfitriona. Si mi novia está mal tengo que estar con ella. Así se lo prometí en multitud de ocasiones y eso es lo que demuestro. Vamos hasta su coche y en menos de unos segundos comprende que voy a conducir yo y me tiende las llaves. Más tarde avisaré a alguien para que se encargue de mi coche. El trayecto hacia mi casa es silencioso, y la situación se prolonga incluso hasta cuando entramos y se sienta en el sofá mientras yo le preparo una tila. Se la doy y me siento a su lado.
Nuestras miradas se encuentran. Y entonces me doy cuenta de que sus preciosos ojos todavía están llenos de tristeza. Todavía guardan ese brillo que han provocado todas las lágrimas que ha derramado. Y no soporto verla así. Me mantiene la mirada sin decir nada. Y yo tampoco lo hago. Acaricio suavemente su cara utilizando el dorso de mi mano. Hasta llegar a sus labios. Los recorro lentamente con mi dedo pulgar. Poso mi mirada sobre ellos. Me he parado a mirarlos demasiadas veces. Y aún sigo pensando que son los labios más perfectos que he visto nunca. Solo tienen un defecto. Y es que unos labios tan bonitos jamás deberían desdibujar la curva de la felicidad. Jamás deberían estar tristes.
Vuelvo a adentrarme en la vorágine de sentimientos que me produce el simple hecho de mirar sus ojos. Y como si se tratara de la primera vez que los viera, un cosquilleo indescriptible se instala en mi estómago. A decir verdad, creo que vive permanente en él desde la primera vez que la vi aparecer. Con una sola mirada se pueden decir demasiadas cosas. Ella y yo tenemos nuestro propio lenguaje. Ese en el que las palabras no existen. En el que únicamente nos hace falta mirarnos a los ojos para entendernos. Para leernos el alma. Y es uno de esos momentos en los que adoro el silencio.
Me aproximo a ella en un movimiento inconsciente, mientras intercalo miradas entre sus ojos y sus labios. Estamos tan cerca que nuestras respiraciones se encuentran y chocan entre si. Sigo acercándome despacio hasta que nos fundimos en un lento y tierno beso que aviva el hormigueo de mi estomago. Es el amor en estado puro. Y soy capaz de sentirlo a través de un solo beso. Me encanta estar enamorada. Y me encanta que sea ella la que me provoque todas esas sensaciones. Porque por muchos años que pasen, siempre hay sensaciones nuevas que experimentar. Y ella con cada beso logra que lo haga. Y es precisamente en ese beso donde pretendo encontrar a mi chica. A esa chica alocada y alegre cuya seña de identidad es esa sonrisa imborrable. Y creo que por un momento lo consigo. Se deja querer. Porque a pesar de la fachada que en muchas ocasiones se empeña en mostrar, en realidad es delicada y frágil. Basta un simple soplo para que se derrumbe como un castillo de naipes. Como ese cristal que parece fuerte y de un solo golpe lo convertimos en pedazos.
Lo que comienza como un inocente roce de labios se va convirtiendo en un largo beso lleno de pasión. Entreabro sus labios utilizando mi lengua, que de manera juguetona se cuela en su boca. Me responde tímidamente con la suya. Y una sonrisa repentina se adueña de sus labios obligándonos a parar.
—Te quiero mucho... -dice en un tono suave.
Sonrío al escucharla y muero literalmente de amor. Pero no digo nada. La miro de manera intensa, porque sé que ella también sabe entenderme. Y enseguida vuelvo a besar dulcemente esos labios que tan loca me vuelven. Lo hago sin prisas. Saboreando cada rincón de su boca. Porque me gusta disfrutar de ella despacio. Y sé que es la mejor respuesta que puedo darle. Nuestras lenguas comienzan una interminable batalla. Se conocen y se entienden por si solas en todos y cada uno de los movimientos que realizan. Sin descuidar los besos, me cuelo debajo de su camiseta. Acaricio su espalda utilizando solo las yemas de mis dedos. Muy despacio. Pero sé que le gusta. Noto como su piel se eriza a mi paso. Y no tardo ni dos segundos en deshacerme de esa prenda totalmente inservible. Hasta que el aire empieza a ser insuficiente entre nuestras bocas. Es entonces cuando doy por finalizada esta batalla tirando suavemente de su labio inferior.
Me levanto del sofá. Le tiendo la mano para que haga lo mismo. Y lo hace. Pero Patri siempre va un paso más allá. Y sin darme tiempo a estabilizar la respiración vuelve a atacar mi boca. Y realmente a mi me encanta. Me encanta respirar de ella. Porque para vivir ya no basta con respirar. Ahora además necesito su aire. El mismo aire que inunda sus pulmones también quiero que inunde los míos.
No sé como lo consigue pero me quita la camiseta sin dejar de besarme. Acaricia mi espalda y me pega totalmente a ella. El espacio entre nosotras es prácticamente nulo. Pero quiere que lo sea todavía más, y de un saltito se cuelga en mi cintura. Me dirijo con ella hasta la habitación. Y beso su cuello que ahora está a la altura de mi boca. Me separo para volver a mirarla, pero el gesto de sus labios reclama toda mi atención. Se muerde el lado derecho del inferior en un gesto extremadamente sexy que me hace perder la poca cordura que me queda. Y yo aprieto los míos con fuerza en un intento para no devorarla allí mismo.
