-¡Venga, Patri! ¡Otra más! - Exclama Rachel mientras levanta la mano para dirigirse al camarero. Rápidamente freno su gesto.
-¡No, no! Ya he bebido demasiado por hoy. - Tengo que subir el tono de voz porque la música que suena en la discoteca a la que me han traído Rachel y sus amigas está extremadamente alta. - Yo creo que me voy a ir a casa ya. - Comento al observar en la pantalla del teléfono que pasan las tres de la madrugada.
-¿Ya? - Pregunta sorprendida Sarah, una de las chicas que han salido con nosotras. Ella es la más animada de todas, por no decir la que más bebe y pierde el control antes de ponerse a bailar. Lleva desatada desde la primera copa y ya ha ligado a varios chicos.
No me gusta beber y tampoco la fiesta en exceso por todo lo que he pasado y no me apetece repetir. Caer de nuevo en las redes del alcohol o verme envuelta en tornados de noches de desenfreno no se encuentra entre mis planes. Pero, por varias razones, esta noche sí necesitaba salir y tomar algo. En primer lugar, Rachel llevaba insistiendo unos días en que saliera con ellas y, después de todo lo que hace por mi, no quiero decirle que no. En segundo lugar, me hace falta despejarme. No puedo quedarme noche tras noche en casa diciéndome a mi misma que todo va a salir bien porque solo me produce más dudas. Tampoco puedo quedarme y ver cómo se mueven las manecillas del reloj y no tengo señales de Malú. Siempre tarda en responder a esas horas, si es que responde. Y no se lo echo en cara porque entiendo que ella tiene su trabajo igual que yo el mío, pero duele recordar a cada segundo que la echo de menos. Y pesan los kilómetros como bolsas de rocas a mi espalda.
-Me voy, chicas. - Le doy un abrazo a cada una y ellas me van diciendo que tendremos que repetir pronto. - Pasadlo bien y ya me contaréis.
-¿Quieres que te acompañe? - Me pregunta Rachel, que no se ha quedado muy convencida con que me tenga que ir a casa. Dice que es pronto aún y me invita a quedarme un poco más.
-No, no. No te preocupes. He bebido poco así que llegaré perfectamente con el coche. - Asiente. - Además, ¡te recuerdo que mañana trabajamos!
-No pasa nada, con una hora de sueño recupero. - Sonríe y nos damos un fuerte abrazo. - No me puedo ir de aquí sin ligar. - Añade bromeando haciéndonos reír a ambas.
Todo el mundo baila, bebe y canta, así que se me hace difícil crearme hueco entre la gente para poder salir del local, que se encuentra más lleno que antes. Cuando por fin lo consigo, el aire me da de frente en la cara y sonrío. Llevaba mucho tiempo sin salir para divertirme. Aunque suene mal, quizá injusto, me ha sentado bien no pensar en Malú durante un rato. Pero ahora su recuerdo vuelve con más fuerza y echo de menos esos bailes sensuales que siempre acababan entre las sábanas. Me viene a la cabeza una de las noches que mejor lo pasamos juntas cuando acabábamos de empezar. No llevábamos juntas ni tres meses. Fue una de esas típicas tardes que se alargan hasta después de la cena, incluso llegando a la madrugada. Habíamos quedado en su casa para ver una película de esas románticas, con el plan de pasar más tiempo comiéndonos a besos que siguiendo la trama. Más tarde hizo algo de cena. Si no recuerdo mal, una ensalada y algo de pollo.
- ¿Cómo eres tú de fiesta? - Le pregunté mientras pinchaba un trozo de tomate.
-Pues no lo sé. Normal. - Comenzó a reírse. No entendía a qué venía esa pregunta de pronto.
-Normal no. Hay diferentes tipos de personas. El grupo uno: "los sujeta-barras". Estos se quedan todo el rato en la barra o en la mesa, bebiendo de su copa, incluso refresco, y solo salen a bailar cuando sus amigos les obligan. - Rió con más fuerza, haciendo que se moviese ligeramente la mesa. - El siguiente grupo es el de "los desmelenados". Son los típicos a los que el alcohol les entra como si fuera agua. Entran a la fiesta borrachos ya y parece que al bailar se les van a descolocar los huesos. Temer por su salud es frecuente. Y, por último, "los seductores". Beben con prudencia y echan miraditas a todos los presentes en la sala para atacar su cuello a la más mínima. Aprovechan la música para arrimar cebolleta.
-Pues a ver... - Murmuró poniéndose pensativa. No podía desaparecer la sonrisa de su rostro. - La verdad es que salgo poco de fiesta, y cuando lo hago es en ambientes bastante diferentes... Pero las pocas veces que he podido ir a una fiesta en condiciones... No sé. Creo que soy una mezcla de los tres grupos.
-Explica eso.
-Al principio suelo ser un poco sujeta-barras. No me suelto a la primera de cambio. De seductora tengo bastante cuando quiero. Pero solo de miraditas y medias sonrisas. Lo de arrimar cebolleta es jugar a otro nivel. Y desmelenada me vuelvo en cuanto estoy en buena compañía y me tomo dos copas. Canto, bailo y lo que haga falta.
-Madre mía... - Comenté. - Y parecías buena. ¡Tengo que verte en una fiesta!
-Difícil lo tenemos. En cuanto entro a un local me rodean pidiendo fotos y autógrafos. Por eso solo suelo hacerlo en fiestas privadas de famosos o sitios de ese estilo.
-¡Venga ya! Esta noche vamos de fiesta. - A mi las fiestas no me gustan demasiado, pero me apetecía tanto verla así que me tragaría todas las huellas del pasado.
-¿A dónde? No podemos...
-Al local de una amiga. Y no te preocupes que no te van a reconocer...
-Si está en Chueca seguro que me reconocen.- Bromeó. - No quiero arriesgar, Patricia.
-Calla, anda. ¡Déjame a mi!
En cuanto acabamos de cenar, hice un par de llamadas para tenerlo todo atado. El local de mi amiga no estaba en Chueca, pero sí en una zona centro de Madrid. Aún así, estaba convencida de que no la reconocerían. La llevé corriendo a su habitación y revolví su armario. Tenía que haber algo con lo que fuera guapa pero no demasiado su estilo. Había que disimular que debajo de la ropa se encontraba Malú. Finalmente, me decanté por una mini falda negra con una camiseta de tirantes de color coral. Para los pies, unos tacones bien altos. Ella jamás iría con esa falda ni combinada de esa manera, pero aún así todavía estaba muy claro quién era. Quedaba lo más difícil: el maquillaje y el peinado. Respecto a lo primero, la maquillé demasiado. Casi en exceso. Personalmente la prefiero sin nada de pintura, pero era una noche especial y había que transformarla. Y el pelo liso, hacia un lado y con un sombrero negro que le tapaba la cara. A ella no le gustan los sombreros. Ni siquiera tenía, pero le dejé el mío.
-Joder, ¿qué me has hecho? - Preguntó al mirarse al espejo. - Parezco una consejera de moda de esas que te gustan a ti.
-Una blogger. - Completé sus palabras y se desató la risa.
Me dijo en multitud de ocasiones que no se sentía cómoda vestida de esa forma, pero comprendió que era la única forma de que pudieran salir de fiesta sin que la reconociesen. Y parecía que ella también tenía ganas de pasarlo bien, porque lo aceptaba y se reía. Eran las doce más o menos cuando entrábamos al bar de mi amiga. El sitio era bastante grande y cada persona iba a lo suyo. La mayoría se agrupaba con sus amigos y pasaban de los demás. Tampoco era un sitio de ambiente gay, tal y como se imaginaba Malú. Caminamos poco a poco hasta el fondo, donde estaba la barra y mi amiga. Ella nos comentó que no nos preocupásemos, que nadie iba a reconocernos y, que si fuera así y se empezaba a armar jaleo, les expulsarían de inmediato.
En definitiva, pudimos disfrutar de la noche de una forma diferente. Pocas más veces lo hemos podido hacer. Comprobé cómo Malú tenía razón al describirme su actitud en las noche. Al principio nos quedamos en la barra charlando tranquilamente y bebiendo algo suave. En la segunda copa me empezó a susurrar cosas al oído y a lanzarme miraditas. En la tercera cantó todo lo que sonaba por los altavoces, reía por cualquier cosa y movía las caderas provocándome estremecimientos. No os podéis imaginar cómo baila. Varias personas se le quedaron mirando, pero no porque fuera Malú, sino por cómo seducía con su cuerpo. Y la madrugada acabó en otro baile. La puesta en escena era mi cama y su cuerpo se movía al ritmo de mi canción favorita.
Cuando entré a la oficina la mañana siguiente y vi a Rachel no pude evitar morirme de la risa. Estaba claro que no había dormido por las ojeras y el mal cuerpo que se apreciaban a kilómetros a la redonda. Me hizo un gesto para que me callara y vino hacia mí.
-¡No digas nada! - Murmura.
-¿Entonces ligaste? - Susurro riéndome caminando hacia mi despacho a su lado.
-Ya quisiera... Desde que te fuiste fue una locura. Sarah se puso muy borracha y al rato nos la llevamos a su casa. Quisimos volver y continuar la fiesta, pero ya era tarde así que fui a casa, me duché y vine directa.