La tumbo lentamente sobre mi cama y me dejo caer encima de ella. Siento que su cuerpo arde, pero no es el único. El juego de besos que acabamos de inventar momentos antes continúa. De la misma forma. Lento… Enredo una de mis manos en su pelo y con la otra desabrocho el botón de su pantalón vaquero. Lo deslizo por sus piernas y beso las partes que van quedando al descubierto. Aprovecho para hacer lo mismo con los míos. Porque a decir verdad, me sobran. Necesito sentir el calor de su piel directamente sobre la mía. Necesito arder.
Vuelvo a subirme en ella atrapando su cuerpo entre mis piernas. Paso mi mano por sus ojos para que los cierre. Lo hace. Y una gran sonrisa se dibuja en su boca. Desabrocho su sujetador y lo retiro con sumo cuidado. No puedo evitar que lo primero que bese y acaricie sea su pecho. El gesto que se forma en sus labios me indica que le encanta. Y yo me divierto besando zonas de su cuerpo sin que se lo espere. Y es así como lo transformo en un recorrido de besos interminables. Mi lengua transita todos los rincones que la vuelven loca. O casi todos. Una fina tela de color negro es lo que me impide disfrutarla por completo. La acaricio por encima de la prenda. Ella aprieta los labios al sentir mis caricias. Y sabe que lo mejor está por llegar. Esta completamente excitada. Y eso me enciende aún más. Aparto cuidadosamente la prenda. Y me quedo embobada contemplando la belleza de su desnudez ¿Quién dice que la perfección no existe?
Me acerco despacio y levanto la vista para mirarla. Sé que hace rato que ha abierto los ojos y está atenta a mis movimientos. Rozo ligeramente su sexo con mi lengua. Y dejo sobre él pequeños besos, que poco a poco aumentan de intensidad, al ritmo que la situación requiere. Estruja las sabanas con tanta fuerza que las saca del sitio. Pero eso da igual. Porque ahora solo me preocupa llevarla tan lejos como pueda. Hacerla tocar el mismísimo universo con todas sus estrellas. Y sé muy bien lo que hacer para conseguirlo. Se mueve descontrolada por pequeños espasmos de placer que se han adueñado de su cuerpo sin pedirle permiso. Arquea su espalda en repetidas ocasiones y yo intento sujetar su cintura con ambas manos. Me alza la cara y me obliga a subir de nuevo hasta su boca. La beso dulcemente y vuelvo a jugar con su lengua. Hacía demasiado rato que no lo hacía. Quizá no tanto. Pero lo echaba de menos.
Zigzagueo con mi dedo a lo largo de su cuerpo y me paro en su ombligo. Con mi mano derecha vuelvo a recorrer las proximidades de su intimidad. Humedezco mis dedos con su propia excitación, que por cierto es mucho mayor que antes. Y sin rodeos me pierdo dentro de ella, provocando que el gemido que escapa de su boca lo escuche hasta el vecino de enfrente. Lentamente pero con ritmo comienzo a moverme. Y sin dejar de hacerlo vuelvo hasta sus labios. Porque me gusta cuando sus gemidos acaban en mi boca. Y a ella le gusta que los intercambiemos juntas. Así que se las apaña para colarse también dentro de mí. Ni siquiera mi ropa interior le molesta. Grito porque me pilla desprevenida. Pero me fascina cuando lo hace. Cierro los ojos y dejo que una mezcla de emociones salgan a la luz. Mientras tanto intento concentrarme en hacerla tocar el cielo. Pero me resulta difícil hacerlo cuando yo también estoy ascendiendo a él. El ritmo de las embestidas se descontrola. Igual que los gemidos, que se empeñan en ser los protagonistas de la noche. Las gotas de sudor campan a sus anchas en nuestros cuerpos. Se mezclan unas con otras. Y no sé porqué. Pero es algo que me encanta. Los besos no cesan en ningún momento. Y mi empeño en que disfrute como nunca antes lo ha hecho, tampoco. Acelero mis movimientos cuando noto que estoy a punto de estallar. Porque sé que ella también lo está. No sé en que momento decido a abrir los ojos. Pero reencontrarme con su mirada en un momento así, es lo mejor del mundo. Y así llegamos a la cumbre. Mirándonos a los ojos ascendemos juntas a la estrella más lejana del universo. Y ahora sé que esa estrella lleva su nombre.
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¡Hola! Simplemente decir que la gran @Apruebadeti_ es la que ha escrito TODA la escena del final. Yo no tengo tiempo para nada y si no fuese por ella no hubiera subido en siglos. Desde "Nuestras miradas se encuentran..." ¿Increíble lo bien que escribe eh? Gracias otra vez por todo, her.
Y a los demas, espero que lo hayáis disfrutado y gracias también
¡Besos!
@NovelaconMalu
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