-Se veía venir. La chica tenía una cara... - Comento recordando la locura de su amiga. - En fin, ¿qué trabajo tengo para hoy?
-Vas a ir a cubrir la presentación de una película. - Me dice dejándome fuera de lugar. Le he hecho la pregunta por costumbre, pero en mi agenda pone que hoy tengo un sesión para el presentador de un programa de televisión. - Me he enterado esta mañana.
-¿A eso no tenía que ir Rick?
-Sí, pero cuando ha ido a coger la moto para venir esta mañana se la ha encontrado destrozada. Así que se ha tenido que ir a poner la denuncia y no le da tiempo. El jefe dice que es un acto importante y que prefiere que vayas tú.
-¿Pero cómo? ¿A hacer fotos en la alfombra a los protagonistas y los famosos invitados?
-No, no. Nuestra empresa se dedica a otro tipo de trabajo. - Me aclara. - Tú estarás dentro, en una sala habilitada especialmente para las sesiones. Los famosos que tienen contrato con nosotros irán pasando para que les hagas unas fotografías con el cartel de la película. De todas formas, no te preocupes porque vas con Dan, te lo explicará todo.
Me dice que el equipo me está esperando, así que cojo del despacho material, bajo a la otra sala a por la cámara y voy corriendo al garaje. Hay preparados un coche y una furgoneta. Me monto en el primero y me encuentro con Dan, que durante el trayecto se dedica a contarme lo que hay que hacer. Según me lo explica, no hay demasiada complicación. Irán viniendo y yo les iré haciendo fotos mientras otra persona les entrevista. Después posaran para mi y ya.
Un par de horas más tarde ya estamos listos en la sala que nos han preparado. Es muy simple pero bastante grande. A un lado, un par de sillones donde los famosos se sentarán junto al entrevistador para hacer la pequeña entrevista. No durará más de diez minutos. Al otro lado estaré yo con mi cámara, con otro sofá más estético y el cartel de la película. Según me han dicho tengo libertad para hacer las fotos como pueda. Mis compañeros cubrirán la presentación desde fuera.
Poco a poco van entrando los famosos y me sorprende gratamente. No tengo ni idea de qué va la película, pero hay un montón de gente importante que viene a verla. Cantantes, actores, los protagonistas... Incluso pasa por mi cámara la imagen de alguien tan importante como Jennifer Lopez. En ocasiones así me siento más afortunada aún del trabajo que tengo, a pesar de todo lo negativo que ha conllevado.
La gran sorpresa me la llevo cuando se abre la puerta y aparece la persona que menos me esperaba. No era tan raro que viniera, pero no me había parado a pensar en la posibilidad de encontrarnos. Él se muestra tan tranquilo, como si se esperara verme. Me guiña el ojo y a mi se me revuelve el estómago con solo pensar que, de nuevo, voy a tener que hablar con él y sacarle unas fotografías. Me pone nerviosa sentir sus miradas mientras hace la entrevista con la presentadora. Además, cuando nuestros ojos chocan me sonríe pícaramente, haciendo que la chica que tiene delante me mire. Me giro apresuradamente y coloco la cámara en el trípode.
-Y la última pregunta, ¿qué tal tu relación con Alison Collins?
-Bueno... Lo de relación se lo ha inventado la prensa. - Se ríe ligeramente. - Lo hemos pasado bien juntos y ya está.
-Pero se os vio hace poco juntos en situación comprometida en un coche. - Añade la entrevistadora.
-Y quién sabe si volveréis a vernos juntos. Como te he dicho, lo pasamos muy bien juntos. - De nuevo se ríe y a mi se me escapa un suspiro por lo que estoy escuchando. No puede ser más chulo.- Pero si lo que quieres saber es si tengo algún compromiso, la respuesta es no. Rotundamente. Soy joven para eso... No quiero nada serio con ninguna chica, solo disfrutar.
-¿Podríamos decir que Nathan Evanson tiene las puertas abiertas?
-Estoy totalmente abierto.
Ambos se empiezan a reír y no aguanto más. Es peor incluso de lo que me imaginaba. Machista, chulo y ligón. Oigo cómo se despiden y unos pasos se aproximan hasta mí. Respiro hondo un par de veces y me pido a mí misma que sepa guardar la calma. Tan solo serán unos minutos más de sufrimiento y, con suerte, no tendré que verle más Pero he pensado esto tantas veces que ya no sé dónde he dejado la fe.
-Hola, ojos bonitos. - Susurra pasando su mano por mi hombro. Me giro bruscamente y él solo se ríe. Cada vez tengo más claro que le encanta verme nervosa y pasándolo mal. - Una vez más nos vemos las caras.
-Sí, qué suerte... - Comento sarcásticamente. - Colócate en el sofá y quítate la chaqueta.
-¿Ya? ¿Tan rápido? Nos tendríamos que conocer un poco antes de llegar a más... - Al principio no entiendo sus palabras, pero luego comprendo que es una broma y bufo. Patricia, tranquila.
-Rápido que tiene que venir más gente.
-¿Sabes que ya me he enterado de tu nombre? - Murmura mientras sonríe a la cámara. Lanzo el primer disparo y confieso me da rabia que salga tan bien. - Patricia. Me gusta tu nombre, españolita....
-¿Sabes mucho más de mi?
- Menos de lo que me gustaría, la verdad.
-Pocas cosas tienes que hacer si gastas tu tiempo en investigarme...
-¿Tan poco te valoras?
-¿Tanto te cuesta dejarme en paz? - Pregunto con rencor. Me descuelgo la cámara del cuello y la dejo más bruscamente de lo que me gustaría en la mesa. - Hemos acabado.
-¿Tan rápido? - Se levanta y se acerca a mi. Demasiado. Doy un paso hacia detrás y le empujo ligeramente.
-Con estas fotos me valen. Seguro que tienes muchas cosas que hacer. No sé. Por ejemplo, adivinar mi talla de zapatos o mi comida favorita. - Sonrío irónicamente y le doy la espalda.
-Vale, vale... me voy. - Oigo como camina hacia la puerta. - Tenía ganas de verte. Echaba de menos tus ojos verdes y me apetecía verte sonreír. Aunque bueno, eso último nunca me lo has permitido. - De pronto me quedo bloqueada. Un montón de cables que parecían inconexos o conectados a lugares erróneos cambian de rumbo. Todo encaja y se me enciende el odio en el estómago, en el pecho y empieza a subir hacia la boca. Recuerdo las notas recibidas en el trabajo. Esas señales que creía que venían de Malú a pesar de las complicaciones. Pero nada más lejos de la realidad. Había sido el impresentable que tenía enfrente y al que deseaba pegar una paliza.
-¿Eres tú? ¿Eres tú el idiota de los mensajitos?
-Seguro que cuando los viste no te parecía tan idiota y te saqué alguna sonrisa. - Me enrabietan mucho más sus palabras y no puedo evitar cogerle del cuello de la camisa. Y lo que más me pesa es que sigue con la puta sonrisa en la boca. - Oye, ¿por qué te crees que estás aquí?
-Se le ha roto la moto a un compañero, por eso estoy aquí.
-Qué inocente, españolita... - Dice mirándome de reojo, justo después de haber hecho que le soltara de la ropa. - Las motos no se rompen solas.
-¿Qué? - Pregunto sin poder creerme sus palabras. - ¿Le has roto la moto?
-No, yo no. He pagado a alguien para que lo hiciera. Pero tranquila que le llegará una totalmente nueva. Yo solo quería verte y este método era infalible.
-Eres gilipollas. No había conocido nunca a alguien tan imbécil como tú. ¡Vete a la mierda! - Todas estas palabras se me escapan en español porque no pasan por el cerebro antes de salir por la boca.
-No sé qué has dicho pero me pone mucho.
-¡Vete! ¡No quiero verte más!
-Venga... Después de todo lo que he hecho para verte me merezco una cita, ¿o no?
-No te mereces nada...
-¿Cenamos en mi casa o en un buen restaurante?
-En ningún sitio. - Reitero. - Déjame y vete.
-Entonces te recojo del trabajo mañana y elijo yo dónde cenar. - Se acerca hacia mi de nuevo, pero esta vez para coger chaqueta que antes se ha quitado.
-No digas tonterías... - Murmuro.
-¿Tonterías? Lo digo en serio.
-No cenaría contigo ni aunque fueras el único hombre en la faz de la tierra.
-Eso ya lo veremos.
Rápidamente me roba un breve beso en los labios y se va corriendo por la puerta. No me puedo creer nada de este chico. Le odio, y es muy raro que alguien sea capaz de producirme esta sensación. Me paso la mano de manera torpe por los labios intentando que desaparezca todo su rastro. Me repugna que haya hecho eso, pero no le vi venir. No lo pude evitar. Resoplo, murmuro insultos y se me escapa más de un bufido. El muy idiota me saca de mis casillas. No le vale con molestarme a mi, sino que es capaz de romperle la moto a un compañero. ¿Qué le pasa? ¿Por qué esa obsesión conmigo? No tengo respuestas a muchas preguntas, pero si algo sé es que mañana estará esperándome a la salida del trabajo y tengo que evitarle sea como sea.
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